COMENTARIOS AL EVANGELIO

Lc 21, 25-28. 34-36

 

1. Texto. El ciclo litúrgico que hoy comienza nos va a familiarizar con Lucas, autor de un evangelio diferente de los de Mateo, Marcos o Juan, a pesar de contar con bastante material común.

El texto de hoy se sitúa dentro del recinto del templo. A la observación hecha por algunos sobre la belleza de este templo, Jesús contrapone el futuro de destrucción que le amenaza. Esta destrucción, sin embargo, no debe confundirse con la implantación definitiva y feliz del Reino de Dios, la cual estará precedida por un tiempo de protagonismo religioso no judío. En este punto entronca el texto de hoy.

Los dos primeros versículos describen un gigantesco cataclismo cósmico y el consiguiente pavor de la humanidad. El cataclismo es calificado como temblor de las potencias celestiales. Sigue a continuación la descripción grandiosa, pero escueta, de la llegada del Hijo del Hombre, que pondrá fin a las dificultades y sufrimientos de los cristianos comprometidos. "Se acerca vuestra liberación". La descripción de la llegada del Hijo del Hombre está tomada también de un libro apocalíptico como es el libro de Daniel. Por último, el texto se hace interpelativo: tened cuidado, estad siempre despiertos. La traducción litúrgica añade inexactamente una tercera interpelación: manteneos en pie. El texto original dice más bien lo siguiente: "Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y poder así manteneros en pie ante el Hijo del Hombre".

Lo que está por venir no se refiere al cataclismo cósmico, sino al futuro de dificultad y de sufrimiento que le espera al cristiano comprometido. Las dos interpelaciones van dirigidas a estos cristianos y quieren ser una invitación a vivir con la atención puesta en el reino de Dios por llegar y a no desfallecer a causa de las dificultades.

Comentario. Es conveniente recordar lo dicho hace un par de domingos a propósito de Marcos. También el texto de Lucas recoge situaciones e imágenes tomadas de la literatura profética y apocalíptica. Se trata de un lenguaje gráfico y metafórico, cuya verdad, por tanto, no hay que buscarla en lo que se describe, sino en lo que se trasluce y sugiere. No estamos ante la crónica de un futuro anunciado, sino ante la magia de un futuro mejor. Evocación y sugerencia no de fin de mundo, sino de fin de un mundo como el que hacemos.

El elemento central del texto es el pronombre personal plural "vosotros". Su referente son los discípulos, término que en Lucas es inequívocamente sinónimo de creyente o cristiano comprometido en la causa del Reino de Dios. Como le pasó a Jesús, también el creyente experimenta la incomprensión y la amenaza de los de dentro y de los de fuera. En una situación así es muy humana la tentación a desentenderse de todo, mandar todo a paseo y refugiarse en agentes inhibidores, llámense diversión, bebida o afán de dinero. El texto de hoy quiere ser una llamada de atención y una invitación al cristianismo comprometido. Una invitación a mirar en perspectiva de utopía. O quizá más exactamente: una palabra de ánimo y una confirmación de la esperanza que él ha depositado en el Hijo del Hombre.

DABAR 19


2.Lc/LIBRO:

Comentario: Con el nuevo ciclo litúrgico estrenamos también autor. Ya tendremos tiempo de ir familiarizándonos con Lucas, de descubrir su tacto exquisito, su interés por lo cotidiano y el detalle personal, su atención a los insignificantes y marginados. El ciclo litúrgico quiere que comencemos la andadura con la mirada puesta en el horizonte, hay una coincidencia de fondo y forma entre la descripción de este horizonte por parte de Lucas y de la de Marcos de hace dos domingos. Ambos se sirven del lenguaje figurativo, común en los profetas. Grandes cataclismos y angustias. A propósito de estas imágenes conviene recordar que sobre el origen y el final del mundo la Biblia no hace ninguna descripción científica sino que manifiesta lo que es importante para la salvación del hombre. Y lo que es importante para el hombre (éste es el fondo de las imágenes) es que la historia que éste construye no es buena, pero que no por ello es abocada a la fatalidad. Y no lo está gracias al empeño de Dios. ¿Qué mejor forma de expresar que caminamos hacia un mundo nuevo que hace saltar en añicos el mundo viejo? 

