PLURALISMO CATEQUÉTICO
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SUMARIO: I. El pluralismo catequético es legítimo. II. Fuentes del pluralismo catequético: 1. Los diversos modelos; 2. Los «movimientos» y los «acentos catequéticos»; 3. El «carisma» propio. III. Criterios para un sano pluralismo: 1. Criterios tomados de la pedagogía de Dios (historia de la salvación); 2. Criterios tomados del magisterio; 3. Criterios procedentes de la teología sistemática y pastoral renovadas. IV. Retos del pluralismo catequético.


I. El pluralismo catequético es legítimo

La catequética supone una ciencia tan rica que resulta realista subrayar como normal, desde el principio, la pluralidad. Pluralidad en un proceso metodológico y reflexivo con sus momentos cognoscitivo, interpretativo, proyectivo, operativo y valorativo; pluralidad en una acción que es al mismo tiempo educación, enseñanza, comunicación de la fe e iniciación en ella; pluralidad en la variedad y complejidad de los métodos que se pueden utilizar en cada caso; pluralidad en el recurso a otras ciencias con las que se relaciona, y en primer lugar en su vinculación muy particular con las ciencias teológicas y pedagógicas.

Se trata, como puede suponerse, de una pluralidad catequética hecha de acentos, olvidos, encarnaciones, aislamientos, aperturas, tendencias de todo tipo y conjugaciones diversas entre los distintos factores. Con esta afirmación no hacemos más que aplicar al ámbito de la catequética un criterio general, tanto a nivel antropológico como eclesiológico. El mismo contenido de la palabra catequesis a lo largo de la historia de la Iglesia evoca resonancias catequéticas plurales.


II. Fuentes del pluralismo catequético

1. Los DIVERSOS MODELOS. El pluralismo, en primer lugar, tiene una de sus bases en el diferente tipo cultural del catequeta que reflexiona orgánicamente sobre la catequesis, y de los mismos que participan en la catequesis. Se ha de contar con estos tipos culturales y ponerlos al servicio de la catequesis. De ellos surgirán diversas pedagogías catequéticas, modos propios de abordar la realidad, medios de expresión originales, sintonías con el pueblo que eviten que los que intervienen en la catequesis tengan que salir de su condición y cultura (cf CF 104).

Junto al factor diferencial cultural, se encuentra en la Iglesia el legítimo y necesario pluralismo teológico, que puede dar lugar, en el ámbito catequético, a procesos formativos o itinerarios catecumenales basados en inspiraciones teológicas diversas y, en casos extremos, divergentes entre sí (cf CC 76).

Claves del pluralismo catequético son también los diversos modelos eclesiológicos. A cada modelo corresponde una determinada concepción de la catequesis, y toda realización catequética es portadora de una visión o proyecto eclesiológico. El modelo piramidal Iglesia-institución, el inorgánico de la crítica anti-institucional o el orgánico de la eclesiología de comunión y de servicio, comportarán una diversidad de enfoques, proyectos y realizaciones1.

En lógica con todo lo anterior, podemos hablar también de diversos modelos de acción pastoral, según la dimensión que polarizan de la misma (liturgia, comunión, anuncio evangelizador, servicio a los hombres), manifestando consiguientes modelos de acción catequética (en perspectiva litúrgico-sacramental, comunitaria, profética, o en clave de servicio y promoción). J. Colomb subrayaba las implicaciones que tiene para la catequesis que se tenga una mentalidad de cristiandad o una mentalidad de diáspora: «No oponemos tanto una mentalidad de cristiandad estable y una mentalidad de diáspora cuanto una mentalidad que, en una situación de diáspora, se esfuerza por mantener actitudes de cristiandad y una mentalidad que reconoce francamente esta situación de diáspora»2.

Por último, fuente del pluralismo catequético ha sido la misma necesidad de concretar tanto qué es lo específico –la identidad– de la catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia como la consiguiente relación catequesis-evangelización (cf CT 18). La reflexión llevada a cabo en el posconcilio por catequetas, sínodos y documentos magisteriales, ha producido una unificación básica en los terrenos aludidos, siempre abierta –como veremos– a enfoques y acentos diversos, críticos entre sí.

