REFLEXIONES

1. PANTOCRATOR.

El Cristo transfigurado, interpretado en la tradición de la Iglesia, sobre todo la oriental, que lo venera en toda su liturgia y su iconografía, como el Pantocrátor, como el hombre que hace converger en sí toda la fuerza y la vida del universo, el celeste y el terreno, el psíquico y el pneumático, siendo la cabeza del todo, el corazón del todo. En él confluyen y de él nacen todas las corrientes de vida que inundan la creación. Por eso está en comunión con todas las criaturas de la tierra y del firmamento, de la altura y la profundidad, sintiéndolas en sí, alentándolas en sí, amándolas, sufriéndolas y gozándolas. Ese es el Kyrios que nos descubre Pablo. (...) Ese Cristo Pantocrátor no deja nunca de ser hombre y ahora podemos sentirle junto a nosotros, como en Emaús, sentado a la misma mesa de los caminantes, es decir, de nosotros; pues como Pedro, aún no podemos tener morada permanente en las tiendas del Tabor.

LUIS MALDONADO
BIBLIA Y AÑO LITURGICO
TAURUS MADRID-1963.Pág 53/56


2. FE/CAMINO   PEREGRINOS

Es bueno que nos quedemos, ¿para qué ir más allá? Aquí se está bien. La tendencia a fijarnos en lo conocido, en lo que nos va bien y nos ha ido bien... ¿Para qué ir a otra parte si ya vemos que esto nos va bien? Y es que aventurarse a lo desconocido es siempre peligroso. Lo conocido nos da seguridad. Dominamos el terreno que pisamos; pero es movediza siempre la tierra de lo desconocido.

Y el Dios de la Biblia, como Jesús con sus discípulos, no les permite estancarse contemplando. El Dios de la Biblia nos quiere viajeros; no nos permite llegar antes de tiempo. El después, lo que será el tiempo de la contemplación final, sólo se nos permite como a ráfagas, para animarnos, no para gozarlo ya.

La relación de amor que estamos llamados a entablar con Dios no tiene una meta tan al alcance de la mano. Dios es mucho más de lo que nos imaginamos. Dios quiere una intimidad con nosotros mucho mayor de la que sospechamos. Nos contentamos con poco y estamos llamados a ser perfectos como el Padre lo es.

Dios nos despierta del sueño. Se va, desaparece y nos deja otra vez caminantes, a nosotros que le habíamos pedido, como los apóstoles: "Ya tenemos suficiente, hagamos una tienda y descansemos". Pero Dios nos quiere más y más lejos, en otro monte. La tienda del encuentro no la plantamos nosotros. Se ocupa el mismo Dios de hacerla. Y es más encuentro que lo que nos imaginamos.

ÁLVARO GINEL
CELEBRAR LA CUARESMA
C.C.S./MADRID/Pág. 147


3. D/TRASCENDENCIA. D/IMAGENES-FALSAS

Quien sabe las teorías, sabe cómo es Dios; quien sabe cómo es Dios, sabe lo que puede conseguir de él y cómo conseguirlo. En definitiva: Dios se vuelve idea, concepto, abstracción, filosofía. Y nos olvidamos de aquella acertada afirmación de San Agustín: "Si lo comprendes, ya no es Dios"; una gran intuición que, en otra época, en otro ambiente religioso y con otras palabras, la tuvo y la describió Buda: "Si encuentras a Dios, mátalo"; si crees haber encontrado a Dios, elimínalo, porque si lo has encontrado, ya no es Dios, es otra cosa: tu imagen sobre Dios, tus ideas sobre él, tus suposiciones..., lo que quieras, pero ya no es Dios. (...) No faltan quienes piensan que lo mismo da un dios que otro, que las ideas que se tengan sobre Él no tienen mayor importancia. Los hechos demuestran que la realidad no es así; las ideas conforman la vida más de lo que nos imaginamos.

Un dios pensado, filosófico, hecho de conceptos, ideas, doctrinas y teorías se traduce en una vida en la que el centro de interés es el propio yo, aunque ese yo se revista con el ropaje de interés religioso; y nada más peligroso que el egoísmo disfrazado de piedad: cultos que se suponen alaban a Dios y sólo alaban el propio ego; normas que se presentan como divinas, pero sólo son humanas; y así un largo etcétera. En definitiva: se traduce en una vida vivida sin darle a Dios el mínimo espacio.

Un dios visto como juez, como policía de las normas éticas, terminará por dar paso, o a un creyente que vive sumido en el miedo y el terror a la divinidad, o a un increyente que abandona a dios porque éste no apoya el crecimiento del hombre sino que lo inhibe, lo anula, se vuelve enemigo del ser humano, de su vida y de su libertad.

