Ya no tengo "mi" corazón...
soy un latido contigo
"No entristezcáis al Espíritu Santo que os ha marcado a fuego con su sello" (Ef 4,30)"Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en Él está la resurrección y la vida" (Gal 6,14)
Tu seguimiento radical de Cristo, desde el corazón de la vida, te ha convertido en "Nómada de Dios en el silencio". Esta realidad ha marcado tu corazón. Es un don inmenso de Dios. Es la gracia del Señor en la vida. Tu vida se ha de ver transformada en Él por el amor, gracias al don del Espíritu que te ha marcado a fuego con su sello: es el sello del Amor..
El amor de Cristo Jesús alienta tu deseo de entrega, cada vez que en unos días de oración y de silencio percibes que esta entrega va adquiriendo en ti unas dimensiones muy especiales. Si el amor de Cristo lo revives en tus tiempos de oración y de silencio y, de una manera especial, lo haces presente en tu vida, nacerá en ti un deseo de entrega total, como expresión de tu deseo de ser gozosamente fiel a la llamada de seguir a Jesús en el corazón de la Iglesia.
El amor de Cristo te urge. Es un auténtico "dardo de fuego" que te lleva a vivir tu donación con una intensidad que quizás nunca podías haber soñado. Sientes el "beso del que llama" al que has de responder con un amor sin fin. Es el fruto del amor del Espíritu en ti. Escucha sus palabras entrañables: Déjate llevar, déjate amar. Vivirás en una profunda convicción: tu amor a Él es tan grande que sólo deseas unirte a Él con un amor total y pleno, único y transformante. Es el amor de tu vida. Y es la vida de tu amor.
No pienses que la oración que sigue es sólo para seguidores de Jesús que ya están viviendo en una unión profunda con Dios. Es para ti. Sí, también es para ti. Todo nace en la realidad plena de saberte propiedad "del Señor y del Reino", en disponibilidad plena de servicio al anuncio del Evangelio del Señor Jesús Salvador, en el corazón de la Iglesia y en medio del mundo. Tu unión íntima con Cristo, la que experimentas en la oración y haces verdad en la vida, te llevará a poder decir:
- ¡Sólo puedo ofrecerte el gozo de pertenecerte!
- ¡Soy el ritmo de tu pulso!
- ¡Soy vida tuya, Señor!
- ¡Quiero ser siempre y sólo en ti: Jesús!
Por Él, sólo por Él te dedicas enteramente a la evangelización con el arrojo y la entrega propios de quien ha optado plena y claramente por una vida de entrega... Y quieres vivir en Él, y de Él..., y como Él quiere que vivas.
Hay una nueva realidad que te transforma completamente. Es el gozo de saber que eres morada de Dios, morada de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu te habitan. Moran en ti..., tú te sabes morada de Dios. Y esta realidad te lleva a vivir en un planteamiento de vida en la que todo es nuevo, como también es nueva la profundidad de tu amor.
El ser morada de Dios te transforma en todo tu comportamiento espiritual, y da un aire nuevo a tu ser y a tu moverte en medio de las actividades de cada día, en el entorno en el que se desenvuelve habitualmente tu existencia. Todo se manifestará en la caridad y en la bondad, en la sencillez y en la transparencia, en la paciencia y en la dulzura, en la cordialidad y la entrega con la que vives tu trabajo de cada día y tu relación fraterna.
Y junto a esta realidad que da un sentido hermoso a toda tu vida está el hecho de que en los días oracionales revives el amor de Cristo que se entrega por ti. Es Él el amor de tu alma y de tu vida. Es Él el que da un sentido profundo a tu entrega. Sólo por Él, sólo por corresponder a su amor, valdría la pena que convirtieras toda tu vida en una respuesta de amor. Porque es el momento de decir y de saber cómo todo en tu vida ha de ser un camino de amor.
El "sí" definitivo a Cristo, en tu compromiso de seguimiento radical del Señor Jesús, has de darlo con plena conciencia del don que Él te pide y al que tú respondes con toda tu alma: ¡Soy vida tuya, Jesús!
Creo que el Año Santo es para todos una invitación sincera a la conversión en respuesta al deseo de la Iglesia y a la invitación del Papa Juan Pablo II que, en la debilidad de la enfermedad y de los años, da a todos un testimonio inigualable de fidelidad.
Te has de proponer reencontrar el fuego del Espíritu que ha dado origen a tu deseo de entrega en la opción de seguir radicalmente a Jesús. La conversión y la renovación en la decisión de seguir a Jesús no vendrán de fuera..., tendrán que encontrar su raíz en una conversión al Espíritu Santo, que nos ha marcado a fuego con su sello. Es una conversión radical que ha de manifestarse en una auténtica transformación de nuestra vida, en la verdad de la ofrenda de nosotros mismos en disponibilidad plena al Señor y a la Iglesia. Te sugiero estas propuestas oracionales, son como caminos de conversión interior en Él:
Haz de tu vida un don de amor absoluto, reconociendo que todo es gracia. Dalo todo. Date del todo. ¡Entrégate!... Sé tú mismo la ofrenda que pones sobre el altar de la eucaristía. Recuerda siempre que Él te dice: "me complace todo lo que haces por mí, pero yo te quiero a ti, yo quiero tu amor, yo quiero tu corazón, te quiero a ti ".