2. Los «MOVIMIENTOS» Y LOS «ACENTOS CATEQUÉTICOS». a) La historia de la catequesis del siglo XX nos habla de distintas etapas del movimiento catequético (pedagógico-didáctico, kerigmático, catecumenal, antropológico, histórico-profético...). En cada una de ellas ha habido unos factores que se han acentuado, enriqueciendo la reflexión y la práctica. El nacimiento y el desarrollo de cada una de las etapas han convivido con alguna de las otras. Son las fases de una rica transformación. Podríamos hablar de un pluralismo en camino, con continuos cambios acelerados, con los riesgos de la falta de reposo y las ventajas de quien abre caminos, con notable vitalidad, en fidelidad a Dios y al hombre de cada momento. La renovación catequética ha sido un don precioso del Espíritu, al que por doquier las comunidades cristianas han respondido con «entrega creadora» (CT 3).

De hecho, la catequesis del siglo XX en España ha sido creativa. En el primer tercio de siglo la creatividad se centró sobre todo en el terreno metodológico y, tras un período comprensiblemente menos innovador por diversas circunstancias de todo tipo, la segunda mitad ha sido pujante y rica, con la ventaja de haber profundizado en múltiples facetas.

b) Fuente del pluralismo catequético son también las acentuaciones que se cultivan preferentemente, tanto en la reflexión como en la práctica, dando lugar a diferentes tipos de catequesis: más doctrinales, kerigmáticos, antropológicos, liberadores; más misioneros, bíblicos, patrísticos, contemplativos, magisteriales, testimoniales. Según la opción se darán a su vez unos acentos determinados, un lenguaje propio, un modo de concebir el grupo, al catequista y a la relación entre ambos, un modo de utilizar la Sagrada Escritura, de orar, de celebrar, de cultivar el compromiso, el sentido misionero, etc.

Ya en el Directorio general de pastoral catequética de 1971 se hablaba de diferentes formas de catequesis: bíblica y litúrgica, resumen doctrinal, interpretación de las situaciones de la existencia humana...; partir de Dios para llegar a Cristo, y al contrario; partir del hombre para llegar a Dios, y al contrario; formas catequéticas sistemáticas y ocasionales, individuales y comunitarias, organizadas y espontáneas... (cf DCG 19.46; una referencia semejante en DGC 118).

En sintonía con estos acentos catequéticos, están también los diversos subrayados en el campo de la metodología, expresión sin duda de distintos o complementarios planteamientos catequéticos. En efecto, «muchas realizaciones catequéticas presentan la prevalencia de algunas líneas metodológicas: o cognoscitivas (información, enseñanza, reflexión, comunicación) o afectivas (testimonio, vida de grupo, imitación, interacción) u operativas (acción, compromiso, juego, expresión, celebración, etc.)»3.

Hay también modelos diferentes de comunicación en la catequesis. La exhortación Catechesi tradendae advertía del doble significado del cristocentrismo en catequesis, en el sentido de comunión con Jesucristo o de enseñanza de Jesucristo. Es cierto que estos dos modelos «ni se oponen ni se excluyen», y que «más bien se relacionan y se complementan» (CT 5), pero también es cierto que cada reflexión catequética, y por supuesto cada forma de realizar la catequesis, puede suponer una acentuación de uno de los aspectos, ofreciendo un tipo de comunicación entre catequista, catequizando y Mensaje4.

3. EL «CARISMA» PROPIO. Es un dato de experiencia, ante todo, la pluralidad de enfoques catequéticos que se encuentra en las familias religiosas, en las catecumenales, en las asociaciones, grupos y movimientos apostólicos. La existencia de cauces formativos específicos y de elementos propios en la educación sistemática de la fe, con una mayor o menor inserción y vinculación en el dinamismo evangelizador de la comunidad eclesial... es fruto –no sólo, sino también– de opciones catequéticas determinadas (cf CC 282). «Enriquecen una tarea común con unos acentos propios, muchas veces de gran hondura religiosa, social y pedagógica» (DGC 229).

