El Señor de los Anillos, la Guerra de las Galaxias y Harry Potter «Tres nuevos mitos de la industria cultural»

Por Caterine Galaz V.
Boletín nº 271 del SOI


Después de las lamentables guerras mundiales del siglo pasado, y últimamente tras los acontecimientos de los «11», de septiembre 2001 en Nueva York y de marzo 2004 en Madrid, las perennes preguntas sobre la dicotomía entre el bien y el mal, el sentido del sufrimiento y el trasfondo de la libertad, han sido la constante no sólo a nivel político y social sino también en la literatura y el cine.

Esta semana se estrenó en cine un capítulo más de la saga de «Harry Potter», un joven mago que nace hace pocos años en la mente de la escritora J.K. Rowling, pero que tiene claras raíces del tronco añoso de la literatura fantástica inglesa, en donde el clásico «El Señor de los Anillos» de Tolkien, es el padre de lo que hoy podríamos llamar los «nuevos mitos de la industria cultural».

No sólo el mundo del mago Potter tiene vínculos con la historia del Anillo del poder, sino también, otro clásico producto cinematográfico de culto mundial: «La Guerra de las Galaxias».

Las tres producciones culturales asumen formatos literarios que hacen que las tramas –más allá de sus escobas voladoras, de anillos de poder o de sables láser- resulten actuales y cercanas para diversos públicos.

Sin embargo, lo central a nivel antropológico es que las tres producciones muestran debates y preguntas ontológicas que el hombre se ha hecho desde tiempos inmemoriales, sobre la relación entre las fuerzas del bien y el mal, la trascendencia, y los valores que tienen una fuerte raíz religiosa, aunque aparezcan mezclados con la magia.

«El Señor de los Anillos», ahora llevada al cine, se desarrolla en un mundo propio de ficción, la Tierra Media, perfeccionada con descripciones físicas, con lenguajes propios, pueblos, tradiciones y costumbres peculiares que le dan un valor literario y antropológico reconocido mundialmente; pero que además, tiene fuertes vinculaciones no sólo con la historia de Europa, sino también con las preguntas valóricas que emergieron en el sentir de muchos ciudadanos tras las guerras mundiales del siglo pasado. En esta producción de Tolkien, aparece una fuerza de maldad, el Señor Oscuro «Sauron», quien por un anillo de poder somete a todas las criaturas haciéndolas esclavas; pero a la vez surge la bondad en los magos sabios, las criaturas diáfanas como los elfos, los valientes enanos, los nobles hobbits –sencillas criaturas de la Tierra Media en quienes recae la responsabilidad de cargar la balanza en favor del bien- y los hombres, que aparecen entre dos aguas: siempre tentados por el mal, pero a la vez con el desafío de ser los herederos de la Tierra y de promover el bien.

A través de todos estos personajes y de sus constantes dudas en el intento de anular el poder del Anillo de Sauron, descubrimos muchas de nuestras propias fortalezas y debilidades.

El mal finalmente es destruido sólo con sacrificio y con la humildad característica de los hobbits, en un universo en el que se exaltan los valores de la amistad y el heroísmo. «Los héroes de la película soportan todo por amor de la salvación del mundo, con la amistad como un aspecto de este amor que empuja a compartir las cargas de los demás y que contribuye al triunfo del bien. Si Dios ha escogido lo que es débil para confundir a los poderosos, los Hobbit expresan plenamente este concepto» señala Claudia Di Giovanni, Oficial del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y colaboradora en la Filmoteca Vaticana.


«... Si Dios ha escogido lo que es débil para confundir a los poderosos, los Hobbit expresan plenamente este concepto»
 

Y es que el Señor de los Anillos tiene una fuerte raíz cristiana, reconocida por su mismo autor Tolkien, profundamente católico, donde se reflejan diversas relaciones, entre ellas, la de la muerte y la inmortalidad que se evidencia entre el misterio de amor por el mundo de criaturas diáfanas como los elfos y los magos que están condenados a dejarla para partir hacia otra vida mejor que no acaba; y por otro, la angustia de los hombres quienes deben permanecer y llevar el curso de una nueva Historia, a partir de la derrota del mal.

