METODOLOGÍA CATEQUÉTICA
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SUMARIO: I. La evolución metodológica de la catequesis. II. La catequesis en el contexto de la acción educativa. III. La pedagogía de Dios, fuente inspiradora. IV. Elementos constitutivos del acto catequético: 1. La experiencia; 2. La palabra de Dios; 3. La expresión de la fe. V. La metodología del acto catequético: 1. Método y diversidad metodológica; 2. Métodos en función de los aprendizajes significativos; 3. Criterios metodológicos; 4. Proceso metodológico en Latinoamérica; 5. Métodos en catequesis. VI. Actividades y técnicas metodológicas: 1. Actividades catequéticas; 2. Técnicas y recursos al servicio de la catequesis; 3. Formas de lenguaje catequético.


I. La evolución metodológica de la catequesis

Para comprender mejor la acción educativa de la catequesis y los diferentes métodos utilizados en la Iglesia, destacamos algunos momentos significativos del siglo veinte, a través de los cuales, la catequesis fue evolucionando en su quehacer pedagógico y metodológico.

1) A principios de siglo, nos encontramos una catequesis de corte conceptual y memorístico, donde prevalece el método de asimilar contenidos. El objetivo consistía en memorizar las formulaciones de la fe cristiana. 2) Muy pronto y a la luz de los avances producidos por las ciencias de la educación empieza a nacer una fuerte inquietud por el método. Se origina en Alemania la conocida catequesis activa, oficialmente inaugurada en el II Congreso catequético de Munich en 1928. Este método activo continuaba muy centrado en el desarrollo de las capacidades intelectuales, sin tener excesivamente en cuenta otras dimensiones humanas como las afectivas, comunicativas o vivenciales. 3) Más adelante, se inicia el movimiento de la catequesis kerigmática, preocupada en descubrir cómo este mensaje puede ser asimilado por el creyente. El Congreso internacional catequético de Eichstatt, en 1960, oficializó este método en la catequesis. 4) El acontecimiento del Vaticano II planteó un nuevo estilo para la pedagogía de la fe, recogido en la Semana catequética de Medellín, cuyo objetivo fundamental fue descubrir una nueva forma de plantear los contenidos y los métodos, orientados a la conversión de la persona. Nacía la catequesis antropológica, preocupada por el sujeto en las diferentes etapas de su vida. 5) La exhortación apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi (EN), los sínodos de 1974 y 1975 propusieron las claves de una metodología catequética atenta a la persona-en-situación, centrada en la comunidad y en el catequista.


II. La catequesis en el contexto de la acción educativa

Se lee en el Directorio general para la catequesis: «A la luz de la pedagogía de Dios, discierne los métodos de cada época, asume con libertad de espíritu... todos los elementos que no son contrarios al evangelio, y los pone a su servicio... De este modo, "la variedad en métodos es un signo de vida y una riqueza", y a la vez una muestra de respeto a los destinatarios. Tal variedad viene pedida por "la edad y el desarrollo de los cristianos...". La metodología de la catequesis tiene por objeto unitario la educación de la fe; se sirve de las ciencias pedagógicas y de la comunicación, aplicadas a la catequesis; tiene en cuenta las muchas y notables adquisiciones de la catequética contemporánea» (DGC 148).

Dada la importancia de un marco que ayude a la catequesis a entenderse como acción educativa, hemos querido recoger algunos de los principios metodológicos elaborados por la Ley orgánica de Ordenación general del sistema educativo (LOGSE 1990), fruto de un largo proceso de investigación y síntesis sobre las corrientes pedagógicas que deben animar hoy la educación en general, incluida la catequesis.

a) Principios metodológicos: 1) la formación personalizada, que potencie la educación integral a niveles de conocimientos, destrezas, valores morales, en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social; 2) la participación y colaboración de los padres o tutores para contribuir a una mejor realización de los objetivos educativos; 3) la efectiva igualdad de derechos entre sexos, el rechazo a todo tipo de discriminación y el respeto a todas las culturas; 4) el desarrollo de las capacidades creativas y el espíritu crítico; 5) el fomento de los hábitos de comportamiento democrático; 6) la actividad investigadora de los educadores a partir de su práctica docente; 7) la atención psicopedagógica y la orientación educativa; 8) la metodología activa que asegure la participación del sujeto en los procesos de aprendizaje; 9) la evaluación de los procesos de aprendizaje; 10) la relación con el entorno social, económico y cultural; 11) la formación en el respeto y defensa del medio ambiente (LOGSE, art. 2.3).

b) Opciones básicas que orientan los procesos educativos. Las distintas etapas del proceso educativo parten de una concepción constructivista del aprendizaje cuyas opciones son: 1) La socialización de los educandos, su preparación para la vida como personas responsables, autónomas y libres en un contexto social y cultural determinado; 2) La individuación personalizada, que favorece el desarrollo integral del sujeto, capacitándole para desenvolverse en su mundo natural y social de manera autónoma, libre y crítica; 3) La educación integral, que potencia todas las capacidades de la persona como ser en sociedad.

