E L   C R E D O

http://www.cmfapostolado.org/recursos/areasapostol/laicos/html/mostoles/CREDO.htm

Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor;

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen;

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado;

Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos;

Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre;

Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo;

La Santa Iglesia Católica;

La comunión de los Santos;

El perdón de los pecados;

La resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

 

INTRODUCCIÓN

1.- ¿Cuántos credos?

Desde el primer momento, los cristianos expresaron su fe en fórmulas muy concisas. Decían, por ejemplo: "Jesús es el Cristo". Querían confesar así su fe. Otra confesión de fe decía: "Jesús es el Señor", expresando que no podían aceptar los dioses adorados por otros pueblos. Por esa confesión de fe murieron muchos cristianos en las persecuciones de los primeros siglos.

Más tarde, los cristianos siguieron expresando su fe en fórmulas breves, pero ya con más detalle. Encontramos la profesión de fe que hacían los candidatos al bautismo respondiendo con "creo" a las tres preguntas que se le formulaban: )Crees en Dios, Padre Todopoderoso? )Crees en Jesucristo, nuestro Salvador? )Crees en el Espíritu Santo y en todo lo que es obra suya?

Posteriormente aparecerán los dos Credos que con mayor frecuencia usamos en la liturgia y la catequesis de la Iglesia (incluso en otras Iglesias cristianas). El primero de ellos, quizá el más conocido hoy día, es de origen griego. Ese Credo sirvió de base para expresar la fe en los Concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381). Entonces recibió añadiduras que recogían los puntos de la fe discutidos en esos concilios. Se llama por eso el Credo Niceno-Constantinopolitano y es el que usualmente se recita en la misa después de la homilía.

El otro es de origen romano, más breve que el anterior, y se suele llamar Credo de los Apóstoles (siglo IV-V). En este tiempo nace la leyenda, sobre la que escriben varios padres de la Iglesia, que dice que los apóstoles, antes de separarse para evangelizar a todo el mundo, redactaron el "breviario de la fe" como "pauta de su predicación", proclamando cada uno un artículo, dando lugar a los doce artículos en los que se divide el Credo. Esta leyenda responde a una verdad, pues el Credo apostólico representa el auténtico eco de la fe de la Iglesia primitiva que, por su parte, es fiel reflejo del NT. Este Credo es menos especulativo que el anterior y más simple.

Ninguno de los dos Credos menciona todo lo que creemos (Ninguno habla de la Eucaristía, ni del mandamiento principal). Estrictamente hablando, los credos no son resúmenes de la fe. Las confesiones de fe se originaron de un núcleo primitivo que expresaba el punto central del Evangelio (1Cor 15,35). A este núcleo se le fueron añadiendo afirmaciones que clarificaban puntos discutidos o proponían definiciones que expresaban rectamente algún aspecto de la fe que había sido tergiversado. Por eso en el Credo faltan elementos importantes de la fe Bporque nunca fueron puestos en dudaB y se encuentran otros que quizá consideremos menos importantes.

2.- La Iglesia se edifica sobre la fe apostólica

En el Credo resuena la palabra viva de la Escritura, que a su vez es testimonio de la Tradición viva de la Iglesia.

Los credos, como símbolos de la fe cristiana, son documentos de la Iglesia, anteriores incluso al mismo Nuevo Testamento. En sus breves fórmulas, procedentes de contextos litúrgicos, catequéticos o misionales, recogen la síntesis de la fe. Son, pues, expresión de la vida de la comunidad, antes incluso de la formulación escrita de sus artículos.

La salvación, que Dios Padre ofrece en la Iglesia a los hombres por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo, es el misterio primordial que, como hilo conductor, unifica la profesión de fe de los cristianos de todos los tiempos y lugares.

La Iglesia no puede atestiguar y confesar una fe distinta de la que le ha sido transmitida de una vez para siempre. En la tradición de la fe de los Apóstoles, fundamento de la vida cristiana, nada se puede cambiar (Jds 3,5.20; 1Cor 11,2; 2Tes 2,15; 1Tim 6,20). Así la Iglesia se mantiene "edificada sobre el cimiento de los Apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo" (Ef 2,20).

Los apóstoles son los primeros testigos del Evangelio; lo recibieron directamente de Cristo y fueron enviados por El a todo el mundo. Por eso, la Iglesia se edifica sobre el fundamento de la fe apostólica.

Ante la confusión de tantas ideologías y teologías, es preciso volver a las fuentes de la fe, donde la verdad nace limpia, como fundamento de la identidad del cristiano en el mundo y origen perenne de la comunidad eclesial. Volver a los fundamentos de nuestra fe, al Símbolo apostólico, dejándolo resonar en nuestro interior, iluminará nuestra vida; interiorizándolo, haciéndolo nuestro, hará que nosotros y a través de nosotros siga hablando y salvando a nuestra generación y pase a la siguiente generación.

3.- El Credo: Símbolo de la fe de la Iglesia

El Credo, como Símbolo de la fe, permite al cristiano sentirse miembro de la comunidad creyente. Símbolo es lo que une y crea la comunión; es justo lo contrario de diablo que es el que separa y rompe la comunión.

El Credo es la confesión singular de la fe eclesial en el misterio de Dios Padre, revelado por Jesucristo, y testimoniada al creyente por el Espíritu Santo en la Iglesia. El Credo es confesado en primera persona del singular ("Creo"). Pero esta primera persona del singular presupone una comunidad. El cristiano, en su profesión de fe, no confiesa su propia fe o sus ideas, sino la fe de la Iglesia: fe que ha recibido de la comunidad que se la transmitió, fe que le une a la comunidad y que profesa ante y con la comunidad eclesial. Lo personal y lo comunitario quedan inseparablemente vinculados.

Cada cristiano recita en singular el Credo incluso dentro de la asamblea litúrgica; pues ninguna acción es tan personal como ésta. Pero el creyente lo recita en la Iglesia y a través de ella; su fe participa de la fe de la Iglesia.

La fe, al no ser fruto de mis pensamientos, no es algo de lo que dispongo y cambio a mi gusto. La fidelidad a lo recibido y a la Iglesia, que lo transmite, es esencial a la fe. El cristiano, por tanto, no puede profesar el Credo si no se reconoce unido a todos los que con él confiesan la fe de la Iglesia. Esto significa que no se puede creer sin amar.

4.- Fe y conversión

Las fórmulas del Credo son un resumen de las principales verdades de la fe de la Iglesia. Pero no se trata de un conocimiento abstracto, sino de la experiencia del misterio de Dios revelado en Cristo y comunicado por el Espíritu Santo en la Iglesia. En el acto de fe, el creyente no se adhiere con su inteligencia a una fórmula conceptual, sino que se adhiere con toda su persona a la realidad misma de lo creído. Se trata de entrar en ese "yo" del Credo y transformar el yo esquemático de la fórmula en el yo personal de carne y hueso. La confesión de fe es ante todo expresión de la confianza en Dios y de la relación de vida entre el cristiano y Dios; al mismo tiempo, es un cántico de alabanza en que se ensalzan los actos poderosos de Dios.

Ser creyente en el libro de los Hechos (2,44; 4,32; 5,14) es sinónimo de cristiano. Aunque suponga la aceptación de las verdades creídas, ser creyente es mucho más que eso; significa aceptar una forma de vida, o mejor, entrar en una nueva forma de ser. Por eso la fe supone la conversión, un nuevo nacimiento. La fe es, pues, principio de vida. No se cree con la mente o con el corazón, se cree con todo el ser.

Israel expresó su fe en Credos históricos (Dt 6,20-24; 26,5-9; Jos 24,2-13) y sálmicos (Sal 78; 105;136...), confesando ante todos los pueblos al Dios que ha creado el cielo y la tierra, libró a su pueblo de Egipto y lo condujo a la tierra prometida. De entre ellos sobresale el Shemá. Su Credo no es ideológico, sino histórico; sus artículos de fe están formados por la cadena de actos salvíficos desde Abrahán hasta el don de la Tierra. El reconocimiento de Dios supone entrar en alianza con El. No cabe una confesión de fe sin implicar en ella la propia existencia.

Jesús, fiel israelita, proclamó esa misma confesión de fe en el único Dios (Mc 12,28-29; Mt 6,24; Jn 17,3), pero revelándonos que es el Padre (Mt 11,25). La fe cristiana está íntimamente ligada a la fe de Israel; las confesiones de fe del NT hunden sus raíces en los Credos del AT.

La fe presta al hombre unos ojos nuevos. La iluminación de la fe permite a la mirada del creyente ver símbolos donde el hombre natural sólo ve fenómenos; para el creyente las cosas creadas reflejan la realidad invisible de Dios Creador y la historia se hace resplandor de su presencia salvadora.

5.- El Credo está vinculado al bautismo

Por su origen y por su uso, el Credo está estrechamente vinculado con la liturgia. Concretamente, con la celebración del bautismo. Los catecúmenos, en formas diversas, hacían la profesión de fe al recibir el bautismo. Estas fórmulas de fe bautismales tenían una estructura trinitaria, siendo fieles a las palabras del Resucitado: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19).

Por ello al bautizando se le hacían tres preguntas a las que el catecúmeno contestaba diciendo "credo" y se le sumergía en el agua, por tres veces. La triple pregunta/respuesta, se opone a la triple renuncia que le precede ("renuncio a Satanás, a su servicio, a sus obras"). La profesión de fe es, pues, la expresión de la conversión, del cambio de ser esclavo del mal a la libertad de hijo de Dios.

