MENSAJE CRISTIANO
NDC
 

SUMARIO: Introducción. I. Un contenido en tensión: 1. La relación entre «método» y «contenido» 2. La dialéctica «fides qua-fides quae». II. Identidad y rasgos fundamentales: 1. Identidad y núcleo central del mensaje; 2. Dimensiones fundamentales del mensaje. III. Criterios de selección, orden y presentación: 1. Criterios de selección; 2. Orden o estructura de los contenidos; 3. Criterios de presentación del contenido.


Introducción

Se habla aquí del mensaje cristiano en cuanto objeto propio de la comunicación catequética. La catequesis es, en efecto, la acción eclesial que transmite el mensaje cristiano para suscitar la respuesta creyente y acompañar el camino de crecimiento en la fe. No tratamos aquí del mensaje en su estructura y contenido teológicos, que son objeto propio de la reflexión y de la profundización de la teología sistemática. Nos interesa el punto de vista catequético, es decir, la consideración del mensaje cristiano en cuanto contenido de la catequesis, desde el punto de vista de los criterios y problemas que esto suscita para la realización del acto y proceso catequéticos.

La determinación del contenido de la catequesis es uno de los temas centrales de la reflexión y de la práctica catequéticas, y ha recibido respuestas variadas a lo largo de la historia cristiana. Pero es sobre todo en la Edad moderna cuando se agudizan en cierto sentido algunos aspectos del problema.

En los últimos cuatro siglos de la historia de la Iglesia la catequesis ha tenido su punto privilegiado de referencia en los catecismos o compendios de la doctrina cristiana. Pero dentro de este período se ha podido observar la dialéctica existente entre los defensores de la exposición doctrinal y los que propugnaban un desarrollo de tipo histórico (recuérdense los catecismos de Fleury, Hirscher y otros). Casi siempre se impuso la primera corriente.

Ya en nuestro siglo, en el período llamado kerigmático (J. A. Jungmann, J. Hofinger, J. Colomb, G. Delcuve, etc.), se puso en tela de juicio el contenido tradicional de los catecismos y se invocó un retorno a la pureza evangélica del kerigma, con acentuación del cristocentrismo y del carácter histórico del plan de salvación1.

La revolución conciliar ha traído consigo nuevos acentos y exigencias en la determinación de la identidad y contenido de la catequesis. Por ejemplo, han cobrado importancia los temas antropológicos, la iluminación de la vida, los problemas socio-económicos y políticos, la búsqueda de nuevos lenguajes y medios de acercamiento a la situación de los catequizandos. Este énfasis en los aspectos antropológicos, experienciales y metodológicos del proceso catequético ha traído consigo a veces un cierto malestar y preocupación, pues parecería comprometer la fidelidad a la pureza e integridad del mensaje cristiano, contenido de la catequesis. El Directorio general para la catequesis (DGC), al enumerar los aspectos problemáticos de la catequesis actual, señala sobre todo defectos relativos a su contenido, aludiendo especialmente a algunas lagunas doctrinales: «Acerca del contenido de la catequesis, subsisten varios problemas. Existen ciertas lagunas doctrinales sobre la verdad de Dios y del hombre, sobre el pecado y la gracia y sobre los novísimos. Existe la necesidad de una más sólida formación moral; se advierte una inadecuada presentación de la historia de la Iglesia y una escasa relevancia de su doctrina social. En algunas regiones proliferan catecismos y textos de iniciativa particular, con tendencias selectivas y acentuaciones tan diversas que llegan a dañar la necesaria convergencia en la unidad de la fe» (DGC 30).

Todo esto indica que, en orden a la comunicación catequética, el mensaje cristiano debe ser objeto de atención continua y de repensamiento, en el contexto concreto en que tal comunicación ha de realizarse. Concretamente, las cuestiones que al respecto surgen se pueden concentrar en tres temas fundamentales: 1) la relevancia y papel del contenido dentro del proceso catequético (relación contenido-método y fides qua-fides quae); 2) la determinación del contenido propiamente dicho de la catequesis (qué mensaje debe transmitir la catequesis), y 3) el análisis de las modalidades con que tal contenido debe ser comunicado y transmitido (criterios de selección, orden y presentación de los contenidos catequéticos).


I. Un contenido en tensión

Entre los problemas tradicionales que afectan a la identidad y sentido del contenido de la catequesis figuran los relativos a dos binomios en continua tensión dialéctica (contenido-método y fides qua-fides quae), que merecen un intento de clarificación.

