COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 35, 1-10

 

1. J/ADAN: PARAISO/VUELTA

Introducido en la primera parte del libro de Isaías, este poema pertenece, sin embargo, a un discípulo del profeta que, por lo demás, podría ser el Segundo Isaías. El tema de este poema es la vuelta al Paraíso. La venida del Salvador transformará el desierto en Paraíso (vv. 1-2, 6-7; cf Is 41. 17-20; 43. 20; 48. 21); todas las enfermedades serán curadas (vv. 5-6) porque el nuevo Reino no conocerá ya el mal: hasta la misma fatiga desaparecerá (v. 3).

El poema anuncia la abolición próxima de las maldiciones que acompañaron la caída de Adán: la fatiga del trabajo (Gn 3. 19), el sufrimiento (Gn 3. 16), las zarzas y las espinas del desierto (Gn 3. 18) no serán ya más que un mal recuerdo.

Esta vuelta al Paraíso, incrustada en los relatos de la conquista de la Tierra Prometida (Dt 8. 7-10), y, sobre todo, en los de la restauración del país después del destierro (Is 43. 18-21, etc.), perderá su carácter maravilloso a partir del N.T. No por ello deja de ser una realidad la vuelta al Paraíso, pero el nuevo Adán no pudo penetrar en él el primero, sino después de haber abolido la maldición mediante su obediencia absoluta a su condición de hombre, comprendida la muerte, acompañada de una fidelidad total a su Padre. ¡El cristiano cree todavía en la vuelta al Paraíso, pero sabe que su vuelta no se efectúa sino en la fidelidad a los múltiples paraísos que el hombre quiere reconstruir triunfando de la guerra, del hambre, del trabajo, y que no tiene, pues, aparentemente, ya nada de lo maravilloso que describe Isaías! Y, sin embargo, incluso con esa condición, todo sigue siendo maravilloso, porque todo sigue siendo don de Dios, un don que se traduce en el amor del cristiano hacia sus hermanos.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 89


2.

El hombre tiene que empezar por reconocer su desierto. Desde el Sahel al Nordeste, desde nuestros suburbios de chabolas a los hospitales psiquiátricos, la tierra es árida, la gente enloquece, las rodillas se doblan y la muerte impera como reina y señora. ¿Por qué es el desierto el lugar de cita preferido por Dios, sino porque él viene siempre como un manantial de vida y de renovación? Además, es preciso que el hombre se avenga a reconocer que necesita ser salvado, y que su pecado, hoy, ha convertido el mundo en un desierto abandonado a demasiadas ferocidades...

"Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis, mirad a vuestro Dios". Viene y mira con ternura a un miserable paralítico; pone en su rostro una felicidad sin fin. El hombre salta de alegría y da gracias a Dios. Vía sacra que Dios traza en nuestras tierras resecas cuando aparece el Hijo del Hombre. Su rostro es un manantial de vida para los pobres que él ama.

Hermano, ¿no crees que el desierto puede florecer tan pronto como el hombre mire al hombre con amor? ¿Van al fin la justicia y la paz a abrazarse "para alegría de todos los pobres"?

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 30


3.  /Is/35/01-10

La manifestación salvadora de Dios, pobremente definida en nuestras lenguas como «gloria», constituye la base para invitar al cosmos y a los hombres a una alegría total. Los exiliados necesitan consuelo, hace años que sufren el cautiverio de Babilonia, y el tiempo ha ahogado su coraje y apagado sus ilusiones. Este capítulo anticipa los grandes temas del llamado «Libro de la Consolación de Israel» (cc. 40-55). La salvación adquiere una fisonomía concreta: «Entonces se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa» (v 5-6).

