COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

Flp 1, 4-6. 8-11

 

1.

El comienzo de la carta a los filipenses rebosa de los sentimientos personales de Pablo, tal como es el tono general de esta (o estas) epístola. Concretamente les habla de la oración y confianza que él tiene.

Es lógico que estos sentimientos tengan un tono cristológico acusadísimo. No se trata de que Pablo se ilusione por razones sólo humanas. Confianza, alegría y amor..., tales son las vivencias de Pablo respecto a los filipenses.

Destaca el sentido de unidad y comunidad que el Apóstol tiene respecto de sus cristianos, que no están expuestos con demasiado orden, sino como manifestación de afecto sincero. Deseo de crecimiento y profundización de la vida cristiana. La razón fundamental es el comienzo que ya se ha producido de la obra divina en los hombres, y más en concreto entre los ciudadanos de Filipos. Pablo es consciente de que Dios está presente y de que el amor que tiene él a su comunidad como el que tienen los propios filipenses entre sí es obra de Dios y que tal obra no se va a quedar sin realizar cumplidamente.

Hay un rasgo muy propio del Adviento expuesto en el v.10: la esperanza y espera en la definitiva venida del Señor Jesús. La vivencia actual es un adelanto de lo pleno por venir. El amor de ahora ha de ir creciendo en todos los aspectos y ciertamente será así si nos abrimos del todo a la obra comenzada por Dios. Lo importante es esa mirada esperanzada hacia un Señor que no está sólo en el futuro, sino que se muestra ya actuando en nosotros y entre nosotros. No esperamos algo simplemente, sino algo que ya está en germen aquí y ahora.

Ese algo es, sobre todo, el amor, la comunidad, la alegría. Tal es la actitud cristiana propia del Adviento y de toda la vida que es un cierto adviento continuo.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1988, 2


2.

Repetidamente Pablo hace alusión a la oración que eleva personalmente por los fieles y, en concreto, a la memoria que hace de ellos en la "acción de gracias" (Rom 1, 9s; Ef 1, 16; 1 Tes 1, 2).

Veladamente Pablo se refiere a la ayuda económica que ha recibido de los filipenses (cf. 4, 14-16 y 18). De esta manera se han convertido en colaboradores de Pablo en la obra de la evangelización, y esto es una "buena empresa". Con todo, Pablo no da gracias a los filipenses, sino a Dios, que los ha llamado para realizar esta empresa y del que espera que la lleve adelante hasta la venida de Jesús, el Señor.

En esta misma perspectiva de la venida del Señor, Pablo pide que la comunidad de amor siga creciendo más y más. Pide que Dios conceda a los filipenses penetración y sensibilidad para apreciar los valores, esto es, un conocimiento profundo y práctico que les ayude a resolver fraternalmente los problemas cotidianos, y les preserve de toda contaminación de costumbres paganas.

Renovados por el espíritu evangélico, impregnados de esta sensibilidad cristiana, serán como un árbol capaz de dar frutos de justicia. Llegarán así limpios e irreprochables al día de Cristo.

Y todo será, en definitiva, manifestación de la obra que Dios realiza en ellos por Jesucristo. Consiguientemente, todo será para alabanza de Dios.

EUCARISTÍA 1988, 57


3.

La palabra clave de esta lectura, en esta celebración de Adviento, es el "Día de Cristo Jesús" (v.8), o "Día de Cristo" (v.10). El término escatológico es lo que más netamente diferencia la moral cristiana de una ética humana, o, lo que es peor, de un simple conductismo sin sentido último. La esperanza cristiana tiene un término, y este término no es una utopía del creyente, y lo mueve a colaborar él mismo en esta venida (v. 5: "habéis sido colaboradores en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy"). Otra nota de la moral cristiana es el teocentrismo: es el Padre quien ha empezado en cada uno de nosotros la obra de la salvación, y él mismo es quien la llevará a término (v. 6). Concordia de la iniciativa de Dios y la colaboración del hombre: misterio de gracia y libertad: ¡cuando algunos textos litúrgicos traducen "gracia" por "amistad", no lo han dicho todo, desde luego! Dos notas ambientales, además: la oración (v.9), puesto que Dios ha querido que su don (la gracia, pero sobre todo la persona del Hijo que el Padre da por amor al mundo) fuese libre por su parte pero rogada por la nuestra; y la alegría, que atraviesa de parte a parte la carta a los Filipenses.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1976, 22


4.

La carta a los filipenses, escrita probablemente en el año 56 (en una breve cautividad de Pablo en Efeso), es una carta en la que se vuelca el corazón de Pablo, lleno de afecto para con los filipenses que tanto le han querido y ayudado, incluso enviándole lo que necesitaba en la cárcel. Ellos constituyen su alegría, colaboradores en el apostolado, que han contribuido en "la obra del Evangelio".

Pablo les comunica un mensaje de esperanza: Dios llevará adelante lo que él ha iniciado. Aunque los cristianos de Filipo encuentren dificultades, Dios continuará su obra. En él tienen que esperar.

