COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE
NDC
 

SUMARIO: I. Rasgos de identificación: 1. Dimensión comunitaria; 2. Estructuras de coordinación, animación y asesoramiento; 3. Compromiso liberador; 4. La palabra de Dios: al descubrimiento de la Biblia; 5. Los sacramentos y la comunidad sacramental; 6. Ministerios; 7. Comunidad misionera; 8. Ecumenismo; 9. Espiritualidad; 10. El método; 11. Orientación fundamental de la eclesialidad. II. Tensiones y retos. Conclusión.


Para una aproximación a la realidad de las Comunidades eclesiales de base, tal vez conviene, ante todo, tomar nota de lo que en ellas se hace. En las comunidades eclesiales de base: 1) El pueblo se reúne para hacer posible el reino que Jesús inauguró (Lc 4,16-22; Mt 11,1-6; 25-26); son experiencia del Reino. 2) Los miembros se organizan para vivir relaciones de hermanos y hermanas como anuncia Jesús (Gén 3,1-7; 11,1-9. Mt 22,15-16; 10,15-16; 26,3-5; ICor 11,17-34; 12,12-31; Sant 1,2-10. Mt 5,23-24). 3) Se pretende vivir la dignidad de hijos e hijas de Dios que rechazan toda dependencia injusta (Gén 9,5-6; Col 3,9-17; Ef 4,20; Gál 5,1-2). Se quiere tener identidad como persona, como pueblo y como Iglesia. 4) Se escucha y comparte la palabra de Dios (Mt 5,12-17; 22,23; Lc 11,27-28; Sant 2,12). 5) Se discierne la realidad en que se está a la luz de la palabra de Dios y de los documentos de la Iglesia, con la ayuda de las ciencias humanas; se motiva, a partir de la fe cristiana, la participación en las luchas liberadoras del pueblo (Mt 7,15-23; 16,1-6; 23,2-13; 24,32; Lc 7,22; Jue 6,11-40; 7,1-22; Sant 2,14-26). 6) Se ora con el pueblo, se celebran los sacramentos del Señor y también se celebra la vida (Mt 7,12; He 2,42-47; 4,24-31) y lo que se va realizando como comunidad. 7) Se descubre que todos podemos y debemos servir y así se van creando los servicios que el pueblo necesita. La comunidad propone ministerios de acuerdo a las necesidades de ese pueblo y los pastores los aprueban oficialmente (He 6,1-7; lCor 12,4-11). Se crean estructuras y equipos donde se vive la experiencia de corresponsabilidad. 8) Se aprende a practicar el amor solidario con las personas, pueblos, culturas y realidades que sufren (Lc 10,29-37; Mt 25,31-46; Rom 9,6-16; 12,15-16); abren el corazón para valorar la diversidad de culturas. 9) Se mantiene la comunión de fe con los pastores —obispos, sacerdotes y otros ministros— (Flp 2,5-11; Lc 1,46-55). 10) Se procura construir una sociedad más justa como anuncio del Reino que ya comienza (Lc 7; 18,8-23; 11,20; He 4,32-35); se apoyan estructuras que defienden las causas justas del pueblo.


I. Rasgos de identificación

Existen unos rasgos que han ido identificando la eclesialidad de las pequeñas comunidades. Hay que tener en cuenta que las comunidades eclesiales de base son, a la vez, un termómetro y un fermento eclesial. Revelan la situación concreta de la Iglesia. Son principio de transformación del conjunto, una vez que no se desligan de la comunidad eclesial más grande, parroquia y diócesis. El proceso de las comunidades de base no puede ser tomado aisladamente.

Para Medellín, la comunidad eclesial de base es el «primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto, que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructura eclesial y foco de evangelización y, actualmente, factor primordial de promoción humana y desarrollo» (Medellín 15,10).

Según Puebla, las comunidades eclesiales de base constituyen «un motivo de alegría y de esperanza para la Iglesia» (Puebla 96); están dando frutos (Puebla 97, 629, 641-642). «Son expresión del amor preferente de la Iglesia por el pueblo sencillo» y le da posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el mundo (Puebla 643).

Las comunidades de base, en el corazón de la historia actual, viven como células de la Iglesia de Medellín, de Puebla, de Santo Domingo. Son una esperanza y una responsabilidad de la Iglesia. Como se dijo, no son un fenómeno uniforme1. Algunas están en una fase embrionaria, otras todavía no alcanzan a expresar claramente toda su eclesialidad. Otras desaparecieron. Muchas otras han perseverado y reflejan una consistencia pastoral de un nuevo modelo de Iglesia.

Entre los rasgos que identifican actualmente la eclesialidad de las comunidades eclesiales de base, anotamos: 1) la dimensión comunitaria; 2) las estructuras de coordinación, animación y asesoramiento; 3) el compromiso liberador; 4) el descubrimiento vital de la palabra de Dios: la Biblia; 5) una nueva vivencia de los sacramentos en la perspectiva central de la Iglesia como sacramento; 6) los ministerios; 7) la comunidad misionera; 8) el ecumenismo; 9) la espiritualidad; 10) el método; 11) La orientación fundamental de la eclesialidad.

Las comunidades de base, por razones de urgencia y de exigencias históricas, acentúan ciertos aspectos de su dimensión eclesial y otros no tanto.

Esos aspectos se estructuran de tal forma que originan un nuevo modelo eclesial. Por eso se afirma que las comunidades de base son un acontecimiento cualitativo: «Las comunidades eclesiales de base son una nueva estructura eclesial y no una subdivisión de la parroquia. Ellas son un nivel fundamental de la Iglesia, en el cual los bautizados viven su fe de modo comunitario, profético, solidario y misionero, optando prioritariamente por los pobres, denunciando el proyecto social existente y animando a la construcción de una sociedad nueva, orientándose a la utopía del Reino».

Las personas, motivadas principal y primariamente por su fe, se reúnen en las comunidades de base, donde asumen la radicalidad del evangelio como referencia insustituible para la vida y la acción comunitarias.