La confesión de fe culmina en el martirio, el testimonio supremo de la fe. El martirio "es un don concedido a pocos, sin embargo todos deben estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones, que nunca faltan a la Iglesia" (LG n1 42).

El bautismo, al unir al neófito con Cristo, le vincula igualmente con la comunidad de creyentes. El Credo, como Símbolo, es el signo de esta comunión.

6.- La fe viene de la escucha

La fe no es nunca una cavilación en la que el yo llega al convencimiento racional de una verdad. Es más bien el resultado de un diálogo, expresión de la escucha, de la recepción y de la respuesta a la palabra oída (Rm 10,17). La fe, al contrario de la idea, entra en el hombre desde fuera; desde fuera me es anunciada, me interpela, me implica y exige una respuesta. El Credo era transmitido al catecúmeno por la comunidad cristiana. La profesión de fe nace claramente desde el interior del ser de la Iglesia. Es la respuesta de la fe a la predicación aceptada.

7.- La fe se predica

Si un hombre llega a la fe mediante la predicación del Evangelio, esta fe no puede quedarse encerrada en el corazón (Jn 12,42ss), sino que se debe manifestar en una confesión pública ante Dios, ante la comunidad y ante los hombres (1Tim 6,12-14). El creyente no puede olvidar la memoria de Jesús ni callar su fe en Dios. El recuerdo agradecido en el amor se manifiesta en testimonio para el mundo, en esperanza viva de salvación para todos los hombres. "(Ay de mí si no anunciara el Evangelio!" (1Cor 9,16), grita Pablo.

No basta, pues, creer; es necesario confesar la fe. No basta la fe interior del corazón; es necesaria la confesión pública con la boca. El creyente se hace confesor de la fe: "(Creemos, por eso hablamos!" (2Cor 4,13).

Algunos cristianos intentan hoy día expresar su fe de manera nueva y en un lenguaje nuevo; es importante y está justificado. Sin embargo, no es sencillo expresar en palabras nuevas el viejo Credo, sin alterar su sentido. Pero no basta tampoco conservar simplemente las palabras, sin tener en cuenta los cambios que haya podio tener la significación de determinados conceptos. Por eso está bien crear fórmulas nuevas, pero refiriéndose siempre y volviendo al texto antiguo. De esta manera se expresa también la conexión con la fe de los cristianos de todos los siglos. Está bien claro: los cristianos de hoy no están solos en su fe: creen en comunión con toda la Iglesia, y se hayan unidos en la fe con los cristianos de todos los tiempos.

 

 

 

 

 

8.- Catequesis sobre el Credo

Hoy, para conservar la fe, es preciso una fe adulta, "cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe". En nuestro mundo secularizado, pluralista y técnico el ateísmo es una de los fenómenos más graves. El mismo Concilio Vaticano II entiende que el origen del ateísmo puede darse también por causa de los mismos creyentes, por el descuido de la formación religiosa, por la exposición inadecuada de la doctrina, o por los defectos de su vida religiosa, moral y social.

Por ello, conocer la fe que profesamos y vivir en conformidad con la fe profesada es la respuesta necesaria para una nueva evangelización de nuestro mundo. La catequesis ha sido considerada siempre por la Iglesia como una de sus tareas más importantes. Y hoy, como repite constantemente Juan Pablo II, es necesaria una "catequesis permanente" de los adultos, pues han de "ser reiniciados a una fe adulta quienes, por diversas circunstancias, fueron insuficientemente o nunca educados en la fe".

 

I. CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO

 

 

1.- Creo en Dios

En la conversación cotidiana, "yo creo" significa: "sospecho, pero no sé exactamente". "Te creo" quiere decir ya más: "Confío en ti", "acepto como verdadero lo que dices". Pero si alguien dice: "creo en ti", entonces expresa: "confío en ti de tal manera, que me va en ello toda mi vida". Esta idea se acerca ya mucho a la de creer en Dios.

Sin embargo, no es natural que las personas crean en Dios. Lo natural es que se hagan preguntas: se preguntan, sobre todo, acerca del sentido de la vida, acerca de dónde viene el mundo y a dónde va a parar. Y de este modo hay personas que se preguntan acerca de Dios, y en Dios hallan la respuesta a sus preguntas.

Es importante que nos preguntemos )qué es lo particular, lo específico y propio, cuando uno se hace cristiano y afirma: "creo"? )En qué se diferencia la fe de los cristianos de la fe de otras personas?

a) Las personas preguntan

El hombre es el ser vivo que hace preguntas. No puede menos de hacérselas, aunque a veces resulte desagradable. Con la ayuda de las ciencias se pueden resolver muchas preguntas y enigmas. Y así se ha logrado el progreso técnico y humano en nuestra sociedad. Pero hay preguntas que no encuentran respuesta definitiva en las ciencias: )Qué sentido tiene nuestra vida? )De dónde procede el mundo? Etc. Muchas personas, en tal situación, se vuelven a las religiones y presentan ante Dios sus preguntas fundamentales. Y en la fe esperan obtener respuesta

b) En todos los pueblos hay personas que buscan a Dios

En todos los pueblos, por muy diferentes que sean sus culturas, hay personas que invocan a Dios. Junto a muchas pequeñas religiones tribales, hay cinco grandes religiones (religiones universales) que cuentan con numerosos adeptos diseminados por toda la tierra: cristianismo, judaísmo, islam, hinduismo y budismo.

Estas religiones no dejan de tener relaciones entre sí. Mucho de lo que creen los judíos y los cristianos se halla también en las demás religiones. Los cristianos vemos en ello un indicio de que Dios se revela de diferente manera. Todas las religiones universales tienen un elemento común: quieren mostrar caminos para la redención y orientar la vida.

También las religiones tribales y las étnicas (religiones de pueblos determinados) dan testimonio de las preguntas y de la búsqueda de los hombres. El Concilio Vaticano II dice de ellas: "Dios no está lejos tampoco de los que, entre sombras e imágenes, buscan al Dios desconocido". Esto no niega la afirmación cristiana de que la Verdad y la Vida plenas se nos han dado en Jesucristo.

Judaísmo: Comunidad étnica y comunidad de religión; herederos del pueblo de Israel. Base: "Las Sagradas Escrituras de Israel" (el Antiguo Testamento para los cristianos). La denominación de "judío" se deriva del nombre de la tribu de Judá.

Islam: Religión fundada por Mahoma en el siglo VII. Mahoma predicó el monoteísmo, en contra de las religiones tribales de Arabia; es una religión que tiene cierta afinidad con el judaísmo y el cristianismo. Actualmente se halla difundida entre los pueblos de África, del Oriente Anterior y del Oriente Medio, y en Asia central, meridional y del sudeste; hay también grandes comunidades musulmanas en las ciudades industriales del Occidente europeo. El Corán es el libro sagrado del Islam. Es una colección de poemas parecidos a salmos, de oraciones y de preceptos. Se haya dividido en 114 suras o capítulos. Según la fe musulmana, el Corán procede directamente de Dios y fue copiado por Mahoma, el profeta de Dios.

Hinduismo: Religión que se encuentra difundida principalmente en la India y Pakistán; no fue fundada por nadie en particular, y se presenta como un conglomerado de distintas ideas religiosas. Los hindúes no están unidos por un credo religioso común, sino por pertenecer a una cultura común integrada por diferentes castas (= grupos).

Budismo: Religión nacida de las enseñanzas de Buda (= el iluminado, siglo VI a. C.); actualmente está difundido sobre todo en Sri Lanka (la antigua Ceilán), Tailandia, Vietnam y Japón. Recientemente, ideas y formas de vida del budismo encuentran adeptos en Europa y América.

c) Dios se revela

Los cristianos -y también los judíos- tenemos en la fe la certidumbre de que Dios no guarda silencio, Dios está ahí para los hombres, Dios habla, se manifiesta, se revela. La alegría de saber que esto es así es una alegría que no cesa jamás en la comunidad de los creyentes. Y cuentan de unas generaciones a otras las experiencias que los padres de la fe tuvieron en su trato con Dios.

Cuando refieren estas historias, no lo hacen para glorificar el pasado, sino para transmitir de padres a hijos cómo se ha manifestado Dios en la vida de los hombres, cómo éstos sintieron que Dios los guiaba, cómo un grupo de personas, movidas por estas experiencias, formaron una comunidad de creyentes; cómo llegaron, en la fe, a la certidumbre de que Dios se había manifestado en la historia de su pueblo.

Cuando Dios se manifiesta y se revela en la historia, entonces Dios actúa con los hombres en el acontecer de la historia humana, y habla a los hombres con palabras humanas. Las palabras humanas transmiten la palabra de Dios: palabra de Dios en palabra de hombres; así es como la fe la contempla. Dios desarrolla su historia de salvación en la historia de los hombres.

Los cristianos creemos que esta historia ha alcanzado su punto culminante en Jesucristo. El es la "Palabra" definitiva e insuperable de Dios; en él llegan los hombres a contemplar la gloria de Dios (Jn 1,14). Pero creemos también que todavía continúa la historia de Dios con los hombres; que Dios sigue haciendo historia con los hombres, y que se sigue manifestando en acontecimientos que, aparentemente, son vulgares y cotidianos. Porque creemos que Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios, los cristianos nos guiamos por ella, buscamos en ella la orientación que interprete y permita comprender nuestra propia historia.

