COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
So 3, 14-18a

 

1. 

* Situación histórica: -Tras la invasión de Senaquerib (año 701 a.C.), Judá vive una etapa de decadencia política y religiosa.

Durante el reinado de Manasés (698-643) no desaparece como reino, pero se ve obligada a pagar tributo al extranjero y a admitir el culto de los vencedores, incluso en el templo de Jerusalén (II Rey. 21, 4ss). Es una etapa de idolatría, corrupción social e indiferencia religiosa: "¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora...!; no confiaba en el Señor...; sus príncipes... eran leones rugientes; sus jueces, lobos a la tarde...; sus profetas, unos fanfarrones...; sus sacerdotes profanaban lo sacro..." (3, 1 ss.).

-Y en medio de esta densa niebla surge, a mediados el siglo VII a. C., una luz. Asur empieza a declinar políticamente (se predice la caída de Nínive) y en Judá, bajo la batuta del nuevo rey Josías (640-609), se inicia un movimiento de restauración política y religiosa (reforma de Josías y promulgación del Deut.).

* /So/LIBRO: Contexto: Sofonías, contemporáneo de Jeremías, colabora con Josías en la gran reforma religiosa. Una idea dominante aparece a lo largo de su corto libro: la gran catástrofe que se cierne sobre Jerusalén ("Día de la Ira"). El hombre ha de rendir cuentas a Dios y por eso invita a la conversión y penitencia mientras sea tiempo propicio; el final, un resto de Israel se salvará (2,7.9; 3,13). Sofonías cierra su obra con un oráculo de restauración al igual que otros muchos profetas (3,9-20: se ha dudado mucho de la autenticidad de estos versículos).

* Texto: -En forma de Himno, se invita a Sión al gozo y a la alegría: "grita, lanza vítores, festeja exultante" (v. 14). El miedo debe ser desterrado: "no temas", "no te acobardes"(vs. 15-16). ¿Qué es lo que ha ocurrido? Sofonías nos habla de una restauración, de una época dorada en Jerusalén que anula la anterior de humillación y corrupción.

-La Jerusalén humillada por tiranos (v. 15) y obligada a pagar tributo y rendir culto a los dioses extranjeros será el centro del mundo: tendrá fama ante los otros pueblos (v. 20), quienes, purificados, invocarán y servirán al Dios de Israel (vs. 9-10). Su nuevo amo será un rey y soldado victorioso: el Señor (vs. 15-16).

-Jerusalén rebelde, manchada y opresora (vs. 1-2) por la conducta denigrante de sus príncipes, jueces, profetas y sacerdotes (vs. 3-4) queda purificada con la presencia de Dios como rey y guerrero, garantía de prosperidad y eficaz protección para el pueblo (vs. 15 ss.; cfr. Ez. 48, 33; Zac. 8,23).

-La restauración reúne a los dispersos (v. 19) y deja un resto "que no cometerá crímenes ni dirá mentiras..." (vs. 12 ss.). Es tiempo de alegría, de la que participa el Señor (El "se goza y se alegra contigo", "se llena de júbilo": v.17). Y esa alegría acarrea la paz y la tranquilidad: el resto "pastarán y se tenderán sin que nadie les espante".

* Reflexiones:-Paz y alegría es también el mensaje de la carta de Pablo a los de Filipo. Y la razón es porque "el Señor está cerca". Sofonías habla de una paz y alegría para "aquel día"; sólo la espera de ese día hace que nuestro lúgubre y triste presente tenga algún sentido.

-El peligro de armas nucleares, las promesas políticas que no se cumplen, el miedo de los eclesiásticos al mensaje evangélico porque no se hace carrera, el fallo de muchos jueces que sólo atienden al lucro... ¿Dejan pastar al pueblo y que se tienda sin que nadie les espante? ¿Pueden estar alegres y vivir en paz? Por eso, como Sofonías, también nosotros esperamos ese día de la venida del Señor. Solo El puede traernos la auténtica paz y alegría.

A. GIL MODREGO
DABAR 1988, 3


2.

La presente lectura recoge casi totalmente la última parte del libro de Sofonías. Anticipando la salvación futura, el profeta entona un himno para celebrarla. El Señor reunirá a todos los elegidos en un mismo pueblo, y ya no habrá más divisiones en Israel (cf. Jr 3, 18).

El Señor barrerá de Jerusalén a todos sus enemigos y librará a la ciudad del acoso de los conquistadores. No habrá nada que temer, pues el perdón de Dios extirpará de raíz todos los males y cancelará todas las condenas que pesaban sobre su pueblo. Y en medio de una ciudad purificada, el Señor será el rey.

Eliminado el miedo que paraliza la vida, no habrá lugar para el desaliento y sí para festejar la alegría de vivir.

La fuerza de la ciudad será el Señor, plantado en medio de ella como un guerrero poderoso que la salva y la protege.

El amor del Señor hará maravillas en su pueblo, tanto que él mismo saltará de júbilo y se complacerá en su propia obra. El "Señor será como un esposo que se alegra con su esposa, Jerusalén (cf. is. 62, 5; Jr 2, 2; Os 2. 21-25).

EUCARISTÍA 1988, 59


3.

El libro del profeta Sofonías está motivado por una pregunta vital en un tiempo dramático: ¿Se interesa Dios por los hombres? ¿Tiene algo que ver con su historia? (cf. Sof 1, 12). La respuesta del profeta se desarrolla en el esquema clásico del hacer profético. Y así, tras el célebre tema del día del Señor, grande y terrible (1, 14-18), como advertencia a judíos y paganos, tras el rechazo de Jerusalén puesta a la misma altura que los extranjeros (3, 1-8), el profeta intuirá la persistencia de la fe en ese "resto" fiel a Dios (2, 1-3), los humildes de la tierra. Y por eso, al final (es nuestro pasaje), no puede contener un grito de triunfo futuro y de ardiente esperanza.