Vive en una constante delicadeza espiritual. Que tu vida sea un "sí" inagotable, definitivo. Busca en todo y por todo la perfección del amor. Vete caminando hacia una vida en la que siempre elegirás lo que suponga un mayor amor y una mayor alegría, en una entrega más plena. Es lo que te ha de definir desde tu opción por seguir a Cristo. No lo hagas por perfeccionismo, sino por amor. Vive la vida con alegría y gozo en Él, porque en todo y por todo te sabrás amado por el Señor. Marcado por el sello del Espíritu. Sí es éste tu camino. Pero siempre en Iglesia. En comunión con la Iglesia, pero encarnado en un mundo, en una realidad familiar, comunitaria y social en la que debes ser germen de vida, de amor y de esperanza.
No podrás vivir ni distraído ni disperso, porque el amor del Padre espera de ti una donación ilimitada. Serás siempre disponible para lo que la vida te exija, gozosamente disponible para testificar el amor. Si lo vives en tu alma, te será fácil comunicarlo a los hermanos. Si te sabes comprometido con la cruz de Cristo, asumirás el dolor del Señor prolongado en el hermano que sufre o en el que te necesita, y participarás así de la cruz del Señor que salva por amor. La cubrirás con tu ternura, mientras manifiestas testimonialmente su amor. Sé testigo de la dulzura de María con sus hijos más pobres. Ella es la Madre fiel y misericordiosa porque comparte la cruz de su Hijo, el Señor.
Acepta vivir en una pobreza evangélica que te lleva a una comunión con los más pobres de la sociedad, pobreza de cosas y pobreza de alma: sólo tendrás el día y la noche, y ni el día ni la noche serán para ti, sino para Dios y para los hermanos. Que tu única seguridad sea la certeza del Amor, y para ello acepta vivir siempre el presente con una gran confianza: nada más. Te bastará saber que si quieres ser plenamente fiel al seguimiento de Jesús, has de estar disponible a la voluntad del Padre. Vive en el abismamiento, en el encuentro sencillo y humilde con tu propia realidad, cercana y comprometida con los más pobres. Es una consecuencia de tu compromiso con el evangelio de Jesús. Es tu respuesta al sello divino con el que el Espíritu ha marcado tu alma.
Camina en la convicción de que no pueden caber en ti actitudes egoístas como la tristeza, o el vivir centrado en ti, o el tener las puertas de tu corazón cerradas. Tu donación al Señor se tendrá que expresar en el espíritu de servicio generoso y la fidelidad incondicional.
Vive en el abandono pleno en las manos del Padre como actitud esencial de tu vida de seguimiento de Cristo. Que puedas decirle al Padre con Cristo que es para ti una necesidad de amor el darte, el entregarte en sus manos sin medida, con infinita confianza, porque El es tu Padre.
Sigue..., sigue en este camino del seguimiento radical de Cristo hasta el final. No tengas miedo a vivir en una oblación total... No le preguntes nunca al Señor qué te va a pedir. ¿No eres de Él?... Sabes que puede pedir lo que quiera. Te has abandonado en las manos del Padre, por amor. No tengas miedo a Dios, ni temor a su voluntad. Le perteneces por amor. Renuncia a tener miedo, por amor. Vive en la confianza, por amor. Abandónate, por amor. Sé disponible a todo lo que quiera el Señor de ti, por amor, sólo por amor.
Deja libre al Espíritu en su actuar en tu alma. Permite que su viento te lleve a las altas cumbres de la entrega. Prepara la tierra de tu vida para que el Espíritu Santo pueda reflejar, con toda la luz y el color del misterio, el rostro del Señor. No te detengas en pequeñeces, camina, carga con tu cruz de cada día y vete avanzando en el camino de la mayor entrega. No pongas límite a tu amor, y para ello atiende y secunda siempre las voces del Espíritu en tu alma.
Sabes que en tu amor tendrás que crecer. Y crecer en amor supone disminuir en egoísmo, en orgullo..., porque en el camino del abandono no se crece subiendo sino bajando, ni se consigue más adquiriendo sino renunciando; no se encuentra en el "todo " sino en la "nada"..., porque desde que te has comprometido, para testificar el Reino, a buscar la realización del plan de amor del Padre en ti, por el camino del abandono, sabes que tu máxima aspiración está en "alcanzar" que Él te pueda amar como desee, que Él pueda volcar en ti su amor, porque en el camino de Dios amar será siempre dejarte amar por Él, en la sencillez de una vida comprendida desde la fe, con un amor total..., hasta el final..., como Cristo que en la cruz recibe la máxima expresión del amor del Padre.