El caso de la catequesis de adultos es un ejemplo claro de este pluralismo. El documento Catequesis de adultos (CAd), de la Iglesia española, afronta el tema: constata la diversidad de tendencias catecumenales y el problema pastoral, no exento de dificultades, de acertar a conjugar la unidad de la fe con la diversidad de las tendencias; constata, igualmente, que en ocasiones el pluralismo se hace divergente respecto a las exigencias de la comunión, falto de diálogo, de convergencia y de mutua complementariedad. En definitiva, el documento valora la necesidad de seguir avanzando hacia una mayor unidad dentro del auténtico pluralismo catequético y catecumenal (cf CAd 122-124).


III. Criterios para un sano pluralismo

Expresamos algunos criterios que pueden ayudar a evitar un pluralismo catequético discordante en que cada catequeta, agente o responsable de catequesis conciba las realidades catequéticas de manera divergente y aun contradictoria. Eso sí, no todos los criterios que vamos a enumerar tienen el mismo valor, siendo posible un pluralismo de posturas y matizaciones.

1. CRITERIOS TOMADOS DE LA PEDAGOGÍA DE DIOS (HISTORIA DE LA SALVACIÓN). La actitud servicial es el criterio básico: Dios mismo, a lo largo de toda la historia sagrada, y principalmente en el evangelio, se sirvió de una pedagogía que debe seguir siendo la fuente y modelo de la pedagogía de la fe; la catequesis, en esa línea, sirve al diálogo de la salvación entre Dios y la persona (cf CT 58; DGC 143).

Son muchos los criterios que brotan de esta fuente; señalamos algunos: la centralidad de Jesucristo y la comunión con él, dinamismo impulsor de otras relaciones con el Padre, con el Espíritu Santo, con la Iglesia y con los hombres; el mensaje significativo, hecho buena noticia; el carácter progresivo de la Revelación y la adaptación a las diversas personas y culturas; la pedagogía de la encarnación; el valor de la experiencia comunitaria y el de la relación interpersonal; la condescendencia; la buena conjugación entre evangelización y educación. Del mismo Jesucristo emana una ley fundamental para la catequesis: «la fidelidad a Dios y al hombre, en una misma actitud de amor» (CT 55; cf DGC 80-81.139-147; CC 205-220).

2. CRITERIOS TOMADOS DEL MAGISTERIO. Los documentos del magisterio sobre la catequesis tratan con asiduidad de dos criterios: la integridad del mensaje y la doble fidelidad en la catequesis, a Dios y al hombre. Junto a estos dos criterios vamos a explicitar algunos otros de los muchos que se podrían citar.

a) Integridad del mensaje evangélico. Es un criterio muy valorado por el magisterio, destacando su importancia en el mismo lenguaje utilizado. Las limitaciones de la catequesis «son particularmente graves cuando ponen en peligro la integridad del contenido» (CT 17). El Directorio general para la catequesis, afirma que «un criterio fundamental de la catequesis es el de salvaguardar la integridad del mensaje, evitando presentaciones parciales o deformadas del mismo» (DGC 111). Contando con la gradualidad y la adaptación, y siguiendo el ejemplo de la pedagogía divina, se ha de proponer el mensaje atendiendo a dos niveles de exposición íntegra, la intensiva y la extensiva (cf DGC 112).

Sea como orientación de fondo o en el terreno de los contenidos, el magisterio menciona también, en el criterio de la integridad, las siguientes tareas para la catequesis: un mayor influjo del concepto conciliar de tradición; una presentación más equilibrada de toda la verdad del misterio de Cristo, y de la verdad sobre Dios, sobre el hombre, el pecado, la gracia, los novísimos..., evitando lagunas doctrinales; una más sólida formación moral, más adecuada presentación de la historia de la Iglesia y más relevante doctrina social; una progresiva y coherente síntesis entre la adhesión plena del hombre a Dios y los contenidos del mensaje; un desarrollo acorde de todas las dimensiones de la fe; y unos catecismos fieles a los contenidos esenciales de la Revelación (cf DGC 30; 144; CT 50). El reciente Catecismo de la Iglesia católica se ofrece como «expresión relevante actual» de la tradición viva de la Iglesia, como referente doctrinal, como punto de referencia para inspirar la acción catequizadora (DGC 128.122).