A lo largo de todo el AT se repiten palabras y situaciones que indican lo mismo: siempre hay hombres de esperanza que recuerdan lo último de la relación con Dios. Esta promesa tendrá pleno cumplimiento históricamente en el hecho de Jesús. La comunidad de creyentes de hoy tiene también en su seno a gentes que, con su vida, muestran la verdad de Jesús. Profetas para nuestro tiempo.

Tras las sombrías páginas anteriores, Sofonías describe ese amor y esa alegría que tocan incluso al corazón de Dios: él también se alegra de su propio triunfo en el hombre. Un tema que el NT desarrollará con diversos acentos. La justicia de Dios se identifica con su misericordia y el resultado es la alegría (cf Bar 5,9). Estamos en los umbrales del misterio, pero en lo nuclear de la realidad.

EUCARISTÍA 1991, 56


4. /So/03/08-20  RESTO/ISRAEL:

Los vv 14-18 son un himno jubiloso por la acción de Dios en su nuevo pueblo, el resto de Israel. En el AT el resto es la comunidad formada por gente humilde y sencilla y que, por tanto, confía en el «nombre de Yahvé» (12). Es el pueblo del Señor que de una manera u otra ha pasado por el crisol del exilio o de la tribulación. Durante la prueba o después de ella han visto que, a pesar de todo, Dios está en medio de su pueblo; se han dado cuenta de que a la infidelidad de los hombres responde Dios con una fidelidad siempre repetida, fruto de su amor; en el AT el amor y la fidelidad de Dios van con frecuencia juntos, como dos caras de una misma moneda.

Fidelidad, proximidad, preocupación por los demás, son en Dios dimensiones o manifestaciones de un mismo amor, único e inefable. «Salvaré a la oveja coja y recogeré a la extraviada» dice Dios, el Buen Pastor. Cuando en Mt 5,48 leemos que hemos de ser imitadores del Padre del cielo, tendríamos que afrontar una exigente revisión: ¿cuáles y cómo son nuestras fidelidades? ¿Y nuestras proximidades? (Hemos de hacernos próximos, cercanos, como el buen samaritano).

Dios cambia nuestro miedo irracional -y, si bien se mira, todo miedo es irracional- ("No temas, Sión. No te acobardes", 16) por la audaz actitud característica de los «pobres» de Dios. Pensemos, por ejemplo, en la de un Francisco de Asís, un Carlos de Foucauld y tantos otros que forman el «resto» desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo. Pero el resto definitivo del pueblo de Israel es solamente Jesús de Nazaret. Sofonías pone como algo típico del resto la humildad y la sencillez, que esperan en el nombre de Yahvé (12). La versión de los Setenta tradujo estas palabras de Sofonías por las griegas praús y tapeinós; son las mismas que el Evangelio de Mateo (11,29) pone en labios de Jesús: «Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón» (praús eimi kai tapeinós te kardía), y es el mismo Jesús el que hace participar a sus imitadores-seguidores de su radical confianza en el Padre: «No temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino» (Lc 12,32).

ARMENGOL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 772 s.


5.

Sofonías es un profeta que desarrolla su actividad durante el reinado de Josías (que reinó los años 640-609 a.C.). Probablemente actuó en los primeros tiempos de este reinado, cuando Josías era menor de edad y no había empezado aún su importante reforma religiosa.

Judá llevaba muchos años de gobierno infiel a la alianza: durante sesenta años, los gobiernos de Manasés y Amón habían llevado el servilismo hacia el imperio asirio hasta el punto de convertir el templo en un lugar de culto pagano; así habían conseguido prosperidad material, pero a costa de olvidar a Yahvé y promover a la vez la injusticia. Sofonías reacciona duramente contra esta situación, con oráculos contra Judá y Jerusalén y también contra las naciones paganas, anunciando "el día del Señor", en el que Dios actuará contra todos los infieles. Pero a la vez lanza una llamada al pueblo humilde y sencillo, el único que es capaz de volver al Señor.

El libro acaba con un anuncio de futuro, al que pertenece el fragmento que hoy leemos. El profeta, con visión universalista, empieza (3,9-10) anunciando que todos los pueblos volverán la vista hacia el Señor, pero en seguida se centra en Jerusalén y anuncia la salvación para un resto de fieles, "un pueblo humilde y pobre" (3,11-13).

Por eso, Jerusalén podrá volver a gritar de júbilo: aquí empieza el texto de hoy. El futuro es un futuro liberado y sin temor. Las amenazas de los imperios extranjeros que constantemente asedian Jerusalén llegará un día en que desaparecerán. Y es que el pueblo habrá vuelto definitivamente a Dios, y Dios estará en medio del pueblo, impidiendo cualquier desgracia.

El pueblo fiel del Señor cuenta con la fuerza de Dios y por eso, en toda circunstancia, "no desfallecen sus manos".

(Desde el punto de vista hist6rico, este texto y más aún los versículos siguientes (3,18-20) que no leemos, parece como si estuviera escrito después de la caída de Jerusalén, el año 587: hay quien dice que son un añadido al libro de Sofonías y otros, que el mismo Sofonías vivió hasta la caída de Jerusalén y los añadió; pero también podrían ser un anuncio profético genérico aunque de hecho resulta fácilmente aplicable a los hechos del exilio).

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 16