c) Proyecto educativo. El currículo sustituye el concepto de programa, en un intento de ampliar el proyecto más allá de los propios contenidos, enriqueciéndolo con el cuándo y cómo enseñar. Se pretende incorporar todas las dimensiones que deben configurar una auténtica propuesta educativa de manera coherente y progresiva. El currículo responde a las preguntas: qué enseñar (objetivos y contenidos); cuándo enseñar (secuenciación de objetivos y contenidos por etapas); cómo enseñar (el estilo metodológico en las actividades).

d) Conclusión. Para terminar este primer apartado, y siguiendo las orientaciones pedagógico-didácticas ofrecidas por las nuevas corrientes educativas, estos pueden ser algunos criterios metodológicos que orientan y determinan la catequesis: 1) A la hora de seleccionar objetivos y contenidos, o planificar actividades de aprendizaje, la catequesis, como cualquier otra acción educativa, debe considerar la situación concreta del sujeto que quiere educar, su nivel de desarrollo, su edad, sus experiencias fundamentales, para hacer de la educación un proceso de aprendizaje significativo. 2) La repercusión de las experiencias catequéticas dependerá de los conocimientos previos del sujeto. El nuevo aprendizaje siempre se realiza a partir de los conocimientos, concepciones y representaciones que el sujeto ya posee. Este principio es tan importante que tiene implicaciones concretas en la metodología y en la evaluación. 3) Hay que diferenciar lo que el sujeto es capaz de aprender y hacer autónomamente y lo que es capaz de aprender y hacer con la ayuda de los demás. Sabiendo que un criterio educativo importante es ser cada vez más capaz de aprender sin la ayuda del educador. 4) Importa que el educando aprenda significativamente. Por eso hay que precisar y diferenciar el aprendizaje repetitivo del aprendizaje significativo. En el primero, el educando se limita a memorizar el nuevo material de aprendizaje, sin establecer relaciones con sus conocimientos previos (aprendizaje repetitivo y memorístico); el segundo se adapta a las capacidades y necesidades del sujeto, le permite establecer vínculos sustantivos entre los conocimientos que posee y el nuevo material de aprendizaje, integrándolo en su personalidad. 5) El aprendizaje significativo está muy vinculado con su funcionalidad, es decir, que los conocimientos adquiridos (conceptos, destrezas, actitudes, valores) puedan ser realmente utilizados en las diferentes circunstancias y situaciones de la vida del educando. 6) Todo proceso de aprendizaje pasa necesariamente por una intensa actividad del educando, que deberá ir estableciendo relaciones entre los conocimientos ya adquiridos e integrados en su personalidad y los nuevos contenidos. La actividad educativa del sujeto consistirá en desarrollar su estructura cognitiva para comprender, matizar, reformar, ampliar, diferenciar, relacionar los nuevos contenidos e integrarlos significativamente en su personalidad. 7) El papel de la memoria deberá ser nuevamente planteado. La memorización mecánica y repetitiva tiene un nulo o insignificante papel en el aprendizaje significativo. Es la memoria comprensiva la que tendrá que ser potenciada y desarrollada como un ingrediente fundamental del aprendizaje. 8) El objetivo más ambicioso de la acción educativa es aprender a aprender. Es decir, ser capaz de realizar por sí mismo aprendizajes significativos en todas las situaciones y circunstancias de la vida. Implica el uso adecuado de estrategias cognitivas y modelos conceptuales que enseñen a pensar.

Considerando que la catequesis es un proceso educativo de la fe, necesita incorporar los nuevos elementos de la pedagogía para que el educando recoja la nueva información, la relacione con la anterior y construya nuevos aprendizajes que le eduquen integralmente en la fe y le sirvan para la vida.


III. La pedagogía de Dios, fuente inspiradora

Por su originalidad, la catequesis desborda los límites de las ciencias de la educación. Es verdad que incorpora los principios de la pedagogía, los métodos y las técnicas educativas actuales, pero da un paso más integrando en su quehacer educativo la pedagogía de Dios: ella es su fuente y su talante inspirador. «Dios mismo, a lo largo de toda la historia sagrada, y principalmente en el evangelio, se sirvió de una pedagogía que debe seguir siendo el modelo de la pedagogía de la fe» (CT 58).

Hay que hacer algunas aclaraciones. Es necesario saber que cuando hablamos de la pedagogía de Dios no nos referimos a un encuentro directo con su persona y su mensaje. No existe un camino directo hacia Dios, son necesarias las mediaciones (imágenes, símbolos, categorías y lenguaje humano) para encontrarnos con él y manifestar esta experiencia religiosa. La Biblia y los evangelios no son descripciones o documentos exactos sobre Dios, su presencia y propuesta de salvación sólo se perciben a través de asociaciones analógicas. Es decir, nuestro lenguaje humano busca y expresa relaciones entre realidades tangibles conocidas, con otras realidades difíciles de expresar pero que tienen similitud con las primeras. Lo analógico da una orientación a nuestro pensamiento y es una forma, la única forma que tenemos para referirnos y aproximarnos a Dios. No es pura especulación, es algo indisociable de nosotros mismos y de lo que constituye nuestra experiencia. Desde esta clave analógica analizaremos, pues, la pedagogía de Dios, en la cual encuentra la catequesis su inspiración y su fuente.

