CRISTOCENTRISMO Y TEOCENTRISMO TRINITARIO
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SUMARIO: I. Significado y campo de investigación. II. Los términos del debate: 1. El acento sobre el cristocentrismo; 2. El método adecuado; 3. Las nuevas instancias religiosas. III. Indicaciones del magisterio: 1. El Vaticano II; 2. Documentos catequéticos; 3. Líneas de tendencia; 4. El Catecismo de la Iglesia católica. IV. Consecuencias operativas: 1. En los contenidos; 2. En el método; 3. En los agentes de pastoral.


I. Significado y campo de investigación

Cristocentrismo y teocentrismo trinitario son dos términos teológicos distintos, pero intrínsecamente correlativos entre sí, usados explícitamente en este siglo para expresar un dato antiguo, originario de la religión cristiana: la centralización y la fuerza unificadora del misterio de Cristo y de la Trinidad, tanto en la reflexión sobre la fe (teología) como en la experiencia de la misma (espiritualidad), e incluso en su comunicación (catequesis y toda forma de anuncio).

Interesarse por estas categorías desde el punto de vista catequético significa ponerse ante un estimulante debate sobre las ideas, cotejar importantes orientaciones del magisterio, comprometerse no tanto por un contenido de la catequesis, cuanto por el eje que porta.


II. Los términos del debate

Podemos fijar a partir de 1930, en la obra de J. A. Jungmann, la aparición del cristocentrismo (y a la vez del teocentrismo trinitario) en el discurso catequético.

En sus obras, Jungmann reivindica fuertemente la centralización de Jesucristo para toda forma de comunicación de la fe, reaccionando de esta manera ante una esclerosis del anuncio, oculta bajo fórmulas doctrinales abstractas, ajenas a la corriente bíblica, incapaces de suscitar la experiencia viva de la escucha, de la celebración y de la vida.

Haciendo esto, Jungmann ponía sobre la mesa una cuestión teológica de gran resonancia catequética, que se ha ido manifestando compleja por los factores en juego, necesitada de un equilibrio siempre nuevo y, por tanto, nunca definitivamente resuelta. Manifestamos aquí los elementos principales en una rápida lectura histórica desde 1930 hasta hoy.

1. EL ACENTO SOBRE EL CRISTOCENTRISMO. Jungmann fundamenta su cristocentrismo en la tradición bíblica (Nuevo Testamento) y patrística, considerándolo mediación necesaria para el anuncio de Dios y de todas las verdades cristianas.

Lo hace como reacción vivaz a un arduo trabajo del pensamiento teológico y filosófico de finales del siglo XIX, que proviene de un desleído liberalismo teológico entre protestantes y un árido escolasticismo entre católicos, capaces de vaciar a Cristo de su misterio y deformar irreparablemente el verdadero sentido del Dios de la revelación. Esta voluntad suya de reafirmar el kerigma, propugnada ya intensamente por la teología dialéctica de K. Barth y la kerigmática de los católicos, giraba inevitablemente el acento más sobre el cristocentrismo que sobre el teocentrismo trinitario, que, de hecho, como fórmula, ha sido muy poco utilizada en la historia de la catequesis. Pero no sin consecuencias y, sobre todo, no en términos definitivos.

2. EL MÉTODO ADECUADO. Conviene recordar que si el cristocentrismo fue reafirmado por Jungmann como contenido, no podía dejar de sentirse también su efecto sobre el método, dada la interdependencia que existe entre ambos.

De hecho, entre los años 1950 y 1960, el cristocentrismo es aplicado por sus partidarios al llamado método kerigmático (catequesis kerigmática), quedando así expuesto al contrapeso de los contenidos y de los lenguajes bíblicos y de la tradición, según los procedimientos deductivos. En efecto, la vuelta antropológica o hermenéutica de los años 70, si no podía marginar el cristocentrismo, estaba obligada a repensarlo y a ponerlo más a la medida del hombre, de sus condicionamientos humanos, espirituales, sociales... De ahí el reto: ¿cómo mantener el cristocentrismo, como eje portador del anuncio, superando, por una parte, el peso insoportable del exegetismo y de la extrañeza vital, y realizando, por otra parte, una real y eficaz correlación entre el dato de fe y la condición de los sujetos?

