COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 06, 51-59

También Evangelio del Domingo 20 del Ciclo B

 

1. I/CUERPO-DE-CRISTO  CO-SO/C/EGO: COMULGAR CON XTO SIGNIFICA COMULGAR TAMBIÉN CON TODOS LOS HOMBRES.

El cuerpo de Cristo es, en primer lugar, la carne y la sangre que él da "para la vida del mundo", es decir, toda su existencia concreta: su cuerpo muerto para destruir la muerte y su cuerpo resucitado para manifestar la resurrección. En segundo lugar, cuerpo de Cristo significa el "pan que partimos", el "pan de vida": "El que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo le daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn/06/52).

Por último, cuerpo de Cristo significa la Iglesia, el pueblo que Dios reúne en JC, el descendiente de Abrahán y el heredero de las promesas. Por nuestra incorporación a Cristo, significada y realizada en la recepción de su cuerpo eucarístico, todos somos en él herederos de las promesas y constituimos el verdadero Pueblo de Dios (Ga 3. 16/28-29) Todos somos cuerpo de Cristo, pues todos comemos de un mismo pan que es el cuerpo de Cristo muerto y resucitado; todos somos un mismo Pueblo de Dios, Iglesia, peregrinos en Cristo hacia el Reino de Dios, alimentados por Cristo con su propia carne: "Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre". Sólo en Cristo y por Cristo constituimos un pueblo, un cuerpo, una Iglesia comprometida con Cristo en su muerte y resurrección para dar vida al mundo.

Cuando la comunión se entiende sólo como "mi comunión", asunto privado entre Jesús y mi alma, el cuerpo de Cristo que es la Iglesia se desintegra: cada uno come su propio pan, y éste ya no es el "pan que partimos". La comunión sólo es auténtica cuando no se privatiza y se apropia, cuando comulgar con Cristo significa también comulgar con los hermanos, más aún, con todos los hombres: recibimos un cuerpo que se entrega por nosotros y por todos los hombres. El que comulga se compromete con Cristo y con los que son de Cristo, como un solo hombre, en el sacrificio de Cristo, en la salvación del mundo.

EUCARISTÍA 1972/34


2.

Texto. El versículo inicial articula las tres afirmaciones centrales de todo el texto. Primera afirmación: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Segunda: El que coma de este pan vivirá para siempre. Tercera: el pan que yo voy a dar es mi carne.

1. Yo soy el pan vivo. En razón de los interlocutores esta afirmación corrige un punto de vista que veía en la Ley el alimento bajado del cielo. Los interlocutores son "los judíos", una expresión que en el cuarto evangelio designa habitualmente a las autoridades religiosas judías. Jesús es el pan vivo porque es el enviado del Padre, que es quien posee la vida y se la ha conferido (v. 57). A la vida que procede de Dios se le denomina vida eterna. La expresión atiende más al origen y cualidad de la vida que a la temporalidad.

2. El que coma de este pan vivirá para siempre. Jesús posee la vida de Dios y la transmite a los humanos. El que me coma vivirá gracias a mí. Ahora sí se resalta explícitamente la dimensión de la temporalidad-eternidad. Jesús introduce esta dimensión-realidad, insospechada y desconocida con anterioridad: No es como el pan de vuestros antepasados, que lo comieron y murieron.

3. El pan es mi carne. Se trata de otra formulación de la primera afirmación. La carne y la sangre de Jesús son expresiones para designar a Jesús como ser humano y concreto. La nueva formulación sirve para resaltar el carácter de realidad que tiene la comida. A través de esta comida el ser humano hace suya la vida divina y forma comunidad con Jesús.

Comentario. con el texto de hoy decimos adiós al cuarto evangelio por este año litúrgico. Es un adiós que nos deja fascinados. Lo que hoy oímos es absolutamente maravilloso. Jesús, un ser humano concreto, ha hecho posible que los seres humanos concretos participemos de la vida misma de Dios. El realismo del lenguaje quiere estar explícitamente al servicio de la realidad de lo que se afirma. Por eso, comulgar no es un hecho piadoso: es lo más grande que jamás nos pueda acontecer.

ALBERTO BENITO
DABAR 1990/33


3. EU/TRI  

EL PAN ES EL VIÁTICO GRACIAS AL CUAL EL CRISTIANO ENTRA EN LA VIDA TRINITARIA.-

Juan subraya la unión que Cristo establece entre ese pan (que al mismo tiempo es su persona humana y la Eucaristía) y la vida trinitaria. Lo mismo que el Hijo vive del Padre, que es el "Viviente", también el cristiano vive del Hijo por intermedio de ese "pan" que le permite tener directamente con el Hijo esos mismos lazos de dependencia y comunidad de vida que unen al Hijo con el Padre. El pan es el viático gracias al cual el cristiano entra en la vida trinitaria.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 315


4.

