DOCUMENTOS OFICIALES PARA LA CATEQUESIS
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SUMARIO: I. Magisterio universal anterior al Vaticano II. II. Magisterio universal posterior al Vaticano II: 1. «Directorium catechisticum generale»; 2. «Evangelii nuntiandi»; 3. Sínodo de los obispos de 1977; 4. «Catechesi tradendae»; 5. «La catequesis de adultos en la comunidad cristiana»; 6. «Guía para los catequistas»; 7. «Directorio general para la catequesis». III. Magisterio de los obispos españoles sobre la catequesis: 1. Planes trienales de pastoral de la Comisión episcopal de enseñanza y catequesis; 2. Orientaciones pastorales.


I. Magisterio universal anterior al Vaticano II

En la época comprendida entre el inicio del siglo XX y la celebración del Vaticano II han ido apareciendo documentos del magisterio de la Iglesia de especial significación e influencia en la catequesis y en la educación en la fe. Estos documentos, aplicados con normativas concretas de carácter jurídico, muestran una concepción de la catequesis y de su correspondiente modo de hacer. Dejar constancia de su existencia, contenidos y enfoques ayudará a comprender esta concepción que ha configurado un tipo de catequesis durante este tiempo.

San Pío X publicó en 1905 la encíclica Acerbo nimis. Puede considerarse como el primer gran documento sistemático sobre la catequesis y la educación en la fe. Aborda el problema catequético desde el punto de vista teológico, jurídico y pastoral. Establece el primado de la catequesis entre las diversas formas de educación de la fe. Después de constatar la difusa ignorancia religiosa y la importancia, la necesidad y el deber de la acción catequética, formula unas normas muy concretas sobre: la catequesis parroquial de niños; la preparación para la confesión y la confirmación; la preparación para la primera comunión; la constitución de la Congregación de la doctrina cristiana; la llamada instrucción doctrinal a los adultos; etc. La encíclica fue un impulso notable para la gran tarea de la educación en la fe y de la catequesis que, fundamentalmente, estaba orientada a la enseñanza de la doctrina cristiana y a la preparación de los sacramentos.

Pío X, llamado el papa del Catecismo por la gran preocupación que tuvo sobre la catequesis —preocupación que ni siquiera abandonó en su ministerio papal—, publicó dos catecismos: en 1905 y en 1912. Entre la publicación de ambos catecismos firma el decreto Quam singulari (1910) sobre la primera comunión de los niños, con gran repercusión catequética, al urgir la renovación y preocupación por la catequesis de los pequeños.

El Código de Derecho canónico, publicado durante el pontificado de Benedicto XV, recoge el pensamiento catequético de san Pío X y pone las bases para su ulterior desarrollo. La sagrada Congregación envió una Carta circular a los Ordinarios de Italia para pedirles que informaran sobre la observancia de las disposiciones del Código en el ámbito de la catequesis. Las respuestas confirmaron la necesidad de una mayor organización y de la creación de un organismo central competente en esta materia.

Pío XI tuvo una intensa actividad como legislador sobre la catequesis. Ya en 1923 publicó el motu proprio Orbem catholicum, por el que se crea, dentro de la sagrada Congregación del concilio, el Officio catechistico centrale, encargado de coordinar e impulsar la catequesis en todo el mundo.

Este Officio se dirige, por medio de una carta y un cuestionario, a los obispos del mundo con el fin de impulsar y, a la vez, recoger información sobre la actividad catequética en las diócesis. El cuestionario consta de tres secciones: la instrucción de la doctrina cristiana en las parroquias, en los colegios católicos y en las escuelas públicas.

Con las respuestas y los informes trienales enviados por los obispos se elabora el decreto Provido sane consilio, publicado por la sagrada Congregación del concilio el 2 de enero de 1935. En el decreto se establecen una serie de prescripciones que debían observarse en la Iglesia con el fin de atender mejor a la catequesis. Esta normativa promueve la erección de la Asociación o Cofradía de la doctrina cristiana en todas las parroquias, la institucionalización de la catequesis dominical para los niños y la obligación de explicar el catecismo también a los adultos los domingos y fiestas. Para ayudar y favorecer el cumplimiento de esta normativa se recomienda que se lleve a cabo en las diócesis la creación de la Oficina catequística diocesana; el nombramiento de sacerdotes para visitar anualmente las escuelas; la institución del día del catecismo; una suficiente organización de cursos especializados para preparar adecuadamente a los catequistas, etc.

Pío XI, impulsando la educación religiosa, publicó distintos documentos especialmente relacionados con la formación de los catequistas. En elámbito de la educación cristiana de la juventud tiene gran relevancia la encíclica Divini illius magistri, del 31 de diciembre de 1929, en la cual se señala la competencia de la familia, de la Iglesia y del Estado en la educación, así como la naturaleza, la finalidad y las formas de una auténtica educación en la fe.

Durante este pontificado, la sagrada Congregación de seminarios y universidades envió una circular a las diócesis para regular los estudios de pedagogía en los centros de formación eclesiástica. En ella se abordan cuatro grandes cuestiones: la importancia de la enseñanza del catecismo, sintetizada en la famosa frase de que la ignorancia religiosa es «una llaga abierta en el costado de la Iglesia»; a quién corresponde enseñar el catecismo y las cualidades de esta tarea; las metas de la catequesis, y el desarrollo de la llamada catequesis escolar.

En síntesis, los principales documentos magisteriales sobre la catequesis, en este amplio período, se circunscriben a estos dos centros de interés: 1) Enseñar la doctrina cristiana. Se identifica dar catequesis con dar catecismo. La ignorancia del pueblo cristiano preocupa a quienes tienen la misión de gobierno en la Iglesia. De ahí la urgencia por la instrucción catequética. 2) Articular toda la tarea catequética en torno a normativas que deben cumplir especialmente los párrocos, y al deber de los ordinarios de vigilar por su cumplimiento.

En los años inmediatos anteriores a la celebración del Vaticano II se vive con tal intensidad esta preocupación, que da lugar a la publicación de catecismos nacionales. Aunque en este tiempo no hay ningún documento de carácter magisterial de especial relevancia, son bien significativas las palabras de Juan XXIII en el discurso inaugural del Vaticano II, donde señala que la tarea principal del Concilio es «que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiada y enseñada de forma cada vez más eficaz». Mantener el depósito de la fe, «la doctrina pura e íntegra sin atenuaciones» y, a la vez, dar un paso adelante, «hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias» era la gran tarea del Concilio que estaba comenzando.

