YO CREO
Pequeño Catecismo Católico
Editorial Verbo Divino

 

1. Yo creo en Dios Padre Todopoderoso
 

"Vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia [= el evangelio] a toda criatura" (Mc 16,15). "Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado" (Mt 28,19-20). Tal es el encargo que Jesús dio a sus apóstoles. El encargo que los apóstoles transmitieron también a sus seguidores: el encargo que la Iglesia ha recibido hoy. La Iglesia testifica y proclama el mensaje para que todos puedan creer y esperar, vivir y amar como Jesús nos indicó. La Iglesia conserva la santa tradición y la protege contra la falsificación y el error.

El Credo surgió en la Iglesia como compendio legítimo del mensaje transmitido por los apóstoles. Cuando a aquel que se bautiza le preguntan cuál es su fe, recita esta confesión de fe. Los cristianos de todo el mundo confiesan con las mismas palabras su pertenencia a Dios Padre, a Jesucristo, su Hijo, y al Espíritu Santo.

El Credo o confesión de fe de todos los cristianos comienza con la palabra "Yo". Porque cada persona, en la comunidad, tiene su propia historia con Dios. Nadie puede decir en lugar de otro: "Yo creo".

La persona que pronuncia su "sí" de aceptación a Dios, debe saber a qué se decide. Por eso, es importante que cada cristiano conozca el texto básico de su fe y aprenda a comprenderlo.


1.1 Yo creo

Soy una persona y nací como chico o chica. Tengo padre y madre, hermanos y parientes. Vivo en sociedad con muchas personas, en compañía de animales y plantas, de todo lo que crece en la tierra.

Las personas tienen la capacidad de ver y oír, de aprender y retener, de pensar y hacer planes. Saben construir casas, domesticar animales, curar enfermedades, transmitir la vida. Investigan el universo y son capaces de viajar a la luna, de navegar por los mares, de inventar bombas que destruyen la vida en la tierra. Son capaces de observar y hacer comparaciones.

Las personas hablan unas con otras; aprenden unas de otras. Unas se necesitan a otras. Lo difícil se hace fácil cuando hay alguien a mi lado a quien pueda decirle: cuento contigo; te llevas bien conmigo. Escucho lo que me dices; pongo en ti mi confianza. Me ayudas constantemente a levantar mi ánimo y me infundes esperanza. En ti me quiero apoyar. Me confío a ti. Creo en ti.


Un amigo fiel es apoyo seguro, el que lo encuentra, encuentra un tesoro. Eclesiástico 6,14

 

1.2 Yo creo en Dios

Las personas creen en sí mismas. Pero muchas creen por encima de sí mismas. Creen en Dios. De Él esperan respuesta a preguntas que superan todo lo que se puede saber: ¿Para qué estoy en la tierra? ¿Por qué tenemos que morir? ¿De dónde procede la diversidad de la vida? ¿Hay alguna razón suprema que dé sentido a la vida y también al sufrimiento?

En todos los tiempos y en todos los pueblos las personas claman a Dios. Le buscan para aprender de él, para comprenderse a sí mismas y comprender su mundo. Toda persona puede conocer las huellas de la acción de Dios en el variado orden de la creación. Las obras reflejan a quien las hizo.

Hay otra manera más directa de encontrar a Dios y estar seguro de su existencia. Y es que Dios no se queda mudo. Él se da a conocer; podemos encontrarle. Para ello está el testimonio de los profetas de la Primera Alianza, que fueron enviados por Dios. Un maestro de la naciente Iglesia escribe: "Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo" (Heb 1,1).

Los cristianos tienen confianza en el testimonio de la Biblia. Creemos con fe que Dios eligió el pueblo de Israel entre todos los pueblos de la Tierra para concertar con él una alianza. Por medio de este único pueblo, todos los pueblos de la tierra se enterarán de que Dios existe, y de que Él tiene un plan para los hombres. La historia de la alianza de Dios con Israel se halla en los libros del Antiguo Testamento.

En las historias bíblicas de los encuentros con Dios ' aprendemos a conocer a Dios. Nos enteramos de quién es Él y de qué es lo que Él quiere del hombre o para el hombre.

Moisés apacienta sus ovejas en el desierto. Entonces ve una zarza: está ardiendo pero no se consume por el fuego. Moisés escucha la voz que le dice: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de lsaac y el Dios de Jacob... lHe visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias!" (Éx 3,6-7).

El Dios grande y todopoderoso se ha vinculado con esas personas: sufre con ellas. Por medio de Moisés quiere llevarlas a la libertad. Moisés se estremece. No quiere aceptar el encargo. A aquel que le habla desde la zarza le pregunta su nombre. Dios dice: "Yo soy el que soy". No es un nombre corriente. Dios es el que es, el que está ahí para el hombre. ¡Dios está ahí! Y esto es verdad para todas las personas y para todos los tiempos.


Así dice el Señor, el que te creó:
No temas que yo te he rescatado,
te he llamado por tu nombre y eres mío.
Si atraviesas las aguas, yo estaré contigo;
En los ríos no te ahogarás.
Si pasas por el fuego, no arderás,
la llama no te quemará.
Porque yo soy el Señor, tu Dios; el Santo de Israel, tu salvador

Isaías 43,1-3

 

Job, un varón santo que confía su vida a Dios, llega a conocerle de otra manera distinta: la desgracia cae sobre Job. Bandas de ladrones le roban sus rebaños y matan a los pastores. Sus hijos, siete varones y tres mujeres, quedan sepultados bajo las ruinas de la casa que se derrumba. Él mismo contrae la lepra: todo su cuerpo está cubierto de llagas. Se sienta sobre un montón de cenizas y se rasca con un pedazo de teja.

