COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

Rm 8. 8-11

 

1. CARNE/ESPIRITU.

La vida del nuevo pueblo de Dios es vida en el Espíritu. Estar o existir "en la carne" es vivir desde sí y para sí, con perspectivas limitadas a esta tierra y recortadas por el egoísmo.

Existir "en el espíritu" es vivir motivado por el Espíritu de Jesús y radicado en su persona. Es aceptar gozosamente sus horizontes, su talante y sus fines y, como consecuencia, su resurrección plenificante.

EUCARISTÍA 1990/16


2.

Estos versículos forman parte de una sección donde Pablo habla de la nueva situación creada por Jesús en el mundo. De los que viven en esta situación. Pablo dice que están "en el espíritu". A éstos se contraponen los que están "en la carne", es decir, los que viven la vieja situación solidaria con Adán, hecha de cerrazón de Dios y de egoísmos. El que vive la vieja situación no tiene el espíritu de Dios, el modo de ser de Dios, el talante de Dios es una fuerza vital que al incidir en el hombre (justicia= intervención de Dios) lo transforma en alguien que no muere jamás.

DABAR 1978/18


3.

"El hombre que está en la carne" es el que padece la opresión del pecado del mundo y siente en sí mismo las consecuencias del pecado: la muerte y una concupiscencia desenfrenada que le esclaviza. Un hombre así ha perdido su armonía interior y no refleja en su vida la "gloria de Dios" (cf. 3, 23). En la Biblia en general, y concretamente en los escritos de Pablo, no hay rastros de esa antropología maniquea que divide y enfrenta al espíritu contra la carne y convierte al hombre en un campo de batalla de dos fuerzas antagónicas e irreconciliables. Como si el Espíritu fuera siempre bueno y la carne fuera siempre y totalmente mala, como si el cuerpo fuera el enemigo del alma y ésta fuera lo único verdaderamente humano y con esperanzas de salvación. Para Pablo, todo el hombre es "carne" o "está en la carne" cuando se encuentra desposeído de la gracia de Dios. Por lo tanto, "carne" no significa aquí una parte constitutiva del hombre, el cuerpo, sino una dimensión de la existencia humana.

"El hombre que está en el espíritu" es el hombre que ha sido salvado por Cristo y ha recibido el espíritu de Dios que da la vida. El espíritu de Dios se llama también espíritu de Cristo, porque en éste habita plenamente y de su plenitud participamos nosotros. No quiere decir Pablo que el cuerpo haya de morir sin remedio como consecuencia del pecado, mientras que el espíritu o el alma goza de la inmortalidad por la gracia y la justicia que nos viene de Dios por medio de Cristo. Lo que dice es otra cosa al margen de la concepción dualista anteriormente aludida; es decir, que la manera de ser del hombre según la "carne" hay que darla por liquidada en aquellos en los que Cristo es la vida de sus vidas. O también, que estamos muertos para el pecado y ahora debemos vivir para la justicia de Dios (cf. 7, 4ss.; 6, 11; 3, 21-31; 5, 1 y 21).

Si el mismo espíritu de Dios que actuó en la resurrección de Cristo habita ya en nosotros, podemos esperar que actúe de nuevo en nuestra resurrección. Y no sólo en la resurrección futura, al final de los tiempos, sino también ahora alentando la vida por la justicia de Dios.

EUCARISTÍA 1981/17


4.

La antropología paulina es esperanzadora. Vivimos en carne, pero "no estamos en la carne". Somos carne (igual a cuerpo y alma en su debilidad y dimensión pecadora), pero hay en nosotros otro elemento vivificador, que es el Espíritu de Cristo, que lo es de Dios. Y este Espíritu, que resucita los muertos, es el que tiene la última palabra. Hay, pues, esperanza para los hermanos. Nuestro cuerpo no será definitivamente destruido, sino vivificado y transfigurado.

CARITAS
LA MAS URGENTE RECONVERSION
CUARESMA 1984.Pág. 59


5.

La promesa de vida adquiere nuevo vigor en la era de Cristo, que es la era del Espíritu. El Espíritu de vida ya "habita en nosotros". El anuncio del Profeta ya ha empezado a cumplirse.

Si tenemos el Espíritu con nosotros, nuestra condición carnal queda superada y nuestra condición mortal queda vencida. Ya no podemos vivir según la carne, que es ley de pecado, sino en el Espíritu, esto es «por la justicia». Y ya no debemos temer la muerte, porque el Espíritu «vivificará nuestros cuerpos mortales». Abiertos, pues, a todo tipo de esperanzas.

CARITAS
LA MANO AMIGA DE DIOS
CUARESMA Y PASCUA 1990.Pág. 99