1. LA RELACIÓN ENTRE «MÉTODO» Y «CONTENIDO». El problema de la relación entre contenido y método es proverbial en la historia de la catequesis. La división de los campos podría hacer pensar en un campo de batalla donde se enfrentan los celosos guardianes del contenido contra los defensores de la importancia del método, y con frecuencia la situación refleja la división existente entre teólogos y catequetas, pastores y pedagogos, cúpula y base eclesial. Los primeros, sobre todo teólogos y pastores, insisten en la primacía del contenido, en las exigencias de integridad y pureza del mensaje, y reprochan a los segundos, catequetas y pedagogos, el ponderar de tal manera la importancia del método que llegan a poner en peligro la identidad y fidelidad del contenido de la catequesis.

El clásico principio de la metodología catequética, «fidelidad a Dios y fidelidad a la persona» (DGC 145), o «fidelidad a Dios y fidelidad al hombre» (DGC 149), viene interpretado a veces como si el énfasis sobre el método, expresión de la fidelidad al hombre, se resolviera en menoscabo de la fidelidad a Dios.

En realidad, se trata de una falsa contraposición, pues tanto el contenido como el método son elementos integrantes de una correcta comunicación catequética: «El principio de la fidelidad a Dios y fidelidad al hombre lleva a evitar toda contraposición, separación artificial o presunta neutralidad entre método y contenido, afirmando más bien su necesaria correlación e interacción» (DGC 149). De hecho sabemos, a la luz de las ciencias del lenguaje y de la comunicación, que el modo como algo se comunica es parte integrante del contenido de la comunicación, y que a veces este modo puede ser más decisivo para la eficacia comunicativa que el contenido mismo del mensaje que se quiere transmitir.

La reflexión catequética subraya hoy con fuerza la necesaria interdependencia e interrelación entre contenido y método en todo proceso catequético. Mas no se debe temer menoscabo de la fidelidad al mensaje cristiano: en realidad es el correcto planteamiento del problema metodológico la garantía más segura de respeto del contenido: «un buen método de catequesis es garantía de fidelidad al contenido» (DGC 149).

2. LA DIALÉCTICA «FIDES QUA-FIDES QUAE». Es conocida y tradicional la distinción entre estas dos dimensiones de la actitud de fe. La fides qua caracteriza la fe «como adhesión a Dios que se revela, hecha bajo el influjo de la gracia. En este caso la fe consiste en entregarse a la palabra de Dios y confiarse a ella». Por su parte, la fides quae hace referencia a la fe «como contenido de la Revelación y del mensaje evangélico. La fe, en este sentido, significa el empeño por conocer cada vez mejor el sentido profundo de esa Palabra» (DGC 92). Ahora bien, muchas veces esta distinción se ha convertido en contraposición, y ha llevado a reivindicar la primacía de una o de otra en relación con la catequesis.

En realidad, también aquí hay que afirmar que ambos aspectos son inseparables (DGC 92) y esenciales a la genuina naturaleza de la actitud de fe que la catequesis debe ayudar a interiorizar. La tradición bíblica nos hace ver una concepción que en el Antiguo Testamento acentúa sobre todo la dimensión fiducial de la fe, de abandono en Dios y en su sólida fidelidad, mientras que en el Nuevo Testamento se subraya, además, en su referencia a Jesucristo, el contenido de esta fe, donde cobra especial relevancia aquello en lo que hay que creer, es decir, el carácter divino de Jesús y de su mensaje como revelación de Dios.

Pero es de notar que, en la dialéctica existente entre estos dos aspectos del acto de fe, la actitud de abandono y de adhesión confiada (la fides qua) es el elemento más decisivo e importante, en cuanto asegura una actitud de fondo sin la cual nada vale la adhesión intelectual a un mensaje transmitido. Como nos advierte santo Tomás, «ya que todo el que cree asiente a la palabra de alguien, resulta que lo más importante y casi el fin de toda creencia es la persona a cuya palabra se asiente: tienen en cambio importancia secundaria las cosas que uno admite al asentir a alguien»2.