Los evangelistas describen las obras de Jesús de acuerdo con estas imágenes isaianas (Mt 11,5; Lc 4,16-22, que cita Is 61,1s). Nuestro texto tiene como trasfondo el éxodo: Israel ha sido liberado de la esclavitud como lo fueron sus padres y, como ellos, tendrá que atravesar el desierto antes de entrar en la tierra de las promesas. El retorno del pueblo cautivo en Babilonia se transforma en símbolo de la felicidad de los últimos tiempos. La proximidad inmediata y última del Señor es fuente de alegría.

De esta alegría participa la creación reconciliada. En la visión isaiana, el cosmos y el hombre forman un todo inseparable. El universo no sólo manifiesta el dolor y la alegría, sino que también los comparte. La comunión del universo con el destino de sus habitantes se expresa con claridad de conceptos y eficacia literaria en Rm 8,19-22: «La creación otea impaciente aguardando a que se revele lo que es ser hijos de Dios; porque, aun sometida al fracaso (no por su gusto, sino por aquel que la sometió), esta misma creación abriga una esperanza: que se verá libertada de la esclavitud a la decadencia, para participar en la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Sabemos que hasta el presente la creación entera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de su parto». Los pueblos dejan en su suelo huellas de su destino; el suelo de Palestina llevará durante siglos el sello del drama de Israel. En esta tierra se concreta la continuidad de la historia. En esta tierra reposará la doxa del Padre, presentada a los pastores de Belén como la gran alegría para todo el pueblo (Lc 2,10).

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 446 s.


4.

En los momentos en que sintamos tristeza y depresión o cuando nos veamos en situaciones desesperadas, nos vendrá muy bien leer esta página de Isaías, profeta consolador. ¡Cómo necesitamos a los profetas!

Se anuncia un espléndido movimiento de restauración, como un maravilloso renacer, empezando por la naturaleza: el desierto será un vergel, todo lleno de flores bellas, dará gusto pasearse por el desierto y la estepa. Se pasa después a las personas y los pueblos: los apocados y abatidos, de rodillas vacilantes y espaldas curvadas, se levantarán firmes, decididos a las mayores empresas; los deprimidos rebosarán de santo orgullo y esperanza; los ciegos, sordos, mudos, cojos, se llenarán de salud y vida.

Esto no es un sueño. Es el anuncio de una realidad transformadora. "Dios v¿ene en persona". Y Dios es bendición y es gracia, lo deja todo lleno de hermosura y de vida. Dios es alegría. Al paso de Dios todo se renueva. Se acabaron los males y las tristezas. ¿No lo acabamos de creer? Si Dios viene, si Dios ha venido, ¿hay algo que temer?

CARITAS
LA MANO AMIGA DE DIOS
ADVIENTO Y NAVIDAD 1989.Págs. 55


5.

Contexto: Los cap 34-35 presentan una visión escatológica de dos escenas complementarias:

-a) Dios interviene en la historia humana trayendo la venganza sobre Edom (cap. 34). La cólera divina se ceba sobre la ciudad y sus habitantes, la espada "chorrea sangre", "su país se vuelve pez ardiente", los cardos y ortigas crecen en sus palacios que se convierten, de este modo, en guarida de chacales y crías de avestruz.

-b) Día de venganza sobre Edom, pero a la vez "año de desquite para la causa de Sión" (34, 8; cap. 35). El Señor en persona viene a liberar a su pueblo.

Texto: -El ambiente sombrío y escalofriante del cap. 34 se disipa dejando paso al gozo del cap. 35. La alegría es el "leit-motiv" de todo el texto: "regocijarse", "alegrarse", "gozo y alegría" (vs 1b.2.10), quedan excluidas toda pena y aflicción (v.10). Alegría que lo invade todo: la naturaleza como morada cósmica del hombre, la tierra árida ("desierto", "yermo", "páramo" "estepa" v.1) que recobra la lozanía, su vida ("florece" como las zonas fértiles del Carmelo, Sarión y Líbano, v. 2; cfr. Is 51, 19; 51, 3; Sal. 107, 35), al mismo ser humano.

