III

LA FORMACIÓN PARA EL ECUMENISMO EN LA IGLESIA CATÓLICA

Necesidad y finalidad de la formación ecuménica

[55] "La preocupación por realizar la unión concierne a toda la Iglesia, a los fieles igual que a los pastores, y afecta a cada uno según sus posibilidades, tanto en la vida diaria como en la investigación teológica e histórica"[1]. Teniendo en cuenta la naturaleza de la Iglesia católica, los católicos hallarán en su fidelidad a las indicaciones del Concilio Vaticano II los medios para contribuir a la formación ecuménica de cada uno de sus miembros y a la vez de toda la comunidad a la que pertenecen. La unidad de todos en Cristo será así el resultado de un crecimiento común y de una común maduración, pues la llamada de Dios a la conversión interior[2] y a la renovación[3] en la Iglesia, tan importantes para la búsqueda de la unidad, no excluyen a nadie.

Por este motivo todos los fieles están llamados a comprometerse en promover una comunión creciente con los otros cristianos. Pero los miembros del Pueblo de Dios comprometidos en la formación ‑como los superiores y el personal docente de institutos superiores y de institutos especializados ­pueden aportar una contribución especial. Los que realizan un trabajo pastoral, en particular los sacerdotes que trabajan en parroquias y otros ministros ordenados, tienen un papel que jugar en esta materia. Cada Obispo, los Sínodos de las Iglesias orientales católicas y las Conferencias episcopales son los responsables de dar las directrices generales sobre la formación ecuménica.

Adaptación de la formación a las situaciones concretas de las personas

[56] El ecumenismo exige renovación de actitudes y flexibilidad en los métodos para buscarla unidad. Hay que tener también en cuenta la variedad de las personas, de las funciones y de las situaciones, e incluso la especificidad de las Iglesias particulares y de las comunidades comprometidas con ellas en la búsqueda de la unidad. Por eso, la formación ecuménica pide una pedagogía adaptada a las situaciones concretas de la vida de las personas y de los grupos, respetando la exigencia de progresividad en un esfuerzo de continua renovación y cambio de actitud.

[57] Todos cuantos se ocupan de la pastoral y no sólo los docentes se formarán así progresivamente, según las principales orientaciones siguientes:

a) Desde el comienzo se precisan el conocimiento de la Escritura y la formación doctrinal, unidas al conocimiento de la historia y de la situación ecuménica del país en que se vive.

b) El conocimiento de la historia de las divisiones y de los esfuerzos de reconciliación, así como de las posiciones doctrinales de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales permite analizar los problemas en su contexto sociocultural y discernir en las expresiones de la fe lo que es diversidad legítima y lo que es divergencia incompatible con la fe católica.

c) Este modo de ver tendrá en cuenta los resultados y aclaraciones procedentes de los diálogos teológicos y de los estudios científicos. Es incluso deseable que los cristianos escriban juntos la historia de sus divisiones y de sus esfuerzos por buscar la unidad.

d) Así podrá evitarse el peligro de interpretaciones subjetivas, tanto en la presentación de la fe católica como en la forma en que la Iglesia católica entiende la fe y la vida de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales.

e) A medida que progresa, la formación ecuménica hace ver como inseparables la preocupación por la unidad de la Iglesia católica y la de la comunión con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales.

f) La preocupación por esta unidad y esta comunión implica que los católicos tengan empeño en profundizar a la vez en la relación con los cristianos orientales y con los procedentes de la Reforma.

g) El método de enseñanza-que tiene en cuenta la necesidad de progresividad- permite distinguir y distribuir gradualmente la materia y los respectivos contenidos según las diversas fases de la formación doctrinal y de la experiencia ecuménica.

Así todos los que se ocupan de la pastoral serán fieles a la Tradición santa y viviente, que es fuente de iniciativa en la Iglesia. Sabrán evaluar y acoger la verdad, dondequiera que se halle: "Toda verdad, venga de donde venga, es del Espíritu Santo”[4].  

A. FORMACION DE TODOS LOS FIELES

[58] La preocupación por la unidad está en el corazón de la concepción de la Iglesia. La formación ecuménica trata de que todos los cristianos estén animados por el espíritu ecuménico, sean las que fueren su misión y su función particulares en el mundo y en la sociedad. En la vida del fiel, lleno del Espíritu de Cristo, tiene importancia primordial el don implorado por Cristo antes de su Pasión, es decir, "la gracia de la unidad". Esta unidad es, en primer lugar, unidad con Cristo en un único movimiento de caridad hacia el Padre y hacia el prójimo. En segundo término, es la comunión profunda y activa del fiel con la Iglesia universal en la Iglesia particular a la que pertenece[5]. En tercer lugar, es la plenitud de la unidad visible buscada con todos los cristianos de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales.

Medios de formación

[59] Escucha y estudio de la Palabra de Dios. La Iglesia católica ha considerado siempre las Sagradas Escrituras, junto con la Tradición, "como la regla suprema de su propia fe"; ellas son para sus hijos "el alimento del alma, la fuente pura y permanente de su vida espiritual"[6]. Nuestros hermanos y hermanas de otras Iglesias y Comunidades eclesiales tienen una reverencia y amor profundo por las Sagradas Escrituras. Esto les lleva al estudio constante y diligente de los libros sagrados[7]. Así, siendo una y la misma para todos los cristianos, la Palabra de Dios consolidará progresivamente el camino de la unidad en la medida en que nos acerquemos a ella con atención religiosa y estudio amoroso.