La Biblia es cualquier cosa menos un libro pesimista en lo referente al futuro del hombre. Lo que ocurre es que la salvación no espera del hombre, de ese hombre histórico con sus fracasos, mil veces puestos de manifiesto y siempre presentes, sino de Dios, o por lo menos del hombre que se apoya en Dios y le escucha. Expresión perfecta de este tipo de hombre es el Hijo del Hombre. El título mismo es evocador del alcance universal que Lucas le confiere al futuro. Cuando habla de las gentes se está refiriendo a la totalidad de la humanidad. Toda ella está llamada a la plena manifestación de su anhelo. Será la gran liberación. Anclado en lo humano y en lo divino el Hijo del hombre hace posible el ansia de liberación de la humanidad toda.

Cuando se camina es primordial saber que el camino conduce a alguna parte. Gracias al hijo del Hombre sabemos esa parte a la que el camino de la historia humana conduce. Pero así como la maleza del camino puede entorpecer o incluso ocultar la meta, así también las preocupaciones, agobios y crápulas (mejor traducción que vicios). Lucas, el evangelista del camino, dedica la segunda parte del texto de hoy a hacer una llamada a vivir conscientemente con la mirada puesta en la meta. No para tener miedo aquel día, sino para infundirnos ánimo y confianza en medio de las dificultades del camino. ¿No es acaso verdad que muchas veces vivimos como si la historia no tuviera rumbo ni sentido? Surge entonces la mentalidad del "carpe diem": aferrarse al presente porque no hay futuro o éste es problemático. ¡Manteneos en pie ante el Hijo del Hombre!, nos grita hoy Lucas. Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra gran liberación¡ Luchad por ella. ¡Qué gran necesidad de este grito tenemos en nuestros días!

ALBERTO BENITO
DABAR 1985, 1


3.

Contexto. Jesús está enseñando en el Templo de Jerusalén. En Lc.21, 5-24 su enseñanza ha versado sobre la relatividad de la historia judía. A partir del v. 25 la enseñanza versa sobre la relatividad de la historia no judía. Tengamos en cuenta que las expresiones gentil, gente, designan a toda persona no judía.

Comentario. Se distinguen dos partes. La primera es expositiva.

Se presentan unos hechos (vs. 25-27). A la vista de estos hechos se invita a adoptar una actitud. Segunda parte exhortativa (vs. 28. 34-36). Los hechos expuestos son: conmoción cósmica, angustia humana, presencia majestuosa del Hijo del Hombre. No se habla de desaparición sino de cataclismos. Se pinta una situación caótica de la que cabe esperar lo peor. Y, sin embargo, lo que aparece es una figura majestuosa. Habitualmente se interpretan estos hechos como fin del mundo en el sentido más literal del término. Creo que una tal interpretación no hace justicia a un texto en el que lo verdaderamente importante es la presencia majestuosa del Hijo del Hombre cuando toda esperanza humana parece haber desaparecido. No hay ni una sola página en la Biblia que trate del cosmos, de su origen o su final. La Biblia no es un libro de ciencia. Y sí, en cambio, no hay una sola página en ella que no trate del hombre, de sus esperanzas y desesperanzas. Esta es una de ellas. Frente a la desesperanza, la presencia gloriosa del Hijo del Hombre que devuelve lo que parecía imposible: la ilusión, la certeza de nuestros mejores sueños, es decir, de los sueños utópicos. Alzad la mirada. Estad atentos. No os encerréis y empobrezcáis en las cuatro paredes de una vida sin horizontes.

