La progresiva ascensión hacia las cumbres del amor total
Hace unas semanas viví una experiencia oracional hermosa. Me encontraba acompañando en unos Ejercicios Espirituales a un grupo de hermanas de Suiza y de Francia en un lugar paradisíaco y entrañable. La pequeña localidad de St. Maurice está enclavada en un estrecho valle todo rodeado de altas montañas. Hasta siete cumbres nevadas podía contemplar desde la ventana de mi habitación. Una de ellas me atraía de una manera especial. Su cumbre aguda y esbelta, un puro roquedal siempre nevado destacaba entre los siete picos que atraían mi mirada. Era una invitación a contemplar la belleza de la creación. Una auténtica maravilla de Dios.
Pero aquellos mismos días comencé a entrar de lleno a explicar, desde mi propia experiencia de vida, lo que hace tiempo intuía: es esencial para todo aquel que ha hecho opción de vida por Jesús encontrar el lugar del corazón. Bajar al propio corazón que es donde nace lo más esencial de tu vida.
Es allí donde tú eres más tú; es el lugar del encuentro sincero y profundo con el Señor. Allí sabes que se vive el misterio de amor que es tu vida en Dios. Allí se crea la comunión de amor y de ternura con los hermanos. Todo amor que no nace en el lugar del corazón es un amor sin raíces, tiene la duración de la semilla que ha sido sembrada al borde del camino. El silencio del corazón es el que te lleva a encontrarte contigo mismo en el Amor. Encontrar el lugar del corazón será para ti una fuente de vida, y un manantial de oración.
En aquellos días de St. Maurice, que recuerdo con una especial ternura, vivía en mi interior un bello contraste: por una parte me sentía atraído a contemplar aquellas hermosas cumbres en silencio; pero, por otra, sentía la fuerte atracción de la invitación de Jesús a entrar en mi propio corazón. Y es que para poder vivir la ascensión a las cumbres del amor total necesito bajar en la humildad y en el silencio al centro del corazón. Sí, es la mirada puesta en la cumbre del amor, que es Cristo, que "elevado sobre la tierra atrae de manera irresistible a todos aquellos que quieren seguirle".
Por ello siento que el Señor me invita a proponerte los caminos que has de seguir para llegar a las cumbres interiores del amor total. Es el único que puede dar sentido a toda tu vida. El te ha llamado porque quiere tu amor. Y en el amor no vale ni el "poco", ni el "mucho": sólo tiene sentido el "todo".
Cristo-Amor, fuerte como la muerte, te ha invitado a ponerlo a Él como sello sobre tu corazón y sobre tu frente..., sobre tu alma y sobre tu vida. Nunca olvides que te has comprometido a seguir radicalmente a Cristo Jesús. Él, que es tu Amor y tu Señor, no sólo vive lo que predica a lo largo de los años de su vida pública con tanta claridad como fuerza, sino que da la vida por fidelidad de amor al Padre, que le ha enviado, y a los postulados del Reino de los cielos. El misterio pascual es la evidencia clara de este Cristo que se entrega y se da hasta la cumbre de la plena obediencia a la voluntad del Padre.
Tú, sigues a Jesús hasta el final..., y estás dispuesto a pasar por el mismo camino que Él eligió. Lo haces atraído fuertemente por la llamada de Cristo con un amor sin límites. El mismo amor que Él te tiene a ti. Por amor a Él lo dejaste todo. Por Él has de estar dispuesto a todo. Por amor a Él querrás llegar a la plenitud de tu donación en la progresiva ascensión hacia las cumbres del amor total.
El sentido de una entrega desde la opción por el seguimiento de Cristo Jesús no puede estar en el más o en el menos. Ha de estar en el todo de una fidelidad creciente y generosa. Con esta clara consciencia te invito a seguir este camino oracional a partir del Evangelio en el que Jesús te invita a ser digno de Él "manteniendo tu mano en el arado".
«...Jesús le respondió: Quien después de haber puesto la mano en el arado, vuelve su mirada hacia atrás, no es bueno para el Reino de Dios» (Lc 9, 62)
La escala espiritual del "SÍ", y el camino ascendente hacia el amor total
PRIMER PASO
Sí, dile un "sí" ilimitado al Señor, un "sí" incondicional al Padre. Que sea un "sí" total a la obra del Espíritu en ti. Dile también que estás dispuesto a vivir en el abandono, que lo deseas con toda tu alma y que estás disponible para vivir en la desposesión total por Amor. Sí, todo ello por amor a Cristo. En una fidelidad sincera y cordial a los caminos del Evangelio.
