SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO


Mt 3,1-12:
El que es grano permanezca en la era, no se aleje de ella

Y no os extrañe la multitud de cristianos malos que llenan la Iglesia, que comulgan del mismo altar, que alaban a grandes voces al obispo o al presbítero, que hablan sobre las buenas costumbres. Gracias a ellos se cumple lo que predijo en el salmo quien nos ha congregado: Hice el anuncio, hablé, y se multiplicaron por encima del número (Sal 39,6). Pueden estar con nosotros en la Iglesia en este tiempo, pero no les será posible en aquella asamblea de santos que tendrá lugar después de la resurrección. La Iglesia de este tiempo es igual a una era que tiene grano y paja mezclados, es decir, buenos y malos juntos. Después del juicio, en cambio, tendrá solamente buenos sin malo alguno. Esta era contiene la mies sembrada por los apóstoles, regada hasta el presente por los buenos doctores que les han sucedido, y no poco trillada por las persecuciones de los enemigos, pero -y esto es lo único que queda- aún no purificada con la última bielda. Llegará, sin embargo, aquel de quien recitasteis en el Símbolo de la fe: «De allí vendrá a juzgar a vivos y muertos» y, como dice el evangelio, tomará el bieldo en su mano y limpiará su era; reunirá su trigo en el granero, y a la paja, en cambió, la entregará a un fuego inextinguible (Mt 3,12).

También los bautizados tiempo atrás deben escuchar lo que estoy diciendo. El que es grano, gócese con temblor, permanezca en la era, no se aleje de ella. No intente desprenderse de lo que a su juicio es paja, puesto que, si desea separarse ahora de la paja, no podrá permanecer en la era, y, cuando llegue quien sabe separar sin equivocarse, no conducirá al granero lo que no encontró en la era. En vano se jactarán después de la espiga que los crió quienes se han alejado ahora de la era. Aquel granero se llenará y luego será cerrado; la llama destruirá todo lo que quede fuera. Por tanto, amadísimos, el que es bueno soporte al malo; el que es malo imite al bueno. En esta era, efectivamente, los granos pueden volverse paja, y, a su vez, de la paja salir grano. Son cosas que acaecen a diario, hermanos míos; esta vida está llena de penas y consuelos. A diario caen y perecen quienes parecían buenos, y, al revés, se convierten y recobran vida quienes parecían malos. Dios no quiere la muerte del impío, sino que se convierta y viva (Ez 18,23).

Escuchadme, granos; oídme los que sois lo que quiero que seáis; escuchadme, granos. No os entristezca la mezcla de la paja: no os acompañará por siempre. ¿Cuánto pesa la paja? Gracias a Dios es leve. Preocupémonos sólo de ser grano, y, por mucha que ella sea, no nos oprimirá. Dios es fiel y no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas; al contrario, con la tentación dará también la salida para que podáis soportarla (Cf. 1 Cor 10,13). Escúcheme también la paja; escúcheme dondequiera que esté. No quiero que se halle aquí; no obstante, me dirigiré también a ella por si acaso está presente. Escúchame, pues, paja, aunque, si me escuchas, ya no eres paja. Escucha, pues; séate de provecho la paciencia de Dios; que el contacto y la amonestación del grano te convierta en grano. No te falta la lluvia de la palabra de Dios; no sea estéril en vosotros el campo de Dios. Reverdeced, pues; granad, madurad. Quien os sembró quiere encontrar espigas, no espinas.

Sermón 223,2