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COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 9, 1-41

 

1. GRACIA/LEY.

vv. 6-7:Detalle de la piscina y de la interpretación que de su nombre se hace. Esta interpretación no se basa en la filología. Esta piscina (el Enviado) contrasta con la de Jn 5. 2-7, la piscina de los Cinco Pórticos (la Ley), donde era muy difícil obtener la curación. En clave simbólica el autor nos dice lo siguiente: Jesús es la Luz; la Ley la oscuridad. El invidente ve porque acude a Jesús; en cambio, 38 años llevaba inválido el que acudía a la Ley y además sin esperanza de curación. Lo que sigue no es sino una dramatización de esta lección.


2. 

La composición de este relato depende mucho, más de lo acostumbrado, de la situación histórica en la que se encontraba la comunidad cristiana de Juan. En el centro de la controversia entre cristianos y judíos se hallaba la pregunta sobre el mesianismo de Jesús. El judaísmo oficial, representado por los fariseos, combatía duramente no sólo el mesianismo de Jesús, sino que perseguía a sus discípulos y los excomulgaba de la sinagoga, lo cual tenía repercusiones muy serias en la vida social. El presente evangelio ha de leerse teniendo en cuenta esa doble perspectiva.

Por otra parte se trata de un milagro en el sentido que da Juan siempre a los milagros, es decir, se trata de hechos significativos, en los que se proclaman mensajes esenciales para la fe. Lo importante en el hecho es la proclamación de Jesús como luz del mundo y como luz rechazada por los judíos.

La saliva se consideraba una medicina. Jesús la utiliza alguna vez como signo de sus curaciones (cf. Mc 7. 33; 8. 23). El Talmud prohibía expresamente curar con saliva en día de sábado. También se prohibía expresamente hacer barro en día de sábado. Ambos detalles son necesarios para que surja la controversia en la que va a mostrarse la pertinaz obcecación de los judíos y la progresiva lucidez del ciego de nacimiento. Jesús, al untar con el barro los ojos del ciego, resalta su ceguera y despierta también su esperanza de curación.

EUCARISTÍA 1981/16


3. CEGUERA/VISION  LUZ/TINIEBLA 

En todos nosotros hay zonas oscuras que se ocultan, muchas veces, por miedo a la verdad, y no se abren a la luz del evangelio. La luz y las tinieblas no es, por lo tanto, un esquema para dividir a los hombres en buenos y malos, sino que en cada uno de nosotros experimentamos el antagonismo de la luz contra las tinieblas. Los que reconocen este hecho y no se consideran a sí mismos plenamente iluminados son los que se abren a la luz de Cristo, los ciegos que comienzan a ver. Pero aquellos que lo ven todo claro, que se consideran poseedores de la misma verdad, que no saben dudar ni preguntar, se cierran cada vez más en su propia oscuridad.

EUCARISTÍA 1978/11


4.

Es importante leerla entera. El evangelista, a lo largo del cuarto evangelio, nos plantea una pregunta fundamental: "¿quién es este Hombre? ¿Quién es Jesús de Nazaret?" y la responde desde la propia experiencia de la comunidad. Hoy nos responde: Jesús es la luz del mundo. Se trata de una catequesis sobre el proceso de la fe, tanto personal como de la comunidad joánica (que vivió un largo proceso de fe en Jesús). Podemos distinguir: el hecho de la curación, vv. 1-7; el discurso entre los vecinos y el primer interrogatorio del ex-ciego por los "fariseos", vv. 8-17; la declaración de los padres y el segundo interrogatorio, vv. 18-34; y la fe del hombre curado de la ceguera y la ceguera de los "fariseos", vv. 35-41.

Jesús se revela como luz del mundo. Parece como si Jesús quedara en un segundo plano, pero es él quien está desde el principio -toma la iniciativa, "Jesús vio"- en el centro del relato: "¿quién es este hombre?" y al final como Señor de la vida y de la historia, ante el cual hay que tomar partido: quedarse en las tinieblas (ceguera) o estar en la luz (creer). El evangelista introduce, en este relato, algunos "anacronismos" significativos:

-el hecho de la expulsión de los cristianos joánicos de la sinagoga (v. 22);

-los interlocutores de Jesús (los que interrogan a la comunidad, la fe del creyente, "el que ve") son llamados "fariseos", que son los que dominaron el judaísmo después de la destrucción del templo de Jerusalén, el año 70. La comunidad joánica se enfrenta con la sinagoga. Hay que subrayar la importancia de la fe y del hecho de vivirla en comunidad. Es en el seno de la comunidad donde se puede hacer la experiencia de la relación-encuentro con Jesús, el Señor.

