41 HOMILÍAS MÁS PARA EL MIÉRCOLES DE CENIZA
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1. CV/PT/CUA:

En los siglos VIII y IX la imposición de la ceniza se unía, en el contexto litúrgico, a la penitencia pública. Aquel día se expulsaba a los "penitentes" de la iglesia. Y este gesto repetía, de alguna manera, aquél otro de Dios arrojando a Adán y Eva, pecadores, del paraíso... En esta perspectiva se colocan las palabras del Génesis que se refieren precisamente a este episodio: "Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás... Y el Señor Dios lo expulsó del jardín del Edén, para que labrase el suelo de donde lo había sacado" (Gn/03/19s).

Sólo más tarde la imposición de la ceniza tomó un simbolismo distinto: el de la fragilidad y brevedad de la vida. El recuerdo de la muerte. La referencia a la tumba. Me parece, sin embargo, que es válido, sobre todo, el significado primitivo, que expresa penitencia, expiación por el pecado.

"El hombre-polvo" quiere decir el hombre que se ha alejado de Dios, que ha rehusado el diálogo, que ha sido echado de su casa, que ha rechazado el dinamismo del amor para caminar siguiendo una trayectoria de desilusión y de muerte. "El hombre-polvo" es el hombre que se opone a Dios, da la espalda a su propio ser y se condena a la nada. Pero en este dramático itinerario de alejamiento y visitación, existe la posibilidad del retorno. Retorno al origen.

En lugar de precipitarse hacia la tumba, es posible cambiar de dirección -¡he ahí la conversión¡- y volver a la fuente.

"Acuérdate que eres polvo y como polvo volverás... a Dios". Con tal que lo quieras. Ya, en este momento.

* * *

Me vuelvo tierra y me confío al constructor para que me rehaga del todo. Me he equivocado. He perdido el camino de la vida. He perdido el reino. He comprometido incluso a los otros en mi pecado (todo pecado es un pecado "público" con consecuencias desastrosas para toda la comunidad eclesial). Es justo que se me ponga a la puerta.

Pero, a la vuelta de la esquina, vuelvo a condición de... polvo. O sea, de materia prima. Y él se inclinará aún sobre este polvo para darle el aliento de vida. Así mi "nada" es tocada por la plenitud divina.

De la ceniza salta una chispa de vida. Y ahora la sutil capa de polvo ya no puede ocultar el esplendor del rostro de un hijo de Dios.

Todo, pues, comienza de nuevo. Puede ser "nuevo" si acepto no el... fin, sino el principio. No el montoncito de ceniza de la tumba. Sino el puñado de tierra en las manos del artífice. El poco de tierra dispuesta a recibir el "aliento". Y convertirse así, de nuevo, en un "viviente".

La cita, pues, con la ceniza es fundamentalmente la cita con la vida. ¡La ceniza me recuerda la cuna, no la tumba¡.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO C
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1985.Pág. 42


2.

Entrar en cuaresma era antiguamente un punto triste; se sentía la llamada a la penitencia. Ahora la cuaresma corre el peligro de no significar mucho. Sin embargo, la liturgia nos sigue pidiendo con tenacidad que acojamos bien esta palabra áspera con todo lo que exige: una separación de la vida cómoda.

La cuaresma es sobre todo un ofrecimiento fabuloso de la palabra. Después de abrir el misal por la página del miércoles de ceniza, hojeadlo hasta el día de ramos y os sorprenderá la riqueza de estas cinco semanas: 15 lecturas, 5 salmos, 15 oraciones, 5 prefacios... Todo bajo el imán de la pascua: enfrentarse con las tentaciones, ponerse en camino, buscar el agua viva, curar de nuestra ceguera, resucitar. En el misal para las misas de cada día también es abundante el alimento. Si buscamos una resolución para esta cuaresma, he aquí una que nos vendrá muy bien: utilizar a fondo nuestro misal.