Destacaremos a continuación algunos rasgos característicos de las comunidades eclesiales de base.

1. DIMENSIÓN COMUNITARIA. En las comunidades eclesiales de base se recupera la dimensión comunitaria de la Iglesia, entendiéndola como fermento social y como espacio de misericordia y de consuelo para el pueblo, particularmente para los olvidados, marginados y alejados.

2. ESTRUCTURAS DE COORDINACIÓN, ANIMACIÓN Y ASESORAMIENTO. La comunidad eclesial de base pone una estructura mínima de coordinación: Nacen, casi siempre, de un grupo espontáneo de gente que se reúne por motivos religiosos o para encontrar una respuesta a sus necesidades y problemas. Son grupos: de oración; de lectura de la Biblia; de participación y de diálogo, en especial, sobre todo lo relativo a la vida: inseguridad, desempleo, educación de los hijos, drogas, violencia, corrupción, novelas y películas de la actualidad, enfermedades, proyectos, accidentes, elecciones, etc. Poco a poco sienten la necesidad de una acción como grupo y de tener un mínimo de organización o coordinación interna colegiada, que mantiene contacto vital con los ministros de la Iglesia. La mayoría de las comunidades de base nacieron unidas a un sacerdote, a una religiosa o a algún grupo pastoral. El sacerdote no es simplemente un amigo o más de las comunidades eclesiales de base, porque son comunidades eucarísticas; ni de ellas participa simplemente como un miembro entre otros. Por razón del ministerio que la Iglesia le ha confiado, deberá presidirlas en la caridad, con un estilo de coparticipación, de búsqueda del consenso, de discernimiento comunitario, antes de tomar decisiones. En lo que se refiere a otros servicios comunitarios de las comunidades de base, la experiencia ha enseñado que lo importante no es tener líderes, sino equipos ministeriales, sin monopolios o permanencia indefinida en los cargos. Las comunidades de base se visitan recíprocamente y descubren que es muy importante reunirse de vez en cuando. Por eso aparecen las asambleas parroquiales y diocesanas de comunidades de base. En algunos países, este encuentro se realiza también a nivel regional y nacional. Fue así como nacieron los equipos de asesoramiento y apoyo nacional, como un servicio de comunión (hacia dentro y hacia fuera) de la comunidad eclesial de base, como ayuda para la formación permanente, ofreciendo subsidios teológicos, pastorales y de espiritualidad. No se trata de una coordinación en sentido teológico riguroso, pues esa es tarea de los obispos y párrocos. Tampoco es una organización burocrática, como los secretariados de movimientos, organizaciones apostólicas, culturales, económicas o políticas. Se trata de un servicio espontáneo para facilitar la articulación y la comunión de todos. La vida de la comunidad eclesial de base exige una nueva visión de parroquia, como comunidad de comunidades de base, confluyendo, lógicamente, en una pastoral diocesana de conjunto.

Esto permite que las comunidades eclesiales de base y los distintos movimientos, asociaciones religiosas y comisiones pastorales no se desconozcan, ni se enfrenten, sino que se complementen como organismos de naturaleza distinta, pero que están integrados todos en el mismo cuerpo eclesial, cuyas células básicas son las comunidades de base.

Así pues, queda claro que el elemento clave para esta integración —actualmente un deseo, más que una realidad— es el marco teológico-pastoral y el método desarrollado por los equipos, arriba citados, de asesoramiento y apoyo a la comunión y a la formación permanente. Es de justicia reconocer, en esta perspectiva de comunión y coordinación, el esfuerzo de las comunidades de base en buscar insistentemente la comunión con los pastores, invitándolos continuamente (independientemente de los resultados) a que se acerquen a las comunidades de base para escuchar, valorar y entender y, sólo después, si es necesario, orientar, complementar y enseñar o corregir.

La articulación de las comunidades eclesiales de base con el conjunto eclesial no es efectiva cuando se hace por yuxtaposición o por simple integración de las mismas en las estructuras existentes. Lo que se cuestiona es el modelo eclesial que subyace a los distintos estamentos eclesiales y que, a la vez, lo proyectan al exterior.

3. COMPROMISO LIBERADOR. La fe incluye la dimensión sociopolítica y económica, sin reducirse a ellas. El compromiso por la paz y por la justicia es parte integrante de la evangelización y, por ello, de la vida de la comunidad eclesial de base. La comunidad eclesial de base es un espacio en el que se confirma la dignidad de la persona humana y en donde el bautizado es sujeto activo de la evangelización2.

El caminar de las comunidades de base siguió frecuentemente este proceso: 1) acercamiento geográfico de la vida del pueblo; 2) experiencia directa de sus problemas; 3) análisis de las situaciones y estructuras de injusticia en las cuales se encuentran las personas, considerando los problemas no sólo en sus efectos, sino particularmente en sus causas; 4) sensibilidad con los sufrimientos de las personas; 5) concienciación acelerada, que lleva a tomar una posición profética y a actuar.

La comunidad eclesial de base, efectivamente, analiza la realidad a partir de perspectivas más profundas. No se da por satisfecha con un análisis científico, sino que proyecta sobre los acontecimientos el criterio de Dios, lo que hace más grave el juicio que sobre ellos pronuncia: afirma que la situación negativa existente no sólo puede, sino que debe ser cambiada, porque así lo quiere Dios. La fe en la resurrección del Señor comprueba que los crucificados de la historia tienen la última palabra. No se trata de tomar el poder, dentro del actual orden de cosas, sino de proponer otro orden. El valor de los análisis que las personas de la base aprenden a hacer les quita su ingenuidad socio-político-económica. Les da una conciencia mucho más crítica.

Las comunidades eclesiales de base abarcan lo social y lo económico y se introducen en los asuntos políticos. En la medida en que penetran en este campo, tienen que actuar de forma planeada y organizada, asumir una conciencia histórica dinámica y saber que deben luchar por un nuevo proyecto social. Las comunidades de base crean la motivación para el nacimiento de organizaciones populares independientes: 1) de cuño económico, como las cooperativas; 2) de cuño social, como los clubes de madres; 3) de cuño cultural, como los grupos de teatro, de músicos; 4) de cuño político, como las asociaciones de barrio y los sindicatos.

