SANTO DOMINGO

CONFERENCIA GENERAL DEL
EPISCOPADO LATINOAMERICANO


 

1.3. En la unidad del Espíritu y con diversidad de ministerios y carismas
El bautismo nos constituye pueblo de Dios, miembros vivos de la Iglesia. Por la acción del Espíritu Santo participamos de todas las riquezas de gracia que nos regala el Resucitado.

Es este mismo Espíritu el que nos da la posibilidad de reconocer a Jesús como Señor y nos lleva a construir la unidad de la Iglesia desde distintos carismas que él nos confía para «provecho común» (cf. 1Cor 12, 3 -11). He aquí nuestra grandeza y nuestra responsabilidad. Ser portadores del mensaje salvador para los demás.

(Santo Domingo, Conclusiones 65)

Así, el ministerio salvífico de Cristo (cf. Mt 20, 28; Jn 10, 10) se actualiza a través del servicio de cada uno de nosotros. Existimos y servimos en una Iglesia rica en ministerios.

(Santo Domingo, Conclusiones 66)

1.3.1. Los ministerios ordenados
El ministerio de los obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, y el de los presbíteros y diáconos es esencial para que la Iglesia responda al designio salvífico de Dios con el anuncio de la palabra, con la celebración de los sacramentos y en la conducción pastoral. El ministerio ordenado es siempre un servicio a la humanidad en orden al reino. Hemos recibido «la fuerza del Espíritu Santo» (cf. Hch 1, 8) para ser testigos de Cristo e instrumentos de vida nueva.

Volvemos a escuchar hoy la voz del Señor quien, con los desafíos de la hora actual, nos llama y envía; queremos permanecer fieles al Señor y a los hombres y mujeres, sobre todo los más pobres, para cuyo servicio hemos sido consagrados.

(Santo Domingo, Conclusiones 67)

a) El desafio de la unidad

El Concilio nos recordó la dimensión comunitaria de nuestro ministerio: colegialidad episcopal, comunión presbiteral, unidad entre los diáconos. A nivel continental y en cada una de nuestras Iglesias particulares, existen ya organismos de integración y coordinación. Es notorio el esfuerzo de unidad con los religiosos que comparten los esfuerzos pastorales en cada Diócesis.

Reconocemos, sin embargo, que existen causas de preocupación en nuestras Iglesias particulares: divisiones y conflictos que no siempre reflejan la unidad que ha querido el Señor.

Por otra parte, la escasez de ministros y el recargo de trabajo que impone a algunos el ejercicio de su ministerio hacen que muchos permanezcan aislados.

Por tanto, se hace necesario vivir la reconciliación en la Iglesia, recorrer todavía el camino de unidad y de comunión de nosotros, los pastores, entre nosotros mismos y con las personas y comunidades que se nos han encomendado.

(Santo Domingo, Conclusiones 68)

Por eso nos proponemos:

- Mantener las estructuras que están al servicio de la comunión entre los ministros ordenados, prestando especial atención a los respectivos papeles subsidiarios y sin desmedro de las competencias propias, en conformidad al derecho de la Iglesia. Según las necesidades y lo que enseña la experiencia tales estructuras pueden revisarse y redimensionarse, precisando su competencia y naturaleza. Entre estas instancias están las conferencias episcopales, las provincias y regiones eclesiásticas, los consejos presbiterales y, a nivel continental, el CELAM.

- En la formación inicial de los futuros pastores y en la formación permanente de obispos, presbíteros y diáconos queremos impulsar, muy especialmente, el espíritu de unidad y comunión.

(Santo Domingo, Conclusiones 69)

b) La exigencia de una profunda vida espiritual

El sacerdocio procede de la profundidad del inefable misterio de Dios. Nuestra existencia sacerdotal nace del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y de la acción santificadora y unificante del Espíritu Santo; esta misma existencia se va realizando para el servicio de una comunidad a fin de que todos se hagan dóciles a la acción salvadora de Cristo (cf. Mt 20, 28; PDV 12).

El Sínodo Episcopal de 1990 y la exhortación post -sinodal «Pastores dabo vobis» han delineado de manera clara las notas características de una espiritualidad sacerdotal, con una insistencia honda sobre la caridad pastoral (cf. PDV cap. 3).

(Santo Domingo, Conclusiones 70)

Por estas razones nos proponemos:

- Buscar en nuestra oración litúrgica y privada y en nuestro ministerio una permanente y profunda renovación espiritual para que en los labios, en el corazón y en la vida de cada uno de nosotros, esté siempre presente Jesucristo.

- Crecer en el testimonio de santidad de vida a la que estamos llamados, con la ayuda de los medios que ya tenemos en nuestras manos: «los encuentros de espiritualidad sacerdotal, como los ejercicios espirituales, los días de retiro o de espiritualidad» (PDV 80) y otros recursos que señala el Documento Pontificio Post -sinodal.

(Santo Domingo, Conclusiones 71)

c) La urgencia de la formación permanente

San Pablo recomienda a su discípulo que reavive el don que ha recibido por la imposición de las manos (cf. 2Tim 1, 6). Juan Pablo II nos ha recordado que la Iglesia necesita presentar modelos creíbles de sacerdotes que sean ministros convencidos y fervorosos de la Nueva Evangelización (cf. PDV n. 8 y cap. 6).