Revelación: La Biblia cuenta de muchas maneras cómo Dios habla y actúa, se da a conocer, llama a los hombres y los conduce, y manifiesta su voluntad; y cómo los hombres tienen noticia de él, quieren y no quieren oírle, y le responden. A todo esto la Iglesia lo llama "revelación": Dios "habla" a los hombres (en la creación, por medio de sucesos y experiencias; por medio de personas con vocación divina y, sobre todo, por medio de Jesucristo). La Iglesia ha recibido el encargo de conservar, transmitir e interpretar lo que Dios ha revelado. La Iglesia enseña que la revelación ha concluido, es decir, que Dios ha revelado todo lo que es necesario para la salvación del hombre.

Biblia: (del griego "biblia"= los libros): Colección de los escritos reconocidos por las iglesias cristianas como revelados. Se denomina también Sagrada Escritura. Partes principales: el Antiguo y el Nuevo Testamento. "Testamento" es la traducción latina del término griego "alianza". El AT se compuso durante un período de más de 1.000 años; el NT se compuso durante 60 años, aproximadamente.

Como cualquier otro libro, la Biblia necesita también interpretación y comentario. Para ello existe una ciencia particular: la exégesis. Ahora bien, como la Biblia es el libro de la Iglesia y la Iglesia tiene conciencia de estar guiada por el Espíritu Santo, reclama para sí el derecho y deber de dar interpretaciones fidedignas.

d) Creo

No siempre nos paramos a pensar en qué estriba la confianza que da base y seguridad a la vida. Pero es importante tener ideas claras sobre esa confianza. Porque el que confía en algo sin fundamento, está perdido.

Cuando un cristiano dice: me confío a Dios, tengo confianza en él, entonces expresa lo que es su fe. Quien dice "(creo!", está convencido de que: (Dios está aquí! (Dios me conoce, me ama, no me olvida!

Pero, creer no es sólo una confianza indefinida en Dios, sino que la fe tiene también un contenido. El que cree, sabe lo que cree. Porque la confianza del cristiano se basa en lo que Dios ha hecho en Jesús y por medio de Jesús. Por eso la fe cristiana se puede también enunciar en proposiciones bien definidas que expresen su contenido: en el credo. Finalmente, "creo" significa que estoy dispuesto a contestar con mi vida a Dios, es decir, a orientar mi vida hacia Dios. Un creyente testifica con toda su vida qué es lo que cree, qué es lo que significa Dios para él.

El creyente vive y trabaja junto a personas que tienen en poco su fe, junto a personas que, incluso, no creen... Esto le obliga a reflexionar sobre lo que cree y por qué lo cree. Y se da cuenta íntimamente que creer es un don gratuito. Esto le ayudará a preocuparse siempre de su fe, porque la fe no se "adquiere" de una vez para siempre.

Superstición: Falsa fe; actitud que se guía por lo que es caduco y no tiene consistencia, y que no obstante espera de ello su salvación. Se atribuyen poderes mágicos a horóscopos, adivinaciones, amuletos y naipes...

Magia: Atribuir fuerzas ocultas a palabras, acciones o cosas y querer valerse de ellas para ejercer poder sobre Dios o sobre los hombres.

Dogma: Descripción del contenido de la fe; encuentra su expresión en las fórmulas en que la Iglesia confiesa su fe o en las definiciones dadas por ella con el fin de explicar con autoridad dogmas controvertidos.

e) )Creer o saber?

Se piensa a veces que la fe se opone al saber. Y entonces se restringe el saber a lo que el hombre averigua gracias al esfuerzo de su entendimiento, por la investigación... Hay que reconocer que todos los conocimientos alcanzados por la ciencia y la técnica son muy importantes para la humanidad. Pero hay que decir también que, por este camino no se obtienen respuestas a las preguntas importantes.

Creer en el sentido cristiano significa, sobre todo, dar fe a Jesucristo y a su mensaje, y dar fe a lo que los testigos de Jesús transmitieron.

En el saber que así se adquiere, no queda descartado el entendimiento. Hay razones que apoyan la fe: razones que se pueden exponer y ponderar debidamente. Pero la fe, en sí misma, es un riesgo. Sólo quien se arriesgue comprobará: (Esto concuerda!

Creer no es un sucedáneo del saber, y el saber no hace que la fe sea superflua. Constituyen dos maneras diferentes y complementarias de entender la realidad. El saber y el creer se necesitan el uno al otro. El saber sin el creer corre el riesgo de caer en el absurdo y de hacerse inhumano; el creer sin el saber se hace irracional y desmesurado.

Por eso, el creer racionalmente exige que reflexionemos sobre lo que creemos y que captemos más y más lo que la fe significa para la vida. Por eso la Teología, la ciencia acerca de la fe. Todos los cristianos deben ejercitar su entendimiento en lo que respecta a su fe. "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15). El fundamento de este saber es la confianza en Dios que se ha revelado en Jesucristo.

 

2.- Padre todopoderoso

Los hombres han reflexionado desde siempre acerca del origen del mundo. Se han imaginado un arquitecto, un "primer motor"; han hablado de una "ley suprema", de un "origen" eterno.

Pero ese Ser supremo, que constituye la razón de este orden maravilloso, )qué relación tiene con el hombre? )Es amigo o enemigo del hombre? )Se interesa por él? Para la Biblia el "Ser supremo" es para el hombre un "Tu"; es alguien que ama al hombre, alguien que puede y quiere ser amado.

Pero, )cómo puede compaginarse esto con la afirmación de la omnipotencia de Dios? )Cómo podrá un omnipotente dialogar de tú a tú con los hombres, que son tan débiles?

 

 

a) El poder de Dios y su fidelidad

"Todopoderoso" ("omnipotente") es un término difícil de entender y extraño para el hombre. A quien es consciente de sus propios límites y conoce bien su propia impotencia, no le gusta tener a su lado a alguien que pueda realizar todo lo que quiera.

El cristiano cree, sin embargo, que el poder y la grandeza de Dios no tiene límites. Ahora bien, la omnipotencia de Dios difiere mucho del poder que algunos hombres ambicionan para sí. El poder de Dios no es opresor. El poder de Dios se manifiesta cuando ayuda "con mano fuerte" a su pueblo. Pero se manifiesta también en la impotencia, cuando Dios acepta sobre sí las limitaciones del mundo y de los hombres.

La Biblia tiene un término para describir este cariño con que Dios se vuelve hacia los hombres: habla de la alianza que Dios establece con los hombres. Alianza no significa aquí pacto entre iguales, sino que el que es mayor condesciende, refrena su poder y se sitúa en el mismo plano que el que es menor: de igual a igual. Eso es la alianza.

Por consiguiente, los cristianos confesamos nuestra fe en un Dios que es origen y Padre de todo, que tiene todo el poder, pero que -con su fidelidad- emplea ese poder a favor del hombre.

Omnipotencia de Dios: La Biblia habla de la actuación poderosa de Dios, que se expresa en la historia y en la actividad divina de la creación. El poder de Dios se manifiesta en su fidelidad y en la ayuda que presta a su pueblo.

Fidelidad de Dios: Quien es fiel, cumple su promesa. En él se puede confiar. No podemos separar la fe en la fidelidad de Dios de la fe en el poder de Dios: el Dios poderoso ayuda a los suyos; éstos pueden confiar en él porque su poder no tiene nada de arbitrariedad.

Providencia: Así se llama la relación permanente que Dios mantiene con el mundo creado por él. Podemos confiarnos a Dios; él es quien fija el comienzo y el fin, incluso de los seres que son libres. Él nos cuida...

Omnisciencia: La sabiduría de Dios supera infinitamente todo lo que los hombres pueden prever o disponer de antemano con sus conocimientos limitados.

b) El Dios grande

Toda idea teológica es muy imperfecta en relación con la grandeza y la gloria de Dios.

La Biblia refiere la historia de Job, que aplastado por la desgracia, lucha con Dios y quiere obligarle a que dé contestación a su pregunta: )Por qué tengo que sufrir todo esto? Y cuando Dios se le manifiesta en medio de la tempestad, Job dice: "Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza" (Job 42,5-6). Las acusaciones de Job enmudecen ante la majestad y el misterio de Dios.

La grandeza y el misterio de Dios superan nuestra comprensión. Los creyentes tenemos la confianza de que Dios, al fin de los días, se dará a conocer tal como es, y la creación redimida aclamará a su Dios en adoración, admiración y acción de gracias.

Adoración: Se denomina "adoración" a la reverencia que a Dios solo corresponde. (A los santos se los venera).

Eternidad de Dios: Eterno significa más que lo de "no tener principio ni fin". Cuando la Iglesia quiere decirnos que Dios está por encima de todo tiempo y de toda medida del tiempo, que Dios es mayor que todo lo que está limitado por el tiempo, y que en él se halla por tanto la plenitud, nos habla de la eternidad de Dios.

Inmutabilidad de Dios: Dios permanece fiel a sí mismo y a los hombres creados por él. Dios no es inconstante ni mudable.

3.- Creador del cielo y de la tierra

Sabemos que el mundo no se creó en seis días sino que ha pasado por una larga evolución. Pero eso no nos impide confesar con fe: Dios es el Creador del universo. Él lo sustenta y lo afirma. Para los cristianos tiene particular importancia la afirmación de que el hombre es criatura de Dios y depende de él, pero es al mismo tiempo su imagen.

El Creador se da a conocer en su mundo, aunque a menudo las huellas divinas están ocultas. Dios no se muestra como algo que se pone sobre al mesa. Dios es enteramente diferente del mundo y de los hombres.