Estas Organizaciones populares surgen, con frecuencia, como inspiración de las propias comunidades de base y como prolongación de su práctica. Ellas, poco a poco, ganan identidad y autonomía. Las Organizaciones populares intentan solucionar los problemas comunes, reivindicar derechos y construir una sociedad diferente. No surgen para dar solución a un problema o para afrontar un momento de lucha, sino para encontrar soluciones colectivas a largo plazo. Casi siempre son iniciadas por pequeños grupos más conscientes y activos, que crean un nuevo espacio de acción para las mayorías pobres.

Estas Organizaciones populares pueden ser manipuladas por los propios dirigentes o por los grupos y partidos políticos. Pueden desviarse y convertirse en piezas del sistema imperante (como por ejemplo, cooperativas de consumo y crédito, que se convierten en empresas con espíritu y métodos capitalistas). Muchas Organizaciones populares fracasaron porque se preocuparon más de cuidar las estructuras y los instrumentos colectivos, las técnicas y el trabajo, que de tomar en consideración el desarrollo humano de sus agentes.

La acción popular, una vez iniciada, tiende a convertirse en movimiento popular, con un proyecto común definido y con incidencia política, porque solucionando los problemas más urgentes, descubren el factor generador estructural e ideológico de los mismos. Entonces suelen pasar dos cosas: 1) Las personas y las comunidades utilizan un nuevo instrumento de análisis de la realidad, valiéndose de las ciencias sociales. 2) Por medio de las Organizaciones populares y la militancia en los partidos políticos, los miembros de las comunidades de base pasan a tener conciencia y militancia política en el propio ambiente. Algunos llegan a conquistar cargos públicos de representación política a nivel local e incluso nacional. En momentos de crisis nacional, existió la tentación de identificar las comunidades eclesiales de base con un partido o proyecto político específico, que parecía estar más en sintonía con las necesidades del pueblo. Algunos de ellos intentaron prácticamente hacer de las comunidades de base, meras instancias de concienciación y movilización del pueblo.

Sin embargo, las comunidades eclesiales de base no son el sector político de la Iglesia. Ellas son Iglesia y por ello no pueden desinteresarse de lo político. La experiencia enseña también que los pronunciamientos episcopales son más directos y repercuten mucho más en el pueblo, cuando son hechos previa consulta a las bases.

Debe existir un espacio de libertad para la actuación de las comunidades eclesiales de base, en lo referente: 1) al compartir tanto los propios bienes materiales (servicios, colectas, cajas comunes, etc.) como el tiempo (estar al lado de los enfermos, de los que están solos, participar en reuniones de estudio, planificación, evaluación, etc.); 2) a las obras de misericordia, a los esfuerzos asistenciales, promocionales y liberadores. En la experiencia de las comunidades de base fueron puntos fuertes: la visita a los encarcelados; el servicio a los ancianos; la ayuda a los desempleados, emigrantes y personas sin documentación; el esfuerzo para reconciliar personas y grupos; la presencia consoladora junto a familias destruidas por el dolor; 3) a la responsabilidad socio-política, promoviendo el bien común, iniciando o apoyando organizaciones populares existentes, dando y recibiendo colaboración a cristianos y no cristianos.

La misión histórica del pobre no es sólo en beneficio de los propios pobres, sino de todos, porque apunta hacia un nuevo orden social, como exigencia del reino de Dios (Puebla 1158). Los pobres y los que asumen su causa, están llamados a ser protagonistas en la búsqueda de un nuevo proyecto de humanidad. El pueblo, en la medida en que se va uniendo, va formando sus propias organizaciones (aunque sean de naturaleza, contenido y proporciones distintas).

La Iglesia siempre hizo algo por los pobres. Motivó a los ricos para que ayudaran a los necesitados. Lo que ella pretendía en aquel tiempo era una acción asistencial y promocional. En ambas, los agentes principales continuaban siendo los privilegiados de los bienes materiales y de la cultura (dado que para la obtención y desarrollo de esta se requieren también los bienes materiales).

La diferencia cualitativa actual, respecto de aquel tiempo, es la con-ciencia social de que la causa de la pobreza son las injusticias y no siempre los fenómenos incontrolables. Los pobres, en la mayoría del tercer mundo, de hecho, fueron empobrecidos. Para este tipo de pobreza la respuesta asistencial puede ofrecer algo; pero las soluciones asistenciales, que buscan sólo remediar los efectos de la pobreza, y no sus causas, son también responsables de la situación de esa pobreza generalizada.

Ante todo esto, los cristianos no pueden asumir una postura de neutralidad. Hay diferencias lógicas y conflictos inevitables entre los que se empeñan en mantener los esquemas dominantes y los que creen que, en nombre de Dios y de los hermanos/as, deben cambiarse las reglas sociales que oprimen y explotan a esas mayorías humanas, que piden la intercesión de la Iglesia (cf Puebla 87-89).

No se trata de actuar por y para los pobres, sino de actuar con ellos y como ellos. Esto significa convertirse a las exigencias de la primera bienaventuranza evangélica. A partir de la perspectiva de la fe, la comunidad eclesial de base apoya al pueblo en su lucha por la justicia, sin asumir sus planes y programas de modo paternalista. Las acciones políticas y otras responsabilidades sociales, incluso inspiradas en el evangelio, son decididas y realizadas por los ciudadanos (cristianos o no), que en nombre y con responsabilidad propia, establecen sus proyectos y forman sus organismos sociopolíticos.

La comunidad de base mantiene la referencia de la fe que ayuda a motivar, discernir, evaluar y acelerar la acción específicamente política. A partir de las comunidades de base, las personas se disponen a participar en los proyectos socioeconómicos y políticos que fueron discernidos como los más adecuados para servir al pueblo. La opción de fe pasa por lo político y económico, sin que se agote en ellos. La comunidad eclesial de base no es alternativa sociopolítica, ni mera instancia de movilización y organización del pueblo. En la comunidad eclesial de base se hace la lectura de lo político a partir de la fe y se entiende lo que tiene que ver lo político con la fe.

