PONTIFICIA COMISION BIBLICA
LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA
EN
LA IGLESIA
II
CUESTIONES DE HERMENÉUTICA
A. HERMENÉUTICAS FILOSÓFICAS
El desarrollo de la exégesis se
debe repensar teniendo en cuenta la hermenéutica filosófica contemporánea,
que ha puesto en evidencia la implicación de la subjetividad en el
conocimiento, en particular en el conocimiento histórico. La reflexión hermenéutica
ha tomado un nuevo impulso con la publicación de los trabajos de Friedrich
Schleiermacher, Wilhelm Dilthey y, sobre todo, Martín Heidegger. En las huellas
de estos filósofos, pero también apartándose de ellos, otros autores han
profundizado la teoría hermenéutica contemporánea y sus aplicaciones a la
Escritura. Entre ellos, mencionaremos especialmente Rudolf Bultmann, Hans Georg
Gadamer y Paul Ricoeur. Es imposible resumir aquí su pensamiento. Bastará
indicar algunas ideas centrales de su filosofía, que tienen una incidencia
sobre la interpretación de textos bíblicos3.
1. Perspectivas modernas
Constatando la distancia cultural
entre el mundo del primer siglo y el del siglo XX, y preocupado por lograr que
la realidad de la cual trata la Escritura hable al hombre contemporáneo,
Bultmann ha insistido sobre la precomprensión necesaria a toda comprensión, y
ha elaborado la teoría de la interpretación existencial de los escritos del
Nuevo Testamento. Apoyándose sobre el pensamiento de Heidegger, afirma que la
exégesis de un texto bíblico no es posible sin presupuestos que dirigen la
comprensión. La precomprensión ("Vorverständnis") se funda sobre
una relación vital ("Lebensverhältnis") del intérprete a la cosa de
la cual habla el texto. Para evitar el subjetivismo, es necesario profundizar y
enriquecer la precomprensión, más aún, modificarla y corregirla por medio de
aquello que dice el texto.
Interrogándose sobre las
cuestiones, a partir de las cuales los textos de la Escritura podrían ser
comprendidos por el hombre de hoy, Bultmann pretende encontrar la respuesta en
las formulaciones de la analítica existencial de Heidegger. Los existenciales
heideggerianos tendrían un cierto alcance universal y ofrecerían las
estructuras y los conceptos más apropiados para la comprensión de la
existencia humana revelada en el mensaje del Nuevo Testamento.
Gadamer subraya igualmente la
distancia histórica entre el texto y su intérprete, y retoma y desarrolla la
teoría del círculo hermenéutico. Las anticipaciones y las preconcepciones que
marcan nuestra comprensión provienen de la tradición que nos sostiene. Esta
consiste en un conjunto de datos históricos y culturales que constituyen nuesro
contexto vital, nuestro horizonte de comprensión. El intérprete debe entrar en
diálogo con la realidad de la cual se trata en el texto. La comprensión se
opera en la fusión de los diferentes horizontes, del texto y de su lector
("Horizon-tverschmelzung"), y no es posible si no hay una pertenencia
("Zugehörigkeit"), es decir, una afinidad fundamental entre el intérprete
y su objeto. La hermenéutica es un proceso dialéctico: la comprensión de un
texto es siempre una comprensión más amplia de sí mismo.
Del pensamiento hermenéutico de
Ricoeur se debe retener primeramente el poner de relieve la función de la
distancia como preámbulo necesario para una justa apropiación del texto. Una
primera distancia existe entre el texto y su autor, porque, una vez producido,
el texto adquiere una cierta autonomía en relación a su autor, comienza una
carrera de sentido. Otra distancia existe entre el texto y sus lectores
sucesivos. Estos deben respetar el mundo del texto en su alteridad. Los métodos
de análisis literario e histórico son, pues, necesarios para la interpretación.
Sin embargo, el sentido de un texto no se da plenamente si no es actualizado en
la vivencia de lectores que se lo apropian. A partir de su situación, éstos
son llamados a descubrir significaciones nuevas, en la línea del sentido
fundamental indicado por el texto. El conocimiento bíblico no debe detenerse en
el lenguaje, sino alcanzar la realidad de la cual habla el texto. El lenguaje
religioso de la Biblia es un lenguaje simbólico que "da que pensar",
un lenguaje del cual no se termina de descubrir las riquezas de sentido, un
lenguaje que procura alcanzar una realidad trascendente y que, al mismo tiempo,
despierta a la persona humana a la dimensión profunda de su ser.