Aunque el Vaticano II no publicó ningún documento específico dedicado a la catequesis, señaló unas directrices que han marcado profundamente la acción catequética posterior. En palabras de Pablo VI, repetidas después por Juan Pablo II, el Concilio puede considerarse como «la gran catequesis de los tiempos modernos» (CT 2).


II. Magisterio universal posterior al Vaticano II

Son muchos los documentos sobre catequesis que se han publicado después del Vaticano II. Aquí se reseñan y se comentan brevemente los principales documentos aparecidos, ordenados cronológicamente. Se presentan, en primer lugar, los de ámbito universal y después los emanados por el episcopado español.

1. «DIRECTORIUM CATECHISTICUM GENERALE». Preparado por la Congregación para el clero y aprobado por Pablo VI el 18 de marzo de 1971, se tradujo al castellano con el título Directorio general de pastoral catequética (DCG). Su finalidad es orientar y estimular la renovación catequética de toda la Iglesia (cf CT 2). Se publicó de acuerdo con lo establecido en el decreto Christus Dominus: «Hágase... otro directorio sobre la instrucción catequética del pueblo cristiano, en que se trate de los principios y prácticas fundamentales de dicha instrucción y de la elaboración de los libros que a ella se destinen» (CD 44).

El Directorio de 1971 es un conjunto de directrices o principios teológicos y pastorales de carácter fundamental, que tiene como fin orientar todas las actividades del ministerio de la Palabra. Consta de una introducción, seis partes y un apéndice. La introducción señala los objetivos, destinatarios e importancia de la catequesis. Las seis partes tratan de: la actualidad del problema; el ministerio de la Palabra; el mensaje cristiano; elementos de metodología; la catequesis por edades, y la acción pastoral del ministerio de la Palabra. El apéndice aborda el tema de la iniciación a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía y, especialmente, la necesidad de la primera confesión previa a la primera comunión.

Sitúa a la catequesis en el interior de la misión pastoral de la Iglesia. Entre las diversas formas del ministerio de la Palabra corresponde a la catequesis hacer realidad la afirmación de que «la fe, ilustrada por la doctrina, se hace viva, explícita y activa en los hombres» (CD 14). Es decir, define a la catequesis por su finalidad, a la vez que la distingue de las otras formas del ministerio de la Palabra,como es la evangelización o predicación misionera, la celebración litúrgica con la homilía, y la enseñanza de la teología.

Al especificar el carácter propio de la catequesis, lo hace en el contexto de la acción pastoral de la Iglesia, a la que compete la acción eclesial de «conducir a la madurez de la fe tanto a las comunidades como a cada fiel» (CD 21). La catequesis, en definitiva, es complementaria a la predicación misionera que suscita inicialmente la fe y la catequesis ayuda a su maduración. Sin embargo, no se percibe en este documento pontificio a qué acción eclesial en concreto corresponde poner las bases de una formación cristiana iniciatoria y fundante. El Directorio no concede especial relevancia a estos aspectos de la catequesis.

2. «EVANGELII NUNTIANDI». La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo, marcó una pauta importante en la reflexión catequética. Fue publicada por Pablo VI el 8 de diciembre de 1975. Este documento es fruto del III Sínodo general de los obispos de 1974. Consta de siete partes: del Cristo evangelizador a la Iglesia evangelizadora; ¿qué es evangelizar?; contenido de la evangelización; medios de la evangelización; los destinatarios de la evangelización; agentes de la evangelización; el espíritu de la evangelización. Este documento ayuda a situar la catequesis dentro de la principal actividad de la Iglesia, que es la evangelización, y la concibe a modo de catecumenado.

Situar la catequesis como medioinherente a la evangelización es un paso significativo para el futuro. Sin identificar la catequesis con el primer anuncio, esta debe tener un talante misionero que favorezca la conversión a Jesucristo (cf EN 54).

Evangelii nuntiandi avanza en la concepción de catequesis respecto al DCG de 1971, al incorporar la necesidad de dar a la catequesis una inspiración catecumenal, que haga de ella no sólo un instrumento para la enseñanza del mensaje cristiano, sino también una introducción a la vida cristiana. Una catequesis, en definitiva, fundamentadora e iniciatoria. «Las condiciones actuales hacen cada día más urgente la enseñanza catequética bajo la modalidad de un catecumenado, para un gran número de jóvenes y adultos que, tocados por la gracia, descubren la necesidad de entregarse a él» (EN 44).

El nuevo enfoque orientativo que la catequesis recibe de la Evangelii nuntiandi a instancias de los padres sinodales, enmarcada en el proceso de evangelización, señala un nuevo impulso hacia la dimensión misionera de esta acción eclesial.

3. SÍNODO DE LOS OBISPOS DE 1977. De este acontecimiento eclesial conviene destacar dos documentos: las Proposiciones de los padres sinodales y el Mensaje de los obispos al pueblo de Dios.

Los padres sinodales presentaron a Pablo VI 34 Proposiciones, articuladas en torno a los siguientes enunciados: la renovación catequética; los contenidos de la catequesis; el método de catequesis; la catequesis, exigencia para todos los cristianos (destinatarios); la comunidad: origen, lugar y meta de la catequesis, y la actitud del catequista. Aunque la sustancia de estas proposiciones será recogida y presentada en el documento papal possinodal, hay que dejar constancia de algunos aspectos sobre la concepción de catequesis: la traditioreditio Symboli es signo de comunión eclesial, unión entre comunidades y fieles; la catequesis tiene como finalidad suscitar y hacer madurar la fe, y no puede reducirse a un tiempo o a una simple preparación a los sacramentos, sino que es educación cristiana de la fe; el carácter iniciatorio de la catequesis («no se trata tanto de adquirir meros conocimientos cuanto de una iniciación a una verdadera experiencia comunitaria de la vida cristiana, es decir, a la experiencia de comportarse cristianamente, de obrar, de celebrar litúrgicamente, de reflexionar comunitariamente sobre el mensaje cristiano, y a la experiencia de integrarse en la totalidad de la vida de la Iglesia» [n. 301); la necesidad de una catequesis de inspiración catecumenal, también para los bautizados, y se recuerda que la comunidad cristiana es la responsable de la catequesis en cuanto su origen, lugar y meta.

El Mensaje al pueblo de Dios que hicieron público los obispos al finalizar el Sínodo se centró en la triple dimensión de la catequesis como palabra, memoria y testimonio. Sin excluir la necesidad de una educación permanente de la fe, se insiste en su carácter fundante e iniciatorio.