De todo esto, se concluye la necesidad de dar a los cristianos, y particularmente a los que tienen militancia política directa, una preparación especializada de tipo ético, cívico, político y una constante asistencia. Cuando no se da esa formación, las consecuencias lamentables son: abandono de la fe, manipulación de las mediaciones eclesiales, etc. Los nuevos instrumentos de participación y ejercicio de responsabilidad en la sociedad y en la Iglesia institucional, crearon dificultades y tensiones que piden diálogo y nuevos planteamientos individuales y de conjunto, así como la conversión personal, grupal y estructural.

Al asumir la causa de los pobres y al estimular a sus miembros a comprometerse en el campo político, a fin de hacer efectiva su opción evangélica, la comunidad sufre malentendidos, persecuciones e incluso el martirio, a manos de los poderes militares, políticos, económicos y, a veces, religiosos. No es necesario decir que muchos conflictos surgen por errores, limitaciones y pecados de los miembros de las comunidades de base, o por actitudes equivocadas de estas.

4. LA PALABRA DE DIOS: AL DESCUBRIMIENTO DE LA BIBLIA. Es característico de las comunidades eclesiales de base querer asumir comunitariamente la palabra de Dios y procurar entenderla como un conjunto unitario. Los miembros de la pequeña comunidad son orientados para asumir la palabra de Dios y vivir en comunión con el Dios de la Palabra, manifestada en Jesús, asimilada por la gracia del Espíritu. La palabra de Dios ilumina la realidad y da orientaciones sobre la meta final y sobre el estilo de vida (personal, social, eclesial) que Dios quiere.

En las comunidades de base existen tres referencias centrales que se interrelacionan: la realidad, la palabra de Dios y la comunidad. Las comunidades eclesiales de base entienden la realidad a la luz de la Palabra. Procuran colaborar con la presencia del Reino, que el Espíritu ha empezado ya a manifestar en cada persona, cultura, situación o acontecimiento de la historia. De esta forma, la Biblia, ayudando a entender el sentido global de la historia de la humanidad y de la vocación del pueblo de Dios: manifiesta quién es Dios; da sentido al mundo, a toda la creación y a los bienes materiales, y coloca la Iglesia en el proyecto, en la acción y en la perspectiva del Reino.

Las comunidades eclesiales de base descubren la Biblia como palabra de Dios en la historia, uniendo fe y vida, relacionando la religión con los problemas comunes del pueblo, y no simplemente con las necesidades individuales de cada uno. De aquí aparece: la necesidad y oportunidad de enraizar la experiencia comunitaria de participar, compartir y actuar como familia humano-divina, y la responsabilidad ante la creación (herencia de todos), la humanidad y la historia.

Las personas retoman la palabra de Dios y también su propia palabra. Descubren que saben, pueden y deben hablar para vivir y sobrevivir.

Así, la palabra de Dios da luz a un nuevo estilo de gente que entiende que su Dios es el Dios de la vida abundante y solidaria. La Biblia en las comunidades de base: 1) es un paso cualitativo de madurez comunitaria; 2) es fuente de inspiración evangélica, de fuerza comunitaria y de conversión personal; 3) es liberadora, programadora, reivindicadora y celebrante, y 4) es más un espejo para ver lo de hoy, que una ventana para considerar el pasado lejano.

5. Los SACRAMENTOS Y LA COMUNIDAD SACRAMENTAL. La comunidad eclesial de base es la expresión local de la sacramentalidad de la Iglesia. Cada sacramento refuerza y amplía esa perspectiva. El aspecto original de la comunidad eclesial de base es que ella privilegia la sacramentalidad eclesial, como conjunto. Cada sacramento es entonces entendido en esa perspectiva. La comunidad eclesial de base manifiesta particularmente la sacramentalidad de la Iglesia en su dimensión bautismal y eucarística. Ella: 1) recoge y sacramentaliza lo que es importante en la vida de las personas y ambientes; 2) expresa la reconciliación como liberación del pecado (renuncia y lucha radical contra las estructuras y los agentes del pecado); 3) profesa una fe en el Dios Padre-Madre de todos, en Jesús, Salvador de todos y en el Espíritu, fuerza de vida, liberación, realización y misión.

La celebración eucarística tiene un sentido más pleno al prolongarse en la vivencia comunitaria y el compromiso liberador. Ella está unida a todo lo que la comunidad refleja, proyecta y realiza. Generalmente las comunidades de base participan de la eucaristía con la comunidad parroquial. Pocas comunidades y en pocas ocasiones, tienen el privilegio de una eucaristía doméstica.

La vida comunitaria y el compromiso liberador de las comunidades de base se centran en Jesús y en su proyecto. El cristocentrismo de la fe se hace más existencial en ellas. La Virgen María, en sus distintas invocaciones locales, es una presencia poderosa en las comunidades de base. De hecho, el ejemplo de María, su cántico liberador, son retomados y actualizados en la vida comunitaria. Los santos contemporáneos (mártires, confesores...) aunque no canonizados todavía, son fuerza/para las personas y comunidades. El santoral no es buscado como fuente de milagros para las horas de impotencia humana, sino como inspiración para un compromiso con el proyecto y la comunidad de Jesús. Se suele decir: «¡Nuestros mártires no están simplemente para ser recordados, sino para continuar y completar lo que ellos empezaron!».

Las comunidades eclesiales de base promueven, entre sus miembros, celebraciones devocionales, principalmente en las fiestas más populares. En los lugares cercanos a los templos parroquiales, algunas fiestas litúrgicas se inician simultáneamente en cada comunidad eclesial de base. Seguidamente, se unen y se dirigen al templo parroquial para la culminación del acto religioso comunitario.

