YO CREO
Pequeño Catecismo Católico
Editorial Verbo Divino


10. La Santa Iglesia Católica

la Iglesia de nuestros tiempos es una comunidad universal. A los que son bautizados para incorporarse a ella, la Iglesia les comunica la fe y les dice cómo podrán vivir como cristianos. Así cumple la misión que le encargó Jesucristo, su Señor.

10.1 Al principio érase el Espíritu Santo

Los cristianos preguntan: ¿Dónde, cuándo y cómo comenzó la iglesia? La respuesta nos la da la "historia de los comienzos de la Iglesia" (la "historia de la fundación"), que Lucas refiere en los Hechos de los Apóstoles.

La cosa comenzó en Jerusalén, la ciudad donde Jesús había muerto y resucitado. Los apóstoles y los discípulos de Jesús se hallaban reunidos en una casa. También estaban con ellos María, la Madre de Jesús, y otras mujeres. Aguardaban al Auxiliador, que Jesús les había prometido, y oraban juntos. Y sucedió en el quincuagésimo día: la ráfaga impetuosa del Espíritu llegó del cielo como viento huracanado, llenó la casa e inflamó los corazones. Desapareció el miedo hacia quienes habían perseguido y condenado a Jesús. Los discípulos de Jesús quedaron llenos de ardor espiritual. No podían permanecer por más tiempo en la casa. Tenían que salir y transmitir la buena noticia.

Delante de la casa se había reunido una gran multitud de personas, venidas de todas las naciones de la tierra. Sintieron el poderoso soplo del Espíritu. Contagiadas por el entusiasmo espiritual de los apóstoles, oyeron lo que éstos les atestiguaban acerca de Jesús, el Hijo de Dios. Y cada uno oía el mensaje en su propia lengua.

Las personas en las que vive el Espíritu de Jesús pueden entenderse unas a otras, aunque no hablen la misma lengua. No son extrañas entre sí, aunque pertenezcan a naciones o a razas distintas.

Entonces, en el día de Pentecostés, Pedro, el Primero de los Apóstoles, pronunció el primer discurso misionero en favor de Cristo. Sus palabras fueron tan convincentes, que llegaron al fondo del corazón de quienes las escuchaban. En aquel día, nos dice San Lucas, unos cuantos miles de personas abrazaron la fe. Recibieron el Bautismo y se convirtieron en una comunidad en Jesucristo, en hermanos y hermanas: la Iglesia de Jesucristo.

Todos se atenían a las enseñanzas de los apóstoles y celebraban juntos la Cena del Señor, la Eucaristía. Lo compartían todo unos con otros y daban a cada uno lo que necesitaba.

Decimos Pedro y nos referimos al Papa, que como sucesor suyo gobierna la Iglesia.
Decimos Pablo o Santiago y nos referimos a todos los que transmiten el Evangelio.
Decimos Juan de la Cruz o Teresa de Jesús y nos referimos a todos los que consagran su vida a Dios.
Decimos Francisco de Asís o Martín de Porres y nos referimos a todos los que comparten lo que tienen.
Decimos Vicente de Paúl o Sor Ángela de la Cruz y nos referimos a todos los que viven para atender a los demás.
Decimos Maximiliano Kolbe y nos referimos a todos los que entregan su vida por los demás.
Decimos el obispo Romero y nos referimos a todos los que son víctimas de la violencia.
Decimos "cristianos' y nos referimos a todos los que están vivificados por el ardor del Espíritu de Dios.

 

Iglesia: Así designamos a nuestros templos en los que la asamblea cristiana celebra el culto divino. Así llamamos también a la comunidad local e igualmente a la comunidad universal de los creyentes. La Iglesia está regida por el Papa, que es el sucesor del apóstol San Pedro, y por los obispos, que son los sucesores de los apóstoles. Originalmente "Iglesia' significa el conjunto de "quienes pertenecen al Señor': la comunidad de los que han sido llamados por Dios y se congregan como pueblo suyo.

