COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 1, 39-45

1. M/VISITACION.

Texto: La expresión inicial "en aquellos días" no es el habitual encabezamiento litúrgico, sino que pertenece al texto y hace referencia a Lc. 1, 36-37, donde el mensajero celeste ha ofrecido a María la maternidad de Isabel como señal de garantía de su propia maternidad. La expresión, pues, enlaza el texto de hoy con ese ofrecimiento. Nótese que María ha aceptado como suficiente y válida una garantía humanamente inviable. En Lc. 1,7, en efecto, Lucas ha presentado a Isabel como una mujer estéril y en edad de no poder tener hijos.

El texto comienza con María yendo al encuentro de Isabel. El autor tiene prisa por llegar. Nada es relevante hasta el salto de la criatura en el vientre de Isabel. Lucas había preparado cuidadosamente este momento desde 1, 15: ya desde el vientre de su madre estará lleno del Espíritu Santo. La situación es, en efecto, una eclosión del Espíritu. El salto de la criatura y el grito exultante de su madre son la expresión de esta eclosión. La razón es evidente: el Señor está aquí.

María y los lectores nos enteramos de ello de labios de Isabel. La atmósfera toda es de alegría y de júbilo. Isabel es toda palabra, en contraste con su ocultamiento anterior durante cinco meses (Lc. 1, 24) y con la mudez de su marido (Lc. 1, 22). Isabel es todo buena noticia. Sus últimas palabras son susceptibles de una doble interpretación, igualmente posible sintácticamente. La traducción litúrgica ha optado por la interpretación causal: ¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Particularmente me inclino por la interpretación completiva: ¡Dichosa tú, que has creído que se cumpliría lo que te ha dicho el Señor. Esta interpretación me parece más en consonancia con el contexto. Lucas, en efecto, ha relacionado expresamente el texto de hoy con la garantía ofrecida por el mensajero celeste a María.

La respuesta de María fue entonces de aceptación de la garantía ofrecida, a pesar de la inviabilidad humana de la misma. Lucas resalta ahora, por medio de Isabel, la aceptación de María: ha sido una aceptación de creyente.

Resumiendo: Lucas nos da la increíble buena noticia de que Dios es realidad humana y, a la vez, nos propone con vistas a su aceptación el modelo creyente de María. Comentario. Se ha dicho muchas veces: creer es hacer posible lo imposible. Hoy, una vez más, hay que seguir diciéndolo. Creer contra toda desesperanza, cuando la evidencia invite incluso a no esperar nada. 

¿La evidencia? ¿No habremos confundido esta palabra con pragmatismo interesado? Demasiado a menudo la evidencia es una simple cuestión de intereses egoístas. Cuando hay capacidad utópica los límites de la evidencia se hacen menos férreos y más fluidos e insospechados. ¿Y si la capacidad utópica humana tiene su fuente en Dios? Isabel felicita a María por este tipo de capacidad utópica. Dos mujeres, seres sin prestigio ni relevancia en la sociedad de entonces. Lucas gusta de convertir a los marginados en protagonistas de la aventura creyente. María, una marginada, es el modelo de creyente que Lucas nos propone imitar. Gracias a una marginada el Señor es realidad humana. ¡Gracias, María por haber creído!.

ALBERTO BENITO
DABAR 1988, 4


2.

Nota preliminar. La traducción litúrgica del último versículo es como sigue: dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá. Esta traducción es correcta con la sintaxis del original. Pero también lo es esta otra: Dichosa tú que has creído que lo que dice el Señor se cumple. En igualdad de posibilidades habrá que escoger la que responda mejor a la dinámica del texto. Y creo que es la segunda. Puede quedar así: Dichosa tú por haber creído en el cumplimiento de lo que Dios te ha dicho.

Comentario. -En realidad el texto de hoy no debería separarse del que leíamos el día de la Inmaculada. Veíamos entonces cómo María aceptaba que para Dios no hay nada imposible. Y concluíamos con la siguiente pregunta: ¿Podemos siquiera sospechar lo que Dios puede cuando encuentra un ser humano sencillo y abierto a El? Es decir, el de hace dos domingos era un texto abierto, pendiente de respuesta. Esta llega en el texto de hoy, cerrando lo que entonces quedaba abierto. Ambos forman, pues, una unidad de sentido dentro de una estructura de apertura y cierre.