Esta pedagogía de Dios, llamada también pedagogía bíblica, es la forma histórica que Dios ha utilizado a lo largo del tiempo para darse a conocer, manifestar su proyecto salvador y llegar al encuentro con la humanidad. «Quiso Dios, en su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo» (DV 2). Sin embargo esta revelación de Dios no podemos entenderla como «un cuerpo de doctrina, es acción gratuita» (CC 107), autocomunicación de Dios a la humanidad, encuentro personal, expresado en palabras y obras.

Esta pedagogía tiene unos rasgos propios que confieren a la catequesis una identidad propia y original.


IV. Elementos constitutivos del acto catequético

Desde los principios generales de la pedagogía, descendemos al terreno de la praxis para descubrir qué es lo que se hace en catequesis y cómo se hace. Intentamos comprender las profundas relaciones que existen entre los diferentes momentos metodológicos y percibir su dinámica interna. Se pretende llegar al fondo de la pedagogía de la fe y no separarla de la metodología.

El acto catequético es el conjunto de acciones que posibilitan la transmisión de la palabra de Dios. Acciones educativas marcadas por la fidelidad a Dios, que es el que toma la iniciativa, y fidelidad a la persona, a sus experiencias y a su historia.

Estas acciones catequéticas se desarrollan a lo largo del proceso catequético, en torno a tres elementos: 1) la experiencia humana del educando; 2) la palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura y en la tradición viva de la Iglesia; 3) la expresión de la fe en sus diferentes lenguajes. Elementos ensamblados entre sí, aunque no se trabajen ni se actualicen todos al mismo tiempo.

1. LA EXPERIENCIA. Concepto que expresa el conjunto de conocimientos adquiridos y asimilados en contacto con la realidad. Existe experiencia cuando se toma conciencia de lo vivido, se interpreta significativamente y se expresa a través de diferentes lenguajes. «La experiencia ejerce diversas funciones..., a la luz de las cuales la existencia misma debe ser siempre debidamente valorada... La iluminación y la interpretación de la experiencia a la luz de la fe se convierte en una tarea permanente de la pedagogía catequética... Esta tarea hace posible una correcta aplicación... entre las experiencias humanas... y el mensaje revelado» (DGC 153).

Es decir, se asume la experiencia humana para profundizarla y valorarla, dejándose interpelar por la propuesta y los criterios que brotan del evangelio. «La auténtica catequesis es siempre iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo..., pero no está aislada de la vida ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, ya para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del evangelio» (CT 22).

En la misma línea, la catequesis latinoamericana asume la experiencia como uno de sus postulados fundamentales. El documento de Puebla, en continuidad con Medellín, puntualiza la opción por una catequesis capaz de presentar la Revelación como la interpretación de la existencia a la luz de la palabra de Dios: «La fidelidad al hombre latinoamericano exige de la catequesis que penetre, asuma y purifique los valores de su cultura. Por lo tanto, que se empeñe en el uso y adaptación del lenguaje catequístico» (Puebla, 996).

El tipo de experiencias que han de considerarse en un proceso catequético son «aquellas que son nucleares para un hombre que vive una edad y situación determinadas... Todo proceso catequético que pretende una educación integral de la fe ha de saber conjugar lo nuclear del evangelio con las experiencias nucleares de los catecúmenos..., superando la falsa dicotomía... mediante un proceso que integre el evangelio y la experiencia» (CC 224).

En síntesis: «La experiencia humana entra en el proceso catequético por derecho propio...; se puede afirmar que una catequesis de la experiencia es algo más que una mera modalidad transitoria de la pedagogía catequética, es algo más que una metodología: es algo inherente a la transmisión del evangelio para que este pueda ser recibido como mensaje de salvación» (CC 223).

2. LA PALABRA DE Dios. En el proceso catequético no es suficiente educar en la experiencia humana para vivirla conscientemente; la catequesis pretende que la palabra de Dios ilumine y ayude a interpretar la existencia, dándole sentido y orientación. «La catequesis ha de estar totalmente impregnada por el pensamiento, el espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas» (CT 27). Por consiguiente, el primer lenguaje de la catequesis es el bíblico, porque la Sagrada Escritura contiene la experiencia religiosa de Israel y la experiencia religiosa de Jesús de Nazaret y de las primeras comunidades cristianas; estas formas de vivir la fe nos revelan el proyecto salvador de Dios, comunican las primeras experiencias cristianas; por eso son uno de los elementos fundamentales del acto catequético.

