PLANIFICACIÓN DE LA ACCIÓN CATEQUÉTICA
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SUMARIO: 1. Planificación y acción pastoral y catequética. II. Planificación pastoral y acción catequética. III. Proceso metodológico: 1. Análisis de la situación; 2. Interpretación teológico-pastoral y catequética de la situación; 3. Formulación de las acciones preferenciales; 4. Balance de los recursos actuales y previsibles; 5. Programación de la acción catequética; 6. Realización de los programas de acción; 7. Evaluación.


I. Planificación y acción pastoral y catequética

a) La planificación, expresión de la racionalidad humana. En líneas generales, se puede afirmar que la planificación consiste en decidir por anticipado aquello que se desea hacer; o, dicho de otro modo, en proyectar un determinado proceso de actuación.

Considerada desde esta perspectiva, la planificación forma parte de la conducta humana ordinaria. El hombre, en cuanto ser racional, se define en su acción por la relación coherente entre el objetivo que se propone y la elección, organización y utilización de los medios y métodos más aptos para conseguirlo.

Como expresión de la racionalidad humana, la planificación tiene un sentido muy amplio y abarca todos los campos de la actividad humana: planifica la persona que va a hacer un viaje, planifican los ejecutivos que van a hacer una campaña de ventas, planifica el equipo responsable de la catequesis diocesana que quiere intensificar la formación de catequistas en su diócesis... La planificación es, por tanto, una realidad que está presente, de un modo u otro, en todo quehacer humano. De una buena, mediocre o improvisada planificación puede depender la mayor o menor eficacia de la acción, e incluso el éxito o el fracaso de la misma.

Muchas veces, sobre todo en la vida personal, la acción es sencilla, y la relación entre objetivo, medios y método es connatural; entonces la planificación es implícita. Otras veces, por el contrario, sobre todo cuando se trata de la acción de grupos y colectivos humanos, la acción o el proceso hasta su realización es complejo; entonces es necesaria una planificación específica y explícita, en la que se interrelacionen, de modo reflexivo, objetivos, medios y métodos. A este tipo de planificación, especialmente necesaria en la acción de los grupos humanos será a la que nos referiremos a continuación.

b) Las «ciencias de la acción». La historia de los esfuerzos del hombre por racionalizar su acción y por llevar a la práctica el fruto de su reflexión es la historia del progreso científico-técnico de la humanidad. Durante los dos últimos siglos, a partir del proceso de industrialización, la acción humana colectiva ha ido tomando una nueva amplitud y complejidad, principalmente a causa de la racionalización del trabajo, así como de las concentraciones humanas y de los cambios sociales a los que dichos fenómenos han dado lugar.

Para estudiar sistemáticamente la acción humana en su complejidad, nacieron las ciencias de la acción, ciencias que intentan presentar una teoría que exprese las leyes generales de la acción y que se proponen exponer y justificar los estándares de una acción eficaz. Actualmente estas ciencias de la acción suponen la colaboración multidisciplinar de las ciencias humanas que tienen como objeto de estudio la acción humana, en especial la sociología, la psicología, la pedagogía, las ciencias de la comunicación y las ciencias económicas y políticas.

c) La acción pastoral y catequética planificada. La acción pastoral y la acción catequética, que han de ser fieles al principio de encarnación, no pueden dejar de tener en cuenta las aportaciones ofrecidas por estas ciencias que estudian la acción humana. La planificación pastoral y la planificación de la acción catequética pretenden asumir en la praxis pastoral y catequética los principios de racionalidad y eficacia de las ciencias de la acción. Ello implica el diálogo interdisciplinar en la teología pastoral o práctica y en la catequética, respectivamente, con las ciencias humanas que tienen como objeto de estudio la acción humana.