No se puede decir que las producciones catequéticas hayan permanecido en un justo equilibrio. Antropologismo, lectura ideológica y otras reducciones han caído y caen en la trampa. Tener en cuenta este cuidado antropológico, atento a la vitalidad de la fe, está más en consonancia con el cristocentrismo de cuanto se pueda pensar. Porque, ¿qué es Jesucristo, sino el encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios?

3. LAS NUEVAS INSTANCIAS RELIGIOSAS. De hecho, hoy, la cuestión del cristocentrismo y del teocentrismo trinitario está adquiriendo un perfil nuevo acompañado de diversos factores que resumimos, apenas señalándolos, en tres tipos: 1) La presentación de las grandes religiones y, a la vez, la consistencia relevante de la pregunta religiosa (aún no de fe) de muchos, pone en debate la misma relación entre Cristo y Dios, y, por tanto, pide que se repiense de manera adecuada la relación entre el cristocentrismo y el teocentrismo trinitario, sobre todo a nivel teológico y, en conexión con él, dentro de los procesos de comunicación de la fe. 2) La fragilidad de las formas tradicionales del anuncio y de la catequesis exige una contextualidad catecumenal, dentro de la misma comunidad creyente, para quien el discurso sobre Cristo y sobre Dios no puede llevarse a cabo convenientemente si no es en un contexto de iniciación. 3) En cuanto al ámbito estrictamente catequético, la renovación cristocéntrica ha podido degenerar en formas de cristomonismo, olvidando la globalidad de la revelación, en especial el papel del Espíritu Santo; otras veces, por reacción, en círculos integristas existe una serie de rechazos a la renovación conciliar, desconociendo el valor del cristocentrismo y del mismo teocentrismo trinitario, refugiándose en las fórmulas doctrinales de un pasado preconciliar, poco inspiradas en la fuente de la Escritura y de la gran tradición de los Padres; sin hablar de un cierto vaciamiento del mismo componente teológico y cristológico, cuando se concibe la catequesis y la enseñanza religiosa escolar como formación principalmente ética o de sensibilización religiosa de la experiencia.

A estos excesos y, más ampliamente, al resurgir de las nuevas instancias religiosas ha tratado de hacer frente con autoridad el magisterio de la Iglesia católica.


III. Indicaciones del magisterio

1. EL VATICANO II. Jungmann no podía conocer el Vaticano II, pero este recoge ciertamente los efectos de la renovación cristocéntrica y trinitaria, madurada durante los primeros 50 años del siglo XX. Sin ser catequético y no usando jamás las categorías de cristocentrismo y teocentrismo trinitario, el Concilio afirma su legitimidad plena, dando al misterio de Cristo, sobre todo por la insistencia ardiente de Pablo VI, la absoluta centralidad en la revelación y, por tanto, en el servicio de la Iglesia (cf LG 1; SC 7; DV 2; GS 10 y, especialmente, 22). La aportación del Concilio es de fundamental importancia para el anuncio de la fe, sobre todo como principio general. En realidad, apenas se indica el gran problema de la relación del cristocentrismo con el misterio de la Creación (LG 48; GS 38-39) y con las grandes religiones.

2. DOCUMENTOS CATEQUÉTICOS. Abre camino el Directorio general de pastoral catequética de 1971 (DCG) que en los números 40 y 41 usa respectivamente los títulos «Cristocentrismo de la catequesis» y «Teocentrismo de la catequesis». El tema del cristocentrismo está presente en EN 6-7 (1975), en el sínodo de obispos de 1977 y, especialmente, en CT 5-9 (1979); a CT alude explícitamente el CCE 426-427 (1992). Dentro de un horizonte más amplio, el cristocentrismo está en el corazón del pensamiento de Juan Pablo II, especialmente en las grandes encíclicas trinitarias (RH, DM, DeV).

