COMENTARIOS A LA PRIMERA   LECTURA

2 Cro 36, 14-16.19-23


1.- DESEO/BUSQUEDA:

* Contexto literario teológico

También el autor de 2 R 25. nos narra el final del reino de Judá, pero sólo enumera los hechos históricos renunciando a cualquier interpretación teológica. No ocurre lo mismo con la obra del Cronista, ya que entre esos hechos históricos inserta un sumario teológico (36. 12-16/21) en el que da su juicio sobre el final del reino del Sur. La vida y el futuro de la nación elegida -nos dirá- depende de la actitud que adopten ante el Señor. Un día, David dijo a su hijo Salomón: "Si lo buscas (al Señor), se dejará encontrar; si lo abandonas, te rechazará definitivamente" (1Cr/28/29). Y estas palabras davídicas continúan siendo válidas para el rey, para las autoridades, para cualquier miembro del pueblo.

* Texto -Según el Cronista, la conducta tanto del rey Sedecías (vv. 11-13) como de las autoridades y del pueblo (vv. 14-16) no ha podido ser peor. Todos los males acaecidos sobre el reino y sus habitantes (caída del reino y su deportación: vv. 17-20) son la lógica consecuencia de no haber escuchado a Dios y a sus profetas (cf. vv. 12/21).

-Dos figuras destacan en el relato: el rey y el profeta Jeremías que se encuentran frente a frente.

Sedecías -elevado al rango de rey por Nabucodonosor al reprimir una rebelión de Joaquín- no es malo, pero carece de personalidad.

Consulta y cree al profeta, pero no se atreve a ser consecuente por miedo a sus ministros, partidarios de Egipto. Estos le incitan a la rebelión, se niega a pagar el tributo a Babilonia y así provoca el asedio de Jerusalén del año 587 (cf. Jr 27.-28.).

-A Jeremías le toca vivir la última etapa de su vida. Es ya hombre curtido en la aflicción; a través del oprobio y mofa de sus paisanos, de la persecución del pérfido dictador Joaquín, el profeta ha llegado a su madurez humana y profética. Así, sin miedo alguno, al comienzo del asedio anuncia la caída de la ciudad; la deportación del rey depende de si éste se somete o no (Jr 34. 1-7). Asistimos al juego del escondite: el rey consulta al profeta, en secreto, para que los ministros no se enteren.

Jeremías responde sin temor alguno. Esta claridad del profeta y la indecisión del rey harán que Jeremías se vea muchas veces encarcelado (Jr 34. 1-7; 37. 3-16/17-21; 38. 24-28; 38. 1-13; 39.15-18; 38. 14-23. Léanse los textos en este orden para ver las consultas, respuestas y castigos del profeta). Jeremías nunca se cansa de exhortar al rey a tomar una decisión para la salvación del pueblo, pero el débil Sedecías no fue capaz de superar sus temores y de oponerse a la obstinación de sus ministros. Es el eterno peligro de la indecisión en todos los terrenos.

-Tampoco la clase dirigente, ni el pueblo, han sido mejores que el rey; han profanado el templo, centro y fundamento del reino, con los diversos cultos paganos. Por el momento, Dios es misericordioso y no les castiga, sino que les envía a los profetas para amonestarles. Su misión es inútil, ya que no les escuchan y llegan a despreciar incluso sus palabras (vv. 14-16).

Al Señor no le queda otro remedio que el castigo (vv. 17-21).

-Asistimos al término de la eterna lucha entre el rey y el profeta, entre la fuerza y la impotencia de la Palabra. La fuerza es vencida por otra mayor, y su resultado es el destierro. Por el contrario, la impotencia de la Palabra vence. Los hechos han dado la razón a Jeremías y la sinrazón a los incrédulos; pero la victoria es muy amarga, ya que el profeta se siente frustrado: en cuarenta años de dura predicación no ha conseguido la salvación del pueblo que tanto amaba. El destierro es doloroso para él, pero lo es mucho más para Dios: "Lo que yo he construido, yo lo destruyo; lo que yo he plantado, yo lo arranco". Por eso increpa a Baruc diciéndole: '¿Y tú pides milagros para ti? No los pidas" (Jr 45. 4).

