CONSTRUCTORES DE LA PAZ

INSTRUCCIÓN PASTORAL
DE LA COMISIÓN PERMANENTE DEL EPISCOPADO

 

CAPÍTULO V

EXIGENCIAS ÉTICAS DE NUESTRA DEFENSA
EN EL MARCO DE EUROPA

 

99. Los españoles formamos parte de Europa por nuestra historia y nuestra cultura. La reciente incorporación a las Comunidades Europeas ha fortalecido nuestras relaciones con Europa y aumentado nuestras obligaciones de solidaridad con los países europeos. A partir de esta condición europea, los españoles tienen (o han tenido) que decidir las características más generales de su organización defensiva. También aquí, dejando aparte las decisiones o preferencias políticas que no son incumbencia directa de la Iglesia, queremos ofrecer algunas consideraciones de naturaleza moral y ética que puedan ayudar a los católicos y a quienes quieran escuchar nuestra voz a formarse un juicio moralmente recto sobre estas complicadas cuestiones en las que todos tenemos alguna responsabilidad.

1. CONTRIBUCIÓN DE EUROPA A LA PAZ

100.Las circunstancias históricas de Europa hacen que las naciones europeas sientan fuertemente el deseo y la necesidad dela paz.

Todas las naciones europeas tienen en su historia y en sus mismos orígenes la savia de la tradición cristiana. De algunas de ellas han nacido doctrinas y experiencias políticas que han fomentado en el mundo entero el reconocimiento de los derechos humanos y de la democracia. Aunque también es cierto que de Europa han nacido ideologías totalitarias y expansionistas que provocaron guerras y revoluciones sangrientas.

La misma experiencia de las numerosas guerras que se han desarrollado en su territorio y muy especialmente las consecuencias terribles de la ultima guerra mundial han desarrollado paradójicamente entre los europeos un vivo anhelo de paz y la repulsa de la guerra. No se puede desconocer que Europa, la Europa real e histórica, sigue dividida por la f uerza, que en muchos países europeos no están reconocidos los derechos humanos, que las naciones europeas suf rieron los estragos de la guerra hasta la destrucción.

La integración y la solidaridad con Europa no puede ser únicamente una cuestión de mercados y de prestaciones económicas. Construir la paz de Europa y con Europa ha de ser un objetivo importante para nosotros. Ello supone apoyar decididamente las instituciones e iniciativas que trabajan en favor del reconocimiento de los derechos humanos, de la colaboración y la comunicación entre todos los pueblos de Europa, desde el Atlántico a los Urales.

101.Sería de desear que utilizáramos nuestra participación en las instituciones europeas para hacer presente las necesidades y las justas expectativas de los países subdesarrollados de una manera especial los países hispanoamericanos, agobiados por la pobreza, el endeudamiento exterior y las tensiones políticas, deben encontrar en nosotros un aliado leal y desinteresado.

2. ORGANIZAR NUESTRA DEFENSA EN UNA PERSPECTIVA DE PAZ

102.En el momento de colaborar directamente en la construcción de esa paz que tanto anhelan y desean los pueblos europeos, tenemos que plantearnos dos graves decisiones: nuestra actitud ante la carrera de armamentos y la forma de organizar nuestra defensa. Respetando el campo de responsabilidad de los gobernantes y políticos, queremos manif estar nuestra preo-cupación en este campo y ofrecer algunas orientaciones inspiradas en el Evangelio para colaborar desde nuestro punto de vista de cristianos y de pastores de la comunidad a la f ormación de la opinión publica sobre tan importantes decisiones.

Si queremos compartir el futuro con los demás pueblos de Europa se plantea la cuestión de si es ético o no integrarse en las alianzas militares de las que forman parte la mayoría de los países europeos y occidentales. En función de lo que llevamos dicho hemos de afirmar, lo que el criterio determinante para una tal decisión ha de ser la búsqueda leal y sincera de la paz nacional e internacional en estrecha colaboración con todos los esfuerzos y proyectos encaminados a construir la paz; que es una cuestión de índole directamente política la forma concreta de servir mejor a estos objetivos; que, por consiguiente, no se puede imponer ninguna de las soluciones posibles por razones estrictamente religiosas o morales; que cualquiera que sea la solución adoptada por las instituciones competentes nuestra organización defensiva debe estar decididamente ordenada a la supresión de la guerra y al servicio positivo de la paz nacional e internacional.