4. «CATECHESI TRADENDAE». Juan Pablo II publica la exhortación apostólica Catechesi tradendae el 16 de octubre de 1979, al año de su pontificado y como segundo gran documento, después de la encíclica Redemptor hominis. Tiene una estrecha relación con las Proposiciones del Sínodo de obispos celebrado dos años antes, aunque las trasciende. La finalidad de este documento es, en palabras del Papa, «que esta exhortación apostólica dirigida a toda la Iglesia refuerce la solidez de la fe y de la vida cristiana, dé un nuevo vigor a las iniciativas emprendidas, estimule la creatividad —con la vigilancia debida—y contribuya a difundir en la comunidad cristiana la alegría de llevar al mundo el misterio de Cristo» (CT 4).

La exhortación consta de los siguientes capítulos: el centro de la catequesis es la persona y la doctrina de Cristo; la catequesis en la historia de la Iglesia; la catequesis en la actividad pastoral y misionera de la Iglesia; fuentes y contenidos de la catequesis; los destinatarios de la catequesis; la alegría de la fe en un mundo difícil; la catequesis, tarea de todos.

En continuidad con el pensamiento de Pablo VI sobre el lugar y la misión que corresponde a la catequesis en la Iglesia, Juan Pablo II señala con claridad y fuerza que la catequesis es uno de los momentos de la evangelización: «La catequesis es uno de los momentos —¡y cuán señalado!— en el proceso total de la evangelización» (CT 18). Al mismo tiempo clarifica que hay otros que integran la evangelización y que no pueden confundirse con la catequesis: unos «preparan a la catequesis», otros «emanan de ella» o la siguen (CT 18).

A partir de un concepto amplio o genérico de catequesis como «el conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos», para educarlos e instruirlos en la vida defe, propone una catequesis más iniciatoria en los siguientes términos: «Globalmente, se puede considerar aquí la catequesis en cuanto educación de la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana» (CT 18). La propuesta de este tipo de catequesis tiene aspectos que conviene matizar: 1) Es una catequesis de carácter fundante o iniciatorio. Es iniciación a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre por medio de Jesucristo, conservada en la memoria profunda de la Iglesia y comunicada mediante una traditio viva y activa, de generación en generación (cf CT 14, 21-22, 33). 2) Tiene un carácter orgánico e integral, que la distingue del resto de las formas de presentar la palabra de Dios. Junto a su organicidad, la integralidad garantiza que la catequesis incida en todas las esferas de la vida cristiana. No es suficiente, pues, con conocer la fe, sino que es preciso que se la celebre, se la haga oración, se la haga vida, se la anuncie. 3) La formación que ofrece la catequesis es de carácter básico, limitándose a sus elementos esenciales y principales. Atiende a la formación en el que podría llamarse primer nivel (cf CT 21). 4) Esta catequesis de carácter fundante, según el pensamiento de Juan Pablo II, es compatible con la llamada catequesis permanente, que atiende más a los momentos y circunstancias que coyunturalmente se ofrecen en la vida de la Iglesia. La catequesis permanente ayuda «a promover en plenitud y alimentar diariamente la vida cristiana» (CT 20). Ambas formas de catequesis deben estar bien conexionadas: «Es importante que la catequesis de los niños y de los jóvenes, la catequesis permanente y la catequesis de adultos no sean compartimentos estancos e incomunicados... Es menester propiciar su perfecta complementariedad» (CT 45).

5. «LA CATEQUESIS DE ADULTOS EN LA COMUNIDAD CRISTIANA». El Consejo internacional para la catequesis publicó en 1990 un documento sobre la catequesis de adultos, dándole como subtítulo: «Algunas líneas y orientaciones». Pretende contribuir al esfuerzo comprometido que se va realizando en las comunidades cristianas del mundo en el ámbito de la catequesis de adultos, en la perspectiva, tan vivamente subrayada por Juan Pablo II, de la evangelización. Son orientaciones elaboradas de forma sistemática y orgánica a partir de las diversas experiencias, para ayudar y orientar a los agentes pastorales y catequistas a una mejor comprensión y realización de la catequesis de adultos.

Se inicia con una introducción, subrayando la necesidad de esta acción catequética en continuidad de pensamiento con los documentos pontificios precedentes. Argumenta en la primera parte cómo la situación de los adultos (bautizados y no bautizados) es un reto para la acción catequética de la Iglesia. Y a partir de unos criterios, de necesaria aplicación a la catequesis de adultos, expone algunas orientaciones para la praxis de esta catequesis. De manera reiterada ahonda en el siguiente planteamiento: «Reconociendo el compromiso sobre la nueva evangelización, a la que el Espíritu llama hoy a la Iglesia en todo el mundo, la catequesis de adultos comporta, en cuanto le corresponde, una finalidad misionera» (CACC 38). De nuevo se subraya que es indispensable para este tipo de catequesis la sistematicidad y la organicidad, de forma que no debe confundirse la catequesis de adultos con otras modalidades de formación y actividades pastorales con adultos. Aquella precede y fundamenta a estas; sin la catequesis cualquiera de las modalidades de formación con adultos se quebraría por carecer de los elementos básicos que ofrece una catequesis fundante.

6. «GUÍA PARA LOS CATEQUISTAS». La Congregación para la evangelización de los pueblos publicó en 1993 la Guía para los catequistas, con el fin de seguir reconociendo e impulsando la tarea que estos están llevando a cabo en los países de misión. En el documento «se tratan de manera sistemática y existencial los objetivos principales de la vocación, la identidad, la espiritualidad, la elección, la formación, las tareas misioneras y pastorales, la remuneración y la responsabilidad del pueblo de Dios hacia los catequistas, en la situación actual y en perspectiva de futuro» (GCM 1).

Define la identidad del catequista a partir de su vocación específica a la catequesis, dentro de la vocación general para colaborar en los servicios apostólicos de la Iglesia. En la imagen que proyecta del catequista se hace presente la concepción de catequesis de carácter misionero e iniciatorio del decreto Ad gentes. Compete a los catequistas ser los animadores misioneros en las respectivas comunidades eclesiales, anunciando el evangelio, preparando a los catecúmenos al bautismo y construyendo nuevas comunidades eclesiales. De su vocación y misión brota una espiritualidad propia, que el documento desarrolla con amplitud. Sin duda, es una de sus principales aportaciones sobre la persona del catequista, hasta ahora apenas apuntada en documentos análogos. Junto a la espiritualidad, se subraya la necesidad de que los catequistas muestren unas actitudes claramente definidas en favor de los más necesitados y del diálogo ecuménico.

Sobre la elección y formación de los catequistas urge la necesidad de discernir desde criterios de fe y eclesiales, qué candidatos son los más idóneos para este ministerio eclesial. Una vez aceptados por la Iglesia, los elegidos se comprometen a intensificar su preparación y formación en el seno de la comunidad. En definitiva, se clarifica la responsabilidad de la Iglesia en la tarea de la elección y formación de los catequistas, para que su tarea siga siendo un «fundamental servicio evangélico».

