INTRODUCCIÓN
1. En el asegurar el crecimiento y la promoción de la Liturgia, "la cumbre
a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de
donde mana toda su fuerza", esta Congregación advierte la necesidad de que
no sean olvidadas otras formas de piedad del pueblo cristiano y su fructuosa
aportación para vivir unidos a Cristo, en la Iglesia, según las enseñanzas
del Concilio Vaticano II.
Después de la renovación conciliar, la situación de la piedad popular
cristiana se presenta variada, según los países y las tradiciones locales. Se
aprecian diversos modos de presentarse, a veces en contraste, como: abandono
manifiesto y rápido de formas de piedad heredadas del pasado, dejando vacíos
no siempre colmados; aferrarse a modos imperfectos o equivocados de devoción,
que alejan de la genuina revelación bíblica y chocan con la economía
sacramental; críticas injustificadas a la piedad del pueblo sencillo, en nombre
de una presunta "pureza" de la fe; exigencia de salvaguardar la
riqueza de la piedad popular, expresión del sentir profundo y maduro de los
creyentes en un determinado lugar y tiempo; necesidad de purificar de los equívocos
y de los peligros de sincretismo; renovada vitalidad de la religiosidad popular
como resistencia y reacción a una cultura tecnológica-pragmática y al
utilitarismo económico; caída de interés por la piedad popular, provocada por
ideologías secularizadas y por las agresiones de "sectas" hostiles a
ella.
La cuestión exige constantemente la atención de los Obispos, presbíteros y diáconos,
de los agentes de pastoral y de los estudiosos, los cuales deben tener especial
cuidado, ya sea de la promoción de la vida litúrgica entre los fieles, ya sea
de revalorizar la piedad popular.
2. La relación entre Liturgia y ejercicios de piedad ha sido abordada
expresamente por el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la sagrada
Liturgia. En diversas circunstancias, la Sede Apostólica y las Conferencias de
Obispos han afrontado más ampliamente el argumento de la piedad popular,
propuesto por la Carta Apostólica Vicesimus Quintus Annus, de Juan Pablo II,
entre las futuras tareas de renovación: "la piedad popular no puede ser ni
ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, porque es rica en valores, y
ya de por sí expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de
ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto
cada vez más maduro y auténtico. Tanto los ejercicios de piedad del pueblo
cristiano, como otras formas de devoción, son acogidos y recomendados, siempre
que no sustituyan y no se mezclen con las celebraciones litúrgicas. Una auténtica
pastoral litúrgica sabrá apoyarse en las riquezas de la piedad popular,
purificarla y orientarla hacia la Liturgia, como una ofrenda de los
pueblos".
3. En el intento, por lo tanto, de ayudar "a los Obispos, para que, además
del culto litúrgico, se incrementen y tengan en consideración las oraciones y
las prácticas de piedad del pueblo cristiano, que responden plenamente a las
normas de la Iglesia", y parece oportuno a este Dicasterio redactar el
presente Directorio, en el cual se busca considerar de forma orgánica los nexos
que existen entre Liturgia y piedad popular, recordando algunos principios y
dando indicaciones para las actuaciones prácticas.
Naturaleza y estructura
4. El Directorio está constituido por dos partes. La primera, denominada Líneas
emergentes, establece los elementos para realizar una armónica composición
entre culto litúrgico y piedad popular. Primero de todo, se trata la
experiencia madurada a lo largo de la historia y la determinación sistemática
de la problemática de nuestro tiempo (cap. I); se proponen orgánicamente, por
lo tanto, las enseñanzas del Magisterio, como premisa indispensable de comunión
eclesial y de acción fructífera (cap. II); finalmente se presentan los
principios teológicos a cuya luz se deben afrontar y resolver los problemas
relativos a la relación entre Liturgia y piedad popular (cap. III). Sólo en el
sabio y cuidadoso respeto de estos presupuestos está la posibilidad de
desarrollar una verdadera y fecunda armonía. Por el contrario, el olvido de
ellos desemboca en una recíproca ignorancia estéril, en una dañina confusión
o en una polémica contraposición.