103.Organizar la defensa para el servicio de la paz requiere abstenerse de entrar en la lógica del armamentismo. De aquí que nos preocupe el fuerte incremento de los presupuestos militares durante los últimos años y el aumento espectacular de las ventas de armas a terceros países. Nos preguntamos hasta qué punto la f abricación y la venta de armas no están siendo promovidas como eje central de nuestro desarrollo industrial y económico. Sin rechazar los gastos necesarios para una justa y proporcionada organización de la defensa, no podemos menos de alertar contra el riesgo de un armamentismo que acabaría alterando profundamente la moralidad de nuestra vida social y el carácter pacíf ico de nuestras relaciones internacionales 1 .

104.Para ser compatible con una verdadera inspiración ética, la organización de la defensa tiene que ser proporcional a los recursos disponibles de manera que en situaciones normales no se sustraigan los recursos necesarios para la promoción eco-nómica y cultural de los más necesitados y de la sociedad ente-ra. Dentro o fuera de la OTAN, es preciso promover decididamente todo aquello que nos acerque a la desaparición de los bloques, al desarme bilateral y total, la instauración de un nuevo orden internacional capaz de garantizar sólidamente la paz en el respeto a la libertad y los derechos de todos los pueblos de la tierra. Las naciones ricas, entre las cuales debemos contarnos a pesar de nuestras carencias y dificultades, no podemos organizar nuestra propia vida política y económica sin un espíritu de solidaridad con los pueblos más pobres de la tierra. En una época de conciencia planetaria como la nuestra, no puede haber política ni estrategia verdaderamente ética y humana si no se inspira en un sentimiento universal de solidaridad y responsabilidad.

 

CAPÍTULO VI

OBLIGACIONES Y COMPROMISOS EN FAVOR DE LA PAZ

105.La paz no es simplemente la ausencia de la guerra o de la violencia. Más aún, la violencia surge de una manera o de otra si no existe el empeño generalizado de construir la paz positivamente como fruto de un tejido de relaciones justas y solidarias que vayan desde el nivel de las simples relaciones interpersonales hasta las mas complicadas construcciones jurídicas y políticas de orden nacional e internacional.

En los países democráticos las actitudes personales mayoritarias y la opinión pública influyen de manera importante en las decisiones de los políticos y de los gobernantes. Por eso es tan importante que las actitudes y criterios de los ciudadanos y la misma opinión pública se inspiren en sentimientos de respeto, de justicia y de fraternidad, una fraternidad abierta a todos los hombres, pueblos y naciones de la tierra.

1. ESPECIALES COMPROMISOS DE LA IGLESIA Y DE LOS CRISTIANOS

106.La promoción de la paz es para nosotros no sólo una preocupación ética y ciudadana, sino también una responsabilidad pastoral y cristiana. La paz, don de Dios y obra de los hombres tiene que ser de manera singular solicitud y responsabilidad de los discípulos de Jesucristo, Príncipe de la Paz. Antes de terminar esta instrucción queremos reseñar las que nos parecen más urgentes tareas de la Iglesia y de los cristianos en servicio de la paz.

107.La misión especifica de la Iglesia es la reconciliación de todos los hombres y de todos los pueblos, entendida en toda su plenitud: reconciliación completa y def initiva entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí. Ser cristiano obliga a comprometerse en esa misión: Es urgente que todos los que nos decimos seguidores de Jesucristo mantengamos lúcidamente nuestra vocación y perseveremos en practicarla. Como obispos, queremos ser los primeros en comprometernos totalmente en la construcción de la paz y de la reconciliación, y pedimos también este empeño a todos los miembros de la Iglesia.