7. «DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS». Veintiséis años después de la publicación del Directorio general de pastoral catequética (DCG, 1971), la Congregación para el clero decidió su renovación. Así se dio origen al actual Directorio general para la catequesis (DGC, 1997). El motivo de la reelaboración está en los avances que, en el campo catequético, se han producido en estos años, especialmente las exhortaciones apostólicas Evangelii nuntiandi y Catechesi tradendae, la encíclica Redemptoris missio, y la publicación del Catecismo de la Iglesia católica. Enriquecido con las observaciones de las Conferencias episcopales, se elaboró un texto provisional que fue aprobado por el Papa el 15 de agosto de 1997.

El DGC tiene, fundamentalmente, una finalidad orientativa. Se trata de un texto que ofrece los principios por los que se regula la catequesis. Quiere ser un servicio a los diferentes episcopados nacionales en orden a la elaboración de unos instrumentos catequéticos cercanos a la realidad.

En cuanto a los contenidos, dentro de una misma estructura y una misma fundamentación doctrinal de fondo —tanto un texto como el otro apoyan su reflexión en el concepto de revelación, basándose en la constitución conciliar Dei Verbum—, existen diferencias y novedades con respecto al DCG de 1971. En lo que ambos textos difieren esencialmente es en el concepto de evangelización. Mientras para el DCG (1971) la evangelización era sólo una forma del ministerio de la Palabra, para el DGC (1997) la evangelización es sinónimo del «conjunto de la acción de la Iglesia» (DGC 46), incluyendo tanto el ministerio de la Palabra en su totalidad como el ministerio litúrgico y el de la caridad.

Además, el DGC es muy sensible a la idea de proceso de la evangelización e insiste en las etapas de ese proceso. El ministerio de la Palabra despliega las funciones de convocatoria o llamada a la fe, de iniciación, de educación permanente de la fe, la función litúrgica y la teológica.

Otra idea central del DGC concierne a la finalidad última de la catequesis, la comunión con Jesucristo. Así como para el texto de 1971 la finalidad de la catequesis es conseguir una fe viva, explícita y operativa y el medio es la enseñanza doctrinal, para el texto actual la finalidad cristocéntrica de la catéquesis, la comunión con Jesucristo, propicia una sólida espiritualidad trinitaria, suscita un hondo sentido eclesial y mueve a una viva preocupación social. Y apunta como tareas de la catequesis el desarrollo o cultivo de las dimensiones internas de la fe, que pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha oración, y junto a ellas el aprendizaje a compartir su fe, primero, con los hermanos creyentes, viviéndola en comunidad, pero también anunciándola, con palabras y obras, en medio del mundo. En este sentido, es vital la preparación para el diálogo ecuménico y para el diálogo interreligioso (cf DGC 86).

Otro aspecto central del DGC es que prefiere hablar de la fuente de la catequesis: la palabra misma de Dios, que llega a nosotros a través de muchas fuentes inmediatas. Pero para un cristiano, el mensaje es una Persona. Por eso, la catequesis, al presentar el mensaje evangélico, lo que hace, ante todo, es presentar la figura de Jesús. La tensión dialéctica entre la fuente de la revelación y las fuentes a través de las cuales llega a nosotros es de suma importancia para la catequesis, ya que en ella aparece la pedagogía divina (DV 15), que nos la hace «cercana, y sin embargo permanece velada, en estado kenótico», que debe ser la pedagogía de la Iglesia en la evangelización y en la catequesis. Una última idea central se refiere al papel de la Iglesia particular en toda pastoral catequética.

Respecto a los catequistas, hay dos aspectos especialmente novedosos: la necesidad de plantear en la diócesis una verdadera pastoral de catequistas (DGC 233) y de dotar a toda diócesis de un plantel de catequistas estables, que se entreguen a esta tarea de una manera plena, recibiendo un encargo oficial por parte de la Iglesia.

El propio Directorio formula los desafíos y opciones de la catequesis en el futuro inmediato: 1) ha de adquirir un «acentuado carácter misionero» (DGC 33); 2) la catequesis de adultos debe ser concebida como referente o eje a partir del cual se inspire la catequesis de las otras edades; 3) todo proceso iniciatorio de catequesis ha de ser considerado como una verdadera escuela de pedagogía cristiana; 4) debe anunciar los misterios esenciales del cristianismo, de modo que promueva la experiencia trinitaria de la vida en Cristo como centro de la vida de fe, y 5) ha de considerar como tarea prioritaria la preparación y formación de catequistas dotados de una fe profunda; formación que se realiza, ante todo, en la propia comunidad cristiana, y también en la escuela de catequistas, cuya finalidad es «proporcionar una formación catequética orgánica y sistemática, de carácter básico y fundamental» (DGC 249).


III. Magisterio de los obispos españoles sobre la catequesis

Los principales documentos publicados por los obispos en España han sido elaborados por la Comisión episcopal de enseñanza y catequesis. Independientemente de la firma de cada documento (el Episcopado en asamblea plenaria o la Comisión episcopal), cada uno de ellos se enmarca dentro de un plan de permanente renovación catequética, iniciada a raíz del Concilio, y como aplicación de su espíritu evangelizador y catequético. El marco donde se sitúan estos documentos son los sucesivos Planes trienales de pastoral de la citada Comisión episcopal. Por eso haremos una primera referencia a ellos, para después dejar constancia de los documentos catequéticos más significativos.

Sin embargo, es de justicia reconocer un hecho de primera magnitud para entender la renovación catequética en España y sus correspondientes documentos: en abril de 1966 se celebraron las primeras Jornadas nacionales de catequesis, con el siguiente objetivo: «Reflexionar para que la acción catequética tome profundidad y enraíce su trabajo en lo fundamental del mensaje de salvación». Se iniciaba un largo camino de reflexión y de maduración de la catequesis en España, que ha dado como frutos abundantes, entre otros, la publicación de sucesivos proyectos, documentos episcopales y orientaciones pastorales, en sintonía y continuidad con el pensamiento catequético universal.