Estas experiencias cristianas han sido vividas y manifestadas de muchas maneras a lo largo de la historia. Por eso al hablar de palabra de Dios, nos referimos: 1) a la Sagrada Escritura (experiencias fundantes); 2) al Símbolo de nuestra fe (el credo o la síntesis de fe de la comunidad eclesial), y 3) a la tradición viva de la Iglesia (en continuidad con las experiencias vividas por los apóstoles y primeras comunidades, la Iglesia universal va expresando su fe a lo largo de la historia). La tarea de la catequesis no es repetir de forma mecánica esta palabra de Dios; la da a conocer actualizándola, para que pueda ser conocida y confrontada con las experiencias humanas. De ahí que la catequesis sea el ámbito donde se da el encuentro entre el grupo y la palabra de Dios; sin esta propuesta de fe no puede existir catequesis. «Es inútil querer abandonar el estudio serio y sistemático del mensaje de Cristo, en nombre de una atención metodológica a la experiencia vital. Nadie puede llegar a la verdad íntegra solamente desde una simple experiencia privada, es decir, sin una conveniente exposición del misterio de Cristo» (CT 22). Por eso el anuncio de la Palabra no desemboca sin más en unos textos o citas bíblicas; quiere llegar a las experiencias fundamentales cristianas, al núcleo del evangelio, «a las experiencias humanas paradigmáticas —individuales y sociales— ya asumidas por la revelación histórica de Dios y expresadas en la Sagrada Escritura» (CC 225).

En esta perspectiva, se pretende superar la yuxtaposición entre experiencia-mensaje (CC 225), entre experiencia y verdad racional; lo que se pretende es hacer posible que una experiencia no iluminada o interpretada por la fe se transforme en una experiencia asumida y vivida desde la fe, es decir, que posibilite la integración entre fe y vida.

El documento de Puebla ve la Escritura como el corazón, la fuente y espina dorsal de la catequesis, «alma de la evangelización... que debe ser leída e interpretada dentro de la fe viva de la Iglesia» (Puebla, 372). En América latina se comprueba una especial sensibilización con esta dimensión bíblica de la catequesis: «La evangelización dará prioridad a la proclamación de la buena noticia... como respuesta al ansia creciente de la palabra de Dios» (Puebla, 99, 150, 179, 347), por eso se pide «expresar incesantemente de nuevas maneras el evangelio, en relación con las formas de existencia del hombre, teniendo en cuenta los ambientes humanos étnicos y culturales y guardando siempre fidelidad a la Palabra revelada» (Medellín, 8,15).

3. LA EXPRESIÓN DE LA FE. La experiencia humana interiorizada e integrada en la estructura personal necesita ser expresada a través de los diferentes lenguajes. «Esta fe, que penetra y transforma la totalidad de la personalidad creyente, se expresa mediante la profesión o proclamación de la misma, la celebración y el compromiso cristiano, que son el corolario constante que acompaña de manera ininterrumpida todo el proceso de catequización» (CC 234).

Señalamos las tres expresiones fundamentales de la experiencia cristiana: 1) La profesión de fe, a través de la cual los catecúmenos «dicen su fe» (credo); 2) la celebración litúrgica, en la que los creyentes celebran su fe; 3) el compromiso, que es la expresión ética de la fe, con vistas a la transformación de la sociedad, según los criterios y principios evangélicos.

Cabe decir que el acto catequético es eminentemente una acción educativa en la que se interrelacionan los elementos tratados: la experiencia humana, la palabra de Dios, la expresión de la fe. «Para la metodología catequética, no importa tanto cómo los ordenemos; sí importa que, pedagógica y metodológicamente, ensamblemos y dinamicemos estas tres realidades catequéticas, en orden a lograr la madurez de la fe del creyente, una fe adulta, significativa para la vida y arraigada en la palabra de Dios» (CC 235).


V.
La metodología del acto catequético

Para llevar a cabo el proceso catequético es necesaria la utilización de métodos y la realización de actividades. Estos medios dinamizan el proceso y reflejan un estilo de hacer catequesis. Se exigen métodos activos que permitan conseguir los objetivos y se necesitan actividades que dinamicen el aprendizaje.

1. MÉTODO Y DIVERSIDAD METODOLÓGICA. El método es, en el amplio campo de la pedagogía, el camino que permite llegar a algo propuesto de antemano, es el procedimiento que utilizamos con el fin de influir en determinados procesos de aprendizaje. Desde este punto de vista, ningún método utilizado en educación tiene valor absoluto en sí mismo, siempre está en función de los objetivos que se quieren conseguir. Por eso el método se valora como un instrumento que posibilita el aprendizaje, nunca como un fin en sí mismo.

No existe un método ideal en educación. Conviene hablar de una diversidad metodológica atenta a los objetivos que se quieren alcanzar, a los contenidos que se quieren transmitir, a las distintas edades y ambientes culturales de los educandos y al educador, que deberá motivar la acción educativa. Indudablemente nos referimos a métodos activos que garanticen el aprendizaje significativo: 1) Método deductivo, que, partiendo de principios o conceptos determinados, permite al educando desarrollar una auténtica actividad mental. A partir de la teoría de J. S. Bruner, hay que subrayar la importancia de las posibles relaciones que se pueden conseguir en el aprendizaje: desde las capacidades cognitivas y afectivas, el sujeto comprende las ideas base, las organiza dentro de su estructura mental, entiende los principios que las presiden y reduce la distancia entre lo concreto y lo abstracto; 2) Método inductivo, que, partiendo de la vida y de la situación de los educandos, inicia un proceso de búsqueda y de creatividad, culminando con el descubrimiento de aquello que puede ser significativo para la vida del individuo y de la sociedad.