La cuaresma es una llamada vigorosa a la santidad y esto exige por lo menos una vez al año un balance de salud espiritual, una revisión de vida que, llevándonos hasta lo más profundo de nuestro ser, nos lleve hasta Dios.

Señor Jesús,
no sólo me he alejado de ti,
sino de mí.
Tráeme a mí,
para que pueda llegar hasta ti.
Hazme conocer mis tinieblas
para que busque tu luz.
              (Según el beato Paolo Giustiniani)

Si me observo mejor, tendré ganas de cambiar, de cambiarme. Eso es lo que indica la palabra clave de la cuaresma, una de las palabras centrales del evangelio: convertirse. Pero sobre todo no tomar como resolución: "Yo quiero convertirme". Eso nunca ha transformado a nadie. Tomar más bien la resolución de mirar bien a Jesús y de escucharle: él nos dará unas ganas tan enormes de ser mejores que también desearemos con toda el alma arrancarle gracias de conversión.

La verdad es que el primer encuentro cuaresmal con él en este día de la ceniza corre el peligro de desconcertarnos. ¡Aquella vieja panoplia limosna-oración-ayuno y aquellos extraños consejos! ¿Acaso se nos habría ocurrido alguna vez organizar un espectáculo poniéndonos a dar limosna, a rezar, a ayunar?.

Pero si el contexto ha cambiado, la llamada sigue siendo la misma: ¿das de verdad limosna, sí o no? Y esto quiere decir: ¿compartes con los otros y vas a compartir más aún durante esta cuaresma?; ¿rezas o no rezas, y estás dispuesto a rezar más durante esta cuaresma?; ¿aceptarás una vida más ascética para salir de la comodidad... y también para poder compartir un poco más? No hay nada que nos impida escoger otros esfuerzos, otros progresos; no faltan sugerencias para ello en el evangelio. Lo que debe animarnos y hasta entusiasmarnos es que una cuaresma tomada así, en serio, puede marcar profundamente nuestra vida.

ANDRE SEVE
EL EVANG. DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984.Pág. 26


3.

-Reconocer nuestra debilidad

Hoy todo nos invita a reconocer nuestra debilidad. ¡Cuánta distancia hay entre nosotros y el Evangelio, entre nosotros y la vida de fidelidad, entregada totalmente, de Jesús! Hoy, si volvemos la mirada sobre nosotros mismos, sobre nuestra manera de vivir, de actuar, brotarán desde lo más hondo de nuestro corazón aquellas palabras que decíamos en el salmo: Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Hoy se nos invita a ser sinceros, de verdad, con nosotros mismos. Si nos ponemos ante Dios no podremos gloriamos de nada. ¡Cuánto nos dominan nuestros deseos y nuestros intereses! ¡Cuántas ganas tenemos de imponer nuestro criterio y nuestra voluntad! ¡Qué poca capacidad de renuncia (de dinero, de tiempo, de tranquilidad) para el servicio a los demás! ¡Qué poco nos esforzamos por comprender a los que no son o piensan como nosotros! ¡Cuán poco presente tenemos a Dios en nuestras vidas!

-Reafirmar la confianza en Dios

Hoy todo nos invita a ser sinceros. Pero, al mismo tiempo, todo nos invita también a no quedarnos encerrados en nuestra sinceridad. Si hoy sólo nos dedicáramos a mirar nuestras vidas para darnos cuenta de nuestros fallos y de nuestra infidelidad al Evangelio, quedaríamos, con toda seguridad, destrozados. Porque, en verdad, si nos comparamos con Jesús, nuestra debilidad y nuestra infidelidad es grande, inmensa. Por eso, hoy, reconocer la propia infidelidad es a la vez levantar los ojos a Dios con toda con- fianza, con toda la fe: ¡Misericordia, Dios mío, por tu bondad!