Huid de una vida miope, rastrera. Se trata de todo un programa, de toda una actitud que debe caracterizar a quien se diga cristiano.

DABAR 1982, 1


4. 

Lc. 21, 25-28 se mueve en el mismo ámbito de realidades que Mc.13, 24-27, comentado hace dos domingos. Vistos comparativamente ambos, el montaje de Lucas tiene un poder de sugestión y una fuerza dramática superiores al de Marcos. La angustia y miedo de unas gentes que corren enloquecidas, el estruendo ensordecedor del mar: nada de esto se encuentra en el relato visionario de Marcos.

El caos fantástico del final de la historia, nos remite al caos fantástico de los comienzos (Gen. 1,2), cuando la Palabra de Dios introdujo armonía, belleza y bondad. Al final de las historia volverá a resonar esa misma Palabra poderosa, pero entonces será la Palabra encarnada, Jesús de Nazaret. Y se producirá armonía y bondad; lo que Lucas llama liberación (v. 28). La humanidad dejará de caminar bajo el yugo de sus propias creaciones injustas, esclavizantes y angustiadoras. Será la nueva creación. Hablando con propiedad, no se tratará de un final, sino de la manifestación desvelada de la verdadera finalidad de toda la existencia humana.

Esta esperanza liberadora no es pasiva. Al contrario, está hecha de esperas activas, de vigilancia, de preparación. Este es el punto que desarrolla Lucas en los vs. 34-36 y que constituye la novedad del evangelio de hoy respecto al de hace dos domingos. La esperanza final debe nutrirse de esperas activas; de ahí la necesidad de evitar todo modo de existencia que impida la visibilidad del horizonte. Hay que vivir con la mirada alta y los brazos ágiles, y no encerrarse en el cuarto oscuro de la propia problemática sin perspectivas, un cuarto en el que cada uno va dando tumbos con ramplonería por falta de amplitud de miras.

DABAR 1976, 1


5.

En el anuncio original de Jesús, el acontecimiento del último día se concentró totalmente en el retorno del Señor. Ahora bien, en la primera comunidad, esta misma espera se fue clarificando en el sentido de que era precisamente su Señor glorificado el que había de retornar como administrador de la causa de Dios, para llevar a cabo un juicio de purificación y liberación de la creación, y, después, devolver a Dios el dominio sobre el mundo (cf. 1Co/15/25-28).

Así se resume, pues, la expectativa escatológica en la confiada figura del Señor. Los bautizados reconocerán al Hijo del Hombre, que vendrá sobre la nube (v. 27), revestido de la gloria del Señor, la cual -al contrario que las mismas nubes(v. 25s)- no producirá temor: ese temor natural que sobrecoja a las bautizados será vencido de inmediato por el amable (inspirador de confianza) acercamiento del Señor. Aquellos se pondrán en pie y levantarán su cabeza a la vista del poder salvador (v. 28).

Desde esa presentación hace el evangelio una llamada a la firmeza de la fe de los discípulos. Se exige, por tanto, que se atrevan a salir al encuentro de la gloria de Cristo y que, en unión a él, se mantengan firmes ante la magnificencia del suceso, es decir, ante la tremenda magnitud que cobra una confrontación con la poderosa actuación de Dios al descubierto (no oculta ya). El mantenerse firme y levantar la cabeza exige, a su vez, haber crecido y haberse fortalecido, lo cual se aprende precisamente en la "escuela del evangelio".

Adviento significa, por tanto, iluminar los "últimos acontecimientos" en la actual existencia de la iglesia y del individuo. Navidad no es más que un signo de promesa, una bondadosa predicción de lo que está por acontecer. Quien madure para comprender aquellas circunstancias, puede celebrar hasta infantilmente (con la sencillez que exige Jesús a sus discípulos) la fiesta de Belén. Por lo demás, oración y actitud de espera confiada (esperanza) preparan al discípulo para recibir "de pie" al Señor.