La acción pastoral y la acción catequética suponen la utilización adecuada de las técnicas de la acción humana. Planificar y programar es necesario. Una comunidad cristiana o un grupo de catequistas no pueden trabajar de un modo eficaz sin explicitar lo que pretenden con su acción, y los medios y métodos más aptos que van a emplear para lograrlo. El mismo Jesús da por supuesto ese planteamiento previo a la acción con imágenes muy gráficas: «¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero para calcular los gastos y ver si tiene para terminarla? ¿Qué rey, si va a ir a la guerra contra otro, no se sienta a considerar si puede enfrentarse con diez mil al que viene contra él con veinte mil?» (Lc 14,28.31). Ni en la acción evangelizadora ni en la acción catequética se puede actuar ciega e irracionalmente: el apóstol no es uno que corre sin rumbo fijo o alguien que da golpes al aire (cf iCor 9,26-27).

El apóstol es un colaborador de Dios (cf 1Cor 3,9). Al planificar racionalmente la pastoral o la catequesis, la comunidad cristiana no niega ni sustituye la acción libre de Dios o la libertad humana, sino que realiza una mediación colaboradora entre ambas libertades, al servicio del acto de fe o de la educación de la fe, secundando, del modo más racional y eficaz posible, la acción que el Espíritu Santo, agente principal de la evangelización (cf AG 13; EN 75; RMi 3), está realizando en el corazón de cada persona, de los grupos y colectividades sociales y de la historia humana.


II. Planificación pastoral y acción catequética

Los obispos latinoamericanos, en su III Conferencia general celebrada en Puebla (México) en 1969, describían así la acción pastoral planificada: «Es la respuesta específica, consciente e intencional a las necesidades de la evangelización. Deberá realizarse en un proceso de participación, en todos los niveles, de las comunidades y personas interesadas, educándolas en la metodología de análisis de la realidad, para la reflexión sobre dicha realidad a partir del evangelio, la opción por los objetivos y los medios más aptos y su uso más racional para la acción evangelizadora» (n. 1307). Por su parte, ese mismo año, en la publicación del Secretariado nacional de la Comisión episcopal de pastoral Programación por objetivos se la definía así: «Es, ante todo, un proceso educativo que lleva una comunidad (grupo, parroquia, institución, etc.) para repensar su finalidad y metas en una situación global que está viviendo el pueblo, y a partir de ahí establecer la acción y las actividades».

Estos dos textos, formulados desde los ámbitos latinoamericano y español, nos permiten abordar los rasgos característicos de lo que entendemos por planificación pastoral, rasgos que, por otro lado, son extensibles a la planificación de la acción catequética, como parte integrante que es de la pastoral global o de la acción evangelizadora de la Iglesia.

a) La planificación parte de la realidad. Si la evangelización «trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos» (EN 18), la planificación habrá de hacerse a partir de la realidad en la que la comunidad cristiana está inserta. Para ello será necesario conocer la situación social, cultural y religiosa del ambiente o contexto humano en el que la comunidad cristiana realiza su acción, e interpretar esa situación a la luz del evangelio, para, con unos criterios teológico-pastorales, descubrir las necesidades de evangelización existentes. El Vaticano II, a la vez que afirma la misión evangelizadora de la Iglesia como servicio al hombre, señala con claridad el punto de partida para ese servicio: «Para cumplir esta tarea corresponde a la Iglesia el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del evangelio, de forma que, acomodada a cada generación, pueda responder a los frecuentes interrogantes de los hombres sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la relación mutua entre ambas. Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus expectativas, sus aspiraciones y su índole muchas veces dramática» (GS 4).

La interrelación que se establece en el proceso de la planificación entre el conocimiento de la situación y su interpretación a la luz del evangelio, permite superar dos modos claramente insuficientes de enfocar la acción pastoral: el de una pastoral pragmática, que no tiene en cuenta las finalidades últimas de la evangelización que han de guiar toda la acción pastoral de la Iglesia, y el de una praxis pastoral, entendida como mera aplicación a los sujetos de las verdades o principios deducidos de la reflexión teológica.