En este inicio de la Cuaresma, tenemos que lanzarnos una mirada introspectiva y reconocer nuestro pecado. Y, al mismo tiempo, mirar hacia Dios, nuestro Padre, y reafirmar nuestra confianza en su amor. Hoy, la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza será esta señal de reconocimiento. Será como decir: somos débiles, somos pecadores, no acabamos de salir de esta situación, de este estado.

Pero no será decírnoslo a nosotros mismos, no será decirnos que no hay nada que hacer, que no hay salida. Será decirlo ante Dios, reconocerlo ante Dios. Y decirlo y reconocerlo ante Dios es decir y reconocer que en él está el perdón, la vida, la salvación, el amor inagotable.

-Un fuerte empuje para avanzar

Y todo eso se convierte entonces en un gran empuje para avanzar, para caminar. Jesús, en el evangelio, nos ha hablado de este camino. Nos ha dicho que tenemos que dar de lo nuestro a los que lo necesitan; nos ha dicho que tenemos que orar, que tenemos que acercarnos a Dios con todo nuestro ser; nos ha dicho que tenemos que ayunar, que tenemos que renunciar a tantas cosas (comida, televisión, diversión, lo que sea) para dedicarnos con más ahínco al Evangelio. Y nos ha dicho que todo eso lo tenemos que hacer no para que nos vean y nos feliciten, sino por fe, por amor, por deseo de fidelidad. En este tiempo de Cuaresma hemos de vivir intensamente este empuje para avanzar. Cada uno de nosotros tenemos que proponernos hacer de esta Cuaresma un verdadero paso adelante en la vida cristiana. Reconociendo el propio pecado, poniendo toda nuestra confianza en Dios, esforzándonos de verdad en el seguimiento de Jesucristo. Para llegar llenos de gozo a la Pascua.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1992, 3


4.

HOY se abre un período privilegiado de 40 días: la cuaresma Durante ese tiempo, se ha escogido para el evangelio unos textos cuyos temas son esenciales en la vida espiritual.

Para la primera lectura los temas elegidos se corresponden con los del texto evangélico. En el evangelio, Jesús resume los tres pilares de toda vida religiosa:

-el compartir... todo eso en un clima de alegría y de don.

-la oración... ostentación, sino «solamente ante Dios».

-la renuncia...

-Volved a mí de todo corazón.

Primeras palabras de Dios al empezar la cuaresma. Efectivamente es lo esencial. Una invitación a entrar más y más en la intimidad del Señor. Es un lenguaje de amor. «Vuelve a mí de todo tu corazón...» ¿Qué resolución tomaré para enfocar bien la cuaresma, es decir, para poner el acento en lo esencial?

-Desgarrad vuestros corazones, y no vuestros vestidos.

El hombre tiene tendencia a poner siempre el acento en las «prácticas externas». Los profetas habían insistido ya en la necesidad de interiorizar la religión o la penitencia, pues lo que cuenta para Dios es el «corazón del hombre». Jesús repetirá lo mismo. Nuestros gestos, nuestras mortificaciones, nuestros sacrificios, sólo tienen valor si proceden del corazón, si expresan un amor.

Que este tiempo de cuaresma sea un tiempo de interioridad. En lugar de una vida superficial, como la que llevo a menudo, por desgracia, quiero vivir en profundidad, en plenitud. Todo lo que hago por hábito y sin pensar... quisiera vivirlo contigo, Señor, con el máximo amor y atención.

-Danos, Señor, un corazón nuevo, pon en nosotros un espíritu nuevo.

Es la plegaria típica de la cuaresma. Puedo repetirla incansablemente... para mí, en singular -dame un corazón nuevo-... y para toda la humanidad en plural -danos un corazón nuevo.

-En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! Dejaos configurar por Dios...