Quincuagésimo día (Pentecostés): La fiesta en que la comunidad judía conmemora su alianza, la alianza que Dios concertó con su pueblo en el Monte Sinaí. Pero la Iglesia celebra este Día como su fiesta de Pentecostés, en conmemoración del descenso del Espíritu Santo sobre la comunidad primitiva de Jerusalén en la fiesta de Pentecostés, cincuenta días después de Pascua.

10.2 La Iglesia es una, santa, católica y apostólica

El Espíritu Santo no sólo obra el comienzo de la Iglesia, sino que vive en la Iglesia y se experimenta a través de ella. Por eso la Iglesia sólo puede ser "una": tiene un solo Señor, confiesa una sola fe, constituye un solo cuerpo, que vive de un solo Espíritu, orientado hacia una sola esperanza.

Está claro que en una comunidad a la que pertenecen diferentes personas, se discute e incluso existen desavenencias: unos se atienen a lo que dice un maestro; otros, a lo que dice otro (1 Cor 3,4-8). Unos piensan que es importante conservar las costumbres y usanzas judías, otros creen que eso es secundario o incluso está fuera de lugar (Hch 16,21). Algunos viven radicalmente las enseñanzas de Jesús y se separan de los otros (2 Cor 6,17). La diversidad de dones y de formas de vida es un enriquecimiento para la comunidad -más aún, para toda la Iglesia-, mientras los cristianos no olviden que no hay más que un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo y un solo Dios, que es el Padre de todos (Ef 4,5-6).

Toda la Iglesia se siente afectada cuando algunos individuos o algunos grupos disputan sobre opiniones doctrinales y normas de vida y permiten que se rompa la unión.

Es malo que algunos individuos o algunos grupos rompan la unión y se dediquen a ser "Iglesia" a su propia manera. Es malo que la Iglesia tenga que excluir de su comunidad a uno de sus maestros o a un grupo determinado a causa de sus herejías.

Por la unidad y por amor de Jesús, la Iglesia no debe cesar nunca de buscar la reconciliación y de pedir perdón por las propias culpas y por las culpas de los demás. De lo contrario, Jesús habría orado en vano: "Te pido, Padre, que todos sean uno" (Jn 17,21).

En el primer siglo después del nacimiento de Cristo ora así una comunidad:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
para librarla de todo mal
y hacerla perfecta en tu amor,
y reúnela de los cuatro vientos,
santificada,
en el reino tuyo, que tú has preparado.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Venga la gracia y pase este mundo.
¡Hosanna al Hijo de David!
El que sea santo, ¡que se acerque!
El que no lo sea, ¡que haga penitencia! Marana tha. ¡Ven, Señor Jesús! Amén.
DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES 10,5-6


La Iglesia una es santa.

Santa no por sí misma, pues únicamente Dios es el Santo. Dios ama a la Iglesia, a la comunión de hombres y mujeres que confiesan que su Hijo Jesucristo es el Señor, que transmiten la buena noticia (el evangelio) y -en la medida que les es posible- dan testimonio de ella con su manera de vivir.

Eso no siempre lo consiguen. Por eso, la Iglesia de Jesucristo es también una Iglesia de pecadores: una sociedad de personas que van por caminos extraviados, que traicionan el amor, que quebrantan la alianza. Permiten el mal y obran el mal. Son personas que necesitan perdón y misericordia, que perdonan a otros y son misericordiosos con ellos. Dios santifica a la Iglesia, a pesar de todo el carácter humano y de las deficiencias de sus dirigentes y de sus dirigidos. Por eso, la Iglesia es, y sigue siendo, para el mundo el signo visible de la santidad de Dios. Puesto que Dios es santo, la Iglesia puede resistir a los poderes del mundo. Más aún, incluso los poderes de la región de los muertos no podrán vencerla.

