COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
 Jl 2, 12-18

 

1.

Impresionado el auditorio por la descripción que hiciera el profeta de la plaga y su proyección escatológica, Joel cree llegado el momento de insistir en su llamamiento a la penitencia y a la conversión. A ninguna culpabilidad concreta alude. Pero ¿quien estará limpio a los ojos de Dios? En auténtica línea tradicional y profética, el gran promulgador de la solemne liturgia penitencial descubre el verdadero sentido de la misma: la conversión del corazón a través "del ayuno, llanto y luto". Lo que hay que rasgar son "los corazones y las vestiduras", por este orden. Nada nuevo añadirá el Nuevo Testamento a esta concepción de la penitencia. Jesús se hará eco de Joel cuando diga a sus discípulos: "Cuando ayunéis..." (Mt 6, 16ss).

Dos palabras entran en juego en esta verdadera penitencia. El clásico imperativo "sub" = conversión, vuelta a Dios, ya que al pecado se le considera un alejamiento hasta el destierro y "de todo corazón", ya que esta vuelta no puede ser ocasional, interesada y menos aún ficticia. "De corazón" es lo que nosotros llamamos un firme y sincero propósito de la enmienda.

¿Que motivos ofrece Joel para esta penitencia-conversion? Tres claramente especificados. El primero por parte de Dios, el segundo por parte de la plaga de Israel y el tercero con miras a todos los pueblos espectadores de Israel.

Por parte de Dios, se le describe en términos proverbiales en todo el Antiguo Testamento: "Es compasivo y misericordioso lento a la cólera, rico en piedad; se arrepiente de las amenazas".

Es el fundamento de su esperanza y oración. Nada está definitivamente perdido mientras el hombre no se rinda. Jesús recordará: "Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá" (Mt 7,7ss).

Por su parte, la plaga aún no lo ha asolado todo. "Quizás nos deje -Yahveh- todavía su bendición", la posibilidad de algo con que poder realizar la ofrenda y libación al Señor. Es el mismo pensamiento anterior visto ahora desde la creatura. Siempre hay algo bueno en el hombre y lo que importa es aprovecharlo, salvarlo.

Finalmente, el profeta pone en tela de juicio al mismo Dios con un recurso literario y teológico a la vez, clásico en la tradición bíblica. El desastre de su pueblo será un espectáculo ignominioso ante los pueblos de la incapacidad de su Dios para salvarlos. Y se dirán: "¿Donde está su Dios?" En definitiva, lo importante no es tanto la desgracia y castigo del pueblo, siempre pecador, sino el honor del mismo Dios que entra en juego. "Señor, ten celos por tu tierra". La respuesta de Yahveh fue positiva. Y en los versículos siguientes Yahveh responde a su pueblo prometiéndole abundancia de todo aquello que había destruido la plaga.

Pero, no olvidemos, que para ello fue necesario un esfuerzo supremo de conversión desde los ancianos hasta los niños, desde los sacerdotes hasta los recién casados, legalmente dispensados de ciertas obligaciones (Dt 24,5). La infalibilidad de la promesa divina está en proporción directa de la sinceridad y firmeza de la conversión y confianza humanas en Dios.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976, pág. 822 s.


2. 

Joel es un profeta del que no se sabe prácticamente nada. Pero por lo que se deduce de su breve librito, parece que proclamó su profecía después del exilio, cuando la vida en Jerusalén y Judá está ya restaurada y el país vive tranquilo en situación de provincia autónoma del imperio persa.

Pero en aquel momento tranquilo, sobreviene lo inesperado: una plaga de langostas y otros animales amenaza con destruirlo todo. Y el miedo a perderlo todo se apodera del pueblo, y nadie sabe qué hacer. Los sacerdotes son incapaces de convocar a la oración ante el Señor.

Y un hombre, de nombre Joel, se siente empujado a remover al pueblo e invitarlo a ponerse ante Dios pidiendo su ayuda. Ayuda y perdón, porque es la época en que aún se ve todo mal y toda catástrofe como una consecuencia del pecado.

Joel quiere que todo el pueblo se mueva, empezando por los sacerdotes. Quiere que se hagan signos públicos y rituales de petición de perdón, y quiere, sobre todo, que se rompa la pasiva tranquilidad del pueblo para renovar la fidelidad al Señor. Y quiere que se utilice ante Dios el gran argumento: si el pueblo cae en la miseria, se perderá la libertad (la gente tendrá que venderse como esclavos a los persas para poder comer) y Dios mismo quedará en ridículo ante "los gentiles".