2. MÉTODOS EN FUNCIÓN DE LOS APRENDIZAJES SIGNIFICATIVOS. La pedagogía actual ha situado su eje vertebrador en el desarrollo humanizador de la persona, dentro de un proceso de aprendizaje significativo. En un extremo nos encontramos con el aprendizaje; en el otro con el grado de sentido que el educando es capaz de dar a lo aprendido. Parece indudable que la relación entre contenidos y vida es una de las formas más válidas para estructurar la personalidad humana y proporcionarle la base necesaria para estar-en-el-mundo. El progreso del individuo surge cuando es capaz de aplicar a distintas situaciones comprensión, posibles soluciones y evaluación. Este proceso debe ser incorporado a la experiencia humana y transferido a todas las situaciones de la vida. Consecuentemente los métodos en catequesis deben regirse por el principio básico de aprender a aprender, incrementando la conciencia sobre sí mismo, sobre su interacción con los nuevos contenidos y con las posibilidades de poderlos transferir a cualquier situación de la vida humana.

3. CRITERIOS METODOLÓGICOS. Respetando la pluralidad de metodologías que posibilitan los aprendizajes significativos, destacamos algunos criterios que pueden ayudar en la realización de objetivos y contenidos educativos: 1) Desde la acción ejercida por el educador: considerar el nivel del educando, su etapa evolutiva (capacidades, nivel de desarrollo cognitivo, social y emocional), su situación y circunstancias concretas, y permitir que él mismo sea capaz de construir aprendizajes significativos, es decir, reinterpretación continua de la experiencia. 2) Desde la organización que requiere toda acción educativa: potenciar un proceso educativo sistemático y orgánico, que favorezca el aprendizaje significativo, superando el simple reparto de temas, sesiones, encuentros; organizar el proceso desde la realidad de los educandos (centros de interés, motivaciones, expectativas, desarrollo de capacidades); saber que la enseñanza de hechos o conceptos aislados no favorece el aprendizaje; se requiere desarrollar capacidades que permitan establecer relaciones entre contenidos, experiencias y situaciones. 3) Desde los recursos didácticos: saber identificar aquellos materiales y recursos didácticos que favorecen la intervención educativa y la coherencia del aprendizaje, seleccionando los más idóneos, en función de la opción pedagógica, los objetivos, los contenidos y enfoques metodológicos que se van a trabajar.

Estos principios metodológicos han sido asumidos por la catequesis actual y expresados en sus documentos: «En beneficio de la educación de la fe, es cosa normal adaptar las técnicas perfeccionadas y comprobadas de la educación en general>) (CT 58); «La participación activa en el proceso formativo de los catequizandos está en plena conformidad, no sólo con una comunicación humana verdadera, sino especialmente con la economía de la revelación y la salvación... En catequesis, por tanto, los catequizandos asumen el compromiso de ejercitarse en la actividad de la fe... indicando los diversos modos para comprender y expresar eficazmente el mensaje, tales como: aprender haciendo...» (DGC 157). «Los métodos deberán ser adaptados a la edad, a la cultura, a la capacidad de las personas, tratando de fijar siempre la memoria, la inteligencia y el corazón a las verdades esenciales que deberán impregnar la vida entera» (EN 44). «El método inductivo consiste en la presentación de hechos... a fin de descubrir en ellos el significado que pueden tener en la revelación divina. Es una vía que ofrece grandes ventajas... corresponde a una instancia profunda del espíritu humano, la de llegar al conocimiento de las cosas intangibles a través de las cosas visibles; y es también conforme a las características propias del conocimiento de la fe, que consiste en conocer a través de signos...» (DGC 150). «Según esto, la inducción da mucha importancia a lo concreto, a lo histórico, pero lo hace para penetrar mejor en el misterio» (CC 218).

4. PROCESO METODOLÓGICO EN LATINOAMÉRICA. Las prioridades y opciones de la catequesis latinoamericana también presentan un proceso metodológico que estructura el aprendizaje significativo: 1) Se toma como punto de partida el proceso inductivo: «Las situaciones históricas y las aspiraciones auténticamente humanas» (Medellín, 5,6). 2) Se analiza e interpreta la historia, para descubrir los designios salvadores de Dios, quien habla a través del lenguaje de los signos de los tiempos. 3) Progresivamente se procede a una nueva lectura de la fe en clave cristológica, como acontecimiento central de la historia de la salvación, hasta llegar a la identificación y misión de la Iglesia. Así se llega al término del proceso catequético, utilizando una metodología que se inspira en las constantes de la pedagogía de Dios, en la que contenido y método aparecen íntimamente unidos y relacionados entre sí.

5. MÉTODOS EN CATEQUESIS. Los diferentes métodos utilizados en catequesis son considerados estímulos que permiten el acceso, la comprensión y acogida de la fe, están al servicio de las personas y son instrumentos pedagógicos en manos del educador. La aplicación de los distintos métodos en catequesis busca la Iniciación y maduración de la experiencia humana y cristiana, orientada hacia la confesión de la fe adulta y comunitaria.