El texto de hoy facilita destacar el proceso de la fe, el don de ver, de permanecer en la luz. El ciego de nacimiento ("para que se manifiesten en él las obras de Dios"), primero, no sabe quién es el que le ha hecho el don de ver (creer), no sabe dónde está (está presente-vivo en la comunidad); después, motivado por las interpelaciones (de los de fuera) reconoce que Jesús "es un profeta". Ha dado un paso más, pero aún tiene que superar las dificultades: de no ser reconocido por los propios padres (no le reconocen por miedo a ser expulsados de la sinagoga, cuando los cristianos ya lo han sido) y de mantenerse firme en la opción. Es entonces cuando Jesús le sale al encuentro y se produce la confesión de fe: "Creo, Señor". Es el encuentro con Jesús vivo.

JAUME FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/07


5. FE/PREJUICIO  /1S/16/06-07

Paralelamente al proceso de recuperación de la vista y conversión del ciego, Juan describe también los distintos tipos de prejuicios que impiden al hombre llegar a la fe. La masa, como siempre anda dividida. Unos, al ver al ciego que ve, dicen que es él; otros, en cambio, dicen que sólo es uno parecido. La gente discute y se entretiene, pero no pasa de ahí, del nivel de la noticia de periódico. No tiene interés, sólo se guía por la curiosidad. y así va de flor en flor, superficialmente, sin llegar a ninguna parte. También los intelectuales y notables del pueblo andan divididos: unos ponen en cuestión la veracidad del relato, otros la del hecho, alguno incluso la de su posibilidad. Y todos coinciden en que eso no puede ser científicamente. Y rechazan la evidencia por falta de lógica, porque no cabe en su razón. Finalmente, están los padres del ciego. Obviamente, están a favor del hijo, pero tienen miedo a las represalias de los fariseos, y así optan por zafarse, sin querer comprometerse. Que se lo pregunten a él, que ya es mayorcito. El ciego, recobrada la vista, se queda solo, como se queda solo el creyente. La fe deslumbra en un mundo que no quiere ver, porque prefiere otras cosas, todas esas cosas que espera le den la felicidad.

-Sólo miramos las apariencias.

El más frecuente de todos los prejuicios es la superficialidad, el detenerse en las apariencias. Así nos lo manifiesta la primera lectura. Samuel debe ungir al sucesor del rey Saúl. Todos apuestan por un hombre adulto, fuerte, experimentado y de presencia. Pero el Señor se ha fijado en la debilidad, la inexperiencia y la fragilidad de un jovenzuelo pastor. Y cuando Samuel intenta hacer valer sus razones, he aquí que el Señor le advierte: el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón. Y ése es nuestro problema. Nos dejamos llevar de las apariencias, del texto literario, incluso del contexto histórico, pero se nos escapa lo profundo, el sentido, el mensaje. La fe no es una mirada superficial, sino profunda. El creyente mira desde lo hondo y cala hasta lo más íntimo de la realidad. Creer es ya ver de algún modo y como en anticipo lo que aún está por ver y descubrir.

EUCARISTÍA 1990/15


6. LEY/ESCLAVOS  J/LIBERTAD

Contexto. Mi Padre hasta el presente sigue trabajando y yo también trabajo (Jn. 5, 17). He realizado un trabajo y todos os extrañáis (Jn. 7, 21). Este trabajo al que se refiere está relatado en lenguaje figurado en Jn. 5, 1-9. En lenguaje no figurado el trabajo de Jesús consiste en devolver al hombre la autonomía de movimientos y la emancipación que los responsables de Templo y de la Ley le habían escamoteado. Por eso, esos responsables deciden eliminar a su competidor (cfr. Jn. 5,1 7).

Comentario. La presencia de un ciego de nacimiento es enjuiciada por los discípulos desde un esquema moral. Es el mismo esquema con que operan los fariseos (léase el v. 34).