Pero también aquí se debe evitar toda falsa contraposición. Los dos aspectos son esenciales e íntimamente relacionados: «En la catequética no hay que separar el estudio del objeto de la fe (fides quae creditur) de la consideración de sus condiciones de enunciación, transmisión y apropiación (fides qua creditur) en el campo de la comunicación humana y, por ende, de la búsqueda del savoir-faire comunicativo más apto para establecer las mejores condiciones de comunicación de la fe en el contexto de una determinada cultura. Como dice Jacques Audinet, «la articulación del saber con el savoir-faire es lo que parece constituir la originalidad de la reflexión catequética»3.

En definitiva, la fides qua representa la actitud de fondo de todo camino de crecimiento cristiano, mientras que la fides quae alimenta y da consistencia a la misma actitud de fe.


II. Identidad y rasgos fundamentales

Si el mensaje cristiano es el contenido propio de la catequesis, nos preguntamos ahora en qué consiste y cuáles son sus rasgos o características principales, siempre en orden a su comunicación en la catequesis.

Desde un punto de vista de fundamentación teológica, en el meollo de la cuestión están naturalmente los temas de la Revelación, de la palabra de Dios y su transmisión en la Iglesia, de la fe como respuesta a la palabra. El mensaje cristiano es, en efecto, el objeto de la revelación de Dios en la historia, y la catequesis ha entendido tradicionalmente su función como anuncio y escucha de esta palabra reveladora para hacer brotar la confesión de fe. «Escuchar la palabra» (audire verbum) es una expresión frecuente en la tradición patrística y catecumenal para designar la acción de recibir la catequesis.

Todo esto nos lleva a una conclusión de gran relevancia catequética: el tipo de comprensión teológica de la Revelación y de la fe que se posee, es elemento decisivo para dar respuesta al problema de la determinación del verdadero contenido de la catequesis. A cada teología de la Revelación y de la fe corresponde de hecho una visión particular de la función catequética. Es un criterio interpretativo que la historia de la catequesis puede corroborar elocuentemente. Ahora bien, en la conciencia actual de la Iglesia, la fuente principal para una visión autorizada y compartida de la Revelación es la constitución conciliar Dei Verbum, que representa un viraje muy significativo en relación, sobre todo, con la doctrina del Vaticano I, y que es punto esencial de referencia en muchos documentos catequéticos contemporáneos. Así se atestigua y confirma en DGC 1.

Por lo que se refiere más concretamente a nuestro tema, el problema del mensaje cristiano en la catequesis puede ser desglosado en tres cuestiones fundamentales: 1) ¿Dónde se encuentra este mensaje? —problema de las fuentes de la catequesis—. 2) ¿En qué consiste esencialmente? —problema de la identidad y núcleo central del mensaje—. 3) ¿Qué aspectos o caracteres le son esenciales? —problema de las dimensiones fundamentales del mensaje cristiano—. Puesto que al primer problema se responde con la voz específica Fuente y «fuentes» de la catequesis, nos detendremos aquí únicamente en las dos últimas cuestiones.

1. IDENTIDAD Y NÚCLEO CENTRAL DEL MENSAJE. La cuestión no es sólo teórica, pues responde también a una necesidad muy actual: la de redescubrir el significado y esencia del mensaje cristiano como respuesta a la crisis de identidad de que adolecen muchas personas, incluso creyentes, en el mundo de hoy. Podemos resumir el problema diciendo que es mucha la gente que no sabe cómo responder a preguntas tan fundamentales como estas: ¿cuál es el núcleo central del mensaje cristiano?; ¿en qué creen propiamente los cristianos?

Es muy sugestivo recorrer la historia de la catequesis para detectar las formas diversas con que la tradición eclesial ha respondido a estas preguntas. Si interrogamos al Nuevo Testamento, nos encontramos con los conocidos conceptos básicos que resumen el mensaje: la buena noticia (evangelio), el anuncio del reino de Dios, el misterio de Cristo, el misterio pascual (kerigma), la palabra de Dios, la palabra de vida. Es muy elocuente, sobre todo, el testimonio de los evangelios, que son en cierto sentido los primeros catecismos cristianos, ya que poseen una estructura catequética (DGC 98). Podemos resumir su testimonio diciendo que el anuncio que contienen se presenta esencialmente como una historia, la de Jesús de Nazaret, que contiene un misterio de salvación, y un mensaje de liberación y de vida.

En los primeros siglos cristianos, en la experiencia catecumenal y en la catequesis patrística, la presentación del mensaje se polariza ordinariamente alrededor de dos núcleos fundamentales: el Símbolo de la fe y la historia de la salvación, presente en la Sagrada Escritura4.