Existe una conciencia creciente de la necesidad e integralidad de la formación permanente, entendida y aceptada como camino de conversión y medio para la fidelidad. Las implicaciones concretas que tiene esta formación para el compromiso del sacerdote con la Nueva Evangelización exigen crear y estimular cauces concretos que la puedan asegurar. Cada vez aparece con más fuerza la necesidad de acompañar el proceso de crecimiento, intentando que los desafíos que el secularismo y la injusticia le plantean puedan ser asimilados y respondidos desde la caridad pastoral. Igual atención hemos de prestar a los sacerdotes ancianos o enfermos.

(Santo Domingo, Conclusiones 72)

Consideramos importante:

- Elaborar proyectos y programas de formación permanente para obispos, sacerdotes y diáconos, las comisiones nacionales del clero y los consejos presbiterales.

- Motivar y apoyar a todos los ministros ordenados para una formación permanente estructurada conforme a las orientaciones del magisterio pontificio.

(Santo Domingo, Conclusiones 73)

d) La indispensable cercanía a nuestras comunidades

El Buen Pastor conoce sus ovejas y es conocido por ellas (cf. Jn 10, 14). Servidores de la comunión, queremos velar por nuestras comunidades con entrega generosa, siendo modelos para el rebaño (cf. 1Pe 5, 1 -5). Queremos que nuestro servicio humilde haga sentir a todos que hacemos presente a Cristo Cabeza, Buen Pastor y Esposo de la Iglesia (cf. PDV 10).

La cercanía a cada una de las personas permite a los pastores compartir con ellas las situaciones de dolor e ignorancia, de pobreza y marginación, los anhelos de justicia y liberación. Es todo un programa para vivir mejor nuestra condición de ministros de la reconciliación (cf. 2Cor 5, 18), dando a cada uno motivos de esperanza (cf. 1Pe 3, 15), por el anuncio salvador de Jesucristo (cf. Gál 5, 1)

(Santo Domingo, Conclusiones 74)

- Nosotros, obispos, nos proponemos organizar mejor una pastoral de acompañamiento de nuestros presbíteros y diáconos, para apoyar a quienes se encuentran en ambientes especialmente difíciles.

- Todos los ministros queremos conservar una presencia humilde y cercana en medio de nuestras comunidades para que todos puedan sentir la misericordia de Dios. Queremos ser testigos de solidaridad con nuestros hermanos.

(Santo Domingo, Conclusiones 75)

e) La atención a los diáconos permanentes

Para el servicio de la comunión en América Latina, tiene importancia el ministerio de los diáconos. Ellos son, en forma muy privilegiada, signos del Señor Jesús «que no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20, 28). Su servicio será el testimonio evangélico frente a una historia en que se hace presente cada vez más la iniquidad y se ha enfriado la caridad (cf. Mt 24, 12).

Para una Nueva Evangelización que, por el servicio de la Palabra y la Doctrina Social de la Iglesia, responda a las necesidades de promoción humana y vaya generando una cultura de solidaridad, el diácono permanente, por su condición de ministro ordenado e inserto en las complejas situaciones humanas, tiene un amplio campo de servicio en nuestro Continente.

(Santo Domingo, Conclusiones 76)

- Queremos reconocer nuestros diáconos más por lo que son que por lo que hacen.

- Queremos acompañar a nuestros diáconos en el discernimiento para que logren una formación inicial y permanente, adecuada a su condición.

- Continuaremos nuestra reflexión sobre la espiritualidad propia de los diáconos fundamentada en Cristo siervo, para que vivan con hondo sentido de fe su entrega a la Iglesia y su integración con el presbiterio diocesano.

- Queremos ayudar a los diáconos casados para que sean fieles a su doble sacramentalidad: la del matrimonio y la del orden y para que sus esposas e hijos vivan y participen con ellos en la diaconía. La experiencia de trabajo y su papel de padres y esposos los constituyen en colaboradores muy calificados para abordar diversas realidades urgentes en nuestras Iglesias particulares.

- Nos proponemos crear los espacios necesarios para que los diáconos colaboren en la animación de los servicios en la Iglesia, detectando y promoviendo líderes, estimulando la corresponsabilidad de todos para una cultura de la reconciliación y la solidaridad. Hay situaciones y lugares, principalmente en las zonas rurales alejadas y en las grandes áreas urbanas densamente pobladas, donde sólo a través del diácono se hace presente un ministro ordenado.

(Santo Domingo, Conclusiones 77)

1.3.2. Las vocaciones al ministerio prebiterial y los seminarios
«Sucedió que por aquellos días se fue Jesús al monte para orar, y se pasó la noche en la oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6, 12 -13; Mc 3, 13 -14).

«Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36 -38).

En el marco de una Iglesia «comunión para la misión», el Señor, que nos llama a todos a la santidad, llama a algunos para el servicio sacerdotal.

(Santo Domingo, Conclusiones 78)

a) La pastoral vocacional: una prioridad

Estamos frente a hechos innegables: hay un aumento de las vocaciones sacerdotales, ha crecido el interés por una pastoral que presente a los jóvenes, con claridad, la posibilidad de un llamado del Señor.

Pero los jóvenes llamados no pueden sustraerse a los cambios familiares, culturales, económicos y sociales del momento. La desintegración familiar puede impedir una experiencia de amor que prepare para la entrega generosa de toda la vida. El contagio de una sociedad «permisiva» y consumista no favorece una vida de austeridad y sacrificio. Puede suceder que la motivación vocacional resulte, sin quererlo el candidato, viciada con razones no evangélicas.