Vive en el misterio del Plan de Amor del Padre para ti como Él, Cristo Jesús, que, en todo y por todo, sólo quiere hacer su voluntad. Sé disponible a todas las manifestaciones del Amor del Padre en ti. Déjate llevar por el Amor. Comienza cada día de tu vida con una ofrenda sincera de todo lo que Él quiera que vivas. Mantén con fidelidad, en el día a día, el "sí" que diste al Señor comprometiéndote a vivir en actitud de disponibilidad y de servicio.
Sé siempre disponible para tus hermanos con alegría, desprendido de ti mismo, de tu tiempo y de lo que eres y de lo que tienes. Contento de poder servir por amor y con amor. Aunque sea viviendo en el olvido de ti mismo.
Que la alegría contagiosa con la que vives haga ver con claridad que sólo Él te hace feliz, e invita a los que te conocen a experimentarlo. Dile al Señor en todo y por todo: "Eres mi Rey, sólo tú me haces feliz" (Sal 16, 2)
Ofrécete disponible para vivir en la oblación total al Padre, que nace del amor de Jesús, y que experimentas en ti, en tu alma y en tu vida, en la donación total de tu amor y de tu oración, de tu entrega y de tu confianza. Que tu "sí" gozoso y pleno a la voluntad del Señor se manifieste en estas actitudes espirituales que sólo tienen sentido cuando nacen en el lugar del corazón:
La generosidad, el deseo de crecer, la capacidad de entrega, la apertura, la amplitud de horizontes, la magnanimidad, la decisión, el optimismo, la alabanza, el gozo, la alegría, los deseos de comunicar paz, la misericordia, la capacidad de acogida de los hermanos, el perdón, la comprensión, el abandono orado y vivido, la esperanza, el altruismo, y la sinceridad.
SEGUNDO PASO
Sí, sí, sí: dile que, por amor, deseas vivir en una plena y total unión con Cristo. Que deseas vivir en la identificación amorosa con Él, fundirte en Él, perderte en Él, abandonarte de verdad (Gal 2,19)
Dile que, por amor, quieres "conocerlo", "amarlo", "seguirlo". Sí, seguirlo hasta el final. Di que, si es ésta su voluntad, aceptas la cruz. Lo haces porque quieres compartir la cruz gloriosa de Cristo y vivir unido al amor con el que Él se entrega. Y cuando el Espíritu Santo te haga ver que es el momento, di el "sí" definitivo al ofrecimiento total. Este "sí" forma parte del "secreto del Rey" (Tb 12,11). Después de tantos años de vida, sabiéndote elegido y llamado por Él, has de ir pensando en este sí definitivo. El ofrecimiento total de tu vida es una manera de expresar esta "progresiva ascensión hacia las cumbres del amor total" .
Sabes también que con este sí, lo único que haces es llevar tu opción por Cristo hasta las últimas consecuencias. No tienes por qué dar explicaciones. Lo que sí ha de ser evidente en ti, es que quieres ser consecuente con la opción que hiciste al elegir, movido por el Espíritu, este camino de seguimiento de Cristo. Y ser consecuente supone llegar en todo hasta el final.
Tu manera de vivir la entrega no se ha de notar en las palabras, sí en la vida. Tu voluntad de mantener "la mano en el arado" se ha de concretar también en esto. Piensa que tu misión de testigo, en el entorno en el que se desenvuelve tu vida no se ha de manifestar tanto en las palabras bonitas que puedes decir a los demás, sino más bien en una manera de darte y de servir que esté plenamente inundada de amor a Él. Con el rostro inundado de paz y alegría serenas. Para ello mantén durante todo el día la presencia del Señor en lo que haces y en lo que vives. No tengas reparo en hablar de Él.
Has de vivir una oración que nazca en la vida, y una vida que tenga su fuente en la oración. El Espíritu Santo está actuando fuertemente. Es el Espíritu el que suscita entre los seguidores de Cristo un deseo de entrega total. Acoge la acción del Espíritu, y que el sello del Espíritu Santo grabe a fuego el rostro del Señor en tu alma. Harás ver que su amor, sólo su Amor, te hace feliz, y que por Él eres capaz de una donación en una vida de amor plenamente fiel.