Oramos así:
Santo eres en verdad, Señor,
y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo.
DE LA TERCERA PLEGARIA EUCARÍSTICA

 

Santo: Dios no es como un hombre. Dios es el enteramente Otro: excelso, omnisciente, todopoderoso, omnipresente. Dios es más de lo que nosotros podemos decir, pensar e imaginarnos. A esa alteridad de Dios, al misterio de la esencia divina, nos referimos cuando afirmamos: Dios es santo. La Iglesia llama 'santos" a algunos hombres y mujeres por el testimonio que han dado de Cristo. Los santos, y más que ninguno María, son nuestros modelos y nuestros intercesores ante Dios.
"La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es 'inmaculada aunque compuesta de pecadores'. En los santos brilla su santidad: en María es ya la enteramente santa" (Catecismo de la Iglesia Católica 867).

La Iglesia una es católica.

El Dios único es Dios de todos los hombres. Está vuelto hacia ellos con amor, y -sin atie importe cuándo y dónde vivan- quiere llevarlos a la salvación, de la quey, es el centro.

La Iglesia de Jesucristo conserva la herencia de su Señor y le proclama a Él como la esperanza de todos los hombres. La Iglesia es signo y prenda del amor redentor de Dios. No sólo para los que son bautizados en la Iglesia católica romana, sino para todos los que viven reconciliados con Dios. También las personas que sirven a Dios en otras confesiones cristianas y en otras religiones e incluso las personas que no saben nada de Dios son partícipes del amor de Dios y de la esperanza que Jesucristo garantiza. Todas esas personas están ordenadas a la única Iglesia. Por eso, la Iglesia -en virtud de su misma esencia está abierta para todos: es católica.

Oh Dios, Padre de todos los hombres, tú nos pides a cada uno de nosotros que llevemos el amor allá donde hay pobres que son humillados, el gozo allá
donde la Iglesia está desalentada, y la reconciliación allá
donde hay personas que viven separadas entre sí:
el padre del hijo,
la madre de la hija,
el marido de la esposa,
el creyente de quien no es capaz de creer,
el cristiano de su hermano cristiano a quien no ama.
Te suplicamos, abre ante nosotros este camino
del amor, del gozo y de la reconciliación, para que el Cuerpo herido de Cristo, tu Iglesia, sea fermento de comunión para los pobres de la Tierra y para toda la familia humana.

MADRE TERESA Y HERMANO ROGER SCHUTZ

Católico significa: "La Iglesia anuncia la totalidad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de salvación; es enviada a todos los pueblos; se dirige a todos los hombres; abarca todos los tiempos; 'es, por su propia naturaleza, misionera"' (Ad gentes 2; Catecismo de la iglesia Católica 868). - "'La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del Bautismo, aunque no profesen la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro' (Lumen Gentium 15). 'Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el Bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica' (Unitatis redintegratio 752). Con las Iglesias ortodoxas, esta comunión es tan profunda 'que le falta muy poco para que alcance la plenitud que hace posible una celebración común de la Eucaristía del Señor' (Pablo VI, discurso de 14 de diciembre de 1975)" (Catecismo de la Iglesia Católica 838).


La Iglesia una, santa, católica es apostólica.

Desde el comienzo de su actividad pública, Jesús llama y reúne discípulos para que vayan con él, oigan lo que él dice, y vean lo que él hace. De entre el grupo de los discípulos elige doce varones para que sean sus testigos, desde el Bautismo en el Jordán hasta su resurrección. A los Doce, a los apóstoles, los envía el mismo Jesús para que vayan en su nombre a los sitios adonde él no va personalmente y proclamen la buena noticia y curen a los enfermos.

El Resucitado confirió a Pedro, como el Primero entre los apóstoles, una especial responsabilidad sobre la Iglesia. Los doce apóstoles son el fundamento de la Iglesia. Proclaman el Evangelio. Conservan las enseñanzas de Jesús y, con la asistencia del Espíritu Santo, salen en defensa de la verdad plena y no falsificada.