(Santo Domingo, Conclusiones 79)

Por eso consideramos muy importante:

- Estructurar una pastoral vocacional inserta en la pastoral orgánica de la diócesis, en estrecha vinculación con la pastoral familiar y la juvenil. Es urgente preparar agentes y encontrar recursos para este campo de la pastoral y apoyar el compromiso de los laicos en la promoción de vocaciones consagradas.

- Fundamentar la pastoral vocacional en la oración, en la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, la catequesis de la confirmación, la devoción mariana, el acompañamiento con la dirección espiritual y un compromiso misionero concreto; éstos son los principales medios que ayudarán a los jóvenes en su discernimiento.

- Procurar el fomento de las vocaciones que provengan de todas las culturas presentes en nuestras Iglesias particulares. El Papa nos ha invitado a prestar atención a las vocaciones de indígenas (cf. Juan Pablo II, Mensaje a los indígenas, 12. 10. 92, 6; Mensaje a los afroamericanos, 12. 10. 92, 5).

(Santo Domingo, Conclusiones 80)

- Mantienen su validez los seminarios menores y centros afines debidamente adaptados a las condiciones de la época actual para los jóvenes de los últimos años de educación media en los que empieza a manifestarse un fuerte deseo por la opción hacia el sacerdocio. En algunos países y en ambientes familiares muy deteriorados son necesarias estas instituciones para que los jóvenes crezcan en su vivencia cristiana y puedan hacer una más madura opción vocacional.

(Santo Domingo, Conclusiones 81)

Ante el resurgimiento de vocaciones entre los adolescentes, es tarea nuestra su adecuada promoción, discernimiento y formación.

- En nuestra pastoral vocacional tendremos muy en cuenta las palabras del Santo Padre: «condición indispensable para la Nueva Evangelización es poder contar con evangelizadores numerosos y cualificados. Por ello, la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas... ha de ser una prioridad de los obispos y un compromiso de todo el pueblo de Dios» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 26).

(Santo Domingo, Conclusiones 82)

b) Los seminarios

Signo de alegría y de esperanza es el nacimiento de seminarios mayores en nuestro continente y el aumento del número de alumnos en ellos. En general, se trabaja por un ambiente favorable a la dirección espiritual y se procura «estar al día» en la formación, especialmente pastoral, de los futuros sacerdotes.

Preocupa, sin embargo, la dificultad para encontrar el equipo de formadores adecuado a las necesidades de cada seminario, lo que produce un detrimento en la calidad de la formación.

En muchos casos el medio social del cual provienen los candidatos «los marca» con modos de vida muy secularizados o los hace llegar al seminario con limitaciones en su formación humana o intelectual y aun en los fundamentos de su fe cristiana.

(Santo Domingo, Conclusiones 83)

Frente a estas realidades nos proponemos:

- Asumir plenamente las directivas de la exhortación post -sinodal «Pastores dabo vobis» y revisar, desde ella, nuestras «Normas básicas para la formación sacerdotal» en cada país.

- Seleccionar y preparar formadores, aprovechando los cursos que ofrecen el CELAM y otras instituciones. Antes de abrir un seminario es necesario asegurar la presencia del equipo de formadores.

- Revisar la orientación de la formación impartida en cada uno de nuestros seminarios para que corresponda a las exigencias de la Nueva Evangelización, con sus consecuencias para la promoción humana y la inculturación del Evangelio. Sin disminuir las exigencias de una seria formación integral, dar particular interés al desafío que representa la formación sacerdotal de aquellos candidatos que provienen de culturas indígenas y afroamericanas.

- Procurar una formación integral que ya desde el seminario disponga para la formación permanente del sacerdote.

(Santo Domingo, Conclusiones 84)

1.3.3. La Vida Consagrada
La vida consagrada, como don del Espíritu Santo a su Iglesia, que pertenece a la vida íntima y santidad de la Iglesia (cf. LG 44; EN 69), es manifestada por el testimonio heroico de muchas religiosas y religiosos que a partir de su singular alianza con Dios hacen presente en todas las situaciones, hasta las más difíciles, la fuerza del Evangelio.

Por la vivencia fiel de los consejos evangélicos participan del misterio y de la misión de Cristo, irradian los valores del Reino, glorifican a Dios, animan la propia comunidad eclesial e interpelan a la sociedad (cf. Lc 4, 14 -21; 9, 1 -6). Los consejos evangélicos tienen una profunda dimensión pascual, ya que suponen una identificación con Cristo, en su muerte y resurrección (cf. Juan Pablo II, «Los Caminos del Evangelio», 29. 6. 90, 17).

Por su experiencia testimonial, la vida religiosa «ha de ser siempre evangelizadora para que los necesitados de la luz de la fe acojan con gozo la Palabra de salvación; para que los pobres y los más olvidados sientan la cercanía de la solidaridad fraterna; para que los marginados y abandonados experimenten el amor de Cristo; para que los sin voz se sientan escuchados; para que los tratados injustamente hallen defensa y ayuda» (Juan Pablo II, Homilía en la Catedral de Santo Domingo, 10. 10. 92, 8).

La Virgen María, que pertenece tan profundamente a la identidad cristiana de nuestros pueblos latinoamericanos (cf. DP 283), es modelo de vida para los consagrados y apoyo seguro de su fidelidad.