A partir de la Edad media y en la Edad moderna, el contenido de la catequesis va tomando paulatinamente el aspecto de doctrina cristiana, sobre todo condensada en los catecismos, adoptando con frecuencia una división cuatripartita: credo, sacramentos, mandamientos y oración5 o, en los últimos siglos, tripartita: credo, mandamientos y sacramentos (verdades que hay que creer, mandamientos que hay que practicar y medios que hay que utilizar).

La presentación tradicional de la doctrina cristiana en los catecismos fue cuestionada de forma decisiva en el período llamado kerigmático del movimiento catequístico del último siglo, cuando, en nombre del evangelio, se denunció el carácter abstracto y excesivamente doctrinal del contenido catequético, para invocar una vuelta al kerigma, a la centralidad de la persona de Jesucristo (cristocentrismo) y a la importancia del mensaje cristiano como historia de salvación. Y queda ya como aportación importante el haber destacado que el mensaje cristiano, más que una doctrina, es precisamente un mensaje, es decir, una comunicación significativa y eficaz para la existencia.

Como ya indicamos más arriba, la renovación conciliar ha llevado al redescubrimiento de las dimensiones existenciales, antropológicas y experienciales del mensaje cristiano. La catequesis es concebida, ante todo, como iluminación e interpretación de la vida, como comunicación significativa de experiencias de fe.

A la luz de esta plurisecular experiencia pastoral y catequética, quizás podamos resumir lo más nuclear del contenido de nuestra predicación y catequesis diciendo que en ellas se trata sustancialmente de anunciar un mensaje, un secreto, una buena noticia, y que esta buena noticia consiste esencialmente en una historia (concentrada en una persona: Jesús de Nazaret), que contiene un misterio, un plan o proyecto de salvación y de vida. Dicho con otras palabras: una serie de acontecimientos que constituyen y anuncian una experiencia de liberación y de vida, un mensaje de amor y de esperanza, una clave de interpretación de la vida y de la historia.

De ahí que, esencialmente, la catequesis deba configurarse, sobre todo, como narración de acontecimientos salvadores, los mirabilia Dei, como relato de una historia cargada de significado, y como anuncio de una Persona que revela e invita a un proyecto de amor. En este sentido, la catequesis es una invitación a participar vitalmente en una historia y a adherirse con fe y amor a una Persona. En todo esto no está ausente, naturalmente, el aspecto de doctrina o de verdades a admitir, pero debe resultar claro que el conocimiento y aceptación de una doctrina no es ciertamente el elemento más decisivo o determinante en el proceso catequético.

Como se ha dicho antes, hoy reviste relevancia particular la búsqueda y redescubrimiento de lo nuclear o esencial del mensaje cristiano, para responder a la crisis de identidad cristiana de muchos contemporáneos. A esta exigencia se está respondiendo de muchas y variadas maneras: elaborando nuevas fórmulas breves de fe, a través de explicaciones del Símbolo, con la composición y publicación de síntesis del cristianismo, de catecismos y libros de la fe, concentrando la presentación del mensaje cristiano alrededor de algunos temas o conceptos unificantes (como el Reino, la Alianza, el amor, etc).

2. DIMENSIONES FUNDAMENTALES DEL MENSAJE. En la proyección y realización de la catequesis juega un papel importante la atención a las llamadas dimensiones fundamentales del contenido catequético, pues constituyen un criterio de gran eficacia para salvaguardar la autenticidad e integridad intensiva del mensaje a transmitir. Se desea garantizar así aquellos aspectos o dimensiones del mensaje que, en cierta manera, lo impregnan todo y representan, por lo tanto, sus constantes o temas transversales. No se trata, por lo tanto, solamente de cuestiones o temas que hay que incluir en una programación catequética, sino más bien constituyen aquellos aspectos transversales o líneas temáticas que de alguna manera han de estar presentes a lo largo de todo el proceso catequético, en cuanto características esenciales del mensaje cristiano, que la catequesis debe transmitir.