Los milagros de Jesús en el evangelio de Juan son "signos", y normalmente preceden a la palabra que los interpreta. Después de la multiplicación de los panes en el desierto y el intento de los galileos de proclamar rey a Jesús, el evangelista sitúa en Cafanaún el sermón sobre "el pan de vida". Ambos sucesos constituyen una unidad y suponen un momento culminante y crítico en la predicación de Jesús en Galilea. Si la controversia de Jesús con los judíos, con los fariseos, se debe al legalismo de éstos, la ruptura de los galileos con Jesús es la consecuencia de los prejuicios nacionalistas y del mesianismo desviado de los galileos. Cuando estos esperaban un rey que les diera de comer, Jesús les dice que él mismo y no otra cosa es el verdadero "pan bajado del cielo para la vida del mundo", y los que creen en él viven.

La presente lectura comprende toda la segunda parte del sermón sobre el pan de vida, en la que el discurso se orienta hacia la institución de la eucaristía, más un versículo que sirve de enlace y de transición. El primer versículo hay quien lo traduce de esta manera: "... y el pan que yo daré es mi carne que daré para la vida del mundo". En este supuesto, el versículo pertenece todavía fundamentalmente a la primera parte del sermón. Jesús diría a sus oyentes que da vida a cuantos comen ese pan, es decir, a cuantos creen en él precisamente en cuanto él mismo se entrega a la muerte para que el mundo viva. Con estas palabras saldría al paso de un mesianismo triunfalista y nacionalista que no contaba con la muerte del Mesías en la cruz. Por otra parte, la "carne entregada" a la muerte, y en la muerte a todos los creyentes, es también el cuerpo de Cristo que se nos ofrece en la eucaristía.

Los "judíos" son en realidad galileos; Juan los llama así por su incredulidad (cfr. 2, 18 y 20; 5, 10 y 16; 6, 41). Aunque Jesús no ha dicho directamente que va a darles a comer su carne, los "judíos" lo entienden así y no comprenden nada. Algunos tratan de encontrar un sentido más profundo y misterioso a las palabras de Jesús y se enzarzan en una disputa. Jesús insiste en lo mismo y completa sus palabras añadiendo que es preciso también beber su sangre. El sentido eucarístico del texto es claro para los oyentes. Para los "judíos" resultaba especialmente irritante porque lo entendían crasamente.

Después de insistir otra vez y decir que se trata de una verdadera comida y de una verdadera bebida, Jesús explica cuál es el efecto de esa comida y de esa bebida. El que lo recibe entra en unión con él, en una unión semejante a la que se da entre Jesús y el Padre. "Carne y sangre" son palabras sustituidas aquí por el pronombre "mí", lo cual significa que el mismo Jesús se hace alimento para la vida eterna. Jesús no nos da a comer algo suyo, pues él mismo es el pan de vida.

El pan del que habla Jesús, él mismo, es verdadero pan "bajado del cielo", es decir, enviado a los hombres por el Padre y entregado como un regalo de Dios al mundo. El "maná", el pan del desierto, no es más que una figura profética del verdadero pan que da vida eterna.

EUCARISTÍA 1987/29


5. EU/VE

Hay que comer la carne del Hijo del Hombre, hay que entrar en relación profunda con él; abrirse y amar, de lo contrario no tendremos vida en nosotros.

Hay que aceptar la carne y la sangre del Otro, la vida del Otro, como una cosa buena para mí, como una comida que me edifica y fortalece, y entonces tengo vida eterna, me construyo según el plan de Dios, mi existencia tiene un sentido, no puedo desaparecer, "resucitaré el último día".


6.

Después del relato de la multiplicación de los panes, el evangelio de Juan continúa con el discurso del pan de vida, que al final se transforma en discurso de la Eucaristía, que es el que leemos hoy. Jesús se presenta como el pan vivo, bajado del cielo, que da vida por siempre. Así hace la transición del discurso del pan al discurso de la Eucaristía.

El término carne designa la realidad humana, con todas sus posibilidades y debilidades. Recordemos que en el prólogo de este evangelio se dice que la Palabra se hizo carne. Observemos que Juan no utiliza el término cuerpo, probablemente porque quiere subrayar la realidad de la encarnación.

La reacción de los judíos, que seguramente manifiesta los equívocos que provoca en ciertos ambientes la Eucaristía, da pie para insistir tenazmente en el realismo eucarístico, que quiere salvaguardar la encarnación.

Carne y sangre expresan la totalidad de la vida. Comer la carne y beber la sangre del Hijo del hombre es participar de la vida divina. Efectivamente, Jesús, enviado del Padre, tiene la vida del Padre; los que comen la carne y beben la sangre de Jesús (su vida) tienen la vida de Jesús, que es la vida del Padre. Por eso la vida recibida es eterna.

Más aún, se afirma que sólo se puede tener vida si se participa de la vida de Jesús. La comparación con el maná ayuda a subrayar este sentido. El pan de la Eucaristía da la vida por siempre: es el pan salvífico.