A raíz del Concilio Vaticano II, y bajo el impulso de Medellín y Puebla, ha habido un esfuerzo de renovación de los religiosos, una «vuelta a las fuentes» y la primitiva inspiración de los institutos (cf. «Perfectae Caritatis», 2). Las conferencias de Superiores Mayores cumplen un papel importante para la vida consagrada; respetando el fin y el espíritu de cada instituto, tratan asuntos comunes y establecen la conveniente cooperación con los pastores de la Iglesia (cf. C. I. C. 708).

La vida consagrada, siendo don peculiar de Dios a su Iglesia, es necesariamente eclesial y enriquece a las Iglesias particulares. Los religiosos de América Latina renuevan su adhesión al Papa. A partir de las disposiciones de «Mutuae relationes», es preciso un esfuerzo de mayor conocimiento recíproco entre las diversas formas de vida consagrada y las Iglesias particulares.

(Santo Domingo, Conclusiones 85)

De singular fecundidad evangelizadora y misionera es la vida contemplativa; ella testimonia con toda su vida la primacía de lo absoluto de Dios. Con alegría constatamos su aumento de vocaciones y el envío a otros países.

(Santo Domingo, Conclusiones 86)

La experiencia de los institutos seculares es significativa y ellos están en crecimiento. Por su consagración intentan armonizar los valores auténticos del mundo contemporáneo con el seguimiento de Jesús vivido desde la secularidad; han de ocupar, pues, un puesto importante en la labor de la Nueva Evangelización para la promoción humana y la inculturación del Evangelio.

(Santo Domingo, Conclusiones 87)

A esta tarea de evangelización contribuyen también generosamente y están llamadas a proseguir con sus características específicas las sociedades de vida apostólica.

(Santo Domingo, Conclusiones 88)

Otra forma de consagración es la de las vírgenes consagradas a Dios por el obispo diocesano, esposas místicas de Jesucristo, que se entregan al servicio de la Iglesia (cf. C. I. C. 604, 1).

(Santo Domingo, Conclusiones 89)

La mujer consagrada contribuye a impregnar de Evangelio nuestros procesos de promoción humana integral y da dinamismo a la pastoral de la Iglesia. Ella se encuentra frecuentemente en los lugares de misión que ofrecen mayor dificultad y es especialmente sensible al clamor de los pobres. Por esto es necesario responsabilizarla más en la programación de la acción pastoral y caritativa.

(Santo Domingo, Conclusiones 90)

«La obra de evangelización (dice el Papa) en América Latina ha sido, en gran parte, fruto de vuestro servicio misionero... También en nuestros días los religiosos y religiosas representan una fuerza evangelizadora y apostólica primordial en el continente latinoamericano» (Juan Pablo II, «Los Caminos del Evangelio», 29. 6. 90, 2. 3).

En su carta a los religiosos de América Latina (Juan Pablo II, «Los Caminos del Evangelio», 29. 6. 90) el Santo Padre les plantea los siguientes retos: seguir «en la vanguardia misma de la predicación, dando siempre testimonio del Evangelio de la salvación» (n. 24). «Evangelizar a partir de una profunda experiencia de Dios» (n. 25). «Mantener vivos los carismas de los fundadores» (n. 26). Evangelizar en estrecha colaboración con los obispos, sacerdotes y laicos, dando ejemplo de renovada comunión (cf. n. 27). Estar en la vanguardia de la evangelización de las culturas (cf. n. 28). Responder a la necesidad de evangelizar más allá de nuestras fronteras.

(Santo Domingo, Conclusiones 91)

Líneas pastorales

Esta IV Conferencia señala los siguientes compromisos y líneas de acción pastoral con relación a la vida consagrada:

- Reconocer la vida consagrada como un don para nuestras Iglesias particulares.

- Fomentar la vocación a la santidad en las religiosas y religiosos valorando su vida por su misma existencia y testimonio. Por eso queremos respetar y fomentar la fidelidad a cada carisma fundacional como contribución a la Iglesia.

- Dialogar en las comisiones mixtas y otros organismos previstos en el Documento de la Santa Sede «Mutuae Relationes» para responder a las distintas tensiones y conflictos desde la comunión eclesial. Queremos que en nuestros seminarios se fomente el conocimiento de la teología de la vida religiosa y que, en las casas de formación de los religiosos, se dé especial importancia a la teología de la Iglesia particular presidida por el obispo y, además, un conocimiento de la espiritualidad específica del sacerdote diocesano.

- Queremos alentar las iniciativas de los Superiores Mayores en favor de una formación inicial y permanente y de un acompañamiento espiritual de los religiosos y religiosas para que éstos puedan responder a los retos de la Nueva Evangelización. Trataremos de impulsar un espíritu misionero que despierte en los religiosos el anhelo de servir más allá «de nuestras fronteras».

- Apoyar y asumir el ser y la presencia misionera de los religiosos en la Iglesia particular, sobre todo cuando su opción por los pobres los lleva a puestos de vanguardia de mayor dificultad o de inserción más comprometida.

(Santo Domingo, Conclusiones 92)

- Procurar que los religiosos y religiosas que se encuentran trabajando pastoralmente en una Iglesia particular lo hagan siempre en perfecta comunión con el obispo y los presbíteros.

(Santo Domingo, Conclusiones 93)

1.3.4. Los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo
El Pueblo de Dios está constituido en su mayoría por fieles cristianos laicos. Ellos son llamados por Cristo como Iglesia, agentes y destinatarios de la Buena Noticia de Salvación, a ejercer en el mundo, viña de Dios, una tarea evangelizadora indispensable. A ellos se dirigen hoy las palabras del Señor: «Id también vosotros a mi viña» (Mt 20, 3 -4) y estas otras: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16, 15; cf. Chl 33).