El magisterio y la reflexión catequéticos han elaborado formulaciones distintas de estas dimensiones fundamentales. Recogiendo los elementos considerados más comunes, y haciendo referencia al Directorio general para la catequesis, podemos distinguir las cinco siguientes, cuya breve descripción nos permite esbozar una buena aproximación al mensaje cristiano de la catequesis.

a) Dimensión cristocéntrico-trinitaria. En el centro vivo del mensaje cristiano no encontramos una doctrina, sino a una Persona concreta, Cristo Jesús, que nos revela el misterio trinitario y nos hace ver en él el significado último de cuanto existe. «Jesucristo no sólo transmite la palabra de Dios. El es la palabra de Dios. Por eso la catequesis –toda ella– está referida a él» (DGC 98). De ahí la exigencia del cristocentrismo, en toda la riqueza de su significado (cf DGC 98).

Pero se trata de un cristocentrismo trinitario, en cuanto que Jesucristo nos revela y nos introduce en el misterio de la Trinidad, el secreto de los cristianos, el misterio fontal que todo ilumina y hacia el que todo conduce (cf DGC 99).

No se trata solamente de incluir estos temas en los programas de catequesis, pues estamos ante una dimensión esencial que debe permear todo el contenido de la comunicación catequética: «La estructura interna de la catequesis, en cualquier modalidad de presentación, será siempre cristocéntrico-trinitaria: por Cristo al Padre en el Espíritu. Una catequesis que omitiese una de estas dimensiones, o desconociese su orgánica unión, correría el riesgo de traicionar la originalidad del mensaje cristiano» (DGC 99).

b) Dimensión antropológico-salvífica. «El mensaje de Jesús sobre Dios es una buena noticia para la humanidad» (DGC 101). «La buena nueva del reino de Dios, que anuncia la salvación, incluye un mensaje de liberación» (DGC 103). En todos sus elementos y partes, el mensaje revelado en Jesucristo es siempre evangelio, buena noticia, mensaje de salvación y de liberación, en cuanto que toda la intervención de Dios en la historia está en función de los hombres, propter nos homines. En este sentido el mensaje cristiano es y debe presentarse siempre como evangelio, como buena noticia para nosotros.

De ahí la importancia de la significatividad como nota distintiva del mensaje cristiano en todas sus manifestaciones. Y en este orden de ideas la reflexión catequética invoca la importancia del principio de la correlación (o interacción, o integración, o reciprocidad, etc.) entre mensaje cristiano y realidad existencial6. Debe presentarse, en efecto, como un mensaje significante, hablante, que responda a la búsqueda de sentido y de orientación en relación con los problemas y expectativas de la existencia. En el proceso de la catequesis, la palabra de Dios debe presentarse a los ojos de cada uno «como una apertura a sus problemas, una respuesta a sus preguntas, una dilatación de los propios valores, al mismo tiempo que la satisfacción de sus aspiraciones más profundas»7.

Otro aspecto importante del mensaje cristiano, en virtud de esta dimensión antropológica, es el carácter central que en él reviste la experiencia, puesto que la revelación de Dios se hace presente en la historia bajo forma de experiencia religiosa, que desvela el sentido de la vida, abriendo caminos de acción y de esperanza. Existe, por lo tanto, en la catequesis, una dimensión experiencia) que la convierte en comunicación experiencial significativa. No hay que subestimar el papel de la «experiencia» en la determinación y transmisión del contenido de la catequesis, no por razones meramente pedagógicas, sino por la misma naturaleza del mensaje cristiano confiado a la catequesis: «La relación del mensaje cristiano con la experiencia humana no es puramente metodológica, sino que brota de la finalidad misma de la catequesis, que busca la comunión de la persona humana con Jesucristo» (DGC 116).

c) Dimensión histórico-escatológica. El plan divino de la salvación se realiza en la historia, en una historia concreta de acontecimientos y de testimonios que tiene su momento culminante en la aventura histórica de Jesús de Nazaret. Por eso pertenece a la esencia de la catequesis la proclamación de un mensaje encarnado en narraciones históricas y, por ende, la narración de los mirabilia Dei, de una serie de hechos significativos para el hombre. Es el aspecto de memoria que la catequesis, como la Iglesia, recibe del carácter encarnado e histórico del plan salvador revelado en Jesucristo: «Por eso la Iglesia, al transmitir hoy el mensaje cristiano desde la viva conciencia que tiene de él, guarda constante memoria de los acontecimientos salvíficos del pasado, narrándolos de generación en generación» (DGC 107).