La segunda parte, llamada Orientaciones, presenta un conjunto de propuestas
operativas, sin todavía pretender abarcar todos los usos y las prácticas de
piedad existentes en los distintos lugares. Al mencionar las diferentes
expresiones de piedad popular, no se quiere pedir su adopción en aquellos
lugares donde estas no existan. La exposición se desarrolla con referencias a
las celebraciones del Año litúrgico (cap. IV); a la peculiar veneración que
la Iglesia tributa a la Madre del Señor (cap. V); a la devoción hacia los Ángeles,
los Santos y los Beatos (cap. VI); a los sufragios por los hermanos y hermanas
difuntos (cap. VII); al desarrollo de las peregrinaciones y a las
manifestaciones de piedad en los santuarios (cap. VIII).
En su totalidad, el Directorio tiene la finalidad de orientar e incluso si, en
algunos casos, previene posibles abusos y desviaciones, tiene un sentido
constructivo y un tono positivo. En este contexto, las Orientaciones ofrecen,
sobre cada una de las devociones, breves noticias históricas, recuerdan los
diversos ejercicios de piedad en los cuales se expresa, proponen las razones
teológicas que les sirven de fundamento, dan sugerencias prácticas sobre el
tiempo, el lugar, el lenguaje y sobre otros elementos, para una válida
armonización entre las acciones litúrgicas y los ejercicios de piedad.
Los destinatarios
5. Las propuestas operativas, que se refieren solamente a la Iglesia Latina, y
principalmente al Rito Romano, se dirigen sobre todo a los Obispos, a los cuales
corresponde la tarea de presidir en las diócesis la comunidad del culto, de
incrementar la vida litúrgica y de coordinar con ella las otras formas
cultuales; también son destinatarios sus colaboradores directos, o sea, sus
Vicarios, presbíteros y diáconos, de forma especial los Rectores de
santuarios. Además, se dirigen a los Superiores mayores de los institutos de
vida consagrada, masculinos y femeninos, porque no pocas de las manifestaciones
de la piedad popular han surgido y se han desarrollado en este ámbito, y porque
de la colaboración de los religiosos, religiosas y miembros de los institutos
seculares, se puede esperar mucho para la justa armonización legítimamente
deseada.
La terminología
6. En el curso de los siglos, las Iglesias de occidente han estado marcadas por
el florecer y enraizarse del pueblo cristiano, junto y al lado de las
celebraciones litúrgicas, de múltiples y variadas modalidades de expresar, con
simplicidad y fervor, la fe en Dios, el amor por Cristo Redentor, la invocación
del Espíritu Santo, la devoción a la Virgen María, la veneración de los
Santos, el deseo de conversión y la caridad fraterna. Ya que el tratamiento de
esta compleja materia, denominada comúnmente "religiosidad popular" o
"piedad popular", no conoce una terminología unívoca, se impone
alguna precisión. Sin la pretensión de querer dirimir todas las cuestiones, se
describe el significado usual de los términos empleados en este documento.
Ejercicio de piedad
7. En el Directorio, el término "ejercicio de piedad", designa
aquellas expresiones públicas o privadas de la piedad cristiana que, aun no
formando parte de la Liturgia, están en armonía con ella, respetando su espíritu,
las normas, los ritmos; por otra parte, de la Liturgia extraen, de algún modo,
la inspiración y a ella deben conducir al pueblo cristiano. Algunos ejercicios
de piedad se realizan por mandato de la misma Sede Apostólica, otros por
mandato de los Obispos; muchos forman parte de las tradiciones cultuales de las
Iglesias particulares y de las familias religiosas. Los ejercicios de piedad
tienen siempre una referencia a la revelación divina pública y un trasfondo
eclesial: se refieren siempre, de hecho, a la realidad de gracia que Dios ha
revelado en Cristo Jesús y, conforme a las "normas y leyes de la
Iglesia" se desarrollan "según las costumbres o los libros legítimamente
aprobados".
Devociones
8. En nuestro ámbito, el término viene usado para designar las diversas prácticas
exteriores (por ejemplo: textos de oración y de canto; observancias de tiempos
y visitas a lugares particulares, insignias, medallas, hábitos y costumbres),
que, animados de una actitud interior de fe, manifiestan un aspecto particular
de la relación del fiel con las Divinas Personas, o con la Virgen María en sus
privilegios de gracia y en los títulos que lo expresan, o con los Santos,
considerados en su configuración con Cristo o en su misión desarrollada en la
vida de la Iglesia.