2. Utilidad para la exégesis
¿Qué se puede decir sobre estas
teorías contemporáneas de la interpretación de textos? La Biblia es palabra
de Dios para todas las épocas que se suceden. En consecuencia, no se podría
prescindir de una teoría hermenéutica que permita incorporar los métodos de
crítica literaria e histórica en un modelo de interpretación más amplio. Se
trata de franquear la distancia entre el tiempo de los autores y de los primeros
destinatarios de los textos bíblicos, y nuestra época contemporánea, para
poder actualizar correctamente el mensaje de los textos y nutrir la vida de fe
de los cristianos. Toda exégesis de los textos debe ser completada por una
"hermenéutica" en el sentido reciente del término.
La necesidad de una hermenéutica,
es decir, de una interpretación en el hoy de nuestro mundo, encuentra un
fundamento en la Biblia misma y en la historia de su interpretación. El
conjunto de los escritos del Antiguo y del Nuevo Testamento se presenta como el
producto de un largo proceso de reinterpretación de los acontecimientos
fundadores en relación con la vida de las comunidades de creyentes. En la
tradición eclesial, los primeros intérpretes de la Escritura, los Padres de la
Iglesia, consideraban que su exégesis de los textos no estaba completa, sino
cuando sacaban de ella el sentido para los cristianos de su tiempo en su situación
propia. No se es fiel a la intención de los textos bíblicos, sino cuando se
procura encontrar, en el corazón de su formulación, la realidad de fe que
expresan, y se enlaza esta a la experiencia creyente de nuestro mundo.
La hermenéutica contemporánea
es una sana reacción al positivismo histórico y a la tentación de aplicar al
estudio de la Biblia los criterios de objetividad utilizados en las ciencias
naturales. Por una parte, los acontecimientos relatados en la Biblia son
acontecimientos interpretados. Por otra parte, toda exégesis de los relatos de
esos acontecimientos implica necesariamente la subjetividad del exegeta. El
justo conocimiento del texto bíblico no es accesible sino a quien tiene una
afinidad vivida con aquello de lo cual habla el teto. La cuestión que se
presenta a todo intérprete es, pues, la siguiente: ¿Qué teoría hermenéutica
hace posible la justa percepción de la realidad profunda de la cual habla la
Escritura y permite expresar su significado para el hombre de hoy?
Es necesario reconocer, en
efecto, que ciertas teorías hermenéuticas son inadecuadas para interpretar la
Escritura. La interpretación existencial de Bultmann, por ejemplo, conduce a
encerrar el mensaje cristiano en una filosofía particular. Además, los
presupuestos de esta hermenéutica conducen a vaciar, en buena parte, el mensaje
religioso de la Biblia de su realidad objetiva (consecuencia de una "desmitologización"
excesiva), y tienden a subordinarlo a un mensaje antropológico. La filosofía
se vuelve norma, más bien que instrumento, de comprensión de aquello que es el
objeto central de toda interpretación: la persona de Jesucristo y los
acontecimientos de salvación que se han verificado en nuestra historia. Una auténtica
interpretación de la Escritura es, pues, primeramente, aceptación de un
sentido presente en los acontecimientos, y de modo supremo, en la persona de
Jesucristo.
Este sentido se expresa en los
textos. Para evitar el subjetivismo, una buena actualización debe estar fundada
sobre el estudio del texto, y los presupuestos de lectura deben ser
constantemente sometidos a la verificación por el texto.
La hermenéutica bíblica, si por
una parte pertenece al ámbito de la hermenéutica general de todo texto
literario e histórico, por otra es un caso único de esta hermenéutica. Sus
características específicas le vienen de su objeto. Los acontecimientos de
salvación y su cumplimiento en la persona de Jesucristo dan sentido a toda la
historia humana. Las interpretaciones históricas nuevas no podrán sino
descubrir y desarrollar estas riquezas de sentido. El relato bíblico de estos
acontecimientos no puede ser plenamente comprendido solamente por la razón.
Ciertos presupuestos particulares, como la fe vivida en la comunidad eclesial y
la luz del Espíritu dirigen su interpretación. Con el crecimiento de la vida
en el Espíritu, aumenta en el lector la comprensión de las realidades de las
cuales habla el texto bíblico.