Luego les dice que ora por ellos pidiendo que su amor fraterno sea más abundante, y tengan un conocimiento de las cosas de la fe siempre más profundo y experimentado, que sean capaces de apreciar y preferir los auténticos valores de la vida cristiana, imitación de Jesucristo.

Tanto en el mensaje de esperanza como en la intención de la plegaria, Pablo ha hecho referencia al día del Señor, motivo sentido aún por Pablo como cercano y que debía prepararse con cuidado y vigilancia amorosa. Pablo y los filipenses vivían en la certeza gozosa de la espera de Cristo, y esto motivaba y enriquecía todo. A nosotros nos falta este sentido escatológico, pero podemos comprender cada uno de nuestros días como el día del Señor Jesús, cuando los ojos de la fe nos lo hacen presente y podemos tener un encuentro con él. Esta espera y este encuentro nos preparan para el encuentro definitivo.

J.M. VERNET
MISA DOMINICAL 1982, 23


5.

La introducción a la carta a los Filipenses que hoy leemos en parte, es quizá la que denota más proximidad entre el apóstol y sus destinatarios, y muestra muy vivamente cuáles han de ser los objetivos y criterios de actuación de la comunidad cristiana.

Pablo había evangelizado y creado la comunidad de Filipos en su segundo viaje, hacia el año 50. Unos siete años después se encuentra en la prisi6n de Éfeso y los filipenses, al saberlo, le envían un donativo que Pablo, en contra de lo que acostumbraba, acepta. Y después les escribe esta carta de agradecimiento y animación cristiana.

La introducción que hoy leemos contiene, con estilo afectuoso, los objetivos y criterios de que antes hablábamos y que serían unos buenos puntos de meditación y revisión pastoral: trabajo para realizar y dar a conocer el Evangelio día tras día; agradecimiento a Dios por "la empresa buena" que Dios lleva a cabo en la comunidad; enriquecimiento en el amor; penetración y sensibilidad para apreciar los valores; dedicación a dar fruto; mirada puesta en "el día de Cristo" como culminación de todo.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 15


6.

En el tono de grandes secciones de Filipenses, lo central de este párrafo es la alegría.

Es importante destacar esta faceta, a menudo olvidada en el estilo de vida de muchos cristianos. De momento se trata de alegría real. Sería absurdo desvirtuarla por tener en cuenta sus motivaciones profundas. Es al contrario... Porque se está en Cristo se puede estar alegre, pero realmente alegre, contento y... hasta divertido. Un santo triste es un triste santo. Esta frase de Teresa de Jesús la hubiera firmado Pablo de Tarso. Es coherente con la fe, si es real, si es una relación viva con Dios que está cerca, el que los cristianos tengamos «cara de salvados». Y conducta y hechos... Es obvio que la unión con Dios real expresada en la oración de todo tipo produzca paz. En primer término no es cuestión de pedir sólo, sino de relacionarse con Dios de otras maneras, como hacemos en las relaciones humanas. No siempre pedimos a los amigos, sino estamos con ellos. Así con Dios. Si uno está con Dios, evidentemente la paz estará en él. Sería un contrasentido otra cosa. Una paz superior a la ausencia de problemas Es la paz de Cristo. Que es un don, no una consecución por puños, lo cual no suele producir paz, sino angustia y tensión de todo tipo. No de la buena, sino de la mala. Viviendo así se puede estar contento de ser cristiano.

¿Damos esa impresión? ¿Creamos alegría en nosotros y en los demás?

FEDERICO PASTOR
DABAR 1994, 2


7.

En este trozo de la carta de Pablo a los filipenses vemos cómo el Apóstol utiliza un recurso literario muy frecuente en él, o sea, hacer de un sustantivo abstracto, como fe, alegría, esperanza, un sustantivo concreto y comunitario, a saber, comunidad de fe, comunidad de la alegría, comunidad de la esperanza. Aquí concretamente se refiere al amor. Por eso dice: "Y ésta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores". Lógicamente aquí no se está refiriendo al amor en abstracto, ya que de él no se puede decir que crece en penetración y sensibilidad. Se trata de la comunidad eclesial de Filipos.

Posteriormente el mártir primitivo San Ignacio de Antioquía escribirá aquellas famosas cartas dirigidas a la "caridad" de Éfeso, a la "caridad" de Corinto, etc., de suerte que se ve claro que la palabra griega "ágape"(amor) se usaba comúnmente por "comunidad eclesial".

Esto quiere decir mucho. Una iglesia no se debe reconocer por la finura y la firmeza de su ortodoxia, aunque esto no se ha de dejar de lado, sino por la hondura y la realidad de su amor fraterno. Y no se trata de una comunidad de amor platónico, diplomático o retóricamente litúrgico, sino de amor operativo, que crece siempre en la apreciación y realización de los verdaderos valores humanos.

La apologética clásica, que tan pocas conversiones tiene en su haber, debería dejar paso a la única autoapología eclesial: la del propio testimonio de un amor sin límites y sin ganancias.

José María González Ruiz
HOMILETICA 1994, 6