Desde la dinámica utilizada por los métodos activos señalamos el itinerario metodológico que normalmente se asume en la catequesis de la experiencia:

a) Evocación. Arranca de una experiencia humana o situación vital que afecta a los catequizandos, tiene en cuenta sus centros de interés, la etapa evolutiva y la situación concreta del grupo. Su finalidad es tomar conciencia de las experiencias o vivencias más significativas en torno a un hecho determinado. Esta evocación exige procedimientos y técnicas específicas, adaptadas a la edad y a la situación concreta de los catecúmenos: presentación de experiencias de la vida del grupo, o ajenas a él, pero evocadoras y cercanas; proyección de hechos o situaciones que permanecen en el subconsciente y que se quieren explicitar; realización de actividades en lenguaje simbólico: imágenes, signos, fotopalabras, canciones, expresión corporal, etc. que sugieran, evoquen, permitan la toma de conciencia de experiencias vividas.

b) Interiorización. Permite dar continuidad a la experiencia evocada para que la persona y el grupo se sientan interpelados. Hay que interiorizar los aspectos fundamentales de la experiencia para que resuene, de forma significativa, en el interior de cada uno. Entre los procedimientos y técnicas más adecuados, señalamos el papel del catequista, auténtico mediador que deberá ayudar a profundizar lo vivido, creando un clima favorable al silencio, a la interpelación, provocar y suscitar la interiorización, el diálogo, la escucha..., evitando dar respuestas y explicaciones innecesarias o excesivamente prematuras.

c) Transmisión de la palabra de Dios. Se pretende que la experiencia evocada y profundizada sea interpretada desde la Palabra. «La palabra de Dios ilumina todo el acto catequético y es el elemento que da conexión a todos los demás» (CC 228). Se trata de encontrarse con la Palabra y más concretamente con el evangelio, conocerlo en profundidad y dejarse interpelar por él para que sirva de criterio y de sentido existencial. En un clima propicio para la escucha, la reflexión, el diálogo y la oración, el catequista va ofreciendo y presentando personas, hechos, señales y signos, que expresan y manifiestan el contenido de la revelación de Dios, su recepción y acogida.

d) Expresión de la experiencia cristiana. 1) La experiencia vivida por el grupo necesita ser formulada a través del contenido básico de la Iglesia. Nos referimos a una síntesis de contenidos que expresen la fe del grupo. 2) La fe formulada necesita ser celebrada en espacios lúdicos, espontáneos, simbólicos, festivos, utilizando los lenguajes dirigidos al corazón que expresen vivencias y sentimientos. La expresión celebrativa tiene múltiples manifestaciones (la música, el silencio, cantos, oraciones, imágenes, signos y sacramentos) que comunican y hacen entrever la realidad interior de una fe comprendida y vivida. 3) Finalmente, la experiencia de la fe necesita transformarse en actitud vital, su expresión es el testimonio y el compromiso. Este estilo de vida es la respuesta generosa y consciente a la oferta de vida propuesta desde una pedagogía liberadora. Este momento metodológico está caracterizado por su talante invitativo, sugerente, liberador. Su finalidad es posibilitar las capacidades del catequizando para que pueda dar una respuesta existencial, consciente y libre al proyecto de Dios.

Concluimos este apartado con las palabras esclarecedoras de Juan Pablo II: «La edad y el desarrollo intelectual de los cristianos, su grado de madurez eclesial y espiritual y muchas otras circunstancias personales postulan que la catequesis adopte métodos muy diversos para alcanzar su finalidad específica: la educación de la fe... La variedad en los métodos es un signo de vida y una riqueza» (CT 51). A la luz de estas afirmaciones importa utilizar métodos que permitan un equilibrio pedagógico capaz de activar todas las capacidades de la persona, su inteligencia, afectividad, psicomotricidad, relación.


VI. Actividades y técnicas metodológicas

Si el método es el eje ordenador de las actividades educativas, la catequesis tiene necesidad de actividades, técnicas y lenguajes que le permitan llevar a cabo sus objetivos: «Desde la enseñanza oral de los apóstoles a las cartas que circulaban entre las iglesias y hasta los medios más modernos, la catequesis no ha cesado de buscar los métodos y medios más apropiados a su misión» (CT 46).

1. ACTIVIDADES CATEQUÉTICAS. Entendemos por actividad toda acción educativa que permite el aprendizaje. La programación es un sistema de actividades previstas y sistematizadas para cuya formulación hay que tener en cuenta los objetivos y contenidos programados, a partir de ellos se plantean las actividades. Desde una metodología activa, la catequesis se sirve de actividades creativas capaces de suscitar y madurar la fe, evitando reducir el aprendizaje de lo cristiano al ámbito de los conceptos doctrinales. Las más significativas y útiles para la catequesis podríamos clasificarlas del siguiente modo:

a) Actividades de tipo personal. Tienen como finalidad acercarse a la experiencia individual, interiorizarla y enriquecerla, despertando una actitud creyente de acogida y de adhesión a la propuesta cristiana, para que esta pueda ser expresada a través de los diferentes lenguajes. Este tipo de actividades quieren conseguir el máximo desarrollo personal, potenciar capacidades de creatividad y de relación entre los distintos elementos del mensaje cristiano. La individuación metodológica propone objetivos adaptados a las necesidades personales y actividades que respetan el ritmo y el modo de actuación de la persona. «Junto al anuncio del evangelio de forma pública y colectiva, será siempre indispensable la relación de persona a persona... de este modo la conciencia personal se implica más fácilmente; el don de la fe, como es propio de la acción del Espíritu Santo, llega de viviente a viviente, y la fuerza de persuasión se hace más incisiva» (DGC 158).