Las celebraciones en las comunidades de base se desarrollan: 1) con símbolos de la realidad y de la cultura local (popular); 2) con la participación activa y creadora de la propia comunidad; 3) con nuevos cánticos concienciadores y llenos de contenido bíblico y social. Muchos símbolos de fe, de vida comunitaria y de la realidad (cruces, Biblia, imágenes de los santos, plato vacío, instrumentos de trabajo, alambradas, fotos de los más recientes mártires, incluso de algunos que fueron miembros de la comunidad) son sacramentales de la vida de la comunidad eclesial de base, que expresan el proyecto de Jesús —y consecuentemente la misión de la comunidad eclesial de base— en términos de acontecimiento, esperanza, gracia social para todas las personas, a través de la mediación de la comunidad eclesial.

Partiendo de este cuadro de conjunto, se percibe mejor el significado de la realidad de cada sacramento y de los sacramentales.

6. MINISTERIOS. Los ministerios en las comunidades eclesiales de base se constituyen a partir de las necesidades asumidas, y de acuerdo con los recursos del personal de cada comunidad. En las comunidades de base, surgen ministerios no ordenados, como: el ministerio de la coordinación de la comunidad; el de los visitadores de las familias y de las propias comunidades de base; el de los catequistas; el de los enfermos; el de las causas de justicia; el de la acción ecuménica; el de la solidaridad; el de la reconciliación, etc. En algunas comunidades, fueron autorizados ministros extraordinarios para el bautismo y para que fueran testigos eclesiales cualificados para las bodas. Estos ministerios se hacen progresivamente permanentes y se articulan como los miembros de un cuerpo3. Ayudan igualmente a descentralizar y a desclericalizar a los ministros eclesiales.

7. COMUNIDAD MISIONERA. La comu nidad eclesial de base es una comunidad misionera y una misión comunitaria. La responsabilidad misionera es de la comunidad eclesial de base como tal, y no compromiso particular de algunos de sus miembros. Toda y cualquier misión es ejercida en nombre y con el apoyo conjunto. La calidad misionera de las comunidades de base se manifiesta de modo distinto: 1) identificando, recogiendo y desarrollando valores presentes en cada realidad cultural y social; 2) abriendo la comunidad al contacto ecuménico y a otras expresiones religiosas.

La visión se expresa hoy de forma conjunta y progresiva: 1) inculturizándose. Poniéndose al servicio de la vida y asumiendo lo más íntimo de cada cultura, pueblo y realidad, para expresar, a partir de ahí, lo fundamental del evangelio; 2) dialogando, que es descubrir y profundizar lo que aparece en los símbolos y gestos; identificar términos generadores, confirmar y potenciar lo que ya es presencia del Reino; 3) anunciando el contenido de Jesús (sus ejemplos y enseñanzas). Cada cultura tiene el derecho de recibir el mensaje de Jesús, enviado por Dios a todos; 4) liberando; aunque exista ya alguna presencia del Reino en las culturas, razas y pueblos, hay también en ellas pecado (personal, comunitario, estructural), que pide una liberación completa; 5) formando la comunidad eclesial, que es la mediación ordinaria y privilegiada del Reino (LG 6-8).

8. ECUMENISMO. Las comunidades eclesiales de base están descubriendo

el ecumenismo. El ecumenismo4, a nivel de las comunidades de base, está aconteciendo particularmente a través de las luchas por la justicia, en la búsqueda de la paz y de la reconciliación, en los proyectos relacionados con la defensa de la ecología y de la concienciación política, en el servicio a los pobres, en el compartir la palabra de Dios5, en las experiencias de oración y en las relaciones fraternas. Están surgiendo encuentros de los cristianos de distintas tradiciones evangélicas, sobre todo en torno a la lucha por la justicia.

En realidad, las experiencias ecuménicas están siendo más espontáneas entre los agentes de pastoral y asesores. En las bases hay todavía grandes dificultades, porque los católicos se resienten de los continuos ataques y del proselitismo de los grupos evangélicos, pentecostales y otros. También existe un prejuicio por parte de los católicos contra los protestantes.

9. ESPIRITUALIDAD. Lo que constituye la comunidad eclesial de base no es una comunión sociológica, ni la dinámica de grupo. La mística de la comunidad eclesial de base le viene de su vocación y misión: 1) vocación de ser comunidad histórica, que refleja vitalmente el misterio del Dios de la vida, teniendo como centro a Jesús y su proyecto, al ritmo de las bienaventuranzas y con la fuerza cohesiva dada por el evangelio; 2) misión de colocar el fermento de Jesús en las situaciones todavía no tocadas por el evangelio, dando prioridad a los pobres, formando la comunidad de Jesús, asumiendo la perspectiva de la cruz y de la resurrección.

Las raíces evangélicas del ser y actuar de las comunidades de base son: 1) sensibilidad por el Reino, descubriéndolo en una realidad más amplia que la Iglesia; 2) la radicalidad profética que une fe y vida, desinstalándose del modelo de sociedad individualista y materialista, que denuncia lo que es anti-Reino; 3) la insistencia comunitaria vivida y buscada en las relaciones, en el trabajo conjunto y en la solidaridad, y 4) la responsabilidad misionera.

10. EL MÉTODO. En las comunidades eclesiales de base el método es también contenido. Es un proceso constante de ver, juzgar, actuar, evaluar y celebrar comunitariamente. Estos cinco pasos iniciales tienen, además, dos tareas: la primera en relación al pueblo en general: divulgar motivando; y la segunda en relación a la propia comunidad: formación constante.

Los pasos del método, más que etapas separadas, son un estilo de vida comunitaria: 1) ver es captar y analizar los hechos y las situaciones en sus causas, efectos y estructuras, ideologías, sistemas, proyectos y utopías; 2) juzgar es pronunciar un juicio científico y de fe sobre lo que se ha visto; 3) actuar es decidirse con una visión global y una acción local concreta, articulada, organizada con estrategias y tácticas oportunas. Es asumir un proyecto; 4) evaluar es confirmar la meta, reorientar las acciones y aprender de lo ya vivido. Ayuda a asumir los propios fracasos y corregir las incoherencias respecto a: un lenguaje liberador y una práctica opresora; propuestas generosas y realizaciones discretas; inicios entusiasmados y perseverancia inconsistente; objetivos buenos y pasos pobres; 5) celebrar comprende dos momentos: el de la fiesta comunitaria y el de la celebración de la fe, retomando, con sus propios signos, la vida y el compromiso.