1. PLANES TRIENALES DE PASTORAL DE LA COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS. a) Trienio 1978-81. Se introduce el Plan con el siguiente planteamiento de los obispos: «La riqueza y vitalidad de la renovación catequética en la Iglesia española ha sido, en la etapa posconciliar, extraordinaria. El movimiento catequético ha sido como un río caudaloso al que han ido confluyendo varias corrientes: la renovación bíblica, teológica y litúrgica, las nuevas corrientes pedagógicas, las aportaciones de las ciencias humanas, las implicaciones sociales y políticas del compromiso cristiano, el movimiento comunitario de base... Ciertamente la confluencia de estas corrientes ha sido muy rápida y ha partido de sectores diversos, sin tiempo suficiente para su asimilación y para su mutua fecundación. Parece necesario, en los años que vienen, apoyar e impulsar un dinamismo de discernimiento, convergencia y comunión de tendencias diversas» (Apdo. 1).

Bajo el título Una catequesis desde y para la comunidad cristiana se articulan cuatro objetivos específicos que marcan el impulso de la renovación catequética: 1) Una catequesis creadora de comunidad; la experiencia del encuentro y de la relación comunitaria ha de ser para los catequizandos un acontecimiento eclesial. 2) Una catequesis que afirme la identidad cristiana de quienes acceden a la catequesis y «son, en verdad bautizados, creyentes y miembros de la Iglesia» (MPD 15). 3) Una catequesis que es fiel a Dios y al hombre, superando dicotomías y promoviendo convergencias. 4) Una catequesis concebida como un proceso catequético continuado, donde la catequesis de adultos aparece como una de las acciones prioritarias.

En este trienio aparecieron dos documentos de singular importancia: La exhortación apostólica Catechesi tradendae (1979) y, en España, Orientaciones pastorales de la enseñanza religiosa escolar (1979), donde se clarifica la distinción y complementariedad entre la enseñanza religiosa escolar y la catequesis.

b) Trienio 1981-1984. A partir de los avances que se han dado en la concepción de catequesis en el trienio anterior, los obispos proponen en este plan: 1) situar la catequesis en la misión y vida de la Iglesia, donde alcanza su carácter propio; se trata de seguir impulsando su presencia como objetivo primordial en la tarea eclesial de la evangelización; 2) la catequesis al servicio de la identidad cristiana, cuyos elementos integradores son el seguimiento de Jesucristo en el seno de la Iglesia, y la vivencia de actitudes evangélicas; 3) una catequesis en el seno de la comunidad donde los catequizandos crecen y consolidan su fe; 4) una catequesis propuesta y realizada como proceso permanente, donde la catequesis de adultos tiene una prioridad respecto del resto de sectores de catequización; 5) intensificar la formación de las nuevas generaciones de catequistas, «que, con fe adulta, atienden este servicio en sus diversas funciones» (n. 74).

La Iglesia en España publicó en este período el documento La catequesis de la comunidad (1983) y los dos primeros Catecismos de la comunidad: Padre nuestro y Jesús es el Señor

c) Trienio 1984-1987. En continuidad con la renovación catequética iniciada en trienios anteriores, y teniendo en cuenta los cambios socio-políticos que durante el trienio se dan en España, los obispos se proponen para esta nueva etapa: 1) seguir impulsando una catequesis que ponga los fundamentos de la identidad cristiana; estos son los rasgos que configuran el tipo de catequesis deseado: apertura a la palabra de Dios y a los signos de los tiempos; una catequesis significativa para el hombre de hoy, y de talante misionero ante una nueva situación de cambio e increencia; 2) situar la catequesis en el ámbito eclesial, donde se van creando espacios comunitarios de talla humana que favorezcan el sentido eclesial de la fe; 3) se presenta la catequesis de adultos no sólo en su prioridad, sino como la forma principal de catequesis que inspira y orienta otras formas de catequesis correspondientes a los distintos niveles de la vida; 4) de nuevo se sigue promoviendo la atención a las nuevas generaciones de catequistas, cuya formación cuide su madurez humana y cristiana.

Entre las principales publicaciones de este trienio destacan: El catequista y su formación (1985); Actas del Congreso nacional de catequistas (1986) y el tercer catecismo de la comunidad, Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia (1986); El sacerdote y la educación (1987).

d) Trienio 1987-1990. Irrumpe en la catequesis una nueva y urgente preocupación que fue gestándose en trienios anteriores: promover una catequesis que prepare para anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras. Es la llamada catequesis misionera, a la que se dedicarán las Jornadas nacionales de catequesis durante los tres años del trienio. Los obispos, ante la situación en que se encuentra la Iglesia en España, se proponen: 1) tener en cuenta la realidad de increencia y de abandono de la fe en núcleos cristianos; como respuesta urge hacer un primer anuncio del evangelio y catequizar con talante misionero; 2) promover una catequesis que eduque adecuadamente el sentido personal y eclesial de la fe y oriente al catequizando para dar testimonio de ella en el mundo; 3) se continúa insistiendo en la catequesis de adultos, como forma principal de catequesis; en este contexto se abre una nueva propuesta referida a la catequesis familiar; 4) la formación de catequistas se articula en torno a tres grandes ejes: teológica, antropológica y pedagógica.

Como documentos de especial relevancia se publican las Actas de las Jornadas nacionales de delegados diocesanos de catequesis referidas a la catequesis misionera y Catequesis de adultos (1990).

e) Trienio 1990-1993. En sintonía con el plan pastoral elaborado por la Conferencia episcopal para este trienio, los obispos responsables de la catequesis desean que esta responda a los requerimientos de la nueva evangelización. En este plan se introduce como línea vertebradora «iniciar a toda la vida cristiana» (CT 33), educando con esmero las diferentes dimensiones de la fe. En concreto, se pretende que la catequesis esté impregnada de un decidido talante misionero y catecumenal, atendiendo con prioridad a los cristianos alejados de la fe, que solicitan los sacramentos para sí mismos o para sus hijos; que capacite a los catequizandos para la misión evangelizadora, y que prepare a los catequistas para iniciar a la fe y a la vida cristiana a quienes acceden a la catequesis.

Con estas premisas el plan trienal propone atender los siguientes aspectos: 1) Promover una pastoral de iniciación cristiana; 2) potenciar su carácter misionero y catecumenal, acogiendo con esmero a los cristianos alejados de la fe; 3) atender al fortalecimiento de la comunión eclesial, impulsando la coordinación y colaboración de la catequesis con otras acciones pastorales; 4) impulsar y potenciar la formación de los catequistas para que alcancen una adecuada preparación y una maduración en la fe y vida cristiana; 5) cuidar de modo especial la catequesis de los más pobres, los sencillos y los que sufren; 6) atender las necesidades peculiares que cada etapa vital presenta a la catequesis, así como sus caracteres propios (niños, jóvenes, adultos).