La dimensión histórica impregna todo el desarrollo del mensaje cristiano, orientándolo hacia su plenitud escatológica: «La economía de la salvación tiene un carácter histórico, pues se realiza en el tiempo: "empezó en el pasado, se desarrolló y alcanzó su cumbre en Cristo; despliega su poder en el presente, y espera su consumación en el futuro"» (DGC 107). Esta proyección hacia el futuro confiere al mensaje de la catequesis la connotación esencial de una tensión siempre viva entre el ya y el todavía no, entre las realidades ya existentes, en el orden de la salvación, y la promesa de realización futura. En este sentido se puede decir que el mensaje cristiano implica, sí, una verdad ya poseída, ya dada, pero también una verdad solamente prometida. Y en consecuencia, también la catequesis debe ser comunicación de un mensaje dado y prometido, es decir, una catequesis que comunica certezas, pero que al mismo tiempo se muestra en cierto sentido inacabada, abierta a la búsqueda, a la oscuridad de la duda, a la paciencia de la espera.

La dimensión histórico-escatológica del mensaje cristiano impide concebir el contenido de la catequesis como un depósito cristalizado, inmutable, a-histórico, impermeable a los vaivenes del tiempo. Se impone por lo tanto la necesidad del proceso de encarnación o inculturación de la fe en los distintos contextos culturales de los pueblos (cf DGC 109).

d) Dimensión eclesial-sacramental. «Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente» (LG 9). Esta ley divina de salváción en comunidad atraviesa todo el contenido del plan salvador, por lo que todo el mensaje cristiano queda caracterizado e impregnado por el aspecto eclesial. No basta, por lo tanto, dedicar una parte del programa catequético a tratar el tema de la Iglesia; es en todas sus manifestaciones y desarrollos donde la fe cristiana debe manifestar el carácter eclesial y comunitario que la caracteriza.

Dentro de la dimensión eclesial, cabe destacar la importancia vital del organismo sacramental como eje estructurante de la experiencia cristiana en la Iglesia. Todo el mensaje cristiano, en su configuración histórica como plan de salvación, asume a partir del Nuevo Testamento una estructura sacramental, en continuidad con la economía de la Encarnación redentora. Esto quiere decir que en la catequesis es esencial la referencia continua al organismo sacramental: «Situar los sacramentos dentro de la historia de la salvación por medio de una catequesis mistagógica, que "relee y revive los acontecimientos de la historia de la salvación en el hoy de la liturgia". Esta referencia al hoy histórico-salvífico es esencial en esta catequesis» (DGC 108).

e) Dimensión ético-comportamental. El mensaje cristiano lleva siempre consigo una dimensión operativa y una exigencia ética. La moral cristiana no debe aparecer como algo añadido al contenido doctrinal, o como simple derivado aplicativo de las verdades de fe. Es todo el mensaje cristiano, en todas sus partes, el que contiene una valencia moral e impulsa hacia una conducta coherente con la verdad profesada.

Es importante, en el proceso catequético, que el mensaje moral cristiano no se presente nunca desligado de la experiencia central de fe y de conversión. La moral cristiana no se reduce nunca a un conjunto de preceptos que hay que observar, sino que comporta, ante todo, un imperativo de actitudes y comportamientos que brotan indisolublemente del misterio mismo que la fe profesa: «La conversión a Jesucristo implica caminar en su seguimiento. La catequesis debe, por tanto, inculcar en los discípulos las actitudes propias del Maestro. Los discípulos emprenden, así, un camino de transformación interior en el que, participando del misterio pascual del Señor, "pasan del hombre viejo al hombre nuevo en Cristo"» (DGC 85).


III. Criterios de selección, orden y presentación

Dentro de la perspectiva catequética del tema que nos ocupa, no basta llegar a individuar la naturaleza y características del mensaje a transmitir. En su aplicación al campo de la catequesis, la determinación del contenido requiere, además, toda una serie de criterios y normas para orientar la selección y el modo de presentación de los diferentes temas y elementos inherentes al mensaje cristiano. Concretamente, los principales problemas que surgen a este respecto son, sobre todo, tres: criterios para la selección de contenidos, el orden o estructura de los mismos, y los criterios para su presentación.