Pero la última palabra de Dios no es destruir, sino edificar (cf.Jr 1.). Con el destierro, el Señor intenta construir un nuevo pueblo; los vv. 22-23 (copia de Esdras 1. 1-3) nos presentan un final optimista: el primer año de Ciro surge una nueva comunidad. Los que se marcharon al destierro, y no los que quedaron en Judá, constituirán el auténtico Israel, la verdadera comunidad en torno al templo de Jerusalén y que luchará con todas sus fuerzas para no caer en las atrocidades de los vv. 14-16.

* Reflexión

Y estas palabras de condena no las dirige hoy el autor a los muertos del pasado, sino a la comunidad viva actual. Lo acaecido en la historia del pueblo del pasado ha sido escrito para que escarmentemos en cabeza ajena (1 Co 10. 1-13). Y este juicio y condena divina tienen siempre por finalidad la salvación del hombre; por eso le invitan a una penitencia auténtica, a una conversión sincera (cf. 2 Cro 30. 6-9), a un desechar el mal y practicar el bien. La perícopa litúrgica que hoy leemos es una invitación a acoger esta palabra, a aceptar sus mandatos, a abrir de par en par nuestro corazón y ser auténticos miembros del pueblo de Dios.

A. GIL MODREGO
DABAR 1988/19


2. EXILIO DESTIERRO.

Evoquemos también nuestro propio exilio. No vivimos la plenitud que anhelamos. Sentimos nuestra limitación, la debilidad de nuestra condición humana, y sentimos también el pecado que hay en nosotros (muy probablemente no estamos en situación de pecado definitivo, de ruptura con Dios; pero sí sentimos la distancia entre nosotros y aquél que es Amor Total).

Sentirnos así, darnos cuenta de esta realidad, es nuestro "castigo", nuestra condición exiliada. Y ahí revivimos nuestro anhelo de retorno, sentimos que sólo este anhelo nos puede dar vida. Y escuchamos el anuncio: no es un rey extranjero, es el propio Hijo de Dios quien nos llama al retorno, quien cotidianamente nos hace regresar. En la Pascua celebramos el gran momento del regreso, pero cada día lo volvemos a celebrar.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988/06


3. I/PERSECUCIONI/CRISIS LA IGLESIA NORMALMENTE ES PURIFICADA POR ACONTECIMIENTOS NO PLANIFICADOS O CONTROLADOS POR ELLA.

El último domingo observábamos que la alianza entre Dios y el pueblo se concretaba en una ley, la cual, sin negar la gratuidad absoluta de la promesa divina, confería al pacto un carácter de compromiso bilateral. Por parte de Dios, la fidelidad estaba absolutamente asegurada: en cambio, podía fallar por parte del pueblo. Y de hecho, falló. El fragmento del libro de las Crónicas que leemos hoy nos habla de estas infidelidades del pueblo -empezando por las infidelidades de sus propios dirigentes-, las cuales provocan la ira de Dios. Conforme a la peculiar visión providencialista de la historia propia del AT, la deportación de los judíos a Babilonia se ve como un castigo por sus infidelidades religiosas. Pero la realidad que se subraya profundamente es que, pese a la culpa y al castigo, Dios sigue siendo fiel a sus promesas. Y lo que era consecuencia del pecado del pueblo pasa a ser purificación religiosa y causa de mayor libertad: a la vuelta del exilio, tras la intervención de Ciro, los judíos se dedicarán a una restauración del sentido religioso de su vocación como pueblo de Dios (ver los libros de Esdras y Nehemías).