En relación con la acción catequética —conjunto de actividades que preparan y sostienen el proceso concreto de la catequesis—, la planificación también ha de partir de la realidad para responder mejor a las necesidades de catequización que se detecten. Respecto a la programación del acto catequético o de las sesiones de catequesis, el conocimiento e interpretación de la realidad tiene una doble función. En primer lugar, permite conocer mejor los grupos de catequesis para los que se hace la programación: sean adultos, jóvenes o niños los miembros de los grupos, nos encontramos con personas situadas en un contexto determinado y condicionadas por una cultura o mentalidad colectiva. En segundo lugar, posibilita iniciar a los catecúmenos en los compromisos temporales, apostólicos y misioneros —una de las dimensiones esenciales de la catequesis— con un mayor realismo.

b) Es un proceso educativo. La planificación educa a las personas, grupos y comunidades en una metodología de reflexión compuesta, como señala Puebla, por pasos precisos: 1) análisis de la realidad; 2) reflexión sobre la realidad a partir del evangelio; 3) opción por los objetivos a conseguir en la acción evangelizadora, y 4) elección de los medios más aptos y su uso más racional para alcanzar los objetivos prefijados. Asimismo, la planificación educa porque en su proceso metodológico conjuga permanentemente la dinámica reflexión-acción en orden a una acción evangelizadora cada vez más eficaz.

c) Es un proceso dinámico y flexible. La planificación no puede considerarse como algo definitivo. Es un proceso dinámico y, por ello, simultáneamente provisional. Al conocimiento objetivo de la realidad —y de una realidad que además es cambiante—, a la lectura creyente de la misma, a la programación ajustada que prepara la acción y quiere responder adecuadamente a las necesidades de la evangelización o de la catequización, se va avanzando con aproximaciones sucesivas. Ello supone en la persona, grupo o comunidad una capacidad permanente de revisión, que permite perfeccionar progresivamente el proceso de reflexión y de acción. Por otro lado, la planificación ha de estar abierta siempre a la acción imprevisible del Espíritu. Lo cual indica el carácter flexible que ha de caracterizarla.

d) Implica a toda la comunidad, grupo o institución eclesial. Ejerciendo cada miembro su propia vocación o carisma, todos deben participar, según su nivel de responsabilidad y competencia, en la formulación de los objetivos o resultados a conseguir, en la realización de la acción y en la evaluación de lo realizado. A diferencia de las organizaciones sociales que, buscando una eficacia inmediata, desarrollan un modelo de planificación centralizado y dirigista, en el que unos pocos establecen los objetivos y líneas de acción que los demás han de ejecutar, la comunidad cristiana, o el grupo o institución eclesial, ha de buscar en su planificación de la pastoral y de la catequesis la máxima participación y corresponsabilidad. Y porque el proceso de planificación pide la más amplia participación, no es sólo un modo de hacer eficazmente, sino también un modo de hacer Iglesia. El proceso de interrelación y de corresponsabilidad a que da lugar se convierte en una mediación de comunión, ya que la acción hace surgir las motivaciones profundas de las personas, reuniéndolas para llevar a cabo la común misión encomendada por Cristo.

e) Debe realizarse en todos los niveles de la comunidad. El proceso educativo, dinámico y de participación corresponsable que postula la planificación pastoral, no sólo debe realizarse en la planificación de la acción conjunta que lleva adelante la comunidad cristiana, el grupo o la institución eclesial como tal, sino que ha de operarse también en cada uno de sus niveles.

