FAMILIA CRISTIANA
NDC
 

SUMARIO: I. Eclesialidad de la familia cristiana: 1. Algunos datos de la Sagrada Escritura; 2. Los Padres de la Iglesia; 3. El magisterio reciente. II. La sacramentalidad de la familia cristiana. III. La ministerialidad de la familia cristiana: 1. La familia cristiana, comunidad creyente y evangelizadora; 2. La familia cristiana, comunidad en diálogo con Dios; 3. La familia cristiana, comunidad al servicio del hombre. Conclusión: Características de la familia cristiana.


Reflexionar sobre la familia cristiana, poner de relieve su naturaleza, identidad y misión específicas en la Iglesia y en el mundo, tiene un contexto propio, sin el que es imposible comprenderla, describirla y, sobre todo, vivirla como tal. Este contexto propio (proprium) es la Revelación, esto es, el designio salvador de Dios, su condescendencia amorosa para con los hombres, la comunión de vida y de amor que Dios quiso establecer y estableció de hecho con los hombres en su Hijo Jesucristo. En otras palabras, hablar de la familia cristiana lleva a preguntarse: ¿qué quiere Dios, qué espera Dios de la familia?; ¿cómo entra la familia en el plan de salvación de Dios?; ¿cómo ve y desea Dios la familia?; ¿cuál es su designio sobre ella?; ¿qué luz aportan sus palabras y sus obras a la familia? Porque la familia aparece en la revelación bíblica como una realidad profundamente insertada en la historia de la salvación, que remite a Dios y a su amor a los hombres. Más aún, la misma Trinidad y sus relaciones de amor son el paradigma de las relaciones familiares. «La familia cristiana es icono viviente y vivificante de la Trinidad por participar de la comunión eterna trinitaria»1.

Desde esta perspectiva, la reflexión teológica y pastoral sobre la familia cristiana, a partir del Vaticano II, ha sido amplia, profunda y rigurosa, hasta culminar en el sínodo de 1980, dedicado a la familia, y cuyo frutofue la exhortación apostólica de Juan Pablo II, Familiaris consortio (FC), dedicada a la misión de la familia en el mundo actual.

Junto a la reflexión teológica, pastoral y magisterial, nos encontramos con una gozosa y esperanzadora realidad, aun dentro de la crisis de la familia, de sus problemas y perplejidades, a saber: son muchos los cristianos de nuestro tiempo que, guiados por su fe y experiencia cristiana, vuelven a descubrir la familia, no para reinventarla ni para considerarla como solución (mágica) a sus problemas personales y familiares o como medio para hacer frente a la secularización y la pérdida de valores tradicionales, sino para que su vida de familia, en todos y cada uno de sus aspectos, componentes y dimensiones, sea verdaderamente y lo más plenamente posible una experiencia de fe y de Iglesia. Quiere vivirse la familia como Iglesia doméstica. Esta afirmación de la Lumen gentium (LG) no sólo ha calado profundamente en muchas familias cristianas, sino que en la reflexión teológica sobre la familia ocupa un primer plano, constituyendo el pilar principal desde el que pensar y asumir la fisonomía propia de la familia cristiana. Dan fe de ello estas palabras de Pablo VI: «Nos alegramos de que este sentimiento eclesial de la familia cristiana se vaya despertando y difundiendo en la comunidad cristiana doméstica, frecuentemente de manera ejemplar y edificante»2.

A la hora, pues, de presentar la familia cristiana, su identidad y fisonomía propias, su naturaleza y su misión, recurrimos a la Sagrada Escritura, a los Padres de la Iglesia, al magisterio y a la reflexión teológica actual. A partir de ellos pondremos de manifiesto la identidad de la familia cristiana.


I. Eclesialidad de la familia cristiana

Es sabido que fue el Vaticano II el que introdujo en la LG, al hablar de la familia, la categoría de Iglesia doméstica3. Desde entonces se ha producido una gran cantidad de estudios sobre la eclesialidad de la familia en la Sagrada Escritura, en los Padres y en el magisterio pontificio, a fin de poner de manifiesto su identidad de Iglesia doméstica4.

