ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II A LOS MONJES BENEDICTINOS DE LA ABADÍA DE SAINTE-MADELEINE DE LE BARROUX (FRANCIA), EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1990

(Comisión Ecclesia Dei)


Con gozo me encuentro hoy con vosotros, hijos de San Benito, venidos de la Abadia de Sainte-Madeleine en Le Barroux para manifestar vuestra fidelidad al Señor y vuestra unión con Su Iglesia en el marco de nuestra común peregrinación.

Doy gracias con vosotros a la Divina Providencia que, desde los trágicos sucesos de junio de 1988, os ha ayudado a volver a la comunión con la Sede Apostólica. A partir de entonces vuestra adhesión al Sucesor de Pedro se ha visto constantemente fortalecida y me complace saber que vuestras relaciones con la Iglesia diocesana son cada día mas leales y fraternales.

Habéis sido, así mismo, un gran estímulo y un constante apoyo para las Hermanas Benedictinas de la Anunciación, que se hallan en el proceso de construcción de su monasterio, no lejos del vuestro, y habéis contribuido de modo fortuito y efectivo al fortalecimiento de sus lazos con la diócesis.

La Santa Sede ha otorgado a vuestro monasterio la facultad de utilizar los libros litúrgicos en vigor en 1962, respondiendo asi a las aspiraciones de aquellos "que se sienten vinculados" a algunas previas formas litúrgicas y disciplinarias de la tradición latina" y confirmando las disposiciones de la Constitución conciliar sobre Sagrada Liturgia que recuerda que "incluso en su Liturgia no desea la Iglesia imponer una rígida uniformidad en materias en las cuales no se pone en juego la Fe o el bien de toda la comunidad. Ella más bien respeta y fomenta las cualidades y talentos de las diversas razas y naciones". Es bastante evidente que, lejos de tratar de poner frenos a la aplicación de la reforma emprendida después del Concilio, esta concesión está destinada a facilitar la unión eclesial de las personas que se sienten vinculadas a dichas formas litúrgicas.

Quiero expresar mi deseo que que la "Obra de Dios" y particularmente la Eucaristía celebrada de esa manera en vuestro monasterio contribuya efectivamente a la realización del ideal monástico que seguramente será nutrido por el silencio que eleva a la contemplación y a la celosa búsqueda de Dios sobre todas las cosas, de modo que vuestra joven y ferviente comunidad sea capaz de dar testimonio de las realidades invisibles en el mundo contemporáneo. Así, con los otros monasterios benedictinos, continuaréis construyendo lugares de retiro para la renovación espiritual donde, estando el primer lugar justamente reservado a Dios, "lo humano está dirigido y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y este mundo presente a aquella Ciudad que ha de venir".

Aprovecho la ocasión de este encuentro para dirigirme a todos aquellos que todavía forman parte de la Fraternidad de San Pío X. Les invito con urgencia a ponerse otra vez bajo la dirección del sucesor de Pedro y a establecer contacto con Comisión Ecclesia Dei, que ha sido establecida para facilitar su reincorporación en la plena comunión de la Iglesia. Sainte-Madeleine debería ser un acicate para ellos a fin de que redescubran la productiva unidad de la Iglesia congregada alrededor del Obispo de Roma. Confío a vuestras oraciones la gran intención de la reconciliación de todos los hijos e hijas de la Iglesia en una misma comunión.

Para ayudaros en vuestra vida monástica en el corazón de la Iglesia, nuestra Madre, os imparto de buen grado mi Apostólica Bendición.