Piedad popular
9. El término "piedad popular", designa aquí las diversas
manifestaciones cultuales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito
de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada
Liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de
una etnia y de su cultura.
La piedad popular, considerada justamente como un "verdadero tesoro del
pueblo de Dios", "manifiesta una sed de Dios que sólo los sencillos y
los pobres pueden conocer; vuelve capaces de generosidad y de sacrificio hasta
el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe; comporta un sentimiento vivo
de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia
amorosa y constante; genera actitudes interiores, raramente observadas en otros
lugares, en el mismo grado: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana,
desprendimiento, apretura a los demás, devoción".
Religiosidad popular
10. La realidad indicada con la palabra "religiosidad popular", se
refiere a una experiencia universal: en el corazón de toda persona, como en la
cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre
presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su
visión total de la trascendencia y su concepción de la naturaleza, de la
sociedad y de la historia, a través de mediaciones cultuales, en una síntesis
característica, de gran significado humano y espiritual.
La religiosidad popular no tiene relación, necesariamente, con la revelación
cristiana. Pero en muchas regiones, expresándose en una sociedad impregnada de
diversas formas de elementos cristianos, da lugar a una especie de
"catolicismo popular", en el cual coexisten, más o menos armónicamente,
elementos provenientes del sentido religioso de la vida, de la cultura propia de
un pueblo, de la revelación cristiana.
Algunos principios
Para introducir en una visión de conjunto, se presenta aquí brevemente cuanto
se expone ampliamente y se explica en el presente Directorio.
El primado de la Liturgia
11. La historia enseña que, en ciertas épocas, la vida de fe ha sido sostenida
por formas y prácticas de piedad, con frecuencia sentidas por los fieles como más
incisivas y atrayentes que las celebraciones litúrgicas. En verdad, "toda
celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es
la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título
y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia". Debe
ser superado, por lo tanto, el equívoco de que la Liturgia no sea
"popular": la renovación conciliar ha querido promover la participación
del pueblo en las celebraciones litúrgicas, favoreciendo modos y lugares
(cantos, participación activa, ministerios laicos...) que, en otros tiempos han
suscitado oraciones alternativas o sustitutivas de la acción litúrgica.
La excelencia de la Liturgia respecto a toda otra posible y legítima forma de
oración cristiana, debe encontrar acogida en la conciencia de los fieles: si
las acciones sacramentales son necesarias para vivir en Cristo, las formas de la
piedad popular pertenecen, en cambio, al ámbito de lo facultativo. Prueba
venerable es el precepto de participar a la Misa dominical, mientras que ninguna
obligación ha afectado jamás a los píos ejercicios, por muy recomendados y
difundidos, los cuales pueden, no obstante, ser asumidos con carácter
obligatorio por una comunidad o un fiel particular.
Esto pide la formación de los sacerdotes y los fieles, a fin que se dé la
preeminencia a la oración litúrgica y al año litúrgico, sobre toda otra práctica
de devoción. En todo caso, esta obligada preeminencia no puede comprenderse en
términos de exclusión, contraposición o marginación.
Valoraciones y renovación
12. La libertad frente a los ejercicios de piedad, no debe significar, por lo
tanto, escasa consideración ni desprecio de los mismos. La vía a seguir es la
de valorar correcta y sabiamente las no escasas riquezas de la piedad popular,
las potencialidades que encierra, la fuerza de vida cristiana que puede
suscitar.
Siendo el Evangelio la medida y el criterio para valorar toda forma de expresión
– antigua y nueva – de la piedad cristiana, a la valoración de los
ejercicios de piedad y de las prácticas de devoción debe unirse una tarea de
purificación, algunas veces necesaria, para conservar la justa referencia al
misterio cristiano. Es válido para la piedad popular cuanto se afirma para la
Liturgia cristiana, o sea, que "no puede en absoluto acoger ritos de magia,
de superstición, de espiritismo, de venganza o que tengan connotaciones
sexuales".