[60] La predicación. Hay que prestar un particular cuidado a la predicación, tanto durante el culto propiamente litúrgico como fuera de él. Como afirma Pablo VI, "como evangelizadores que somos, debemos ofrecer a los fieles de Cristo la imagen no de hombres divididos y separados por litigios nada edificantes, sino de personas maduras en la fe, capaces de encontrarse juntos por encima de tensiones concretas, gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad"[8]. Las diferentes partes del año litúrgico ofrecen ocasiones favorables para desarrollar los temas de la unidad cristiana, impulsar al estudio, a la reflexión y a la oración.

La predicación debe preocuparse de revelar el misterio de la unidad de la Iglesia y, en cuanto sea posible, de promover la unidad de los cristianos de forma visible. En la predicación debe evitarse todo uso impropio de la Sagrada Escritura.

[6I] La catequesis. La catequesis no consiste únicamente en enseñar la doctrina, sino en iniciar a la vida cristiana completa, con plena participación en los sacramentos de la Iglesia. Pero esta enseñanza puede también ayudar a formar en un auténtico comportamiento ecuménico, como se indica en la Exhortación apostólica de Juan Pablo II Catechesi Tradendae (in. 32‑33), siguiendo estas líneas directrices:

a) En primer lugar la catequesis debe exponer con claridad, con caridad y con la firmeza requerida toda la doctrina de la Iglesia católica, respetando especialmente el orden y la jerarquía de las verdades[9] y evitando las expresiones o formas de exponer la doctrina que obstaculizarían el diálogo.

b) Al hablar de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales es importante presentar correcta y lealmente su enseñanza. Entre los elementos por los que se construye y vivifica la misma Iglesia, varios, e incluso muchos y de gran valor, pueden existir fuera de los límites visibles de la Iglesia católica[10]; el Espíritu de Cristo no rehúsa, por tanto, servirse de estas comunidades como medios de salvación. El hacer esto pone de relieve las verdades de fe poseídas en común por las diferentes confesiones cristianas. Esto ayudará a los católicos, por una parte a profundizar en su fe, y por otra a conocer y estimar más a los otros cristianos, facilitando así la búsqueda en común del camino de la plena unidad en la verdad completa[11].

c) La catequesis tendrá una dimensión ecuménica si suscita y alimenta un verdadero deseo de unidad, y aún más, si provoca esfuerzos sinceros, incluidos los esfuerzos de humildad para purificarse, a fin de quitar los obstáculos existentes a lo largo del camino, no mediante fáciles omisiones y concesiones en el plano doctrinal, sino orientándose a la unidad perfecta, como la quiere el Señor y por los medios que El quiere[12].

d) Además, la catequesis debe tener esta misma dimensión ecuménica si se dedica a preparar a los niños y a los jóvenes, así como a los adultos, para vivir en contacto con otros cristianos, formándose como católicos y al mismo tiempo respetando la fe de los otros[13].

e) Esto se puede hacer discerniendo las posibilidades ofrecidas por la distinción entre las verdades de fe y sus modos de expresión[14]; por el esfuerzo mutuo de conocimiento y estima de los valores presentes en las tradiciones teológicas respectivas; por el hecho de mostrar con claridad que el diálogo ha creado nuevas relaciones, las cuales, si se entienden bien, pueden llevar a la colaboración y a la paz[15].

f) Estas referencias a la Exhortación apostólica Catechesi Tradendae deben incluirse en la elaboración de los nuevos catecismos que se preparan en las Iglesias locales bajo la autoridad de los Obispos.

[62] La liturgia. Como "fuente primera e indispensable en la que los fieles deben beber un espíritu verdaderamente cristiano"[16], la liturgia aporta una contribución importante a la unidad de todos los que creen en Cristo; es una celebración y un factor de unidad; cuando se la entiende bien y todos participan plenamente, "contribuye en el más alto grado a que los fieles expresen y manifiesten a los demás, mediante su vida, el misterio de Cristo y la auténtica naturaleza de la verdadera Iglesia"[17].

a) Dado que la sagrada eucaristía es el sacramento admirable "por el que se expresa y realiza la unidad de la Iglesia"[18], es muy importante velar para que se celebre bien, para que los fieles que en ella participan, "ofreciendo la víctima inmaculada, no sólo por manos del sacerdote sino también junto con él, aprendan a ofrecerse ellos mismos y, por mediación de Cristo, sean consumados día a día en la unidad con Dios y entre ellos, para que finalmente Dios sea todo en todos"[19].

b) Bueno sería mantener la fidelidad a la oración por la unidad de los cristianos según las indicaciones dadas en el presente Directorio, ya en los momentos en que la liturgia lo propone -como por ejemplo en celebraciones de la Palabra o en las celebraciones orientales llamadas "Litia" y "Moleben"-, o bien especialmente durante la Misa -en la oración universal-, o durante las letanías llamadas "Ectenia", o incluso mediante la celebración de la Misa votiva por la Unidad de la Iglesia, con ayuda de subsidios apropiados.

Además es muy formativo ampliar las oraciones por la unidad a ciertas ocasiones, como la de la semana de oración por la unidad (18-25 de enero), o la de la semana de la Ascensión a Pentecostés, para que el Espíritu Santo se digne confirmar a la Iglesia en su unidad y en la apostolicidad de su misión universal de salvación.