EUCA 1988, 56


6.

Este pasaje pertenece al "apocalipsis sinóptico" según la versión de Lucas. Para comprenderlo mejor, conviene recordar las características comunes a las tres versiones sinópticas.

De acuerdo con el género literario apocalíptico, utilizado ya frecuentemente en el A.T., se habla aquí de cataclismos en la tierra y en el cielo como señales que anteceden a la venida del "día del Señor" (cfr. Is 24, 17-23; 34,4) y a la manifestación sobre las nubes del "Hijo del Hombre". Las "potencias del cielo' son las estrellas, que los antiguos pensaban sólidamente clavadas en el firmamento.

El autor comparte la opinión extendida entre los primeros cristianos sobre la inminente venida del Señor. Con todo, distingue claramente entre la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo. Todos estos fenómenos en la tierra y en el cielo son señales del fin del mundo; pero, hasta que llegue este fin y después de la destrucción de Jerusalén, hay un tiempo indefinido, que el autor llama "tiempo de los gentiles": "Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles' (v. 24). Lucas piensa, lo mismo que Pablo (Rom 11, 11-32), que los gentiles reemplazarán al pueblo de Israel hasta que éste se convierta masivamente. Y sólo entonces será el fin.

El fin del mundo no es para los cristianos motivo de espanto, sino de una gran esperanza, pues entonces serán liberados definitivamente. Mientras la destrucción de Jerusalén se anuncia como un suceso previsible que dará tiempo a la huida (vv. 29-32), "aquel día" (o "Día del Señor") vendrá de pronto sobre todos los hombres y nadie podrá escapar. De manera que sólo se salvarán los que estén preparados, pues para ellos será un día de liberación. Para destacar el carácter repentino de este magno acontecimiento, Lucas lo compara a un "lazo" o trampa de cazador; más exactamente, a la losa que cae sobre los pájaros cuando están comiendo tranquilamente el cebo. Otro símil utilizado por Mateo (24, 42-44) es el del ladrón que horada el muro de barro y entra en la casa cuando sus habitantes están dormidos. También Lucas, en otro lugar, nos dice que "el Hijo del Hombre vendrá cuando nadie lo espere", como un ladrón en la noche (Lc 12, 39s). Por esta razón Jesús exhorta a sus discípulos para que vigilen y estén preparados.

VICIA/QUÉ-ES:Que el objetivo del "apocalipsis sinóptico" no sea otro que llamar a la vigilancia y, consiguientemente, a la oración, está claro. De ahí que Mateo se extienda después con una serie de parábolas alusivas a la vigilancia (como aquella tan conocida de las vírgenes fatuas y las prudentes). Vigilar es estar atentos a lo verdaderamente importante y decisivo, cuando todos nos empuja al despiste y al aturdimiento, al sueño. Vigilar es tener los ojos muy abiertos en medio de la noche. El que vigila está en pie, siempre "de puntillas" por la esperanza, a la expectativa de lo sorprendente, de la sorprendente venida del Señor. Esto es también fijarse en las señales o signos de los tiempos, responder en cada momento y situación a las concretas exigencias del evangelio. La esperanza cristiana no es simplemente estar a la espera, no es aguardar, sino preparar los caminos para la pronta venida del Señor.  ESPERA/ESPERANZA

EUCARISTÍA 1982, 54


7.

Jesús se expresó en las imágenes de la apocalíptica judía. Lo mismo hizo la comunidad primitiva. En los sinópticos hay una evidente evolución en el contenido de las afirmaciones escatológicas.

En Marcos se siente el entusiasmo escatológico de la primera comunidad. En Mateo la época de la Iglesia es ya más larga y en Lucas el fin se traslada a una época lejana porque la etapa de la Iglesia apenas ha empezado. Los sinópticos no intentan descubrir el fin del mundo, sino exhortar a la perseverancia. Lucas insiste en la vigilancia para no dejarse absorber por las preocupaciones terrenas.