Un dios visto como el garante de un determinado orden social termina por ser un dios que divide al hombre en clases, apoyando a unas y oprimiendo a otras, imposibilitando, de paso, toda fraternidad entre los seres humanos.

Un dios mágico terminará por ser el recurso al que acudimos con conjuros cuando la necesidad nos aprieta y al que olvidamos en cuanto las cosas nos vuelven a ir según nuestra conveniencia; o al que incluso podemos llegar a rechazar si no accede a nuestras peticiones.

-El Dios Padre de Jesús.

Es verdad que quien intenta sinceramente acercarse a Dios, va a descubrir que la tarea no es fácil. A Jesús no se le capta de buenas a primeras, y menos el Dios que él nos presenta; con frecuencia descubrimos que Dios no actúa como nosotros suponíamos que debía hacerlo; que no es impulsivo; que no manda un fuego abrasador que elimine de una vez por todas a todos los sinvergüenzas que andan sueltos por ahí; que consiente que el malvado medre y que el honesto sufra, se vea perseguido, padezca injusticias e incluso muera; que no se manifiesta donde lo buscamos y nos muestra su rostro en los sitios más inesperados; que no tomó la carne de un príncipe o de un sumo sacerdote, sino la de un obrero del pueblo; en fin, ¡tantas y tantas sorpresas! Y para ser capaz de encajar esas sorpresas hay que tener mucha humildad; muy pocas suposiciones de lo que Dios es o no es, hace o no hace; mucha reflexión para saber interpretar los acontecimientos -que, con frecuencia, son engañosos-; y, sobre todo, tener mucha confianza en él, no exigirle que nos muestre sus triunfos, sino confiar en que los tiene. Él nos ha prometido que todo terminará bien.

Jesús pasó por la más ignominiosa muerte que jamás ha conocido el mundo; pero después resucitó. Este es su Hijo amado; éste es el que tiene la única palabra autorizada sobre Dios. ¿Le haremos caso al Padre y escucharemos a su Hijo?

LUIS GRACIETA
DABAR 1987/19


4. BAJAR DE LA MONTAÑA. FE/COMPROMISO.

¿Por qué diría Marx que la religión era el opio del pueblo? Con independencia de quien dice algo y con qué finalidad lo dice, puede ser una norma de prudencia preguntarse si el que lo ha dicho tiene alguna razón para decirlo. En este caso y ante esa frase, ciertamente dura, también cabe ese ejercicio de reflexión y de autocrítica.

Puede parecer una perogrullada, pero no lo es a la vista de los acontecimientos sucedidos a través de la historia, decir que el cristianismo es para los hombres y que la salvación que Cristo vino a anunciar a la Tierra era la salvación del hombre de todo aquello que le convertía en un lobo para el hombre; es decir, Cristo venía a salvar al hombre de eso que en la Escritura se llama la esclavitud del pecado y que no son precisamente los "malos pensamientos", sino la actitud por la que el hombre ignora, domina, destruye al otro sin enterarse de que el otro es precisamente su hermano. Y esto que parece sencillo y claro no siempre lo hemos entendido bien ni lo entendemos ahora. Demasiadas veces, la salvación la hemos ofrecido "para la otra vida" sin pensar que hasta llegar a ella hay aquí y ahora una vida en la que el hombre tiene que ser no aletargado ante la injusticia, sino liberado de ella.

Posiblemente por esa inclinación es por lo que haya podido hablarse del opio del pueblo.

La actitud de Pedro en la montaña alta, una actitud nacida de su proverbial espontaneidad, es una muestra de ese camino un tanto desencarnado que el cristianismo ha recorrido para adentrarse en un angelismo que levita sobre la realidad inmediata, esa en la que viven inmersos los hombres y donde se les plantean los auténticos problemas a los que hay que dar respuesta desde la fe. Extasiado ante la contemplación de un Jesús resplandeciente como el sol se produce en el apóstol una reacción inmediata: quedarse allí, alejado de todo y hacer tres tiendas para contemplar sin riesgo el enorme espectáculo al que asistían. Es una reacción muy corriente, y en la que se compromete poco. Hay una frase que la resume y que me gustaría que no se interpretara peyorativamente. La frase es: rezaré por usted. Y eso lo hemos dicho o lo seguimos diciendo a la persona que está maltratada, a la que no tiene lo suficiente para vivir, a la que está pidiendo a gritos no sólo la oración, sino la acción. Rezar para que el mundo sea mejor, para que las cosas se enderecen, para que sucedan según el plan de Dios, es algo espléndido, necesario y admirable, pero me temo que, en el plan de Dios, insuficiente porque Dios sabe perfectamente cómo se pueden enderezar las cosas y proyectar el mundo para que no sea habitable por todos los hombres; Dios lo sabe y, según lo que creemos, podría hacerlo solo y de un plumazo; sin embargo, no lo hace. ¿Nos hemos parado a pensar por qué? Quizá la respuesta esté en ese "levantaos" que dijo Jesús a los apóstoles después de la proposición de Pedro. Levantaos y vámonos de la montaña al llano, allí donde los hombres viven, gozan y sufren; allí donde los hombres miran a Dios buscando la respuesta de sus propios interrogantes; allí donde están los problemas y las posibles soluciones de los mismos; allí donde el hombre se juega su credibilidad como cristiano, su buen hacer o su inhibición.