[63] La vida espiritual. En el movimiento ecuménico es preciso dar la prioridad ala conversión del corazón, ala vida espiritual y a su renovación. "Esta conversión del corazón y esta santidad de vida, unidas a las oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos, deben ser estimadas como el alma de todo el movimiento ecuménico y pueden con todo derecho llamarse ecumenismo espiritual"[20]. Así, en la medida en que vive una vida espiritual auténtica que tiene como centro al mismo Cristo Salvador, y como fin la gloria de Dios Padre, cada cristiano puede participar en profundidad en el movimiento ecuménico siempre y en todo lugar, dando por su vida testimonio del Evangelio de Cristo[21].

a) Los católicos valorarán también ciertos elementos y bienes, fuentes de vida espiritual, que se encuentran en las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, y que pertenecen a la única Iglesia de Cristo: Sagrada Escritura, sacramentos y otras acciones sagradas, fe, esperanza, caridad, y otros dones del Espíritu[22]. Estos bienes han fructificado, por ejemplo, en la tradición mística del Oriente cristiano y los tesoros espirituales de la vida monástica, en el culto y la piedad de los anglicanos, en la oración evangélica y las diversas formas de espiritualidad de los protestantes.

b) Esta estima no debe ser puramente teórica; cuando las condiciones particulares lo permitan, deberá completarse con el conocimiento práctico de las otras tradiciones de espiritualidad. En consecuencia, el compartir la oración y una cierta forma de participación en el culto público o en las formas de devoción de los otros cristianos, de acuerdo con las normas existentes, pueden tener un valor formativo[23].

[64] Otras iniciativas. La colaboración en iniciativas caritativas y sociales, -como en las escuelas, hospitales, prisiones, etc.- tiene probado valor formativo, igual que el trabajo por la paz en el mundo o en regiones particulares de la tierra donde se encuentra amenazada, por los derechos del hombre y por la libertad religiosas[24].

Estas actuaciones, bien dirigidas, pueden mostrar la eficacia de la aplicación social del Evangelio y la fuerza práctica de la sensibilidad ecuménica en diversos ámbitos. Una reflexión periódica sobre los fundamentos cristianos de tales actuaciones, para verificar su calidad, su fecundidad, y para corregir sus defectos, será igualmente educativa y constructiva.

Ambientes apropiados para la formación

[65] Son los lugares donde paso a paso se desarrollan la madurez humana y cristiana, el sentido de la sociabilidad y la comunión. Para esto tienen una importancia particular la familia, la parroquia, la escuela, los grupos, las asociaciones y movimientos eclesiales.

[66] La familia, llamada "Iglesia doméstica" por el Concilio Vaticano II[25], es el primer lugar en que a diario se construye o debilita la unidad por el encuentro de personas, diferentes en muchos aspectos, pero que se aceptan en una comunión de amor; ahí se ha de vigilar también para no mantener prejuicios, sino al contrario buscar en todo la verdad.

a) La conciencia de su identidad y de su misión cristianas dispone a la familia a ser también una comunidad para los demás, abierta no sólo

para con la Iglesia sino también para con la sociedad humana, dispuesta al diálogo y al compromiso social. Como la Iglesia, debe ser el ambiente en que se transmite y del que irradia el Evangelio; en efecto, la Constitución conciliar Lumen Gentium afirma que en la Iglesia doméstica "los padres deben ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe, con su palabra y con su ejemplo" (n° 11).

b) Las familias formadas por matrimonios mixtos deben esforzarse en proclamar a Cristo según todas las exigencias del bautismo que tienen en común; tienen además el delicado deber de ser ellas mismas artífices de unidad[26]. "El bautismo común y el dinamismo de la gracia proporcionan a los esposos en estos matrimonios el fundamento y motivación que les llevan a expresar su unidad en la esfera de los valores morales y espirituales"[27].

[67] La parroquia, como unidad eclesial reunida en torno a la Eucaris­tía, debe ser y proclamarse el lugar del auténtico testimonio ecuménico. Uno de los grandes deberes de la parroquia es, en consecuencia, el de educara sus miembros en el espíritu ecuménico. Esto exige una cuidadosa atención a los contenidos y a las formas de predicación, sobre todo de la homilía, y también de la catequesis. Exige además un programa pastoral, lo que supone que haya alguien encargado de la animación y de la coordinación ecuménica, que trabaje en estrecha colaboración con el párroco; éste pudiera también encargarse de los diversos modos de colabo­ración con las parroquias correspondientes de los otros cristianos. Esto exige finalmente que la parroquia no esté desgarrada por polémicas inter­nas, por polarizaciones ideológicas o por acusaciones recíprocas entre cristianos, sino que cada cual, según su espíritu y su vocación propia, se haga el servidor de la verdad en el amor[28].

[68] La escuela, de cualquier orden o nivel, debe dar una dimensión ecuménica a su enseñanza religiosa, y tender según su forma propia, a la formación del corazón y de la inteligencia en los valores humanos y religiosos, educando para el dialogo, para la paz y las relaciones interpersonales[29].

a) El espíritu de caridad, de respeto y de diálogo exigen la eliminación de los prejuicios y de las palabras que deforman la imagen de los otros hermanos cristianos. Esto vale sobre todo para las escuelas católicas, donde los jóvenes deben crecer en la fe, en la oración y en la resolución de poner en práctica el Evangelio cristiano de la unidad. Habrá que cuidar de enseñarles el ecumenismo auténtico, según la doctrina de la Iglesia católica.

b) Cuando sea posible, en colaboración con otros docentes, no se deje de tratar las diversas disciplinas, como por ejemplo la historia y el arte, de un modo que destaque los problemas ecuménicos en un espíritu de diálogo y de unidad. A tal fin, es de desear también que los profesores sean correcta y adecuadamente informados sobre los orígenes, historia y doctrinas de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, sobre todo de las que están en el mismo territorio.