Jesús nos invita a ver esa presencia desde una óptica laboral: "para que se manifiesten en él las obras de Dios".

Sustituyamos la expresión "obras de Dios" por esta otra: "trabajos que Dios quiere". Es más clara y responde al original.

Desde Jn. 6, 29 el lector del cuarto evangelio sabe cuál es la obra de Dios, es decir, el trabajo que Dios quiere: la adhesión a Jesús. Es precisamente esta adhesión la que el autor tipifica en los vs. 35-38 de hoy, después de haberla formulado figurativamente en los vs. 6-7. De la mano del autor del relato, el ciego funciona como autor-tipo del trabajo que Dios quiere que cada uno de nosotros realice. Este es el significado de la difícil expresión "para que se manifiesten en él las obras de Dios". A este trabajo es al que nos invita el v.4. Este trabajo, es decir, esta adhesión a Jesús, crea personas autónomas, emancipadas. En una palabra: personas mayores (cfr. v. 23).

Pero en el relato hay otros protagonistas, otros actores con otro tipo de trabajo: los fariseos. En el relato funcionan como contra-actores: rechazan al ex ciego. Este rechazo lo tipifica también el autor: léanse los vs. 40-41. Su pecado consiste en no prestar adhesión a Jesús. Por consiguiente, no realizan el trabajo que Dios quiere.

¿Qué trabajo realizan, que hace de ellos unos pecadores? El lector del cuarto evangelio lo sabe por los capítulos anteriores. El autor ha presentado a los fariseos como representantes del agua de las purificaciones, del templo, del sábado, de la ley. Es también un trabajo religioso. Pero, al contrario del trabajo que Jesús realiza, el trabajo de los fariseos tiene como resultado una multitud de inválidos: ciegos, cojos, paralíticos. (Léase Jn. 5, 2-3. Estos yacen junto a una piscina que se llama la Fosa. El ciego de nacimiento, en cambio, se lava en una piscina "que significa Enviado"). El trabajo religioso de los fariseos crea hombres incapaces de autonomía propia, personas incapaces de movimiento, subdesarrolladas.

"He venido para un juicio: para que los que no ven, vean, y los que ven, queden ciegos" (v. 35). Es la conclusión que el lector debe sacar de todo el relato. Hay dos tipos de trabajos y de hombres religiosos, cada uno con su propio concepto de pecado. Una conclusión y una pregunta: el tipo de trabajo religioso, la imagen de hombre religioso y el concepto de pecado con que habitualmente operamos, ¿no son tal vez los cuestionados y enjuiciados por Jesús?

DABAR 1981/21


7.

La ilustración de las palabras de Jesús Yo soy la luz del mundo (cfr. Jn 8, 12) -hecha a través del signo y del diálogo- y de la lucha entre la luz y las tinieblas, con la victoria final de aquélla, es el tema central de este capítulo de Juan. Veamos los aspectos más destacados.

Presentación. La pregunta inicial de los discípulos sobre la causa de la ceguera nos introduce ya en la interpretación teológica que va a tener el signo. Jesús rechaza la creencia popular de que la enfermedad sea la consecuencia directa de los pecados personales o de los antepasados. Se refiere solamente a la urgencia de hacer el bien "mientras es de día", puesto que ve acercarse la hora de su muerte. El dolor continúa en el misterio.

El signo. La curación del ciego se hace ungiéndole los ojos con barro hecho con saliva, considerada con propiedades curativas, y mandándole a lavarse a Siloé. Es importante, teológicamente, el nombre de la piscina: "Enviado". De esta piscina se sacaba el agua para las abluciones de la fiesta de los tabernáculos, un agua que Jesús sustituirá por los ríos de agua viva que él, el verdadero enviado del Padre va a dar a los creyentes (cfr. 7, 27-39).

ILUMINACIÓN: Iluminación progresiva. El que había sido ciego experimenta un proceso de crecimiento de su fe en Jesús. Cuando se identifica ante los conocidos como el ciego mendicante, únicamente puede decir que le dio la vista "ese hombre que se llama Jesús". En el primer interrogatorio ante los fariseos, donde le condujeron para que juzgaran el caso, reconoce a Jesús como "un profeta", y cuando en el siguiente interrogatorio pretenden acorralarlo a base de hacerle repetir los detalles, él no puede dejar de afirmar claramente que Jesús le ha abierto los ojos y que "si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Su fe llega a la última etapa cuando es el propio Jesús quien le sale al encuentro preguntándole si cree en el Hijo del hombre. La respuesta no puede ser más clara: "Creo, Señor. Y se postró ante él".