Ceded pues a Dios... La cuaresma: un tiempo en el que podríamos tratar de atender mejor los deseos de Dios. Dios desea «reconciliarnos», darnos de nuevo un amor ferviente. Dios desea darnos una vida en plenitud... reanudar la alianza de amor con nosotros. ¿No podría yo descubrir de nuevo el sacramento de la "reconciliación"? ¿Volver a hacer de la confesión o penitencia un momento de revisión de vida, de diálogo con Dios? ¿Una conversación con Cristo que me ama, para yo amarle más?

-A quien no conoció pecado... Dios le ha identificado al pecado, por nosotros... A fin que, gracias a El, participáramos en la santidad de Dios.

Por parte de Dios, el amor es total, absoluto, desinteresado. Cristo, «identificado a mis pecados»... los «cargó sobre sí». Señor, Tú te has identificado a mí... para, en mi lugar, cargar con mis pecados, y darme tu santidad. ¡Gracias! ¡Que no lo olvide jamás!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO
NAVIDAD - CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 94


5.

-Comenzamos la ejercitación cuaresmal

Queridos hermanos en el Señor, que camina hacia la Pascua: Comenzamos hoy la ejercitación cuaresmal, este espacio de cuarenta días en el que nos preparamos para la gran celebración de la Pascua. "Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación", resuenan las lecturas.

La Cuaresma no tiene sentido en ella misma, sino que lo cobra en relación con la Pascua. Es preparación para la Pascua. No se trata de hacer penitencia por el hecho de hacerla.

-Recordamos y celebramos dos hechos de la historia de la salvación Durante estos cuarenta días recordamos y celebramos dos hechos de la historia de la salvación: uno, del Antiguo Testamento: los cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó por el desierto -bajo la atención solícita de Dios- desde que fue liberado de la esclavitud de Egipto hasta que llegó a la Tierra Prometida. Y el otro del Nuevo Testamento: los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, orando y ayunando, antes de iniciar el anuncio gozoso de la Buena Nueva.

-Desierto, oración, ayuno, limosna

Estas mismas actitudes del pueblo de Israel peregrino y de Jesús preparándose en el desierto son las que la Iglesia nos propone que asumamos durante este tiempo cuaresmal.

Desierto: Encuentro con Dios y con uno mismo. Sacar de nosotros todo lo superfluo. Dejar únicamente lo esencial. Hacer el vacío interior. El silencio.

Escuchar la llamada de Dios. No la nuestra. Vaciarnos también de tantas cosas que llenan nuestro corazón, y dejar en él sitio para Dios. Dios sólo ocupará el lugar que nosotros estemos dispuestos a dejarle libre.

Oración: Intensificar nuestros espacios de oración. Pero sobre todo orar mejor.

No se trata tanto de orar mucho más -ojalá- cuanto de orar mejor, de entrar en diálogo íntimo y amoroso con el Padre que nos llama a la conversión porque nos ama como nunca nadie nos ha amado. Contemplar serenamente y con paz de espíritu la gracia que, a través de Jesucristo, hemos recibido, y nuestro egoísmo.

Y ser agradecidos: a pesar de nuestra cerrazón, de nuestro pecado, Dios nos ama y nos llama a ser hijos suyos por la cruz de Jesucristo.

Ayuno: Ayunar de las muchas cosas que empequeñecen nuestra vida cristiana.

No dejarnos llevar por el espíritu mundano. Y que el fruto de nuestro ayuno pueda socorrer a los hermanos más necesitados:ayuno-fraternidad- solidaridad.

Limosna: la llamamos también "caridad": amor. El amor al hermano, sobre todo al necesitado, en quien Cristo se hace más presente, pasa por el socorro material suficiente y digno, no mezquino.

La lectura y la meditación diaria de la Palabra de Dios nos ayudarán a salir de nosotros mismos, a superar nuestros egoísmos, nuestra cerrazón a Dios y a los hermanos y entrar en el camino de conversión, cambiando nuestro corazón de piedra por un corazón de carne.