La actualización de esta lección de la historia de Israel puede tomar un doble sentido. Primero: el nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia, está continuamente expuesto a apartarse del amor y de la alianza de Dios a través de las múltiples infidelidades individuales y colectivas que cometemos los cristianos. Hay que reconocer este hecho con sinceridad y realismo. Pero, al mismo tiempo, hay que tener una visión esperanzada y optimista, porque estamos seguros de que la fidelidad de Dios es más fuerte que nuestras faltas, y que su amor supera todos nuestros egoísmos.

Segundo: la purificación religiosa del pueblo de Israel tuvo lugar debido a unos acontecimientos políticos producidos por ingerencias extranjeras y no causados por una especie de evolución interior y pacífica. De un modo parecido, la Iglesia normalmente es purificada por medio de acontecimientos que no siempre han sido planificados o controlados por ella, sino que provienen del exterior, a veces con toda la potencia adversa del odio y la persecución. La comunidad cristiana debe vivir atenta a los acontecimientos del "mundo", tanto si a primera vista le parecen favorables como si le parecen adversos, sabiendo que sólo de este contacto real con la historia -y no a través de un "splendid isolement"- vendrá la purificación necesaria para la salvación. Vistas desde este ángulo, las llamadas "crisis" actuales de la Iglesia son absolutamente necesarias para su crecimiento.

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL


4. Jr 07: EXILIO/DESTIERRO  YAHVÉ OBLIGÓ A CAMINAR HACIA EL DESTIERRO A UN PUEBLO QUE NO QUISO ANDAR POR LOS CAMINOS DE LA LEY.

Los dos libros de las Crónicas fueron escritos hacia el año 400.

Vienen a ser un complemento a lo que se narra en los dos libros de Samuel y en los dos de los Reyes. Hasta David, a partir de la creación del hombre, solamente se enumeran las genealogías. David aparece especialmente glorificado, lo que no es de extrañar en un tiempo en el que Israel había perdido su autonomía. Generalmente se describe el comportamiento de los reyes respecto al Templo y a la religión. Dios castiga y premia según ese comportamiento de los reyes y del pueblo. El autor de estos dos libros es desconocido, parece que se trata de un personaje perteneciente a los cantores del Templo.

v. 14:Cf. Jr 7., en donde encontramos la famosa diatriba de Jeremías contra los sacerdotes y los poderosos (año 608 a.C.) que expolian a los pobres y confían vanamente en el Templo, al que han convertido en un refugio de bandoleros. El Templo santificado por la presencia de Yahvé (1 Rom. 8, 10 s.) podía parecer indestructible, y el fracaso de Senaquerib (año 701) frente a las murallas de Jerusalén había puesto en claro la protección de Yahvé dispensada a la Ciudad Santa (II Rom. 19, 32-34). De ahí que se presumiera una seguridad falsa, olvidándose de que la única seguridad de Judá sólo podía estar en cumplir los mandatos del Señor. Las palabras de Jeremías provocaron un alboroto en el pueblo, que trató de asesinarlo por amenazar al Templo (cf. cap. XXVI). Sin embargo, pocos años después el Templo fue destruido y los habitantes de Jerusalén deportados a Babilonia. En este pasaje se ve hasta dónde había llegado la corrupción moral y religiosa y qué profunda era la obcecación de Judá ante las advertencias de los profetas. Yahvé obligó a caminar hacia el destierro a un pueblo que no quiso andar por los caminos de la Ley.

v. 16:Alusión a Jr 27. 7, en donde se dice que la cautividad duraría todo el tiempo del reinado de Nabucodonosor, de su hijo y de su nieto, es decir, mientras dure su dinastía y Babilonia fuera dominada por "pueblos fuertes y grandes reyes". Asimismo se alude a Jr 51. 44-50, en donde ya se anuncia la liberación de los cautivos. Ciro, rey de los persas, conquistó Babilonia el año 539 antes de Cristo.

v. 21:Entre las transgresiones de la Ley por las que fueron castigados los judíos está la profanación del descanso sabático.