El relato comienza de manera rápida, sin detenciones. En un momento el autor nos traslada de Nazaret a la casa de Zacarías, al sur del país. Lo hacemos acompañando a María, cuyo bagaje es su incondicional disponibilidad a Dios. He aquí la esclava del Señor. Ya en la casa el relato se hace saludo entre María e Isabel. El autor detiene en este punto el relato para decirnos que María es la Madre de Dios. La forma de hacerlo es absolutamente deliciosa: la criatura que lleva dentro Isabel salta de alegría. A partir de aquí todo es profusión, apoteosis, exaltación. Es el homenaje a María por haber aceptado que para Dios no hay nada imposible. ¡Dichosa tú por haber creído en el cumplimiento de lo que Dios te ha dicho! ¿Por qué no pensar que este homenaje a María es a su vez una invitación a nosotros los lectores? Una invitación a a ser seres humanos sencillos y abiertos a Dios. ¿Quién puede sospechar lo que acontecería si fuéramos así? De esta manera el texto adquiere nuevas e insospechadas aperturas de sentido y, con ellas, la posibilidad de que lo imposible siga siendo siempre realidad. ¡Qué bonita es la existencia cuando Dios es diáfano gracias a un ser humano permeable a El.

ALBERTO BENITO
DABAR 1985, 4


3.

Con excepción de la franja marítima, toda Judea es una región montañosa. Así que Lucas no facilita información precisa sobre el lugar adonde se dirigió María. Tampoco nos dice que María no emprendería ese camino con el propósito de comprobar lo que le había dicho el ángel y, por otra parte, tampoco parece probable que lo hiciera con el ánimo de atender a su prima en el parto, ya que el mismo Lucas sugiere que no estaba en casa de Isabel cuando nació su sobrino. Podemos suponer piadosamente que María sintió la necesidad de comunicar su gozo y compartir el de su prima.

Seguramente María se uniría en el camino de alguna caravana, puesto que José no parece que la acompañara (cf. Mt 1, 18). En todo caso, lo importante en este relato no es lo que sucedió o pudo suceder, sino lo que en él se anuncia, el mensaje evangélico. No olvidemos que los evangelistas no están interesados, en principio, en escribir una biografía, sino en la proclamación del evangelio.

El saludo de María provoca la respuesta maravillosa de Isabel que, entusiasmada, prorrumpe en alabanza profética bajo la acción del Espíritu Santo. Isabel ha reconocido en el hijo de María a "su Señor". Por eso llama a María la más bendita entre todas las mujeres. Si cualquier hijo es una bendición de Dios para su madre, mucho más lo será aquel hijo que es bendito delante de Dios y por quien han sido bendecidos todos los hijos de mujer.

En lenguaje bíblico se llama "visita" de Dios a su pueblo a la acción salvadora de Dios, a la intervención de Dios en beneficio de su pueblo. Dios, que ha visitado a su pueblo por medio de profetas, ahora lo visita definitivamente por medio de su propio Hijo. La familia del bautista es la primera que experimenta los efectos salvadores de esta visita: hasta el niño de Isabel salta de gozo en el vientre de su madre; el que había de ser su precursor nota ya la presencia del mesías tan deseado. Pero, como dice Juan evangelista, no todos recibieron con agrado la visita del Señor, el cual "vino a los suyos y los suyos no lo recibieron" (Jn 1,11; cf Lc 19, 42).

Isabel llama dichosa a María porque ha creído y no solo porque es la madre del Señor. Más tarde, Jesús, respondiendo a una mujer que bendice a su madre por haberlo llevado en sus extrañas, dirá que la verdadera dicha consiste en creer en la palabra de Dios y en practicarla (Lc 11, 27s). Y en otra ocasión afirmará que su madre y sus hermanos son todos los que creen en el evangelio que predica (8, 19-21).

EUCARISTÍA 1988, 60


4. M/ARCA-ALIANZA.

Los capítulos primero y segundo de Lucas tienen un fuerte sabor del AT, aunque no se cite explícitamente. Lucas combina aquí datos históricos con una profunda reflexión de la Escritura, actualizando los bíblicos del A.T. en función de una nueva situación, descubriendo nuevos valores en esta Palabra y actualizando en función del Señor Jesús lo que en el AT se refería al Señor Dios.