Los apóstoles transmiten a otros su encargo y su misión. La serie de los obispos de Roma se remonta en sucesión ininterrumpida hasta Pedro. En comunión con los obispos, que son los sucesores de los apóstoles, el Papa -como sucesor de Pedro- dirige a la Iglesia por su camino a través del tiempo.

Uno de los maestros de la Iglesia primitiva, que se preocupa por la unidad de la Iglesia, exhorta de esta manera: les ruego que se comporten como corresponde a la vocación a la que han sido llamados, con gran humildad, amabilidad y paciencia, aceptándose mutuamente con amor.
Preocúpense de conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu.
Uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como también es una la esperanza de la vocación a la que han sido llamados; un solo Señor, una fe, un bautismo; un Dios que es Padre de todos.
CARTA A LOS EFESIOS 4,1-6

 

Apóstol, apostólico: El apóstol es "el enviado" y habla con la autoridad de quien le envía. El número de doce corresponde a las doce tribus de Israel y hace ver que Jesús congrega el nuevo pueblo de Dios, el definitivo. La Iglesia es apostólica, porque sus obispos se hallan en sucesión directa de los apóstoles.

10.3 Ordenaciones y ministerios

El Resucitado envía doce hombres, sus apóstoles, a todas las naciones que se hallan sobre la faz de la tierra. ¿Tendrá éxito esta misión? Los apóstoles comienzan en Jerusalén. Predican, bautizan y celebran la Santa Cena (la Eucaristía) en conmemoración de su Señor. Aunque son perseguidos y se les impone la prohibición de hablar, ellos no se intimidan. Desde Jerusalén van por las villas y aldeas. Mediante la imposición de las manos, designan a hombres con vocación para que sean los dirigentes de las comunidades, encargan a misioneros la tarea de evangelizar y envían maestros itinerantes.

De quien más sabemos es de San Pablo, a quien el Señor resucitado llama para que sea el apóstol de los pueblos paganos. Pablo va de ciudad en ciudad, de país en país y llega finalmente -como cautivo- a Roma. En todas partes funda comunidades y nombra dirigentes de las mismas. A ellos y a las comunidades les escribe cartas. Por esas cartas nos enteramos de las cuestiones que eran importantes para las comunidades y a qué abusos había que hacer frente. Cuando surge un problema que Pablo no puede resolver por sí mismo, marcha a Jerusalén. Allí se reúnen los apóstoles. Deliberan con la confianza puesta en el Espíritu Santo y resuelven lo que ha de tener aplicación en la Iglesia de Jesucristo.

A todos aquellos a quienes se les ha confiado un ministerio, se les aplica la palabra del Señor:
Ustedes saben que quienes figuran como jefes de las naciones gobiernan tiránicamente y que sus dirigentes las oprimen. No debe ser así entre ustedes. El que quiera ser importante entre ustedes, que sea su servidor.
MARCOS 10,42-43

La Iglesia crece y el tiempo pasa. los hombres y mujeres que habían venido con Jesús a Jerusalén, van muriendo. Para que no se pierda nada de la tradición santa, ni se falsifique en su transmisión, se comienzan a poner por escrito las tradiciones acerca de Jesús. Nosotros creemos con fe que el Espíritu Santo de Dios velaba para que los que escribían los textos sagrados fueran testigos veraces y fieles.

En la Iglesia hay determinados ministerios y órdenes: el maestro primero y supremo de la Iglesia es el obispo de Roma, el Papa. Los obispos, sucesores de los apóstoles, velan en las iglesias locales por que se conserve intacta la fe. Ordenan sacerdotes para que sean los dirigentes de las diversas comunidades. Los sacerdotes son los encargados de dirigir la oración y las intercesiones, proclaman el Evangelio a sus respectivas comunidades, administran los sacramentos y celebran la Eucaristía. Prestan asistencia a quienes les han sido confiados y los acompañan en su camino hacia Dios.