Por eso la tierra descansaría después necesariamente y no podrían cultivarla durante setenta años, cumpliéndose lo que había anunciado Jeremías (25. 11) y la pena establecida en estos casos por el Levítico (26. 34 ss.).

EUCARISTÍA 1970/18


5.

El cronista describe el estado de corrupción en Judá, que precedió a la cautividad de Babilonia: la aristocracia, el clero y el pueblo rivalizaban en la imitación de costumbres paganas y profanaba el templo que Yavé había santificado (7, 20; 30,8). De esta situación lamentable es testigo excepcional el profeta Jeremías: Después del fracaso de Senaquerib, que tuvo que levantar el cerco de Jerusalén (año 701), los habitantes de la ciudad creyeron que el templo era un baluarte inexpugnable, y lo convirtieron en "cueva de ladrones", y el culto en pretexto para encubrir sus injusticias. Esta falsa seguridad fue denunciada por Jeremías, a la vez que anunciaba que a Judá solo podía salvarle el cumplimiento de los mandamientos de Yavé y el abandono de todas las injusticias. Porque el verdadero enemigo no era el invasor extranjero, sino la corrupción interior y la explotación de los pobres llevaba a cabo desvergonzadamente por los hombres "religiosos". En el c. 7 de Jeremías tenemos una valiente diatriba del profeta contra la falsa religiosidad de sus conciudadanos.

v. 15: "Desde el principio" traduce inexactamente una palabra hebrea que significa "a buena hora". Quiere decirse con ella que Dios "madruga", que avisa a tiempo a su pueblo para que no sea sorprendido por la "noche" que es el símbolo de su ira; pues no quiere la perdición de su pueblo, sino que se convierta de sus pecados y alcance la vida.

v. 16: El autor piensa sin duda en el caso del profeta Jeremías, que no sólo no fue escuchado, sino que incluso atentaron contra su vida por haber alzado su voz y su denuncia.

Ante la obstinación de un pueblo que no quería caminar por los senderos de la Ley, Yavé se sirve del poder de los "caldeos" (los reyes de Babilonia) para destruir la ciudad y el templo de Jerusalén, en el que los judíos habían puesto su confianza. Yavé no está dispuesto a consolidar un orden injusto y abomina de un culto que sólo es pretexto para encubrir la corrupción y la injusticia.

v. 20: También Jeremías (27,7) había dicho que la cautividad en Babilonia duraría mientras reinara en aquella ciudad Nabucodonosor, su hijo y su nieto, esto es, su dinastía, y fuera conquistada por grandes reyes y pueblos fuertes (los persas).

v. 21: Entre las transgresiones de la Ley que provocaron la cautividad, se menciona expresamente el quebranto del descanso sabático. Por eso, descansarán ahora necesariamente aquellas tierras que fueron explotadas sin pausa y contraviniendo lo que estaba mandado por la Ley. Así se cumplirá lo que había sido anunciado por Jeremías (25, 11) y por el Levítico (26, 34ss).

v. 23: El año 539 a. de C. Ciro, rey de los persas, conquista BAbilonia, y, este mismo año, promulga su famoso edicto de repatriación de los judíos. Estos dos versículos (22 y 23) parecen un añadido de algún autor posterior, que quiso dar al relato un final más feliz de lo que podía suponerse.

EUCARISTÍA 1988/13


6.

