COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 17. 1-9

Paralelos:
Mc 9, 2-9  Lc 9, 28-36

Más comentarios en CUARESMA/02B

 

1. CR/ESCUCHA. GLORIA/CZ:

El relato de la transfiguración habría que leerlo junto con la página precedente (16. 13-28); efectivamente es la otra cara del misterio de Cristo: la cruz y la gloria. Leyendo las dos páginas juntas nos damos cuenta de que se convoca en torno al misterio de Jesús que se va precisando a todos los principales personajes en orden creciente: la multitud (16. 13), los discípulos (16. 16), Jesús (16. 21) y la voz celestial (17. 5). Y cada uno expresa su opinión: un profeta, el Hijo de Dios vivo, el Hijo del hombre que debe sufrir mucho, el Hijo amado.

Como en Marcos, también para Mateo la transfiguración cumple una función bien precisa en la progresiva revelación del misterio de Cristo y en el itinerario de fe del discípulo. Los discípulos ya han comprendido que Jesús es el Mesías y están persuadidos de que su camino conduce a la cruz. Mas todavía no consiguen comprender que su cruz (y la de ellos) pueda encubrir la gloria. Por eso Dios les concede por un instante anticipar la Pascua. Pero se trata de un anticipo fugaz y provisional; el camino que hay que recorrer sigue siendo el de la cruz. De hecho, los tres discípulos predilectos (Pedro, Santiago y Juan), llamados a ver por anticipado la gloria de Cristo son los mismos que dentro de poco, en Getsemaní, serán llamados a ver su debilidad. Todo esto es muy importante; sin embargo tenemos la impresión de que no es todavía el punto central, que se encuentra, en cambio, en las palabras de la voz ("Este es mi Hijo amado") y en el mandato: "Escuchadle". Todo el resto sirve de algún modo de marco. De hecho la escucha es lo que define al discípulo.

La palabra de Dios se ha hecho manifiesta en las palabras y en la existencia de este Jesús que va camino de la cruz. No es una palabra que transmita nociones de cualquier tipo. Cuenta quién es Dios, quiénes somos nosotros y cuál es el sentido de la historia en la cual vivimos. Por tanto una palabra que indica lo que debemos hacer, la regla a seguir. Sólo queda escucharla con el corazón atento, con obediencia y conversión.

Habiendo visto a Elías y a Moisés al lado de Jesús, los discípulos se preguntan qué puede significar aquello en relación con la concepción popular de la vuelta de Elías (17. 10). En realidad, los rabinos hablaban, probablemente basándose en algunos textos del A.T. (cf. Ml 3. 23-24; Si 48. 10-11), de la vuelta de Elías. La respuesta de Jesús llama la atención sobre dos cosas: la primera es que, ciertamente, Elías debe volver, pero que su vuelta se ha realizado ya con la venida del Bautista; y la segunda, que el Bautista fue tratado "como han querido" tratamiento que prefigura la suerte que a él mismo le espera.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 177


2. VD/J-NO-LEY.

La narración tiene el formato típico de teofanía (similar a la de Sinaí): los seis días de preparación, la montaña, la nube, la voz de Dios, el temor de los testigos y la luminosidad de Jesús como un nuevo Moisés.

Dios revela a las columnas de la Iglesia, germen de la comunidad futura, el sentido de la persona de Jesús como nueva ley y llama a su seguimiento. Como un nuevo Sinaí, la ley personificada en la persona de Moisés y los profetas en la de Elías, ceden el paso a la palabra de Dios encarnada que será el definitivo camino verdadero y viviente. La voz llama a su seguimiento: "¡Escuchadle!". Dios ratifica las palabras y vida de Jesús. La voluntad de Dios no está ya en la ley de Moisés, sino en la persona de Jesús. Por eso el predicador del Padre se convierte en objeto de la predicación de los discípulos.

Ningún escrito, ninguna tienda sagrada ni ningún templo podrán encerrar esta palabra. La propuesta de Pedro de construir tres cabañas está relacionada con la fiesta de las tiendas que se celebraba al comienzo del otoño y en la que cada familia habitaba durante siete días en chozas hechas de ramas entrecruzadas. Esta fiesta de recuerdo y esperanza tenía entonces un fuerte carácter nacionalista. Pero no era éste el verdadero sentido del mesianismo de Jesús.