b) Fidelidad, con todo el rigor y vigor, a las dos realidades: a Dios y al hombre. «Fidelidad al mensaje y a la persona» (DGC 238). Las diferentes situaciones socio-religiosas, que es frecuente que se den hoy, incluso en el territorio de una Iglesia particular, «piden respuestas adecuadas y diferenciadas» (DGC 58; cf 59; DCG 34; CT 30). Sigue siendo actual la frase del Vaticano II llamando a «auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, los diferentes lenguajes de nuestro tiempo y juzgarlos a la luz de la palabra divina, para que la verdad revelada pueda ser percibida más completamente, comprendida mejor y expresada más adecuadamente» (GS 44; cf CT 31.53.59; DGC 208). En definitiva, este criterio pide «la fidelidad a Dios y la fidelidad al hombre, en una misma actitud de amor» (CT 55).

El criterio a seguir en la compleja relación entre inculturación e integridad del mensaje cristiano será el de una actitud evangélica que sepa «conjugar la aceptación de los valores verdaderamente humanos y religiosos, por encima de cerrazones inmovilistas, con el compromiso misionero de anunciar toda la verdad del evangelio, por encima de fáciles acomodaciones» (DGC 113).

c) Ni rutina ni improvisación, sino creatividad evangélica. El Mensaje al pueblo de Dios, en el Sínodo sobre la catequesis, subrayó justamente que, para la catequesis, «la repetición rutinaria, que se opone a todo cambio, por una parte, y la improvisación irreflexiva que afronta con ligereza los problemas, por la otra, son igualmente peligrosas. La repetición rutinaria, ahora son palabras de Catechesi tradendae, lleva al estancamiento, al letargo y, en definitiva, a la parálisis. La improvisación irreflexiva engendra desconcierto» (CT 17). Es necesario dar pruebas hoy —como se hizo en otras épocas de la historia— de «sabiduría, de valentía y de fidelidad evangélicas», buscando creativamente y abriendo caminos y perspectivas nuevas para realizar la catequesis que necesitan nuestros contemporáneos.

Por su parte, el Directorio, teniendo de fondo la llamada a la integridad que ya hemos visto, sigue apelando a la creatividad: «Las Iglesias locales, en la tarea de adaptar, contextualizar e inculturar el mensaje evangélico a las diferentes edades, situaciones y culturas, por medio de los catecismos, necesita una certera y madura creatividad» (DGC 134-135).

d) Conservar la especificidad de su tarea en la pastoral de la Iglesia y la riqueza de aspectos diversos que la constituyen. La catequesis, aun estando relacionada con otras tareas evangelizadoras de la Iglesia, no pierde su carácter específico. Cumple al mismo tiempo tareas de iniciación, de educación y de instrucción/enseñanza, e interesa que conserve esta riqueza de aspectos diversos, que se implican y desarrollan mutuamente (cf DCG 31; DGC 144.84.87). El documento La catequesis de la comunidad es una muestra concreta de este esfuerzo clarificador, que encuentra su mejor expresión en la descripción que realiza de la catequesis, intentando aunar, de una forma integral, contextos, objetivos, características y meta (cf CC 30-34; puede estudiarse la semejanza con DGC 218b).

e) Las situaciones particulares postulan una atención especial. El DCG de 1971 lo afirmaba con claridad: principios y enunciados comunes, aplicaciones concretas de los mismos en manos de distintas competencias. «De tal manera que cualquier individuo o comunidad pueda ser alcanzado en el estado espiritual en que se encuentra» (DCG 20; cf Int. f). En el nuevo Directorio se repite abundantemente: «La necesaria atención a las distintas y variadas situaciones de las personas impulsa a la catequesis a recorrer múltiples caminos para salir a su encuentro y adaptar el mensaje cristiano y la pedagogía de la fe a sus diversas necesidades» (DGC 165). Ese proceso de adaptación será tanto más pertinente cuanto más se tengan en cuenta los elementos exteriores de una situación concreta y las aspiraciones y necesidades de la persona en su mundo interior (cf DGC 170.212).