La celebración anticipa el gozo de la comunidad definitiva y de la conquista que no tiene vuelta atrás. Celebrar ayuda a seguir adelante y a perseverar. Toda la vida es contexto de salvación, en el cual el compromiso, el dolor, la fiesta, pasan a ser componentes de esa celebración. La comunidad eclesial es la penetración del futuro escatológico en el hoy de la historia.

11. ORIENTACIÓN FUNDAMENTAL DE LA ECLESIALIDAD. El punto central de la perspectiva eclesiológica de las comunidades de base es que ellas no son un movimiento, sino la propia Iglesia local en donde: 1) los bautizados se encuentran haciendo una experiencia real de comunidad de fe, de culto y de caridad; 2) se escucha la palabra de Dios y el clamor de las personas, particularmente de las más necesitadas; 3) se responde a las llamadas de Dios y de la vida, con un compromiso transformador y de anuncio de la buena nueva; 4) se celebra la fe, la comunión y la vida, unidos a la gran Iglesia, como la pascua completa de Jesús.

Se trata de vivir en la comunidad eclesial de base de hoy la Iglesia de siempre, presente en el Cenáculo y en el basurero del barrio; Iglesia de Pedro, de Pablo, de Oscar Romero, de Margarita, del José sin apellidos, Iglesia de María, de los apóstoles, de Jesús, del Padre y del Espíritu de ambos.


II. Tensiones y retos

En el caminar de las comunidades eclesiales de base surgen tensiones, contradicciones, equívocos y también mucha creatividad, porque se trata de un proceso vital. Felizmente no todo está claro ni solucionado todavía en la Iglesia. Así, el camino de las comunidades de base exige creatividad y constante evaluación, mucha paciencia llena de esperanza, así como un buen humor fundamental y comunitario. Las tensiones, bloqueos y retos son de distintos tipos y tienen extensiones e intensidades diversas. Pueden acontecer en una parte y no en otra. A título de ejemplo, indicamos:

a) Tensión provocada por considerar las comunidades eclesiales de base como comunidades de un determinado movimiento o como un movimiento más en la Iglesia y no como células básicas de una nueva estructura eclesial. En la Iglesia existen iniciativas con eclesiologías y metodologías distintas, que quieren reconstruir lo comunitario. La diferencia entre estas iniciativas y las pequeñas comunidades está en que las comunidades de base, sin ser grupos elitistas, nacieron para ser células básicas de la Iglesia particular. Ellas integran a los bautizados de la zona y son para ellos el nivel de referencia eclesial inmediato y dinámico. Las comunidades de base viven lo fundamental de la Iglesia en el contexto de las bases, con una metodología, teología y espiritualidad coherentes con el Vaticano II, Medellín, Puebla y Santo Domingo. Las comunidades de base empezaron de modos distintos, como círculos bíblicos, grupos de oración, reuniones de amigos con actividades culturales, sociales y de caridad. Estas experiencias, cuando evolucionaron asumiendo las demás dimensiones de la eclesialidad, llegaron a ser comunidades de base. Comunidades eclesiales de base y movimientos, son expresiones eclesiales de naturaleza diferente. No se trata de decidir que una es mejor que la otra, sino de asignarles su propia identidad y función específica, para el bien común.

b) Tensión provocada por el nacimiento y desarrollo de las pequeñas comunidades en las Iglesias parroquiales y diocesanas, que son incoherentes con el proceso pastoral iniciado en Medellín. Las comunidades eclesiales de base inauguran un modelo de Iglesia que implica una revisión de estructuras pastorales. Así, originan conflictos con las comunidades mayores y con otros grupos de la misma Iglesia, que no van al mismo ritmo fundamental. La comunidad eclesial de base necesita, como correlativo, una pastoral integradora que cubra toda la misión de la Iglesia y que la comprometa de lleno con el nuevo camino. Por falta de una referencia eclesial que recoja, identifique, corrija e integre los éxitos del caminar de las comunidades de base, se minimiza o se desvirtúa su proceso. En la práctica existen dos modelos eclesiales vigentes, caminando paralelos o en oposición: el de las parroquias actuales, modelo dominante, que por su peso estructural, tiende a asimilar las comunidades de base o a dejarlas de lado; y el modelo de las comunidades de base que, siendo minoritario, promete.

c) Tensiones provocadas por querer estructurar las pequeñas comunidades como base sociopolítica, unida únicamente a una clase social. Cuando se tiene una óptica limitada de la liberación, se corre el riesgo de dejar a un lado los que no son materialmente pobres. La comunidad eclesial de base no es una especie de elite de los pobres, lejana del propio pueblo.

d) Tensión provocada al crear, mantener y desarrollar «coordinadoras» de comunidades eclesiales de base que son, en la práctica, alternativas a la jerarquía de la Iglesia diocesana. Cada comunidad eclesial de base debe tener su propio equipo de coordinación o un consejo reconocido oficialmente. Las comunidades de base, a nivel diocesano, regional y nacional, sienten la necesidad de crear estructuras de asesoramiento y articulación. Hay bloqueo cuando los agentes de animación del proceso de las comunidades de base se constituyen en protagonistas de las decisiones. A veces, los conflictos de los agentes con la jerarquía o con el proceso, aparecen como si fueran conflictos de la comunidad eclesial de base como tal. El reto verdadero está en establecer nuevas estructuras de acompañamiento, coordinación, etc., que sean más adecuadas a la eclesiología de las comunidades de base y, a la vez, puedan mantener una efectiva comunicación eclesial de conjunto.

e) Tensiones provocadas por apoyar a las pequeñas comunidades como algo transitorio, como instrumento de un proyecto, organización o partido. Las comunidades eclesiales de base no surgen para responder a un servicio parroquial específico, como catequesis, liturgia, o acción social. Tampoco son una estructura de movilización popular, descartable una vez que haya cumplido con su objetivo. No son, pues, una etapa transitoria de pastoral.