Ceguera progresiva. Después de la curación, los fariseos se convierten en jueces y árbitros de la misma. En realidad a quien se juzga es a Jesús: ¿es un pecador o un enviado de Dios? En el primer interrogatorio algunos se muestran dispuestos a aceptar a Jesús como un hombre de Dios; pero su cerrazón aumenta progresivamente, empeñándose en mantener que Jesús es un pecador porque ha violado el reposo sabático y queriendo que así lo confiese el que había sido ciego. Su conclusión final es que el ciego había nacido en pecado y que cuanto pueda decirles no tiene valor alguno. Al final del capítulo es Jesús quien los juzga a ellos, que se habían erigido en jueces.

Fe y testimonio de la Iglesia. Partiendo de unos hechos y situaciones iniciados durante el ministerio público de Jesús, el evangelista nos presenta su desarrollo posterior: el testimonio de fe que da el ciego es el que deben dar todos los creyentes. La oposición que aparece aquí entre los "judíos" seguidores de Moisés como enviado de Dios y los seguidores de Jesús como Mesías, refleja la situación a que se llegó a fines del siglo I.

J. ROCA
MISA DOMINICAL 1981/07


8. P/CEGUERA 

El tema de la luz y de la vida tiene en el evangelio de Juan un tratamiento cuidadoso y que se repite desde variados puntos de vista. Ambos temas constituyen, desde luego, puntos de reflexión importantes para comprender la nueva realidad del hombre transformado por la fe y por el bautismo. La perícopa de hoy desarrolla, sobre todo, el tema de la luz y, como hacíamos notar el domingo anterior, su lectura goza de una larga tradición en estos domingos antes de Pascua.

Pero dejando este aspecto vinculado a la tradición litúrgica de la Iglesia, son muchos los exegetas actuales que ven en la narración del milagro del ciego de nacimiento una clara referencia de Juan al milagro que se realiza en el bautismo de todo cristiano, al pasar de la no-fe a la fe. Sin duda el evangelista toma como punto de referencia un hecho singular de la vida de Jesús, pero a la luz de la experiencia eclesial vivida por el mismo apóstol, aquel hecho se convierte en objeto de una reflexión profundizada con una incidencia que sobrepasa el momento concreto del hecho histórico. La estructura de esta narración tiene semejanza con la curación del paralítico (Jn 5). Los dos enfermos curan gracias al agua de una piscina; en las dos narraciones, el día del milagro es el sábado; la discusión de Jesús con los fariseos después del milagro tiene también un paralelismo: en la primera, Jesús se manifiesta como el que da la vida; en la de hoy, él mismo dice: "Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo" (v. 5). Así pues, Juan repite un esquema catequético que, posiblemente, se funda en una práctica litúrgica de la Iglesia.

-Según el evangelista, "Siloé" significa "enviado", relacionando de este modo el agua de la piscina y la persona de Jesús. El milagro es obra de Jesús por medio del agua. El sigue dando su Espíritu a los que se bautizan.

-El milagro es pasar de las tinieblas a la luz; de la confianza en el hombre Jesús a la fe en el Cristo ("el Hijo del Hombre", vv. 35-38), de la incredulidad a la fe.

-El ciego reconoce repetidamente su condición pasada de ciego, ahora que ya ve (vv. 9, 11, 15, 25, 32) y toda la narración es deudora de la mentalidad según la cual la ceguera se relaciona con el pecado (vv. 2 y 34). El reconocimiento del propio pecado es condición indispensable para recibir el bautismo y la salvación.

-El milagro y el testimonio del ciego tienen como conclusión la exclusión de la sinagoga (v. 34). La salvación de Cristo, consistente en la fe en él, sustituye y supera cualquier otra salvación.

-El juicio de Dios ya ha empezado. El que no cree en Cristo, por este sólo hecho, está ya condenado. La ceguera incurable es la no aceptación de la luz nueva que es el mismo Cristo (vv. 39-41).

ANTON RAMON SASTRE
MISA DOMINICAL 1978/05


9.