El discurso sobre la parusía, en Lucas, tiene un carácter mucho más parenético que en Marcos. En el centro del discurso hay una apremiante invitación a la constancia sobria y vigilante. Lucas no elimina la parusía, pero insiste en la disponibilidad. En este pasaje no se trata de apocalíptica sino de escatología. MUNDO/FIN:Las imágenes apocalípticas se usan para afirmaciones escatológicas. La escatología significa simplemente espera y estructuración del futuro sobre la base del pasado. Es inexacto hablar del fin del mundo, sino el inicio del mundo tal como lo quiso y lo programó Dios. En lenguaje bíblico lo que llamamos fin del mundo habría que llamarlo "el futuro del mundo". Es la transformación del mundo, no su aniquilación. El mundo es el lugar de la encarnación de Dios. Es evidente que la creación y la redención no actúan la una contra la otra, sino la una en la otra... Hay que tomarse este mundo en serio. Dios se lo ha tomado tan en serio que le dio a su propio Hijo (Jn 3,16).

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 23


8.

Este pasaje hay que situarlo, lo mismo que los dos evangelios anteriores (ciclos A y B), dentro de ese difícil contexto del anuncio de la ruina de Jerusalén. Sirviéndose de los términos habituales de la apocalíptica y de la escatología judías para describir esa caída, el Señor atribuía a ese acontecimiento la amplitud misma de cumplimiento de los últimos tiempos.

a) El pasaje de este día sigue inmediatamente a la descripción del asedio de Jerusalén (vv. 20-24). Todo sucede como si se tratara de una catástrofe cósmica que trastorna incluso los astros y sume a los hombres en la mayor confusión (vv.25-26). Era un procedimiento clásico de los apocalipsis judíos describir la ruina de una ciudad como un "Día de Yahveh" que llevaba consigo catástrofes de orden cósmico (Is 24, 10-23; 13, 6-10; Jer 4, 23-26). Así, después de Babilonia, Samaria, Gomorra y otras muchas ciudades paganas, Jerusalén va a experimentar a su vez el "Día de Yahvé". Al comentar (más discretamente por lo demás, que el texto paralelo de Mateo) la descripción de la destrucción de Jerusalén mediante ciertas imágenes de orden cósmico, Lucas no pretende necesariamente anunciar el fin del mundo, no hace más que amoldarse al género literario de los apocalipsis para decir, tan sólo, que la caída de Jerusalén será una etapa decisiva en la implantación del reino de Yahvé en el mundo. La intervención de toda la naturaleza en el momento de la caída de Jerusalén sigue siendo un reflejo de una concepción bíblica que presenta el reino mesiánico como una nueva creación que pone en entredicho los fundamentos de la antigua (Jl 3, 1-5; Ag 2, 6; Is 65, 17). La caída de Jerusalén es, así, la aurora de una creación de nuevo cuño.

b) Después de haber subrayado la repercusión cósmica del hundimiento de Jerusalén, Lucas anuncia la "venida del Hijo del hombre entre nubes" (v. 27). Se trata, evidentemente, del misterioso personaje anunciado por Daniel (7, 13-14) y a quien se confiará el juicio de las naciones. Para Lucas, esta manifestación del Hijo del hombre-Señor de los pueblos coincide con la caída de Jerusalén. Se comprende mejor esta sustitución si se tiene presente que el templo era considerado precisamente como el punto de la gran concentración de las naciones bajo el imperio de Yahvé (Is 60) y que Cristo tuvo especial cuidado en atribuir esa prerrogativa a "aquel que viene" o a "aquel que viene sobre la nube" (Mt 21, 61-64; 23, 37-39). "Venir sobre la nube" designa un personaje aureolado por la gloria divina: los cristianos aplicarán, pues, sin dificultad, esta expresión a Cristo resucitado. Cristo "viene sobre la nube" desde el momento de su resurrección, y todo acontecimiento que sirve para establecer su soberanía sobre el mundo es una nueva "venida sobre la nube" de aquel que ha adquirido todo imperio sobre el mundo, para ser siempre y hasta el fin de los tiempos "El que viene" (Ap 1, 7; cf. Ap 14, 14). Se puede, pues, decir que el tiempo de la Iglesia, inaugurada con la resurrección, y, más concretamente, el día en que la Iglesia se liberó totalmente del judaísmo, constituye la "venida del Hijo del hombre".