1. CRITERIOS DE SELECCIÓN. ¿Qué puntos o temas escoger como contenido de un determinado proceso catequético? A la hora de seleccionar los puntos o temas a incluir en un determinado proyecto catequético se nos presentan dos requisitos o tendencias complementarias: la exigencia de funcionalidad del contenido y la preocupación por la integridad y pureza del mensaje transmitido. Ambos son importantes y de gran utilidad.

a) El criterio de la funcionalidad: los contenidos de un proyecto o realización catequética deben estar al servicio de las personas concretas implicadas en el proyecto y en función de los objetivos a alcanzar en el mismo. Este criterio subraya el aspecto funcional de la selección de los contenidos, que no deben ser escogidos por sí mismos, sino orientados a la consecución de unos objetivos formativos y catequéticos determinados, e insertados en un contexto existencial que abarca circunstancias, personas, comunidades y exigencias particulares.

b) El criterio de la integridad: este criterio, complementario del anterior, responde a la exigencia de ofrecer de forma completa y auténtica el mensaje cristiano, es decir, a la necesidad de transmitir fielmente el tesoro de la herencia cristiana, sin indebidas mutilaciones o arbitrarios reduccionismos (cf CT 30). Puede formularse así: en la determinación de los contenidos de un proyecto de catequesis no debe quedar nunca comprometido o sacrificado el carácter orgánico y global del mensaje cristiano.

El Directorio general para la catequesis insiste en esta doble exigencia de integridad: «La catequesis debe transmitir el mensaje evangélico en toda su integridad y pureza» (DGC 111), y de organicidad.• «El mensaje que transmite la catequesis tiene un carácter orgánico y jerarquizado, constituyendo una síntesis coherente y vital de la fe» (DGC 114). Pero es una exigencia que no excluye el sentido de la gradualidad y de la adaptación: la aplicación del principio de la integridad «debe hacerse, sin embargo, gradualmente, siguiendo el ejemplo de la pedagogía divina, con la que Dios se ha ido revelando de manera progresiva y gradual. La integridad debe compaginarse con la adaptación» (DGC 111).

El criterio de la integridad resulta, de hecho, matizado y mitigado, en su aplicación al campo de la catequesis, al menos por dos exigencias teológico-pedagógicas muy importantes. Ante todo, el principio de la integridad intensiva, según el cual lo que realmente interesa es garantizar la integridad intensiva del mensaje, no tanto y siempre la extensiva, que pretende presentar de forma explícita el mensaje evangélico en todas sus partes (DGC 112). Y en segundo lugar está el conocido principio del respeto de la jerarquía de las verdades, que permite moverse de forma orgánica y selectiva dentro del conjunto del patrimonio de la fe cristiana (DGC 114).

2. ORDEN O ESTRUCTURA DE LOS CONTENIDOS. ¿En qué orden deben aparecer los contenidos? Es esta una cuestión que más de una vez ha ocupado la atención de los responsables de la catequesis, sobre todo a la hora de hacer programas o elaborar catecismos. En realidad, si se observan los criterios de funcionalidad e integridad antes indicados, y sobre todo si se respeta la presencia de las dimensiones fundamentales del mensaje, resulta relativamente secundario el orden o estructura con que se presenta el contenido catequético. Los documentos oficiales de la catequesis dejan abiertas las posibilidades: «En efecto, "es posible que en la situación actual de la catequesis, razones de método y de pedagogía aconsejen organizar la comunicación de las riquezas del contenido de la catequesis de un modo más bien que de otro"... La adopción de un orden determinado en la presentación del mensaje debe condicionarse a las circunstancias y a la situación de fe del que recibe la catequesis» (DGC 118). El mismo Directorio recuerda que la articulación cuatripartita del Catecismo de la Iglesia católica (la fe creída, celebrada, vivida y hecha oración) no constituye un esquema obligatorio, puesto que «la exquisita fidelidad a la doctrina católica es compatible con una rica diversidad en el modo de presentarla» (DGC 122).

3. CRITERIOS DE PRESENTACIÓN DEL CONTENIDO. ¿Cómo presentar o tratar los temas catequéticos? Tan importante como una buena determinación de los contenidos de un proceso catequético es el acierto en individuar el modo como estos deben ser presentados y tratados. En efecto, dado que en la transmisión catequética no se trata de exponer un tratado o sistema doctrinal, sino de hacer posible la respuesta y maduración de la fe, esta exigencia cobra necesariamente un relieve de primera magnitud.