Así la escena de la visitación, que es la lectura evangélica de hoy, tiene como telón de fondo el traslado del arca a Jerusalén realizado por David (cf. 2 Sam 6,1-12). Ambos viajes -el del arca y el de María- tienen lugar en el territorio de Judá y provocan las mismas reacciones: alegría en los lugares por donde pasa el arca y alegría de Isabel, saltos de alegría de David y de Juan Bautista; el arca que sube hacia Jerusalén entra en casa de Obededom, permanece tres meses en ella y la llena de bendiciones, María entra en casa de Zacarías, permanece tres meses en ella e Isabel se llena del Espíritu Santo. No es el arca del Señor la que ahora sube hacia Jerusalén, sino "la madre de mi Señor" , la nueva arca de la alianza que lleva al Señor Jesús. David se considera indigno de recibir en su casa el arca, y por su parte Isabel exclama "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?" (recuérdese que Señor es un título mesiánico).

Esta relación profunda de la escena de hoy con la subida del arca hacia Jerusalén y la propia subida de María hacia la montaña de Judá, nos presentan ya la gran "subida" de Jesús hacia Jerusalén, uno de los grandes temas del evangelio lucano.

No podemos dejar de notar el paralelismo entre las palabras que Isabel dirige a María y las que se dirigieron a Judit (cf. Jdt 13, 18-19): "Bendita entre todas las mujeres de la tierra... y bendito el Señor Dios"; Lucas cambia "el Señor Dios" por "el fruto de tu vientre", estableciendo así una estrechísima relación entre ambos.

El encuentro entre las dos madres es, de hecho, el encuentro de Juan Bautista con Jesús. Juan queda "lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre" como se había anunciado a su padre Zacarías (cfr. Lc 1, 16) y por boca de su madre inaugura su misión anunciando ya al Mesías.

Finalmente, Isabel declara feliz a María porque -contrariamente a lo que hizo Zacarías- ella ha creído que se realizaría lo que la Palabra de Dios dijo: del mismo modo que la fe de Abraham inició la historia del pueblo de Israel, la fe de María inicia la etapa definitiva de la historia de la salvación. Y esta bendición queda situada en la línea de Lc 11,27: "Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan". FE/M-ABRAHAN  M/ABRAHAN.

JOSEP ROCA
MISA DOMINICAL 1979, 23


5.

La profecía se ha convertido en realidad. La anunciada madre del Mesías, la que lo traería al mundo en Belén, según Miqueas, entra ya en escena: ella con su hijo en las entrañas. El nacimiento del Mesías en Belén de Efrata nos lo describirá Lucas en el capítulo siguiente (donde también hará una referencia a la redención cuando se presente al Niño Jesús en el templo: 2,33-35). El Mesías y su madre, anunciados en el Antiguo Testamento, ahora son bendecidos en el Nuevo. (Algunos comentaristas creen ver en la escena de la visitación una realidad de lo que no sería más que la figura en el A.T.: la entrada del arca de la Alianza en Jerusalén (2 Sam 6). Pero quizás debamos decir que hay excesivo simbolismo).

Los tiempos nuevos han comenzado, la salvación y la paz anunciadas y tan deseadas están ya al alcance de la mano, De ahí que junto a la alegría y al entusiasmo se haga mención de la fe, la fe de María, heredera de la fe de Israel que ha sabido confiar en la promesa de Dios: "¡Dichosa tú, que has creído!". La fe ha visto el cumplimiento de las profecías, pero esta misma fe cree que va a darse aún un nuevo y más amplio cumplimiento: "lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".

María, madre del Mesías, mujer dichosa, junto con la gracia de Cristo que nos trae, nos da un ejemplo de fe, de alegría, de disponibilidad, de servicio. Ella, figura del Adviento, prepara el camino al Camino: empieza a preparar el camino que un día va a hacer Jesús, camino de generosidad y de entrega total, venido no a ser servido sino a servir.

JM. VERNET
MISA DOMINICAL 1982, 24


6.