Como en el caso de Abrahán, el llamamiento de Dios para salir de sí mismo y seguir a Jesús no se responde de una forma meramente intelectual o afectiva, sino que requiere también ordenar la vida conforme al Maestro. La conversión y el seguimiento se expresan en el compromiso. Por otra parte, ponerse sin medida en las manos del nuevo Moisés conduce, a través de nuevos éxodos o salidas de esclavitudes, hacia la plenitud humana. El discípulo y la comunidad serán guiados en esta dirección por el espíritu de Jesús que poseen tanto en los momentos de cruz como en los de gloria.

EUCARISTÍA 1990/12


3. J/MOISES. MT/PENTATEUCO. J/LEY FIESTA/TABERNACULOS 

La versión primitiva de esta relato, común a todos los sinópticos, presentaba, en un estilo apocalíptico, la transfiguración como un descubrimiento por parte de los discípulos de la personalidad de Jesús, figura escatológica y fuente de salvación (vv. influidos por Dn 10. 5-6: Mt 17. 2-9; por Dn 10. 9: Mt 17. 6; por Dn 10. 10: Mt 17. 7; por Dn 12. 4: Mt 17. 9). Más tarde fue interpretada esta perspectiva escatológica de Cristo en función del ritual de la fiesta de los Tabernáculos y de la entronización de un Mesías paciente que esta fiesta implicaba. Trataremos esta cuestión desde este punto de vista sobre todo en el comentario de Mc 9. 1-9 a)Posteriormente los redactores debieron de acentuar la relación entre la teofanía del Tabor (?) y la del Sinaí como para subrayar mejor los dos grandes momentos decisivos de la historia de la salvación: la alianza y la venida del Hijo del hombre. El paralelismo con Ex 19. 16-17; 24. 15-18; 40. 34-38; 34. 29-30, está efectivamente claro. Ya en el judaísmo, sobre todo a través de la fiesta de los Tabernáculos, era transportada la teofanía del Sinaí a la era escatológica (Is 40. 3-5; Za 14.; Ap 7. 9-17). Esta alusión a la teofanía del Sinaí y a la fiesta de los Tabernáculos no hacía, por lo demás, sino acentuar el carácter escatológico de la entronización del Mesías.

Mateo no tenía ya más que dar un paso para acentuar el paralelismo entre el Moisés del Sinaí y el Cristo de la transfiguración.

En efecto, ha montado su Evangelio partiendo de los cinco discursos de Cristo (en correspondencia con los cinco libros de la ley antigua). Cada una de esas partes agrupa algunos acontecimientos seguidos de un discurso. En la cuarta, que es la que ahora nos interesa, la sucesión de los acontecimientos (entre los que está la transfiguración) prepara el discurso del Señor sobre la vida futura de la Iglesia (Mt 18.).

Mateo se preocupa sobre todo por presentar a Jesús como el nuevo Moisés, legislador de la nueva economía. Espera convencer así a los judeo-cristianos de que la ley ha sido superada por la de JC. Por eso, al contrario que Mc 9. 4, Mateo nombra a Moisés antes que a Elías (v. 3). Es también el único evangelista que habla de la irradiación del rostro de Cristo (v. 2), en correspondencia con la irradiación de la figura de Moisés en el Sinaí (Ex 34. 29-35; 2 Co 3. 7-11).

Igualmente, la voz que habla desde la nube (v. 5) corresponde a la que se dejó oír en la nube del Sinaí (Ex 19. 16-24). La recomendación "escuchadle" (v. 5) evoca el anuncio hecho a Moisés de una futura réplica de sí mismo "al que tú escucharás" (Dt 18. 15). Además, contrariamente a Lucas y a Marcos, que citan únicamente el Sal 2: "He aquí a mi Hijo", Mateo añade algunas palabras tomadas de Is 42. 1: "En quien me he complacido" (v. 5), alusión al Siervo, "luz de las naciones" porque hace la voluntad de Dios. Finalmente, el hecho de que la transfiguración se sitúe al final de "seis días" (v. 1), contrariamente a Lc 9. 28, permite relacionar este episodio con la subida de Moisés al Sinaí (Ex 24. 16-18). En conclusión, por encima de su carácter escatológico, Cristo aparece como el nuevo Moisés, legislador del nuevo pueblo.