[69] Los grupos, asociaciones y movimientos eclesiales. La vida cristiana, y de modo especial la vida de las Iglesias particulares, se ha ido enriqueciendo a lo largo de la historia con una variedad de expresiones, proyectos, espiritualidades, según los carismas dados por el Espíritu para la edificación de la Iglesia, manifestándose una neta distinción de tareas al servicio de la comunidad.

Los que se encuentran en tales grupos, movimientos y asociaciones, deben estar penetrados por un sólido espíritu ecuménico. Para vivir su compromiso bautismal en el mundo[30], buscando, sea la unidad católica por el diálogo y la comunión entre los diversos movimientos y asociaciones, o bien una comunión más amplia con otras Iglesias y Comunidades eclesiales y con los movimientos y grupos que en ellas se inspiran, es preciso que estos esfuerzos se realicen basándose en una sólida formación y a la luz de la sabiduría y de la prudencia cristianas.

B. FORMACION DE LOS QUE TRABAJAN

EN EL MINISTERIO PASTORAL

1. MINISTROS ORDENADOS

[70] Entre los principales deberes de todo futuro ministro ordenado está el de formarse una personalidad que, en lo posible, pueda servir a su misión de ayudar a los demás a encontrar a Cristo. En esta perspectiva, el candidato al ministerio debe cultivar plenamente las cualidades humanas que hacen a una persona aceptable y creíble para los demás, vigilando su propio lenguaje y sus propias capacidades de diálogo, para adquirir una actitud auténticamente ecuménica. Lo que es esencial para quien tiene función de maestro y de pastor en la Iglesia particular, como el Obispo, o que puede tener cargo de almas como sacerdote, no es de menor importancia para el diácono, y de modo especial para los diáconos permanentes, llamados al servicio de la comunidad de fieles.

[71 ] Cuando un ministro toma iniciativas u organiza encuentros, tiene que actuar con lucidez y fidelidad a 1a Iglesia, respetando las diversas competencias y siguiendo las disposiciones que los pastores de la Iglesia, en virtud de su mandato, establecen para el movimiento ecuménico de la Iglesia universal y para cada Iglesia particular, a fin de colaborar en la construcción de la unidad de los cristianos sin prejuicios y sin iniciativas desafortunadas.

a) La formación doctrinal

[72] Las conferencias episcopales se asegurarán de que los planes de estudios den la dimensión ecuménica de cada materia y prevean un estudio específico del ecumenismo. Verificarán que estos planes de estudio sean conformes a las indicaciones de este Directorio.

a-1) La dimensión ecuménica de las diversas materias

[73] La acción ecuménica "no puede ser sino plena y sinceramente católica, es decir, fiel a la verdad recibida de los Apóstoles y de los Padres, y conforme a la fe que la Iglesia católica ha profesado siempre”[31].

[74] Los estudiantes deben aprender a distinguir entre las verdades reveladas, las cuales exigen todas el mismo asentimiento de fe, el modo de enunciarlas, y las doctrinas teológicas[32]. En lo concerniente a la formulación de las verdades reveladas, se tendrá en cuenta lo que dice, entre otros, la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe Mysterium Ecclesiae, 5: "Las verdades que la Iglesia pretende enseñar realmente por sus fórmulas dogmáticas son sin duda distintas de las concepciones cambiantes propias de una determinada época; pero no se excluye que hayan sido eventualmente formuladas, incluso por el Magisterio, en términos que llevan huellas de esas concepciones. Teniendo en cuenta estas consideraciones, hay que decir que las fórmulas dogmáticas del Magisterio han sido aptas desde el comienzo para comunicar la verdad revelada y que, permaneciendo sin cambios, la comunicarán siempre a quienes las interpreten bien"[33]. Aprendan, pues, los estudiantes a hacer la distinción entre "el depósito mismo de la fe, o las verdades contenidas en nuestra venerable doctrina”[34], y el modo en que están formuladas estas verdades; entre las verdades a enunciar y los variados modos de percibirlas y ponerlas a la luz; entre la tradición apostólica y las tradiciones estrictamente eclesiásticas; y aprendan al mismo tiempo a reconocer y respetar el valor permanente de las fórmulas dogmáticas. Los estudiantes deben estar preparados desde el tiempo de su formación filosófica para distinguir la legítima diversidad en teología que proviene de los diferentes métodos y los diversos lenguajes que emplean los teólogos para penetrar los misterios divinos. Podrá verse, en efecto, cómo las diferentes formulaciones teológicas son más complementarias que contradictorias.