El Directorio general para la catequesis (1997) propone una actualizada síntesis del significado que debe darse al cristocentrismo, bien integrado con el teocentrismo trinitario, inventando la fórmula cristocentrismo trinitario (DGC 41, 80, 97-100, 123, 135). «El hecho de que Jesucristo sea la plenitud de la revelación es el fundamento del cristocentrismo de la catequesis» (DGC 41). Aparecen diversas acepciones de cristocentrismo: 1) Cristocentrismo objetivo. «En el centro de la catequesis nos encontramos esencialmente una persona, la de Jesús de Nazaret... En realidad, la tarea fundamental de la catequesis es mostrar a Cristo: todo lo demás, en referencia a él» (DGC 98; cf 80; CT 5; CCE 426). 2) Cristocentrismo hermenéutico o interpretativo. «El misterio de Cristo, en el mensaje revelado, no es un elemento más junto a otros, sino el centro a partir del cual los restantes elementos se jerarquizan y se iluminan» (DGC 41). «El cristocentrismo obliga a la catequesis a transmitir lo que Jesús enseña acerca de Dios, del hombre, de la felicidad, de la vida moral, de la muerte... sin permitirse cambiar en nada su pensamiento» (DGC 98). Todavía más ampliamente, Cristo «venido en la plenitud de los tiempos, es la clave, el centro y el fin de toda la historia humana..., el sentido último de esta historia» (DGC 98). 3) Cristocentrismo total. «El cristocentrismo de la catequesis, en virtud de su propia dinámica interna, conduce a la confesión de fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un cristocentrismo esencialmente trinitario» (DGC 99). Se afirma que la estructura interna de la catequesis, toda modalidad de presentación será siempre cristocéntricotrinitaria: «por Cristo al Padre en el Espíritu». Y también: «Siguiendo la misma pedagogía de Jesús, en su revelación del Padre, de sí mismo como Hijo y del Espíritu Santo, la catequesis mostrará la vida íntima de Dios, a partir de sus obras salvíficas en favor de la humanidad»; como también, «mostrará las implicaciones vitales para la vida de los seres humanos» (DGC 100). 4) Cristocentrismo espiritual y formativo. «La finalidad cristocéntrica de la catequesis, que trata de favorecer la comunión del convertido con Jesucristo, impregna toda la formación de los catequistas» (DGC 235). Y en la nota 6 del mismo n. 2355, el DGC evidencia a este propósito la unidad que existe entre «el cristocentrismo de la respuesta del destinatario, el "sí" a Jesucristo, y el cristocentrismo de la espiritualidad del catequista y de su formación». Los inolvidables pasajes de CT 5-9, llevan al DGC a sintetizar eficazmente (con una cita tomada de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos): «La unidad y armonía del catequista se deben leer desde esta perspectiva cristocéntrica y han de construirse en base a una familiaridad profunda con Cristo y con el Padre en el Espíritu» (DGC 235).

Es obligatorio recordar que la catequesis de la Iglesia en España asume un carácter eminentemente cristocéntrico. Reclamando y explicitando CT 5-6, se afirma que «la catequesis se entiende bien como iniciación en el seguimiento de Jesús o bien como transmisión auténtica del evangelio, englobando en tal horizonte las ciencias humanas, y sin olvidar nunca lo que es específicamente cristiano en el anuncio de Dios, de la salvación, de la moral evangélica, de la opción por los pobres, de la esperanza...» (CC 123-127; cf CAd 140-145). En esta línea se mueve el documento de la Conferencia episcopal española La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (27 de noviembre de 1998), que habla expresamente de dinamismo trinitario de la iniciación cristiana (IC 11-12).

3. LÍNEAS DE TENDENCIA. Indudablemente el reciente magisterio nos ofrece una tipología rica y articulada de lo que se entiende por cristocentrismo (y teocentrismo trinitario). Observamos que hace de criterio decisivo la revelación, a la escucha de la palabra de Dios; más que en el pasado se afirma el necesario destino trinitario del cristocentrismo, pero sin que en ningún modo se pierda la concentración cristológica como medida del contenido; emerge con especial relieve la cualidad inspirativa del cristocentrismo, por lo cual lo que cuenta no es tanto la acumulación material de contenidos cristológicos, cuanto el efectivo relieve del hecho del centralismo de Cristo conseguido en la vida, en la reflexión y comunicación de la fe y en la formación de los catequistas. Tal vez nos lanza una queja: ¿No aparece muy en la sombra la acción del Espíritu Santo para comprender el mismo centralismo de Cristo y participar en la divina economía trinitaria?

4. EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. La traducción catequética de las indicaciones más importantes atañe especialmente a los responsables de la catequesis. Bajo esta luz, no podemos olvidar lo que ha logrado el Catecismo de la Iglesia católica (1992), «punto de referencia para los catecismos» (CCE 11). Allí se propone claramente el objetivo que luego despliega ampliamente: «En el centro de la catequesis: Cristo» (CCE 426-429). Siguiendo la estructura del Símbolo romano, pone en primer lugar el misterio trinitario, por lo que se habla de Dios, de la misma persona del Hijo; después el tratado de Cristo, y la referencia a la revelación manifestada por Jesús es frecuente y sólida; y la misma figura de Jesucristo viene dada mediante una síntesis de datos exegéticos sobre varios textos bíblicos, de manera estrictamente relacionada con la tradición.