b) Actividades de tipo grupal. Tienen como finalidad el aprendizaje comunitario de la fe, para que esta pueda ser acogida y expresada en grupo. Dadas las dificultades inherentes a la vida de relación (crisis, conflictos en la integración, excesos en el ejercicio de liderazgos), se hace necesario el aprendizaje de técnicas de grupo que posibiliten un ambiente de motivación, participación, sentido de pertenencia, capaz de favorecer la interacción y la cohesión entre sus miembros. «El grupo tiene una función importante en los procesos de desarrollo de la persona... Además de ser un elemento de aprendizaje, el grupo está llamado a ser una experiencia de comunidad y una forma de participación en la vida eclesial» (DGC 159).

c) Actividades de motivación. Su finalidad es desarrollar capacidades cognitivas, afectivas y comunicativas. Se orientan a puntualizar un determinado centro de interés, a provocar y tomar conciencia de la experiencia. Mediante la observación de la realidad, la escucha de relatos, la lectura de textos, la visualización de imágenes, la respuesta a cuestionarios, etc., se pretende descubrir y tomar conciencia personal del mundo interior, enriqueciéndolo con la experiencia de los demás. Suelen ser actividades orientadas a la toma de conciencia de lo vivido, buscan la asimilación cognitiva y existencial de la experiencia.

d) Actividades de interiorización. Desde la concepción constructivista del aprendizaje aplicada a la memoria, se buscan actividades que incentiven la reflexión sistemática, progresiva y continua. Están relacionadas con la acogida de la palabra de Dios, buscan una respuesta personal que pueda ser traducida en actitud, toma de postura, decisión creativa. Su función es asimilar el nuevo contenido, interiorizarlo e integrarlo en la vida. Se pretende activar la memoria, no simplemente para aprender nuevas fórmulas, conceptos o definiciones, sino también para potenciar la interiorización, para guardar en el corazón aquello que es valioso e importante. Por eso se utilizan actividades de carácter imaginativo, capaces de sorprender, suscitar el silencio, la escucha, permitir la oración, la valoración de las experiencias, el desarrollo de capacidades de tipo cognitivo y afectivo que hagan posible la construcción de la memoria significativa.

e) Actividades de expresión. Son aquellas que permiten desarrollar las capacidades de comunicación y las posibilidades expresivas que la misma fe proporciona, con la intención de implicar a la persona en todos los niveles de sensibilidad y racionalidad. El contenido aprendido significativamente no puede quedarse en el interior de la persona. Sólo existe auténtico aprendizaje cuando este se puede comunicar a los demás a través de los distintos lenguajes: oral, corporal, simbólico, etc. La metodología activa busca la síntesis de los elementos fundamentales que estructuran la experiencia vivida y para ello recurre a actividades como el juego, la escenificación, las técnicas relacionadas con la imagen (dibujos, paneles, murales, cómics, fotopalabra), la música, los audiovisuales, etc., que permiten expresar la síntesis de lo vivido en el acto catequético.

f) Actividades de evaluación. Forman parte del proceso de aprendizaje y, como tales, deben ser tenidas en cuenta. Tienen como objetivo constatar el resultado de la acción realizada en función de los objetivos. Pretenden comprobar si el método y los medios utilizados en el desarrollo de la acción educativa han sido correctos o si es necesaria alguna rectificación. En pedagogía se habla de: 1) actividades de evaluación inicial: para conocer el grado de desarrollo del educando, su bagaje de conocimientos y actitudes previas y sus posibilidades reales; 2) actividades de evaluación formativa, realizadas a lo largo del proceso de aprendizaje, y cuya finalidad es eminentemente orientadora; 3) actividades de evaluación final, para constatar si se han conseguido los objetivos propuestos en el proceso de aprendizaje. Las actividades utilizadas en la evaluación deben poner en funcionamiento todas las capacidades del educando: interpretación o comentario de textos, utilización de la imagen y el sonido, expresiones verbales, corporales, simbólicas, etc.

2. TÉCNICAS Y RECURSOS AL SERVICIO DE LA CATEQUESIS. La catequesis intenta utilizar todos los recursos disponibles para que el catecúmeno pueda acceder a la fe a través del desarrollo pleno de sus capacidades. «En nuestro siglo, influenciado por los medios de comunicación social, el primer anuncio, la catequesis o el ulterior ahondamiento de la fe no puede prescindir de esos medios» (EN 45). «La catequesis se halla frente a un fenómeno que está influyendo profundamente en los valores, en las actitudes y la vida misma de los hombres: los medios de comunicación social... constituyen un hecho histórico irreversible que, en América latina, avanza rápidamente y conduce, en breve plazo, a una cultura universal: la cultura de la imagen. Este es un signo de los tiempos que la Iglesia no puede ignorar» (Medellín, 5,11).