1. ALGUNOS DATOS DE LA SAGRADA ESCRITURA. En la historia de la salvación, la familia judía tiene una gran importancia. Las figuras parentales adquieren su propia identidad y su papel específico porque es en el seno de la familia donde se transmite y hace presente la elección y la alianza de la que Israel ha sido objeto de parte de Dios. A la familia están unidos la alianza, el sacrificio, la circuncisión, las bendiciones. La familia es el lugar de las principales expresiones del culto judío (la comida del sabat, la oración de la mañana y de la tarde, que incluye el shemá Israel, etc). Momento muy especial, porque recuerda la liberación de la esclavitud de Egipto, es la pascua (cf Dt 32,7; Ex 13,8). En ella el padre, interrogado por el hijo más pequeño, narra las acciones salvadoras de Dios con su pueblo Israel, especialmente la liberación de la cautividad. La función del padre en la celebración del memorial de la pascua adquiere una triple tipología que nos hace percibir la identidad propia del padre y de la misma celebración: 1) por un lado, el padre ejerce la función sacerdotal, mediando entre Dios, su familia y sus hijos; 2) por otra, realiza su función profética narrando los hechos salvadores de Dios en el contexto de la historia de la salvación; 3) y finalmente, ejerce su función educativa, pues haciendo memoria de las gestas de Dios, el hijo llega a conocerlas y participa de ellas en la celebración litúrgica familiar. La celebración de la pascua, en la que el padre ejerce y realiza esta triple misión, es constitutiva de la familia judía5. En ella aparece ya lo que tanto el magisterio como la reflexión teológico-pastoral llamarán la ministerialidad y sacramentalidad de la familia.

En el Nuevo Testamento nos encontramos con que buena parte de la actividad de Jesús se realiza en relación con la familia y en situaciones familiares. Sin embargo, la familia en la que piensa Jesús no es simplemente la familia natural, sino una realidad nueva que no está constituida por los lazos y vínculos de la sangre, sino por hijos e hijas que han nacido de Dios por el Espíritu Santo (cf Jn 3,5). Es la familia de los hijos de Dios, la Iglesia, formada por aquellos que en el Hijo de Dios, Jesucristo, cumplen la voluntad del Padre (cf Mc 3,35). La familia según la carne es superada y trascendida por y en la fraternidad eclesial. De líecho, si el amor esponsal es signo del amor de Dios por su pueblo y de la nueva alianza, la familia lo es de la Iglesia6.

Por eso no resulta extraño constatar que el cristianismo nació y arraigó en la casa. Los cristianos se reúnen en la domus ecclesiae para la fracción del pan y la proclamación de la Palabra (cf He 2,42-47). Puede decirse que las comunidades del primer cristianismo se organizaron en familias, en grupos familiares emparentados y en casas: la casa era a la vez el núcleo comunitario y el lugar de encuentro7.

Por otra parte, para san Pablo (Ef 5,21-33), el amor de Cristo por la Iglesia es el paradigma del amor y de la relación esponsal en el matrimonio. El amor esponsalicio de Cristo por la Iglesia es el modelo ejemplar del matrimonio cristiano y de la relación familiar en su complejidad. El matrimonio cristiano adquiere, por ello, una dimensión cristológica y otra eclesiológica, a saber: la unión conyugal expresa y significa la unión de Cristo con la Iglesia8. Los esposos-padres, en virtud del sacramento del matrimonio, son célula de la Iglesia, por ser esta el signo del amor y de la entrega de Cristo; y si el matrimonio fundamenta la familia, toda la familia queda constituida en iglesia doméstica9. Por esta razón, si la familia es iglesia doméstica, reúne en sí misma las características de la Iglesia-madre. Si la familia, en cuanto iglesia doméstica, participa de la maternidad de la Iglesia, quiere decirse que la Iglesia-madre ejerce su maternidad y fecundidad espirituales a través de los padres. Lo que realizaba la familia judía como estatuto ontológico, lo realiza la familia cristiana en virtud del sacramento del matrimonio, con su dimensión cristológica y eclesiológica. Cuando la familia cristiana aplica la categoría de iglesia doméstica a la familia, no hace más que delinear el estatuto ontológico dela familia cristiana, del cual procede y deriva, como veremos después, su munus o ministerium eclesial10.