c) Después de haber hecho de la caída de Sión el acontecimiento inaugural de la nueva creación y que constituye una etapa importante en la "venida del Señor", San Lucas pasa a las aplicaciones morales. Se dirige en particular a la "generación" de sus contemporáneos (vv. 31-32) para enseñarla a ver en la caída de Sión un "signo" de la "proximidad" del Reino (vv. 27-31). Por lo demás, esa proximidad no es esencialmente de orden temporal, como si el fin del mundo fuera a producirse de inmediato; se trata más bien de una proximidad ontológica: en cada acontecimiento de la historia de la salvación y de la historia de los hombres, el Reino futuro está presente y se trata de aprender a descubrirlo. La vigilancia es precisamente la virtud de aquel que está bastante preocupado por la extensión de la soberanía del Hijo del hombre para descubrirla en germen en cada uno y "en todo". La caída de Jerusalén ha sido un jalón en la venida del Señor sobre la nube porque ha obligado a la Iglesia a abrirse decididamente a las naciones y a establecer un culto espiritual, liberado del particularismo del templo. Pero cada etapa de la evangelización del mundo, vinculada, por lo demás, a cada etapa de humanización del planeta, es también un jalón de esa venida del Hijo del hombre. Cada conversión del corazón, mediante la que el hombre se abre más y más a la acción del Espíritu del Resucitado y cuenta un poco menos con la "carne", es una nueva manifestación de esa venida. Cada asamblea eucarística, reunida precisamente "hasta que El vuelva" y beneficiaria de esa gloria y de ese poder del Hijo del hombre sobre la nube, es, finalmente, el jalón por excelencia de ese acontecimiento.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 30


9.

Esta es una parte del Apocalipsis sinóptico. Parece que aquí también se inspiran algunos de los mensajes que ayer u hoy nos llegan del cielo. Pero si lo traducimos en anuncio profético o evangélico, veríamos que el acento no se pone en la angustia, sino en la liberación; no en las potencias del cielo, sino en el Hijo del hombre, que está en el cielo. No es un mensaje de terror, sino de vigilancia y esperanza. Nuestro problema ahora no es el miedo, sino el conformismo, la despreocupación, el aturdimiento: «mente embotada» por el consumo de cada día.

El mundo no es bueno; por eso no podemos dormir hasta que no venga el Hijo del hombre, o sea, hasta que no se construya un mundo nuevo, hasta que todos los hijos de los hombres no se traten como hermanos.

CARITAS
UN DIOS PARA TU HERMANO
ADVIENTO Y NAVIDAD 1991.Págs. 24 s.


10. ACI DIGITAL 2003

34. Lo único que sabemos acerca de la fecha del "último día", es que vendrá de improviso. (Mat. 24, 39:"Y no conocieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la Parusía del Hijo del Hombre"; I Tes. 5, 2 y 4: "Vosotros mismos sabéis perfectamente que, como ladrón de noche, así viene el día del Señor. Mas vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón" y II Pedro 3,10: "Quien quiere amar la vida y ver días felices, aparte su lengua del mal y sus labios de palabras engañosas").

Por lo cual los cálculos de la ciencia acerca de la catástrofe universal valen tan poco con ciertas profecías particulares. Velad, pues, orando en todo tiempo (v. 36).