B. SENTIDOS DE LA ESCRITURA
INSPIRADA
El aporte moderno de las hermenéuticas
filosóficas y los desarrollos recientes del estudio científico de la
literatura, permiten a la exégesis bíblica profundizar la comprensión de su
tarea, cuya complejidad se ha vuelto más evidente. La exégesis antigua, que
evidentemente no podía tomar en consideración las exigencias científicas
modernas, atribuía a todo texto de la Escritura diferentes niveles de sentido.
La distinción más corriente se establecía entre el sentido literal y el
sentido espiritual. La exégesis medieval distinguía en el sentido espiritual
tres aspectos diferentes, que se relacionan, respectivamente, a la verdad
revelada, a la conducta que se debía mantener, y al cumplimiento final. De allí
el célebre dístico de Agustín de Dinamarca (siglo XIII):
"Littera gesta docet, quid
credas allegoria,
moralis quid agas, quid speres
anagogia".
En reacción contra esta
multiplicidad de sentidos, la exégesis histórico-crítica ha adoptado, más o
menos abiertamente, la tesis de la unidad de sentido, según la cual un texto no
puede tener simultáneamente diferentes significados. Todo el esfuerzo de la exégesis
histórico-crítica se dirige a definir "el" sentido de tal o cual
texto bíblico en las circunstancias de su producción.
Pero esta tesis choca ahora con
las conclusiones de las ciencias del lenguaje y de las hermenéuticas
filos`ficas, que afirman la polisemia de los textos escritos.
El problema no es simple y no se
presenta del mismo modo en todos los géneros de texto: relatos históricos, parábolas,
oráculos, leyes, proverbios, oraciones, himnos, etc. Se pueden dar, sin
embargo, algunos principios generales, teniendo en cuenta la diversidad de
opiniones.
1. Sentido literal
Es no solamente legítimo, sino
indispensable, procurar definir el sentido preciso de los textos tal y como han
sido producidos por sus autores; sentido llamado "literal". Ya santo
Tomás de Aquino afirmaba su importancia fundamental (S. Th., I, q. 1, a. 10, ad
1).
El sentido literal no se debe
confundir con el sentido "literalista" al cual se adhieren los
fundamentalistas. No basta traducir un texto palabra por palabra para obtener su
sentido literal. Es necesario comprenderlo según las convenciones literarias de
su tiempo. Cuando un texto es metafórico, su sentido literal no es el que
resulta inmediatamente de una comprensión palabra por palabra (por ejemplo:
"Tened ceñida la cintura", Lc. 12, 35) sino el que corresponde al
empleo metafórico de los términos ("Tened una actitud de
disponibilidad"). Cuando se trata de un relato, el sentido literal no
comporta necesariamente la afirmación de que los hechos narrados se han
producido efectivamente, ya que un relato puede no pertenecer al género histórico,
sino ser una obra de imaginación.
El sentido literal de la
Escritura es aquel que ha sido expresado directamente por los autores humanos
inspirados. Siendo el fruto de la inspiración, este sentido es también querido
por Dios, autor principal. Se lo puede discernir gracias a un análisis preciso
del texto, situado en su contexto literario e histórico. La tarea principal del
exegeta es llevar a buen término este análisis, utilizando todas las
posibilidades de investigación literaria e histórica, para definir el sentido
literal de los textos bíblicos con la mayor exactitud posible (cfr. Divino
afflante Spiritu, Enchiridion Biblicum, 550). Con este fin, el estudio de los géneros
literarios antiguos es particularmente necesario (ibíd., 560).
El sentido literal de un texto,
¿es único? En general sí, pero no se trata de un principio absoluto, y esto
por dos razones. Por una parte, un autor humano puede querer referirse al mismo
tiempo a varios niveles de realidad. El caso es corriente en poesía. La
inspiración bíblica no desdeña esta posibilidad de la psicología y del
lenguaje humano. El IV evangelio ofrece numerosos ejemplos de esta situación.
Por otra parte, aun cuando una expresión humana parece no tener más que un
significado, la inspiración divina puede guiar la expresión de modo de
producir una ambivalencia. Tal es el caso de la palabra de Caifás en Jn. 11,
50. Ella expresa a la vez un cálculo político inmoral y una revelación
divina. Estos dos aspectos pertenecen, uno y otro, al sentido literal, ya que
ambos son puestos en evidencia por el contexto. Este caso es significativo,
aunque sea extremo, y pone en guardia contra una concepción demasiado estrecha
del sentido literal de los textos inspirados.