108.Reconocemos humildemente que también en nuestras iglesias aparecen muchas veces la injusticia, el egoísmo, las divisiones y los enfrentamientos y que, como consecuencia, estamos también necesitados de reconciliación. Miembros de una Iglesia caminante, siempre necesitada de purificación, invitamos a los demás cristianos a que nos acompañen en un renovado esfuerzo de conversión a la justicia, al amor y a la generosidad, a fin de que la paz del Señor se albergue en nuestros corazones y en nuestras comunidades. Solo siendo ejemplos vivientes de reconciliación y de paz en la justicia y en el amor, nuestra llamada a la reconciliación y a la paz será inteligible y significativa para los hombres y las naciones, y solamente así nuestras Iglesias serán "signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todas el género humano" 1 .

109.Las divisiones entre los cristianos enturbian y debilitan la fuerza de nuestro testimonio en favor de la unidad y de la paz. La llamada de Dios a la paz nos obliga a intensificar los esfuerzos de comprensión y acercamiento entre los cristianos divididos y las diferentes Iglesias cristianas. La oración en común y la participación en obras comunes fortalecerá el valor de nuestros esfuerzos en favor de la justicia y de la paz.

110.Nuestra primera recomendación concreta se dirige a los sacerdotes, religiosos y responsables de comunidades, grupos o movimientos. El estudio, la predicación y la difusión de la doctrina moral cristiana, sobre estos asuntos de la vida social e internacional debe ser una preocupación creciente para todos nosotros. En los Seminarios y Centros de formación se debe conceder un lugar importante a la doctrina social de la Iglesia sobre la paz y las relaciones internacionales.

111.Hemos de recordar a las parroquias y comunidades cristianas su vocación a ser constructores de la paz, orientando y animando a la participación de los laicos en el tejido sociopolítico de nuestra sociedad, en un compromiso vivido desde la peculiaridad de nuestra fe. La Iglesia se define, entre otras imágenes, como instrumento de la unión íntima del hombre con Dios y de los hombres entre si; su catolicidad le permite ser una y plural, local y universal, creando cauces de comunicación y vínculos de unión entre los pueblos y comunidades humanas. Para secundar esta misión de la Iglesia no hemos de confundirla con la propia cultura o la determinada opción política, pero sí actualizar en todas las circunstancias esa misión y esa vocación de unidad y de paz, que "no esta ligada a ninguna forma particular de civilización humana ni a sistema político alguno, económico o social" 2 .

112.Queremos destacar aquí la especial responsabilidad de los padres y educadores. Si queremos que la sociedad del mañana sea más justa y más pacíf ica que la actual, nuestra generación debe empeñarse en un decidido y sistemático esfuerzo por educar a los niños y los adolescentes en las ideas, los sentimientos, las propuestas y las experiencias de la paz. Será necesario, por tanto, que los padres de f amilia y cuantos trabajan en instituciones educativas comprendan y asuman generosamente el hermoso y difícil papel de ser verdaderos "educadores para la paz".

113.Pedimos a los padres y educadores que sepan ofrecer a sus hijos y a sus alumnos una visión íntegra de la fe en Dios y de la caridad fraterna, con sus mutuas y esenciales vinculaciones, ayudándoles a descubrir y practicar sus valores dentro de sus propias circunstancias: el diálogo, la paciencia, la verdad, la justicia, el perdón, el respeto, el amor, la solidaridad, la colaboración, el trabajo y la fiesta. Todo ello será, sin duda, anticipo, siembra y promesa de unas generaciones pacíficas y pacificadoras.

114.A los que trabajan en obras y movimientos juveniles les exhortamos a presentar ante los jóvenes el gran objetivo cristia-no de la paz de manera realista y atrayente, iniciándoles en el conocimiento de las organizaciones católicas que trabajan por la paz y animándoles a participar personalmente en iniciativas concretas como congresos, marchas, prestaciones voluntarias de cooperación, etc.

115.La educación de la fe es hoy tarea prioritaria en nuestras comunidades cristianas. De la misma entraña de la fe brotan las exigencias de reconciliación y de fraternidad universal. Por ello, la paz debe ocupar un lugar importante en nuestra catequesis, en la que niños, jóvenes y adultos descubran el verdadero significado y las grandes exigencias de la paz.