IV. Consecuencias operativas

No conviene ilusionarse con la facilidad del cómputo. La catequesis no es teología divulgativa, sino una verdadera y propia comunicación educativa de la fe, donde se encuentran exigencias teológicas, pero también antropológicas, pedagógicas y didácticas. El cristocentrismo y el teocentrismo trinitario, que de ahora en adelante conviene llamar cristocentrismo trinitario, se sitúan, pues, en un cruce complejo donde confluyen a la vez contenido, método y agente. Debemos admitir que respecto a Jungmann, el cristocentrismo y el teocentrismo han adquirido significado y relevancia mucho más amplios e inéditos. Diremos que algunos aspectos han sido muy mejorados.

1. EN LOS CONTENIDOS. a) El cristocentrismo, al afirmar el centralismo del misterio de Cristo, requiere ciertamente un conocimiento actualizado, armónico, bíblicamente radicado en Jesucristo, ya en su figura histórica, ya en su identidad mistérica de Verbo de Dios hecho hombre, ya en su calidad mesiánica (Cristo) como cumplimiento de la historia del pueblo de Dios, Israel, ya en su destino como Señor y juez escatológico de los pueblos y de la historia.

Desde la estructura de la personalidad de Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, el cristocentrismo mantiene abierto el acceso al misterio de Dios y al misterio del hombre. Esto quiere decir dos cosas: el cristo-centrismo es válido y auténtico cuando se hace teocentrismo trinitario, habla de la familia trinitaria como de la patria vital de Jesús y, por tanto, según su verdad e intensidad, tal como aparece en los evangelios, el cuarto en particular. Viceversa, el único teocentrismo trinitario correcto, o sea, la revelación de Dios y el hablar de él, es sólo posible a través de Jesucristo. En esta vital relación se tendrá presente el papel del Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que conduce a la verdad plena (cf Jn 16,13).

b) En segundo lugar, debemos aceptar el cariz antropocéntrico del cristocentrismo, adoptado por Juan Pablo II, que tiene su origen en el Concilio: «Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (GS 22; cf RH 10; DGC 116). Lo que suponga decir Dios, según Jesús, y decir hombre, según Jesús, es cruz y gloria de toda catequesis y catecismo renovado. Esto constituye un campo de formidable amplitud, inexploradas riquezas e infinitos caminos.

c) El cristocentrismo entendido como hermenéutica de Jesús sobre la realidad (cf Mc 4,34), hoy base común de toda catequesis, se considera cada vez más necesario para ciertos puntos neurálgicos. Recordamos dos tipos: 1) Para aquellos temas cristianos que más contrastan con las concepciones modernas y, por tanto, más expuestas a deformaciones y adaptaciones (pérdida de lo específico cristiano): piénsese en la manera de concebir la escatología y los novísimos; en el concepto de moral, autónomamente elaborado; en los campos de la bioética...; 2) Para temas prácticamente ignorados en la catequesis tradicional y, sin embargo, afirmados en el Nuevo Testamento y nunca más actuales que ahora. Destacamos tres, entre otros: Cristo y el destino del universo (cf Col 1,15; Rom 8,19-25), a lo que se une la creciente capacidad del hombre para explorar el cosmos; el misterio de Cristo en la comprensión de las grandes religiones, por lo que se obtiene una delicada, apasionada e inédita relación entre el cristo-centrismo y el misterio de Dios, a fin de hacer frente al hecho del pluralismo cultural y religioso; el cristocentrismo (y el teocentrismo trinitario) en relación a la pregunta sobre el sentido y la religiosidad en general, para lo que el cristocentrismo y el teocentrismo trinitario se enlazan necesariamente con los sistemas de pensamiento (filosofía) y las propuestas esotéricas.