También para el creyente sigue teniendo el mundo muchos enigmas. Porque con frecuencia no triunfa el bien, sino el mal: )No es Dios quien lo crea y lo sustenta?

 

a) El mundo procede de Dios

Hoy las ciencias pueden decirnos muchas cosas sobre la aparición y la edad de la tierra, sobre el universo y sus enigmas. La Escritura nos enseña pocas cosas sobre todo esto. Lo que interesa a la fe es, desde la Biblia, preguntar y responder quién es el Dios de nuestro mundo, el Dios a quien debemos nuestra vida, el Dios para quien vivimos y hacia quien vamos.

Creemos que el mundo no ha surgido por una casualidad ciega, sino que, detrás de lo que observamos e investigamos, se halla una sabiduría y un amor, al que podemos dirigirnos llamándole "Tu". Y con ello, la fe no se pone en contradicción con las afirmaciones de las ciencias naturales. Las ciencias investigan el universo, pero sin contemplarlo como creación.

Las historias bíblicas de los orígenes (Gn 1,12) no son informes de personas que hubieran investigado los comienzos del mundo. La gente de entonces no conocía, como conocemos actualmente, los procesos de la evolución. Pero se preguntaba, exactamente igual que nosotros, por el sentido de las calamidades y el mal del mundo; buscaban sentido a su existencia; buscaban testimoniar las razones de su fe en la alianza de Yahvé con su pueblo...

Cuando un cristiano dice: "Creo en Dios Creador", está diciendo: creo que todo lo que hay en nuestro mundo -por confuso y enredado que parezca- está sustentado por la sabiduría y el amor de Dios. Dios creó de la nada el mundo y lo sustenta en sus manos; por eso, el mundo no se precipita de nuevo en la nada. Dios Creador no puso sólo el comienzo, sino que gobierna el mundo totalmente y lo conduce hacia su fin. Puedo y quiero confiar en Dios.

b) Dios es Señor sobre poderes y dominaciones

)Cómo puede creerse que Dios es Creador bueno, si el poder del mal es tan inquietantemente grande?

Algunos pueblos han respondido a esta pregunta suponiendo que hay dos dioses igualmente poderosos: un dios bueno y un Dios malo.

Israel, instruido por sus experiencias con el Dios vivo, dio la siguiente respuesta: el mal es poderoso; pero aun lo poderes malignos no son más que criaturas. Se les llamó diablo, Satanás, demonios. Las personas piadosas de Israel hallaron también explicación para la existencia de esos seres: son ángeles caídos que están en rebeldía contra Dios y perturban el orden del mundo.

A pesar de todo, la fe tiene firme confianza en que, al final de los tiempos, quedará bien patente que Dios es el único Señor (Ap 20,7-14). Hoy sigue siendo un misterio, incluso para el creyente, por qué Dios permite que el mal conserve todavía poder.

La sagrada Escritura conoce también poderes buenos; los llama ángeles. La Escritura habla en mucho lugares de cómo Dios se preocupa de los hombres: Dios envía a sus mensajeros para protegerlos (Sal 91,11).

La Biblia no habla nunca de poderes malignos sin hablar al mismo tiempo de la grandeza de Dios. El creyente sabe que tiene que sostener una lucha contra lo que le acosa por todas partes; tampoco para él resulta fácil dominar la vida. Pero el creyente pone su confianza en Dios pues sabe que no Dios no lo abandonará nunca.

Ángeles: (del griego "ángelos" = mensajero): Los mensajeros de Dios tienen en la Biblia diversas funciones: son enviados para transmitir mensajes divinos y para proteger a los hombres.

Querubines: (probablemente, del acádico karabu = orar, bendecir): Forman parte, junto con los serafines, de la corte celestial; en el arca de la alianza estaban representados como seres alados que señalaban la presencia de Dios (Heb 9,5).

Serafines: (del hebreo = arder): Así se denomina en la visión de Isaías (Is 6,1-13) a los seres celestiales que circundan el trono de Dios.

Diablo: (del griego "diábolos" = el que origina confusión, el que separa):nombre bíblico del maligno, de la criatura que se alza contra Dios y que origina el mal, del "Príncipe de este mundo" (Jn 14,30), cuyo poderío fue quebrantado por Cristo, aunque todavía se deja sentir (Heb 2,14).

Satanás: En algunos lugares de la Biblia se llama Satanás (del hebreo = "adversario") al Maligno; también se le llama Lucifer (= el lucero de la mañana caído del cielo, según Is 14,12) o Belcebú (Baal-Zebub), según 2 Re 1,2 nombre de la estatua de un ídolo.

c) El hombre como criatura de Dios

Si se compara la edad del mundo con las 24 horas de un día, entonces la edad de la humanidad comprende sólo unos pocos segundos. )Toda la formación del mundo tiene como meta al hombre?

La Biblia afirma que el hombre es la criatura predilecta de Dios, la corona de la creación. Es verdad que el hombre fue formado "de arcilla de la tierra" ("Adán" significa "hombre formado de la tierra"); pero al mismo tiempo el hombre es imagen y semejanza de Dios. Con esto la Biblia afirma que Dios quiere que el hombre participe de sus propias obras. Como imagen de Dios, el hombre ha de comportarse creadoramente (Gn 1,27).

Dios creó a los hombres, y los creó por amor, y los destinó a que respondieran a su amor y viviesen en comunión con él. Cuando un varón y una mujer engendran , en el amor, nueva vida, entonces en esa actividad creadora se manifiesta particularmente que el ser humano es imagen y semejanza de Dios. El hombre debe investigar el mundo; debe dominarlo y configurarlo de tal modo que todos los hombres puedan vivir en él una vida humana digna. Y no debe dejar que le dominen las cosas de este mundo; ni destruir el orden y la belleza de la creación. El hombre está llamado a ser el guardián y protector de la creación. Esta es su responsabilidad.

Alma: El término tiene gran amplitud de significados; bíblicamente: el "aliento de vida" que Dios sopló sobre el hombre. Hoy día, suele denominarse el alma el "yo" - el "sí-mismo". La distinción entre alma y cuerpo quiere decir que el hombre es más que sólo cuerpo, más que sólo materia. Por eso, la tradición doctrinal de la Iglesia sigue hablando firmemente de que el hombre tiene un alma inmortal, creada directamente por Dios. Sin el concepto cristiano de "alma espiritual", es difícil explicar el ser del hombre como persona. No obstante, la distinción entre alma y cuerpo no debe menoscabar la unidad/totalidad del hombre. A la esencia del hombre pertenece también su corporeidad.

4.- Jesús revela al Padre

Nuestra fe en Dios es la de un discípulo de Jesucristo. Con la fe de la Iglesia creemos en Dios tal y como se nos ha revelado en la vida, hechos y palabras de Jesucristo. Jesús, con toda su vida, con su muerte y resurrección y con el envío del Espíritu Santo, nos ha hecho próximos al Dios inefable y escondido. El nos ha hecho transparente su intimidad y nos ha hecho ver su gloria y su misericordia.

El Dios, que en la vida y en el hacer de Jesús se nos ha comunicado, es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de Moisés y de los profetas, el Dios de la Alianza.

En Jesús se nos ha revelado Dios. Sin Jesús no podemos conocer a Dios a quien no vemos. En Jesús descubrimos el rostro de Dios desfigurado por los hombres. Más que lo que nos dice, es toda su persona la que nos habla, nos revela a Dios.

Jesús nos revela a un Dios para quien el sentido profundo de la existencia, es lo esencial de la vida humana; un Dios que sabe perdonar porque ama por encima de todo, y su amor es gratuito; que no aparta de su amor a ninguno, prefiere a los pobres y busca a los pecadores; que quiere salvar a todos los hombres y llevarlos al conocimiento de la verdad; un Dios cuyo poder no se complace en la dominación y la opresión, sino en el amor y la entrega; un Dios amigo del hombre, que toma partido por el hombre...; que muestra su justicia amando a los más débiles, recuperando su dignidad...

Cuando Jesús está en oración, brilla a plena luz su convicción de ser el amado de Dios. Un amor que le hace capaz de amar a todo hombre y de luchar con todas las fuerzas por la vida de los hombres. Y así revela a un Dios que espera de sus hijos que asuman sus responsabilidades de hombres, sin exiliarse de este mundo y de esta historia.

Cuando Jesús muere en la cruz, tras un proceso injusto, hace aparecer hasta qué punto ama Dios a los hombres. El Dios de los cristianos es el Dios que se ha revelado en la cruz de Jesucristo. (Inaudito! (Escándalo y locura! No hace falta más que pensemos un momento lo que significa la cruz como patíbulo... "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo" (Jn 3,16). Dios aparece como un amor impotente -no por eso menos exigente- que se entrega.

El Dios de Jesús es el Dios desconcertante, del "fracaso" y con los fracasados. Es el que despojándose de su rango se hace esclavo, uno de tantos, criatura frágil. Es el Dios que sale de sí mismo: el Dios "enajenado" por los hombres, volcado hacia los hombres...

Es ese Dios que se hace próximo y que nos hace próximos con su infinita cercanía. Es, en definitiva, el Dios que es Padre. Padre de Jesús y Padre nuestro que nos hace a todos los hombres hermanos. Jesús nos ha asociado a su condición filial, dándonos la gracia de poder llamar a Dios "Abbá, Padre".