116.La paz grande del mundo se apoya en los pequeños gestos de paz que cada uno podemos construir a la medida de nuestras fuerzas y nuestras responsabilidades, en la familia, en el grupo, en el trabajo, en la profesión, en el pueblo o en la ciudad, en lo cultural y en lo económico, en las relaciones interpersonales y en la política.

2. GRUPOS DE ESPECIAL RESPONSABILIDAD SOCIAL

117.Especial responsabilidad en el servicio a la paz tienen todos aquellos que dirigen de una u otra manera la vida de las naciones. Pedimos, en primer lugar, a nuestros políticos que en sus actuaciones y proyectos busquen sinceramente la paz y antepongan este objetivo a cualquier otro objetivo personal, parti-dista, ideológico, económico o político.

118.Los científicos son agentes cualificados en la construcción de la paz. El cambio cualitativo de la guerra moderna es fruto de la tecnología. La investigación y el trabajo científico tienen "el deber de solidaridad humana internacional"; su finalidad es "la generación de la vida, la dignidad de la vida, especialmente de la vida del pobre" 3 . Una investigación científica polarizada por el interés de la guerra, fácilmente queda prostituida en su auténtica finalidad y pierde su debida orientación ética, aunque los científicos que trabajan en ella no sean moralmente los únicos ni los principales responsables.

119.Queremos hacer una mención especial de aquellos que han adoptado como profesión personal la profesión militar. Quienes ejercen el servicio armado pueden considerarse instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta función contribuyen realmente a la consolidación de la paz" 4 . Los cristianos que prestan un servicio armado en la construcción y defensa de la paz, deberán vivir también la vocación evangélica que se inspira en el amor, fructifica en perdón y busca positivamente la paz. Para que los militares cristianos perseveren firmes en esa vocación evangélica, la Iglesia les presta su asistencia pastoral mediante sacerdotes especializados a quienes dedicamos desde aquí una palabra de -reconocimiento y aliento.

120.Esperamos de los intelectuales que ofrezcan a la sociedad valores éticos y nuevos horizontes que estimulen a salir del egoísmo insolidario y fomenten un mundo mas fraterno, más pacífico, más creativo, más sobrio y laborioso, más festivo y humano; de quienes dirigen y colaboran en los medios de comunicación social, que ejerzan su papel de mediadores entre el hombre y su mundo en un respeto absoluto a la verdad y a los valores morales del respeto y de la convivencia. De unos y de otros, que con sus conocimientos y sus medios traten de promover la responsabilidad, el mutuo respeto, el dialogo y la convivencia pacífica entre todos los ciudadanos.

121.Queremos dirigirnos también a los hombres y mujeres del mundo del trabajo, de los sindicatos y de las asociaciones profesionales y empresariales. Dentro de este vasto campo y en las relaciones mutuas que conlleva, se juega en gran parte la afirmación o la negación de la justicia. Será sólida garantía de la paz individual, social e internacional el que dentro de las relaciones laborales y económicas se observe siempre el sentido de la justicia en sus diversos aspectos, como la dignidad y el respeto a las personas, la justa distribución de los beneficios, la igualdad de oportunidades, la no discriminación por motivo alguno, el reconocimiento del trabajo, las cualidades y esfuerzos personales, el interés por el bien común, etc.

3. NO VIOLENCIA Y OBJECIÓN DE CONCIENCIA

122.La objeción de conciencia debe también inspirarse en el deseo de colaborar activamente en la construcción de una sociedad pacíf ica, sin rehuir el esf uerzo y los sacrificios necesarios para contribuir positivamente al desarrollo del bien común y el servicio de los más necesitados.

A aquellos que por razones morales se sientan movimos a adoptar actitudes positivas de no violencia activa o a presentar objeción de conciencia al servicio militar, les exhortamos a purif icar sus motivaciones de toda manipulación política, ideológica y desleal que pudiera enturbiar la dignidad moral y el valor constructivo de tales actitudes. Semejante recomendación no carece de fundamento, pues con frecuencia tales decisiones, nacidas de sentimientos nobles y humanitarios, se ven solicitadas por ideologías o instituciones políticas que actúan en favor de sus propios objetivos no siempre coherentes con un servicio sincero a la construcción de la paz en la verdad ,la justicia y la libertad.