Como consecuencia del bautismo los fieles son insertados en Cristo y son llamados a vivir el triple oficio sacerdotal, profético y real. Esta vocación debe ser fomentada constantemente por los pastores en las Iglesias particulares.

(Santo Domingo, Conclusiones 94)

a) Los laicos hoy en nuestras Iglesias

Hoy, como signo de los tiempos, vemos un gran número de laicos comprometidos en la Iglesia: ejercen diversos ministerios, servicios y funciones en las comunidades eclesiales de base o actividades en los movimientos eclesiales. Crece siempre más la conciencia de su responsabilidad en el mundo y en la misión «ad gentes». Aumenta así el sentido evangelizador de los fieles cristianos. Los jóvenes evangelizan a los jóvenes. Los pobres evangelizan a los pobres.

Los fieles laicos comprometidos manifiestan una sentida necesidad de formación y de espiritualidad.

(Santo Domingo, Conclusiones 95)

Sin embargo se comprueba que la mayor parte de los bautizados no han tomado aún conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia. Se sienten católicos, pero no Iglesia. Pocos asumen los valores cristianos como un elemento de su identidad cultural y por lo tanto no sienten la necesidad de un compromiso eclesial y evangelizador. Como consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por criterios evangélicos. Así se explica la incoherencia que se da entre la fe que dicen profesar y el compromiso real en la vida (cf. DP 783).

Se comprueba también que los laicos no son siempre adecuadamente acompañados por los Pastores en el descubrimiento y maduración de su propia vocación.

La persistencia de cierta mentalidad clerical en numerosos agentes de pastoral, clérigos e incluso laicos (cf. DP 784), la dedicación de muchos laicos de manera preferente a tareas intra -eclesiales y una deficiente formación les privan de dar respuestas eficaces a los desafíos actuales de la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 96)

b) Los desafios para los laicos

Las urgencias de la hora presente en América Latina y el Caribe reclaman:

Que todos los laicos sean protagonistas de la Nueva Evangelización, la Promoción Humana y la Cultura Cristiana. Es necesaria la constante promoción del laicado, libre de todo clericalismo y sin reducción a lo intra -eclesial.

Que los bautizados no evangelizados sean los principales destinatarios de la Nueva Evangelización. ésta sólo se llevará a cabo efectivamente si los laicos conscientes de su bautismo responden al llamado de Cristo a convertirse en protagonistas de la Nueva Evangelización.

Es urgente un esfuerzo para favorecer, en el marco de la comunión eclesial, la búsqueda de santidad de los laicos y el ejercicio de su misión.

(Santo Domingo, Conclusiones 97)

c) Principales líneas pastorales

- Acrecentar la vivencia de la Iglesia -comunión, que nos lleva a la corresponsabilidad en la misión de la Iglesia. Fomentar la participación de los laicos en los Consejos Pastorales, a diversos niveles de la estructura eclesial. Evitar que los laicos reduzcan su acción al ámbito intra -eclesial, impulsándolos a penetrar los ambientes socio -culturales y a ser en ellos protagonistas de la transformación de la sociedad a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.

- Promover los consejos de laicos, en plena comunión con los pastores y adecuada autonomía, como lugares de encuentro, diálogo y servicio, que contribuyan al fortalecimiento de la unidad, la espiritualidad y la organización del laicado: estos consejos de laicos son también espacios de formación y pueden establecerse en cada diócesis en la Iglesia de cada país y abarcar tanto a los movimientos de apostolado como a los laicos que, estando comprometidos con la Evangelización, no están integrados en grupos apostólicos.

(Santo Domingo, Conclusiones 98)

- Incentivar una formación integral, gradual y permanente de los laicos mediante organismos que faciliten «la formación de formadores» y programen cursos y escuelas diocesanas y nacionales, teniendo una particular atención a la formación de los pobres (cf. Chl 63).

- Los pastores procuraremos, como objetivo pastoral inmediato, impulsar la preparación de laicos que sobresalgan en el campo de la educación, de la política, de los medios de comunicación social, de la cultura y del trabajo. Estimularemos una pastoral específica para cada uno de estos campos de tal manera que quienes estén presentes en ellos sientan todo el respaldo de sus pastores. Estarán incluidos también los militares, a quienes corresponde siempre estar al servicio de la libertad, la democracia y la paz de los pueblos (cf. GS 79).

- Teniendo presente que la santidad es un llamado a todos los cristianos, los pastores procurarán los medios adecuados que favorezcan en los laicos una auténtica experiencia de Dios. Incentivarán también publicaciones específicas de espiritualidad laical.

(Santo Domingo, Conclusiones 99)

- Favorecer la organización de los fieles laicos a todos los niveles de la estructura pastoral, basada en los criterios de comunión y participación y respetando «la libertad de asociación de los fieles laicos en la Iglesia» (cf. Chl 29 -30).

(Santo Domingo, Conclusiones 100)

d) Ministerios conferidos a los laicos

El Documento de Puebla recogió la experiencia del Continente en cuanto a los ministerios conferidos a laicos y dio orientaciones claras para que, de acuerdo con los carismas de cada persona y las necesidades de cada comunidad, se fomentase «una especial creatividad en el establecimiento de ministerios o servicios que pueden ser ejercidos por laicos, de acuerdo con las necesidades de la evangelización» (DP 833; cf. 804 -805; 811 -817).