[75] Además es preciso que se respete siempre la "jerarquía de las verdades" de la doctrina católica, verdades que, aun exigiendo todas el debido asentimiento de fe, no tienen sin embargo todas el mismo lugar céntrico en el misterio revelado en Jesucristo, porque están ligadas de modo diverso a lo que es el fundamento de la fe cristiana[35].

a-2) Dimensión ecuménica de las disciplinas teológicas en general

[76] La apertura ecuménica es una dimensión constitutiva de la formación de los futuros sacerdotes y diáconos: "La teología y las demás disciplinas, sobre todo la historia, deben enseñarse también con sentido ecuménico para responder mejor a la realidad"[36]. La dimensión ecuménica de la formación teológica no debe limitarse a las diferentes categorías de enseñanza. Puesto que hablamos de enseñanza interdisciplinar -y no solamente "pluridisciplinar"­ tendrá que implicar la cooperación entre los profesores afectados y una coordinación recíproca. Para todas las materias, incluso las fundamentales, se podrá subrayar oportunamente los siguientes aspectos:

a) los elementos del patrimonio cristiano en el plano de la verdad y de la santidad que son comunes a todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, aunque se enuncien a veces con una formulación teológica distinta;

    b) las riquezas de liturgia, de espiritualidad y de doctrina propias de cada comunión, pero que pueden ayudar a los cristianos a obtener un conocimiento más profundo de la naturaleza de la Iglesia;

c) los puntos que son causa de desacuerdo en materia de fe y de moral, pero que pueden animar a investigaciones más profundas de la Palabra de Dios y llevar a distinguir entre las contradicciones reales y las contradicciones aparentes.

a-3) Dimensión ecuménica de las disciplinas teológicas en particular

[77] En cada disciplina teológica, el acercamiento ecuménico debe llevarnos a considerar la vinculación existente entre la materia particular y el misterio de la unidad de la Iglesia. Además el profesor debe inculcar a sus alumnos la fidelidad a toda la Tradición auténticamente cristiana en materia de teología, de espiritualidad y de disciplina eclesiástica. Cuando los estudiantes comparen su propio patrimonio con las riquezas de las tradiciones cristianas de Oriente y de Occidente, según su expresión antigua y moderna, tendrán una más viva conciencia de esta plenitud[37].

[78] Este estudio comparativo es importante en todas las materias: para el estudio de la Escritura, fuente común de la fe de todos los cristianos; para el estudio de la tradición apostólica que se halla en los Padres de la Iglesia y en los demás escritores eclesiásticos de Oriente y de Occidente; para la liturgia, donde se comparan científicamente las diversas formas del culto divino y su importancia doctrinal y espiritual; para la teología dogmática y moral, especialmente en lo relativo a los problemas surgidos del diálogo ecuménico; para la historia de la Iglesia, en la que se debiera hacer una cuidadosa investigación sobre la unidad de la Iglesia y sobre las causas de la separación; para el derecho canónico, donde se ha de distinguir bien entre los elementos de derecho divino y los que son de derecho eclesiástico, que pueden someterse a cambios según los tiempos, las formas de cultura o las tradiciones locales; y, finalmente, para la formación pastoral y misionera y para los estudios sociológicos, en los que hay que estar atentos a la situación común a todos los cristianos al afrontar el mundo moderno. Así se expresará de modo mejor y de forma más completa la plenitud de la revelación divina, y cumpliremos mejor la misión que Cristo confió a su Iglesia para el mundo.

a-4) Curso especial de ecumenismo

[79] Aunque la dimensión ecuménica deba penetrar toda la formación teológica, es de suma importancia que se dé un curso de ecumenismo en el marco del primer ciclo, en el momento más oportuno. Este curso debería ser incluso obligatorio. En términos generales, puede tener el siguiente contenido:

a) las nociones de catolicidad, de unidad orgánica y visible de la Iglesia, de "oikoumene", de ecumenismo, según su origen histórico y su significado actual desde el punto de vista católico;

b) los fundamentos doctrinales de la actividad ecuménica, prestando especial atención a los vínculos de comunión actualmente existentes entre las Iglesias y las Comunidades eclesiales[38].

c) la historia del ecumenismo, que comprende la de las divisiones y de las numerosas tentativas emprendidas durante siglos para restablecer la unidad, y de sus éxitos y fracasos; igualmente el estado actual de la búsqueda de la unidad;

d) el objetivo y el método del ecumenismo, de las diversas formas de unión y de colaboración, la esperanza de restablecer la unidad, las condiciones de la unidad, el concepto de plena y perfecta unidad;

e) el aspecto "institucional" y la vida actual de las diferentes comunidades cristianas; tendencias doctrinales, causas reales de las separaciones, esfuerzos misioneros, espiritualidad, formas de culto divino, necesidad de un mejor conocimiento de la teología y la espiritualidad orientales[39]; algunos problemas más específicos, como: participación común en el culto, el proselitismo y el irenismo, la libertad religiosa, los matrimonios mixtos, el puesto de los seglares, y en especial de las mujeres, en la Iglesia;

g) el ecumenismo espiritual, en particular el significado de la oración por la unidad y de otras formas de acercamiento a la unidad por la que Cristo rogó.

[80] Para la organización del plan de estudios se sugiere lo siguiente:

a) Sería bueno que se diera bastante pronto una introducción general al ecumenismo, de modo que los estudiantes puedan estar sensibilizados desde el inicio mismo de sus estudios teológicos a la dimensión ecuménica de sus estudios[40]. Dicha introducción trataría los elementos básicos del ecumenismo.

b) La parte especial de la enseñanza sobre el ecumenismo tendría su lugar normal al final del primer ciclo de estudios teológicos, o bien al final de los estudios en los seminarios, de modo que los estudiantes, adquiriendo un amplio conocimiento del ecumenismo, puedan realizar una síntesis del mismo con su formación teológica.

c) Han de escogerse cuidadosamente los textos de estudio y los manuales; deberán exponer con fidelidad la enseñanza de los otros cristianos en historia, teología y espiritualidad, de manera que permitan una confrontación honrada y objetiva, y estimular a la par una profundización posterior en la doctrina católica.

