SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA

2 Tim 1,8b-10: La gracia cristiana

Proclámese esta gracia. Ésta es la gracia de los cristianos donada por el hombre mediador, por quien padeció y resucitó, por quien subió al cielo, por quien llevó cautiva la cautividad y concedió dones a los hombres. Proclámese, repito, esta gracia. No disputen contra ella los ingratos... Reconozcamos que también es gracia el don por el que fuimos creados, aunque en ningún lugar leemos que se denomine así. En efecto, nos fue dada gratuitamente. Pero demostraremos que es mayor ésta por la que somos cristianos. Antes de ser cristianos no merecíamos ningún bien, y por ello se puede hablar de la gracia por la que fuimos creados cuando nada merecíamos. Si, pues, fue grande la gracia cuando nada merecíamos, ¿cómo será aquella otra cuando merecíamos tanto mal? Quien aún no existía no merecía bien alguno; el pecador, en cambio, merecía el mal. Aún no existía quien fue hecho; todavía no existía, pero tampoco había ofendido a Dios. Aún no existía, y fue creado; ofendió a Dios y fue salvado. Quien todavía no existía no esperaba nada, y fue hecho. Pero una vez caído esperaba la condenación, y fue liberado. Ésta es la gracia que nos viene por nuestro Señor Jesucristo. Él nos hizo; él nos hizo antes de que existiéramos; y una vez hechos y caídos, él mismo nos hizo justos, no nosotros a nosotros mismos. Si existe una creatura nueva en Cristo, la vieja ha caído y se ha creado la nueva.

Sermón 26,12