Jesús nos ha revelado, desde su propia condición de Hijo único, el corazón de Dios como Padre. Así nos ha abierto la esperanza para todos los hombres, especialmente para los marginados... Aquí está el centro de nuestra fe y el núcleo del mensaje evangélico. La novedad expresada con el "creo en Dios Padre" es tal que constituye un abismo sin fondo que la razón y el corazón creyente nunca terminan de sondear.

 

II. CREO EN JESUCRISTO

 

El cuerpo central de nuestra fe, de nuestro credo, es la aceptación del enviado por el Padre, Jesucristo nuestro Señor.

No se trata de saber poco o mucho de Jesucristo -que es el misterio insondable-. Se trata de asomarnos a la hondura de lo que significa decir "creo en Jesucristo".

Jesucristo es siempre una pregunta que interpela hasta lo más profundo de la persona: ")Quién es éste?", se preguntaban los discípulos y la gente al ver sus obras y escuchar sus palabras. Y es que Dios, en un hombre como nosotros, Jesús de Nazaret, ocultaba/revelaba un misterioso designio de amor.

Aquí está la gran dificultad que algunos encuentran: no son pocos los que sólo ven al hombre (Jesús = un gran hombre), o sólo ven a Dios (no se toman en serio la encarnación). Nosotros, en el Credo, afirmamos que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y afirmamos todo lo que Dios ha hecho en el Hijo y por el Hijo.

Siguiendo el Credo apostólico, nos abrimos a la realidad más elemental que está detrás de cada una de las afirmaciones que se hacen sobre Jesucristo.

 

1.- Creo en Jesucristo

a) )Quién es este hombre?

No todos los que conocen a Jesús creen en Jesucristo.

A Jesús le conoció mucha gente. Todos pudieron oír sus enseñanzas y ver sus signos. Y todos quedaban admirados porque enseñaba con autoridad y hacía cosas extraordinarias. Pero la admiración llevaba a unos y a otros a conclusiones bien distintas: para unos, Jesús era un peligro; para otros, bien pudiera ser el Mesías; algunos le llamaban "hijo de Belcebú", para otros era un profeta. Había también quien lo dejaba todo y le seguía.

)Quién es este Jesús que provoca tales comportamientos? Esta es la pregunta que se hacían sus contemporáneos al verle actuar... Y esta es la pregunta que nos seguimos haciendo hoy. Aun a pesar de los defectos de los cristianos, muchos hombres y mujeres de hoy se sienten atraídos por Jesús. Les atrae su búsqueda incansable de justicia y fraternidad, les atrae la libertad con que vivía, la exigencia del camino que proponía a sus discípulos y, al mismo tiempo, la comprensión con que acogía a los pecadores, su absoluta confianza en Dios..., les atrae su inocencia y, sin embargo, su muerte en cruz.

Para muchos, Jesús es un sueño imposible, un ideal demasiado hermoso para ser realizable... El ideal de Jesús ha inspirado a escritores y cineastas; ha impulsado movimientos juveniles; ha justificado incluso acciones violentas, ... Lo de Jesús es un misterio, y, de una manera u otra, siempre resurge la pregunta: )Quién es éste?

Algunos han creído encontrar una solución fácil: Jesús nunca existió. Para ellos, Jesús no es más que un gran mito inventado por la primera comunidad. Pero esto ya no se puede seguir afirmando hoy día.

La historia confirma con toda certeza la existencia de Jesús de Nazaret. Pero, por el camino de los documentos de la historia bien poco podemos saber de Jesús: que nació 6 ó 7 años antes de lo que se pensaba (un tal Dionisio el Exiguo se equivocó al echar las cuentas de los años en el siglo VI), y que fue ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato, según dice en sus Anales el historiador Tácito. Nada sobre su vida o su obra, fuera de que, según el mismo Tácito, dio origen a una "execrable superstición".

b) Jesús es el Cristo

Esta es la respuesta de la fe. La respuesta de quienes, por obra y gracia del Espíritu Santo, hemos tenido acceso a la Resurrección de Jesús.

Sus discípulos le habían seguido, le habían escuchado, habían visto sus obras, habían dudado, se habían escandalizado ante su muerte en cruz y se habían dispersado... Pero, (le 'vieron' vivo! Y comprendieron que Jesús, su maestro, era el Cristo, el Ungido, el Mesías de Dios.

A lo largo de la historia de Israel, otros hombres -sacerdotes, reyes, profetas- habían sido ungidos con aceite perfumado y se habían consagrado así a la misión que Dios les había confiado. Ahora los discípulos, desde la luz de la Resurrección, miran de un modo nuevo toda la vida de Jesús y descubren que Jesús había sido ungido con el Espíritu Santo. El Bautismo en el Jordán fue la señal. Jesús vivió absolutamente consagrado a la misión que el Padre le confió: anunciar a los pobres la Buena Noticia, dar la vista a los ciegos, la libertad a los presos, la vida a todos los hombres. Jesús vivió identificado con la voluntad del Padre: a esa voluntad entrega toda su vida.

Por la luz en la Resurrección, a los discípulos se les ilumina el misterio de Jesús. Lo que antes apenas era una leve sospecha, ahora es luz de mediodía: se les abrieron los ojos y ardió en su corazón aquella pasión por la libertad y la fraternidad, aquella pasión por la vida que Jesús les había ido contagiando. Y se pusieron a anunciarlo. Y no anunciaban la buena noticia de Jesús, sino a Jesús como Buena Noticia de Dios: "El mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías" (Hch 2, 36).

c) Nosotros somos cristianos

Cuando Pedro terminó su discurso la mañana de Pentecostés, preguntaron sus oyentes: ")Qué tenemos que hacer?" Y Pedro contestó: "Convertíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo" (Hch 2,38).

Somos cristianos porque, por la gracia de Dios, hemos recibido el Espíritu Santo, nos hemos convertido y confesamos que Jesús es el Cristo y que Él y sólo Él es nuestro Salvador con su Vida, Muerte y Resurrección.

Estábamos sentados al borde del camino o repasando las redes y Él nos llamó y nos mandó seguirle. Estábamos ciegos y Él hizo barro con saliva -como cuando el primer hombre-, nos untó los ojos -nos ungió- y nos mandó lavarnos: nos recreó y por Él somos hombres nuevos, la luz del mundo. Él, que es el Hijo, se hizo uno de nosotros, y quedamos emparentados con Dios: también nosotros somos hijos.

Somos cristianos y, por Jesucristo, no nos conformamos con cualquier libertad, sino con aquella que nos va haciendo hermanos -servidores- de todos los hombres y señores de todas las cosas. Reconocemos que la fuerza del amor nos viene de Jesucristo. Con Él queremos continuar la misión de solidaridad con los pobres. En Jesucristo reconocemos el único acceso a Dios Padre.

Somos cristianos porque creemos/seguimos a Jesucristo.

2.- Su único Hijo, nuestro Señor

a) El Hijo

Hoy tenemos una mejor información acerca de Jesús, su entorno histórico, su personalidad, doctrina, circunstancias de su muerte...

Pero hay algo en Jesús que no todos pueden ver: que Jesús es el Hijo único de Dios, el que anuncia y realiza el Reino de Dios en el mundo, el que llama de un nuevo modo a Dios: Abbá; y que, por tanto, es también nuestro único Señor.

Quizá, tanto repetirlo, esto nos parezca lo más natural, y se nos escape la profundidad y el sentido, lo vital de esta afirmación en la vida del creyente.

Que Jesús es el Hijo de Dios no fue evidente para sus contemporáneos, entre los que hemos de contar a sus amigos. (Ni siquiera para Jesús). Sólo después de la resurrección y la venida del Espíritu Santo llegaron a esta afirmación de fe. Pero, sus amigos algo fueron barruntando mientras conocían a Jesús y vivían con él: les llamaba poderosamente la atención la familiaridad con que Jesús hablaba de Dios y, sobre todo, hablaba con Él. Nadie se hubiera atrevido a tanto.

b) El Hijo único de Dios

Al oír anunciar a Jesús el Reino de Dios, más de uno recordaría, aunque no lo comprendiera muy bien, lo que el Salmo decía del Rey: que, ungido por Dios, recibiría en herencia las naciones: "Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy" (Sal 2,7).

La resurrección, como hemos dicho, clarificó las cosas: por su resurrección de la muerte, Jesús fue constituido Hijo de Dios con pleno poder (Cf. Rom 1,4). Fue la señal de que Jesús era desde siempre el Enviado de Dios para establecer su Reinado en el mundo. Cuando Jesús se hizo bautizar en el Jordán, ya era "el Hijo amado de Dios, el predilecto" (Mc 1,11). Y cuando el ángel anunció a María el nacimiento de Jesús, ya le llamó "Hijos de Dios" (Lc 1,35).

La fe cristiana enseguida precisa más: Jesús no es un portador del Reino de Dios y, por su función mesiánica, un "hijo de Dios". Jesús es el único Hijo, el único que ha sido investido del poder de Dios, el único realizador de su Reinado, el único camino, toda y la única verdad que Dios nos comunica, el único cauce por el que Dios nos da la vida.

No podemos pensar en Dios sin Jesucristo. No podemos llegar a Dios sin Jesucristo. Por Jesucristo, Dios tiene rostro humano. Sin Jesucristo, Dios se queda sin rostro. En Jesús Dios se nos revela. Este hombre, Jesús, aunque él mismo no sea eterno, aunque haya entrado a tomar parte de la historia en un momento determinado, participa desde siempre como Hijo en la eternidad de Dios.