¡No puede ser Dios el que tantas desgracias causa al piadoso Job! La mujer y los amigos de Job quieren convencerle de que se aparte de Dios, quien tan mal le paga el bien que él hace. Pero Job está seguro: Si aceptamos de la mano de Dios el bien que Él nos manda, entonces debemos aceptar también de su mano el mal.

Creer significa:

· Confiar en que Dios existe, y existe para todas las personas, y las conoce y las ama.
· Tener confianza en que Dios existe para mí, me conoce y me ama.
· Amar a Dios con todo mi corazón, con todas mis energías y con todas mis capacidades.
· Decir sí a Dios, escuchar su palabra, cumplir su voluntad.


En una ciudad destruida, se encontró en la pared de un refugio la confesión de fe de un perseguido:
Creo en el sol,
aunque aquí no brille,
creo en el amor,
aunque aquí yo no lo sienta.
Creo en Dios,
aunque Él guarde silencio.


El conocimiento de Dios: "Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación en la fe. Sin embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana" (Catecismo de la Iglesia Católica 35).

La Biblia, el Antiguo Testamento: Biblia significa "libro". Se entiende por ella el libro en el que están recopilados los escritos que la Iglesia reconoce como "Sagrada Escritura'. La primera parte, la más extensa, contiene los libros en los que el pueblo de Israel da testimonio de las grandes hazañas de Dios y de su propia historia. Contiene tres partes distintas: la Ley (los cinco libros de Moisés), los Libros de los Profetas y los "Escritos". Los libros del Antiguo Testamento se escribieron durante el milenio que precedió al nacimiento de Jesús. La segunda parte, de menor extensión, constituye el "Nuevo Testamento" (véase 3.4).

Alianza: La palabra significa pacto, el pacto que el gran Dios concertó con Noé, con Abrahán, y en el Monte Sinaí con todo el pueblo. La alianza es para Israel la prenda de su elección: "Yo quiero ser vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo". Los "Diez Mandamientos' son las reglas por las que se rige la alianza. Todos los años Israel celebra la fiesta de la alianza.
Puesto que el Dios fiel es quien concertó esta alianza, los hombres pueden confiar en Él. Aun en medio de las mayores calamidades, las personas piadosas no pierden la esperanza. Aguardan una nueva alianza que Dios va a conceder a su pueblo, La Iglesia proclama a Jesús como el Mesías, el Cristo, por medio del cual Dios colma esa esperanza.

 


1.3 Yo creo en Dios Padre Todopoderoso


Las personas creyentes hablan con Dios. Buscan palabras para expresar la grandeza de Dios y explicar que Él es diferente: Tú eres santo, tú eres glorioso, tú eres el Altísimo. Se postran a sus pies y le adoran.

Muchas personas piadosas de las que habla el Antiguo Testamento, creen: Si una persona mira cara a cara a Dios, necesariamente morirá. Pero el Antiguo Testamento conoce también personas que lo que anhelan con más ardor es contemplar el rostro de Dios. Son personas que sólo desean estar con Él, porque creen con fe que el hombre no es enteramente feliz sino cuando está cerca de Dios. Creen que Dios castiga el pecado; pero saben también que su amor, su misericordia, es inmensamente mayor que su ira.

Afirman: Dios no quiere humillarnos. Dios no infunde miedo en las personas.
Él las ama y quiere ser amado. Dios dice de sí mismo: "Como un hijo al que su madre consuela, así los consolaré yo a ustedes" (ls 66,13). Y "Yo pensaba: 'Me llamarás Padre mío, y no te separarás de mí"' (Jer 3,19). Una persona piadosa que conoce bien a Dios, dice de Él: "Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por quienes lo respetan" (Sal 103,13).

Forma parte del misterio de nuestra vida el que Dios parezca algunas veces que está lejos de nosotros y que nos resulta inasequible. Y el que Él nos haga sentir que nuestros pensamientos y nuestros caminos no son los suyos (1 s 5 5,8).

Algunas veces, cuando son prepotentes los poderes del mal, podría parecernos que Dios es impotente. Sin embargo, cuando nosotros los hombres estamos acabados, siguen siendo verdad las palabras que el mensajero de Dios dijo a Abrahán, cuando él -siendo un anciano de más de noventa años- dudó de que fuera a tener un hijo: "¡Para Dios no hay nada imposible!" Estas mismas palabras se las dice el ángel a María en la anunciación, a la hora de su vocación.

A los que están fatigados de tantos trabajos, Dios les sale al encuentro y los acoge en sus brazos. Dios busca a los solitarios y se sienta a su lado como una madre. Seca las lágrimas de los que han perdido ya la esperanza. Junto a Dios se tranquilizan los que tienen dudas. La sonrisa de Dios alienta a los desanimados. Nada ni nadie es capaz de resistir a Dios. Su brazo nunca es demasiado corto para ayudar. Esto es principalmente lo que queremos decir cuando afirmamos: Dios es todopoderoso. Todopoderoso para ayudar, para perdonar y para hacer el bien. La maldad es ajena a su ser.


El amor de Dios es como
una mano a la que podemos aferrarnos,
como una luz que brilla en la noche y nos indica el camino.