"En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, a los que se les imponen las manos 'para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio' (Lumen gentium 29). - ...Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios, sobre todo de la Eucaristía, y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del Matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad" (Catecismo de la Iglesia Católica 1569-1570).

Creo en el Espíritu Santo,
que vivifica a la Iglesia de Jesucristo y nos vivifica a cada uno de nosotros y nos hace testigos.
Creo en el Espíritu Santo,
que capacita a la Iglesia y a cada uno de nosotros para perdonar al otro, para oírnos mutuamente y para amarnos.
Creo en el Espíritu Santo,
que acompaña a la Iglesia de Jesucristo y a cada uno de nosotros, y nos conduce y nos lleva a la meta.

10.4 Vida consagrada a Dios

El hombre ha sido creado para la mujer, y la mujer para el hombre. Sin embargo ha habido siempre y sigue habiendo en la Iglesia hombres y mujeres que viven voluntariamente sin casarse. Dios concedió al ser humano la Tierra para que desarrolle en ella sus capacidades; para que se asegure la subsistencia, para que goce con el éxito de su trabajo. Sin embargo, ha habido siempre y sigue habiendo en la Iglesia hombres y mujeres que viven voluntariamente pobres y sin bienes de fortuna. Dios concedió al ser humano libertad e imaginación. El placer de buscar y recorrer un camino propio en la vida. Sin embargo, ha habido siempre y sigue habiendo en la Iglesia hombres y mujeres que de manera voluntaria prometen obedecer a un superior, a una superiora. Lo hacen porque, para ellos, las palabras que Jesús dijo a los pescadores que trabajaban pescando en el lago son más importantes que todo lo demás: 'Ven, sígueme". Son hombres y mujeres que encuentran su felicidad, que se encuentran a sí mismos, sin poseer bienes de fortuna, sin tener una familia propia, obedeciendo a lo que les diga otra persona.

Muchos hombres y mujeres viven según estas reglas. Quieren estar libres y disponibles para Dios. Esto es señal de que Dios está presente en el mundo de los hombres. Esos hombres y mujeres que han recibido la vocación divina se agrupan en comunidades de vida y de servicio. En el transcurso de la historia de la Iglesia aparecieron -y siguen apareciendo todavía- tales institutos religiosos, casi siempre como reacción a una necesidad de su época. Para unos lo más importante es el culto divino y la adoración; otros viven entremezclando la oración y el trabajo. Unos se dedican a la enseñanza y proclaman el Evangelio; otros se preocupan de los pobres, de los niños a los que nadie quiere, de los enfermos, los impedidos y los moribundos. Se distingue entre institutos de vida "contemplativo" e institutos de vida "activa". En nuestro tiempo hay también institutos seculares, cuyos miembros no se reconocen por nada externo sino que viven entre las demás personas.

Las órdenes y congregaciones religiosas se denominan a menudo según el nombre de las personas que las fundaron (San Benito, San Francisco, San Vicente de Paúl). Otras se han dado un nombre que indica ya cuál es su misión especial (las Hermanas de la Caridad, los Misioneros de África [o Padres Blancos]). Cada instituto religioso sigue una "regla", que describe su finalidad particular. Es común a todos ellos la obligación de renunciar a los bienes, la vida célibe (la renuncia al matrimonio) y la vida de obediencia: son los tres preceptos que marcan una vida en seguimiento de Jesús. Se los llama "consejos evangélicos".

Vivir según los consejos evangélicos no es cosa fácil. Quien se decide por ellos necesita años de probación y ejercicio antes de comprometerse temporalmente o para toda la vida (es decir, antes de hacer votos "temporales" o .perpetuos").

Santa Teresa de Jesús dice a sus hermanas en religión:

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,

La paciencia todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.