2. Los PADRES DE LA IGLESIA. La preocupación de la Sagrada Escritura es continuada por los santos Padres. Sería posible aducir una gran cantidad de hermosos textos en los que los Padres se refieren a la familia con el nombre de iglesia doméstica. Bástenos recordar, entre otros, algunos más significativos. San Juan Crisóstomo recuerda al padre el deber de instruir a los suyos, esposa e hijos y sirvientes, compartiendo con ellos el pan de la palabra de Dios, hasta el punto de recomendarle que, una vez vuelto a casa, instruya a su mujer y a los suyos en las enseñanzas recibidas en la Iglesia, que abra las Escrituras y las lea. Les habla de la doble mesa: la de la Palabra y la de la eucaristía11. San Agustín llega a afirmar que el padre en casa, por así decir, ejerce una función episcopal12. Y san Cirilo de Jerusalén habla de engendrar al hijo a través de la catequesis, a fin de que no confunda el verdadero Cristo con el falso13.

Una cosa parece clara en el testimonio de los Padres: la relación de la casa familiar con la Iglesia; y más aún, cómo aspectos sustanciales de la Iglesia (palabra de Dios, oración, liturgia, etc.) se hacen presentes y se prolongan en la vida de la familia como reflejo y expresión de ella.

3. EL MAGISTERIO RECIENTE. Siguiendo el magisterio pontificio más reciente, Pío XII, haciéndose eco de la enseñanza de los Padres, recuerda a los matrimonios que «la familia es una verdadera célula de la Iglesia»14; Juan XXIII también atribuye a la familia la categoría de célula de Iglesia, dirigiéndose a los grupos de matrimonios Notre-Dame: «Vosotros deseáis hacer de esta sociedad única y privilegiada que es la familia, una verdadera célula de Iglesia»15. Y la constitución conciliar LG afirma expresamente: «En esta especie de iglesia doméstica, los padres deben ser para los hijos los primeros educadores de la fe mediante la palabra y el ejemplo» (LG 11); para añadir más tarde que «inculcando la doctrina cristiana a los hijos amorosamente recibidos de Dios... colaboran en la fecundidad de la madre Iglesia» (LG 41). Y Pablo VI afirma que «en cada familia deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera» (EN 71). Y la Familiaris consortio afirma que «la familia, a su manera, es una imagen viva y una representación histórica del misterio mismo de la Iglesia» (FC 49).

Entre la Iglesia y la familia existe una unión tan estrecha e íntima, que «la familia está puesta al servicio de la edificación del reino de Dios en la historia, mediante la participación en la vida y misión de la Iglesia» (ib). Por cuanto la Iglesia-madre edifica la familia cristiana mediante el anuncio de la palabra de Dios, con la celebración de los sacramentos, con la proclamación del mandato nuevo del amor para que imite y reviva el amor de donación y sacrificio del Señor (cf ib), la familia cristiana está insertada de tal forma en el misterio de la Iglesia, que participa, a su manera, en la misión de salvación que es propia de la Iglesia. Por eso la familia se convierte en comunidad salvada y está llamada a transmitir a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad salvadora (ib).

Esta relación tan «íntima entre Iglesia y familia es la causa de que la familia esté llamada a tomar parte activa y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original». Es decir, «la participación de la familia en la misión de la Iglesia debe realizarse según una modalidad comunitaria..., en cuanto pareja... y en cuanto familia» (ib).

«El amor conyugal y familiar expresa y realiza la participación de la familia cristiana en la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo y de su Iglesia» (FC 50). Queda así establecido el fundamento de la triple dimensión del ministerio de la familia cristiana. El ministerio que hemos observado en la familia judía aparece también en la familia cristiana; pero con la gran diferencia de que, en la familia cristiana, tiene como fundamento a Cristo y a su amor y entrega por su Esposa la Iglesia, expresados y realizados como signo sacramental en el matrimonio cristiano.


II. La sacramentalidad de la familia cristiana

Como acabamos de ver, eclesialidad y sacramentalidad del matrimonio y de la familia se reclaman y explicitan mutuamente. El sacramento del matrimonio es el fundamento de que la familia sea Iglesia y que, por ello, se den en ella las características de la Iglesia-madre. Y si el misterio de la Iglesia se comprende desde el amor y entrega de Cristo a la Iglesia, en cuanto esta es el sacramento del amor esponsalicio de Cristo, puede decirse que la familia, como imago Ecclesiae (cf FC 49), participa también de la sacramentalidad de la Iglesia.