123.El Concilio Vaticano II alaba la conducta "a aquellos que, renunciando a la violencia en la exigencia de sus derechos, recurren a los medios de defensa que, por otra parte, están al alcance incluso de los más débiles, con tal que esto sea posible sin lesión de los derechos y obligaciones de otros o de la sociedad"5 .La estrategia de la acción no violenta es conforme a la moral evangélica, que pide actuar con un corazón reconciliado para liberar al adversario de su propia violencia. El Concilio ha reconocido estos valores cristianos evocando la conducta de Jesús de Nazaret, quien "por medio de la Cruz ha dado muerte al odio en su propia carne" 6 .

124.Es deseable que una legislación cuidadosa y adecuada regule de manera satisfactoria esta manera específica de entender y practicar el servicio a la sociedad y a la convivencia armonizando el derecho de los objetores y las comunes exigencias del servicio a la sociedad y al bien común.

125.El reconocimiento de estas formas no violentas de servir a la sociedad y a la paz no debe llevar a condenaciones maximalistas de la legítima defensa armada ni de aquellos que profesan el servicio de las armas en favor de la paz y de la justa defensa de los conciudadanos pacíficos e inocentes.

4. CELEBRAR, PEDIR Y DIFUNDIR LA PAZ

126. La fe y la comunión con Jesucristo comunica ya a los cristianos el don de la paz, la paz profunda y completa que es paz con Dios, consigo mismo, con los hermanos y con la creación entera. Esta paz de Dios no es sólo la paz del corazón es también la paz de unos con otros, la paz con los que están cerca y con los que están lejos, un inicio real de la gran paz mesiánica con la que Dios quiere bendecir a todos sus hijos para siempre.

127.La celebración de los sacramentos son momentos especialmente intensos de esta posesión y experiencia de la paz. El sacramento de la reconciliación nos devuelve la paz con Dios y con los hermanos y nos libera del pecado que es la raíz de todas las divisiones y conflictos. Celebrar sinceramente el sacramento de la conversión y de la reconciliación contribuye de manera importante a poner los fundamentos profundos de la paz.

128.En la Eucaristía los cristianos celebramos la muerte y resurrección de Jesucristo y participamos en estos misterios de salvación por los que de una vez para siempre nos fue concedida la paz con Dios y el espíritu de amor y fraternidad. En la celebración eucarística Jesucristo hace presente su obra de reconciliación y de paz en medio de nosotros, en las oraciones expresamos ante la presencia de Dios nuestras deficiencias y anhelos, nos damos unos a otros el abrazo de paz y nos alimentamos con el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo hecho pan de reconciliación y fraternidad.

129.Entre la celebración eucarística y la plenitud final del Reino de Dios vive la Iglesia y vivimos nosotros como puentes entre un mundo que camina hacia su plenitud y un Reino de Dios ya dado e iniciado por Cristo y por la lglesia en este mundo.

La Iglesia se hace signo y fermento de paz cuando cristianos de distintas razas y lenguas, de distintos países y estados, de diversos bloques y continentes celebran y viven juntos el misterio de la salvación y de la paz.

130.Por esto mismo recomendamos la participación de los f ieles en todas aquellas iniciativas que favorezcan el conocimiento y la colaboración con cristianos y ciudadanos de otros países como son los congresos, las peregrinaciones, los intercambios, toda clase de gestos de apoyo y comunicación. De manera especial estas iniciativas son recomendables y necesarias con aquellos hermanos nuestros que viven privados de libertad religiosa y política.

131.La participación intensa en la vida de la Iglesia, en las celebraciones litúrgicas, en la oración personal, en el esfuerzo continuado de penitencia y reconciliación nos llevará a experimentar con gozo dentro de nosotros el gran don mesiánico de la paz . De esta manera nos sentiremos impulsados a anunciar el evangelio de la paz y construir en torno nuestro la paz pequeña de cada día y la paz grande de la sociedad y de las naciones. Lo que Dios nos da debe ser ofrecido y transmitido a todos los hombres.