Este es el "secreto" de Jesús que los discípulos habían vislumbrado, pero que sólo se les desveló con la luz de la Pascua: Jesús es el Hijo, por el cual nos ha hablado Dios, a quien Dios ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo; Jesús es el reflejo de la gloria de Dios e impronta de su ser (Hb 1,2-3); Jesús es la Palabra de la vida que existía desde el principio, que estaba con el Padre, y que se ha hecho visible y palpable (1 Jn 1,1-2).

c) Nuestro Señor

Decir que Jesús es "Señor", es lo mismo que decir que Jesús es Dios. Y decir que Jesús es "nuestro Señor" es decir que no reconocemos otro señorío sobre nosotros fuera del suyo que es el que nos salva.

)Cómo decir "Jesús es el Señor" sin ponernos a su servicio? )Cómo no recordar cada día que servirle es reinar?

3.- Nació de Santa María Virgen

a) Dios y hombre

Muy pronto incluye la Iglesia en su credo esta afirmación: "Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de Santa María, Virgen".

Pero antes que apareciera en los credos, el nacimiento virginal de Jesús estaba ya en los evangelios. Desde que el Señor, Resucitado, se dio a conocer a los discípulos, tomó cuerpo en ellos el convencimiento de que Jesús era el Hijo eterno de Dios. No mitad hombre y mitad Dios, sino Dios y hombre verdadero. Y eso lo fueron expresando de diferentes maneras.

 

 

b) Los "evangelios de la infancia"

Una de las maneras de que se sirvió la comunidad cristiana para expresar su fe en la divinidad de Jesús fueron los llamados "evangelios de la infancia" (Mt 1,1-2,23 y Lc 1,5-3,52).

Puesto que Jesús es Dios y procede de Dios, su concepción y su nacimiento son obra de Dios (Lc 1,35; Mt 1,20).

El Evangelio de Mateo ve en esto el cumplimiento de una vieja profecía: Dios da a Acaz una señal para que se fíe de Él -ocho siglos antes- (Is 7,14). Lo que no pudo imaginar Isaías es que la "salvación de Judá" terminaría siendo una "nueva creación", un nuevo comienzo para todos los hombres; tampoco pudo imaginar que el Emmanuel sería el mismo Dios hecho hombre, ni que la Virgen Madre concebiría a su hijo sin que interviniera en ello varón.

Esta es la fe de los evangelios y de las comunidades que acogen y difunden el evangelio. Jesús no sólo es un profeta, ni el mayor de los profetas, sino la misma Palabra de Dios hecha carne, la Palabra que desde el principio era Dios. En Jesús se cumple de modo inimaginable la profecía del Dios-con-nosotros; Jesús, que salvará al pueblo de sus pecados, no procede de lo que es propio de la humanidad misma, sino del Espíritu de Dios; es puro don hecho a los hombres para nuestra salvación.

c) El Antiguo Testamento

En el AT se cuenta el nacimiento de varios personajes (Isaac, Samuel, Sansón...), que habían de ser salvadores para Israel, de madres estériles. Así se significa que la salvación no le viene al pueblo de sus propias fuerzas, sino del poder de Dios que se le regala.

Cuando en la plenitud de los tiempos Dios va a salvar definitivamente a su Pueblo, el nacimiento del Salvador será también obra de la gracia de Dios en una virgen.

d) Los mitos

Estaba muy extendido el mito (Grecia y Egipto) del nacimiento milagroso de un niño salvador, engendrado por un Dios. Por eso, algunos estudiosos de la Biblia han creído reconocer en los relatos de esos nacimientos, y también en el nacimiento de Jesús, las características de relatos mitológicos.

Pero, una cosa es que los "evangelios de la infancia" recuerden los mitos griegos y egipcios, y otra que se inspiren en ellos. Se inspiran en el AT. A diferencia de los mitos, los Evangelios no dicen que Dios sea algo así como el "padre biológico" de Jesús. Si Jesús es confesado en los evangelios como Hijo de Dios, no es porque no tiene padre humano. Ratzinger escribía hace ya tiempo: "La filiación divina de Jesús no sufriría menoscabo alguno si hubiese nacido de un matrimonio normal, porque la filiación divina de la que la Iglesia habla no es un hecho biológico, sino ontológico". No es que, al nacer Jesús, nazca un Dios-hijo, sino que el que es Hijo eterno de Dios nace como hombre.

e) Nuestra fe

Confesar que Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nacido de Santa María Virgen, es creer en el poder que ha desplegado Dios para salvarnos. El nacimiento virginal de Jesús es un signo viviente de que Dios nos renueva a los hombres desde la raíz y hace nuevas todas las cosas.

María cree, acoge, alaba y da gracias: reconoce el milagro... Cuando en la Iglesia rezamos el Credo, cantamos con María la misericordia de Dios que nos lleva de generación en generación.

"El poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación".

 

 

 

 

 

 

4.- Padeció bajo el poder de Poncio Pilato

a) Bajo Poncio Pilato

)Por qué ha de aparecer el nombre del procurador romano en una formulación de fe tan escueta? Pilato recuerda a los cristianos que el Glorificado había predicado y realizado las obras de Dios en un lugar y un tiempo determinados -contra la tentación de espiritualizar y "celestizar" al Señor-.

b) Los padecimientos

El Credo no dice nada de la vida y de la obra de Jesús. Su muerte y resurrección son la clave decisiva para poder hacerse cargo de quién es Jesús y qué significa su obra. Su muerte es la "explicación" de su vida.

Toda la actuación de Jesús estuvo polarizada por el Reino y el amor al/del Padre: desde ahí podemos y debemos entender su solidaridad con los pobres y excluidos, su perdón, su crítica de la Ley, etc.

Esta forma de vivir y hablar hizo que naciera entorno a él la desconfianza, el escándalo y la hostilidad..., le fue creando adversarios entre los poderosos... Jesús se daba cuenta de cómo le juzgaban y de que podía tener un final violento. Pero no se echó atrás en su Misión. Por eso lo mataron. Y Jesús aceptó activamente: "Esto es mi cuerpo entregado por vosotros".

c) La misericordia de Dios

"Mirad al hombre", dice Pilato. Y, aunque no puede darse cuenta del alcance de lo que dice, de hecho Pilato está proclamando quién es Jesús. Y quien mira, ve efectivamente al hombre que alcanza su plenitud humana, su perfección, su colmo, entregando su vida. Quien mira puede ver al Rey que reina haciéndose el último, sirviendo hasta el extremo.

(Bendito sea Dios que nos concede ser discípulos de este hombre, beneficiarios de este Reino! Si creer en Jesús nos lleva a padecer bajo los poderes de este mundo, sabemos que Él ha vencido al mundo.

5.- Fue crucificado, muerto y sepultado

a) Los hechos y la interpretación

Algunos creyeron que el Hijo de Dios no podía haber muerto verdaderamente, como morimos los hombres. Tenía que haber sido una muerte fingida. Por eso el Credo, aunque escueto, insiste tanto en los hechos: fue crucificado, muerto y sepultado.

No se dice nada del significado de esta muerte para los discípulos. Y es que desde el principio estuvo bien claro: murió para salvarnos del pecado; en la muerte de Jesús se nos manifiesta el amor de Dios.

No fue fácil para los discípulos: ellos se creían discípulos del Mesías (tal como se entendía entonces), y se encontraron, de pronto, siendo seguidores de un delincuente ejecutado.

La muerte de Jesús no tiene sentido de satisfacción: aplacar con su muerte la ira de un Dios ofendido. Significa más bien que Dios ha tomado la iniciativa de reconciliar al hombre consigo (2 Cor 5,19).

Y ese gesto reconciliador de Dios no se reduce, por cierto, a la muerte de su Hijo. Desde siempre había estado Dios acercándose a los hombres de muchas maneras y, por fin, se acercó en su Hijo, que se hizo hombre como nosotros y vivió desviviéndose, entregando su vida por nosotros hasta el extremo de la muerte, que es el extremo del amor.

El amor de Jesús hacia nosotros que le llevó a la cruz, está alimentado por el amor con que Él se siente amado por el Padre. El sacrificio de Cristo consiste en acoger el amor del Padre y corresponderle. El sacrificio de Cristo es, pues, en primer lugar, acción de gracias.

El verdadero culto, escribe San Pablo a los Romanos (12,1-2), consiste en presentar nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios, no ajustándonos a este mundo, sino buscando lo que es voluntad de Dios, lo que le agrada.

El Concilio Vaticano II lo concreta para los laicos:

"Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso del alma y del cuerpo, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo, que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del cuerpo del Señor" (LG, 34).

Que el Espíritu Santo nos transforme en ofrenda permanente.

6.- Resucitó al tercer día

a) )Un hecho histórico?

Ningún historiador puede decirnos cómo ocurrió la resurrección de Jesús: nadie fue testigo de este acontecimiento. No se trata de un hecho histórico como los demás. La Resurrección es un misterio, y el misterio -acción de Dios en favor del hombre- siempre ocurre "de noche".

Todo lo que el historiador puede encontrar son los relatos de los primeros discípulos que ven a Jesús resucitado: son testigos... Esto es justamente lo que encontramos en los relatos del NT. Los Evangelios no nos ofrecen la crónica de los hechos (incluso los relatos se contradicen en cosas puntuales), sino el testimonio de quienes "vieron" al Resucitado. Y lo hacen de diversas maneras: sepulcro vacío, apariciones, comidas...