En efecto, los documentos más recientes del magisterio han empleado la terminología sacramental al referirse a la familia cristiana, pues los esposos «en virtud del sacramento del matrimonio, significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia» (LG 11). Y más aún, los mismos esposos, en cuanto bautizados, pero sobre todo en cuanto su matrimonio es sacramento, «son testigos y cooperadores de la fecundidad de la Madre-Iglesia, como símbolo y participación de aquel amor con que Cristo amó a su esposa y se entregó a sí mismo por ella» (LG 41).

En consecuencia, de igual modo que la Iglesia no es signo de sí misma ni existe para sí misma, sino que es signo de salvación para el mundo, así también la familia cristiana está llamada a ser signo de salvación ante todo el mundo. De ahí la afirmación de que: «la familia cristiana está llamada a tomar parte activa y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original, es decir, poniendo al servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto comunidad íntima de vida y de amor» (FC 50).

Si la familia cristiana es comunidad cuyos vínculos son renovados por Cristo mediante la fe y los sacramentos, su participación en la misión de la Iglesia debe realizarse según una modalidad comunitaria; juntos, pues, los cónyuges en cuanto pareja, y los padres e hijos en cuanto familia, han de vivir su servicio a la Iglesia y al mundo. Deben ser en la fe un solocorazón y una sola alma, mediante el común espíritu apostólico que los anima, y la colaboración que los empeña en las obras de servicio a la comunidad eclesial y civil.

La familia cristiana edifica, además, el reino de Dios en la historia, mediante esas mismas realidades cotidianas que tocan y distinguen su condición de vida. Es, por ello, en el amor conyugal y familiar –vivido en su extraordinaria riqueza de valores y exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y fecundidad16 – donde se expresa y realiza la participación de la familia cristiana en la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo y de su Iglesia. El amor y la vida constituyen, por lo tanto, el núcleo de la misión salvífica de la familia cristiana en la Iglesia y para la Iglesia. Lo recuerda el Vaticano II cuando dice: «La familia hará partícipes a otras familias, generosamente, de sus riquezas espirituales. Así es como la familia cristiana, cuyo origen está en el sacramento del matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros» (GS 48).

¿Cuál es la base teológica que confiere su sacramentalidad a la familia cristiana? Si espigamos las razones que aduce la FC, podemos decir que la sacramentalidad de la familia cristiana tiene como fundamento el sacramento del matrimonio, que hunde sus raíces en el sacramento del bautismo. En efecto, la misma exhortación apostólica afirma: «el matrimonio de los bautizados se convierte así en el símbolo real de la nueva y eterna alianza, sancionada con la sangre de Cristo... Mediante el bautismo, el hombre y la mujer son insertos definitivamente en la nueva y eterna alianza, en la alianza esponsal de Cristo con la Iglesia. Y debido a esta inserción indestructible, la comunidad íntima de vida y de amor conyugal, fundada por el Creador, es elevada y asumida en la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora» (FC 13).

En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno a otro de manera profundamente indisoluble. Su recíproca pertenencia es representación real, gracias al signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia.

Los esposos son, por tanto, el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes. De este acontecimiento de salvación, el matrimonio, como todo sacramento, es memorial, actualización y profecía; «en cuanto memorial, el sacramento les da la gracia y el deber de recordar las obras grandes de Dios, así como de dar testimonio de ellas ante los hijos; en cuanto actualización les da la gracia y el deber de poner por obra en el presente, el uno hacia el otro y hacia los hijos, las exigencias de un amor que perdona y que redime; en cuanto profecía les da la gracia y el deber de vivir y de testimoniar la esperanza del futuro encuentro con Cristo» (ib). Y de manera más explícita aún, y como sacando las consecuencias del sacramento del matrimonio para la familia cristiana, añade: «También la familia cristiana está inserta en la Iglesia, pueblo sacerdotal, mediante el sacramento del matrimonio, en el cual está enraizada y de la que se alimenta, es vivificada continuamente por el Señor, y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el ofrecimiento de la propia vida y oración» (FC 55).