-Este gozo y alegría se deben a la presencia divina que trae la liberación de los desterrados (vs. 2b, 4b). Las expresiones "manos débiles", "rodillas vacilantes", "cobardes de corazón" hacen alusión a todos aquellos seres que en sus manifestaciones externas (manos/rodillas) e internas (corazón) han dudado, tras el destierro, del poder divino. Todos ellos contemplan la manifestación liberadora del Señor, el miedo será desterrado y sus convicciones, externas e internas, adquirirán firmeza, madurez.

-Lo menos importante a los ojos humanos, como son la tierra árida (v. 1), los seres indecisos (vs. 3-4a), los mutilados (ciegos, sordos, cojos y mudos: vs. 6a) serán los primeros en participar del gozo y alegría traídos por el Dios liberador.

-Por la Vía Sacra del desierto (v. 8) avanzan los liberados por el Señor (v. 10), el destierro ha terminado y la vuelta a Sión resulta alegre (v. 10; cfr. Sal. 105, 43) ya que han sido liberados, como sus padres, de la esclavitud.

Reflexiones: -Los emisarios de Juan Bautista le pregunta a Jesús: "¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?" Jesús les responde: "Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia" (Mt 11, 4s). Jesús cumple la gran profecía de Isaías. El es el gran Liberador.

-Y entre la primera y la segunda venida de Jesús la Iglesia ¿sigue siendo fiel a su Maestro? ¿Se anuncia la buena nueva, la gran liberación a los más pobres, a los marginados, a los dejados de lado por nuestra sociedad? ¿Brilla en los ojos de los indecisos y mutilados el gozo y la alegría por el Dios que libera o más bien sus facciones se contraen en un rictus de tristeza y amargura? Repasemos el mundo y hagamos balance. La hora mesiánica no ha sonado aún entre nosotros, ¿de quién será la culpa? Lo fácil es echársela a los demás.

A. GIL MODREGO
DABAR 1992/03


6.

Hay una estrecha relación entre este breve e importante pasaje de la carta de Santiago y lo que acaba de anunciar amenazando a los ricos con el día de su "matanza", esto es, con el día del juicio de Dios. Pues los ricos engordan para la muerte, mientras los pobres han de esperar con paciencia la venida del Señor que les hará justicia. Ahora Santiago se dirige a los pobres y no simplemente a los cristianos.

Las víctimas de la explotación de los ricos, los pobres, a los que Santiago llama cariñosamente "hermanos", están en peligro de perder la paciencia y caer en la desesperación. Por eso les anima para que perseveren hasta el fin, hasta que venga el Señor.

La paciencia cristiana vive de la esperanza, y es una virtud activa que no debe confundirse con una resignación fatalista. El que espera no se amilana ante las dificultades y peligros, vive atento a los signos de los tiempos y procura sacar el mayor provecho de todas las ocasiones para acercarse cada vez más al reino de la paz y de la justicia. Esta paciencia de los pobres que esperan se parece a la que tienen los hombres del campo. Ellos saben esperar después de sembrar, ellos saben que vendrá el tiempo de la cosecha. No todo está en las manos del labrador, y el labrador necesita paciencia, pero sería estúpido esperar nada cuando nada se ha sembrado. Cierto que ha de venir la lluvia en otoño y sembrar la semilla, cierto que hace falta la lluvia más tardía, la de abril, para que grane la mies...; pero cuando la cosecha está a punto de siega, el segador no debe descuidarse en meter la hoz en los trigales. También los pobres que esperan el día del juicio, el día de la justicia de Dios, han de esperar con serenidad y paciencia, vigilando siempre, dispuestos a emplearse a fondo cuando llegue el momento oportuno.

Y mientras tanto, es preciso evitar las quejas, las murmuraciones y la crítica destructiva en medio de la comunidad. Nadie debe constituirse así mismo en juez de los demás y anticipar impacientemente un juicio que sólo puede hacer el que ha de venir, el Señor que está viniendo. Santiago da este consejo a los pobres que esperan, y se refiere a la necesidad de evitar entre ellos la discordia y la mutua condenación.