Y así, renovados a la luz de la palabra siempre viva y eficaz de Dios, seremos sumergidos en el agua y la luz del misterio pascual de Cristo en la gran noche de Pascua.

Que la ceniza que ahora nos será impuesta nos recuerde que somos poca cosa, que no podemos sentimos orgullosos, ni tener odios, ni egoísmos... y que con la conversión cuaresmal alcancemos "por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino".

Que nos ayude también a ello esta Eucaristía, sacramento de reconciliación y de amor, de fraternidad y solidaridad universales.

ALVAR PEREZ
MISA DOMINICAL 1993, 3


6.

Los tres pilares de toda vida religiosa: el compartir, la oración y la renuncia... en la alegría y sólo por Dios.

Cuando dais limosna..
Cuando oráis...
Cuando ayunáis...

Son las tres formas tradicionales de la penitencia, en todas las religiones. Su orden no depende precisamente del azar:

-primero "compartir", dar, pensar en los demás...
-después "orar" pasar un poco más de tiempo con Dios...
-en fin, por último, "sacrificarse" imponerse alguna privación...

Sobre estos tres puntos, ¿qué he previsto para los 40 días de la Cuaresma? Tomo mi tiempo en prever... en precisar lo que estoy dispuesto y decidido a hacer.

-Guardaos bien de hacer vuestras obras buenas en presencia de los hombres, con el fin de que os vean. De otra manera no recibiréis su galardón de vuestro Padre.

... No vayas tocando la trompeta delante de ti para ser alabado por los hombres. Tanto en lo que se refiere a la limosna, a la oración o al ayuno, Jesús insiste ante todo en tener discreción.

Jesús nos denuncia la muy frecuente hipocresía de los que actúan para "llamar la atención" de los demás. La búsqueda de sí mismo, el egoísmo, el amor propio pueden infiltrarse en los mejores gestos religiosos.

-Que tu izquierda no sepa lo que hace la derecha, para que tu limosna sea oculta y el Padre que ve lo oculto te premiará. Obrar, actuar, sólo por Dios.

¡Lo oculto, lo invisible! ¡es ahí donde está Dios, nuestro Padre! Es a este nivel, a esta profundidad de intimidad que Jesús nos invita a vivir, en todo tiempo, pero especialmente durante la Cuaresma.

Habitualmente y demasiado a menudo vivimos en lo superficial, lo aparente, lo exterior. Buscar la profundidad. Buscar la mirada de Dios. ¡Padre! Estás aquí en este momento y me estás viendo! Y esto es lo que cuenta. Y Tú esperas que yo "dé", que yo "ore", que yo "renuncie a".

-Tú, cuando ores, entra en tu cuarto y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está ahí, invisible...

"Tu Padre está allí, invisible". Estas palabras me revelan el alma profunda de Jesús, y su hábito constante de comunicarse con lo invisible.

-Tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lava tu cara..

Uno no esperaba este consejo: "¡perfumaros!" Según Tú, Señor, la Cuaresma no tiene nada que ver con la tristeza. Evidentemente esta fórmula quiere decirnos que hay que mostrar a los demás una cara agradable y alegre.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 98 s.


7.

Actualmente, el Miércoles de Ceniza es, a todos los efectos, el inicio solemne del tiempo cuaresmal. No obstante, la gran mayoría de los fieles se dan cuenta de que la Cuaresma empieza al celebrar el primer domingo. No está mal que así sea, ya que lo que podríamos llamar la Cuaresma dominical sigue un ritmo distinto del de la Cuaresma ferial. Es posible, sin embargo, que hoy acuda a misa un número considerable de personas, deseosas de participar en el rito de la imposición de la ceniza. Además, hay que tener presente que, si se cree oportuno, se puede organizar el rito de la ceniza en una celebración de la palabra sin eucaristía, que incluso se puede hacer otro día distinto.