Relato de la curación del ciego de nacimiento y crónica de la discusión que siguió. Es fácil reconocer la pluma de Juan en este relato, que se asemeja de manera singular al de la curación del paralítico.

En ambos casos, efectivamente, la misma realización del milagro un día de sábado (Jn. 5, 9; 9, 14), en beneficio de un enfermo incurable (Jn. 5, 5; 9, 19-20) y no lejos de una piscina (Jn. 5, 2; 9, 7). Los beneficiarios de las curaciones reaccionan de la misma forma, con el buen sentido popular (Jn. 5, 11; 9, 25-27, 30-33), y, sin embargo, no conocen a Jesús (Jn. 5, 12-13; 9, 11). Después, de forma curiosa, Jesús vuelve a encontrar al curado después del milagro para ayudarle a reflexionar sobre él (Jn. 5, 14; 9, 35); los dos beneficiarios del milagro plantean el problema de Jesús ante los fariseos (Jn. 5, 15; 9, 11, 15). Este desarrollo de los hechos es evidentemente más teológico que histórico y nos permite precisar la idea esencial de Juan.

* * * *

a) El primer problema del cuarto Evangelio es el del conocimiento. En la curación del ciego, Juan pone de relieve el avance del conocimiento progresivo del ciego y contrapone la fe a la que accede al "conocimiento" de su entorno (parientes, vecinos y, sobre todo, fariseos).

El ciego empieza por ceñirse a motivaciones insuficientes: no sabe quién es Jesús (v. 12), sino que se pone al lado de quien le ha curado (como quienes se conviertan hoy a la Iglesia por su acción social o cultural). Inmediatamente después de esta conversión, todavía muy limitada, la fe del ciego de nacimiento es sometida a prueba: choca con el conocimiento libresco, teológico y moral de las altas esferas de la sinagoga: un conocimiento tan libresco que no consigue siquiera explicar hechos tan evidentes como su curación. De igual modo, el neoconverso ve muchas veces su entusiasmo roto por el escándalo de sistemas teológicos o moralistas a los que preocupa poco la persona de Jesús.

La fe del ciego curado inicia entonces una tercera etapa en su progresión, la que le permite encontrar a la persona misma de Jesús y vivir en su conversión al Padre (vv. 35-38). En este momento, el convertido ha llegado a la religión de la persona y de la comuniòn con Dios; está muy por encima del libro de los teólogos y puede relativizar la institución.

El ciego ha aceptado el laborioso caminar de su fe; pero hay otros a su alrededor, y entre ellos quienes hubieran debido aprovechar su ciencia para profundizar en la fe, que rechazan deliberadamente esa forma de conocimiento.

Están, en primer lugar, los parientes (vv. 18-23), para quienes la pertenencia al Pueblo de Dios es tan sólo sociología y que soslayan el hacerse preguntas por miedo a tener que tomar partido o ser expulsados por las autoridades: de igual modo, cierto espíritu borreguil, un falso concepto de la obediencia y el miedo a las consecuencias de sus actos impiden a muchos cristianos el que crean.

Y están, sobre todo, los teólogos fariseos que se pierden en discusiones alambicadas y disquisiciones interminables, mientras que al ciego le bastan tres palabras, repetidas como un estribillo (vv. 7, 11, 15) para expresar la realidad. Como su dogmatismo no puede equivocarse, discuten los hechos hasta el punto de caer en el ridículo. Y cuando se encuentran entre la espada y la pared no encuentran otra salida que la injuria (versículo 28) y la excomunión (v. 34).

Entonces aparece claro el juicio de Dios (v. 39): quienes creen ver no ven y siguen en sus tinieblas; los ciegos, por el contrario, llegan hasta la luz, que es, para San Juan, la vida en comunión con Jesús resucitado, luz del mundo.

b)En este pasaje hay algunos otros temas secundarios. Juan subraya, en primer término, que el ciego lo era de nacimiento (vv. 19-20 y 32-34). Con esta precisión expresa su intención de introducir el tema del nuevo nacimiento (3, 3-7).