[81] Puede ser útil invitar a conferenciantes y expertos de otras tradiciones en el contexto de la reglamentación de la colaboración entre las instituciones católicas y los centros que dependen de otros cristianos[41]. Si surgieran problemas peculiares en un seminario o instituto particular, corresponde al Obispo de la diócesis decidir, según las directrices establecidas por la Conferencia episcopal, las iniciativas a tomar, bajo la responsabilidad de las autoridades académicas, y tras haber verificado las cualidades morales y profesionales exigidas para los conferenciantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales. En estos intercambios culturales ha de asegurarse siempre la permanencia del carácter católico del instituto, así como su derecho y deber de formar a sus propios candidatos y de enseñar la doctrina católica según las normas de la Iglesia.

b) Experiencia ecuménica

[82] Durante el período de formación, para que el acercamiento al ecumenismo no quede desligado de la vida, sino arraigado en la experiencia viva de las comunidades, es útil organizar encuentros y discusiones con otros cristianos, pero observando las normas de la Iglesia católica tanto a nivel universal como particular, e invitando a representantes de otras comunidades que posean la preparación profesional, religiosa y el espíritu ecuménico necesarios para un diálogo sincero y constructivo. Podrían también preverse encuentros con estudiantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales[42]. Pero los institutos de formación difieren tanto que no es posible fijar reglas uniformes. En efecto, la realidad presenta matices diversos según los diferentes países o regiones y según la variedad de relaciones entre la Iglesia católica y las otras Iglesias y Comunidades eclesiales en los planos de la eclesiología, de la colaboración y del diálogo. Aquí también es muy importante e indispensable la exigencia de progresividad y de adaptación. Los superiores deben acudir a los principios generales y adaptarlos a las circunstancias y a las ocasiones particulares.

2. MINISTROS Y COLABORADORES NO ORDENADOS

a) Formación doctrinal

[83] Para colaborar en la acción pastoral existen, además de los ministros ordenados, otros colaboradores reconocidos -catequistas, docentes, animadores laicos‑. Para su formación se han organizado en las Iglesias locales los institutos de ciencias religiosas, los institutos de pastoral y otros centros de formación y puesta al día. Para ellos valen los mismos planes de estudios y las mismas normas que para los institutos de teología, aunque adaptados al nivel de los participantes y de sus estudios.

[84] Más en particular, teniendo en cuenta la legítima variedad de los carismas y de las obras propias de los monasterios, de los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica, es de particular importancia que "todo instituto comulgue con la vida de la Iglesia y haga suyas y favorezca con todas sus fuerzas, según su propio carisma, las iniciativas y las intenciones de la Iglesia en los diversos terrenos", incluido el "terreno ecuménico"[43].

Su formación debe comportar una dimensión ecuménica desde el noviciado y luego durante las etapas siguientes. En relación con los planes de estudio de los ministros ordenados, la Ratio formationis de cada instituto debe prever que se subraye la dimensión ecuménica de las diversas disciplinas y a la vez que haya un curso específico de ecumenismo adaptado a las circunstancias y a las situaciones locales. A1 mismo tiempo es importante que la autoridad competente del instituto procure la formación de especialistas en ecumenismo para orientar el compromiso ecuménico de todo el instituto.

b) Experiencia ecuménica

[85] Para que lo estudiado pase a la práctica, es útil fomentar los contactos e intercambios entre los monasterios y comunidades religiosas católicas y los de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, en forma de intercambios de información, de ayuda espiritual, y a veces material, o en forma de intercambios culturales[44].

[86] Dada la importancia del papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, ha de animarse a los laicos responsables de la acción ecuménica a mantener contactos e intercambios con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, según las normas dadas en este Directorio.

C. FORMACIÓN ESPECIALIZADA

[87] Importancia de la formación para el diálogo. Habida cuenta de la influencia de los centros superiores de cultura, parece evidente que las facultades eclesiásticas y otros institutos superiores de estudios deben jugar un papel especialmente importante en la preparación para el diálogo ecuménico, para su desarrollo y para el progreso de la unidad de los cristianos, que este mismo diálogo ayuda a alcanzar. La preparación pedagógica para el diálogo debe responder a las exigencias siguientes:

a) un compromiso personal y sincero, vivido en la fe, sin la cual el diálogo no sería un diálogo entre hermanos y hermanas sino un puro ejercicio académico;

b) la búsqueda de caminos y medios nuevos para establecer relaciones mutuas y para restablecer la unidad, fundada en una mayor fidelidad al Evangelio y en la auténtica profesión de la fe cristiana en verdad y caridad;

c) la conciencia de que el diálogo ecuménico no tiene carácter puramente privado entre personas o grupos particulares, sino que se incluye en el compromiso de toda la Iglesia, y debe por consiguiente llevarse de modo coherente con la enseñanza y las directrices de sus Pastores;

d) una disposición a reconocer que los miembros de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales pueden ayudarnos a captar mejor y a presentar con exactitud la doctrina y la vida de sus propias comunidades;

e) el respeto de la conciencia y de la convicción personales de quien expone un aspecto o una doctrina de su propia Iglesia, o bien su forma particular de comprender la revelación divina;

f) el reconocimiento del hecho de que no todos poseen igual preparación para tomar parte en un diálogo, dado que difieren los niveles de educación, de madurez, de espíritu y de progreso espiritual.