Dos son los aspectos que hay que destacar, a partir de los ritos y los textos del Miércoles de Ceniza y que hacen referencia a dimensiones esenciales de la Cuaresma: la necesidad de la conversión y el sentido profundo del ayuno.

-LA CENIZA, SÍMBOLO DE CONVERSIÓN

Es evidente que, en la mentalidad popular, el rito de la ceniza se halla muy vinculado al pensamiento de la muerte. Pero hay que tener presente que, hablando con propiedad, la ceniza -según los usos bíblicos- es signo de luto y arrepentimiento. Así, leemos que cuando Tamar fue violentada por su hermano "puso ceniza sobre su cabeza, rasgó la túnica de mangas que llevaba, puso sus manos sobre la cabeza y se iba gritando mientras caminaba" (2Samuel 13,19); y el profeta Isaías afirma que el Mesías ha sido enviado "para dar a su pueblo diadema en vez de ceniza" (61,3).

Es por eso que la reforma litúrgica del Vaticano II introdujo una fórmula de imposición de la ceniza como alternativa a la tradicional: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". La nueva fórmula, inspirada en el evangelio de Marcos, dice: "Convertíos y creed en el Evangelio". No obstante, no se puede olvidar que el polvo y la ceniza evocan la caducidad y, por tanto, la condici6n mortal de los hombres y mujeres. Lo negativo sería quedarse únicamente en esta consideración pesimista. Hay que despertar el movimiento de conversión. El liturgista belga Adrien Nocent recomendaba que se dijeran ambas f6rmulas; por su parte, J. Aldazábal cree que el sacerdote las podría ir alternando.

-"EL AYUNO QUE YO QUIERO"

Pese a todas las reducciones, la Cuaresma continúa estando vinculada a la práctica del ayuno. Pero los textos de hoy y de otros muchos días a lo largo del tempo cuaresmal insisten en una idea básica: en el ayuno, lo que importa no es el ejercicio exterior sino la disposición interna a amar al Señor y al prójimo. Joel, en la primera lectura de hoy, exclama: "Rasgad los corazones y no las vestiduras". Jesús, en el evangelio, nos aconseja: "Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate". Pero, quizá el texto bíblico que describe de una manera más clara "cuál es el ayuno que quiere el Señor" sea este fragmento de Isaias (58,5-7): "¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que se humilla el hombre? ¿Había de doblegar como junco la cabeza, en sayal y ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahvé? ¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los oprimidos, y arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?".

Por eso, tradicionalmente la Iglesia ha unido la práctica del ayuno con el ejercicio de la limosna. Es famosa la frase de un antiguo Padre de la Iglesia: "La abstinencia del que ayuna sea alimento del pobre". El ayuno no sirve para nada si no conduce a la caridad. Es un mensaje que hay que tener muy presente en el inicio del tiempo penitencial por excelencia.

JOAN LLOPIS
MISA DOMINICAL 1994, 3


8.

-Hacia la gran fiesta

Hermanos: Hace poco más de un mes acabamos las celebraciones en torno a la Navidad con el bautismo del Señor Jesús. Todos sabemos que no es el nacimiento de Jesús -aunque lo celebremos en un clima de profunda intimidad y alegría- el acontecimiento más importante para nuestra fe, sino su Resurrección. El momento culminante de la vida de Jesús es su pasión, su muerte y su resurrección.

Nosotros creemos vivamente que Dios se ha hecho hombre en Jesús. Y si esto es de capital importancia para nuestra fe, todavía es mucho más fundamental que la fe se adhiera a ese Jesús que se mantiene fiel hasta la muerte, a quien Dios Padre resucita de entre los muertos. Un Jesús resucitado que nos ha prometido estar siempre con nosotros a través de su Espíritu.