"¡Dichosa tú, que has creído!": La alabanza hacia María es doble: como madre del Señor y como creyente. Quedan reunidas aquí las dos bendiciones que encontramos en Lc 11, 27-28: una en boca de una mujer sobre la maternidad y la otra de Jesús sobre los que creen. Igualmente se acentúan en toda la escena los aspectos de gozo y de felicidad como señales del nuevo tiempo mesiánico que empieza.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1988, 24


7.M/Arca Alianza

El relato de la Visitación es presentado por San Lucas siguiendo el mismo procedimiento midráshico que el Evangelio anterior (Lc 1, 26-38).

a) La idea evocada en este relato es la del traslado del Arca de la Alianza a Jerusalén (2 Sam 6, 2-11). En ambos casos, el viaje se realiza por el país de Judá hacia Jerusalén (v. 39; cf. 2 Sam 6, 2), da lugar a las mismas manifestaciones de alegría (vv. 42, 44 y 2 Sam 6, 2), e incluso a "danzas" sagradas (v. 44, en el que el Niño "salta" en el seno de su Madre: cf. 2 Sam 6, 12). La casa de Zacarías (v. 40) se convierte en la réplica de la casa de Obed-Edom (e Sam 6, 10) y María es fuente de bendiciones en ella como el Arca lo había sido antiguamente (v. 41; cf. 2 Sam 6, 11-12). El grito de Isabel al recibir a María (v.43) reproduce casi textualmente el de David delante del Arca (2 Sam 6, 9). Finalmente, María, lo mismo que el Arca, permanece tres meses en casa de su huéspedes (v. 56; cf. 2 Sam 6, 11).

Tras este simbolismo un tanto rebuscado se oculta la idea directriz de San Lucas: los hechos que rodean el nacimiento de Jesús dan cumplimiento al mismo tiempo a la profecía de Mal 3 y a la de las setenta semanas de Daniel. Dios ha enviado ya a su ángel al templo, bajo la figura de Gabriel, cerca de Zacarías (Mal 3, 1 y Lc 1, 5-25); ahora ya no queda más que el mismo Dios haga su aparición en su Templo (Mal 3, 2). La salida de María hacia la casa de Isabel es ya una etapa con la que María conduce a su Hijo hasta Judá; la segunda etapa será la subida propiamente dicha a Jerusalén en Lc 2, 22-38, que se termina con la presentación oficial del Niño en el Templo.

b) Si la evocación del Arca de la Alianza es, ante todo, la de la presencia de Dios en su Templo, no debe olvidarse del todo que el Arca conducía al pueblo al combate y que su evocación nos sitúa, pues, dentro de un contexto de combate que se hace más agudo todavía debido a la preocupación de Lucas por presentar a María bajo los rasgos de la mujer victoriosa de los enemigos. En efecto, el v. 42, en el que Isabel bendice a María y a su Hijo es la réplica de las aclamaciones dirigidas a Jael (Jue 5, 2-31) después de su victoria sobre el enemigo, y a Judit (Jdt 13, 17-18; 15, 9-10) después de su victoria sobre Holofernes. M/COMBATE M/VICTORIA.

Comparada con el Arca de la Alianza y con las mujeres guerreras del Antiguo Testamento, María aparece, pues, aquí, como la mujer que asegura a su pueblo la victoria definitiva sobre el mal e inaugura la era mesiánica en la que el pecado y la desgracia serán abolidos. María es la verdadera morada de Dios entre los hombres. Lucas la ha presentado así comparándola con el Arca o con Sión.

Dios no habita ya, pues, en un templo de piedras, sino en personas vivas. Al igual que María, cada cristiano es en el mundo signo de la presencia de Dios. Son las actitudes de su vida y sus compromisos, y no ya piedras sagradas, las que edifican la habitación divina sobre la tierra. Por profana que sea, la vida de un cristiano está ya ahora más cargada de presencia divina que un templo consagrado y que un Arca de la Alianza. La Eucaristía carga nuestras vidas de esa densidad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 159


8.

Los cc.1-2 del tercer evangelio están construidos en forma de díptico: dos figuras paralelas se entrelazan, la del Bautista y la de Jesús. De ambos se nos anuncia el nacimiento, se nos narra su nacimiento y circuncisión y se nos presenta su crecimiento. El fragmento que enlaza las dos anunciaciones con los dos nacimientos, es precisamente el de la Visitación de María a Isabel. Las dos madres se encuentran.