Papel de las facultades eclesiásticas

[88] La Constitución apostólica Sapientia Christiana especifica que desde el primer ciclo de la facultad de teología se debe estudiar la teología fundamental, con referencia también a las cuestiones relativas al ecumenismo[45].

De igual modo, en el segundo ciclo "las cuestiones ecuménicas deben tratarse cuidadosamente, según las normas dadas por la autoridad eclesiástica competente"[46].

En otros términos, será oportuno dar cursos de especialización sobre el ecumenismo, los cuales, además de los elementos ya indicados más arriba en el n° 80, podrán tratar de lo que sigue:

a) el estado actual de las relaciones entre la Iglesia católica y las demás Iglesias y Comuniones eclesiales, basado en el estudio de los resultados del diálogo que han sido publicados;

b) el estudio del patrimonio y de las tradiciones de los otros cristianos de Oriente y de Occidente;

c) la importancia del Consejo Ecuménico de las Iglesias para el movimiento ecuménico y la situación actual de las relaciones entre la Iglesia católica y dicho Consejo;

d) el papel de los Consejos nacionales e internacionales de Iglesias, sus realizaciones y sus dificultades.

Ha de recordarse además que la dimensión ecuménica debe estar presente en la enseñanza y la investigación teológicas.

Papel de las universidades católicas

[89] También ellas están llamadas a dar una formación ecuménica sólida. He aquí, a título de ejemplo, algunas de las medidas apropiadas que pueden tomar:

a) estimular una dimensión ecuménica en los métodos de enseñanza e investigación, cuando la materia se presta a ello;

b) prever coloquios y jornadas de estudio consagrados alas cuestiones ecuménicas;

c) organizar conferencias y reuniones para realizar en común un estudio, un trabajo o una actividad social, reservando un tiempo para buscar los principios cristianos de la acción social y los medios para aplicarlos.

Estas ocasiones, que reúnen sólo a católicos o a católicos con otros cristianos, deben animar en lo posible a la colaboración con los demás institutos superiores que existan en el territorio;

d) reservar un lugar en los periódicos y en las revistas universitarias para la crónica de los acontecimientos relativos al ecumenismo, así como para estudios más profundos, preferentemente para comentarios de los documentos comunes del diálogo entre Iglesias.

e) En los colegios adscritos a las universidades hay que recomendar vivamente las buenas relaciones entre los católicos y otros estudiantes cristianos, que, bien guiados, pueden aprender gracias a estas relaciones a vivir juntos en un espíritu ecuménico profundo y ser testigos fieles de su fe cristiana.

f) Conviene dar particular relieve a la oración por la unidad, no sólo durante la semana prevista para ello, sino también en otras ocasiones durante el año. Según las circunstancias de lugares y personas y conforme a las normas establecidas para las celebraciones comunes, se pueden prever retiros en común, dirigidos por un guía espiritual experimentado.

g) Se ofrece un campo muy amplio para el testimonio común, en particular para las obras de carácter social o de beneficencia. Los estudiantes deberían ser preparados y animados a ello, y no sólo los estudiantes de teología, sino igualmente los de otras facultades, como las de derecho, sociología, economía política, que mediante su concurso ayudarán a facilitar y realizar tales iniciativas.

h) Los capellanes, los consiliarios de los estudiantes y los profesores tomarán especialmente a pecho el cumplir sus deberes en un espíritu ecuménico, sobre todo organizando algunas de las iniciativas arriba señaladas. Esta labor les exige tener un conocimiento profundo de la doctrina de la Iglesia, una competencia adecuada en las disciplinas académicas, una firme prudencia y el sentido de la mesura: todas estas cualidades deberían permitirles ayudar a sus estudiantes a armonizar su propia vida de fe con la apertura a los demás.

Papel de los institutos ecuménicos especializados

[90] Para cumplir su misión ecuménica, la Iglesia necesita buen número de expertos en esta materia: clérigos, religiosos, laicos, hombres y mujeres. Son necesarios incluso en las regiones de mayoría católica. .

a) Esto requiere institutos especializados equipados

 - de una documentación adecuada sobre el ecumenismo, especialmente sobre los diálogos que están llevándose a cabo y los programas futuros;

- de un cuerpo docente capaz y bien preparado a la vez en la doctrina católica y en el ecumenismo.

b) Las instituciones deberían comprometerse sobre todo en la investigación ecuménica, en colaboración, en cuanto sea posible, con expertos de otras tradiciones teológicas y con sus fieles; deberían organizar encuentros ecuménicos, como conferencias y congresos; tendrían que estar también en relación con las comisiones ecuménicas nacionales y con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, para estar constantemente al corriente del estado actual de los diálogos interconfesionales y de los progresos realizados.

c) Los expertos así formados podrán proveer de personal al movimiento ecuménico en la Iglesia católica, como miembros o como dirigentes de los organismos responsables, diocesanos, nacionales o internacionales, como profesores de cursos de ecumenismo en los institutos o en los centros eclesiásticos, o como animadores de un auténtico espíritu y de la acción ecuménica en su propio entorno.