Conviene en particular estar
atento al aspecto dinámico de muchos textos. El sentido de los salmos reales,
por ejemplo, no debería estar limitado estrechamente a las circunstancias históricas
de su producción. Hablando del rey, el salmista evoca a la vez una institución
concreta, y una visión ideal de la realeza, conforme al designio de Dios, de
modo que su texto sobrepasa la institución monárquica tal como se había
manifestado en la historia. La exégesis histórico-crítica ha tenido demasiado
frecuentemente la tendencia a limitar el sentido de lo textos, relacionándolos
exclusivamente con circunstancias históricas precisas. Ella debería, más
bien, procurar precisar la dirección de pensamiento expresada por el texto;
dirección que, en lugar de invitar al exegeta a detener el sentido, le sugiere,
al contrario, percibir las extensiones más o menos previsibles.
Una corriente de hermenéutica
moderna ha subrayado la diferencia de situación que afecta a la palabra humana
puesta por escrito. Un texto escrito tiene la capacidad de ser situado en nuevas
circunstancias, que lo iluminan de modo diferente, añadiendo a su sentido
determinaciones nuevas. Esta capacidad del texto escrito es especialmente
efectiva en el caso de los textos bíblicos, reconocidos como palabra de Dios.
En efecto, lo que ha llevado a la comunidad creyente a conservarlos, es la
convicción de que ellos continúan siendo portadores de luz y de vida para las
generaciones venideras. El sentido literal está, desde el comienzo, abierto a
desarrollos ulteriores, que se producen gracias a "relecturas" en
contextos nuevos.
De aquí no se sigue que se pueda
atribuir a un texto bíblico cualquier sentido, interpretándolo de modo
subjetivo. Es necesario, por el contrario, rechazar, como no auténtica, toda
interpretación heterogénea al sentido expresado por los autores humanos en su
texto escrito. Admitir sentidos heterogéneos equivaldría a cortar el mensaje bíblico
de su raíz, que es la palabra de Dios comunicada históricamente, y abrir la
puerta a un subjetivismo incontrolable.
2. Sentido espiritual
Conviene, sin embargo, no tomar
"heterogéneo" en un sentido estrecho, contrario a toda posibilidad de
perfeccionamiento superior. El acontecimiento pascual, la muerte y resurrección
de Jesús, ha establecido un contexto histórico radicalmente nuevo, que ilumina
de modo nuevo los textos antiguos y les hace sufrir una mutación de sentido. En
particular, algunos textos que, en las circunstancias antiguas, debían ser
considerados como hipérboles (por ejemplo, el oráculo donde Dios, hablando de
un descendiente de David, prometía afirmar "para siempre" su trono, 2
Sam., 7, 12-13; 1 Crón. 17, 11-14), deben ser tomados ahora a la letra, porque
"el Cristo, habiendo resucitado de los muertos, no muere más" (Rom.
6, 9). Los exegetas que tienen una noción estrecha, "historicista",
del sentido literal, considerarán que hay aquí heterogeneidad. Los que están
abiertos al aspecto dinámico de los textos, reconocerán una continuidad
profunda, al mismo tiempo que un pasaje a un nivel diferente: el Cristo reina
para siempre, pero no sobre el trono terrestre de David (cfr. también Sal. 2,
7-8; 110, 1. 4).
En estos casos se habla a veces
de "sentido espiritual". Como regla general, se puede definir el
sentido espiritual comprendido según la fe cristiana, como el sentido expresado
por los textos bíblicos, cuando se los lee bajo la influencia del Espíritu
Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que
proviene de él. Este contexto existe efectivamente. El Nuevo Testamento
reconoce en él el cumplimiento de las Escrituras. Es, pues, normal releer las
Escrituras a la luz de este nuevo contexto, que es el de la vida en el Espíritu.
De la definición dada se pueden
deducir varias precisiones útiles sobre las relaciones entre sentido espiritual
y sentido literal.
Contrariamente a una opinión
corriente, no hay una necesaria distinción entre ambos. Cuando un texto bíblico
se refiere directamente al misterio pascual de Cristo o a la vida nueva que
resulta de él, su sentido literal es un sentido espiritual. Este es el caso
habitual en el Nuevo Testamento. Por eso es el Antiguo Testamento la parte de la
Biblia a propósito de la cual la exégesis cristiana habla más frecuentemente
de sentido espiritual. Pero ya en el Antiguo Testamento los textos tienen, en
numerosos casos, un sentido religioso y espiritual omo sentido literal. La fe
cristiana reconoce en estos textos una relación anticipada con la vida nueva
traída por Cristo.