Isabel es símbolo del AT. Como las antiguas matriarcas de Israel se nos dice que es estéril y anciana. Sin embargo, es capaz de ser fecunda por la acción de Dios. El Espíritu Santo la llena de su presencia, como había llenado a Israel a lo largo de su historia, para reconocer la presencia del Señor que llega en María.

María es símbolo de la nueva Sión que es madre fecunda, que lleva al Señor en su seno y lo presenta a los que quieran recibirlo. Es la nueva Arca de la Alianza que contiene al que es la Palabra de Dios a los hombres. Ella se apresura en su paso y comunica gozo mesiánico allí donde llega.

Aquí resuena la primera Bienaventuranza de los evangelios: "Dichosa tú, que has creído". Por la fe de Abrahán dio inicio al pueblo creyente, por la fe de María inicia su etapa definitiva el pueblo de Dios. La fe de María está en el origen de la fe de la iglesia. Recordemos que los Padres de la iglesia afirmaban que María concibió no sólo físicamente a Jesús en su cuerpo, sino también en su espíritu y en su corazón.

La Creación y la Vocación de Abrahán contenían, en el AT, sendas bendiciones. Isabel pronuncia una bendición sobre María y Jesús que marca el final del AT y el comienzo del NT.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 1991, 17


9. M/VISITADORA

La Virgen es la primera en ser dignificada por el advenimiento divino; por eso se convierte para el resto de la humanidad en la "Visitadora". Aun antes de que Dios aparezca en el mundo en forma visible, lo trae la Virgen a los hombres hecho ya hombre en su seno. Viene Dios a ella, y en ella visita a la humanidad. Se procura un hogar entre los hombres a fin de facilitarles el vivir ellos en la Divinidad. La puerta por donde entra sin necesidad de abrirla es la Virgen. Así como se apareció a los discípulos en la noche de Pascua, de la misma manera va hoy a casa de Isabel con las puertas cerradas. No quiere mostrarse del todo ni aparecer ya en pleno día; se limita a asomarse a través de la puerta cerrada: "Está ya detrás de nuestros muros, mirando por las ventanas, atisbando por entre las celosías" (Ct/02/09). Sin embargo, Isabel, inmediatamente lo reconoce: "¿De dónde a mí tanto bien, que llegue a mí la Madre de mi Señor?, exclama Isabel.

Es un verdadero Adviento; la Virgen viene, llevando a Dios en su seno; la Madre de Dios viene, o sea, Dios mismo es quien viene.

Su presencia origina a la par temor y alegría; alegre sobresalto y santo temor, cosas ambas muy propias ante la aparición divina. Pero la alegría sobrepuja al temor: "Daba saltos de júbilo el niño en mi seno", afirma Isabel. Sin embargo, hay todavía otra señal que descubre la presencia de Dios: el espíritu humano es impulsado por ella. El Espíritu (Pneuma) de profecía se apodera del hombre, le abre los ojos interiores para descubrir el plan escondido de la redención divina y le desata la lengua en alabanzas al amor eterno: "Isabel se sintió llena del Espíritu Santo, y, exclamando en alta voz, dijo: Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre". A lo que responde María: "Mi alma canta la grandeza del Señor".

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 64 s.


10.

El Adviento cclebra la Venida mística del Señor a los corazones mediante la gracia de Cristo, del cual nosotros somos instrumentos. Esto es lo que nos recuerda la Visitación. A pesar del esfuerzo que representaba en aquel tiempo para una futura madre aquel viaje de más de cien kilómetros, María no duda en prestar sus servicios a su prima, de la cual supo que, a pesar de su edad avanzada, iba a tener las alegrías, pero también los cuidados de la maternidad. Un servicio fraternal es siempre para nosotros ocasión de llevar a Cristo. En el caso de María, esto fue auténtico, incluso materialmente, podríamos decir. Ella lleva a Cristo; ella santifica mediante la irradiación de Cristo, a quien lleva dentro de sí. También a nosotros se nos pide que irradiemos a Cristo mediante el ejercicio de la caridad fraterna. Esta irradiación puede ser real y eficiente independientemente, e incluso con anterioridad a todo testimonio hablado, a toda «predicación», a todo «sermón».