Levantarse y bajar del monte fueron dos exigencias de Jesús a los suyos, dos exigencias que deben seguir sonando en nuestros oídos para vencer una fortísima tentación que aparece rodeada de bondad: la de apartarse del mundo, ¡tan despreciable!, y rezar por él desde nuestro propio grupo -¡tan estupendo!- sin pisar la arena para hacer cuantos quiebros sean necesarios en pro de una sociedad que se parezca cada día más a lo que quiso Cristo, una sociedad que si fuera de verdad cristiana no habría programa político por "progresista" que fuera que pudiera mejorarla.

Pero levantarse del éxtasis y bajar de la montaña a la vida tiene sus riesgos, unos riesgos que con frecuencia se critican duramente a aquellos que los asumen aduciendo que van más allá de lo que es prudente y deseable; unos riesgos, por otra parte, que exigen valentía y decisión, que comportan dejar la comodidad de nuestra tienda, el buen ambiente en el que nos movemos, el status que hemos alcanzado, la seguridad con la que caminamos. Levantarse y bajar de la montaña compromete a mucho, compromete a despertarse y a despertar, a no justificar lo que, con el Evangelio en la mano, no resulta justificable y no prometer "para la vida eterna" la consecución de unas metas que estamos obligados a conseguir en la presente.

Cristo bajó de la montaña, y ¡cómo lo hizo! No ignoró ningún problema de su tiempo, no pasó de largo por ninguna petición de los hombres, no dejó en el silencio ninguna actuación negativa de aquellos que podían eliminarlo: no vivió sin respuestas y no demoró estas respuestas sine die... Con El lo hicieron también aquellos hombres que le acompañaron, hoy en sus momentos de gloria. Lamentablemente, el paso del tiempo ha ido desdibujando las palabras de Cristo -levantaos y vamos abajo- y, en ocasiones, ha quedado como ideal el plantar una tienda en la altura para ver desde allí, sin intervenir, cómo el hombre no acaba de encontrarse a sí mismo.

A. M. CORTES
DABAR 1990/18


5.

El domingo anterior se presentaba la necesaria opción por un camino de vida (de bien) o de muerte (de mal). Ya se insinuaba (1. lectura y evangelio) que a menudo no queda claro dónde se hallan el uno y el otro. Hoy hay que insistir en la opción de fe que significa creer en el camino de fidelidad al único Señor, Dios, revelado en Jesucristo; la fidelidad a su camino de verdad, amor, justicia, bondad... es el único camino de Vida, el único camino de Victoria. La Pascua será la radical afirmación de este hecho, pero para acercarnos a la celebración pascual debemos, ya desde ahora, abrirnos a esta afirmación clave del camino cristiano: la lucha es necesaria para llegar a la Victoria (a la fiesta).

Esta actualización del Evangelio puede concretarse en dos aspectos complementarios (o, si lo preferís en dos momentos dialécticos). El primero es el de la búsqueda, el de "ver" profundamente, más allá de la dura realidad de cada día, el aspecto también real pero escondido de vida, de victoria, de progreso, de realidad consistente, que hay en el camino de fidelidad al único Señor, Dios. También nosotros debemos buscar momentos en los que la realidad se nos "transfigura" para ver en nuestra lucha de cada día la "gloria" de Dios. (La eucaristía de cada domingo debería ser uno de estos momentos).

Pero ello no nos puede hacer olvidar que la realidad habitual no es una realidad transfigurada. Que al monte se sube un día.