Sea en el ámbito de la comunidad cristiana inmediata, sea en el ámbito de la Iglesia particular o diócesis, es posible destacar distintos niveles de actuación y de responsabilidad en la acción. Centrándonos en la catequesis, es fácil distinguir en la comunidad cristiana inmediata tres niveles fundamentales: 1) el nivel básico de los catequistas de los grupos de adultos, de jóvenes, de niños...; 2) el nivel intermedio del equipo responsable de coordinar la catequesis de una determinada edad o etapa catequética, y 3) el nivel último del equipo responsable de la totalidad de la acción catequética de la comunidad. Esos tres niveles fundamentales de actuación y responsabilidad pueden distinguirse también en la Iglesia particular: 1) el nivel básico de los responsables de la acción catequética en las comunidades cristianas inmediatas (parroquiales o no); 2) el nivel intermedio de los responsables de la acción catequética en las zonas pastorales o vicariales, y 3) el nivel último de los responsables de la acción catequética en la diócesis. Obviamente, cada nivel de actuación y responsabilidad tiene su propio campo de reflexión y de acción y, por tanto, de programación. Cada uno de ellos tiene, pues, su propia especificidad. No obstante, es importante caer en la cuenta de que la acción catequética planificada, en una Iglesia de participación y corresponsabilidad, pide la interrelación de los diferentes niveles y la articulación de los diversos programas de acción.


III. Proceso metodológico

Hemos señalado ya globalmente, a propósito del documento de Puebla, algunos pasos en relación con el proceso metodológico. Conviene, sin embargo, verlos de un modo ordenado y sistemático, de acuerdo con planteamientos más recientes –como los de Mario Midali y Sergio Lanza–, que intentan incorporar otros elementos a la dinámica ver-juzgar-actuar La secuencia de estos pasos es válida para cualquiera de los niveles en los que se planifique la acción catequética, ya sea el nivel básico, el intermedio o el último.

1. ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN. Como señalaba el Directorio general de pastoral catequética de 1971 (n. 100) y reitera el nuevo Directorio general para la catequesis, «el objeto de esta investigación es múltiple, pues abarca el examen de la acción pastoral y el análisis de la situación religiosa, así como las condiciones sociológicas, culturales y económicas, en tanto que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el proceso de evangelización» (DGC 279).

a) Análisis de la situación del con-texto social. Se trata de conocer con la mayor objetividad posible –y a la vez con la máxima empatía e implicación– la situación socio-económica, cultural y religiosa del contexto en el que se realiza la acción evangelizadora (barrio/pueblo, zona o diócesis, según el nivel donde se sitúa la acción). Los grados de estudio y las técnicas para conocer y analizar esa realidad pueden ser muy variadas, y van desde el conocimiento inmediato reflexionado en grupo, al estudio sociológico científicamente elaborado. En ese estudio convendrá tener en cuenta la recomendación práctica que daba el Directorio de 1971: «Por tratarse de un trabajo bastante difícil, es necesario evitar dos peligros, a saber: 1) tener por ciertos, elementos o indicios no suficientemente analizados o comprobados; 2) exigir un estudio de tal perfección científica que resulte irrealizable» (DCG 101). Al término del análisis deberán aparecer claramente expresados: 1) los problemas sociales y humanos más importantes; 1) las mentalidades y estilos de vida dominantes, con sus valores y contra-valores en relación al reino de Dios; 2) los diferentes modos de situarse ante el hecho cristiano.

«El análisis de la situación religiosa –concreta el nuevo Directorio–está referido, sobre todo, a tres niveles muy relacionados entre sí: el sentido de lo sagrado, es decir, aquellas experiencias humanas que, por su hondura, tienden a abrir al misterio; el sentido religioso, o sea, las maneras concretas de concebir y de relacionarse con Dios en un pueblo determinado, y las situaciones de fe, con la diversa tipología de creyentes» (DGC 279).

b) Análisis de la situación de la acción evangelizadora. También de un modo objetivo, hay que conocer la pastoral global o la acción evangelizadora que actualmente se realiza en ese ambiente: 1) las actividades, personas y tiempo que se dedican a la acción misionera con los no creyentes y alejados, a la acción catecumenal con los convertidos y a la acción pastoral con los fieles; 2) el equilibrio y dinamismo interno entre las diferentes acciones eclesiales: la acción misionera, la catequesis y otras formas de educación de la fe, la acción litúrgica, la vida comunitaria, la pastoral social y caritativa de la comunidad, la presencia evangelizadora en los ambientes; 3) la coordinación, de hecho, entre los distintos agentes de pastoral.