Recibe este título porque primero pasó por la obediencia al sufrimiento y a la muerte. El nuevo Moisés ha comenzado por obedecer personalmente a la ley que propone; contrariamente a Moisés, Cristo es un legislador que no se contenta con imponer una ley, sino que proporciona al mismo tiempo los medios interiores de corresponder a ella.

b)La transfiguración no pierde en Mateo su carácter fundamental de investidura mesiánica (cf. la alusión a la fiesta de los Tabernáculos, por ejemplo), sino que se especifica, si así puede decirse, en las prerrogativas magistrales de Cristo, nuevo maestro de pensamiento. Lo mismo que el Siervo paciente debió a su obediencia en convertirse en luz del mundo, así Cristo está habilitado para convertirse en el maestro del pensamiento y en el nuevo legislador del mundo porque ha sido el primero en someterse a la ley nueva que Él mismo trae, ley de amor y de renuncia (v. 9). Señalemos que este relato de la transfiguración introduce, en Mateo, el discurso del cap. 18, en el que Cristo establece los poderes mesiánicos en la Iglesia, confiriendo en particular a sus apóstoles el derecho a ser escuchados (Mt 18. 15-18), ese derecho que Él mismo ha recibido en su transfiguración.

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¿Cómo situar la obra de Jesús con respecto a la de Moisés? Como ha dicho Él mismo, Jesús no vino para añadir nada a la ley, sino que ha venido a cumplirla, llevarla a término. En la intención del primer legislador, la ley debía revelar los caminos de la verdadera fidelidad a Yahvé. En realidad encontrará su primer fiel, ejemplar, en Jesús. Él sitúa correcta y definitivamente en su lugar las relaciones entre la fe y la ley. La condición de ese ajuste no se verifica, por lo demás, sino sólo en Él. Sólo su humanidad, por pertenecer al Hombre-Dios, está habilitada para construir la fidelidad exigida por la verdadera alianza. Cumplida en Jesús, la ley se ha renovado en su contenido. El marco de la antigua alianza estalla bajo la presión de ese cumplimiento. Se abandonan los viejos odres por la fuente viva. La ley evangélica basada en el amor universal se dirige ahora a todos los hombres. Jesús no es ya en nada el esclavo de una ley exterior; la ley, grabada en su corazón, tiene como fuente íntima al Espíritu Santo. Según el anuncio de los profetas, la renovación del corazón introduce la ley nueva.

El misterio de la transfiguración lleva a comprender el ritmo pascual de la ley evangélica. La fidelidad de Jesús a la ley nueva toma un camino de obediencia hasta la muerte de cruz. No hay posibilidad de hacerse prójimo de todos los hombres sino haciendo entrega de la propia vida. Hay que enfrentarse a la muerte en su propio terreno para salir victoriosos de ella.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 70


4. PD/ESCUCHA.

"Escuchadle". Se trata probablemente del elemento central en el relato de hoy. Captar a Jesús no es fácil para los que somos religiosos. Nuestras concepciones religiosas pueden ser el gran obstáculo para entender a Jesús. Por eso, seamos humildes y aceptemos la invitación que el propio Dios nos hace de escuchar a Jesús.

A. BENITO
DABAR 1987/19


5.

El relato de la transfiguración resulta absolutamente incomprensible desde un historicismo literalista. Lo mandaríamos inevitablemente al campo de la fantasía o de la leyenda. Lo principal aquí es la teología y el mensaje contenido en la narración. Teología y mensaje que han utilizado como vehículo de expresión una serie de creencias procedentes del mundo judío. Entre ellas es preciso enumerar la aparición de Moisés y Elías, la voz oída desde la nube, el resplandor y la gloria. Una serie de detalles funcionales puestos al servicio de la finalidad perseguida por el evangelista: todo lo esperado para el futuro se ha hecho realidad en el presente, en la persona de Jesús.