Después de este inciso sobre el recto comportamiento en la comunidad de los pobres del Señor, Santiago vuelve a recomendarles la paciencia. Ahora les presenta el ejemplo de los profetas que deben imitar. También los profetas padecieron persecuciones y sufrieron en su carne la fuerza de los poderosos de este mundo, pero supieron perseverar hasta el fin y anunciaron contra viento y marea la palabra de Dios. Nunca renunciaron a la esperanza. En el versículo siguiente se refiere a la paciencia de Job.

EUCARISTÍA 1980/58


7.

Este pasaje forma parte de lo que se llama "escatología del segundo Isaías" (c. 34-35) y es, a la vez, la continuación y la oposición del anterior capítulo: a la desolación de Edom y de las naciones se opone la transformación extraordinaria del desierto sirio por el que pasarán los israelitas liberados a la vuelta del exilio. Es el tema de fondo que se encontrará en el Deutero-Isaías (40-55). El tema del nuevo éxodo alienta la fe de las generaciones que están en el desierto. La esperanza en el reino, sociedad última y definitiva, anima el quehacer cristiano.

Dios tiene aquí un nombre que sugiere términos de alianza: "vuestro Dios". El profeta ejerce su gran don de la consolación: animar la fe y el entusiasmo de los que, por la circunstancias adversas, han caído. Dios suscita en nuestros días gente de este estilo, a la que haremos muy bien en estar atentos.

El camino de vuelta se presenta como el itinerario de una procesión solemne hacia Jerusalén (v. 10), en la que el mismo Señor toma parte y de la que son excluidos todos aquellos que no tienen los requisitos necesarios para una participación litúrgica (cf. 52, 1). Para acceder al núcleo de la esperanza, es preciso sintonizar con un estilo de vida según los criterios de Dios. O dicho de otro modo: todo deseo de esperanza lleva consigo un deseo de conversión.

EUCARISTÍA 1992/57


8. Los cc. 34-35 tienen unidad literaria y temática en forma de contraste. Juicio sobre las naciones, c. 34, y alegre noticia del nuevo paraíso y retorno de los redimidos, c. 35. Castigo y gracia están estrechamente unidos como dos aspectos de la misma realidad.

El desierto, con su fertilidad, será la expresión del poder creador de Dios y signo que invitará a Israel a confiar en el poder de Yavhé. Las amargas experiencias del destierro y el peligro constante de parte de los enemigos parecen haber arrojado sobre el pueblo un estado de indiferencia y de desesperación. Israel sufre porque Dios está lejos, escondido. Parece que Dios no se preocupa ya de su pueblo (Is 40, 27). Es más, lo ha entregado en manos de sus enemigos. El profeta se enfrenta con esta actitud y clama: "sed fuertes, no temáis. Yavhé viene en persona y os salvará".

Después describe la obra de la salvación sobre los enfermos y los débiles del pueblo: ciegos, sordos, cojos... Igual que no habrá tierra estéril ni desierto, así entre los hombres no habrá débiles ni enfermos. Al pueblo que se encuentra en una situación aparentemente desesperada, se les da una promesa de salvación. Pero esta promesa no se cumplió ni en el Antiguo ni en el Nuevo testamento. La situación en que se encontraba el pueblo del A.T. no es la misma que la que vive la Iglesia del siglo XX, pero también hoy hay manos débiles y rodillas vacilantes. No podemos contentarnos con dar a esta promesa un sentido espiritual. Dios promete ayuda en las necesidades espirituales y materiales. Hay que anunciar la misericordia de Dios a los débiles y oprimidos, sin olvidar las exigencias materiales. En la obra de la redención el centro de la acción de Dios es el hombre, y el hombre de hoy se debate entre la angustia y la esperanza.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986/23