Tanto el análisis de la situación del contexto social como el análisis de la respuesta evangelizadora que se está realizando, llevados a cabo desde la perspectiva catequética, permiten descubrir los condicionamientos con que se encuentra la acción catequizadora, así como las demandas que emergen para la educación de la fe: mentalidades y estilos de vida; valores y contravalores; lenguajes en que la catequesis se ha de inculturar; acentos misioneros que ha de revestir; compromisos sociales y humanos hacia los que ha de educar para responder a la problemática existente.

c) Análisis de la situación de la acción catequética. El Directorio señala una serie de indicadores a tener en cuenta para analizar dicha situación: «Cómo está ubicada, de hecho, en el proceso evangelizador; el equilibrio y la articulación entre los diferentes sectores catequéticos (niños, adolescentes, jóvenes, adultos...); la coordinación de la catequesis con la educación cristiana familiar, con la educación escolar, con la enseñanza religiosa escolar y con las otras formas de educación de la fe; la calidad interna; los contenidos que se están impartiendo y la metodología que se utiliza; las características de los catequistas y su formación» (DGC 279).

2. INTERPRETACIÓN TEOLÓGICO-PASTORAL Y CATEQUÉTICA DE LA SITUACIÓN. Aunque el análisis supone ya un cierto grado de interpretación teológico-pastoral y catequética; sin embargo, conviene explicitar este paso en el proceso de la planificación. Esta interpretación supone un marco criteriológico, formado por los documentos orientadores del magisterio y la reflexión sistemática ofrecida por las ciencias catequéticas, a partir del cual la comunidad cristiana, la institución o la Iglesia particular, se pregunta acerca de si la situación catequizadora que actualmente realiza responde a las necesidades de catequización descubiertas; o más concretamente: ¿qué habría que hacer?, ¿qué tareas faltan?, ¿cómo mejorar las acciones que se realizan?

3. FORMULACIÓN DE LAS ACCIONES PREFERENCIALES. Fruto de la interpretación teológico-pastoral y catequética, y como expresión de la situación deseada, deben formularse las opciones preferenciales o prioridades en la acción catequética. Estas señalan unas metas a conseguir a largo plazo, un ideal posible. Preferimos no llamarlas objetivos, que son siempre resultados evaluables y cuya formulación ha de hacerse contando con los recursos de que se dispone.

4. BALANCE DE LOS RECURSOS ACTUALES Y PREVISIBLES. Este balance es lo que permite hacer una programación realista. Indicadores para ese balance pueden ser los siguientes: 1) Personas: número actual de catequistas, características (edad, situación, cultura...), edades de catequizandos a los que se dedican, nivel de preparación específica para la catequesis, grado de responsabilidad en la acción (catequista de un grupo, coordinador de una etapa, responsable...). Posibilidades y previsiones para el futuro: vocaciones previsibles de nuevos catequistas; posibilidades de promoción de los catequistas actuales tanto en la formación como en una mayor incorporación a las responsabilidades de la acción. 2) Tiempo de que disponen los catequistas, cuándo y en qué horas del día. 3) Espacio y medios materiales: lugares de que se dispone, acondicionamiento, estado; medios que se pueden utilizar (murales, proyectores, montajes, material escrito...). 4) Recursos económicos: presupuestos necesarios, financiación... 5) Otras condiciones que ayudarán o dificultarán en la acción.

5. PROGRAMACIÓN DE LA ACCIÓN CATEQUÉTICA. La programación se establece en función de los objetivos o resultados que se intentan conseguir.

a) Formulación de los objetivos. Metodológicamente, surgen de la confrontación entre el ideal posible, marcado por las opciones o prioridades, y el realismo de los recursos disponibles.