Pero que es en la realidad dura, oscura y roma de todos los días donde hay que hacer el camino, donde se encuentra el Jesucristo cotidiano (no transfigurado) que es el Jesucristo real, donde actúa su Espíritu. Construir chozas fuera de la realidad es una tentación de Pedro, de la Iglesia y nuestra.

La Cuaresma es también una llamada a vivir cristianamente en la realidad (ambas cosas: "cristianamente" y "en la realidad"). Una realidad que es el mundo de cada uno, ahora, aquí.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1975/04


6. VOCA/LLAMADA. A-D/GRATUIDAD

Hay palabras amables y palabras temibles; pero acaso la palabra que a cada uno resulte más atractiva sea su propio nombre personal. Si en medio de una multitud alguien nos llama desde lejos, parece que nos rescata de la masa anónima; que al darnos un nombre nos da una identidad; que nos da su atención, su interés y, acaso, su amor y su amistad.

Dios nos amó y nos llamó el primero. Eternamente nos llamó a la existencia, no sólo en general, sino en particular, a cada uno de nosotros, con nuestro nombre y circunstancias. A los cristianos nos llamó, además, a la fe, por medio de la Iglesia. El bautismo fue la manifestación sacramental y eclesial de esa vocación, que nos convertía de hijos de los hombres en hijos de Dios por JC. Nuestra vocación fue una convocación, una llamada a la Iglesia, que quiere decir "elegida", "llamada", "convocada", "reunida".


7. VOCACIÓN

Yo no soy flor nacida para todos los vientos
ni camino perdido para todos los pasos.
Yo no soy pluma suelta de destinos y acasos
arrojada a los aires cual despojo maldito.
Yo he nacido a la sombra de un mandato infinito,
de un misterio fecundo,
donde en letras de estrellas mi sendero está escrito.
Yo he venido a la vida con un nombre bendito.
Yo no soy hospiciano de las patrias del mundo.

J. Mª. PEMAN


8. EXPERIENCIA/FE.

El astronauta Jeff/Hoffman, durante su misión de abril de 1985, leyó desde el espacio este pasaje del surrealista ·Daumel, escrito en la década de los veinte: "No se puede permanecer en la cumbre eternamente; hay que descender de nuevo. Por eso, ¿qué sentido tiene preocuparse por el primer puesto? Precisamente por eso. Lo que está arriba no sabe lo que está abajo, pero lo que está abajo no sabe lo que está arriba. Uno escala, ve, desciende. Luego, ya no ve nada más.

Pero ha visto. Hay un arte de conducirse a sí mismo en las regiones bajas por el recuerdo de lo que uno ha visto en las regiones altas. Cuando no se puede ver ya, se puede seguir sabiendo, por lo menos, que existen las cosas de arriba".

Totalmente de acuerdo. Es importante haber visto, saber que existen las cosas de arriba. Aunque ya no se vean. Creo que este texto de Daumel nos sirve para interpretar el mensaje de la Transfiguración.

Mª LUISA BREY


9. GLORIA.CRUZ. KENOSIS.

-Sentido global

El segundo domingo de Cuaresma no es la fiesta de la Transfiguración del Señor, pero este misterio está íntimamente vinculado en la liturgia romana a esta etapa del itinerario hacia la Pascua desde la formación de esta preparación de cuarenta días. El conjunto de las lecturas de este domingo del ciclo A se puede presentar como explicación de un doble itinerario: el del hombre hacia Dios y el de Dios hacia el hombre. La iniciativa, no obstante, en ambos itinerarios, pertenece a Dios: él es quien llama al hombre -Abrahán (1a lectura) y a nosotros (2a lectura)- con una vocación santa, hacia una bendición misteriosa. Él es, ahora, quien presenta a los hombres a JC, su Hijo, el amado, su predilecto, para que le escuchen y le sigan, y sean así partícipes de su gloria. El salmo es una súplica serena que contempla ambos aspectos del itinerario: el amor de Dios que acompaña al hombre en su itinerario de búsqueda, y la acción de Dios hacia el hombre liberándole de la muerte, fundamento de nuestra esperanza.

En el contexto cuaresmal, el itinerario del hombre subraya la continuidad con el tema del domingo anterior: estamos en el "tiempo" especialmente dedicado a rehacer nuestra vida cristiana; el itinerario de Dios hacia el hombre subraya la condición salvífica del misterio pascual.