Durante este período tuvieron especial relevancia las XXV Jornadas nacionales de Delegados diocesanos de catequesis sobre el tema: El sacerdote y la catequesis. Las Actas fueron publicadas con el libro El sacerdote y la catequesis (1992), que complementa el editado en 1987 sobre El sacerdote y la educación. Sin embargo, el hecho más determinante para la catequesis en este trienio fue la publicación del Catecismo de la Iglesia católica.

f) Trienio 1993-1996. El 20 de noviembre de 1993 la Asamblea plenaria del episcopado español publica una nota en la que se dice: «Necesitamos promover una catequesis profundamente eclesial, que parte de la comunión y memoria de la Iglesia y tiende a ella; una catequesis que impulse una renovación profunda de la Iglesia. Tal renovación requiere, entre otras cosas, la fidelidad a la tradición viva (cf DV 10), custodiada por el magisterio del Papa y de los obispos en comunión con él, y la fidelidad de la Iglesia a su Señor, para que sigasiendo luz y esperanza para nuestro mundo. A este fin contamos con un precioso instrumento en el Catecismo de la Iglesia católica, tesoro inestimable para la fe y el servicio de la unidad».

Este deseo de los obispos españoles es determinante para dar un nuevo impulso y orientación a la catequesis en España. La nueva situación de la sociedad está demandando, dicen los obispos, un «discernimiento de la realidad catequética en nuestra Iglesia y reclama de nosotros una reflexión en profundidad sobre la catequesis para proseguir el camino de reflexión trazado por el Vaticano II y las orientaciones de la Iglesia en los últimos decenios» (p. 28). Este deseo se explicita en acciones concretas. Sin embargo, lo más novedoso es la argumentación que hacen los obispos en torno a los siguientes aspectos: la situación de la catequesis, hoy; los principios inspiradores que deben estar presentes en la llamada nueva etapa de la catequesis, y el objetivo general formulado en estos términos: «En la nueva situación de la sociedad y en fidelidad a la convocatoria eclesial de una nueva evangelización, promover una nueva etapa de la catequesis, más centrada en la verdad de la revelación y de la redención, en orden a revitalizar las comunidades eclesiales, teniendo como instrumento privilegiado el Catecismo de la Iglesia católica».

Con estos supuestos, se pueden observar, en la propuesta de objetivos específicos y de acciones concretas, la continuidad con el pensamiento y acción catequética precedentes y la incorporación de nuevos acentos. Así, se proponen para este trienio: acentuar la dimensión misionera de la catequesis en la nueva situación de la sociedad; atender la catequesis como proceso de iniciación cristiana; impulsar la catequesis de familia en cuanto ámbito y espacio donde se educa en la fe y también en cuanto destinataria de la acción catequética; fortalecer la formación de los catequistas y proseguir la obra de receptio del Catecismo de la Iglesia católica.

Los aspectos centrales sobre la catequesis, afirmados en trienios anteriores, son retomados y propuestos con renovado empeño. Son los referidos a la catequesis misionera, a la iniciación cristiana y a la formación de catequistas. La novedad estriba más bien en subrayar otros elementos significativos, como son las aportaciones del Catecismo de la Iglesia católica; la atención a nuevas modalidades de catequización, marcadas más por ámbitos de transmisión de la fe que por edades; la prioridad que se da a la iniciación cristiana, como período de maduración y de crecimiento, en el que los catequizandos se inician en todos los aspectos de la vida de la Iglesia, para integrarse en ella de una forma adulta, y la presencia de unos catequistas que, esencialmente, sean testigos de Jesucristo.

Es digna de mención la publicación por parte de los obispos de la obra Anunciar a los pobres la buena noticia. Magisterio de la Iglesia y minusvalía (1995), como expresión de su preocupación por estar cerca y atender a las personas discapacitadas y a quienes dedican su tiempo y energías a los más débiles.

g) Trienio 1997-2000. Los obispos presentan el nuevo Plan de catequesismuy vinculado al anterior y en sintonía con la preparación que inicia la Iglesia para la celebración del Jubileo del año 2000. La situación actual no ha cambiado sustancialmente respecto a la descrita en los Planes trienales anteriores. Por eso continúa vigente «la apremiante necesidad de seguir insistiendo en una catequesis fuertemente arraigada en la fe de la Iglesia, que proclame a Jesucristo como el único salvador del mundo ayer, hoy y siempre» (p. 28).

Así, los obispos se proponen, como objetivo general para el presente período prejubilar, «en la situación actual del mundo, en fidelidad a la convocatoria eclesial de una nueva evangelización, y en este momento de gracia de la conmemoración de los dos mil años de la primera venida de Nuestro Señor: 1) promover una nueva etapa de la catequesis que fortalezca la fe y el testimonio de los cristianos en favor del hombre contemporáneo, que necesita encontrar el sentido de su vida; y 2) ayudar, mediante la catequesis, para la plegaria de alabanza y de acción de gracias por el don de la encarnación del Hijo de Dios y de la redención» (p. 36).

La concreción de este propósito se articula en acciones concretas, referidas a tres aspectos que la renovación catequética demanda en la actualidad: 1) impulsar una catequesis al servicio de la iniciación cristiana; la Iglesia, a través de la catequesis, tiene necesidad de transmitir a los catequizandos y catecúmenos la experiencia viva que ella misma tiene del evangelio, su fe, para que la hagan suya al conocerla y vivirla; 2) elaborar unos nuevos catecismos locales, teniendo en cuenta el Catecismo de la Iglesia católica como texto de referencia seguro y auténtico. El empeño se pone en la elaboración de unos catecismos, que, en fidelidad a la íntegra doctrina del Catecismo de la Iglesia católica, tenga en cuenta las necesidades reales de sus destinatarios, para que se repita la estupenda experiencia de los tiempos apostólicos, cuando cada creyente oía en su propia lengua las maravillas de Dios (cf He 2,11); 3) intensificar la formación de catequistas; no son suficientes los instrumentos, por valiosos que sean; son necesarios los catequistas que, con una vivencia espiritual y testimonial juntas, anuncien el evangelio, sin dudas ni ambigüedades, con su acción catequética fuertemente animada por el espíritu de Dios en el seno de la Iglesia.