Esta finalidad del evangelista se pone de relieve con los cambios que son introducidos en los relatos en relación a las creencias judías mencionadas: a) Moisés y Elías aparecen simplemente hablando con Jesús, no preparando la nueva comunidad de Yahveh mediante su predicación y milagros (como lo hacía la especulación judía, al hacer entrar en escena a estas dos figuras del Antiguo Testamento); b) La nube no cubre a todo el pueblo, sino sólo a los discípulos y las figuras celestes; c) la luz que transfigura a Jesús no es una manifestación masiva (al estilo de las manifestaciones de Yahveh); se centra en él e intenta presentarlo como el salvador de su pueblo y el juez de los incrédulos; en lugar de una manifestación a todo el pueblo, aquí se limita a los tres que pertenecían al círculo de los íntimos de Jesús.

El centro de gravedad de la narración recae en la afirmación siguiente: el transfigurado es la presencia de Dios entre los hombres. Los detalles mencionados son como otros tantos rasgos parabólicos que deben poner de relieve esa enseñanza fundamental. La consecuencia ineludible que de esta presencia de Dios entre los hombres se deduce, se halla expresada en la voz del cielo: ..."escuchadle". ¿Se acentúa la relación "discìpulo-Maestro? Por supuesto. Pero la intención del evangelista va más allá: la palabra de este Maestro es la última que Dios tenía que decir a los hombres (esto se hace comprensible desde los rasgos anteriormente mencionados). Y esta palabra oída por los tres "íntimos" debe ir comunicándose y trasmitiéndose a los demás. Ha surgido "el profeta" semejante a Moisés (Deut 18,15) a quien es preciso escuchar.

La diferencia en relación con los acontecimientos del pasado es también significativa: allí Moisés hablaba al pueblo, aquí "el Profeta" habla a los tres discípulos representativos del nuevo pueblo de Dios que debe surgir desde su predicación.

Jesús es el Maestro que habla y enseña a sus discípulos. Pero, al mismo tiempo, es el Señor divino, penetrado por la luz de Dios y envuelto en la nube (signos de la presencia divina).

Una realidad única con dos formas de existencia, la humana y la divina (posteriormente el magisterio y la teología lo formularán hablando de una persona y dos naturalezas). Nuestro relato, más primario y adecuado, presenta la unión de esas dos formas de existencia recurriendo a la transformación o penetración de lo humano por lo divino y a la afirmación de la voz celeste: "este es mi Hijo muy amado". El encanto y valor insuperables (desde luego no superados por ninguna de las descripciones teológicas posteriores) del relato está en la presentación extraordinaria que hace del protagonista: Jesús, que aparece normalmente en el evangelio como el hombre manifiesto y el Señor oculto, aquí es presentado como el Señor manifiesto y el hombre oculto. Dios quiso descorrer el velo tras el cual se esconde el misterio de Jesús. Los discípulos caen en tierra ante él. Es la actitud de adoración ante el Señor. Y el temor surge del pensamiento de estar ante Dios; un temor que es superado gracias a la presencia y la palabra de Jesús: "no temáis".

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1039


6.

Texto: Una indicación temporal precisa (seis días después) relaciona este texto con las afirmaciones precedentes, que hablan de la muerte, resurrección y venida gloriosa del Hijo del Hombre para reinar en la Tierra.

La ubicación en un monte alto no especificado nos sitúa en un contexto de epifanía o revelación, en línea con la tradición del Sinaí. La escena es, efectivamente, una revelación de la persona de Jesús a tres de sus discípulos.

La escenografía está en línea con las concepciones judías sobre la venida gloriosa del Hijo del Hombre para inaugurar los tiempos nuevos: resplandor, vestidos blancos, Moisés y Elías. Es de todos conocido que los judíos esperaban el retorno a la Tierra de estas dos personalidades inmediatamente antes de la venida del Mesías. Mateo ha reforzado explícitamente esta perspectiva de final y de inauguración de los nuevos tiempos cuando sólo él entre los sinópticos escribe que el rostro de Jesús resplandecía como el sol. Así es como imaginan los judíos que resplandecerán los justos cuando llegue el Reino de Dios (véase Mt. 13, 43). También Mateo es el único evangelista que parece haberse servido del apocalíptico libro de Daniel a propósito de la reacción de los discípulos en el v. 6 y del posterior gesto de Jesús invitándoles a levantarse y a no tener miedo (véase la descripción del efecto producido en Daniel por la visión descrita en Dan. 10, 1-12).