En tal sentido se comprende que la renovación querida por el Concilio Vaticano
II para la liturgia debe, de algún modo, inspirar también la correcta valoración
y la renovación de los ejercicios de piedad y las prácticas de devoción. En
la piedad popular debe percibirse: la inspiración bíblica, siendo inaceptable
una oración cristiana sin referencia, directa o indirecta, a las páginas bíblicas;
la inspiración litúrgica, desde el momento que dispone y se hace eco de los
misterios celebrados en las acciones litúrgicas; una inspiración ecuménica,
esto es, la consideración de sensibilidades y tradiciones cristianas diversas,
sin por esto caer en inhibiciones inoportunas; la inspiración antropológica,
que se expresa, ya sea en conservar símbolos y expresiones significativas para
un pueblo determinado, evitando, sin embargo, el arcaísmo carente de sentido,
ya sea en el esfuerzo por dialogar con la sensibilidad actual. Para que resulte
fructuosa, tal renovación debe estar llena de sentido pedagógico y realizada
con gradualidad, teniendo en cuenta los diversos lugares y circunstancias.
Distinciones y armonía con la Liturgia
13. La diferencia objetiva entre los ejercicios de piedad y las prácticas de
devoción respecto de la Liturgia debe hacerse visible en las expresiones
cultuales. Esto significa que no pueden mezclarse las fórmulas propias de los
ejercicios de piedad con las acciones litúrgicas; los actos de piedad y de
devoción encuentran su lugar propio fuera de la celebración de la Eucaristía
y de los otros sacramentos.
De una parte, se debe evitar la superposición, ya que el lenguaje, el ritmo, el
desarrollo y los acentos teológicos de la piedad popular se diferencian de los
correspondientes de las acciones litúrgicas. Igualmente se debe superar, donde
se da el caso, la concurrencia o la contraposición con las acciones litúrgicas:
se debe salvaguardar la precedencia propia del domingo, de las solemnidades, de
los tiempos y días litúrgicos.
Por otra parte, hay que evitar añadir modos propios de la "celebración
litúrgica" a los ejercicios de piedad, que deben conservar su estilo, su
simplicidad y su lenguaje característico.
El lenguaje de la piedad popular
14. El lenguaje verbal y gestual de la piedad popular, aunque conserve la
simplicidad y la espontaneidad de expresión, debe siempre ser cuidado, de modo
que permita manifestar, en todo caso, junto a la verdad de la fe, la grandeza de
los misterios cristianos.
Los gestos
15. Una gran variedad y riqueza de expresiones corpóreas, gestuales y simbólicas,
caracteriza la piedad popular. Su puede pensar, por ejemplo, en el uso de besar
o tocar con la mano las imágenes, los lugares, las reliquias y los objetos
sacros; las iniciativas de peregrinaciones y procesiones; el recorrer etapas de
camino o hacer recorridos "especiales" con los pies descalzos o de
rodillas; el presentar ofrendas, cirios o exvotos; vestir hábitos particulares;
arrodillarse o postrarse; llevar medallas e insignias... Similares expresiones,
que se trasmiten desde siglos, de padres a hijos, son modos directos y simples
de manifestar externamente el sentimiento del corazón y el deseo de vivir
cristianamente. Sin este componente interior existe el riesgo de que los gestos
simbólicos degeneren en costumbres vacías y, en el peor de los casos, en la
superstición.
Los textos y las fórmulas
16. Aunque redactados con un lenguaje, por así decirlo, menos riguroso que las
oraciones de la Liturgia, los textos de oración y las fórmulas de devoción
deben encontrar su inspiración en las páginas de la Sagrada Escritura, en la
Liturgia, en los Padres y en el Magisterio, concordando con la fe de la Iglesia.
Los textos estables y públicos de oraciones y de actos de piedad deben llevar
la aprobación del Ordinario del lugar.
El canto y la música
17. También el canto, expresión natural del alma de un pueblo, ocupa una función
de relieve en la piedad popular. El cuidado en conservar la herencia de los
cantos recibidos de la tradición debe conjugarse con el sentido bíblico y
eclesial, abierto a la necesidad de revisiones o de nuevas composiciones.
