Congregación
para la Evangelización de los Pueblos
GUIA PARA LOS CATEQUISTAS
TERCERA PARTE
LA RESPONSABILIDAD HACIA EL CATEQUISTA
VI - REMUNERACION DEL CATEQUISTA
31. Cuestión económica en general. Se reconoce unánimemente
que la cuestión económica es uno de los obstáculos más serios para poder
contar con un número suficiente de catequistas. Ese problema no se plantea,
desde luego, con los maestros de religión en las escuelas oficiales, ya que éstos
reciben el sueldo del Estado. Por lo que se refiere, en cambio, a cualquier
categoría de catequistas remunerados por la Iglesia, en particular los que
tienen una familia a su cargo, la cuestión crucial es la proporción entre lo
que reciben y las exigencias de la vida. Se perciben consecuencias negativas en
distintos aspectos: en la elección, ya que las personas dotadas prefieren
trabajos mejor remunerados; en el compromiso, porque resulta necesario desempeñar
otros oficios para completar los ingresos; en la formación, porque muchos no
están en condiciones de participar en los cursos; en la perseverancia, y en las
relaciones con los Pastores. Además, en algunas culturas el trabajo se aprecia
por lo que retribuye y se corre el riesgo de considerar a los catequistas como
trabajadores de inferior categoría.
32. Soluciones prácticas. La retribución del
catequista ha de considerarse como cuestión de justicia y no de libre
contribución. Los catequistas, de dedicación plena o parcial, deben ser
retribuidos según normas precisas, establecidas a nivel de diócesis y
parroquia, teniendo en cuenta los recursos económicos de la Iglesia particular,
de la situación personal y familiar del catequista, en el contexto ecónomico
general del Estado. Se reservará especial atención a los catequistas enfermos,
inválidos y ancianos.
Como en el pasado, la CEP seguirá interesándose en
promover y distribuir aportaciones económicas para los catequistas, según las
posibilidades. Pero, insiste a la vez, en la necesidad de buscar a, toda costa,
una solución más estable del problema.
Los presupuestos de las diócesis y de las
parroquias por tanto, deberán destinar a esta obra una cuota proporcionada de
los ingresos, siguiendo el criterio de dar la prioridad a los gastos de la
formación. También los fieles deberán hacerse cargo del mantenimiento de los
catequistas, sobre todo cuando se trata del animador de su comunidad local. La
calidad de las personas, en particular las que están comprometidas en el
apostolado directo, tienen la precedencia respecto a las estructuras. No se
destinen pues a otros fines ni se reduzcan los presupuestos destinados a los
catequistas.
Se recomienda especialmente la ayuda económica para
los centros de catequistas. Este esfuerzo es digno de encomio y contribuirá sin
duda a incrementar la vida cristiana en un futuro próximo, porque la catequesis
activa y eficaz es la base de la formación del Pueblo de Dios.
Al mismo tiempo deben promoverse y multiplicarse los
catequistas voluntarios, que se comprometen a una cooperación a tiempo
limitado, con regularidad, pero sin una verdadera remuneración porque tienen ya
otro empleo fijo.
Esta línea de acción es más realista cuando se
trata de comunidades eclesiales que tienen ya un cierto grado de desarrollo. Es
necesario ciertamente educar a los fieles a que consideren la vocación del
catequista como una misión, más que como un empleo de vida. Además, será
preciso reexaminar la organización y la distribución de los catequistas.
En resumen, el problema económico exige una solución
a partir de la Iglesia local. Todas las otras iniciativas son una buena
contribución y han de potenciarse, pero la solución radical hay que buscarla
localmente, especialmente con una acertada administración, que respete las
prioridades apostólicas, y educando a la comunidad a dar la debida contribución
económica.
VII - RESPONSABILIDAD DEL PUEBLO DE DIOS
33. Responsabilidad de la comunidad. La CEP siente
la necesidad de expresar en públicamente su reconocimiento y gratitud a los
Obispos, a los sacerdotes y a las comunidades de fieles por la atención que
siempre han demostrado a los catequistas: esa actitud es una garantía para el
anuncio misionero, para la madurez de las Iglesias jóvenes.
Los catequistas, en efecto, son apóstoles de
primera línea: sin ellos "no se habrían edificado Iglesias hoy día
florecientes"; son, además, una de las componentes esenciales de la
comunidad, enraizados en ella por el Bautismo y la Confirmación y su vocación,
con el derecho y el deber de crecer en plenitud y de obrar con responsabilidad.