Tolkien hace una fuerte relación también entre el mal y el bien, dando luces sobre el debate si las criaturas nacen con tendencias al bien o al mal, o se convierten culturalmente en personas éticas. En el libro de Tolkien quedan mucho más desarrolladas estas dicotomías que en el filme, sobre todo, las dudas morales de los diversos personajes, como en el caso de la criatura «Gollum» que de ser un amable hobbit se convierte en un ser traicionero e individualista, o del mismo Sauron, el Señor Oscuro, de quien se dice que no fue malvado desde el principio, sino que fue el ansia de poder y control lo que le llevó a cambiar.

Otra relación que surge es entre el «poder» y el «dominio» y la libertad. Tolkien dibuja una clara alegoría respecto de las consecuencias que puede tener el uso del poder como ejercicio de dominio sobre otros, sobre todo, colocando a las ansias de poder como motor de las acciones de muchos de los personajes de la historia. La libertad surge como la posibilidad de que cada pueblo en la Tierra Media viva sin la dominación negativa que ha producido el poder del Anillo, y también como la posibilidad de elegir el bien.

Respecto de los valores, surgen ideas en torno a la lealtad, los ideales por los que luchar, el riesgo de la degradación de los seres más sublimes, el rol de cada uno en su propia vida, el aprovechar el tiempo que le toca a cada uno vivir, el sacrificio, la amistad, la alegría de vivir, valores que pueden transforman radicalmente la faz de la tierra. Detrás emerge una antropología positiva y esperanzadora de la sociedad y de los cambios que cada uno, por muy pequeño que sea, puede hacer en la Historia. Tolkien se preocupó siempre de generar historias humanas, cercanas a lo que la gente, según él, le interesaba, sobre todo en su contexto: tras dos guerras sangrientas.

. La versión actualizada: «Harry Potter»

Es en la historia de Tolkien publicada en 1957 y llevada al cine tan sólo hace tres años, donde toma raíces el otro mito de la industria cultural actual: Harry Potter, con la ventaja de que el lenguaje y la estructura literaria es mucho más simple permitiendo que llegue a un público de menor edad.

En las peripecias del mago «Harry Potter» aparece nuevamente la lucha entre el bien y el mal, claro que esta vez, sin el acento religioso que Tolkien da a su obra. En Potter el bien suele ser asociado a fuerzas fantásticas, mientras que el mal aparece como algo más cotidiano y propio tanto de hombres como de criaturas. Sin embargo, los valores como la amistad, la generosidad, la fortaleza y la templanza son referencias constantes en la relación que mantiene el pequeño mago con sus amigos. Surge la idea de que el estudio da buenos frutos como es el caso de la sabelotodo brujita Hermione; la riqueza de mantener un espíritu de niño en el gigante Hagrid; o la serenidad y sabiduría en la toma de decisiones del profesor Dumbledore, o la humildad y la alegría de vivir de la familia amiga de Harry.


Pero en este mundo también emerge la envidia y el afán de aparentar estatus social en el caso de los tíos de Harry, haciendo que la vida en la tierra mortal el protagonista viva el papel de una Cenicienta moderna. La diferencia con Tolkien donde el mundo fantástico es el real, en el de Potter, el protagonista parte y regresa de un mundo real a uno fantástico, aunque plasma en sus historias la crueldad y el horror, la belleza y el bien.


También en «Harry Potter» se hacen alusiones a símbolos de raíz cristiana: se habla del «Elegido» para vencer al mal, la figura de una criatura que encarna el mal, los compañeros que difunden el bien, la enseñanza de los antepasados, entre otros. Pero a la vez, surgen visiones psicológicas que en anteriores obras no se evidenciaban como por ejemplo, la posibilidad que tiene Harry, de también tender hacia el orgullo, el afán de poder, la competencia, actitudes más propias del actual sistema cultural basado en el individualismo.

 

«Harry Potter vence sobre el mal porque usa la inteligencia, pero también porque sabe recurrir a su propia humanidad; la amistad refuerza sus armas de héroe. El mal es derrotado a través de opciones morales muy concretas, que dependen de la libertad y de la compasión que renuncia a la venganza para hacer triunfar el bien. En suma, los “malos” no lo son por naturaleza, sino por opción», destaca Claudia Di Giovanni.