-Análisis doctrinal del prefacio

Como en el domingo anterior, escogemos el prefacio como texto sintético. La interpretación que hace el prefacio de la transfiguración del Señor se encuentra vinculada estrechamente al nexo pasión-resurrección. En efecto, en los evangelios, la narración forma unidad con el bloque confesión de Pedro-anuncio de la pasión-transfiguración. Sería una visión banal interpretar la transfiguración como una compensación dada por Jesús a los discípulos ante el anuncio de la pasión. Como quien al leer una narración angustiosa, pasa directamente a las últimas páginas para ver si "acaba bien"... O como el seguro de un final feliz para un film de suspense. La transfiguración de Jesús es algo más profundo y salvífico.

El prefacio subraya dos cuestiones: una la revelación de la gloria de Jesús como clave de comprensión de su muerte; la otra, el carácter pascual, es decir, transitivo, del misterio de la salvación. Y ambas, además, encuadradas en el testimonio del A.T. y destinadas a los discípulos.

J/MU/SV.El hecho de la encarnación tiene su momento de máxima concreción en la muerte en la cruz. Es la "kénosis: "...actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz" (/Flp/02/07-08). Contemplando al Crucificado nadie diría que es el Hijo de Dios. Es este, precisamente, el escarnio que recibe Jesús en la cruz, anunciado en las tentaciones del desierto: "Si eres Hijo de Dios..." A esta insidia da respuesta la transfiguración: Sí, "¡éste es mi Hijo!". Es el anuncio de la respuesta que será la resurrección. A pesar que después de la transfiguración los discípulos continuaron con "Jesús, solo" pudieron contemplar, no obstante, algo de la realidad profunda de Jesús: su "claritas", su gloria. No es simplemente un hombre como los demás, Jesús; es el Hijo de Dios a quien hay que escuchar, porque el Padre lo ha enviado para revelarnos que nos ama. Si sólo fuera un hombre, su mensaje acabaría con una muerte injusta; pero porque es el Hijo, esta muerte es el acto supremo de fidelidad al Padre, la explosión del amor teándrico (divino-humano) que salva a los hombres.

Aquí encontramos igualmente el carácter pascual. La resurrección no es un premio por una "buena conducta" realizada por JC, hasta la muerte. Es la otra cara de la muerte en la cruz. "Se rebajó... por eso Dios lo levantó sobre todo...". Cuando el Hijo de Dios hecho hombre muere, la filiación divina resplandece en la humanidad asumida, y se convierte en comunicativa para todos los que creen en Él, y se incorporan a su tránsito: les concede "poder ser hijos de Dios".

-Aplicaciones

Una primera aplicación puede consistir en la comprensión misma de la persona de Cristo. La transfiguración nos indica el camino para hablar de Jesús: este camino nunca es perfecto mientras no llegue el anuncio de la condición de Jesús como Hijo de Dios. Una presentación de Jesús que quede centrada en su predicación, en el tiempo de su ministerio terreno, que no llegue a levantar el velo de la visibilidad para contemplarlo en su gloria, no sigue la pedagogía querida por el mismo Jesús en la transfiguración. Una predicación que se acaba al pie de la cruz de Jesús de Nazaret, no es plenamente cristiana.

Una segunda aplicación, útil para iluminar nuestro camino de renovación cristiana: ¿qué sentido tiene la penitencia cristiana si no es el de hacer crecer en nosotros, por la acción de Dios, nuestra condición de hijos de Dios que es la "gloria" que llevamos "escondida" en nuestra vida mortal? ¿Y cómo hacer crecer esta condición, si no es potenciando nuestra comunión con el Hijo, por la Palabra y los sacramentos? Véase la oración colecta y la postcomunión, y el prefacio I de Cuaresma.

-Introducción a la Eucaristía La oración postcomunión, en el texto latino, habla de "gloriosa mysteria" refiriéndose a la eucaristía. La celebración eucarística de este domingo constituye una oportunidad para entrar a fondo en todo lo que significa la transfiguración en el camino cuaresmal de renovación cristiana: lugar privilegiado para escuchar al Hijo, toma de conciencia en la fe de nuestra condición de hijos de Dios por vocación santa, entrada real en la participación de la resurrección de Cristo por la participación de su Cuerpo glorioso...

PERE TENA
MISA DOMINICAL 1990/06


10.