Tenemos que decir, no obstante, que la resurrección no es un hecho imaginado (ocurrido sólo en el deseo y la ilusión de los discípulos), sino un hecho real: deja sus huellas en la historia: sus apariciones transformaban a quienes se encontraban con Él, el sepulcro estaba vacío, etc.

b) Cosa de Dios

Los discípulos en seguida se dieron cuenta de que aquello había sido cosa de Dios. Lo expresaban, entre otras maneras, diciendo que Jesús resucitó "al tercer día, según las escrituras". No hay por qué excluir que el "tercer día" fuera cuando el Resucitado se apareció por primera vez. Pero el "tercer día" es, sobre todo, una "fecha teológica": el día de la actuación de Dios. Nos están diciendo que la Resurrección es cosa de Dios.

Ver 2 Re ,20,5; Os 6,1-2; Jonás 2,1-11.

c) La vida resucitada

Cuando decimos que Jesús resucitó, sabemos que su vida gloriosa es algo totalmente nuevo, de lo que no tenemos ninguna experiencia. Sin embargo, no resistimos la tentación de imaginárnoslo.

No se trata de una reanimación de un cadáver. Jesús ha sido transformado, vive con una vida totalmente distinta. Y, como no tienen palabras para describir lo que ellos han visto que le ha pasado a Jesús, lo dicen con una metáfora: "Ha sido resucitado de entre los muertos". (Totalmente poseído por el Espíritu de Dios que da la vida!

Ahora descubren (al recordar sus obras, su predicación, sus conflictos, su muerte) que Jesús no ha fracasado: (Dios ha estado siempre con Él y ahora le ha dado la razón! (El amor de Dios es más fuerte que la injusticia de los hombres y que la muerte!

7.- Subió a los cielos

a) La ascensión

Sólo Lucas "cuenta", en el Evangelio y en el libro de los Hechos, la Ascensión del Señor. Los demás expresan de otra forma este hecho. El Credo, al confesar la exaltación o glorificación de Jesucristo, recoge la expresión de San Lucas. "Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso".

Pero la gloria de Jesucristo no se parece a un viaje espacial. "Sentado a la derecha de Dios Padre" no significa que esté descansando como un jubilado después del trabajo de la vida.

La Resurrección es un acontecimiento tan rico en matices y significados que la fe de los discípulos nos los presenta uno a uno para mejor asimilarlos: Pascua, Ascensión, Pentecostés.

Entendieron que Dios responde a Jesús -al amor y confianza que Jesús había tenido en Dios, (hasta el extremo de entregar su vida!- levantándolo de entre los muertos y dándole una vida nueva. De esta forma confirma la obra de Jesús y desautoriza a los poderes que le condenaron. (Esto es Pascua: Muerte y Resurrección).

Entendieron que con la Resurrección Dios constituye a Jesús Señor y Mesías, Salvador. Y, recordando el Salmo 110, decían que lo había exaltado sentándolo a su derecha.

* La nube es un signo de Dios, en el que Dios revela -y esconde- su Misterio.

* Si fue una nube lo que quitó a Jesús de la vista de sus discípulos, eso significa que Jesús ha recibido la gloria propia de Dios y que se encuentra junto al Padre. (Esto es Ascensión).

Entendieron también que Jesús, glorificado, recibió del Padre el espíritu Santo que estaba prometido, y que él lo había derramado sobre los suyos (Esto es Pentecostés).

Al decir los cristianos en el Credo "subió a los cielos", estamos diciendo que Jesús, exaltado como Mesías a la derecha del Padre, está presente ahora en la Iglesia del mismo modo que estuvo presente para los discípulos durante su vida terrena. Ahora está presente Jesús en medio de sus discípulos según el modo de estar presente Dios: a través de su Espíritu, dando vida. Y esto es así porque Jesús ha alcanzado su plenitud.

b) Nuestra salvación

Con todo lo dicho, no sólo nos referimos a lo que le ocurrió a Jesús. Confesamos al mismo tiempo lo que, gracias a Jesús -por, en y con Él-, ha venido a ser nuestro destino. Porque Jesús subió al cielo como primicia de toda la humanidad. Una vez glorificado, Jesús puede ya darnos su Espíritu que nos hace capaces de abrirnos al amor de Dios, nos hace hijos confiados, nos pone en comunión con Dios = (Ese es nuestro cielo!

8.- Desde allí ha de venir a juzgar

a) El último día

)El día del juicio está lejísimos? Dejar las cosas para ese día, significa, en el lenguaje popular, no hacerlas nunca.

)El día del juicio será terrible? )Día de la ira? )Cristo Juez?

El contenido de este artículo del Credo es mucho más actual y más rico que todo esto. En él confesamos los creyentes la culminación de la obra que Jesucristo está realizando a favor nuestro, a favor de nuestra salvación. Jesucristo está ejerciendo su Reinado sobre el mundo, está conduciendo a toda la humanidad al Reino de Dios, está realizando, de un modo misterioso pero cierto, el designio salvador de Dios.

Al final del tiempo, el último día, nuestra salvación realizada por Jesucristo habrá alcanzado su plenitud.

b) Ahora: el trigo y la cizaña

Cada uno de nosotros experimentamos a diario dentro de nosotros la contradicción: queremos el bien, pero hacemos el mal. Hasta llegamos a creer que el mal es lo mejor.

Pero la última palabra no la tiene el mal, la tiene Jesucristo. Y, como Juez, pondrá las cosas en su sitio. Pero no juzgará según una ley externa, juzgará según su Evangelio, según la justicia de Dios.

Mientras, lo nuestro es la vigilancia (que es tarea, gozo y confianza; no angustia y miedo).

c) El lenguaje

El lenguaje (apocalíptico: imágenes tremendas...) puede resultarnos extraño, pero lo que se dice con ese lenguaje es que Dios ese día nos salva.

Con ese lenguaje se describe la batalla en la que el Mal es vencido. Por eso la primera comunidad cristiana suspiraba por la llegada de ese día: "Ven, Señor Jesús, no tardes". Precioso y pleno grito de esperanza.

Lo extraño es que durante muchos siglos el temor ante la venida de Cristo haya superado a la esperanza. )Anhelamos la venida de Cristo -como proclamamos en la Eucaristía-, que manifestará y llevará a su colmo la salvación que ya disfrutamos?

Cristo: Traducción griega del término hebreo Mesías; en español "el Ungido". En el AT se ungía a los reyes y sacerdotes como signo de que actuaban cumpliendo una misión especial de Dios. De un futuro profeta se dice (Is 61,1) que está ungido (no sólo con aceite) sino con el Espíritu de Yahvé (véase Lc 4,18).

Kyrios: (En griego = Señor). Invocar a Cristo como Kyrios tenía en las primeras comunidades una significación especial y los judíos que hablaban griego la escuchaban como una provocación: porque en la traducción griega del AT (la llamada "versión de los Setenta") el nombre hebreo de Dios, Yahvé, difícil de expresar en otro idioma, era traducido por Kyrios.

Segunda venida de Cristo (o también: manifestación definitiva de Cristo; en griego = parusía): La expectación de la parusía como acontecimiento inminente queda reflejada en las Cartas a los Tesalonicenses; vemos que Mc 13,32 ("El día y la hora nadie lo sabe") y Mt 25, 1-13 (parábola de las diez vírgenes) atestiguan que la primera generación cristiana tuvo que hacerse a la idea de que había que prepararse para la espera durante tiempo. La pregunta acerca del futuro despierta en la gente mucho miedo; el creyente es capaz de superar ese miedo. Está convencido: Suceda lo que suceda, al fin vendrá Él, Cristo, y consumará lo que ha comenzado.

 

 

III. CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

 

Desde muy antiguo el pueblo elegido por Dios escuchó, por boca de los profetas, el designio de Dios de derramar su Espíritu en los últimos tiempos.

La espera en la promesa incluía estas realidades:

* Renovación de los corazones de los hombres, infundiéndoles la ley de Dios.

* Unión y reconciliación de los pueblos dispersos y enfrentados.

* Vitalidad de los huesos desecados, transformación de la naturaleza en morada del hombre feliz.

En los últimos tiempos, el Espíritu Santo recrearía para siempre el hombre y el mundo.

El NT. presenta el momento de la Resurrección como el momento de la máxima efusión del Espíritu Santo.

Entrar en el misterio cristiano es descubrir un Dios que es trino: Padre, Hijo y Espíritu. Crecer en el misterio cristiano es dejarse impulsar por el Espíritu para llamar a Dios "Abba" y para recordar los hechos y las palabras de Jesús. Dar vida al misterio cristiano en las nuevas situaciones que la Iglesia atraviesa a lo largo del tiempo, sin caer en infidelidad al Señor Jesús, es dejarse poseer y conducir por la fuerza del Espíritu derramado en Pentecostés.

 

1.- Conocido por experiencia

Por desgracia, la educación cristiana recibida por muchos no ha logrado -si es que lo ha pretendido- familiarizarnos con el Espíritu Santo y con la acción -tantas veces ignorada- que en todo caso va realizando en nosotros, en la Iglesia, en el mundo.

Y, sin embargo, a todos nos preguntan en serio por nuestra fe en el Espíritu Santo cuando, en la Noche de Pascua, renovamos nuestros compromisos bautismales.