e) Correlación profunda y vital entre catequesis y teología, servicio vivido a veces como equilibrio inestable. Se subraya la misión irremplazable de la teología al servicio de la fe y la influencia que ejercen sus investigaciones y afirmaciones en la catequesis. Por lo mismo, se llama la atención sobre la repercusión que toda conmoción en el campo de la teología provoca en la catequesis, pidiendo a los teólogos y a los exegetas que estén atentos para no hacer pasar por verdades ciertas lo que pertenece al ámbito de las cuestiones opinables o discutidas de los expertos. Por su parte, los catequistas podrán recoger en el campo de la investigación teológica lo que pueda iluminar su propia reflexión y su enseñanza (cf CT 61; DGC 202).

3. CRITERIOS PROCEDENTES DE LA TEOLOGÍA SISTEMÁTICA Y PASTORAL RENOVADAS. Sin duda, otros elementos para un sano pluralismo catequético nos vienen de todo este campo, tan dinámico en las últimas décadas.

a) La teología sistemática, fuente de conceptos teológicos renovados para la catequética. Se han ido incorporando conceptos como revelación, fe, Iglesia, evangelización, ecumenismo, hombre nuevo..., tomándolos del Vaticano II. El criterio deberá seguir actuando.

b) Las adquisiciones de la catequética en el siglo XX, claves de evaluación y corrección de la acción catequética. Entre los catequetas hay una conciencia común de que la historia de la catequesis, y de manera muy especial la del siglo XX, es un criterio inspirador para el presente. Tratándose de la herencia de una tradición catequética continua, diversa y coherente, también con deficiencias, se ha de aprender de ella para edificar el futuro. Frente a síntomas de una cierta involución y restauración catequética, el momento en que nos encontramos no ha de comprometer tantos resultados positivos logrados en el último siglo. En la catequesis de la Iglesia hay como unos puntos de no retorno.

c) Cada situación concreta precisa su especificación y adaptación. La catequética del siglo XX ha remachado con fuerza la convicción de que la fidelidad al catequizando exige valorar los diversos factores que en él influyen: sociales, culturales, personales...; necesitando en cada caso una adaptación de la programación catequética.

d) Conciencia —antropológica y teológica— de la unidad de misión, en un contexto de pluralismo. No podemos aspirar en la Iglesia a una unanimidad general en todos y cada uno de los detalles. Sí podemos aspirar, desde el respeto a la diversidad, y contando con el diálogo, a trabajar juntos en torno a una misma finalidad y unos mismos objetivos. El congreso internacional de catequesis que tuvo lugar en Sevilla en 1992 fue toda una experiencia viva de este criterio.

También entre los obreros de la catequesis, y en su relación con el resto de agentes eclesiales —incluido el magisterio—, viene bien seguir escuchando, y renovando por parte de todos, el eco de las palabras de Pablo VI llamando a un diálogo con caracteres de claridad («ante todo») y mansedumbre, confianza y prudencia, caridad y obediencia. «En el diálogo así ejercitado se realiza la unión de la verdad y de la caridad, de la inteligencia y del amor» (ES 76; cf 75); dicho con otra expresión, «el diálogo supone y exige capacidad de comprensión» y su clima «es la amistad. Más aún, el servicio» (ES 75.80; cf DGC 144).


IV. Retos del pluralismo catequético

En resumen, ¿cómo cultivar un respetuoso pluralismo catequético que sea fuente de vitalidad? Señalamos, en este sentido, algunos retos de la catequética.

a) El reconocimiento, la aceptación y la valoración del pluralismo en la catequética, en la catequesis, en la Iglesia, donde se realiza la catequesis, y en el mundo socio-cultural.

b) Una catequesis con claridad de objetivos, fruto de un serio discernimiento. Tomar conciencia del pluralismo conlleva, en efecto, una reflexión catequética que haga maduras las opciones que se tomen, justificando de paso las que no se adoptan. «Únicamente si desde el principio se entiende con rectitud la naturaleza y los fines de la catequesis, como también las verdades y valores que deben transmitirse, podrán evitarse defectos y errores en materia catequética» (DGC 9). Colaborarán en esta tarea, de una forma especial, los tratados de catequética y los directorios catequéticos del magisterio en sus diversos niveles de concreción.