En la primera lectura de hoy, el autor del Libro de las Crónicas describe concisamente la situación del pueblo de Dios inmediatamente antes del destierro a Babilonia, y su retorno de la cautividad. Detrás de estos relatos generales se esconde una variedad de hechos que nosotros conocemos por otros libros sagrados. Podríamos leer, por ejemplo, el capítulo VII del libro de Jeremías, y allí encontraríamos la palabra cálida de este profeta que se dirige a un pueblo para acusarle de sus crímenes, de sus injusticias sociales, y sobre todo, de su falsa seguridad en el Templo de Dios: "No fiéis en palabras engañosas diciendo: ¡Templo de Yavé! ¡Templo de Yavé! ¡Templo de Yavé es éste!" (v. 4). "He aquí que vosotros fiáis en palabras engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocíais. Luego venís y os postráis ante mí en Casa llamada por mi Nombre y decís: ¡Estamos seguros!, para seguir haciendo todas esas abominaciones" (vv. 8-10)... "Pues andad ahora a mi lugar de Silo, donde aposenté mi Nombre antiguamente y ved lo que hice con él ante la maldad de mi pueblo Israel" (v. 12). La palabra del profeta provocó un alboroto en el pueblo (cfr. cap. XXVI de Jeremías). El profeta Jeremías critica acerbamente la falsa seguridad en el culto de Jerusalén, porque no es el Templo el que se puede salvar, sino la palabra de Dios, que exige continuamente una búsqueda de la justicia. Cuando no existe esa búsqueda, el Templo se convierte en una "cueva de bandoleros" (v. 11). A este pueblo que no quiere caminar, que no cree ya en las promesas, que no responde con fe a la Palabra de Dios, el Señor le obliga a caminar. Su falsa seguridad, el Templo, será destruido y todos ellos deportados a Babilonia. Allí aprenderán a esperar, allí renacerá la fe en el Dios de sus padres, el que obliga a caminar, y por eso la Palabra de Dios, una vez más, pondrá en marcha a su pueblo y el Señor lo conducirá de nuevo a Jerusalén en un segundo Éxodo. Así es toda la historia de la salvación, siempre la Palabra de Dios pone en marcha a su pueblo, un pueblo recalcitrante que siempre, una y otra vez, recae en falsa seguridad.

EUCARISTÍA 1970/18


7.

Con este pasaje se termina el libro de las Crónicas. Los vv.19-20 están tomados casi textualmente de la tradición de 2 Re.25, 9-10. El v. 21 está tomado en parte del profeta Jeremías (Jer. 25, 11; 29, 10 y Lev. 26, 34) y trata de convencer al lector de que la caída de Jerusalén es consecuencia de la inobservancia de la ley particular del sábado (tema importante en las preocupaciones del cronista). Los dos últimos versículos son los mismos que sirven de introducción al Libro de Esdras (Esd. 1, 1-3); han sido incorporados al relato de la caída del Templo para no terminar el libro de las Crónicas con una nota demasiado desalentadora, sino para dejarlo abierto, por el contrario, a una perspectiva esperanzadora; el sufrimiento no habrá resultado inútil, puesto que anuncia la restauración y la presencia del Señor entre los suyos, y las instituciones davídicas, que por un momento se has visto comprometidas, no quedarán totalmente abolidas.

* * * *

La caída de Jerusalén, la destrucción del Templo y la abolición de la dinastía han sido queridas por Dios, puesto que tanto el profeta Jeremías como el Levítico ya las habían previsto. Pero no por eso pone Dios punto final a sus designios: he aquí que suscita a Ciro y le inspira una política de benevolencia respecto a los judíos, quienes construirán de nuevo un templo y Dios estará de nuevo presente en medio de su pueblo. El pueblo elegido pasa, pues, de un régimen dinástico a una teocracia absoluta: Dios mismo se establecerá en adelante en Sión para gobernar a su pueblo (v.23). La casa de David no parece tener ya misión alguna que cumplir en la realización terrestre de esa teocracia. Esta afirmación es tanto más sorprendente, en la pluma del cronista, cuanto que no deja de vicular, a lo largo de toda su obra, la teocracia de Yahvé con las instituciones davídicas (1 Cr. 17, 10-14; 28, 4-7; 2 Cr. 13, 4-8), hasta el punto de olvidarse de la alianza del Sinaí. Pero el autor es bastante objetivo cuando señala que, si bien David y Salomón han sido imágenes perfectas de reyes al servicio de la teocracia, todos sus sucesores bastardearon ese ideal. En consecuencia, el cronista proyecta sobre el futuro templo y lo que representa las prerrogativas teocráticas acaparadas por la dinastía davídica.