f) Tensión provocada por el reto de reconocer oficialmente la comunidad eclesial de base como lugar eclesial. Reto de no quedarse únicamente en la aceptación teórica de lo que ha sido dicho por el magisterio de la Iglesia sobre las comunidades de base, «célula inicial de estructuración eclesial», sino en dar pasos concretos, para reconocer eso precisamente en las comunidades de base existentes. Las Iglesias particulares deben llegar a un acuerdo pastoral, que establezca progresivamente la comunidad eclesial de base como referencia eclesial oficial, en la cual los bautizados vivan su experiencia de comunión y misión, y por ella, se unan a todo el cuerpo eclesial, signo y sacramento del Reino en el mundo. Algunos de los sínodos diocesanos, en proceso, intentaron legislar, por vez primera en América latina, teniendo en cuenta las comunidades de base como referencia inicial de la estructura y vida de la Iglesia local.

g) Tensión provocada cuando se vacía el Reino de su contenido escatológico, reduciéndolo a un proyecto histórico. La evangelización no se agota en la liberación, aunque tenga que pasar por ella. Incluso el fracaso de los objetivos temporales y la locura de la cruz tienen que presentarse como fuerza salvadora. Las comunidades de base, presionadas por una sociedad que idolatra la eficacia, pueden caer en la tentación de dejar a un lado a los que colaboran poco en la lucha, como los enfermos terminales, los incurables, los ancianos, los indefensos, o abandonar las actividades  menos eficaces, como la atención personalizada a los individuos que necesitan de consejo y orientación. La motivación más profunda para la lucha es la esperanza y los valores religiosos.

h) Tensión «provocada» por la Biblia, por reducir la Biblia a algunos textos con la intención de confirmar lo que se dice antes. La tentación es doble: 1) pretender reducir el horizonte bíblico-teológico de la opción por los pobres a un único modelo histórico, como por ejemplo el de la liberación y organización del pueblo de Israel, sin una incursión rigurosa en la perspectiva del Reino y del pueblo de Dios en el Nuevo Testamento; 2) aplicar el concepto teológico de pueblo de Dios, pura y simplemente, a los habitantes pobres del país, sin precisiones ni exigencias.

i) Tensión provocada por transformar lo popular de las comunidades eclesiales de base en populismo. Lo popular de la comunidad eclesial de base se orienta: 1) para reconstruir el sentido de pueblo de Dios a partir de lo comunitario y liberador; 2) para respetar el proceso de las bases sin imponerles estrategias ni actividades que no hayan sido asimiladas de modo consciente y responsable. Las comunidades de base son populares, no porque están formadas por miembros del pueblo, sino porque están, por su propia dinámica, en contacto constante con la vida y la realidad del pueblo. Ellas propician, de esta manera, que el pueblo sea escuchado, apoyado y evangelizado, y que se haga cada vez más el agente de su propio proceso (no solamente de un programa, sino de todo el proceso, con vistas al objetivo final). La opción por los pobres, como radicalidad evangélica y como prioridad pastoral, es intrínseca al proyecto de Jesús. El modo de expresar esto en determinados momentos históricos no tiene fuerza normativa en todos los lugares y tiempos, aunque sea un ejemplo válido a ser tomado en consideración.

j) Tensión provocada por el reto de la inculturación en el interior de la comunidad eclesial de base. Las comunidades de base son una especie de homogeneización pastoral de las bases. La inculturación en la base sigue siendo un gran reto. La conciencia de su urgencia es mayor que la tendencia a ponerla en práctica. Lo que en realidad existe en algunas comunidades de base son realidades discretas, signos modestos de inculturación. El gran reto que ahora se presenta viene de los contextos multiculturales, ahora trabajados intensamente por la, así llamada, cultura de la informática y sus modelos científico-técnicos de consumo y materialismo6.

k) Tensiones provocadas por la urgencia de relacionar las comunidades de base con las grandes masas de bautizados. El gran reto de la Iglesia para las comunidades de base es relacionarse, de forma efectiva y constante, con las grandes masas de los bautizados: cómo concienciarlos y organizarlos eclesialmente, de modo que su fe sea eficaz en la vida y en el contexto social donde se encuentran.

l) Tensión provocada por mantener la propuesta global de las comunidades de base, apoyando las que ya han caminado y, a la vez, respetando el ritmo de los distintos procesos de otras comunidades de base. Reto de llegar a las zonas del país que no se abrieron todavía a este proceso eclesial de base, respetando su caminar, sin imponerles el ritmo de los que ya tienen una experiencia de muchos años y, a la vez, ayudándoles a dar nuevos y urgentes pasos adelante. Reto de no instalarse teológica y pastoralmente, repitiendo de manera mediocre la reflexión y los programas de las comunidades de base que surgieron antaño, como respuesta a los problemas de décadas anteriores o de otras Iglesias locales.

m) Tensión y crisis en las comunidades eclesiales de base y en sus agentes ante los cambios actuales de la sociedad y de la actual coyuntura eclesial. De modo general, en la presente coyuntura, las estructuras y el estilo de la pastoral tienden a ser más abiertos a las responsabilidades sociales y más centralizados y rígidos en lo que se refiere a la vida interna de la comunidad eclesial. En relación a las comunidades de base, directamente no existe ni euforia ni rechazo, sino indiferencia; postura que evidentemente afecta a las comunidades de base. Hay un ambiente menos favorable al proceso de descentralización teológico-pastoral, que las comunidades de base, necesariamente, deben provocar. Esto implica cansancio, rutina y dudas sobre la propuesta global de inaugurar —desde las comunidades de base— un nuevo modelo de Iglesia. Las iniciativas que, con el ritmo de Medellín y de Puebla, venían privilegiando la articulación latinoamericana, hoy se descentralizan hacia el nivel regional, diocesano y de base, dando la sensación de que se entra en una especie de diversidad desarticulada o de fragmentación.

n) Tensión provocada por el desgaste del lenguaje y de la novedad de las comunidades eclesiales de base. Las comunidades de base no se reducen solamente a América latina, ni son propiedad de la Iglesia católica. En las últimas décadas, ha habido una cierta socialización y universalización de las experiencias y del lenguaje de las comunidades de base, que fueron surgiendo en todos los continentes y en varias tradiciones evangélicas. La tensión aparece precisamente porque se coloca el rótulo de «comunidad eclesial de base» a cualquier esfuerzo comunitario, sin que sea realmente una célula del nuevo modelo de Iglesia.


