Jaume Boada i Rafí O.P.

Yo te llevo en mis manos de Padre

Cuando vivas el abandono, recuerda siempre que Dios es Padre, pero no dejes de pensar que es Dios, el Dios misterio de fe, misterio de vida.

Recuerdo cómo me impresionó leer el testimonio de un monje cartujo que después de cerca de sesenta años de vida monástica manifestaba que los había vivido en el más silencioso abandono por parte de Dios.

Podemos también leer en los escrito autobiográficos de Teresa del Niño Jesús la clara certificación de este misterio de fe: "En los alegres días de Pascua Jesús me hizo comprender que hay almas que no tienen fe, que por los abusos de la gracia han perdido este hermoso tesoro, fuente de la única alegría pura y verdadera. Él permitió que mi alma fuese invadida por las tinieblas más espesas y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, se convirtiera en objeto de lucha y de tormento. Esta prueba duró, no sólo algunos días, o algunas horas, o algunas semanas, sino que se extiende hasta la hora que Dios tiene designada, y esta hora no ha llegado todavía.

Quisiera poder expresar lo que siento, pero creo que es imposible. Se ha de haber viajado bajo un túnel sombrío para comprender lo que es la oscuridad. La aridez más absoluta y el abandono fueron mi patrimonio. Jesús, como siempre, continuaba dormido en mi barca. Puede ser que no despierte hasta mi gran retiro de la eternidad. Pero esto, en lugar de entristecerme, me causa un grandísimo consuelo". Hasta aquí las palabras de Teresa de Lisieux.

Piensa, hermano, que el abandono tiene sus dimensiones de ternura inigualable por parte de Dios, pero tiene también sus exigencias de fe y de prueba. Tú, que has decidido buscar a Dios; tú, que quieres consagrar tu vida al Señor, has de aceptar por amor y por fidelidad esta dimensión de cruz del abandono. Porque el abandono es creer en el amor, dejarse llevar por el amor, hacerlo todo por amor. Y este amor ha de tener siempre forma de cruz.

Con una mano, la de la fe y de la oración, alcanzas a Dios. Con la otra sirves con amor a los hermanos.

Abandonarse en Dios te exigirá aceptar vivir a la intemperie, a no tener nada definitivo, a morir a todo lo que sea comodidad o instalación espiritual.

Dice Jesús: "Las raposas tienen cuevas, los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza". Por ello, comprenderás que el abandono es una constante invitación a vivir la pobreza de alma y el camino de la infancia espiritual.

Abandonarte consiste en una disposición del corazón que te hace humilde y pequeño en los brazos de Dios, consciente de tu debilidad y confiado, con audacia, en la bondad amorosa del Padre.

El proceso espiritual de tu abandono será un camino de humildad y de pequeñez que te hará cada día más dependiente del Padre, más gozosamente en sus manos, más en su amor.

Dice Teresa del Niño Jesús "Ser pequeño es reconocer la propia nada, esperarlo todo de Dios como un niño lo espera todo de su Padre. No inquietarse por nada, no pretender nada", como dice también el salmo 131.

Deseo recordarte unas hermosas palabras de Unamuno que expresan una súplica que puedes hacer también tú:

Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños;
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta
achícame, por piedad.
Vuélveme a la edad aquélla
en que vivir era soñar.

El abandono se concreta, finalmente, en adoración Una adoración silenciosa y constante del Padre en unión con Jesús, el que adora en espíritu y verdad.

Y vívelo todo, las pequeñas y las grandes cosas, como un gesto constante y continuado de adoración abandonada en amor.

Quiero compartir contigo, para sugerir tu oración personal, estas tres breves meditaciones con las que me obsequiaron unos amigos ermitaños y que hace tiempo vienen haciendo mucho bien. Escucha.


Ábrete al amor. Deja que te empape, te embeba y te envuelva como a la esponja el mar.

Más que amarme a mí deja que yo te ame a ti. Yo soy el Amor.

No pienses nada. No quieras sentir nada, recibir nada, disponer nada. Sólo goza el amor.

Yo te llevo en mis brazos de Padre. No temas. Déjate llevar.

Fíate de mi amor. Vuela sin miedo.

Ríe, canta, ama, goza.

Yo soy el amor y me doy a ti, y me daré siempre, aunque tú me rehuyas, me rechaces, me desprecies.

Mi amor es eterno, infinito. Nada puede impedir mi amor. Ni tú mismo.

Aunque no quieras te llenaré de mi amor. Serás mío y yo tuyo. Serás en mí, y yo viviré en tí. Como el hierro y el fuego, ¿quién es capaz de decir qué es hierro y qué es fuego cuando están en el crisol?.

No pienses más en ti. No te examines, no planifiques, no programes, ni siquiera para amarme más. Tu sólo ama y deja que te lleve yo.

Te formaré como el escultor hace la escultura. Te pintaré como el pintor pinta su tela. Déjate modelar. Déjate pintar. Como la estatua, golpe a golpe. Como la tela, pincelada a pincelada.

No importa qué es lo que quiero hacer de tu barro. Fíate de mí. Soy el artista. Si eres obra mía, serás obra de arte.

No te preocupe ser grande o pequeño. El tamaño no cuenta. Vale más una nota o un boceto de un gran maestro que una tela monumental de un artista vulgar. Tú serás obra mía, obra de Dios-Amor. Serás, por tanto, obra del Amor para el amor.

Que sea ésta tu gran ilusión: déjate amar por el amor.


No pienses nada. No quieras sentir nada, recibir nada, planificar nada, disponer nada. Sólo debes buscar estar siempre atento al amor. Fíate de mi amor.

No pienses nada. No quieras sentir nada, recibir nada, planificar nada, disponer nada. Sólo debes buscar estar siempre atento al amor. Fíate de mi amor.

Deja que yo haga mi obra en ti. Déjate modelar, Déjate pintar. Déjame reproducir en ti mi imagen. Serás en mí y yo en tí.

Ríe, ama, canta, goza. Vuela sin miedo.

Déjate pintar, pero mantén la tela siempre nítida, blanca, sin nada, despojada de todo.

No pienses nada. No te inquietes por nada. No temas.

Déjate pintar. Sé dócil. Fíate de mi amor y yo reproduciré en ti mi imagen. Poco a poco.

Yo pondré color en tu vida. La llenaré de luz. Tú está atento. Sé sensible a cada gesto de mi amor, pues cada uno de ellos tendrá un color diferente.

Ríe, canta, ama, goza sin miedo.


No pienses nada. No quieras nada. Fíate de mi. Sé muy transparente, muy claro y muy sencillo de alma. Así podré reproducir en ti, sin obstáculos, mi imagen, pincelada a pincelada.

Ten un alma pobre.

Cada pincelada es distinta: tiene su intensidad, su forma y su color.

Cada pincelada la doy con amor. Recíbela tú como un beso, aunque sea una sombra. Es una pincelada de mi amor que doy con toda la ilusión del artista que va creando su obra maestra.

Déjate que me muestre en el fondo de las criaturas. Todas son mi reflejo, reflejo de mi luz, de mi fuerza y de mi bondad.

En mí lo tienes todo.

No pienses nada. No busques nada. Tú ama y goza, goza sin fin.

Déjate llevar. Vive en mi amor.

Sí. Esto es el cielo. El cielo soy yo: el Amor, y estoy en ti.

Sé feliz en todo, en tu vida, en tu cruz, en tu esperanza, en todo estoy yo.

Abre tu vida al Amor.