El Sínodo de los Obispos en 1987 y la Exhortación Apostólica «Christifideles laici» han insistido en la importancia de mostrar que estos ministerios «tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y en la Confirmación» (Chl 23).

Fieles a las orientaciones del Santo Padre, queremos continuar fomentando estas experiencias que dan un amplio margen de participación a los laicos (cf. Chl 21 -23), y que responden a necesidades de muchas comunidades que, sin esta valiosa colaboración, carecerían de todo acompañamiento en la catequesis, la oración y la animación de sus compromisos sociales y caritativos.

Consideramos que «nuevas expresiones y nuevos métodos» para nuestra misión evangelizadora encuentran amplios campos de realización en «ministerios, oficios y funciones» que pueden desempeñar algunos laicos (cf. Chl 23) cuidadosamente escogidos y preparados. Una forma adecuada podría ser que a una familia completa se le dé el encargo pastoral de animar a otras familias, preparándose debidamente para este oficio.

(Santo Domingo, Conclusiones 101)

e) Los movimientos y asociaciones de la Iglesia

Como respuesta a las situaciones de secularismo, ateísmo e indiferencia religiosa y como fruto de la aspiración y necesidad de lo religioso (cf. Chl 4), el Espíritu Santo ha impulsado el nacimiento de movimientos y asociaciones de laicos que han producido ya muchos frutos en nuestras Iglesias.

Los movimientos dan importancia fundamental a la Palabra de Dios, la oración en común y la atención especial a la acción del Espíritu. Hay casos también en que, a la experiencia de una fe compartida, sigue siempre una necesidad de comunicación cristiana de bienes, primer paso para una economía de solidaridad.

Las asociaciones de apostolado son legítimas y necesarias (cf. AA 18); siguiendo la orientación del Concilio, se reconoce un lugar especial a la Acción Católica por su vinculación profunda a la Iglesia particular (cf. AA 20; Chl 31). Ante los riesgos de algunos movimientos y asociaciones que pueden llegar a cerrarse sobre sí mismos, es particularmente urgente tener en cuenta los «criterios de eclesialidad» indicados en la exhortación post -sinodal «Christifideles laici» n. 30. Es necesario acompañar a los movimientos en un proceso de inculturación más definido y alentar la formación de movimientos con una mayor impronta latinoamericana.

«La Iglesia espera mucho de todos aquellos laicos que, con entusiasmo y eficacia evangélica, operan a través de los nuevos movimientos apostólicos, que han de estar coordinados en la pastoral de conjunto y que responden a la necesidad de una mayor presencia de la fe en la vida social» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 27).

(Santo Domingo, Conclusiones 102)

f) Los laicos, línea pastoral prioritaria

La importancia de la presencia de los laicos en la tarea de la Nueva Evangelización, que conduce a la promoción humana y llega a informar todo el ámbito de la cultura con la fuerza del Resucitado, nos permite afirmar que una línea prioritaria de nuestra pastoral, fruto de esta IV Conferencia, ha de ser la de una Iglesia en la que los fieles cristianos laicos sean protagonistas. Un laicado, bien estructurado con una formación permanente, maduro y comprometido, es el signo de Iglesias particulares que han tomado muy en serio el compromiso de Nueva Evangelización.

(Santo Domingo, Conclusiones 103)

1.3.5. Las mujeres
En Cristo, plenitud de los tiempos, la igualdad y complementariedad con que el hombre y la mujer fueron creados (cf. Gén 1, 27) se hace posible, «ya que no hay hombre ni mujer, ya que todos somos uno en Cristo» (Gál 3, 26 -29). Jesús acogió a las mujeres, les devolvió su dignidad y les confió después de su resurrección la misión de anunciarlo (cf. MD 16). Cristo, «nacido de mujer» (Gál 4, 4) nos da a María, que precede a la Iglesia mostrando en forma eminente y singular el modelo de Virgen y de Madre (cf. LG 63). Ella es protagonista de la historia por su cooperación libre, llevada a la máxima participación con Cristo (cf. DP 293). María ha representado un papel muy importante en la evangelización de las mujeres latinoamericanas y ha hecho de ellas evangelizadoras eficaces, como esposas, madres, religiosas, trabajadoras, campesinas, profesionales. Continuamente les inspira la fortaleza para dar la vida, inclinarse ante el dolor, resistir y dar esperanza cuando la vida está más amenazada, encontrar alternativas cuando los caminos se cierran, como compañera activa, libre y animadora de la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 104)

Situación

En nuestro tiempo la sociedad y la Iglesia han crecido en la conciencia de la igual dignidad de la mujer y el varón. Aunque teóricamente se reconoce esta igualdad, en la práctica con frecuencia se la desconoce. La Nueva Evangelización debe ser promotora decidida y activa de la dignificación de la mujer; esto supone profundizar en el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

- Hoy se difunden diversas proposiciones reduccionistas sobre la naturaleza y misión de la mujer, se niega su específica dimensión femenina, se la pospone en su dignidad y derechos, se la convierte en objeto de placer, con un papel secundario en la vida social. Ante esto queremos proponer la doctrina evangélica sobre la dignidad y vocación de la mujer, subrayando su papel «como madre, defensora de la vida y educadora del hogar» (DP 846).