2. ORIENTACIONES PASTORALES. Después del Vaticano II, y en el contexto de los planes trienales de pastoral reseñados, los obispos encargados de la catequesis publican sucesivas Orientaciones pastorales sobre algunos temas centrales. El título de cada uno de estos documentos indica la especificidad del mismo. Señalamos los que parecen más relevantes:

a) La enseñanza religiosa escolar. Su legitimidad, carácter y contenido (1979). El argumento del documento se centra en la enseñanza religiosa escolar. Sin embargo, muchas de sus páginas proyectan una luz sobre la catequesis, que hasta entonces se estaba haciendo en la escuela, como lugar privilegiado de transmisión de la fe. Por primera vez en España se clarifica que el ámbito de la escuela es distinto al de la comunidad cristiana, aunque entre ellos haya una complementariedad. La catequesis, a partir de este momento, deja de plantearse en términos de escolarización, para iniciar una nueva singladura más acorde con su propia naturaleza. La distinción entre ambas acciones educativas viene marcada por la fuente de iniciativa en el origen de la institución educativa, por la intencionalidad de los destinatarios y por la diversidad de objetivos.

Sin embargo, esta distinción no anula la complementariedad. «Una catequesis viva en la comunidad es el terreno más apropiado para que fructifique la enseñanza de la religión. Y una buena enseñanza religiosa creará el deseo de una plena catequización en el seno de la comunidad» (n. 66). En el documento, la catequesis en sentido estricto se sitúa en el seno de la comunidad cristiana, donde los catequizandos acuden por propia iniciativa con el deseo de conocer el mensaje cristiano y de integrarse en la comunidad. Por eso se incorporan de manera natural a la acción catequética no sólo la dimensión cognoscitiva, sino también la celebrativa y el desarrollo de actitudes cristianas que se expresan en compromisos de fe. A partir de estas Orientaciones los llamados Catecismos escolares dejan de presentarse con este título ambiguo para dar paso a los propiamente Catecismos de la comunidad.

b) La catequesis de la comunidad (1983). La Comisión episcopal de enseñanza y catequesis publica el 22 de febrero de 1983 el documento La catequesis de la comunidad. Orientaciones pastorales. A su publicación ha precedido una amplia tarea de estudio, reflexión y consulta, por escrito y en encuentros, entre los que desempeñan responsabilidades catequéticas en niveles locales y diocesanos; así como las tres declaraciones de máxima autoridad para guiar la renovación de la catequesis en la Iglesia de hoy: Directorio general de pastoral catequética (1971), Evangelii nuntiandi (1975) y Catechesi tradendae (1979). Y en el horizonte de estas ricas aportaciones aparecen las enseñanzas del Vaticano II, que pone las bases de una más amplia renovación eclesial. Con estos antecedentes, Catequesis de la comunidad recoge los grandes avances que desde el Concilio se están haciendo realidad en la catequesis, sin olvidar las transformaciones sociales producidas en España en los últimos años.

Los obispos ofrecen criterios para potenciar, discernir y dar coherencia a la acción catequética que se está llevando a cabo en la Iglesia española. No es un directorio que trate de manera sistemática y operativa todos los aspectos de la acción catequética. Es más bien, una reflexión teológico-pastoral sobre opciones y líneas de acción que la Comisión episcopal ha tratado de poner en marcha en los últimos años, sobre todo a partir de 1966. El documento se articula en torno a siete grandes apartados: el anuncio del evangelio del Reino; la catequesis dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia; carácter propio de la catequesis; identidad cristiana e iniciación eclesial en la fe; el proceso catequético; catequesis de la comunidad cristiana; la acción catequética en la Iglesia particular.

Las principales aportaciones que estas Orientaciones ofrecen a la catequesis en España son las siguientes: 1) sitúan la catequesis en el procesototal de la evangelización; desde el punto de vista teológico-pastoral se desarrolla esta concepción en los primeros capítulos, pero tal vez donde se intuye con mayor precisión catequética es en el capítulo cuarto, al abordar la identidad cristiana teniendo en cuenta el mundo contemporáneo; los obispos dibujan el rostro del cristiano que está llamado a transformar el mundo según el espíritu del evangelio; la catequesis es la acción eclesial que prepara e inicia al catequizando a esta misión; 2) la concepción de revelación y de su transmisión de la Dei Verbum inspira y fundamenta el carácter propio de la catequesis propuesto en el documento; a partir de la constitución conciliar se exponen con claridad los criterios o leyes catequéticas más importantes para discernir la autenticidad de la acción catequizadora (cf CC 106ss.); 3) Catequesis de la comunidad retoma cuanto se dice en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos sobre las exigencias de la iniciación y maduración del creyente, para hacer ver que todo proceso catequético debe tener no sólo una gradualidad cualitativa, articulada en sucesivas etapas, sino fundamentalmente una inspiración catecumenal. Esta opción exige la acentuación del carácter misionero de la Iglesia, ya que «la catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe» (MPD 8); 4) en los últimos años la catequesis se ha enriquecido de las distintas aportaciones de las ciencias humanas, especialmente de las antropologías culturales; sin embargo, Catequesis de la comunidad recuerda con fuerza que es la pedagogía divina la que ha de inspirar tanto el proceso como el acto catequético; la intuición patrística de la condescendencia divina, recuperada por Dei Verbum (DV 13), alcanza en el documento episcopal una acertada sistematización; el desarrollo del capítulo quinto, con sus concreciones pedagógicas, es una de las novedades que orientan no sólo el quehacer mismo de la catequesis, sino los criterios para el discernimiento más genuino de los materiales al servicio de la catequesis; 5) finalmente, Catequesis de la comunidad recoge el largo camino recorrido hasta ahora en la Iglesia española sobre la responsabilidad de la comunidad cristiana como origen, lugar y meta de la catequesis, que garantiza la responsabilidad de la Iglesia particular en la catequesis: de ahí las novedades que aportan los dos últimos capítulos; tal vez la misión irrenunciable de la Iglesia particular en la acción catequética quede excesivamente velada por sus competencias organizativas o institucionales. Esta dificultad puede obviarse si se descubre que el documento reconoce a la comunidad cristiana como el ámbito próximo e inmediato donde se hace presente a la Iglesia de Jesucristo.

c) El catequista y su formación (1985). Como continuación de Catequesis de la comunidad, los obispos de la Comisión episcopal de enseñanza y catequesis publican el 8 de septiembre de 1985 unas nuevas orientaciones pastorales tituladas El catequista y su formación. Bien puede decirse que es como un nuevo capítulo de Catequesis de la comunidad. De todos los elementos que integran la acción evangelizadora de la Iglesia, el más importante es, sin duda, el agente de esa acción: el catequista. Eles el que hace presente el mensaje evangélico en el seno de la comunidad. El documento consta de tres apartados: análisis de la realidad de los catequistas en la Iglesia española; la identidad del catequista; su formación.

Los obispos intentan hacer ver a los catequistas las raíces teológicas y eclesiales de su misión, para ayudarles a la fidelidad; a la comunidad, el papel del catequista, para exhortar al legítimo reconocimiento; y a los pastores de la Iglesia, la insustituible labor de los catequistas, para atenderles y acompañarles en su vida de fe.