A partir de estos textos se aprecia perfectamente, pero siempre en estrecha relación con el sacramento del matrimonio, una terminología sacramental. Se aplican a la familia términos que son sacramentales, tales como: signo y participación, misterio de unidad y de fecundo amor, viva imagen y representación. Y la sacramentalidad no se afirma solamente del matrimonio, de la conyugalidad, del amor interpersonal de los esposos, sino que también se afirma y aplica a la familia, a la totalidad de la comunidad familiar, a las relaciones entre los componentes de la familia. La sacramentalidad de la familia cristiana remite siempre y necesariamente –pues de lo contrario no podría entenderse– al mismo Cristo y a su amor y entrega por la Iglesia, por lo que puede decirse que la familia cristiana es también sacramento de la salvación de Cristo y de la naturaleza o misterio de la Iglesia.

Según D. Borobio, puede señalarse como contenido sacramental especial de la familia, «el ser esta la expresión concentrada de una sacramentalidad plural. Y sería así por varios conceptos: porque desarrolla toda la sacramentalidad del matrimonio, y porquevive y celebra, es fruto y agente especial de los demás sacramentos. En efecto, la familia desarrolla de una forma positiva y plenificadora todos los aspectos sacramentales del matrimonio: su fundamento antropológico (comunidad de vida y amor), cristológico (unión esponsal, por la encarnación del Verbo, de la naturaleza humana y divina), pascual (entrega de amor de Cristo a su Iglesia), eclesiológico (la familia sujeto y objeto de la Iglesia), trinitario (analogía de la comunicación en el amor familiar con la trinitaria), pneumatológico (el amor familiar vivificado por el Espíritu) y escatológico (la familia como anuncio de la gran familia escatológica). Pero, por otro lado, la familia es concentración de sacramentalidad, porque ella misma, en cuanto familia cristiana, es fruto y agente de los diversos sacramentos»17.

La sacramentalidad de la familia cristiana, por tanto, no es simplemente una característica de la familia cristiana, sino parte constitutiva de la misma. Y por serlo, se despliega, vive, expresa y manifiesta en las mismas condiciones familiares. Pero sobre todo, es la raíz y la matriz de la misión educadora de los padres. Esta no tiene como fundamento único el solo derecho natural, prioritario e inalienable, sino que «para los padres cristianos la misión educativa... tiene una fuente nueva y específica en el sacramento del matrimonio, que los consagra a la educación propiamente cristiana de los hijos, es decir, los llama a participar de la misma autoridad y del mismo amor de Dios Padre y de Cristo pastor, así como del amor materno de la Iglesia, y los enriquece en sabiduría, consejo, fortaleza y en los otros dones del Espíritu Santo, para ayudar a los hijos en su crecimiento humano y cristiano» (FC 38).


III. La ministerialidad de la familia cristiana

La eclesialidad y la sacramentalidad de la familia son la causa y fundamento de la ministerialidad de la familia y de que esta impregne su ser y su obrar, especialmente el educativo en general y el cristiano en particular. Hasta tal punto la familia cristiana está impregnada de ministerialidad, que, como veremos a continuación, las relaciones familiares, la comunidad de vida y amor, la ayuda mutua, la mutua santificación, la procreación y la prole, etc., son expresión de dicha ministerialidad. Para los padres cristianos, la familia, en todos y cada uno de los aspectos que la constituyen y en los que se desarrolla y expresa, son actos ministeriales, no simples obligaciones morales; hacen referencia más a su ser que a su obrar.

En efecto, «el deber educativo recibe del sacramento del matrimonio la dignidad y la llamada a ser un verdadero y propio ministerio de la Iglesia al servicio de la edificación de sus miembros» (FC 38). El sínodo «ha presentado la misión educativa de la familia cristiana como un verdadero ministerio, por medio del cual se transmite e irradia el evangelio, hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo» (FC 39). «En virtud del ministerio de la educación, los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del evangelio ante los hijos». «Así la familia de los bautizados, convocada como Iglesia doméstica por la Palabra y por el Sacramento, llega a ser a la vez, como la gran Iglesia, maestra y madre» (FC 38).