Este templo ya no es la obra de David y de Salomón como el anterior, sino que es el fruto de la voluntad misma de Dios, expresada a través del decreto de un rey pagano.

El templo que el cronista entrevé queda desvinculado de las estructuras dinásticas: pero tendrán que producirse otras destrucciones y otras purificaciones antes que la soberanía de Dios sobre el mundo y sobre la humanidad encuentre en el Hombre-Dios su verdadero signo y su causa perfectamente adecuada.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 154 s.


8.

A diferencia de la historia deuteronomista, que nos da una descripción bastante detallada de la destrucción de Jerusalén (2 Re 25), el Cronista se limita casi exclusivamente al juicio teológico sobre los hechos. Ante todo constata que el pueblo, empezando por sus jefes, no solamente no dio oídos a los repetidos llamamientos de los profetas, que invitaban a la conversión, sino que se burlaron de ellos, hasta el punto de provocar la ira de Dios, y ya no hubo remedio.

Estos repetidos llamamientos hacen pensar sobre todo en Jeremías.

También podría tener aquí lugar al estribillo repetido cinco veces por Amós (4, 6-12): "¡Y no os habéis vuelto a mí!, oráculo de Yahveh".

De acuerdo con su rígida doctrina sobre la retribución, el Cronista subraya con mucha más fuerza todavía que los deuteronomistas que tanto la destrucción de la ciudad santa como la del templo, junto con el exilio y demás trágicos acontecimientos, son la consencuencia de la infidelidad del pueblo y del justo castigo de Dios.

Entre las infidelidades del pueblo, el Cronista menciona expresamente el incumplimiento del descanso sabático. Los setenta años de destierro serán una buena ocasión para descansar y restituir al Señor el tiempo que le habían negado.

La Biblia hebrea termina con el segundo libro de las Crónicas.

Por eso, el autor sagrado ha querido reproducir aquí el decreto de Ciro sobre la restauración posexílica, con el fin de que las últimas palabras de la Biblia fueran no una gota trágica, sino una puerta abierta a la esperanza.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 408 s.


9.

Estos profetas consoladores postexílicos hacen una lectura teológica de todos los acontecimientos históricos, muy en el polo opuesto a los materialismos históricos modernos. Lo que mueve la historia no es la economía o cosas así, sino la fidelidad o infidelidad del hombre y de los pueblos a los designios de Dios.

Para estos escritores hay una cosa clara, que toda la historia debe ser historia de salvación; que en todos los acontecimientos humanos, sean los hechos pequeños de nuestra vida, sean los grandes hechos de la historia, Dios se hace presente o compartiendo o liberando o planificando. No siempre es fácil descubrir esta presencia, porque el hombre también es libre y protagonista de sus actos.

Los hechos que aquí se narran pertenecen a la caída de Jerusalén, a su destierro consiguiente en Babilonia y a la liberación posterior con Ciro. Ciro es presentado como "movido por el espíritu del Señor" ¿No podríamos aplicar esto mismo a algún político de nuestro tIempo?

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Pág. 78


10.

Contexto teológico-literario.- Dramático final del reino de Judá. Este es el contenido del último capítulo del libro de las Crónicas, acontecimiento que también recoge el autor de II Reyes 25. Noticias casi telegráficas de Joacaz, hijo de Josías, llevado a Egipto por el faraón Necao, y de Joaquín deportado a Babilonia el a. 598 a. de Xto. Relato estereotipado con recuerdos históricos muy difusos.