Es significativo que Juan Pablo II, en la Encíclica
Redemptoris Missio, encomie de este modo a los catequistas en los
territorios de misión: "Entre los laicos que se hacen evangelizadores
se encuentran, en primera línea, los catequistas. (...) Aunque se ha
habido un incremento de los servicios eclesiales y extraeclesiales, el
ministerio de los catequistas continúa siendo siempre necesario y tiene unas
características peculiares". Estas palabras confirman lo que el mismo
Sumo Pontífice había afirmado en la Exhortación Apostólica Catechesi
Tradendae: "El título de 'catequista' se aplica por excelencia a
los catequistas de tierras de misión".
A los catequistas se puede aplicar, con toda verdad,
la palabra del Señor: "Id y haced discípulos a todas las
naciones" (Mt 28,19), porque "ellos están dedicados por
oficio al ministerio de la palabra".
Los catequistas sean valorizados en la organización
de la comunidad eclesial. Será muy util garantizar su presencia significativa
en los organismos de comunión y participación apostólica, como por ejemplo,
los consejos pastorales diocesanos y parroquiales.
No hay que olvidar que el número de catequistas
aumenta de continuo y que de su actual dedicación dependerá la calidad de las
futuras comunidades cristianas. En la sociedad moderna existen situaciones que
reclaman la presencia de los catequistas, porque son laicos que viven las
situaciones seculares y pueden iluminarlas con la luz del Evangelio, actuando en
el interior de la sociedad. Hoy, en el contexto de la teología del laicado, los
catequistas ocupan necesariamente un lugar destacado.
Todas estas consideraciones hacen ver la urgencia de
promover catequistas, tanto en número, mediante una adecuada promoción
vocacional como, sobre todo, en la calidad, mediante una atenta y global
programación de formación.
34. Responsabilidad primaria de los Obispos. Los
Obispos como primeros "responsables de la catequesis", son
también los primeros responsables de los catequistas. El Magisterio contemporáneo
y la legislación renovada de la Iglesia insisten en esa responsabilidad
originaria de los Obispos, vinculada a su función de sucesores de los Apóstoles,
en cuanto Colegio y como Pastores de las Iglesias particulares.
La CEP recomienda a cada uno de los Obispos y a las
Conferencias Episcopales, que continuen con todo esfuerzo, y si es necesario,
refuercen su solicitud por los catequistas, teniendo en cuenta todos los
aspectos que les conciernen: desde establecer los criterios de elección,
promover programas y estructuras de formación, hasta utilizar los medios
adecuados para su mantenimiento, etc. Los Obispos traten personalmente a los
catequistas, instaurando una relación profunda y si es posible individual con
ellos. Cuando esto no sea factible, podría ser util nombrar un vicario
episcopal para ese cometido. En fuerza de su experiencia, la CEP indica también
algunos campos preferenciales de intervención:
- Coscientizar la comunidad diocesana y las
parroquiales, con especial atención a los presbíteros, acerca de la
importancia y el papel de los catequistas.
- Crear o renovar los Directorios catequéticos
en lo que se refiere a la figura y a la formación del catequista, en el ámbito
nacional y diocesano, de manera que haya claridad y unidad cuando se aplicuen
las respectivas indicaciones del Directorio Catequético General, de la
Exhortación Apóstolica Catechesi Tradendae y de la actual Guía para
los catequistas a la situación local.
- Garantizar un material mínimo para la
preparación específica de los catequistas en el ámbito diocesano y
parroquial, de manera que ninguno de ellos comience a ejercer su misión sin
estar preparado, y además, fundar o promover escuelas o centros apropiados.
- Procurar como objetivo la creación de cuadros
en todas las diócesis y parroquias, es decir, grupos de catequistas bien
formados en los centros y con una experiencia adecuada que - como se ha dicho ya
- en colaboración con el Obispo y con los sacerdotes, puedan encargarse de la
formación y de la asistencia de otros catequistas voluntarios y se les puedan
confiar puestos claves para la realización de los programas catequéticos.
- Atender a las necesidades referentes a la
formación, a la actividad y a la vida de los catequistas con un esmerado
planteamiento económico, involucrando a la comunidad. Además de estos campos
preferenciales de intervención, el mejor modo en que los Obispos pueden, en
general, actuar su responsabilidad con los catequistas, es manifestándoles su
amor paternal, e interesándose constantemente por ellos mediante contactos
personales.