D. FORMACIÓN PERMANENTE

[91] La formación doctrinal y práctica no se limita al período de formación sino que exige de los ministros ordenados y de los que trabajan en el ministerio pastoral una continua puesta al día, porque el movimiento ecuménico va evolucionando.

Al llevar a la práctica el programa previsto para la puesta al día pastoral de los clérigos -mediante reuniones y congresos, retiros, jornadas de reflexión o de estudio de los problemas pastorales- los Obispos y los superiores religiosos deberían conceder una atención diligente al ecumenismo, basándose en las siguientes indicaciones:

a) Instrucción sistemática a los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos sobre el estado actual del movimiento ecuménico, de modo que puedan incluir la dimensión ecuménica en la predicación, en la catequesis, en la oración y en la vida cristiana en general. Si parece posible y oportuno, sería bueno invitar a veces a un ministro de otra Iglesia para que hable de su propia tradición o de problemas pastorales, que a menudo son comunes a todos.

b) Donde se presente la ocasión y con el consentimiento del Obispo diocesano, el clero católico y los que trabajan en la pastoral en la diócesis podrían participar en reuniones interconfesionales orientadas a mejorar las relaciones recíprocas y a resolver los problemas pastorales comunes con ayuda de todos. A menudo la realización de tales iniciativas se ve facilitada por la creación de consejos o asociaciones locales y regionales, etc., para el clero, o por la adhesión a asociaciones semejantes ya existentes.

c) Las facultades de teología, los institutos de estudios superiores, los seminarios y otros institutos de formación pueden contribuir mucho a la formación permanente, ya organizando cursos de estudio para los que trabajan en el ministerio pastoral, o aportando su concurso en personal docente y en material, para disciplinas y cursos organizados por otros.

d) Son además de gran utilidad los medios siguientes: una información exacta a través de los medios de comunicación de la Iglesia local y a ser posible también de los estatales; intercambio de información con los servicios de los medios de comunicación de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales; relaciones sistemáticas y permanentes con las comisiones ecuménicas diocesana o nacional, para proporcionar a todos los católicos comprometidos en la pastoral una documentación precisa sobre el desarrollo del movimiento ecuménico.

e) Conviene además aprovechar los diversos tipos de encuentros espirituales para profundizar en los elementos de espiritualidad comunes y particulares. Estos encuentros dan ocasión para reflexionar sobre la unidad y orar por la reconciliación de todos los cristianos. En tales encuentros la participación de miembros de las diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales puede favorecer la comprensión recíproca y el crecimiento de la comunión espiritual.

f) Finalmente, es de desear que se haga una evaluación periódica de la actividad ecuménica.


[1] UR, n. 5.

[2] Cf UR, n. 7.

[3] UR, n. 6.

[4] Ambrosiaster, PL, 17, 245.

[5] Cf CIC, can. 209, § 1; CCEO, can. 12, § 1.

[6] Constitución apostólica sobre la Revelación Dei Verbum (DV), n. 21.

[7] Cf UR, n. 21.

[8] EN, n. 77.

[9] Cf UR n. 11 AG n. 15. Sobre estas consideraciones, cf Directorio General de Catequesis, nn.27, 43; e infra, nn. 75 y 176.

[10] Cf UR, nn. 3‑4.

[11] Cf Exhortación apostólica Catechesi Tradendae (CT), n. 3, y CCEO, can. 625.

[12] Cf CT, n. 32.

[13] Cf ibídem.

[14] Cf UR, n. 6 y Constitución dogmática Gaudium et Spes (GS), n. 62.

[15] En lo que se refiere a la colaboración ecuménica en el dominio de la catequesis, cf CT, n. 33, e infra, nn. 188-190.

[16] Constitución sobre la Liturgia Sacrosanctum Concilium (SC), n. 14.

[17] Ibídem, n. 2.

[18] UR, n. 2.

[19] SC, n. 48.

[20] UR, n. 8.

[21] Cf ibidem, n. 7.

[22] Cf LG, n. 15 y UR, n. 3.

[23] Cf infra, nn. 102-142.

[24] Cf infra, nn. 161-218.

[25] LG, n. 11.

[26] Cf EN, n. 71; cf también infra, nn. 143-160.

[27] Exhortación apostólica Familiaris Consortio (FC), n. 78.

[28] Cf CIC, can. 529, § 2.

[29] Cf Declaración conciliar Gravissimum Educationis (GE), nn. 6-9.

[30] Cf LG, n. 31.

[31] UR, n. 24.

[32] Cf GS, n. 62, § 2; UR, n. 6; Mysterium Ecclesiae (ME), n. 5.

[33] AAS, 1973, 402-404.

[34] Directorio ecuménico, AAS 1970, 705-724.

[35] Cf ME, n. 4; cf también nn. 61a y 176.

[36] UR, n. 10; cf CIC, can. 256, § 2; CCEO, can. 350, § 4 y 352, § 3.

[37] Cf UR, nn. 14-17.

[38] Cf UR, cap. I.

[39] Cf ibídem, cap. III.

[40] Cf supra, nn. 76-80.

[41] Cf infra, nn, 194-195.

[42] Cf infra, nn. 192-194.

[43] Decreto conciliar Perfectae Caritatis (PC), n. 2.

[44] Cf supra, nn. 50-51.

[45] Cf SC, "Normas de aplicación", Art. 51, 1°, b.

[46] SC, n. 69.