El castigo nunca es la ultima palabra de Dios. A diferencia del autor de Reyes que sólo recoge los datos históricos, el Cronista inserta entre los hechos un sumario teológico (36, 12-16. 21) en el que emite su juicio sobre el final del Reino del Sur: la vida y el futuro de la nación elegida depende de ellos, de la actitud que adopten con el Señor. Las palabras que en otro tiempo David dirigió a su hijo Salomón («Si lo buscas (= a Dios) se dejará encontrar, si lo abandonas te rechazará definitivamente»: I Crón. 28,29) continúan siendo válidas para el rey y para todos los miembros del pueblo actual. Para este autor los fieles al Señor constituyen el auténtico Israel que jamás será destruido; de hecho la obra del Cronista continúa en Esdras y Nehemías donde se habla de la nueva comunidad cultual cuya vida gira en tomo al santuario, de su origen, de las grandes dificultades para subsistir.

Texto.-Según el Cronista, la conducta del rey Sedecías (vs. 11-13), de las autoridades y del pueblo (vs. 14-16) no ha podido ser peor. Todos los males que han sobrevenido sobre el reino y sus habitantes (vs. 17-20: caída y deportación) son lógica consecuencia de no haber escuchado a Dios y a sus profetas (vs. 12.21).

Dos figuras, que se enfrentan, sobresalen en el relato:

El rey Sedecías fue elevado al trono gracias al monarca babilonio Nabucodonosor que reprimió la sublevación del rey Joaquín y le destituyó. Sedecías no es malo, pero carece de personalidad: consulta y cree al profeta que le ordena no sublevarse contra Babilonia ni pactar con Egipto, pero no se atreve a obedecerle por miedo a sus ministros, partidarios de los egipcios. Estos le incitan a la rebelión, negándose en consecuencia a pagar el tributo debido a Babel, hecho que acarrea el asedio de Jerusalén del a. 587 a. de Xto. (cfr. Jr. 27-28).

Jeremías vive su última etapa. El profeta es un ser ya curtido, ha llegado a la madurez humana y profética a través del oprobio y mofa de los suyos, de las duras persecuciones que ha sufrido del perverso dictador Joaquín. Jeremías no se deja vencer ya por el miedo: al inicio del asedio anuncia la caída de la ciudad y la deportación del rey si no hace caso a su mensaje de sometimiento a Babel (Jr. 34,1-7). Por miedo a sus ministros, Sedecías juega al escondite consultando al profeta en secreto, y éste le comunica la sumisión inexorable. La entereza del profeta y la indecisión y cobardía de Sedecías llevan al encarcelamiento de Jeremías en varias ocasiones (cfr. Jr. 34,1-7, 37,3-16.17-21- 38, 24-28, 38,1-13 39,15-18; 38,14-23: si se leen los textos en este orden se ve con claridad las consultas y respuestas del profeta, los castigos que se le infligen). Jeremías nunca se cansó de exhortar al rey a tomar una decisión en beneficio del pueblo, pero el débil monarca nunca fue capaz de superar sus temores, enfrentándose a los interesados consejos de sus ministros. Es el peligro de la indecisión, propia de caracteres débiles.

Tampoco la clase dirigente, ni el pueblo han sido mejores que el rey: han profanado el templo con diversos cultos paganos. De momento, Dios ha sido misericordioso enviándoles los profetas para obtener su conversión y así evitar el castigo, pero su misión es totalmente inútil ya que no escuchan su palabra, más aún, la desprecian olímpicamente (vs. 14-16). La única salida que le queda a Dios es el castigo (vs. 17-21).

Pero la última palabra de Dios nunca es el castigo, el destruir, sino el edificar (cfr. JL 1): con el destierro el Señor intenta levantar un nuevo pueblo, por eso los vs. 22-23 (copia de Esd. 1,1-3) presentan un final optimista: el resurgir de una nueva comunidad en el primer año de reinado de Ciro. Los que marcharon al destierro -para nada habla de los que permanecieron en Judá- formarán la auténtica comunidad, el verdadero pueblo cuya vida girará en torno al santuario y que luchará con ardor para no caer en las barbaridades descritas en los vs. 14-16.