Conclusión

Acontece con las comunidades eclesiales de base algo semejante a las estaciones: son primavera y prometen mucho. «A veces son calientes como el verano (por su profetismo, por sus luchas en favor de la justicia); muchas llegan a dar frutos sabrosos como en tiempo de otoño; no faltan en las comunidades de base los tiempos de invierno —de profundización, de espera— cuando se mueren los insectos malignos y todo lo que es accidental se cae, para que lo fundamental se afirme y resista, conservando la vida»7. Esta es la razón por la que se dice que, en muchas partes, las comunidades de base son una realidad significativa que anuncia una nueva primavera y promete una cosecha abundante.

Las comunidades de base son frecuentemente un desafío a las viejas instituciones y provocan conflictos sociales y eclesiales. Aun cuando parecen perderse entre los que forman el reverso de la historia, ellas permiten a las personas abrir las ventanas a horizontes más amplios y alimentan la increíble esperanza de que habrá un día en que todos, al levantar la vista, verán qué reina sobre la tierra la libertad, la comunión, la paz y el amor (cf J. A. Labordeta).

La comunidad eclesial de base es propuesta, lucha y comienzo del proyecto del Señor: 1) para el renacer del día de la paz, cuando las mesas queden repletas de pan; 2) para conseguir la fraternidad y derrumbar las barreras de las divisiones y de las fronteras injustas y exclusivistas, y 3) para lograr el triunfo del tiempo de la verdad y de la justicia, donde no exista ni el odio, ni la sangre, ni la miseria. Los rosales florecerán, los jazmines inundarán el mundo con la fragancia de su perfume. La acción de gracias y la fiesta no dejarán sitio a las lágrimas. Cuando finalmente todos los caminos converjan en él... y «Dios lo será todo en todas las cosas» (lCor 15,28).

NOTAS: 1. Las comunidades eclesiales de base, siendo numerosas en toda América latina, tienen, sin embargo, una historia y un camino bien distintos en cada país. Las comunidades de base de Brasil, México y Chile, con una tradición de largos años, son distintas de las del Caribe inglés y francés, con pocos años de existencia. La práctica comunitaria de Brasil no es semejante a la del Perú. Las comunidades eclesiales de base de Nicaragua, de Guatemala y El Salvador, que pasaron por una situación de guerra, poseen una fuerte experiencia martirial. Las de Honduras están unidas a la importante experiencia de los Delegados de la palabra de Dios. Las de la Guayana inglesa surgen en un país de mayoría hinduista. Las de Belice nacieron recientemente. Las de Jamaica se abren camino en un país donde los católicos son menos del 10% de la población. Las de Bolivia (Amara, Quechua, Minas, la región amazónica y las periferias urbanas) son marcadamente distintas. Las de Argentina, en general, están más concienciadas; en Colombia, el conflicto con la jerarquía es más frecuente. Hay también diferencias entre las comunidades de base de cultura moderna, las de cultura indígena y las afroamericanas. — 2 Puebla 1147 habla del pobre como sujeto activo de evangelización y, en el 1146, dice que los que han sido ayudados, se sienten capaces de asumir por sí mismos su propio proceso de liberación evangélica. — 3. «Los ministerios eclesiales de los hijos/as del pueblo en el corazón de la Iglesia, significan el rescate de las dimensiones, acciones, funciones y vitalidad del cuerpo total. El cuerpo también actúa, en funciones ciertamente propias, intransferibles y no asumibles por la cabeza. En un sentido más exacto, la cabeza no confía funciones al cuerpo, ni ministerios a los laicos. Ella dirige y dinamiza la ministerialidad total de un cuerpo integralmente animado por el Espíritu de Jesús» (cf A. PARRA, Los ministerios en la Iglesia de los pobres, Vozes SP, 1991, 186). — 4. Cf UUS 77, 99. — 5 A pesar de las dificultades originadas por el fundamentalismo de algunos grupos evangélicos y pentecostales, en varios lugares de Europa y Estados Unidos, existen las comunidades de base denominadas ecuménicas, que representan un nuevo tipo de expresión eclesial. — 6. «La comunicación instantánea con cualquier parte del mundo, la inducción a decisiones inmediatas y emocionales, no reflexionadas ni maduradas, lleva a considerar provisionales y pasajeras todas las actitudes y a dar como imposible un compromiso estable y definitivo». -7. D. Julio Labayén, obispo en Filipinas, citado por Margaret Hebletheite, en una serie de trabajos en la revista The Tablet, Londres, 16 de abril, 435-436; 23 de abril, 465-467; 30 de abril, 498-499; 7 de mayo, 527-530.

BIBL.: AA.VV., Comunidades de base y expresión de la fe, Estela, Barcelona 1970; AA.VV., Comunidad de base y prospectiva pastoral en América latina, IPLA, Bogotá 1972; AA.VV., Comunidades de base, Marova, Madrid 1971; AA.VV., Comunidades de base, Concilium 104 (1975); ALONSO A., Comunidades eclesiales de base, Sígueme, Salamanca 1970; BARBÉ D., En el futuro, las comunidades de base, Studium, Madrid 1974; BOFE L., Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la Iglesia, Studium, Madrid 1980; DELESPESSE M.-TANGE A., El resurgimiento de las experiencias comunitarias, Mensajero, Bilbao 1971; LEPAGE L., Las comunidades, ¿sectas o fermentos?, Mensajero, Bilbao 1972; WESS P., ¿Cómo se llega a la fe? Comunidades de base eclesiales, Herder, Barcelona 1986.

José E Marins