Ante esta realidad, enumeramos algunas técnicas y recursos que puedan resultar útiles para la catequesis: 1) La imagen (fotografías, diapositivas, vídeos, fotopalabras...): permite desarrollar el lenguaje simbólico, que vela y revela mensajes, experiencias, sentimientos, etc. 2) Lluvia de ideas (brainstorming): tiene como finalidad superar las inhibiciones, favorecer la expresión; normalmente se utiliza para buscar soluciones creativas a situaciones conflictivas. 3) Juego de papeles o roles (role-playing): utilizado para plantear, argumentar y buscar soluciones a problemas personales, de actualidad. 4) Trabajo personal a través de fichas: se pretende la interiorización y expresión de diferentes contenidos, con la posibilidad de que cada uno se sienta interpelado, invitado a dar una respuesta personalizada; para ello, el educando ejercitará sus capacidades para la investigación, la consulta, la elaboración personal y la síntesis creativa; son múltiples y plurales las técnicas utilizadas con fichas: enumerar actividades a realizar, dibujo libre, completar frases, recortar y pegar imágenes, fotos, elaboración de mensajes, cartas, formular preguntas, resumir o sintetizar textos, etc. 5) Elaboración de manifiestos: son técnicas relacionadas con contenidos significativamente asimilados; se sitúan normalmente al finalizar un tema, expresan el compromiso, la postura del grupo ante un hecho o situación determinada.

3. FORMAS DE LENGUAJE CATEQUÉTICO. El lenguaje es la forma de expresión más completa, porque así como le sirve a los seres humanos para comunicarse, también sirve en la catequesis para hablar de Dios y hablar con Dios. Las narraciones, que cuentan la acción de Dios en la vida humana y en la historia; los signos y ritos pertenecientes a nuestra tradición cristiana; las formas espontáneas o codificadas de conducta, actitudes, valores, normas; las enseñanzas y argumentos racionales estructurados en el credo y en los dogmas de nuestra fe, son las mediaciones más importantes que constituyen el lenguaje religioso y permiten expresar y manifestar la experiencia cristiana.

Este lenguaje, en sus múltiples formas, debe ser también el lenguaje de la catequesis: «Es preciso que nuestros materiales catequéticos, respetando la trascendencia del misterio cristiano, hablen un lenguaje que conecte —de modo significativo— con aquellas experiencias humanas profundas, a partir de las cuales el hombre se pregunta por la trascendencia» (CC 217).

La tarea de la catequesis consiste en saber decir hoy lo que en la tradición eclesial se ha ido expresando a lo largo de los siglos: 1) en lenguaje narrativo, que contiene un mensaje experiencial, va más allá de la pura racionalidad, habla de temas universales y de sentimientos colectivos y no necesita grandes explicaciones para ser comprendido. Los cuentos, las leyendas, los mitos, son las expresiones fundamentales de este lenguaje; 2) en lenguaje bíblico, que es el lenguaje utilizado por el pueblo de Israel y de la comunidad cristiana para narrar su experiencia religiosa; no es un lenguaje que se pueda captar de entrada, de ahí la necesidad de iniciarse en él, de progresar desde lo literal y anecdótico hacia el simbolismo en el que se apoya la confesión de fe de la comunidad; 3) en lenguaje simbólico sacramental, que comunica un mensaje a través de signos y señales capaces de sorprender, evocar, hacer entrever una realidad, una presencia interior e invisible (realidad simbólica). Es un lenguaje dirigido al corazón, que expresa lo más profundo de la experiencia humana; 4) en lenguaje ético, donde lo racional y afectivo se expresan a través de un determinado comportamiento, manifestado en actitudes, valores, compromiso y testimonio de vida; 5) en lenguaje teórico conceptual, que abarca una realidad compleja de hechos y acontecimientos. Este contenido es el que estructura las palabras precisas, las formulaciones de los documentos oficiales de la Iglesia, la profesión de fe cristiana: «una expresión privilegiada de la herencia viva... que se encuentra en el credo o, más concretamente, en los símbolos que en momentos cruciales recogieron, en síntesis, la fe de la Iglesia» (CT 28).

La catequesis integra estos lenguajes complementariamente; cada uno de ellos tiene su tarea y finalidad propia. Cabe a la metodología saber relacionarlos entre sí y reconocer su valor pedagógico.

El documento de Puebla afirma que: «La catequesis se concibe como un proceso dinámico, gradual y progresivo de educación en la fe» (Puebla, 984); estas palabras nos permiten concluir que la catequesis está sometida a los imperativos de la educación. Desde la dimensión pedagógica, los métodos encuentran su verdadero lugar y son una de las dimensiones fundamentales de la catequesis: no hay educación de la fe sin una metodología que la sostenga. Sin embargo, la variedad de situaciones humanas, obligará a la catequesis a buscar diferentes alternativas metodológicas, nunca definitivas ni absolutas, ellas brotarán de los condicionantes que puedan favorecer o retardar el encuentro y la respuesta entre Dios y la persona. Consecuentemente el catequista deberá asumir las actitudes pedagógicas que acentúen los valores que quiere transmitir; sin esas actitudes, el acto catequético perdería su valor educativo. El carácter testimonial en el catequista es la condición esencial del dinamismo evangélico: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que han tocado nuestras manos... os lo anunciamos» (Un 1,1).

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Encarnación Pérez Landaburu