Este nuevo nacimiento es tanto más importante cuanto que pone en tela de juicio lo que parecía irreformable en el primero: las injusticias nativas de la vida humana. Aceptar un "nuevo nacimiento" equivale, pues, a negarse a una aceptación de las alienaciones contenidas en el primero, equivale a poner mucho amor en la lucha contra las taras nativas de la humanidad y a hacer de la fe un motor en pro de una humanidad mejor.

c) Otro tema; el del envío. Cristo es "enviado" (vv. 4, 7) para realizar las obras de la salvación (vv. 3, 17). Entre esas obras figura la iluminación de los hombres; no es tanto la "luz" intelectual, en el sentido occidental de la palabra, como la "luz" de la salvación en sentido bíblico.

Al proclamarse luz del mundo (v. 5), Cristo da a entender que, sacando a los hombres de sus tinieblas, da cumplimiento a las Escrituras (Is. 9, 1-6; 42, 6-9; 55, 1-9). Pero no todo se reduce exclusivamente al aspecto mesiánico. Juan insinúa que esta luz es la vida misma de Dios hablando de las "obras del Padre" y del envío: Cristo es luz porque es el Hijo de Dios y en este sentido reclama la fe (vv. 33-36).

d) El tema de la luz surge de las simples observaciones naturales. La luz es el símbolo de la vida como las tinieblas lo son de la muerte y del sueño (Gén. 1, 3-18; Sal 103/104, 19-24; Is. 8, 21-9, 2), un símbolo tanto más cargado de sentido cuanto que, entonces, no se disponía como hoy de medios para luchar contra la noche.

Dentro de esta perspectiva se comprende que los profetas hayan presentado frecuentemente el quebrantamiento del ritmo del día y de la noche y la invasión de las tinieblas como un castigo (Ex. 11, 4-8; Sab. 17-18, 4; Am. 8, 9; 5, 18-20; Is. 13, 9-10). Desde entonces las tinieblas se identifican con el pecado; la luz con la vida según la ley (Prov. 4, 18-19; Sal. 17/18, 29; 106/107, 10-16; Is. 59, 9-10). Mas este plano moral ha quedado superado por el de la historia de la salvación: la luz se convierte en el acontecimiento-Cristo que viene a juzgar a las tinieblas y terminar con ellas (1 Pe. 2, 8-10; Rom. 13, 12-14; Jn. 3, 17-21) Estar en la luz consiste, de ahora en adelante, en estar injertado a Cristo resucitado (Jn. 12, 46-47; Act. 13, 46-47; 26, 22-23; 2 Cor. 4, 4-6). La fe es la expresión de ese nexo con la luz (Lc. 18, 39-43; Jn. 9). Portador de luz, el cristiano debe llevársela a los demás (Ef. 5, 8-14; Mt. 5, 15-16; Rom. 13, 11-14). Luz de Cristo y luz de los cristianos triunfarán definitivamente de las tinieblas con la victoria escatológica (1 Tes. 5, 2-7; Ap. 21, 22-27; 22, 16).

* * * *

COMUNICACIÓN: Jesús acepta, pues, la totalidad de la condición humana y, en particular, la ambigüedad de la comunicación interpersonal. No es raro que una persona acceda al misterio de otra persona y comulgue con ella. La amistad y el amor conyugal son excepciones; la mayoría de la gente os conoce tan sólo desde fuera; piensan de vosotros lo que piensa su medio; no os conocen más que por vuestros libros y vuestros artículos. Lo mismo sucede con Cristo: pocos son los que establecen con El una relación interpersonal (el ciego, la pecadora...); la mayoría no le conoce sino a través del Libro (escribas, fariseos, Nicodemo) o con una fe popular y sociológica (sus "hermanos", la Samaritana); los unos pasan a lo explícito, otros se quedan en lo implícito. Unos le toman por un curandero o por un profeta, otros por el Mesías o el Hijo del hombre...; algunos vislumbran el misterio del Hombre-Dios.

Pero todos forman parte de un mismo movimiento de búsqueda, y Mt. 25, 31-46 deja bien sentado que hombres que no han conocido claramente al Señor podrán, sin embargo, formar parte del Reino, con tal que no transformen en absoluto sus débiles verdades, como los escribas del Evangelio.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Págs. 159-162


10. CEGUERA/AUTOSUFICIENCIA:

No es el relato de un milagro que Jn despacha en un par de versículos. Narra despacio el proceso de la fe. Al principio, todos ciegos. Al final, uno curado y muchos ciegos.