El domingo de la transfiguración sigue al de la tentación. Esto es muy significativo... La tentación viene a colocarse al comienzo del camino del sufrimiento y acecha todo a lo largo de él. Trata de desviar al alma del camino de sus sufrimientos saludables. Si el alma logra superarla, consigue la salvación, que no es otra cosa que la contemplación del Señor transfigurado y la propia divinización unida a El. La tentación pretende esencialmente acortar el camino, alcanzar una transfiguración prematura apoyándose en las propias fuerzas; quiere pasar por encima de las etapas fijadas en dicho camino, quiere rehuir la cruz. Si cede a todo esto, viene la muerte y el abismo. En último término, la caída de nuestros primeros padres no fue otra cosa, y la misma tentación de Cristo no apuntaba sino a que manifestase prematuramente y de modo arbitrario la gloria divina que en El residía.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 265


11. I/TABOR:

El monte Tabor, que es la Iglesia

Ya no hay tierras santas ni lugares hierofánicos. Ya no hace falta subir a los altos montes o zambullirse en míticos ríos o viajar a lugares sagrados, consagrados por la tradición. Llega el día en que los verdaderos adoradores adorarán a Dios, no en Jerusalén, ni en Garizín, sino en espíritu y en verdad. Para encontrar a Dios no hay que escalar el cielo o acudir a los templos o lugares misteriosos.

Desde Cristo, Dios está en el hombre. Desde Cristo, Dios se hace presente en la reunión de los hermanos en la fe, a la que podemos llamar Iglesia.

La Iglesia es, pues, nuestro más cercano y más visible Tabor. Cierto que no todo lo que allí encontramos es luminoso y santo. La Iglesia tiene aún mucho de Sinaí y del monte de las tentaciones. Es también monte Calvario. Pero en la Iglesia hay también experiencia de Dios, presencia de Cristo, dinamismo del Espíritu. En la Iglesia se recogen y actualizan las palabras de Moisés y los profetas, se escucha la voz del Padre y nos envuelve la nube misteriosa. En la Iglesia se renueva la transfiguración, se enciende la esperanza y se contagia la alegría. En la Iglesia toda transformación es posible, el cambio es necesario y se afirma la trascendencia. En la Iglesia hay verdad y certeza y amistad. En la Iglesia está Cristo resucitado, el Hijo bien amado y el derroche del Espíritu, que nos llevan al Padre. La Iglesia, Tabor de las revelaciones y transfiguraciones, el monte de la luz, de la palabra y del amor. Entonces es claro que también nosotros podemos «estar con El en el Monte Santo» (2P. 1,18).

CARITAS
UN CAMINO MEJOR
CUARESMA 1987.Pág. 38


12. El Tabor de nuestro tiempo

Pero, ¿dónde, en qué país de la tierra se encuentra hoy este monte bendito? No es ya un lugar geográfico. Es un lugar humano. Donde quiera se reúne la comunidad creyente, hay un Tabor. La Iglesia es el Tabor de nuestro tiempo. En la Iglesia, en la comunidad puedes encontrar a Jesús y escuchar su palabra; puedes relacionarte con los profetas y los santos; puedes dejarte envolver y transfigurar por la nube del Espíritu y puedes encontrar energía para transformarlo todo.

No se trata sólo de remotas posibilidades. Son experiencias que se dan constantemente. Vemos cada día cuántos se convierten y transfiguran en el Señor. Encontraron la fuerza para dejar sus viejas costumbres y llegar a ser hombres nuevos. Encontraron multitud de hermanos. Encontraron la paz que buscaban y la fuerza para ser testigos de esta luz santa, «hasta que despunte el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana» (2P 1,19).

«Nuevos Tabores»

Hay también otra clase de montes santos. Son los miembros dolientes de la humanidad, los pobres y pequeños, en quienes Cristo te espera para transformarte y para transfigurarlos. Y con los grupos humanos que luchan por la paz y la justicia. La Escritura Santa

Y monte santo son también las Sagradas Escrituras. Hasta ellos has de acércate si quieres alcanzar la transfiguración.

CARITAS
PASTOR DE TU HERMANO
CUARESMA 1986.Págs. 35 s.


13. MONICIÓN DE ENTRADA

Hermanos: el domingo pasado considerábamos un aspecto importante de la existencia humana: la seria tentación y el poder de la muerte. Todos los días vivimos bajo la amenaza de morir como hombres auténticos, como cristianos sinceros, como pueblo de Dios. La liturgia de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta la otra cara de la vida: también Dios nos tienta y trata de seducirnos para que vivamos total y plenamente. Poco importa cuál sea la imagen de Dios que tengamos; quizá ese rostro nos hable de temor, de amenaza o de castigos.

Hoy la palabra de Dios nos urge para que descubramos el verdadero rostro divino: rostro de vida y solamente de vida.

También veremos el rostro transfigurado de Jesucristo: la luz lo inunda como para que nuestra esperanza no decaiga. Si las apariencias son de muerte, la realidad es que nuestro objetivo supremo es vivir en la luz.