En un contexto, pues, de revelación de Jesús como Hijo del Hombre que inaugura los nuevos tiempos, la voz del Padre ratifica esa revelación, a la vez que insta a los discípulos a hacer caso a ese Hijo del Hombre.

Otro dato a tener en cuenta en la redacción de Mateo es que este autor ha suprimido la nota negativa de desconocimiento de la situación por parte de Pedro. Este se dirige, además, a Jesús con el título divino de Señor, en vez del título de rabí o maestro que emplean Marcos y Lucas. En el Evangelio de Mateo sólo Judas Iscariote interpreta a Jesús como rabí (ver Mt. 26, 25, 49).

Comentario: Especulaciones sobre un futuro mejor las hacemos todos. Y es bueno que así sea. Pero estas especulaciones dejan de ser justas y buenas si conllevan una huida hacia adelante, descalificando el presente.

El fascinante texto que hoy nos ofrece Mateo es una invitación al ensueño, pero sin huir y asumiendo el presente. El Hijo del Hombre glorioso lo es en y desde su paso por el crudo realismo de la cruz. Todo mesianismo que no arranque del real presente son cantos de sirena sibilina. A nadie contéis la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado. Resucitar supone morir antes, dejar la piel en un presente que, aunque contradictorio, es generador de futuro, y por ello mismo, también glorioso, como glorioso es el futuro en que desemboca.

PRESENTE/FUTURO: Levantaos, no tengáis miedo al presente, porque el presente no es ninguna encerrona. El presente es duro, es crudo; pero es también semilla que da razón de la espera y la esperanza. La gloria del futuro está ya contenida en el presente. Algo así nos dice la voz del Padre cuando le oímos gritar a los tres discípulos: Este es mi Hijo amado. Escuchadle a él.

A. BENITO
DABAR 1990/18


7. GLORIA/NUBE/CRC:

Sabemos que es inexacto, en parte, decir que el Adviento «prepara» la Navidad; es mucho mejor decir que el Misterio de la Venida se «celebra» en un conjunto, el Adviento, que «culmina» en la Navidad y la Epifanía. De una manera un poco semejante, nos exponemos a perder una parte de la riqueza cuaresmal si pensamos que ella «prepara» la Pascua. El misterio del paso del Señor por la Muerte, la Resurrección y la Glorificación por nuestra salud, se celebra en un todo conjunto: Cuaresma, Pascua, Ascensión y Pentecostés.

Precisamente porque la representación del misterio pascual va completándose desde el principio de la Cuaresma, es por ello que el evangelio de este segundo domingo viene a completar la primera semana: la ascesis de cuarenta días, a la cual somos convidados, finalizará y recibirá su «retribución» en la glorificación pascual.

El misterio de la Transfiguración, al sernos presentado en esta segunda semana de Cuaresma, aparece fundamentalmente como el polo opuesto de la tentación (tema del primer domingo), como antípoda de la agonía y pasión del Señor en su duelo con el Mal. Muchos elementos en la Transfiguración subrayan la unión entre sufrimiento y gloria:

-Es interesante constatar lo que precede y sigue a la Transfiguración en el evangelio; en los tres sin6pticos la Transfiguración es precedida por la afirmaci6n del Señor: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mt. XVI, 24; Mc. VIII, 34; Lc. IX, 23); en Mateo y Marcos al relato de la Transfiguración sigue inmediatamente la afirmación de que el Hijo del hombre debe sufrir mucho (Mt. XVII, 12; Mc. IX, 12).

-Los tres testigos privilegiados son los que serán testigos de la agonía, momento en el cual el Señor rayará con la derrota en su lucha contra el Mal.

-Más aún: San Lucas, en su relato de la Transfiguración, precisa el tema de la conversación que Moisés y Elías (la Ley y el profeta) tienen con Jesús: «hablaban de su muerte que había de cumplirse en Jerusalén» (Lc. IX, 31): Todo lo que Jesús tendrá que pasar, su Éxodo («éxodos»: pasaje en griego), su Pasión, su Muerte.