Cuando hay distinción, el
sentido espiritual no puede jamás estar privado de relación con el sentido
literal. Este continúa siendo la base indispensable. De otro modo, no se podría
hablar de "cumplimiento" de la Escritura. Para que haya
"cumplimiento", es esencial una relación de continuidad y de
conformidad. Pero es necesario también que haya un pasaje a un nivel superior
de realidad.
El sentido espiritual no se debe
confundir con las interpretaciones subjetivas dictadas por la imaginación o la
especulación intelectual. Aquel proviene de la relación del texto con datos
reales que no le son extraños: el acontecimiento pascual y su inagotable
fecundidad, que constituyen el punto más alto de la intervención divina en la
historia de Israel, para beneficio de la humanidad entera.
La lectura espiritual, hecha en
comunidad o individualmente, no descubre un sentido espiritual auténtico si no
se mantiene en esta perspectiva. Hay entonces una relación de tres niveles de
realidad: el texto bíblico, el misterio pascual y las circunstancias presentes
de vida en el Espíritu.
Persuadidos de que el misterio de
Cristo da la clave de interpretación de todas las Escrituras, los exegetas
antiguos se esforzaban por encontrar un sentido espiritual en los menores
detalles de los textos bíblicos 3/4por ejemplo, en cada prescripción de las
leyes rituales3/4, sirviéndose de métodos rabínicos o inspirándose en el
alegorismo helenístico. La exégesis moderna no puede considerar este tipo de
intentos como interpretación válida, no obstante cuál haya podido ser en el
pasado su utilidad pastoral (Divino afflante Spiritu, Enchiridion Biblicum,
553).
Uno de los aspectos posibles del
sentido espiritual es el tipológico, del cual se dice habitualmente que
pertenece, no a la Escritura misma, sino a las realidades expresadas por la
Escritura: Adán es figura de Cristo (cfr. Rom. 5, 14), el diluvio figura del
bautismo ( 1 Ped. 3, 20-21), etc. De hecho, la relación tipológica está
basada ordinariamente sobre el modo cómo la Escritura describe la realidad
antigua (por ejemplo la voz de Abel: Gn. 4, 10; Heb. 11, 4; 12, 24), y no
simplemente sobre esta realidad. En consecuencia, se trata propiamente, en tal
caso, de un sentido de la Escritura.
3. Sentido pleno
La categoría relativamente
reciente de "sentido pleno" (sensus plenior) suscita discusiones. El
sentido pleno se define como un sentido profundo del texto, querido por Dios,
pero no claramente expresado por el autor humano. Se descubre la existencia de
este sentido en un texto bíblico, cuando se lo estudia a la luz de otros textos
bíblicos que lo utilizan, o en su relación con el desarrollo interno de la
revelación.
Se trata, pues, del significado
que un autor bíblico atribuye a un texto bíblico anterior, cuando lo vuelve a
emplear en un contexto que le confiere un sentido literal nuevo; o bien de un
significado, que una tradición doctrinal auténtica o una definición
conciliar, da a un texto de la Biblia. Por ejemplo, el contexto de Mt. 1, 23 da
un sentido pleno al oráculo de Is. 7, 14 sobre la almah que concebirá,
utilizando la traducción de los Setenta (parthenos): "La virgen concebirá".
La doctrina patrística y conciliar sobre la Trinidad expresa el sentido pleno
de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre Dios, Padre, Hijo y Espíritu. La
definición de pecado original del Concilio de Trento proporciona el sentido
pleno de la enseñanza de Pablo en Rom. 5, 12-21 a propósito de las
consecuencias del pecado de Adán para la humanidad. Pero cuando falta un
control de esta naturaleza, por un texto bíblico explícito o por una tradición
doctrinal auténtica, el recurso a un pretendido sentido pleno podría conducir
a nterpretaciones desprovistas de toda validez.
En definitiva, se puede considerar el "sentido pleno" como otro modo de designar el sentido espiritual de un texto bíblico, en el caso en que el sentido espiritual se distingue del sentido literal. Su fundamento es que el Espíritu Santo, autor principal de la Biblia, puede guiar al autor humano en la elección de sus expresiones de tal modo que ellas expresen una verdad de la cual él no percibe toda su profundidad. Esta es más completamente revelada en el curso del tiempo; por una parte, gracias a realizaciones divinas ulteriores que manifiestan mejor el alcance de los textos; y por otra, gracias a la inserción de los textos en el canon de las Escrituras. Así se constituye un nuevo contexto, que revela potencialidades de sentido que el contexto primitivo dejaba en la oscuridad.