En el capítulo siguiente del texto que hoy leemos, Joel llevará su llamada muy lejos, y anunciará la salvación plena de Dios con el don de su Espíritu, como recogerá Lucas en los Hechos de los Apóstoles al describir Pentecostés (Joel 3,1ss = Hechos 2,17ss). El Salmo 50 es el salmo penitencial por excelencia, atribuido a David como petición de perdón después de sus relaciones con Betsabé (2Samuel 12). Es petición de perdón, y de deseo de alabar a Dios por este perdón y por el corazón puro que Dios puede crear. En aquellos lugares que dispongan de tiempo (¡no hay que olvidar que hoy es día laborable!) quizá se podría leer el salmo entero, en lugar de la selección que figura en el leccionario.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 3


3.  /Jl/02/12-27

Invitación a la penitencia. Judá ha de sacar una lección de la plaga de langostas. Debe reconocer la necesidad de volver a Yahvé y a su templo para escapar del enemigo. Este retorno exige los actos de culto: el ayuno, el llanto y las lamentaciones formaban parte de la liturgia penitencial. Pero los actos rituales no bastan. Dios quiere que nos rasguemos el corazón más que los vestidos. Se trata de «volver» a Dios, no de quedarse en el mismo sitio cambiando sólo la postura externa.

La conversión de Judá atraerá la benevolencia divina, ya que la misericordia es uno de los atributos propios de Yahvé. Dios se ha comprometido voluntaria y perpetuamente, mediante un pacto, a procurar el bienestar del pueblo. Por eso es posible que el castigo sea, en último término, una bendición, palabra que incluye todo lo que el hombre puede desear, especialmente la vida y la abundancia de bienes.

La conversión del pueblo no es simplemente la suma de las conversiones individuales, sino la de todos colectivamente: niños, jóvenes, ancianos, sacerdotes..., incluidos los recién casados, pese a que están dispensados de otras obligaciones (Dt 24,5). La respuesta divina no se hace esperar. A la vez, se amplía la perspectiva: las langostas pierden su significación propia e histórica y pasan a representar la tribulación del «día de Yahvé» escatológico. «El (pueblo) del norte» era, al parecer, una expresión técnica para designar al invasor apocaliptico. La mayoría de las invasiones de Palestina habían procedido del norte, y tal hecho histórico da origen a la frase. Pero aquí ha perdido el significado geográfico. En toda la perícopa se juega con la doble significación, histórica y simbólica, de la plaga. Cuando Judá se reconcilie con Dios no habrá obstáculo para que se manifieste su bendición. No faltará la lluvia en la siembra ni en primavera, época en que grana el trigo. La frase «porque os dará la lluvia tardía con regularidad» puede traducirse también: «os dará al maestro de justicia»; en este caso significaría que la lluvia enviada a su debido tiempo será el testimonio de la fidelidad de Dios. También puede entenderse como una alusión a una persona, futuro jefe espiritual del pueblo.

J. ARAGONES LLEBARIA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 316


4.

Joel actúa probablemente después del retorno del exilio, cuando el país está ya restaurado y tranquilo. En aquella situación, no obstante, una plaga de langostas está a punto de destruirlo todo. Entonces, ante la pasividad de los sacerdotes y de los responsables del pueblo, surge este hombre del que no sabemos prácticamente nada y llama al pueblo a pedir auxilio a Dios. Una petición de ayuda que irá unida a una petición de perdón, porque aquella tragedia es interpretada como una consecuencia del pecado. Joel convoca a todo el mundo: los sacerdotes no pueden quedarse cruzados de brazos, los más débiles (ancianos y niños de pecho) también deben participar en el clamor, los esposos deben "salir de la alcoba y del tálamo". Todos se postrarán ante Dios y pedirán perdón.

El profeta quiere que se hagan signos públicos, rituales de arrepentimiento. Pero quiere sobre todo que se "rasguen los corazones" y renueven la voluntad de ser fieles al Señor. Y el gran argumento para conseguir la benevolencia divina será recordar que Dios mismo está ligado a su pueblo, de modo que si el pueblo cae en la miseria (lo que comportaría la muerte por hambre o el venderse como esclavos a los persas con el fin de poder comer) será Dios quien quedará desacreditado ante los demás pueblos. Los "celos" de Dios salvarán al pueblo.

El salmo 50 es el salmo penitencial por excelencia, atribuido a David como petición de perdón después de sus relaciones con Betsabé (2 S 12). Es petición de perdón, y es deseo de alabar a Dios por este perdón y por el corazón nuevo que Él es capaz de crear.

MISA DOMINICAL 1995, 3


5. MONICIÓN:

Es el mismo Dios quien, a través del profeta, llama a su pueblo a la conversión. Ahora, en el pórtico de la Cuaresma, estas insistentes palabras son su invitación a no quedarnos meramente en la penitencia exterior, sino a cambiar en lo más profundo del corazón, de las actitudes, de la vida.

MISA DOMINICAL 1990, 5