Que este segundo "si" se pueda manifestar en las actitudes nacidas en el corazón que quieres vivir: Tu capacidad de silencio, el amor por la interiorización, el deseo de vivir en la adoración, la firmeza en el caminar hacia el amor claro y sencillo, concreto y comprometido, la capacidad de ternura y dulzura en las relaciones interpersonales, la confianza y la compasión, la acogida y la sencillez, la transparencia y la simplicidad clara de intenciones y de actitudes. No dudes nunca de fomentar en tu propia vida estas actitudes espirituales hasta llegar a poder contagiarlas a las personas que constituyen tu entorno.
TERCER PASO
Sí, únete al "sí" amoroso y fiel de María. Te has de sentir atraído, fuertemente atraído, por el "sí" de Nazareth, y por todo lo que comporta de entrega. Desde su amor y su ternura, unido a María, acepta también compartir la cruz redentora de Cristo, aunque para ello tengas que vivir tú mismo la cruz, la del Señor o la del amor sangrante de María.
Es el "sí" gozoso de Nazareth o el "sí" de la espada que atraviesa su corazón (Lc 2,35). Y no lo digas con palabras, ya hablará tu vida.
Vive siempre en la cercanía solidaria y en el compromiso con los pequeños de la sociedad, pues, como María, has de compartir la entrega redentora del Señor.
Con alegría vive abierto "a lo que venga", sabiendo que ser fiel hoy te compromete a un nuevo mañana. Que el amor te mantenga en una esperanza gozosa y confiada. Vive tu devoción a María en el día a día. En ella tendrás siempre un modelo de entrega a Dios. En María encontrarás la Madre de la Ternura que necesitas, y la Madre de la Esperanza que te alienta. Ella es Madre de los pobres. Ella es la Salud de los enfermos. En ella aprenderás la paciencia, la constancia, la humildad, y el sentido de sacrificio que necesitas para ser fiel. Imitarás a María tanto en su "sí", como en el gozo con el que ella lo vive.
En tu vida el "sí" de María se mostrará en la radicalidad con la que vives tu obediencia, pero no olvides que obedeces porque el amor de Cristo Jesús, que experimentas dentro de ti. hace nacer en tu alma una donación total en la obediencia más radicalmente sincera. Obedece en el amor al Señor. Obedece al Espíritu. Sé dócil a las enseñanzas de la Iglesia e intenta vivir siempre en el Amor.
Tú mismo, en el entorno fraterno o familiar, has de manifestar claramente lo que vives. No te dejes llevar nunca por tus caprichos o por tus estados de ánimo o de humor. Que los demás puedan ver que lo vives por un auténtico deseo de fidelidad a tu opción por el Evangelio de Jesús.
CUARTO PASO
Sí, vive convencido de que tu vida ha de ser de luz y de alegría, de gozo y de paz. Él te ama, tú le amas: "Mi amado es todo para mi y todo yo para mi amado" (Ct 2,16). Déjate enamorar por su amor. Déjate conquistar día a día por Él. Abre tu alma y tu vida a la plenitud de su Amor.
Tu opción por Él te llevará a un caminar hacia la plenitud de la donación por amor. Un amor total, "sin división"... que te lleve a decir: "Sólo Él, sólo su Amor", y desde Él y su Amor todo... y todos. Sí, serás capaz de amar a todos. Y lo haces con fuerza, con "verdad" pero también con alegría. No amas sólo con tu amor sino con el Amor que Él ha derramado en ti.
El amor tierno y fiel a Jesús, y tu unión plena con Él, te llevarán a una plenitud afectiva, don de la gracia, que sanará toda carencia y toda herida de la vida, que se pueden encerrar en ti mismo y limitarte en tu entrega. La experiencia intensa del amor de Jesús te dará mayores posibilidades de amar y de darte, creciendo siempre en esa "progresiva ascensión hacia las cumbres del amor total".