Pues bien, todos los creyentes nos ponemos hoy de acuerdo para comenzar a preparar esa gran fiesta de la Resurrección de Jesús, allá a los comienzos del mes de abril. Una fiesta que después se extenderá a lo largo de cincuenta días para concluir con la del Espíritu Santo. Así pues, vale la pena que, tanto cada uno de nosotros como la pequeña comunidad, nos sintamos integrados en este esfuerzo de la iglesia universal para celebrar gozosamente la Resurrección de nuestro Señor, Jesucristo.

-Un cambio interior

Las lecturas de este Miércoles de Ceniza nos invitan a comenzar esta preparación mirando dentro de nosotros mismos. Para ver qué actitudes dirigen nuestra vida. Tantas veces nuestros fallos, nuestros errores, no son sino la consecuencia de nuestro estado interior. Y Dios lo que quiere es que corrijamos esta parte más íntima del ser. Sabe que es la base de todo lo demás.

A Dios le interesa nuestra paz interior, nuestra libertad de espíritu, nuestra tranquilidad de conciencia. Desde aquí todo es posible para el creyente. Por eso, la invitación constante de la Palabra de Dios en este Miércoles de Ceniza es a serenar nuestro corazón, a concentrar nuestra atención en lo que es esencial.

Mirad qué palabras más sugestivas: Dios es clemente y misericordioso.

-Dios es clemente y compasivo

Tenemos la garantía de que Dios busca nuestro equilibrio. El es clemente y compasivo. Desea que nos alejemos de cuanto esclaviza nuestro corazón, nuestro espíritu y nuestra vida. Contamos con su comprensión y con su perdón. Tan sólo hemos de poner nuestro grano de arena en clave de conversión. Es decir, reconocer qué es aquello que nos empobrece como personas, que reseca nuestra generosidad y nos aísla en nuestros búnquers privados.

Podemos convertir y renovar nuestro corazón. El Señor quiere guiar nuestro cambio, quiere acompañar nuestro progreso personal y comunitario.

-En armonía hacia la Nueva Humanidad

Si queremos celebrar la fiesta del Resucitado nos conviene adecuar nuestras características humanas a las del Hombre Nuevo, que es Jesucristo. Por ello, el evangelio nos ofrece un programa de vida cuya orientación consiste en ayudarnos a abandonar el "yo" y el "tú" para animarnos a pronunciar el "nosotros". Pero un "nosotros" donde quede incluido el mismo Dios.

El evangelio nos pide que este camino de la Cuaresma lo inicie el creyente que desea integrar en su vida a Dios, a los otros y a sí mismo. Para ello, para conseguir este acercamiento al Hombre Nuevo, nosotros debemos abrirnos a la relación con Dios: una oración profunda, íntima, cargada de fe y de esperanza. Debemos abrirnos a una relación con los demás: una solidaridad directa, sin engaños, con las personas que nos rodean, a base de cercanía afectiva y cordial, pero también de tiempo y de dinero si es necesario. Pero sobre todo -y aunque parezca extraño- una apertura incondicional a nosotros mismos para aprender a ayunar de posturas cómodas, de servilismos destructores, de perezas facilonas. Esponjar nuestro espíritu con la presencia de Dios y la de nuestros hermanos. Conocernos por dentro, aceptar la verdad de nuestra vida, ayunar de todo aquello que nos ahoga en nuestra soledad, es acercarnos a la verdad de Dios y de los hermanos. Y esto no es otra cosa que irnos preparando a la fiesta de las fiestas: la del Hombre Nuevo,la del Resucitado. Desde la humildad de nuestra ceniza -que nos impondrán de aquí a unos minutos- Dios nos va transformando en Nueva Humanidad.

Hermanos, sumémonos a este esfuerzo colectivo de cambio interior. Desde ahora, desde este mismo instante. El Señor nos respalda y espera nuestro retorno. Es el tiempo oportuno que El nos ofrece. No caben miedos ni excusas. Aprovechemos la gracia que Dios ha derramado en nosotros.

A. M. BRIÑAS
MISA DOMINICAL 1994, 3