Los objetivos son resultados preestablecidos, más o menos alejados en el tiempo, que se pretenden alcanzar con la propia acción. Constituyen, por tanto, resultados evaluables y no meras finalidades. Mientras que las finalidades expresan propósitos, aspiraciones o ideales que estimulan la acción de un grupo, los objetivos, sin embargo, señalan metas más inmediatas y han de tener la precisión suficiente para guiar la programación, la conducción y la evaluación de la acción.

En su formulación se pueden considerar los objetivos desde ángulos formalmente distintos: 1) según los tiempos de realización, se distingue entre objetivos a corto, medio y largo plazo; 2) según los momentos de realización en el proceso, se distingue entre objetivos finales, intermedios e inmediatos, que señalan, respectivamente, los resultados del final de un proceso de acción, los de una etapa o fase intermedia y los de una acción inmediata; 3) según su grado de especificación, se distingue entre objetivos generales, específicos y operativos; van de lo más general a lo más concreto y de una menor a una mayor concreción operativa; lógicamente, los objetivos habrán de estar siempre en coherencia con las finalidades y metas; 4) según las dimensiones del desarrollo de la persona, se distingue entre objetivos cognoscitivos, afectivos o actitudinales y comportamentales. Respectivamente, describen el conjunto de conocimientos organizados-convicciones, las actitudes interiores y los comportamientos exteriores o capacidades operativas que la persona debe haber alcanzado al término del proceso como resultado del mismo.

b) Preparación de los programas de acción. Para que un programa lleve a una acción eficaz, debe constar de los siguientes elementos: objetivos; lo que hay que hacer (actividades); quién o quiénes son los responsables de hacerlo; cuándo se va a hacer (fechas); cómo (modalidad o método a seguir); con qué medios o recursos materiales. En él se ha de prever también la evaluación: cuándo y cómo.

Ordinariamente debe haber tantos programas como campos permanentes de necesidades puedan existir en la acción catequética: catequesis según edades (niños, adolescentes, jóvenes, adultos, mayores) y situaciones especiales (deficientes...); los catequistas (nuevas vocaciones, formación); los equipos y estructuras al servicio de la acción catequética. Asimismo puede surgir la necesidad de preparar programas ocasionales en relación con acciones especiales: por ejemplo, encuentros zonales o diocesanos de catequistas, presentación de materiales...

En la programación global habrán de tenerse en cuenta las distintas programaciones que, correspondiendo a los diversos niveles de acción y responsabilidad, se dan tanto en la comunidad inmediata como en la Iglesia particular. Como ya dijimos, por ser la planificación una experiencia de comunión y corresponsabilidad, se deberá cuidar la articulación tanto ascendente como descendente de dichas programaciones, así como su coherencia.

c) Organización y coordinación de los recursos. Una vez establecidos los programas, es necesario organizar y coordinar los recursos humanos —personas, grupos, instituciones— y los recursos materiales que exigen los programas de acción.

Respecto a la organización, además de preparar todos los recursos, hay que articular las estructuras y los procedimientos más aptos para el mejor empleo de los mismos. En esta tarea queremos destacar dos acciones: En primer lugar, la implantación de una estructura funcional en la que se integren la totalidad de los catequistas. Habrá de hacerse de forma que, por un lado, permita un trabajo de equipo o grupo verdaderamente eficaz y especializado y, por otro, asegure el sentido de la globalidad y la coordinación y comunicación fluida en lo que es misión corresponsable de todos. La eficacia y especialización pide que los catequistas se agrupen en torno a pequeñas unidades de acción que realizan tareas similares y están coordinadas por un responsable (por ejemplo, el responsable o coordinador del grupo de catequistas de adultos o del grupo de catequistas de un determinado año de infancia). Pero, junto a esta eficacia y especialización, habrá de cuidar que las personas que actúan en la catequesis tengan un sentido global de la misión de la Iglesia y, por tanto, sepan encuadrar su acción en el conjunto de la acción catequética, y esta en la totalidad de la acción evangelizadora de la comunidad cristiana. Será el modo de superar aislamientos y de insertarse activamente en el dinamismo de la planificación pastoral, en la que la planificación de la acción catequética se integra.