2. EN EL MÉTODO. La fidelidad al cristocentrismo introduce una cuestión típicamente catequética: ¿cómo realizarlo en el proceso concreto de exposición? Aparecen inmediatamente dos líneas no exactamente iguales. El Catecismo de la Iglesia católica y cuantos siguen su planteamiento (por ejemplo el catecismo alemán para adultos) practican un cristocentrismo que podríamos llamar ontológico, es decir, esencial, en cuanto que los contenidos de la fe son propuestos a la luz de la revelación de Cristo. Otro camino, como el que sigue el catecismo italiano pára adultos La verdad os hará libres (1995), practica un cristo-centrismo que se puede llamar fenoménico, porque sigue el mismo hilo de las fuentes bíblicas (evangelios) para hablar, en cambio, de la experiencia de Jesús, de la que deduce tanto el misterio de Dios como el misterio del hombre. Ambos recorridos son legítimos. Pero no podemos olvidar que el contacto continuo con la Escritura es el que ofrece el verdadero sentido de Cristo (cf DV 25), que da savia al cristocentrismo.

Sabemos que uno de los límites del cristocentrismo practicado por la catequesis kerigmática ha sido su estancamiento en las fórmulas bíblicas y en un esquema muy rígido de la historia de la salvación. Hoy el cristo-centrismo (y el teocentrismo trinitario) debe afrontar los interrogantes del hombre, ponerse en relación teológica y didáctica con las grandes experiencias de la vida. No tiene eficacia aquella catequesis que no consigue expresar el sentido existencial de la verdad cristiana que anuncia. Por lo cual, no se trata sólo de averiguar quién es Cristo (Dios) y el hombre con respecto a él, sino qué puede hacer Cristo (Dios) por el hombre y viceversa.

Sería un error entender la centralidad de Cristo como inmediato anuncio del evangelio, sin una adecuada preparación e inteligente proceso de formación. Cristocentrismo no equivale a consumo de Jesucristo (cristo-monismo), como podría aparecer en ciertas formas entusiásticas y carismáticas. Ante todo, un cristocentrismo bien regulado, exige hoy una catequesis de inspiración catecumenal, un camino de iniciación. Es, en el fondo, la mejor fidelidad a los orígenes, a aquellos encuentros con Jesús de que hablan los evangelios (especialmente el cuarto), que encierran en sí toda la fuerza de un camino de madurez de la fe en Jesús y, a través de él, en el Padre.

3. EN LOS AGENTES DE PASTORAL. Aquí vale sobre todo la insistencia de la Catechesi tradendae que, del clásico sentido del cristocentrismo, entresaca la incidencia subjetiva para quienes se hacen ministros del anuncio. Lo afirma con vigor tanto el magisterio de la Iglesia universal (cf CT 6-9) como el de la española (CF 63-64). Concretamente, se pide al catequista una espiritualidad cristocéntrica plena, de manera que los catequistas sean testigos en primera persona de Aquel a quien han «oído, visto, contemplado y tocado» (cf 1Jn 1,1) y, a la vez, sean capaces de «dar razón de la esperanza», que es «Cristo en vuestros corazones» (cf 1Pe 3,15). Por eso, los catequistas están llamados a recorrer los caminos de la espiritualidad bíblica y la de las grandes figuras de ayer y de hoy, que han hecho de la experiencia de Jesucristo el centro de su vida y misión (cf IC 44).

BIBL.: BIssoLI C., Cristocentrismo, en Dizionario di catechetica, Ldc, Leumann-Turín 1987; DUPUIS J., Gesú Cristo incontro alle religioni, Cittadella, Asís 1989; JUNGMANN A. J., Catechetica, Paoline, Alba 1955; La predicazione olla luce del Vangelo, Paoline, Roma 1965; MOIOLI G., Cristocentrismo, en BARBAGLIO G.-DIENICH S. (dirs.), Nuevo diccionario de teología I, Cristiandad, Madrid 1982, 213-224; Cristocentrismo, en DE FLORES S.-GOFFI T. (dirs.), Nuevo diccionario de espiritualidad, San Pablo, Madrid 19914, 398-409; PEDROSA V. M., Catequesis trinitaria, en PIKAZA X.-SILANES N. (dirs.), Diccionario teológico. El Dios cristiano, Secretariado Trinitario, Salamanca 1992, 222-244; El cristocentrismo escatológico, clave de una catequesis para nuestro tiempo, Teología y catequesis 13 (1994) 49, 83-110; SASTRE J., El cristocentrismo en el magisterio catequético de Juan Pablo 11, Sinite 30 (1989) 29, 81-89.

Cesare Bissoli