En el amor, y por amor, vivirás de su Palabra, te establecerás en la eucaristía, permanecerás en una voluntad de entrega ilimitada que te lleve a servir, callar, orar y amar. Y también a hablar, con la decisión y la fuerza que te dará el saber que Él lo quiere. Siempre alegre, gozoso, cantando, alabando: es el gozo de su amor.
Vive fielmente tu dedicación total a Él y al servicio de los demás aunque, en más de un momento, te cueste lágrimas de sangre y tengas que pasar por la dura prueba de la incomprensión. Vívelo como un compromiso explícito de transparencia en el amor. Es la ofrenda sincera de tu capacidad de amar. Habla de este misterio de amor con el silencio de tu vida, y con la sencillez anónima de tu entrega. Y, con alegría.
Sé intrépido, valiente, decidido y dinámico. Lo eres, porque no te apoyas en tus fuerzas, sino en la fuerza del Amor. No te creas ni más, ni menos que nadie, ni caigas en la tentación de creerte un "mártir". Siempre serás "uno más", ocupes el lugar que ocupes. Intenta simplemente vivir con sencillez tu opción por Jesús.
Este amor que recibes del Señor, y que tú das a los demás, te llevará también a una vida de fraternidad plena, sincera, comunicativa. Sé comunicativo con las personas de tu entorno. Comparte la Palabra. Alienta con alegría. Ayuda a todos. Sé siempre testigo del amor de Dios: amando. En este camino del sí verás que necesitas ser pobre, pobre de alma y pobre en la vida. Aceptando la sencillez de una vida sin apariencias, sólo con la verdad del amor.
QUINTO PASO
Sí, que toda tu vida sea un desear que el Amor more en ti, que se establezca en tu vida, y que en todo puedas vivir la realización del plan de Amor del Padre. Acepta que Él te moldee, te transforme. Y, para que Él lo pueda conseguir en ti, sé humilde, sencillo, transparente. No admitas ni la doblez de intenciones, ni el actuar a espaldas de los otros. Sé siempre tú mismo. No te dejes llevar por los vaivenes de tu humor. Sé coherente. Sé sincero con Dios... Sé sincero con los hermanos, sé sincero contigo mismo. No te engañes nunca. Vive en el compromiso con la verdad.
Asume radicalmente tu compromiso de seguir a Jesús pobre y humilde: es una opción alegre por amor. Consciente de tu pobreza vive silenciosamente el misterio de su amor en ti. Piensa que, en tu vida anónima y escondida en medio del mundo, formas parte viva del misterio de la Iglesia. Ama a la Iglesia. Vive siempre en comunión con ella. Respeta su voluntad. Sé fiel a sus enseñanzas, comprométete a vivir en su corazón con todo tu amor. Porque no puedes olvidar que tú, en tu vida, también puedes decir con Sta. Teresa del Niño Jesús, que vives "en el corazón de la Iglesia". Es el misterio del Amor de Cristo por su Iglesia: tú lo compartes, tú te ofreces con Él, por Amor.
Por amor a Cristo, porque vives en el Amor explícito del Señor Jesús, nace en lo más hondo de tu alma un deseo de darte amorosamente y abnegadamente a los demás. Y siempre que hagas algo por los hermanos, como exigencia de tu compromiso de fe y seguimiento de Cristo Jesús, lo harás como si estuvieras sirviendo al mismo Cristo Jesús, tu Señor, el amor esencial de tu vida.
Dice Jesús: "Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la perdición y son muchos los que entran. Pero es estrecha la puerta y duro el camino que conduce a la vida, son pocos los que lo encuentran" (Mt 7,13-14)
Probablemente te sientas pequeño y limitado ante tantas cosas que puedes encontrar en la escala espiritual del "sí". También te sentirás incapaz de pensar o de creer que estás entre los pocos que han sido llamados a entrar por la "puerta estrecha". Sea lo que sea, confía en su gracia, apóyate en María. Intentarás vivir con la máxima sencillez de lo que se puede llamar el "martirio de la esperanza". Es el testimonio de aquellos hermanos y de aquellas hermanas, que no han llegado ni llegarán a ser reconocidos por la Iglesia como mártires...
Pero que, día a día, gota a gota, obediencia a obediencia..., han dado toda su vida por Él..., y siempre con un inmenso amor... Es el amor que quieres alcanzar cuando te dispones a caminar hacia sus altas cumbres partiendo de la humildad profunda del lugar del corazón.