El canto se asocia instintivamente, en algunos pueblos, con el tocar las palmas,
el movimiento rítmico del cuerpo o pasos de danza. Tales formas de expresar el
sentimiento interior, forman parte de la tradición popular, especialmente con
ocasión de las fiestas de los santos Patronos; es claro que deben ser
manifestaciones de verdadera oración común y no un simple espectáculo. El
hecho de que sean habituales en determinados lugares, no significa que se deba
animar a su extensión a otros lugares, en los cuales no serían connaturales.
Las imágenes
18. Una expresión de gran importancia en el ámbito de la piedad popular es el
uso de las imágenes sagradas que, según los cánones de la cultura y la
multiplicidad de las artes, ayudan a los fieles a colocarse delante de los
misterios de la fe cristiana. La veneración por las imágenes sagradas
pertenece, de hecho, a la naturaleza de la piedad católica: es un signo el gran
patrimonio artístico, que se puede encontrar en iglesias y santuarios, a cuya
formación ha contribuido frecuentemente la devoción popular.
Es válido el principio relativo al empleo litúrgico de las imágenes de
Cristo, de la Virgen y de los Santos, tradicionalmente afirmado y defendido por
la Iglesia, consciente de que "los honores tributados a las imágenes se
dirige a las personas representadas". El necesario rigor, pedido para las
imágenes de las iglesias - respecto de la verdad de la fe, de su jerarquía,
belleza y calidad – debe poder encontrarse, también en las imágenes y
objetos destinados a la devoción privada y personal.
Puesto que la iconografía de los edificios sagrados no se deja a la iniciativa
privada, los responsables de las iglesias y oratorios deben tutelar la dignidad,
belleza y calidad de las imágenes expuestas a la pública veneración, para
impedir que los cuadros o las imágenes inspirados por la devoción privada sean
impuestos, de hecho, a la veneración común.
Los Obispos, como también los rectores de santuarios, vigilen para que las imágenes
sagradas reproducidas muchas veces para uso de los fieles, para ser expuestas en
sus casas, llevadas al cuello o guardadas junto a uno, no caigan nunca en la
banalidad ni induzcan a error.
Los lugares
19. Junto a la iglesia, la piedad popular tiene un espacio expresivo de
importancia en el santuario – algunas veces no es una iglesia -,
frecuentemente caracterizado por peculiares formas y prácticas de devoción,
entre las cuales destaca la peregrinación. Al lado de tales lugares,
manifiestamente reservados a la oración comunitaria y privada, existen otros,
no menos importantes, como la casa, los ambientes de vida y de trabajo; en
algunas ocasiones, también las calles y las plazas se convierten en espacios de
manifestación de la fe.
Los tiempos
20. El ritmo marcado por el alternarse del día y de la noche, de los meses, del
cambio de las estaciones, está acompañado de variadas expresiones de la piedad
popular. Esta se encuentra ligada, igualmente, a días particulares, marcados
por acontecimientos alegres o tristes de la vida personal, familiar,
comunitaria. Después, es sobre todo la "fiesta", con sus días de
preparación, la que hace sobresalir las manifestaciones religiosas que han
contribuido a forjar la tradición peculiar de una determinada comunidad.
Responsabilidad y competencia
21. Las manifestaciones de la piedad popular están bajo la responsabilidad del
Ordinario del lugar: a él compete su reglamentación, animarlas en su función
de ayuda a los fieles para la vida cristiana, purificarlas donde es necesario y
evangelizarlas; vigilar que no sustituyan ni se mezclen con las celebraciones
litúrgicas; aprobar los textos de oraciones y de formulas relacionadas con
actos públicos de piedad y prácticas de devoción. Las disposiciones dadas por
un Ordinario para el propio territorio de jurisdicción, conciernen, de por sí,
a la Iglesia particular confiada a él.
Por lo tanto, cada fiel - clérigos y laicos - así como grupos particulares
evitarán proponer públicamente textos de oraciones, fórmulas e iniciativas
subjetivamente válidas, sin el consentimiento del Ordinario.
Según las normas de la ya citada Constitución Pastor Bonus, n. 70, es tarea de
esta Congregación ayudar a los Obispos en materia de oración y prácticas de
piedad del pueblo cristiano, así como dar disposiciones al respecto, en los
casos que van más allá de los confines de una Iglesia particular y cuando se
impone un proveimiento subsidiario.