Jaume Boada i Rafí O.P.

La autoterapia del amor incondicional: "Sólo sé amarle"

 

Evocación imaginaria

Sólo en ocasiones muy excepcionales el "maestro" solía reunir a sus seguidores para hablarles largamente a "corazón abierto". Todos sabían que él prefería siempre la pequeña palabra: paternal, cordial, oportuna, "al paso"..., pronunciada al compartir el devenir diario. Pero cuando los iba llamando, uno a uno, para que acudieran al atardecer a la colina cercana, y lo hacía susurrando al oído las palabras esperadas: "hoy no dejes de acudir a nuestro encuentro, hermano"..., todos sabían, entonces, que el "maestro" iba a mostrar las seguras sendas del camino espiritual a recorrer.

El cielo enrojecido por el sol poniente acogió, aquella tarde, unas vibrantes palabras del "maestro". Con ellas lo único que pretendía siempre es invitar a sus hermanos a un seguimiento sincero de Jesús desde la radicalidad de una entrega de amor, interior, profunda, de dentro..., lo que suponía un auténtico cambio de mentalidad:

"Es más fácil huir del mundanal ruido que descubrir el mundanal silencio; es más seguro seguir una senda que crearla. Es más factible cerrarse que abrirse; parece más gratificante y altruista amar que dejarse amar.

En la bienaventurada sencillez de lo pequeño se esconde siempre la realidad más grande. No se trata de huir del mundo que te rodea, sino de encontrar en tus propias entrañas la fuerza para transformarlo.

No pretendas hacer muchas cosas para justificar tu vida: vive intensamente y contagiarás impulso renovador en el universo y en tus hermanos.

No busques encontrar normas para canalizar la vida, crea sendas que renueven la esperanza y la ilusión de vivir. Lo importante no está en tener la vida, sino en ser capaz de darla. Una vida que se "conserva " y no se da, es una vida perdida.

No busques entre las gentes a quienes estén sólo dispuestos a vivir para invitarlas a entrar en este camino que has descubierto... No te canses hasta encontrar a alguien dispuesto a morir por el ideal soñado.

No te contentes invitando a los hermanos a seguir dócilmente las sendas ya pisadas desde siempre. Invítales más bien a crear sendas nuevas, pero, sobre todo, a asumir el por qué de su caminar aun cuando no vean cercano el final del camino y el desánimo anide en su alma ".

Todos los hermanos seguían atentamente las palabras y los gestos del "maestro": todos se mantenían con los ojos bien abiertos y el corazón dispuesto a escuchar. Alguno observó que ni la más leve nube tamizaba el resplandor de fuego del sol en ocaso... Sólo una leve brisa movía suavemente el manto de profeta con el que el "maestro" cubría sus hombros en los momentos solemnes de la enseñanza.

Los hermanos conocían bien que la sabiduría de su guía espiritual tenía sus hondas raíces ancladas en el Evangelio de Jesús. Por ello no les extrañó para nada la derivación de las enseñanzas de aquella tarde:

"Hermanos míos! Aprended la autoterapia del amor incondicional: sí, dar amor sin condiciones y recibirlo sin límites..., con los brazos tan abiertos como los del Crucificado.

Aprended que son felices los pobres de alma, porque de ellos es el Reino de los cielos. Como son felices los que lloran y los que trabajan por la paz o mueren por la justicia.

Son felices también los que son capaces de sacrificarse para que haya paz en un hogar, en una pequeña fraternidad o en una familia. Son felices porque ellos, en su hacer anónimo y escondido, son la semilla de la paz de Jesús. Y son felices también los limpios de corazón porque sólo ellos verán a Dios.

Vivid el privilegio de ser como los niños con mirada transparente y corazón abierto, sin rincones para disimular el rencor, ni mirada escondida para "huir" escapando de la vida. El que quiera salvar su vida la perderá. Sólo el que sea capaz de perderla por mí o por aquellos a los que yo amo la encontrará.

Sed sal, sed luz..., amad a los enemigos..., bendecid a quienes os persigan; y amad..., amad con un corazón grande como el cielo que a todos acoge y con la ternura de una madre.

Que no pierda la fuerza del gusto ardoroso vuestra sal. No escondáis la luz. Estáis donde estáis para iluminar, para ser luz, para señalar caminos de esperanza. Buscad el tesoro escondido en el campo.

Vendedlo todo con tal de poder comprar el campo..., hasta que descubráis que el verdadero tesoro ya está enterrado en vuestro propio campo".

La noche ya se hacía cercana. La larga barba blanca del "maestro" resaltaba como si fuera de luz sobre el fondo del color ocre de su profético manto. Las primeras estrellas ya asomaban en el cielo. Todos intuían ya que el "maestro" iba a concluir su enseñanza. Ya marchaban hacia sus propias comunidades cuando aún resonaban en sus oídos las últimas palabras del "maestro":

"Aprended el valor del sufrimiento. La plegaria sin compromiso generador de vida para ti y para tus hermanos es anestesia.

Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere..., queda solo..., sólo si muere da mucho fruto. No es más feliz el que más tiene, sino el que es más capaz de dar.

Has de nacer de lo alto, nacer de dentro..., has de nacer del agua y del fuego..., del viento y del Espíritu. Sólo renacerás de verdad cuando descubras que la fuente de la vida ya está dentro de ti: en el Dios que te habita, en la Palabra ya sembrada en tu corazón, en la fuerza del fuego del Espíritu que ya está ardiendo dentro de ti".

 

Cambio de mentalidad: la transformación del corazón

Este cambio de vida y de mentalidad que propone este "maestro" imaginario en cuya boca hemos puesto este relato, supone en nosotros un compromiso firme de preparar el futuro de una vida de opción clara por Jesús y por su evangelio, para bien de la Iglesia y del mundo, y para que nuestro deseo de seguir a Jesús desde el don que supone haber encontrado el lugar el corazón, nos lleve a una vida más auténtica, más radical y más sincera: más silenciosamente elocuente.

Pero tienes que comenzar tú mismo, viviendo en la autoterapia del amor incondicional. Descubriendo el lugar del corazón, desde el que experimentas la profunda realidad del amor, por el camino del silencio y de la interiorización.

Entra dentro de ti, acoge los latidos del propio corazón, reconócelos como tuyos, sin culpabilizarte, sin desanimarte. Piensa que tu opción radical de amor y de vida por Cristo Jesús supone y exige una conversión incesante.

Conviértete a la cordialidad, la amabilidad, la bondad y la dulzura. Conviértete al perdón total... Sin él, todo lo que hagas para vivir en la autoterapia del amor incondicional será completamente ineficaz.

Asume los sentimientos de Cristo: El es Hijo de Dios y profundamente humano. Que Cristo resucitado, y ya ascendido al cielo te anime a vivirlo. Que el don del Espíritu que se te concedió en Pentecostés, y que revive en ti, te mantenga en la fidelidad a este nuevo corazón de mentalidad renovada.

Así, frente al impulso de reaccionar con violencia ante algo que te molesta o te hiere, reencuéntrate con la misericordia amorosa y paciente de Jesús. Ante el nerviosismo y la tensión que te produce el trabajo, recuerda que Él lo hace contigo y desea que su amor te lleve a servir con amor y paz y alegría, desde el corazón. Cuando la vida sea para ti una invitación constante a desenvolverte en el ruido y la dispersión, recuerda que el Señor Jesús te ha llevado a encontrar en tu propio corazón una fuente de amor. Desde él has de amar y de servir a los hermanos.

No admitas nunca en ti el camino de la superficialidad, descubre el valor de vivir desde dentro..., de amar con toda tu alma. Desde dentro..., desde el olvido más total de ti mismo. Vive siempre en la libertad de quien no pone nunca condiciones a la hora de amar. Entra en la dinámica de la autoterapia del amor incondicional.

Sigue a Jesús desde el amor total y el perdón pleno. Perdónalo todo. Reconoce tú mismo la necesidad que tienes del perdón de los hermanos. Vive en la confianza de saberte en las manos del Padre. Y que desde esta confianza segura puedas fomentar al máximo sentimientos positivos: la autoestima, y el interés por ver siempre el rayo de luz y de vida que hay en toda persona, en todos y cada uno de los acontecimientos de la vida.

Acostúmbrate a moverte siempre desde una comprensión total. Compréndelo todo, discúlpalo todo. Acéptalo desde el amor incondicional.

Y vete entrando en tu propio interior desde el silencio. Calla a tus primeras reacciones, no te dejes llevar nunca por ellas. Serénate siempre, acude al centro mismo de tu corazón. Vive abierto a lo que te vaya diciendo tu propio corazón. Las intuiciones del corazón transformado por el amor incondicional, siempre te llevarán por caminos de vida.

Deja resonar las palabras de Jesús en lo más profundo del alma. Siéntete habitado por el Padre, el Hijo y el Espíritu: la Trinidad Santa te habita y te transforma. Busca el silencio, ten alerta el corazón, calla y contempla. Acostúmbrate a recurrir frecuentemente a esta ermita interior del corazón... Desde allí, sabiéndote inmensamente amado por la Santa Trinidad, vive en la autoterapia del amor incondicional. Sólo el amor podrá convertir tu mentalidad, abriéndote a un camino de vida.

Que el silencio que va remansando las aguas de tu alma te ayude a encontrarte en el mismo corazón de tu vida: Cristo Jesús.

Desde tu corazón transformado por este cambio de mentalidad podrás decir, más con los hechos que con las palabras: "Sólo sé amar..., sólo quiero amar..., sólo sé amarle ".

Ya lo verás estas palabras resonarán fuertemente en tu corazón y su eco se reflejará en la vida.