Según estos textos, la misión educativa de la familia es un verdadero ministerio. Es necesario explicitar, ahora, cómo se traduce para los padres este ministerio educativo. La FC (51-64) lo presenta en tres dimensiones poniendo de manifiesto su contenido «en la triple y unitaria referencia a Jesucristo profeta, sacerdote y rey», presentando a la familia como comunidad creyente y evangelizadora (51-54), comunidad en diálogo con Dios (55-62), comunidad al servicio del hombre (63-64).

1. LA FAMILIA CRISTIANA, COMUNIDAD CREYENTE Y EVANGELIZADORA. «La familia cristiana vive su cometido profético acogiendo y anunciando la palabra de Dios» (FC 51), lo que se realiza fundamentalmente en tres aspectos:

a) Siendo, en primer lugar, una comunidad evangelizadora (EN 71), misión apostólica que «está enraizada en el bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva forma para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios» (FC 52).

b) Este ministerio, original e insustituible, asume las características típicas de la vida familiar. Por ello «acompaña la vida de los hijos también durante su adolescencia y juventud» (FC 53). Es decir, abarca todo el arco educativo de la familia: desde la más tierna infancia hasta la mayoría de edad.

c) La dimensión evangelizadora de la familia, arraigada en el sacramento del matrimonio, del bautismo y de la confirmación de los padres, «constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de Cristo», tanto en el «interior de la familia», como «con los alejados», como cultivando la «vocación misionera de sus propios hijos» (FC 54; cf IC 34).

2. LA FAMILIA CRISTIANA, COMUNIDAD EN DIÁLOGO CON Dios. El «contenido sacerdotal de la familia cristiana» se ejerce «a través de las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar, pues está llamada a santificarse y a santificar a la comunidad eclesial y al mundo» (FC 55). Por ello, este sacerdocio de la familia se despliega en estos aspectos:

a) El sacramento del matrimonio es fuente y medio de santificación para los cónyuges y para la familia cristiana (cf FC 56-58).

b) El sacerdocio bautismal de los fieles, vivido en el sacramento del matrimonio, constituye, para los cónyuges y la familia, el fundamento de una vocación y misión sacerdotal, que se ejerce en la celebración de la eucaristía y de los demás sacramentos, pero también con la vida de oración personal y familiar (cf FC 59). En consecuencia, matrimonio y familia son como un santuario de oración y culto a Dios, dé modo que la plegaria familiar se caracteriza por ser «una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos».

c) Y las características de esta oración familiar son: 1) Tiene como contenido «la misma vida de familia, que en diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada» (FC 59). 2) Los padres tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente en el descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con él; y lo harán mediante el ejemplo concreto y el testimonio de oración (FC 60). 3) La oración familiar constituye para los hijos la introducción natural a la oración litúrgica propia de toda la Iglesia, por cuanto prepara a ella y la extiende a la vida personal, familiar y social. La oración familiar, además, prolonga el culto celebrado en la Iglesia (cf FC 61). 4) La familia cristiana ha de celebrar en casa los tiempos y festividades del año litúrgico, pero adaptándose a las diversas exigencias y situaciones de la vida, sin olvidar la oración de la mañana y de la noche, la lectura de la palabra de Dios, la preparación a los sacramentos y las devociones (cf FC 61). 5) Finalmente, la oración familiar es la condición para que la familia asuma su responsabilidad y participación en la vida y misión de la Iglesia (cf FC 62).

3. LA FAMILIA CRISTIANA, COMUNIDAD AL SERVICIO DEL HOMBRE. A semejanza de Cristo, que ejerce su potestad real poniéndose al servicio de los hombres, la familia cristiana es animada y guiada por la ley nueva del Espíritu, y en íntima comunión con la Iglesia, a vivir su servicio de amor a Dios y a los hermanos, conduciendo a los hermanos a Cristo y dilatando su reino (cf FC 63).

Por ello, la «familia cristiana vivela acogida, el respeto, el servicio a cada hombre, considerado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios» (FC 64). Este amor y servicio lo vive simultáneamente en tres niveles o dimensiones: 1) en el interior y en beneficio de los esposos y de la misma familia; 2) en el círculo más amplio de la comunidad eclesial; 3) en cada hombre, sobre todo si es pobre, débil y sufre, porque en él descubre el rostro de Cristo y un hermano a quien amar y servir (cf FC 64).

Haciendo todo esto, la familia cristiana no sólo edifica la Iglesia, sino que se pone al servicio del hombre y del mundo, actuando la verdadera promoción humana y realizando así su propia misión.