Reflexiones.-En esta lectura se describe el final de la eterna lucha entre la autoridad y la palabra profética, entre la fuerza del poder y la impotencia de la Palabra. Aunque parezcan invencibles, la fuerza, el poderío humano siempre acaba derrocado por otra fuerza mayor, el resultado es claro: la deportación del rey con los suyos. Por el contrario la Palabra que es escarnecida por los poderosos de este mundo siempre vence. La victoria podrá parecer lejana, pero lo importante es que siempre acaba triunfando.

Los acontecimientos históricos han dado la razón al profeta y la sinrazón a los incrédulos (los poderosos casi siempre lo son). Podría haber sido el momento gozoso de la victoria, del triunfo sobre los poderosos, el tiempo propicio de agasajos y condecoraciones..., pero el hombre de Dios no se rige por los baremos de los poderosos que suelen ser de corto alcance, de mente roma. Para Jeremías su victoria se traduce en amarga frustración. Durante cuarenta durísimos años ha predicado a sus paisanos la conversión, pero no consiguió nada: el pueblo que tanto amaba ha acabado en el destierro. El predicador de pacotilla se ríe y goza con el fracaso de los malos -baste con recordar muchos sermonarios sobre la muerte-, pero para el auténtico líder y liberador de un pueblo el fracaso de éste es su propia desgracia. Moisés, auténtico líder, pidió un día a Dios correr la triste suerte de su pueblo, si éste era aniquilado, en vez de recibir el privilegio de ser estirpe elegida; Jeremías, en este momento de felicitaciones, rehuye las condecoraciones y cargos que quieren otorgarle los babilonios y prefiere correr la amarga suerte de su pueblo. ¡Se parecen a nuestros líderes, políticos y religiosos, que se pirran por cualquier chapa o capisayo!

Y si el destierro es doloroso para el profeta mucho más amargo aún es para el Señor ya que «lo que yo he construido yo lo destruyo; lo que yo he plantado, yo lo arranco». El agricultor, el constructor... se duele con aniquilar lo que él ha mimado. Por eso a Baruc, que se quejaba del dolor que le causaba el anunciar la desgracia y pedía el relevo, le increpa el Señor "¿Y tú pides milagros para ti? No los pidas" (Jr 45,4).

A. GIL MODREGO
DABAR 1994/19


11.

Un poco de osadía pensar que la historia universal gira en torno a la historia de un pueblo insignificante. Que Nabucodonosor fuera un enviado de Dios para castigar a su pueblo y Ciro fuera un enviado de Dios para salvar a su pueblo haría reír a los propios protagonistas. Que el pueblo de Israel fuera el punto de referencia de todas las naciones parece hasta ridículo.

Pero, si quitamos el matiz del exclusivismo, hay también una gran verdad en esta lectura de la historia. Toda historia debe ser historia de salvación. En todos los acontecimientos humanos hay una presencia y una voluntad salvífica de Dios. Para judíos y para gentiles, pues que «Dios quiere que todos los hombres se salven».

Naturalmente que nunca es fácil descubrir esta presencia salvadora de Dios. El no maneja a los hombres como marionetas, sino que respeta y alienta su libertad. Los designios de Dios se mezclan con los designios de los hombres, y ¡que los suyos prevalezcan!

De momento, que nos quede claro esta gran verdad: en todos los hechos de nuestra vida, por pequeños que parezcan, y en todos los grandes acontecimientos de la historia, Dios está presente o compartiendo y compadeciendo o liberado y plenificado. Dios está ahí.

CARITAS
UNA CARGA LIGERA
CUARESMA Y PASCUA 19887.Pág. 66