(Santo Domingo, Conclusiones 105)

En la familia y en la construcción del mundo hoy gana terreno una mayor solidaridad entre hombres y mujeres, pero hacen falta pasos más concretos hacia la igualdad real y el descubrimiento de que ambos se realizan en la reciprocidad.

Tanto en la familia como en las comunidades eclesiales y en las diversas organizaciones de un país, las mujeres son quienes más comunican, sostienen y promueven la vida, la fe y los valores. Ellas han sido durante siglos «el ángel custodio del alma cristiana del continente» (cf. Juan Pablo II, Homilía en Santo Domingo, 11. 10. 92, 9). Este reconocimiento choca escandalosamente con la frecuente realidad de su marginación, de los peligros a los que se somete su dignidad, de la violencia de la que es objeto muchas veces. A aquella que da y que defiende la vida, le es negada una vida digna. La Iglesia se siente llamada a estar del lado de la vida y defenderla en la mujer.

(Santo Domingo, Conclusiones 106)

Compromisos pastorales

Consideramos urgentes estas líneas de acción:

- Denunciar valientemente los atropellos a las mujeres latinoamericanas y caribeñas, sobre todo a las campesinas, indígenas, afroamericanas, migrantes y obreras, incluso los que se cometen por los medios de comunicación social contra su dignidad. Promover la formación integral para que se dé una verdadera toma de conciencia de la dignidad común del varón y la mujer. Anunciar proféticamente el ser verdadero de la mujer, sacando del Evangelio la luz y la esperanza de lo que ella es en plenitud, sin reducirla a modalidades culturales transitorias. Crear espacios para que la mujer pueda descubrir sus propios valores, apreciarlos y aportarlos abiertamente a la sociedad y a la Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 107)

- Desarrollar la conciencia de los sacerdotes y dirigentes laicos para que acepten y valoren a la mujer en la comunidad eclesial y en la sociedad, no sólo por lo que ellas hacen, sino sobre todo por lo que son. Fomentar una actitud de análisis crítico ante los mensajes de los medios de comunicación sobre los estereotipos que éstos presentan sobre la feminidad. Discernir a la luz del Evangelio de Jesús los movimientos que luchan por la mujer desde distintas perspectivas, para potenciar sus valores, iluminar lo que puede parecer confuso y denunciar lo que resulta contrario a la dignidad humana. Al leer las Escrituras, anunciar con fuerza lo que el Evangelio significa para la mujer y desarrollar una lectura de la Palabra de Dios que descubra los rasgos que la vocación femenina aporta al plan de Salvación.

(Santo Domingo, Conclusiones 108)

- Crear en la educación nuevos lenguajes y símbolos que no reduzcan a nadie a la categoría de objeto, sino que rescaten el valor de cada uno como persona, y evitar en los programas educativos los contenidos que discriminan a la mujer, reduciendo su dignidad e identidad. Es importante poner en práctica programas de educación para el amor y educación sexual en la perspectiva cristiana, buscar caminos para que se den entre el varón y la mujer relaciones interpersonales basadas en el mutuo respeto y aprecio, el reconocimiento de las diferencias, el diálogo y la reciprocidad. Se ha de incorporar a las mujeres en el proceso de toma de decisiones responsablemente en todos los ámbitos: en la familia y en la sociedad. Urge contar con el liderazgo femenino, y promover la presencia de la mujer en la organización y la animación de la Nueva Evangelización de América Latina y el Caribe. Es necesario impulsar una pastoral que promueva a las mujeres indígenas en lo social, en lo educativo y en lo político.

(Santo Domingo, Conclusiones 109)

- Denunciar todo aquello que, atentando contra la vida, afecte la dignidad de la mujer, como el aborto, la esterilización, los programas antinatalistas, la violencia en las relaciones sexuales; favorecer los medios que garanticen una vida digna para las mujeres más expuestas: empleadas domésticas, migrantes, campesinas, indígenas, afroamericanas, trabajadoras humildes y explotadas; intensificar y renovar el acompañamiento pastoral a mujeres en situaciones difíciles: separadas, divorciadas, madres solteras, niñas y mujeres prostituidas a causa del hambre, del engaño y del abandono.

(Santo Domingo, Conclusiones 110)

1.3.6. Los adolescentes y los jóvenes
Jesús ha recorrido las etapas de la vida de toda persona humana: niñez, adolescencia, juventud, edad adulta. él se revela como el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 5). Al nacer asumió la condición de niño pobre y sometido a sus padres, recién nacido fue perseguido (cf. Mt 2, 13). El mismo Jesús, revelación del Padre que quiere la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10), devuelve la vida a su amigo Lázaro (cf. Jn 11), al joven hijo de la viuda de Naim (cf. Lc 7, 7 -17) y a la joven hija de Jairo (cf. Mc 5, 21 -43). él sigue llamando hoy a los jóvenes para dar sentido a sus vidas.

La misión de los adolescentes y jóvenes en América Latina que caminan hacia el tercer milenio cristiano es prepararse para ser los hombres y mujeres del futuro, responsables y activos en las estructuras sociales, culturales y eclesiales, para que, incorporados por el Espíritu de Cristo y por su ingenio en conseguir soluciones originales, contribuyan a lograr un desarrollo cada vez más humano y más cristiano (cf. Juan Pablo II, Homilía en Higüey, 12. 10. 92, 5).