Conclusión: Características
de la familia cristiana

Ahora ya podemos concretar y especificar las características propias de la familia cristiana, para poder así identificarla claramente, señalando los rasgos que la diferencian de cualquier otro tipo de familia. Sintetizando cuanto hemos dicho, son estos: En primer lugar, su eclesialidad, su realidad de iglesia doméstica, con la que la misma realidad humana y creatural de la familia queda trascendida, supe-rada y constituida en signo de salvación. En segundo lugar, su sacramentalidad, es decir, el reconocimiento del sacramento del matrimonio como la fuente que recorre e impregna toda la realidad familiar cristiana y que la convierte en imagen y representación de la Iglesia. Y finalmente su ministerialidad, es decir, el reconocimiento de la existencia, dentro del ámbito de los ministerios eclesiales, de un ministerio conyugal y su estrecha relación con el sacramento del matrimonio. El Papa, concluyendo la FC, pone como prototipo y ejemplo de todas las familias cristianas a la Sagrada Familia de Nazaret (FC 86).

Estas tres características o rasgos definitorios de la familia cristiana, han de estar necesariamente en la base de toda pastoral familiar. O mejor dicho, toda pastoral familiar no sólo ha de contar con ellas sino que ha de partir de ellas, ya que son las que modelan y configuran la identidad propia de la familia cristiana. Sólo descubriéndolas podrá la familia cristiana recuperar, vivir y expresar la identidad que Dios quiere para ella y ser lo que es (cf FC 17).