c) Al mismo tiempo, una catequesis que valore la riqueza de las diversas tendencias y la necesaria complementariedad entre todas ellas. Será positivo el mutuo enriquecimiento a nivel internacional, la merecida valoración de tantas y tantas realizaciones locales, el sano espíritu de crítica constructiva, la colaboración y coordinación —cada uno desde su servicio, pero con unas finalidades y objetivos comunes— de todos los implicados en la catequesis: magisterio, catequetas, teólogos, pedagogos, catequistas, etc. Esta herencia viva es así una llamada a seguir «en movimiento». La Iglesia sigue invitada a consagrar a la catequesis sus mejores recursos en hombres y energías, sin ahorrar esfuerzos; sigue comprometida en suscitar y mantener una mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, medios, instrumentos y recursos que sean necesarios (cf CT 15.63). Compromiso común es, por ejemplo, el expresado en la Declaración final del Congreso internacional de catequesis de 1992: «Ir construyendo, en y desde la catequesis, una Iglesia-comunión, que en medio de nuestros conflictos históricos busque la reconciliación y la unidad; una Iglesia servidora, que prolongue la presencia de Cristo-siervo en todos sus ministerios; una Iglesia misionera que anuncie con gozo al hombre de hoy que Dios le ama y que ha sido salvado por Jesucristo»5.

En la misma línea de retos, el nuevo Directorio plantea, en concreto, estos desafíos y opciones comunes: que sea un servicio fundamental con un acentuado carácter misionero, dirigido a todos a partir de los adultos; que moldee la personalidad creyente siendo una escuela de pedagogía cristiana, que anuncie los misterios esenciales del cristianismo promoviendo la experiencia trinitaria de la vida en Cristo como centro de la vida de fe, y que tenga como tarea prioritaria la preparación y formación de catequistas (cf DGC 33).

d) Una catequesis para un contexto cultural pluralista. Un reto de la catequesis es, por último, iniciar-educar a los catecúmenos en la proclamación de la fe en una realidad mundial pluralista a distintos niveles (cultural, ideológico...). Para ello hará falta educar las relaciones fe-vida, mensaje cristiano-contexto cultural, fe-pluralismo, identidad de bautizados-diálogo con el mundo, así como buscar expresiones de fe significativas para los hombres de hoy, y formar catequistas para esta hora con una pedagogía apropiada (cf DGC 205.194).

NOTAS: 1. Cf E. ALBERICH, Catequesis y praxis eclesial, CCS, Madrid 1983, 133. — 2 J. COLOMB, Manual de catequética. Al servicio de la fe 11, Herder, Barcelona 1971, nota 4; cf 612-618; J. A. RAMOS GUERREIRA, Teología pastoral, BAC, Madrid 1995, 122-146; E. ALBERICH-A. BINZ, Catequesis de adultos. Elementos de metodología, CCS, Madrid 1994, 39-43. —3. E. ALBERICH, o.c., 109, nota 5. — 4. Cf A. FOSSION, La catéchése dans le champ de la communication, Cerf, París 1990, 126-135. — 5 Actas del Congreso internacional de catequesis. Del V Centenario al III Milenio, Anexo (septiembre 1992) 41.

BIBL.: ALBERICH E., La catequesis veinte años después del Vaticano II, Misión joven 129 (1987) 5-12; MARDONES J. M., Pluralismo y pertenencia religiosa, Teología y catequesis 51 (1994) 11-28; Per una identiftcazione del raporto catechesi-pluralismo, Via, Veritá e Vita 26 (1977) n. 61, 7-75; SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS (MADRID), Comunidades plurales en la Iglesia, San Pablo, Madrid 1981; THOMPSON N. H. (ed.), Religious pluralism and religious education, Religious Education Press, Birmingham (Alabama) 1988.

Fernando Jarne Jame