132.Hay mil formas posibles de construir la paz. Todos podemos y debemos participar en aquellas que estén a nuestro alcance: formarse e informarse sobre los problemas de la convivencia nacional e internacional; participar en asociaciones y movimientos que trabajan por la paz; fomentar el conocimiento y el intercambio entre los pueblos de España, entre las naciones de Europa y del mundo entero; apoyar las iniciativas sociales o políticas en favor de la justicia, de la libertad y de la paz en España, en Europa y en el mundo; ofrecer nuestro tiempo y nuestro dinero para obras de ayuda a los países subdesarrollados; participar personalmente en obras de promoción mediante la prestación de servicios voluntarios dentro o fuera de España; luchar pacíficamente contra todas las causas de la desconfianza, de la división y de los enfrentamientos entre los hombres y las familias, los pueblos y las naciones. Todo en el nombre del Dios de la paz y con la fuerza de su amor.

CONCLUSIÓN

133.Hemos comenzado esta carta confesando nuestra fe cristiana y la firme esperanza de que algún día llegará la reconciliación universal entre los pueblos.

Somos conscientes de que la paz es don de Dios y al mismo tiempo tarea nuestra, Por el Señor sabemos que la experiencia de Dios y el compromiso con los hombres son inseparables para un cristiano. Desde esa convicción hemos reflexionado sobre la paz en el mundo y en nuestro propio país, con el deseo de que nuestra carta pueda ser "buena noticia" para creyentes y no creyentes, para todos los sedientos de paz y de justicia que hoy lamentan tantas injusticias, violencias, tensiones y conflictos que parecen hacer imposible la verdadera paz.

134.Al intervenir en ejercicio de nuestro ministerio pastoral en estos asuntos tan cercanos a la vida real, no queremos interferirnos en los asuntos que Dios ha dejado a la libertad de los hombres, sino acercar la luz de la revelación divina y el espíritu del Evangelio a la solución practica de problemas tan fundamentales que tanto importan para el bien de nuestros conciudadanos y la colaboración de todos al gran objetivo de la paz internacional.

135.Hacemos una llamada especialmente intensa y calurosa a los jóvenes españoles que buscan con frecuencia ideales nobles en los que volcar la energía y las ilusiones propias de su edad.

136.Al ofreceros estas reflexiones y sugerencias invocamos la asistencia de la Virgen María, Madre de la Paz y de la Esperanza, con cuyo ejemplo e intercesión lograremos ser fieles discípulos de Jesucristo y miembros activos de una Iglesia renovada, constructora del Reino de Dios en el mundo y servidora de la paz y de la fraternidad entre los hombres.

137.Os escribimos llenos de esperanza: la vida acabará imponiéndose a la muerte; la alegría al dolor; la libertad a la opresión, y el amor al odio. Algún día desaparecerá la guerra y la violencia. Algún día reinará del todo y para siempre la paz. Si lo afirmamos así es porque tenemos la promesa de Dios y la realización en Jesucristo, Príncipe de la Paz 1 .

Plenamente confiados en esta promesa, terminamos recordando las palabras de la Escritura Santa: "Mas la Sabiduría de arriba es primeramente pura; luego, pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Y el fruto de la justicia se siembra en la paz para aquellos que obran la paz"2 . "Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros" 3 . "El que se hace testigo de estas cosas dice: Si, voy a llegar enseguida. Amen. Ven, Señor Jesús.
La gracia del Señor Jesús con todos"4 .

Madrid, 20 de febrero de 1986


CAPÍTULO 5º

1 Nos hacemos eco de la denuncia hecha por Mons. Díaz Merchán, Arzobispo de Oviedo, en el diario “YA” del 28 de diciembre de 1984.

CAPÍTULO 6º

1 Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia, 1.

2 Constitución pastoral, 42.

3 JUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Trilateral, 18-IV-1983, 1.

4 Constitución pastoral, 79.

5 Ibídem, 78.

6 Ibídem.

CONCLUSIÓN

1 Cf. Constitución pastoral, 78.

2 Sant 3,17-18.

3 2 Cor 13,11.

4 Ap 22,20-21.