Principales aportaciones de este documento: 1) define con amplitud la identidad del catequista; esta viene configurada tanto por el quehacer catequético como por el ser o vocación del catequista; situado el ministerio catequético dentro del proceso de evangelización, se destacan los aspectos más específicos que afectan a quien ejerce esta misión en la Iglesia; independientemente de la condición eclesial del catequista, el servicio catequético que presta viene configurado como un servicio conjunto, público —oficial— y con carácter propio. Además, en el ser mismo del catequista convergen los elementos que ayudan a la configuración de su identidad: llamado por Dios, partícipe de la misión de Jesús, movido por el Espíritu Santo, dentro de la Iglesia, al servicio de los hombres; 2) las otras dos partes del documento aportan los suficientes elementos para seguir avanzando en la reflexión sobre la persona del catequista; sobre la situación del catequista se dan unas claves orientativas con las limitaciones propias de un documento de esta naturaleza, pero su contenido demanda un estudio de mayor profundidad que está por hacer. El último capítulo, referido a la formación, aporta las dimensiones que configuran una propuesta formativa para catequistas, así como el avance de algunas modalidades. Sin embargo, es preciso continuar en el esfuerzo de profundizar y fundamentar esta formación, y en la concreción articulada de los principales cauces de formación tanto a nivel básico como específico, según los destinatarios y los ámbitos de catequización.

d) Catequesis de adultos (1990). El 2 de diciembre de 1990 la Comisión episcopal de enseñanza y catequesis publica unas Orientaciones pastorales sobre catequesis de adultos. Para su comprensión hay que tener en cuenta dos aspectos significativos: 1) Este documento no puede entenderse sin antes penetrar en la entraña de Catequesis de la comunidad, que ofrece el entramado teológico-pastoral sobre el que se apoya este documento; 2) La prioridad que alcanza en la preocupación catequética de la Iglesia la catequesis de adultos «como la forma principal de catequesis a la que todas las demás, ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan» (DCG 19). El documento consta de tres partes, a su vez divididas en capítulos: la situación de la catequesis de adultos en la evangelización; la naturaleza interna de la catequesis de adultos, y los agentes y la pedagogía de la catequesis de adultos.

Las principales aportaciones de Catequesis de adultos. Orientaciones pastorales. 1) Al situar la catequesis en el proceso total de la evangelización, lo hace en el contexto de la nueva evangelización, teniendo en cuenta los elementos y rasgos específicos de la evangelización misionera; de ahí nace la urgencia del anuncio misionero del que se reconoce necesitada la catequesis; Catequesis de adultos avanza sobre Catequesis de la comunidad con un proyecto catequético misionero mucho más definido y articulado; 2) Catequesis de la comunidad y otros documentos eclesiales hablan de la catequesis de adultos como forma principal de catequesis y de su carácter paradigmático para otras formas de catequesis; ahora se afirma su centralidad (cf CAd 63) y es considerada como principio organizador de una oferta coherente de catequesis (CAd 62); 3) aporta una inestimable clarificación sobre el papel de la catequesis, y de la catequesis de adultos en particular, en la tarea pastoral de la Iglesia, como transmisora de la fe y de la vida cristiana; en la pastoral diocesana, donde se hace urgente su implantación como acción privilegiada de la Iglesia particular, y en la parroquia, donde su buen funcionamiento es uno de los principales indicadores de la vitalidad pastoral parroquial; 4) la finalidad y las tareas de la catequesis, en los capítulos sexto y séptimo, son expuestas con amplitud, desarrollando cuanto se dice sobre ellas en Catequesis de la comunidad. La nueva aportación se refiere a la justificación y a las orientaciones prácticas que ,de ellas se derivan; 5) la gradualidad que ha de estar presente en todo proceso catequético es deudora de las etapas cualitativamente distintas que integran el proceso catequético de adultos; se habla de un tiempo de precatequesis (distinto del primer anuncio), que propicia la opción por el evangelio, de un tiempo propiamente catequético para la formación básica e integral, y de un tiempo sacramental donde se clarifica la conexión intrínseca entre los sacramentos de la iniciación y la catequesis; 6) finalmente las aportaciones sobre el catequista de adultos y la pedagogía propia evidencian el reconocimiento del ministerio catequético en la Iglesia particular; es en el ministerio catequético donde se clarifica la identidad del catequista y la conveniencia de descubrir en la pedagogía divina los aspectos específicos de la catequesis de adultos, como son la integración, la diferenciación y la gradualidad.

e) La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (1999). Finalmente, el 27 de noviembre de 1998, la LXX Asamblea plenaria de la Conferencia episcopal española aprobaba el documento La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones —un esfuerzo por aplicar a la realidad española el contenido del RICA—, en el que destaca una tarea esencial de la Iglesia de engendrar nuevos hijos en la fe, teniendo en cuenta la situación de nuestras comunidades eclesiales, en concreto, el servicio pastoral a niños, jóvenes y adultos, que está pidiendo hoy una atención especial a la pastoral de la iniciación cristiana.

El documento se propone: 1) ofrecer una clarificación sobre la naturaleza de la iniciación cristiana (obra divina y humana a la vez), directamente relacionada con la misión de la Iglesia; 2) indicar la forma y los lugares en los que se lleva a cabo la iniciación de niños, adolescentes, jóvenes y adultos; 3) ofrecer orientaciones y sugerencias de renovación de la pastoral para impulsar la acción catequética y litúrgica de la iniciación cristiana.

El documento consta de tres partes. La primera presenta los fundamentos teológicos de la iniciación, analizando la naturaleza de la misma en cuanto obra de Dios realizada por mediación de la Iglesia, a través de un itinerario que ayuda a crecer y madurar la vida de fe. «La iniciación cristiana es la inserción de un candidato en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia por medio de la fe y de los sacramentos» (IC 19). La segunda parte reflexiona sobre los lugares eclesiales de la iniciación y sobre las dos funciones pastorales, íntimamente relacionadas entre sí: la catequesis y la liturgia. La tercera parte propone caminos para una renovación y revitalización de la pastoral de la iniciación cristiana en la Iglesia española (iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes; iniciación cristiana de adultos y de no bautizados —niños, adolescentes o adultos—).

El documento aborda con realismo y profundidad un tema fundamental de la pastoral; por eso está llamado a jugar un papel importante en la Iglesia española del siglo XXI: orientar la acción catequizadora, la formación cristiana de nuestros niños y jóvenes y la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana. Todo ello aportará un gran servicio a la acción evangelizadora de la Iglesia.

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Anastasio Gil García