También habría que tener en cuenta que, así como la carne nos recuerda la encarnación de Jesús, la sangre nos recuerda su muerte en la cruz. Así, participar de la vida de Jesús comporta asumir a fondo la propia humanidad, como hizo Jesús, y, como él, dar la vida por amor.

J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1993/08


7. ACI DIGITAL 2003

51. Hasta aquí Jesús se ha dado a conocer como el pan de vida. En este v. se llama el pan vivo, y en vez de que baja (v. 50) dice que bajó. Pirot anota a este respecto: "La idea general que sigue inmediatamente en la primera parte del v.: Si uno come de este pan vivirá para siempre - repetición en positivo de lo que se dice negativamente en el v. 50 - podría aún, en rigor, significar el resultado de la adhesión a Cristo por la fe. Pero el final del v.: y el pan que Yo daré es mi carne... para vida del mundo introduce manifiestamente una nueva idea. Hasta ahora el pan de vida era dado, en pasado, por el Padre. A partir de ahora, será dado, en el futuro, por el Hijo mismo. Además, el pan que hasta aquí podía ser tomado en un sentido metafórico espiritual, es identificado a la carne en Jesús (carne, como en 1, 14, más fuerte que cuerpo)... La única dificultad que aún provoca el v. es la de saber si el último miembro: para la vida del mundo se refiere al pan o a la carne. La dificultad ha sido resuelta en el primer sentido por algunos raros manuscritos intercalando la frase en cuestión inmediatamente después de daré: el pan que Yo daré para la vida del mundo es mi carne. Pero la masa de los manuscritos se pronuncia por el segundo sentido. No parece, pues, dudoso que Juan haya querido establecer la identidad existente entre el pan eucarístico y la carne de Cristo en su estado de Víctima inmolada por el mundo". El mismo autor cita luego como acertada la explicación del P. Calmes, según el cual en esa frase "se hallan confundidas la predicción de la Pasión y la promesa del pan eucarístico, y esto sin que haya equívoco, pues la Eucaristía es, al mismo tiempo que un sacramento, un verdadero sacrificio, un memorial de la muerte de N. S. J.". Cf. Ef. 2, 14; Hebr. 10, 20.

54. Por cuarta vez Jesús promete juntamente la vida del alma y la resurrección del cuerpo. Antes hizo esta promesa a los creyentes; ahora la confirma hablando de la comunión eucarística. Peligra, dice S. Jerónimo, quien se apresura a llegar a la mansión deseada sin el pan celestial. La Iglesia prescribe la comunión pascual y recomienda la comunión diaria. ¿Veríamos una carga en este don divino? "La Iglesia griega se ha sentido autorizada por esto para dar la Eucaristía a los niños de primera edad. La Iglesia latina exige la edad de discreción. Puede apoyarse en una razón muy fuerte. Jesús recuerda que el primer movimiento hacia El se hace por la fe (vv. 35, 45, 57)". Pirot. Cf. 4, 10 ss. El verbo comer que usa el griego desde aquí ya no es el de antes: estío, sino trogo, de un realismo aún más intenso, pues significa literalmente masticar, como dando la idea de una retención (cf. v. 27, Luc. 2, 19 y 51). En el v. 58 contrastan ambos verbos: uno en pretérito: éfagon y otro en presente: trogon.

57. El que me come: aquí y en el v. 58 vuelve a hablar de Él mismo como en el v. 50. Vivirá por Mí: de tal manera que vivamos en Él y Él en nosotros, como lo revela el v. anterior. Cf. 1, 16; Col. 2, 9; véase la "secreta" del Domingo XVIII p. Pentecostés. S. Cirilo de Alejandría compara esta unión con la fusión en una de dos velas de cera bajo la acción del fuego: ya no formarán sino un solo cirio. Cf. I Cor. 10, 17. Nótese que Cristo se complace amorosamente en vivir del Padre, como de limosna, no obstante haber recibido desde la eternidad el tener la vida en Sí mismo (5, 26). Y esto nos lo enseña para movernos a que aceptemos aquel ofrecimiento de vivir de El totalmente, como Él vive del Padre, de modo que no reconozcamos en nosotros otra vida que esta vida plenamente vivida que Él nos ofrece gratuitamente. Es de notar que por el Padre y por Mí pueden también traducirse para el Padre y para Mí. S. Agustín y Sto. Tomás admiten ambos sentidos y el último parece apoyado por el verbo vivirá, en futuro (Lagrange). ¡Vivir para Aquel que muriendo nos dio vida divina, como El vivió para el Padre que engendrándolo se la da a Él! "El que así no vive ¿lo habrá acaso comido espiritualmente?". Véase v. 63; II Cor. 5, 15; I Tes. 5, 10; Gál. 2, 20; cf. Hech. 17, 28; Rom. 14, 8; II Cor. 4, 11; 6, 9; I Juan 4, 9.