El evangelio de la transfiguración de Jesús es una invitación, no sólo a la esperanza, sino a la realidad de una existencia consagrada al crecimiento y a la transformación del hombre y de las estructuras sociales.

SANTOS BENETTI
CRUZAR LA FRONTERA. Ciclo A.2º
EDICIONES PAULINAS.MADRID 1977.Págs. 40 ss.


14. TABOR

El monte Tabor. La transfiguración. 
La nube envolvente de la dicha. 
La palabra de Dios afirmativa: 
Sí, hijo mío. 
La muerte y la pasión ya no importan. 
Si hay Tabor ¿qué importa todo? 
Un segundo de Tabor es suficiente 
para llenar la vida, 
para explicar la vida, 
para explicar la muerte. 
Una ráfaga de su blanca luz 
ilumina todas las noches, 
aun las más tristes. 
Un poco de Tabor es lo que pido, 
sólo un pequeño chispazo 
sobre la tristeza 
y el cansancio de mi corazón, 
un poco más de Tabor 
sobre la noche del mundo. 

CARITAS 1996-1.Pág. 52


15.

Al encarnarse, el Hijo de Dios tomó forma humana. El realismo del cuerpo de Jesús era sensible a los apóstoles y a cuantos vivían con él, porque la realidad del cuerpo se situaba a nivel de ellos, comprobable por la palabra, el trabajo, la comida, la alegría, el gesto, la mirada... Era a través de Jesús como el Padre nos transmitía sus intenciones.

Pero Dios no puede reducirse a la realidad humana comprobable mediante los sentidos. La divinidad se dejaba conjeturar a través de las obras y de la santidad de la persona. Algo sobrenatural intuían las gentes cuando exclamaban: "¡nadie ha hablado como este hombre!" (Jn 7, 46). Pero la afirmación palmaria de la divinidad de Jesús es el resultado de un largo proceso o de una súbita revelación del Padre (Mt 16, 17). La transfiguración es una súbita revelación de la gloria de la divinidad.

La transfiguración no es propiamente un milagro. Es más bien la momentánea interrupción de un milagro. El estado de la transfiguración hubiera sido el estado normal en Jesús, que es esplendor de la gloria del Padre.

Estamos destinados a ser transformados según la imagen de Cristo (Rm 8, 29). Nuestra transformación plena no llegará hasta el momento de la resurrección. Entre el ahora y el "entonces" la transformación se va operando lentamente en el hombre interior. Un día, Jesús transformará nuestro cuerpo de miseria en cuerpo de gloria (Flp 3, 21). Mientras tanto queda un largo caminar, un gran esfuerzo que realizar. Es lo que no comprendía Pedro cuando pretendía eternizar el momento de gloria del Tabor, que sólo se le había dado de manera transitoria. La vida le esperaba en los combates del llano, transmitiendo a sus hermanos sus propias experiencias.

Todo creyente es una persona que ha tenido una experiencia de Cristo. Esa experiencia debe ser luz en el camino y fuerza en el cansancio. Es también algo que hay que comunicar.

GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO 
NUEVAS HOMILIAS/A
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1986. Pág. 49-50


16.

Al leer este texto del evangelio, siento la impresión de estar ante un paradigma de oración. La primera es llevárselos aparte. Este retirarse de la actividad ordinaria lo hace Jesús en el Evangelio varias veces. Parece la clave de su transparentar a Dios. Si miramos a Jesús hombre como nosotros, nos daremos cuenta de la necesidad del tiempo y espacio de oración. En el momento de encontrar a Dios en gratuidad. Otros serán los tiempos de encontrarlo activamente.

Y se los llevó a una montaña alta. Subir es el proceso simbólico de acercamiento a Dios. En la montada surgen las Teofanías. Subir el monte Carmelo, nos decia Juan de la Cruz. Y subir es costoso, hace falta ascesis, dejar la impedimenta. Pedro, Santiago y Juan suben con Jesús. En esta soledad amigable, Jesús se transfigura. El que ora descubre quién es de verdad Jesús. El ámbito de la divinidad -lo blanco, la luz- inunda al hombre. Descubre cómo culmina la ley y los profetas en Él. El gozo del Espíritu trastorna a Pedro -al orante-. ¡Qué hermoso! A uno le gustaría estar siempre así. La tentación de evadirse del mundo acecha.

EI momento crucial de la oración esta en el escuchar a Dios. Él ya sabe qué nos apremia. No intentemos marearle con nuestras voces. Más bien es para escucharle, para afinar nuestro oído. Elías lo oyó en la brisa que apenas movía las hojas. En la oración vamos percibiendo la voluntad de Dios, crecemos en ganas de construir el Reino, logramos dar pa so a los gritos de los pobres, como Moisés.