En segundo lugar, hay que asignar y concretar responsabilidades. En la acción, cada persona ha de saber concretamente cuál es el área, las competencias y el alcance de su responsabilidad. Asignar-asumir responsabilidades en la vida comunitaria es un proceso educativo gradual, que implica reconocimiento de las personas y de su contribución a la acción común. Es un modo de vivir la Iglesia, misterio de comunión y participación.

En la coordinación hay dos tareas que queremos destacar. La primera es sincronizar y armonizar constantemente entre sí, y en función de los programas establecidos, las personas o grupos, las actividades y los medios previstos para la consecución de los objetivos. La segunda es acompañar a las personas y a los grupos implicados en la acción, mediante la guía y conducción, y la animación y motivación. Si la guía y conducción está más relacionada con los elementos externos de la acción, y la animación y motivación con los dinamismos internos de las personas y los grupos, ambos aspectos han de ser cuidados con esmero. De ellos va a depender la eficacia de las acciones programadas y, a la vez, algo intrínseco al proceso de planificación: que los catequistas vayan creciendo como creyentes y maduren en su quehacer como catequistas, y que los grupos de catequistas experimenten la fraternidad en la mutua complementariedad de la comunidad cristiana.

Para conseguir las tareas señaladas, hay que conseguir una serie de condiciones organizativas que favorecen una coordinación eficaz: 1) unos objetivos claros y unos programas de acción articulados y armonizados; 2) la definición y asignación precisa de las tareas a realizar; 3) una estructura organizativa sencilla; 4) la existencia de buenos sistemas de comunicación y conexión entre los catequistas, entre estos y sus coordinadores o responsables y entre los responsables de los diversos niveles de la acción catequética.

6. REALIZACIÓN DE LOS PROGRAMAS DE ACCIÓN. Todos los pasos anteriores de la planificación están orientados a este momento de la realización. El proceso ha de estar desarrollado de tal modo que la realización esté asegurada y responda a los objetivos formulados. Esto será posible si cuantos intervienen en la acción han hecho propias la programación, la organización y la coordinación previstas.

7. EVALUACIÓN. Tanto cuando la evaluación es periódica como cuando se hace al final del programa de acción, consiste en verificar o comprobar si los resultados que se están obteniendo o se han obtenido corresponden a los objetivos formulados y en qué grado se han conseguido, y asimismo si los elementos de la programación son o han sido adecuados para la consecución de los mismos. La evaluación, por tanto, permite detectar los logros o dificultades de las diferentes fases del proceso. Es, por ello, imprescindible para revitalizar o reiniciar todo el proceso dinámico de la planificación.

Es importante resaltar el modo y las perspectivas con que ha de realizarse la evaluación, de forma que sea realmente educativa para la comunidad y para las personas y grupos implicados. No puede entenderse como un control, en el sentido dado a esta palabra por las organizaciones sociales centralizadas o dirigistas. La evaluación tampoco puede limitarse a una mera revisión material o externa del proceso de planificación. Habrá de situarse, más bien, en una línea de evaluación pedagógica y de discernimiento espiritual comunitario, que permita valorar el servicio prestado por la planificación en relación con sus finalidades y cómo se ha secundado la acción de Dios en la respuesta a las necesidades de catequización y evangelización en un determinado ambiente, en el crecimiento experimentado por las personas y los grupos implicados en la acción, y en la mayor participación y corresponsabilidad de todos en una Iglesia de comunión y misión.

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Vicente Vindel Pérez