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H O M I L Í AS

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DOMINGO II

ADVIENTO - CICLO C

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La situación actual de Palestina nos puede ayudar a comprender la palabra de esperanza que hemos escuchado en la 1. lectura. Porque además de las naciones enfrentadas entre sí (Israel por una parte, Egipto, Siria y los demás países árabes, por otra) hay una gente de la que a menudo se habla menos, que son los palestinos. Millares de palestinos (en su mayoría árabes pobres) que desde hace años viven expulsados de su tierra, sin poder exigir el retorno a su país. Ciertamente las dificultades para su retorno son grandes y una solución apta para todos es difícil.

Pero como pasa tantas veces, son los más pobres quienes son sacrificados en la dificultad.

a) Cuatro siglos antes de JC, el débil y pobre era entonces el pueblo judío. Y era Israel el pueblo oprimido, desterrado, que anhelaba retornar para reunirse en Jerusalén. También su situación parecía sin esperanza.

Para nosotros la cuestión interesante es ver cuál es la Palabra de Dios -expresada por el profeta- en tal situación: ¿es quizá sólo una palabra de resignación? Podríamos pensarlo, pero no es así. Tampoco un anuncio de una salvación milagrosa, que nada pide a los interesados. La Palabra de Dios es, por una parte, una palabra de esperanza, de una esperanza incondicional, ya que está basada en el amor de un Dios dispuesto a hacerlo todo por el pueblo oprimido. Pero es a la vez una palabra exigente para el pueblo: basta ya de lamentaciones estériles, es hora de poner manos a la obra. Cuando esto suceda, la liberación será una realidad en el esfuerzo del pueblo impulsado por una esperanza en Dios. Entonces caminará alegre hacia la patria deseada, símbolo de vida y plenitud.

b) SV/NECESIDAD: Este anuncio de salvación, de liberación, de plenitud, resuena también hoy para nosotros. Porque todos nosotros -nuestra sociedad- vivimos desterrados y oprimidos, lejos de la tierra de la justicia, de la verdad, de la libertad, del amor. Nuestro destierro es real y lamentable: ¡ay de nosotros si no nos damos cuenta! Significaría que nos hemos acostumbrado al falso orden de la injusticia establecida, de la mentira y de la opresión, del egoísmo y la violencia.

Sólo si tomamos conciencia de nuestra situación, anhelamos escuchar una palabra de esperanza. Si estamos contentos y satisfechos, si pensamos que el mundo ya marcha bien (o que siempre irá mal), no podremos escuchar realmente el anuncio salvador. Porque no lo necesitaremos. En esta situación de satisfacción, de triunfo de la mentira y de las apariencias, se comprende el anuncio de una Navidad superficial y estúpida, esta Navidad que utiliza la propaganda comercial.

Hemos de reconocer nuestra pobreza, nuestro destierro. Y así abrirnos a la esperanza. Porque la Palabra de Dios es hoy como ayer una palabra de esperanza. Casi diríamos que es un grito de esperanza, lleno de certeza y de fuerza: "Despójate de tu vestido de luto y aflicción.... porque Dios te guiará con su justicia y su amor".

c) Dios nos guiará. En el evangelio hemos recordado que fue en la historia humana -en un momento determinado de la historia: "en el año quince del emperador Tiberio..."- en la que se manifestó con poder y fuerza (con el poder y la fuerza de la verdad y del amor) este Dios que nos guía hacia la vida, hacia la libertad, hacia la tierra prometida.

Nuestra esperanza no es vana, no es un sueño; se basa en una realidad hecha historia.

El grito de Dios que llama al hombre a la esperanza, se hizo carne humana, en un lugar y en un momento concretos de nuestra historia. Para que a todos nos llegara con mayor fuerza y claridad su llamada a la esperanza.

Pero lamentablemente muchos de nosotros no acogemos esta llamada. O la reducimos a algo tan débil que ciertamente tiene poco que ver con el grito enérgico, subversivo de la Palabra de Dios en sus profetas, en el Mesías Jesús. Los cristianos deberíamos ser hombres llenos de esperanza activa, dinámica, eficaz, que nos impulsara a trabajar para transformar nuestro mundo, que nos inquietara por impulsar la humanidad hacia el Reino de la libertad y de la vida. Pero muy a menudo somos gente bastante instalada, escépticos respecto al camino de la humanidad. Somos luz que no ilumina, sal que no sala.

En este tiempo de Adviento deberíamos revisar cómo vivimos la llamada exigente de JC a vivir en la esperanza. Porque cuando él vuelva nos pedirá cuentas: ¿qué habéis hecho con mi esperanza? Y da pena pensar en la nimiedad que sacaremos de nuestro equipaje (Pensémoslo unos momentos de silencio, pidiendo la ayuda del Señor).

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1973, 6


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