De una forma sintética, podemos evocar aquí algunas de las exigencias más comunes en orden a la adecuada presentación de los contenidos en la comunicación catequética, sobre todo teniendo en cuenta la situación de los jóvenes y de los adultos en el mundo de hoy. Pueden ser resumidas alrededor de estos conceptos de base: 1) Significatividad: es importante que el mensaje proclamado resulte significativo, interesante, vitalmente relacionado con las experiencias y problemas de las personas implicadas. El camino de fe debe constituir siempre una lectura interpretativa e iluminadora de la propia vida y de la propia situación. 2) Esencialidad: hoy se siente la imperiosa necesidad de redescubrir los elementos esenciales, nucleares de la fe, de forma clara y articulada. 3) Actualización: los contenidos presentes en la catequesis deben responder al estado actual de la reflexión y de la investigación en los diferentes ámbitos de la teología, de la exégesis, de las ciencias humanas. 4) Inculturación: la encarnación del mensaje cristiano en las coordenadas culturales de los distintos pueblos y regiones figura hoy entre los más urgentes imperativos de la comunicación catequética (cf DGC 109-110). Y dentro de este imperativo, descuella por su trascendencia el tradicional problema del lenguaje catequético. No se trata solamente del revestimiento lingüístico de un contenido ya prefijado, sino que implica un esfuerzo de reinterpretación del mensaje en sí mismo. 5) Diálogo: la comunicación catequética no debe fomentar un exclusivismo confesional cerrado al pluralismo y a la confrontación con otras visiones religiosas y culturales. Hoy día el anuncio cristiano se tiene que abrir al diálogo sincero con otras posiciones y confesiones, en particular en el ámbito ecuménico de la búsqueda de la unidad en el conjunto de las Iglesias y comunidades cristianas.

Otras muchas apreciaciones podrían ser evocadas, en orden a una adecuada presentación y convincente oferta del patrimonio catequético. Pero estas pueden ser suficientes para dar una idea de la tarea, apasionante y compleja, que supone hoy día la comunicación eficaz del mensaje cristiano, contenido de la catequesis.

NOTAS: 1. Cf E. ALBERICH, Kerigmática (catequesis), en J. GEVAERT (ed.), Diccionario de catequética, CCS, Madrid 1987, 494-497. — 2 Sum. Theol. II-Ilae, q. 11, a. 1; cf H. FRIES, Un reto a la fe, Sígueme, Salamanca 1971, 20-23. - 3 A. FOSSION, La catéchése dans le champ de la communication. Ses enjeux pour l'inculturation de la foi, Cerf, París 1990, 492. — 4. Recuérdese la famosa obra de san Agustín De catechizandis rudibus. — 5 Es la división adoptada también por el Catecismo de la Iglesia católica; cf R. MARLÉ, Los cuatro pilares de la catequesis, PPC, Madrid 1996. — 6. Cf CC 223. — 7 Card. A. CICOGNANI, carta en nombre del Papa al IV Congreso nacional francés sobre la enseñanza religiosa (23.3.1964), La Documentation catholique 46 (1964) N.1.422, col. 503.

BIBL.: CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA, Para una pastoral de la cultura, Ciudad del Vaticano (23 de mayo de 1999); FLORISTÁN C.-TAMAYO J. J. (eds.), Conceptos fundamentales del cristianismo, Trotta, Madrid .1993, especialmente GONZÁLEZ Ruiz J. M., Evangelio, 445-461 y Kerigma, 675-682; FRIEDRICH G., Abba. El mensaje central del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1981; GARCÍA SUÁREZ A., En torno a la integridad extensiva e intensiva del mensaje cristiano, Actualidad catequética 17 (1977) 139-225; El mensaje cristiano y su transmisión en la catequesis de la Iglesia, Actualidad catequética 22 (1982) 67-94; GEVAERT J., La dimensión experiencia) de la catequesis, CCS, Madrid 1985; (ed.), Diccionario de catequética, CCS, Madrid 1987, especialmente ALBERICH, E., Kerigmática (Catequesis), 494-497, BISSOLI C., Historia de la salvación, 426-428, GIANETTO U., Mensaje cristiano, 550-551 y GROPPO G., Contenidos (Criterios), 221-225; GRASSO D., Teología de la predicación, Sígueme, Salamanca 1966; LÁZARO R. Y OTROS, Los grandes temas del mensaje cristiano y su presentación catequética, Secretariado nacional de catequesis, Madrid 1969; MALVIDO MIGUEL E., ¿Cuál es el corazón del mensaje cristiano?, San Pío X, Madrid 1995; MARLÉ R., Los cuatro pilares de la catequesis, PPC, Madrid 1996.

Emilio Alberich Sotomayor