«Harry Potter vence sobre el mal porque usa la inteligencia, pero también porque sabe recurrir a su propia humanidad; la amistad refuerza sus armas de héroe...»
 

 

. Desde la literatura al cine

 

Después de algunos años de la emergencia de «El Señor de los Anillos» en la literatura, Georges Lucas lanzó tomando raíces de esta obra, una película que en muy poco tiempo se convirtió en símbolo de culto, y que ahora vuelve a renacer con las tres primeras partes, con nuevas entregas: la «Guerra de las Galaxias».

 

En esta película nuevamente aparece la lucha entre el bien y el mal, y las constantes dudas éticas de los personajes centrales entre la lealtad, la amistad y la desconfianza, la traición y el afán de poder. Cambian los nombres pero la alusión es la misma; mientras en «El Señor de los anillos», el mal es la oscuridad, en la «Guerra de las Galaxias» es el lado oscuro, y el bien en una es la Luz, mientras que en la otra es la Fuerza.

 

En la «Guerra de las Galaxias» la desvinculación con un mundo religioso tan explícito como lo transmite «El Señor de los Anillos», se hace más patente, aunque en el fondo mantiene el afán por la transmisión de ciertos valores que están acordes con el actual sistema socio-político.

 

En «La Guerra de las Galaxias» por venganza y por ansias de poder, el Bien se «corrompe» y se transforma en Mal, pero de nuevo se trata de un problema de opción que puede ser evitado. Como quiera que sea, «la destrucción final del emperador malvado no es realizada por el héroe bueno, sino por el malvado mismo que se redime y paga con la propia vida como sacrificio» destaca Claudia Di Giovanni.

 

Lo que sí hace la «Guerra de las Galaxias» es tomar ciertas figuras míticas que «El Señor de los Anillos» intenta transmitir como ejes centrales para la relación bien-mal: la figura del maestro que orienta al protagonista que es noble y poderoso («Obi Wan Kenobi» en la «Guerra de las Galaxias» y «Gandalf» en «El Señor de los Anillos»); el elegido que es de carácter sencillo pero que termina siendo el salvador de la historia (Luke Skywalker en la primera, Frodo Bolsón en la segunda); el compañero y amigo leal y fiel que apoya en la búsqueda del bien (Han Solo en la primera, y Sam en la segunda); las mujeres que cumplen un rol de apoyo aunque trascendental en la defensa del bien (La princesa Leia en una, la princesa Elfa Arwen, en la otra). Y en el lado del mal, las figuras míticas de la obra de Tolkien también surgen en la película de Lucas: personajes que en principio aparecen como buenos, pero que atraídos por el poder y la codicia, caen en el lado oscuro del mal (Darth Vader en la «Guerra de las Galaxias» y el mago Saruman en «El Señor de los Anillos»); y la misma encarnación del mal (El Emperador en una, y El Señor Oscuro en la segunda).

 

Como se ve en estos tres mitos de la industria cultural actual, las preguntas que históricamente la persona se ha hecho en torno al bien y el mal, las dudas éticas y los valores emergen constantemente, aunque una y otra la van desvinculando de alusiones explícitas a la religión cristiana.

 

Particularmente, se separan de la tradición religiosa, cuando las tres utilizan la radicalidad de la guerra o la violencia sobre otro, como una forma para enfrentarse ante lo que se considera como el mal.

 

Aunque también en las tres se deja ver cierta esperanza: el mal se aprovecha de la debilidad humana para reclutar nuevos súbditos, pero pese a ello, siempre queda el horizonte abierto para un retorno, a la manera del Hijo Pródigo.

 

«La convicción cristiana es que el mal no tiene entidad divina (no hay dos principios divinos equivalentes, sino uno solo: Dios que es el Sumo Bien), sino que es fruto de la libre opción. Usando erróneamente la libertad, el bien se contamina. Esto nos retrotrae a la historia de Lucifer, el ángel más bello, que cayó precisamente a causa de su orgullo», destaca Claudia Di Giovanni, quien recalca que con la presencia de Cristo, este mal es vencido.

Este problema entre el bien y el mal ha sido llevado al cine y a la literatura, incluso difuminando la presencia directa de Dios, pero dejando ver que late la esperanza de que la humanidad construya un mundo mejor.