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Las ingratitudes
e infidelidades con Dios nos causan muchos males

 

CATEQUISTA-AUDIO   - TEMA EN PPS

Texto: Gén 3,1-19

Palabra central: INFIDELIDAD Y DOLOR

 

 

1. Leer el texto y contarlo.

2. Aclaraciones

Aquel grupo de escritores del tiempo de Salomón, a quienes los técnicos llaman “yavistas”, se propusieron dar respuestas básicas a los problemas más importantes de la humanidad. Uno de ellos es el por qué del sufrimiento humano. Y en lenguaje simbólico, como siempre hacían ellos, contaron que desde sus comienzos la humanidad sufre demasiado porque no aceptamos los caminos que Dios nos ha marcado para poder ser felices: eso es el pecado.

El Paraíso es el símbolo de la felicidad que Yavé quiere para todos. Pero la maldad humana, representada por la serpiente, nos hace tomar decisiones en contra del proyecto bondadoso de Dios, simbolizado en el árbol del bien y del mal. Si la primera catequesis bíblica insistió con Abrahán en que había que fiarse de Dios, la tentación es lo contrario: no fiarse de Dios, mirándolo como a un contrincante, que nos engaña para que no lleguemos a ser felices como él.

El pecado original es el orgullo humano, que pretende ponerse en lugar de Dios. Es no creer que siguiendo las normas dadas por nuestro Creador podamos realizarnos como personas, y por eso buscar otros caminos diferentes para poder alcanzar la felicidad. Pero Dios, que es nuestro Fabricante, sabe cómo debemos comportarnos para funcionar bien. Cambiar las normas de fabricación lleva a un mal funcionamiento o a la autodestrucción. Él puso en nuestra conciencia, para nuestro bien, “el árbol del bien y del mal”, que no podemos destruir sin destruirnos a nosotros mismos. Es triste y amargo abandonar el proyecto de Dios...

Hay sufrimientos que son propios de la fragilidad humano, como la vejez, por ejemplo; pero otros muchos pueden y deben evitarse, porque son efecto de nuestros malos comportamientos, como ciertas enfermedades curables, analfabetismos, opresiones, hambres, infidelidades, malos tratos... Todo ello es consecuencia del orgullo que reta y quiere sustituir a Dios. 

Directamente a Dios no le podemos ofender, pero nuestros pecados le ofenden precisamente porque nos hacemos daño a nosotros mismos o a nuestros semejantes, todos obra querida de sus manos.  A Dios le duele y le ofende todo lo que ofenda a la humanidad, todo lo que nos impida crecer como personas, todo lo que ensucia o degrada a cualquier ser humano. Y le ofende porque es nuestro Creador y nos quiere, igual que a una madre le ofenden los maltratos contra sus hijos, aunque no le toquen directamente a ella...

La expulsión del paraíso nos la provocamos nosotros mismos cuando comemos frutas que nos envenenan y nos matan. Por eso hay que hacer caso a Dios, que sabe lo que nos conviene...

3. Dialogar sobre el texto

a)     ¿Qué faltas pensamos que ofenden más a Dios? ¿Por qué?

b)     ¿Por qué Dios respeta tanto nuestra libertad? ¿Podría él obligarnos a ser buenos?

c)     ¿A quién hacen daño nuestros pecados? ¿Por qué, entonces, ofenden a Dios?

d)     ¿Cuáles son, según Jeremías 2,12-13.17.19 las consecuencias del pecado?

e)     Resumir entre todos qué entendemos ahora por pecado.

4. Oraciones de sinceridad: Repetir a coro.

·         Vemos lo triste y amargo que es apartarnos de Dios.

·         Reconocemos que son nuestras mismas faltas las que nos castigan.

·         Nos apartamos de ti, que eres manantial de aguas vivas, y nos hacemos aljibes secos y agrietados…

·         Una parte de nosotros está inclinada al mal y necesitamos, por ello, de tu ayuda, Señor, para no caer.

·         Gracias porque siempre estás dispuesto a perdonarnos, con tal de que nos acerquemos a ti reconociendo nuestros pecados.

·         Bendito seas por habernos enviado a Jesús, en quien encontramos de cerca tu misericordia.

5. Despedida. Se podría realizar algún canto de perdón.