-Finalmente, Jesús reconoce al final del relato que la Transfiguración es una anticipación, un poco anacrónica, «intempestiva». de su gloria al resucitar. Sin duda El lo quiso así para sostener en las horas difíciles a aquellos de quienes esperaba una particular fidelidad, aunque los tres sinópticos mencionan el silencio que deben guardar los privilegiados (Mt. XVII, 9; Mc. IX, 9; Lc. IX, 36).

El Éxodo era para los judíos el tipo de la prueba que tiene un término. Cuando los judíos, establecidos en la Tierra Prometida, conmemoraban el Éxodo, tenían muy presente los dos términos de la dualidad: Prueba-Recompensa. La fiesta de los Tabernáculos es referida a la esperanza mesiánica y las perspectivas escatológicas, tanto más que a la misma entrada ya realizada en la Tierra Prometida.

En efecto, la fiesta de los Tabernáculos era la que celebraba este Misterio: los judíos abandonaban momentáneamente el confort de la Tierra Prometida para vivir bajo tiendas de nómadas. Sin duda alguna, en la escena de la Transfiguración existen ciertas reminiscencias de la fiesta de los Tabernáculos. «HARALD RIESENFELD ha hecho notar que la Transfiguración presenta unos rasgos que parecen copiados del ritual de la fiesta de los Tabernáculos, como por ejemplo las tiendas de follaje que Pedro propone hacer y que significaban para los judíos de aquel tiempo las moradas de los justos en el reino mesiánico. Pedro quería significar con ello que habían llegado los tiempos mesiánicos, los de la manifestación del Mesías» (5).

Lo que aparece en la Transfiguración es el reflejo de la Gloria de Dios dentro de la humanidad, una vez que esta humanidad está enteramente poseída por Dios. La Gloria manifiesta ante nuestros ojos la riqueza íntima de Dios exultante y resplandeciente. Esta Gloria de Dios no puede ser vista por el hombre: "Todo el pueblo oía los truenos y el sonido de trompeta y veía las llamas y la montaña humeante; y, atemorizados, llenos de pavor, se estaban lejos. Dijeron a Moisés: Háblanos tú y te escucharemos; pero que no nos hable Dios, no muramos... El pueblo se estuvo a distancia, pero Moisés se acercó a la nube donde estaba Dios" (Ex. XX, 18-21). Dijo Yahvé a Moisés: "No podrás ver mi faz, porque no puede verla hombre y vivir... Ahí te pondrás conmigo sobre la roca. Cuando pase mi gloria, Yo te meteré en el hueco de la roca y te cubriré con mi mano mientras paso; luego retiraré mi mano y me verás las espaldas, pero mi faz no la verás" (Ex. XXXIII, 20-22).

La Gloria de Dios se manifiesta al mundo pagano bajo el velo de la creación: «La ira de Dios se manifiesta desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres, que en su injusticia aprisionan la verdad con la injusticia. En efecto, lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son conocidos mediante las criaturas. De manera que son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias" (/Rm/01/18-21). Para el pueblo elegido, la Gloria de Dios aparece ligada a la nube, que al mismo tiempo manifiesta y oculta: «Entonces la nube cubrió el tabernáculo de la reunión, y la gloria de Yahvé llenó el habitáculo. Moisés no pudo ya entrar en el tabernáculo de la reunión, porque estaba encima la nube y la gloria de Yahvé llenaba el habitáculo». (/Ex/40/34-35).

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 136 ss.


8. TABOR/EXPERIENCIA

El Tabor es una experiencia luminosa, espléndida; una manifestación de Dios en dicha y en gloria; una cercanía de Dios que conmociona y transfigura. Se le puede escuchar, se le puede sentir, casi se le puede tocar. Es una certeza tal de Dios que casi no es necesaria la fe.

Estas experiencias no son duraderas. Sería el cielo en la tierra. Pero las necesitamos tanto. La necesitaban los discípulos de Jesús, que deberían hacer acopio de luz, para cuando les llegara la noche, que sería bien cerrada. La necesitaba el mismo Jesús, que tenía delante el problema de la muerte, nada fácil de entender ni de aceptar. Nada fácil para el mismo Jesucristo. Y las necesitamos nosotros, porque muchas veces se nos apaga la fe, y porque nos pesa demasiado la vida. Necesitamos un anticipo de luz y de consuelo, aunque lo paguemos después.

CARITAS 1996-1.Pág. 52