Menos mal que Jesús se acercó, y tocándolos les dijo: Levantaos, no temáis. Las palabras de ánimo en el coloquio final son necesarias en toda nuestra vida. Ten confianza, no temas.

Si el movimiento primero fue subir, el que cierra el tiempo de oración es bajar del monte. Bajar a la vida a encontrarnos con el epiléptico, con el enfermo, el necesitado, el compañero que sufre de soledad o que, sin más, quiere pasar un rato charlando con alguien.


17.

LA BLANCA TRANSFIGURACIÓN

Aunque en Cuaresma se utiliza el color morado en las vestiduras litúrgicas, sin embargo, apoyados en el relato evangélico que se lee hoy, se puede decir que es un domingo de color blanco. Lo blanco evoca la inocencia, la alegría, la admiración. Es color de vida y de luz, opuesto al negro, color de tinieblas y de luto. Es significativo que el color blanco, con referencia a Cristo, no aparece durante su vida terrena, excepto en el momento privilegiado de la transfiguración; "sus vestidos se volvieron blancos como la luz", cuando en la cumbre del Tabor desveló su gloria. En esta teofanía, similar a la del Sinaí, Cristo brilló con luminosidad nueva. Los que serían testigos de la agonía en la noche negra de Getsemaní son los que ahora ven su gloria resplandeciente y blanca.

Al monte Tabor se le compara normalmente con el Sinaí, donde la irradiación fulgurante de Yahvé coronaba la montaña y volvió radiante el rostro de Moisés. Pero el monte de la Transfiguración hace referencia también al Calvario. Son dos cimas de glorificación, a las que hay que ascender. Quien quiera contemplar, como Pedro, Santiago y Juan, la gloria de Dios, tiene que subir como Cristo al Calvario de la fidelidad y de la entrega. La cruz es la gloria del cristiano.

Para que el hombre pueda transfigurarse y resplandecer tiene que escuchar al Hijo predilecto de Dios. Toda la Cuaresma es una escucha intensa de la Palabra que salva; imitando a San Pedro, el cristiano debería exclamar: ¡qué hermoso es vivir este tiempo de gracia y renovación, para bajar al valle de lo cotidiano pertrechados de una gracia y fuerza nueva! Así un día podrá subir al definitivo Tabor de los cielos después de haber caminado por la vida manifestando en todo la gloria de Dios.

Andrés Pardo


18. Para orar con la liturgia

Cristo, después de anunciar su muerte a los discípulos,
les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria,
para testimoniar, de acuerdo con la Ley y los Profetas,
que la pasión es el camino de la resurrección.

Prefacio


19.

Al igual que el primer domingo de Cuaresma, también este segundo nos insiste en la necesidad de encaminarnos hacia la meta de la Pascua. O, lo que es lo mismo, a salir de nuestra situación para acercarnos, e incluso adentrarnos en la de Dios.

El domingo pasado se centraba nuestra atención más en el primero de los polos: nuestra situación; y se subrayaba nuestra condición de pecadores. Este domingo, en cambio, se nos presenta con fuerza el polo de la meta: la Resurrección.

Por eso, el pasaje de San Mateo nos cuenta el acontecimiento de la Transfiguración. Como un anticipo de la gloria del Señor Jesús. Como un anticipo de la condición a que está llamado el discípulo, que, hijo en el Hijo, alcanzará la novedad de la vida del mismo Dios. Es un pasaje positivo y de ánimo. Sin duda, estimulante en este tiempo de Cuaresma. Pero, como siempre, es un capítulo "sincero", que no escatima la parte que a nosotros nos corresponde. Tiene lugar en el camino hacia Jerusalén (la Pasión está de fondo), después de haber anunciado lo que el Hijo del Hombre tenía que padecer (de nuevo, el sufrimiento), y, al final, se hace mención a la Resurrección del Hijo del Hombre (como final de la muerte).

No se puede llegar a la Resurrección sin pasar por la muerte. No se puede llegar a la gloria sin pasar por la Cruz. No se puede disfrutar la gloria sin la experiencia del sepulcro... No se puede llegar a la conversión sin el esfuerzo y la lucha personal.

Que oigamos la invitación del Señor: "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hcia la tierra que te mostraré", "Este es mi Hijo, el amado, el predilecto. Escuchadlo". Así avanzaremos hasta la meta de la Pascua.

M. EsparzaFernández


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Transfiguración, lo que Cristo es - P. Cipriano Sánchez LC