(Santo Domingo, Conclusiones 111)

Situación

Muchos jóvenes son víctimas del empobrecimiento y de la marginación social, de la falta de empleo y del subempleo, de una educación que no responde a las exigencias de sus vidas, del narcotráfico, de la guerrilla, de las pandillas, de la prostitución, del alcoholismo, de abusos sexuales, muchos viven adormecidos por la propaganda de los medios de comunicación social y alienados por imposiciones culturales, y por el pragmatismo inmediatista que ha generado nuevos problemas en la maduración afectiva de los adolescentes y de los jóvenes.

Por otra parte constatamos que hay adolescentes y jóvenes que reaccionan al consumismo imperante y se sensibilizan con las debilidades de la gente y el dolor de los más pobres. Buscan insertarse en la sociedad, rechazando la corrupción y generando espacios de participación genuinamente democráticos. Cada vez son más los que se congregan en grupos, movimientos y comunidades eclesiales para orar y realizar distintos servicios de acción misionera y apostólica. Los adolescentes y los jóvenes están cargados de interrogantes vitales y presentan el desafío de tener un proyecto de vida personal y comunitario que dé sentido a sus vidas y así logren la realización de sus capacidades; manifiestan el desafío de ser acompañados en sus caminos de crecimiento en su fe y trabajo eclesial y preocupaciones de transformación necesaria de la sociedad por medio de una pastoral orgánica.

(Santo Domingo, Conclusiones 112)

En la Iglesia de América Latina los jóvenes católicos organizados en grupos piden a los pastores acompañamiento espiritual y apoyo en sus actividades, pero sobre todo necesitan en cada país líneas pastorales claras que contribuyan a una pastoral juvenil orgánica.

(Santo Domingo, Conclusiones 113)

Compromisos pastorales

Nos proponemos ejecutar las siguientes acciones pastorales:

- Reafirmar la «opción preferencial» por los jóvenes proclamada en Puebla no sólo de modo afectivo sino efectivamente; esto debe significar una opción concreta por una pastoral juvenil orgánica, donde haya un acompañamiento y apoyo real con diálogo mutuo entre jóvenes, pastores y comunidades. La efectiva opción por los jóvenes exige mayores recursos personales y materiales por parte de las parroquias y de las diócesis. Esta pastoral juvenil debe tener siempre una dimensión vocacional.

(Santo Domingo, Conclusiones 114)

Para cumplirla proponemos una acción pastoral:

- Que responda a las necesidades de maduración afectiva y a la necesidad de acompañar a los adolescentes y jóvenes en todo el proceso de formación humana y crecimiento de la fe. Habrá que dar importancia especial al sacramento de la Confirmación, para que su celebración lleve a los jóvenes al compromiso apostólico y a ser evangelizadores de otros jóvenes.

- Que capacite para conocer y responder críticamente a los impactos culturales y sociales que reciben y los ayude a comprometerse en la pastoral de la Iglesia y en las necesarias transformaciones de la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 115)

- Que dinamice una espiritualidad del seguimiento de Jesús, que logre el encuentro entre la fe y la vida, que sea promotora de la justicia, de la solidaridad y que aliente un proyecto esperanzador y generador de una nueva cultura de vida.

(Santo Domingo, Conclusiones 116)

- Que asuma las nuevas formas celebrativas de la fe, propias de la cultura de los jóvenes, y fomente la creatividad y la pedagogía de los signos, respetando siempre los elementos esenciales de la liturgia.

(Santo Domingo, Conclusiones 117)

- Que anuncie, en los compromisos asumidos y en la vida cotidiana, que el Dios de la vida ama a los jóvenes y quiere para ellos un futuro distinto sin frustraciones ni marginaciones, donde la vida plena sea fruto accesible para todos.

(Santo Domingo, Conclusiones 118)

- Que abra a los adolescentes y jóvenes espacios de participación en la misma Iglesia. Que el proceso educativo se realice a través de una pedagogía que sea experiencial, participativa y transformadora. Que promueva el protagonismo a través de la metodología del ver, juzgar, actuar, revisar y celebrar. Tal pedagogía ha de integrar el crecimiento de la fe en el proceso de crecimiento humano, teniendo en cuenta los diversos elementos como el deporte, la fiesta, la música, el teatro.

- Esta pastoral debe tener en cuenta y fortalecer todos los procesos orgánicos válidos y largamente analizados por la Iglesia desde Puebla hasta ahora. Cuidará muy especialmente de dar relevancia a la pastoral juvenil de medios específicos donde viven y actúan los adolescentes y los jóvenes: campesinos, indígenas, afroamericanos, trabajadores, estudiantes, pobladores de periferias urbanas, marginados, militares y jóvenes en situaciones críticas.

- La Iglesia con su palabra y su testimonio debe ante todo presentar a los adolescentes y a los jóvenes a Jesucristo en forma atractiva y motivante, de modo tal que sea para ellos el camino, la verdad y la vida que responde a sus ansias de realización personal y a sus necesidades de encontrar sentido a la misma vida.

(Santo Domingo, Conclusiones 119)

- Para responder a la realidad cultural actual, la pastoral juvenil deberá presentar, con fuerza y de un modo atractivo y accesible a la vida de los jóvenes, los ideales evangélicos. Deberá favorecer la creación y animación de grupos y comunidades juveniles vigorosas y evangélicas, que aseguren la continuidad y perseverancia de los procesos educativos de los adolescentes y jóvenes y los sensibilicen y comprometan a responder a los retos de la promoción humana, de la solidaridad y de la construcción de la civilización del amor.

(Santo Domingo, Conclusiones 120)