El ciego sale de la noche: "Creo en ti, Señor". Los judíos se sumergen en la noche: "ese Jesús es un pecador".

Un ciego maravilloso. Patrono de los que buscan la luz. No se deja asustar por los que "saben" y bromea con ellos cuando los demás tiemblan.

Ellos dicen "nosotros sabemos" y se ciegan a sí mismos. El responde "yo no sé nada" y ve surgir poco a poco la luz; dice: hombre; luego: viene de Dios; y finalmente: Señor. Jesús da ojos: primero para mirarlo, luego para verlo.

Hasta el último momento de nuestra vida, no dejemos de repetir la misma oración: Jesús, dame ojos para verte.


11.

Curación del ciego de nacimiento. Una bella historia, en la que se dramatiza el paso de las tinieblas a la luz, las etapas de un encuentro con Cristo en la fe, lo que es y lo que significa el bautismo.

Esta ceguera no es originada por el pecado, sino que viene a representar la condición de la naturaleza humana. Dios ha permitido esta situación, porque Cristo viene a su encuentro, y así se podrán manifestar «las obras de Dios», la misericordia de Dios.

Y empieza la acción salvadora, la iluminación del ciego, el proceso de la fe: la saliva, el barro, el toque de los ojos, el lavado en la piscina del Enviado, la docilidad del ciego, el milagro, la fe, el amor. «Y se postró ante él».

No tardará en venir la persecución y la condena; pero este ciego ya era un hombre libre. La segunda parte de la historia se refiere a los ciegos, no de nacimiento sino por enfermedad o por maldad, por ofuscación. A éstos, Cristo, el Sol, no los pudo curar. Cerraron todas sus ventanas y quedaron más ciegos que antes, más fanáticos que antes, más violentos que antes. No pudieron ser curados, porque no se creían ciegos, y, en vez de aceptar a la luz, terminarían revolviéndose contra ella.

CARITAS
RIOS DEL CORAZON
CUARESMA Y PASCUA 1993.Pág. 95


12.

En este capítulo del evangelio de Juan se nos muestran de manera clara algunas características propias de este evangelio: la presentación de la acción de Jesús como un proceso judicial en el que parece que sea Jesús el que es juzgado pero que, de hecho, es él quien juzga; el método de la discusión, que en este caso es sobre Jesús, sin que él intervenga directamente; un doble nivel de comprensión: se habla de Jesús pero a la vez se habla de la comunidad a la que se dirige este escrito.

La pregunta de los discípulos responde a una mentalidad muy extendida según la cual las enfermedades eran consecuencia de los pecados cometidos. Jesús va más allá de la cuestión, y asegura que en aquel ciego de nacimiento se revelará la manera de obrar de Dios.

Jesús es presentado como la luz del mundo, al comienzo y al final del capítulo. Sólo aceptando esta luz es posible superar la ceguera. El ciego, una vez curado, va llegando a la luz plena de la fe progresivamente: primero afirma que Jesús es el Hijo del hombre, es decir, el que viene de Dios para llevar a los hombres a la plenitud de la vida en Dios, y finalmente afirma que es el Señor y le adora (¡sólo Dios puede ser adorado!). Por otro lado, hay que señalar que el ciego también afirma que Jesús es "aquel hombre", tema fundamental también en el evangelio de Juan. ¡El gran escándalo es que "aquel hombre" sea Dios!

Se creía que la saliva tenía propiedades curativas. Jesús actúa como taumaturgo, pero mandando al ciego a la piscina de Siloé, aporta un elemento simbólico: "el enviado" verdadero es Jesús; él es quien trae la luz de parte de Dios.

El diálogo con los padres del ciego, el miedo a ser excluidos de la sinagoga y la exclusión del ciego curado, así como la referencia a Moisés, nos sitúan en la época de la redacción del evangelio y no en el tiempo de Jesús. La discusión sobre la primacía de Moisés y sobre la mesianidad de Jesús provocó la rotura con el judaísmo posterior en el año 70.

La afirmación final de Jesús acaba de aclarar toda la discusión anterior: su juicio consiste en traer la luz y, ante la luz, hay quien la acepta porque sabe que está necesitado de ella y hay quien la rechaza porque considera que ya ve...

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993/04