Para nosotros aquí se trata, pues, de "ser": ser hijo de Dios, penetrado de la vida divina; al «ser» Cristo, nosotros le irradiaremos. "To be or not to be, that is the question» (Shakespeare, Hamlet, III, 1); «ser o no ser», esta es la cuestión, la primera y principal cuestión para un cristiano.

Puede ser útil, e incluso necesario en ocasiones, dar testimonio expreso de nuestra fe, estar orgullosos de ella, predicarla; mas esto es un aspecto secundario. Anteriormente, por la simple presencia en el mundo de verdaderos cristianos, Cristo está allí presente, y El no puede dejar de santificar, de la misma manera que santificó a Juan Bautista en la Visitación.

Eligiendo entre «ser» y «parecer», es mucho más importante ser; y es que «ser» es ya una adquisición importante, una realidad apreciable; parecer sin ser, no es nada, es mucho menos que nada: es falsedad, fariseísmo.

Oración: Invitación a la plegaria silenciosa para que cada cual examine si su primera preocupación es más bien la de ser y no la de parecer, la de no parecer sino porque es y en la medida en que lo es. Recogimiento en silencio; oración del celebrante, por ejemplo en estos términos: «Ayúdanos, Señor, a «ser» tus hijos, a vivir en cristiano, a fin de que, por todo lo que somos, irradiemos a Cristo.

HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 31 s.


11.

María se puso en camino, y con buena marcha, al encuentro de Isabel, No iba a verificar las señales anunciadas. Ni mucho menos para contar su experiencia angélico-divina, movida por la vanidad. Iba para estas tres cosas: para felicitar, para compartir y para servir. Iba, como se ve, movida solamente por el amor. Por eso tiene prisas, porque el amor es fuerza quemante. La Virgen de la Visitación es la Virgen de la Caridad.

CARITAS
RIOS DEL CORAZON
ADVIENTO Y NAVIDAD 1992/91-2.Págs. 68


12.

Una vez recibido el anuncio del ángel y sabiendo que su prima también espera un hijo, María se dirige presurosa a su casa: los motivos serían ayudarla y pedirle consejo, pero de hecho la escena se convierte en un momento de gran celebración gozosa de la obra salvadora de Dios: la alegría rezuma en cada una de las frases de la escena. También se puede ver un cierto deseo del evangelista de señalar la primacía de Jesús respecto a Juan, cuestionada en algunos ambientes cercanos al primer cristianismo.

El viaje es sorprendente: una muchacha joven y embarazada atravesando sola Palestina. Pero tanto da. Es un gran esfuerzo para ella, pero mayores son las ganas de estar al lado de su prima y compartir la Buena Noticia. Y hay, sobre todo, una gran fuerza simbólica: María, procedente de las regiones del Norte, las tierras siempre en peligro de paganismo, se dirige a Judá, hacia el centro religioso, llevando con ella al Señor; ahora, la Jerusalén que tiene en su interior al Señor y de la que hablaba Sofonías el domingo pasado, ya no es una ciudad de piedra sino que es aquella joven de Nazaret, del territorio de Zabul6n y Neftalí (Is 8,23; Mt4,12-17).Realmente la manera de acercarse Dios a los hombres ha cambiado radicalmente.

El encuentro entre las dos mujeres muestra todo lo que comporta la llegada de Dios a aquellos que tienen ganas de verlo. Es el Espíritu el que hace descubrir la presencia del Señor a través de las sencillas realidades humanas que, por ellas mismas, no muestran nada de especial. Y, cuando se descubre, se produce la explosión de alegría: Juan Bautista en el vientre de Isabel representa aquí a todo el pueblo que esperaba la llegada del Mesías.

Isabel alaba a María por haber sido escogida por Dios, y alaba al Señor que está en sus entrañas. Y al final la vuelve a alabar pero expresando entonces, en una magnífica síntesis, la actitud básica del creyente que María representa: María es la que ha creído, es decir, la que ha sido capaz de fiarse de Dios y aceptar lo que ella entendía que Dios le proponía, por complicado que fuera; y por eso, y por complicado que todo pueda ser en el futuro, en ella y por ella se realizarán las promesas que Dios ha hecho (ella será la madre del salvador; por ella el mundo recibirá la salvación): el Magnificat que María proclama a continuación es la expresión de estos convencimientos.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 16