NOTAS: 1. GENDRON, El hogar cristiano: ¿una iglesia verdadera?, Communio 8 (1986) 615; cf P. EUDOKIMOV, Ecclesia domestica, L'Anneau d'Or 107 (1962) 355-356; N. SILANES, La Iglesia de la Trinidad, Secretariado Trinitario, Salamanca 1981, 203-222; D. BoROBIO, Sacramentos y familia. Para una antropología pastoral familiar de los sacramentos, San Pablo, Madrid 1993. – 2. Insegnamenti di Paolo VI, XIV (1976) 640. – 3. Para una breve historia de cómo y por qué se introdujo en el texto de la redacción de la LG la expresión Iglesia doméstica a instancias del obispo Fiordelli, así como las diferentes redacciones, cf M. A. FAHEY, La familia cristiana como Iglesia doméstica en el Vaticano II, Concilium 260 (1995) 689-697. – 4. Cf J. M. FENASSE-M. F. LACAN, Casa, en X. LÉON-DuFOUR, Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona 1967, 132-134; M. R. Ruiz, La familia como iglesia doméstica, Studium 18 (1978) 321-332; M. MARTINI, Comunidad primitiva, en L. PACOMIO (ed.), Diccionario teológico interdisciplinar II, Sígueme, Salamanca 1982, 64-76; J. R. FLECHA, La familia, lugar de evangelización, PPC, Madrid 1983; La Iglesia doméstica en la acción evangelizadora de la Iglesia, Teología y catequesis 20 (1986) 523-540; J. LOSADA ESPINOSA, La familia cristiana, iglesia doméstica, Teología y catequesis 20 (1986) 511-521; L. GENDRON, a.c., 608-623; F. PASTOR RAMOS, La familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 1994, 99-111; R. AGUIRRE, Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana. Ensayo de exégesis del cristianismo primitivo, Verbo Divino, Estella 1998, 79-110. — 5. Entre otros textos que hacen referencia a esta misión del padre, cf para la función narrativa: Salmos 78, 104, 106, 107; Ex 10,2; 13,8; Is 38,19; Dt 6,4-8.20-25; para la función testimonial: Ex 13,8; Dt 10,9; para la función educativa: Dt 6,2; 31,13.46; y para la función sacerdotal: Gén 27,27-29; 48,15; 49,22-29. — 6. Cf F. PASTOR RAMOS, o.c., 71-88; X. PIKAZA, Matrimonio y familia en el NT, en AA.VV., Misterio trinitario y familia humana, Semanas de estudios trinitarios 29, Secretariado Trinitario, Salamanca 1995, 67-167; C. ROCCHETTA, Il Sacramento della coppia, EDB, Bolonia 1996, 148-159. — 7. Cf O. MICHEL, Oikos, en Grande les.sico del Nuovo Testamento VII, Brescia 1972, 366-368. — 8. Afirma C. ROCCHETTA que el «misterio grande de Cristo y de la Iglesia desvela el misterio de la pareja... En tal perspectiva no es la unión de Cristo con la Iglesia lo que reproduce la creación de la pareja y del matrimonio, sino es la relación hombre-mujer en el matrimonio la que refleja —como en una representación actualizante primero, y en una representación actualizada después— la unión de Cristo con la Iglesia. La relación conyugal hombre-mujer encuentra en la unión Cristo-Iglesia, el propio arquetipo y la propia forma ejemplar. La pareja humana ha sido creada por Dios a imagen de Cristo y de la Iglesia» (o.c., 159). — 9. A este respecto, D. TETTAMANZI afirma: «Nacida y alimentada por el sacramento del matrimonio, la familia cristiana posee una estructura eclesial esencial. Esta es comunidad de amor y de vida formada por la pareja y por el núcleo familiar, pero es también y en profundidad comunidad de gracia en íntima y viva unión con la Iglesia... Más aún, la unión familia-Iglesia es tan profunda y radical, que resulta elemento constitutivo de la identidad cristiana de la familia: esta, a su modo, es una revelación y una realización del mysterium Ecclesiae. Y, recíprocamente, el mysterium Ecclesiae se manifiesta y vive también (pero no sólo) dentro y a través de la concreta y tangible realidad de la familia cristiana» (La famiglia vio della Chiesa, Massimo, Milán 1991, 70). -10 Juan Pablo II utiliza quince veces la expresión Iglesia doméstica en la FC. Sin embargo hay autores que alertan sobre el posible abuso del término, como N. METTE, La familia en el magisterio oficial de la Iglesia, Concilium 269 (1995) 683-686. — 11. SAN JUAN CRISÓSTOMO dice: «haz de tu casa una iglesia», In Gen. Sermo 7, 1, en PG 54, col. 608; y «la casa es una pequeña iglesias>, In Eph. Hom. 20, 6, en PG 62, col. 143; SAN CLEMENTE DE ALEJANDRÍA también define la familia como casa de Dios, en Strommata III, 10, en PG 8 col. 1. 169; para la doble mesa de la palabra y de la eucaristía, cf JUAN CRISÓSTOMO, In Gen. Hom. 2, 4, en PG 33, col. 895. — 12. SAN AGUSTÍN, In Joanni.s evangelium LI, en PL 35, col. 1768. — 13. SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis XV, en PG 33, col. 895. — 14. AAS 1939, 502. -15 JUAN XXIII, Alocución a los grupos matrimoniales de Notre-Dame, Documentation Catéchistique, junio 1955, 8. -16 Cf PABLO VI, Humanae vitae 9. — 17. D. BOROBIO, o.c., 193-194.

BIBL.: AGUIRRE R., Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana. Ensayo de exégesis sociológica del cristianismo primitivo, Verbo Divino, Estella 1998; BOROBIO D., Notas específicas de la familia cristiana, Misión abierta 3 (1978) 124-133; Sacramentos y familia. Para una antropología y pastoral familiar de los sacramentos, San Pablo, Madrid 1993; Familia, sociedad, Iglesia. Identidad y misión de la familia cristiana, Desclée de Brouwer, Bilbao 1994; CAMPANINI G. Y G., Familia, en DE FIORES S.-GOFFI T. (dirs.), Nuevo diccionario de espiritualidad, San Pablo, Madrid 19914, 747-762; CODA P., Teología del matrimonio v misterio trinitario, en AA.VV., Misterio trinitario y familia humana, Semanas de estudios trinitarios 29, Secretariado Trinitario, Salamanca 1995, 195-227; FLÓREZ G., Matrimonio y familia, BAC, Madrid 1995; JUAN PABLO II, Familiaris consortio, San Pablo, Madrid 19812; Carta a las familias, San Pablo, Madrid 19942; PASTOR RAMOS R., La familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 1994; SARTORE D., Familia, en SARTORE D.-TRIACCA A. M. (dirs.), Nuevo diccionario de liturgia, San Pablo, Madrid 1990, 826-840.

Enrique Carbonell Sala