Las dificultades que muchos cristianos encuentran para la fe y la relación con el Espíritu, muchos las achacan a que el Espíritu Santo les ha sido presentado de un modo abstracto (como si fuera materia reservada para teólogos); y también se debe a que las imágenes que emplea la Biblia para referirse al Espíritu de Dios, no ayudan a descubrir una relación personal. ()Cómo relacionarse con el viento o con el fuego como una persona?).

Pero el cristiano puede y debe vivir la experiencia del Espíritu: es el Espíritu quien clama en él Abba-Padre, quien le hace sentirse hijo, quien le reconcilia, quien le hace experimentar la libertad, ...

Si no nos familiarizamos con el Espíritu Santo, si no reconocemos su acción, la última parte del Credo se nos convierte en un índice de temas: la Iglesia se nos quedará reducida a una organización folclórica, la comunión de los santos será una teoría inútil, el perdón de los pecados un objetivo inalcanzable, el compromiso cristiano una rivalidad política y la vida eterna un mito.

Necesitamos creer en el Espíritu para dejar de buscar el salvarnos del mundo y trabajar en la salvación de este mundo que es el nuestro.

2.- Abiertos al Espíritu

Los discípulos conocían lo que dicen las Escrituras sobre el Espíritu de Dios. El es, ante todo, la fuente y el origen de toda vida. Los discípulos alababan a este Espíritu vivificador cuando rezaban algunos Salmos (Sal 103,29). Sabían que el Espíritu del Señor se posaría sobre el Rey-Mesías para hacer justicia a los pobres (Is 11,3), cuya vida, por la opresión que sufren, no es vida.

Dios, que sólo quiere la vida, le había prometido a Israel un Espíritu nuevo (Ez 11,19 y 36,26), que es como decir una vida nueva, en fidelidad y comunión con Dios para siempre.

Los discípulos, como todos los israelitas piadosos, esperaban, pues, para los últimos tiempos una vida más intensa y más humana, fruto del Espíritu que Dios había prometido.

3.- Conocedores del Espíritu

Cuando, después de que Jesús fue muerto y sepultado, se les apareció vivo, comprendieron -bajo el influjo del mismo Espíritu Santo- que ya habían llegado los últimos tiempos que esperaban: el Espíritu vivificador prometido por Dios había sido efectivamente derramado sobre Jesús desde su concepción virginal, le había impulsado y sostenido en su actividad evangelizadora y le había resucitado.

Pero no sólo eso. A ellos mismos el Señor les comunica el Espíritu que les hacía revivir. Cuando el Resucitado se presenta a sus discípulos -así lo cuenta el cuarto evangelio- les da la paz, exhala su aliento sobre ellos -como cuando Dios creó al hombre- y les dice: "Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20,22). Los discípulos se ven recreados, hechos hombres nuevos, como "nacidos del Espíritu Santo": el temor se convierte en coraje y alegría, el encerramiento en envío.

La tarea a la que son enviados los discípulos consiste precisamente en colaborar en la acción vivificante de Dios, que había llegado al colmo en Jesús. El libro de los Hechos cuenta cómo, después de recibir ellos el Espíritu Santo, empezaron a predicar a Jesús como Señor y Mesías (Hch 2,47).

4.- Vivificados por el Espíritu

"Salvarse" significa vivir con la fuerza y el aliento del Espíritu de Dios, que el Resucitado envía a quienes creen en él. El grupo de los creyentes vivían como salvados. Su vida es una muestra de lo que las personas podemos dar de sí cuando nos dejamos animar por el Espíritu Santo y vivimos la vida de Dios.

El rasgo más característico de los hombres nuevos es la fraternidad. Los que viven por el Espíritu no sólo piensan y sienten lo mismo, sino que esa unidad de corazón se expresa también externamente: poseen todo en común de modo que ninguno pasa necesidad.

5.- La vida continúa

Creer en el Espíritu Santo es creer en el Espíritu que resucitó a Jesús, por supuesto. Pero no sólo es eso, que sería quedar encerrados en el pasado. Ahora sigue siendo Pentecostés. El Espíritu sigue siendo derramado sobre todo hombre. El Espíritu sigue vivificando a la Iglesia...

Por el Espíritu vivimos ya como hombres nuevos -en la medida que le dejamos actuar-, para ello debemos buscarlo, reconocerlo y cooperar con él donde él alienta...

De la fe en el Espíritu Santo depende que nos tomemos en serio el presente y nos atrevamos a abrirnos al futuro.

 

IV. CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EN LA VIDA ETERNA

 

1.- )Tiene futuro esta vida nuestra?

Por lo visto, hay gente que no se lo cree. Incluso gente que dice que es católica. Uno de cada diez "católicos practicantes" no cree en la resurrección de los muertos, y tres dudan y no saben. Lo que importa, dicen, es lo que me pasa o me puede pasar en esta vida. Como si creer en la resurrección de los muertos fuera una evasión.

Cuando nos sentimos queridos y capaces de querer a los demás, se acrecientan en nosotros las ganas de vivir. Cuando vemos que la acción solidaria de unos vecinos consigue mejorar las condiciones de vida de un barrio, aumenta nuestra fe de que la historia va adelante.

Pero a veces nos pasa todo lo contrario: ni amamos ni nos aman. Se diría que la muerte está venciendo a la vida en nosotros; nos vemos condenados a la autodestrucción.

Pues bien, afirmar la fe en la resurrección de los muertos y en la vida eterna no es sólo creer en la otra vida, significa también creer que esta vida nuestra, gracias a Dios, se impondrá sobre la muerte.

El optimismo cristiano, nuestra esperanza, tiene su fundamento en lo que hemos visto hacer a Dios. Cuando nosotros queremos de verdad a alguien, deseamos que viva para siempre. A Dios, se podría decir, le ocurre lo mismo. Dios nos quiere de verdad y desea que vivamos eternamente. Nosotros no podemos hacerlo, pero Dios sí puede y lo ha hecho: a Jesús, su hijo amado, su predilecto, lo resucitó de entre los muertos. Eso mismo hará con todo aquellos a los que, por su hijo Jesús, considera también hijos suyos queridos.

Entonces esta vida nuestra -y no la otra- y todo lo que ahora nos empuja a vivir, alcanzará su plenitud y será transfigurado. El gozo que nos hace experimentar el amor mutuo, signo del cariño de Dios, es sólo un anticipo del gozo que experimentaremos al sentirnos amados por Dios, íntimamente unidos a Él. La solidaridad con que ahora nos oponemos al egoísmo que nos mata, es sólo un avance de lo que será la unidad de todo el género humano en la vida eterna.

La resurrección de los muertos y la vida eterna es la culminación de la obra del amor de Dios en nosotros. Por amor nos ha llamado a la vida y la ha estado animando continuamente. No puede el Dios de vivos dejarse vencer en el último momento.

2.- No escapar hacia adelante

Vivimos pendientes de las promesas de Dios. Y el "conocer" desde ahora el desenlace feliz de la historia no nos resta interés por los acontecimientos presentes. Al contrario, nos lo acrecienta.

La esperanza en Dios, que ha resucitado a Jesús y también a nosotros nos dará la vida eterna, no es ninguna distracción ni un consuelo para hacernos más llevaderos los sufrimientos presentes.

Es un estímulo: nuestro trabajo a favor de la vida, nuestra acción para hacer avanzar la historia son algo serio y consistente. Son semilla de cuyo crecimiento se encarga Dios. El esfuerzo, el dolor, la cruz, se hacen indispensables. Para que haya resurrección es necesario entregar la vida. De quien confesamos la resurrección es de Cristo crucificado.

Compartiendo la muerte -la entrega- de Jesucristo, se nos dará el compartir también con Él la gloria de la resurrección.

3.- La preocupación por los detalles

Desde siempre ha querido la curiosidad imaginar cómo sería la vida de los salvados en el cielo. En realidad, sobre eso no sabemos apenas nada. Pero, )no podemos decir al mismo tiempo que "sabemos" mucho?

La expresión "compartir la gloria de la resurrección" indica, sin duda, una transformación de nuestro ser, que afecta también a nuestra corporeidad.

San Pablo dice a los Corintios, ayudándose de algunas comparaciones, que resucitaremos nosotros mismos, pero transformados -también nuestro cuerpo- (1 Cor 15,42-45). Es decir, un cuerpo totalmente animado y poseído por el Espíritu y, por tanto, incorruptible, glorioso y fuerte. Como corresponde a quienes "unidos con Jesucristo, el resucitado, serán para siempre semejantes a Él, porque verán a Dios tal y como Él es" (Catecismo "Esta es nuestra fe", p. 212).

ACTIVIDAD PARA HACER EN GRUPO

(Si se prefiere, puede hacerse individualmente)

i Después de leer detenidamente las distintas afirmaciones del credo, )Cuáles consideráis que son las más importantes? Si lo hacéis en grupos, dialogad (intentad poneros de acuerdo) y señalad por orden de importancia (de mayor a menor) las 10 afirmaciones más valoradas.

Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor;

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen;

padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado;

descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos;

subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre;

desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo; la Santa Iglesia Católica;

la comunión de los Santos; el perdón de los pecados;

la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

 

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i Pensad en las dos o tres primeras afirmaciones que habéis escrito (las que consideráis más importantes); situaros en la parroquia o comunidad cristiana en la que participáis habitualmente. )En qué acciones o momentos de la misma se tienen en cuenta o se hacen presentes dichas afirmaciones?

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i Siguiendo en el contexto anterior,

)Qué acciones os parecen que se debían quitar?

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)Cuáles añadiríais?

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