35. Solicitud de parte de los presbíteros. Los
Sacerdotes, y especialmente los párrocos, como educadores en la fe y
colaboradores inmediatos del Obispo, tienen un cometido inmediato e isustituible
en la promoción del catequista. Si como pastores, deben reconocer, promover y
coordinar los distintos carismas en el interior de la comunidad, de manera
especial deberán seguir a los catequistas que comparten su trabajo de anunciar
la Buena Nueva. Han de considerarlos y aceptarlos como personas responsables del
ministerio que se les ha confiado y no como meros ejecutores de programas
preestablecidos. Promuevan su dinamismo y creatividad y eduquen a las
comunidades para que asuman su responsabilidad en la catequesis y acojan a los
catequistas, colaboren con ellos y los sostengan económicamente, teniendo en
cuenta si tienen a su cargo una familia.
Desde esta perspectiva especial, es de importancia
decisiva educar al clero ya desde el seminario, para que esté en condiciones de
apreciar, favorecer y valorar adecuadamente al catequista como figura eminente
de apóstol y su colaborador especial en la viña del Señor.
36. Atención por parte de los formadores. La
preparación de los catequistas está confiada, generalmente, a personas
calificadas tanto en los centros como en las parroquias. Estos formadores tienen
una función de gran responsabilidad y dan una aportación preciosa a la
Iglesia. Sean pues conscientes de su vocación y del valor de su tarea.
Cuando una persona acepta el mandato de formar
catequistas, ha de considerarse como la expresión concreta de la solicitud de
los Pastores y ha de seguir fielmente sus directivas. Además, ha de saber vivir
la dimensión eclesial del mandato, realizándolo con espíritu comunitario y
siguiendo la planificación de conjunto.
Como ya hemos dicho, el formador de catequistas
deberá estar dotado de cualidades espirituales, morales y pedagógicas,
especialmente se quiere de él que pueda educar sobre todo con su propio
testimonio. Ha de seguir de cerca a los catequistas, trasmitiéndoles fervor y
entusiasmo.
Todas las diócesis deberán hacer lo posible por
tener un grupo de formadores de catequistas, compuesto en lo posible de
sacerdotes, religiosos religiosas y laicos, que se puedan enviar a las
parroquias a preparar a los aspirantes, en comunidad e individualmente.
CONCLUSION
37. Una esperanza para la misión del tercero
milenio. Las directivas contenidas en esta Guía se proponen con la
esperanza de que sean como un ideal para todos los catequistas.
Los catequistas gozan de la estima de todos por su
participación en la actividad misionera y por sus características que
raramente se encuentran en las comunidades eclesiales fuera de la misión. El número
de los catequistas se incrementa y oscila estos últimos años, entre los
250.000 y los 350.000. Para muchos misioneros, los catequistas son una ayuda
insostituible; se puede decir, su mano derecha y a veces su lengua.
Frecuentemente han sostenido la fe de las jóvenes comunidades en los momentos
difíciles y sus familias han dado muchas vocaciones sacerdotales y religiosas.
)Cómo no estimar estos "animadores
fraternos de comunidades nacientes"?. )Cómo no proponerles los ideales
más elevados, aun conociendo las dificultades objetivas y los límites
personales?
No se puede concluir más eficazmente este documento
que citando las vibrantes palabras que el Papa Juan Pablo II dirigió a los
catequistas de Angola durante su última visita apostólica: "Tantas
veces ha dependido de vosotros la consolidación de las nuevas comunidades
cristianas por no decir su primera piedra fundamental, mediante el anuncio del
Evangelio a los que no lo conocían. Si los misioneros no podían estar
presentes o tuvieron que partir poco después del primer anuncio, allí estábais
presentes vosotros, los catequistas, para sostener y formar a los catecúmenos,
para preparar al pueblo cristiano a recibir los sacramentos, para enseñar la
catequesis y para asumir la responsabilidad de la animación de la vida
cristiana en sus pueblos o en sus barrios. (...) Dad gracias al Señor
por el don de vuestra vocación, con la que Cristo os ha llamado y elegido de
entre los otros hombres y mujeres, para ser instrumentos de su salvación.
Responded con generosidad a vuestra vocación y tendréis escrito vuestro nombre
en el cielo (cf. Lc 10,20)".
La CEP espera que, con la ayuda de Dios y de la
Virgen María, esta Guía imprima nuevo impulso a la renovación
constante de los catequistas para que así, su generosa aportación continue
siendo acertada y fructuosa también para la misión del Tercero Milenio.
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la
Audiencia concedida al que suscribe Cardenal Prefecto, el 16 de Junio de 1992,
ha aprobado la presente Guía para los Catequistas y ha dispuesto su publicación.
Roma, en la Sede de la Congregación para la
Evangelización, 3 de Diciembre de 1993, Fiesta de San Francisco Javier.
Jozef
Card. Tomko, Prefecto
Giuseppe Uhac, Arzobispo tit. de Tharros, Secretario