Las Cartas Pastorales.

 

Se trata de tres cartas (I-II Tim-Tit) que forman un grupo homogéneo dentro del Corpus paulinum y, desde principios del siglo XVIII, suelen ser designadas bajo la denominación general de Cartas pastorales.

Van dirigidas, no directamente a las iglesias, como el resto de las cartas paulinas, a excepción de la de Filemón, sino a los pastores de esas iglesias, dándoles instrucciones en torno al ejercicio del ministerio. Aunque 1 Tim insiste particularmente sobre la organización de la Iglesia, Tito sobre la vida cristiana, y I1 Tim sobre la sana doctrina, todas tres tienen el mismo estilo, contienen idéntica doctrina, apuntan a las mismas tendencias heréticas y suponen prácticamente las mismas condiciones históricas.

El problema fundamental de estas cartas es el de su autenticidad paulina. Ya hablamos de ello en la introducción general al epistolario paulino; pero conviene que expongamos el tema un poco más en detalle. No ya sólo críticos acatólicos, son también bastantes los autores católicos que niegan la autenticidad paulina de estas cartas, y tratan de sacar consecuencias. Oigamos, por ejemplo, a H. Küng: "Es en las Pastorales, escritos tardíos del Nuevo Testamento, donde la concepción paulina de que cada cristiano ha recibido el Espíritu y sus dones, cede el paso a una teología de la función ministerial fuertemente acentuada, según la cual, el Espíritu se comunica en la ordenación por la imposición de manos. Cierto que las Pastorales pertenecen al canon del Nuevo Testamento y reclaman una consideración objetiva y seria, pero son escritos tardíos, mientras que las cartas paulinas tienen la prerrogativa de estar más cerca de las fuentes" 332. ¿Es verdad que estas cartas son escritos tardíos y no pertenecen a Pablo? Por lo que respecta a que sean "escritos tardíos," también en la opinión tradicional se han considerado siempre como los últimos escritos de Pablo; en ese sentido, no hay inconveniente en hablar de escritos tardíos. Pero, ¿consta que no son de Pablo ?

Creemos que en este punto conviene ser muy cautos. Con razón escribe Cerfaux que, "ante la incertidumbre de los argumentos de orden interno, la crítica ha aprendido más bien a ser circunspecta y a conceder cada vez mayor importancia a las atestaciones tradicionales.; ni vemos la menor razón de abandonarlas" 333. El P. Spicq, en su última edición del comentario a las Pastorales, sigue defendiendo "como altamente probable, por no decir cierta," la autenticidad paulina de las Pastorales 334. Lo mismo hacen F. Montagnini y H. Ridderbos en sus recientes comentarios 335. Algo más precavido se muestra A. Vogtle, contentándose con decir que "la autenticidad paulina sigue permaneciendo defendible. y, en todo caso, es claro que las Pastorales desarrollan un aspecto auténtico del pensamiento paulino" 336. Por el contrario, N. Brox en la colección "Regensburger Neues Testament," encargado de una nueva edición del comentario a las Pastorales, se inclina ya abiertamente por la no autenticidad, en contra de lo que defendía J. Freundorfer en ediciones anteriores 337.

Lo que principalmente mueve a dudar de la autenticidad de las Pastorales es esa preponderancia que se concede a las prescripciones morales sobre la enseñanza doctrinal propiamente dicha. La vida cristiana parece quedar reducida a cierta moral de equilibrio, con listas de virtudes y de vicios a estilo de la ética pagana. Falta — dicen — esa moral dinámica y radicalmente exigente de las cartas anteriores; en lugar de gracia-caridad-Espíritu Santo., se habla sobre todo de "piedad" (ευσέβεια: cf. 1 Tim 1:2; 3:16; 4:7-8; 6:3-11; 2 Tim 3:5; Tit 1:1), tιrmino muy usado en el helenismo, pero que no encontramos nunca en cartas anteriores de Pablo. Tampoco el término "fe," cuando se usa, tiene ese sentido de movimiento de adhesión a Jesucristo, como en cartas anteriores, sino más bien sentido de fidelidad al "depósito" de verdades que hay que conservar y transmitir (cf. 1 Tim 4:1; 6:21; 2 Tim 2:2; Tit 1:4). Esto, aparte las dificultades ya clásicas de una Iglesia demasiado institucionalizada y de unos errores combatidos que serían posteriores a Pablo.

Pues bien, que haya cierto cambio de estilo y presentación doctrinal en relación con cartas anteriores, no cabe ponerlo en duda. Pero notemos cómo también aquí se hace resaltar la impotencia del hombre para merecer la justificación (cf. 1 Tim 1:12-17; 2 Tim 1:9; Tit 3:3-7) y la gratuidad de la salud en Jesucristo (cf. 1 Tim 1:15-16; 2:5; 2 Tim 3:15; Tit 2:11-14), dos ideas clave de la teología paulina. Por lo demás, es lógico que las circunstancias en que habrían sido escritas estas cartas, al final ya de la vida del Apóstol y con una Iglesia en marcha, le llevaran a este nuevo modo de referirse al mensaje evangélico.

El peligro más grave no lo ve Pablo fuera de la Iglesia, sino dentro de ella, debido a ciertos cristianos que no respetan la doctrina tradicional y propagan doctrinas erróneas, de ahí sus consejos apremiantes a los pastores de esas iglesias, que son los que van a sucederle a él, a punto ya de "derramarse en libación" (cf. 2 Tim 4:1-8). Como dice G. A. Denzer, es cierto que "las Pastorales se diferencian de las demás epístolas paulinas por el tono y los temas en que centran su interés; sin embargo, estas diferencias no prueban que se trate de autores diferentes. Ni hay que exagerar las diferencias. También en las demás epístolas subraya Pablo la importancia de las buenas obras, y la fe implica la aceptación de unas verdades que han sido transmitidas desde la época de Cristo." 338

Por lo demás, ningún inconveniente en suponer, como hace el P. Benoit, que la redacción inmediata de las cartas sea obra de un secretario, cosa que era corriente en la epistolografía antigua, y explicaría mejor algunas diferencias de estilo. En cuanto a lo de afirmar que estas cartas presentan una Iglesia demasiado institucionalizada y se apunta a errores que pertenecen a época posterior, séanos permitido dudar de ello, conforme expondremos luego más adelante.

 

318 Gf. R. Pautrel-D. Mollat, Art. jugement: Dict. Bibl.-Suppl., vol.4, 001.1321-1394. — 319 Notemos que esta actitud frente a Cristo, juez supremo en la parusía, está tomada ya en esta vida; de ahí que algunos autores neotestamentarios, particularmente San Juan, hablan de que el juicio se hace ya ahora en la tierra, según la actitud que se adopte ante Cristo (cf. Jn 3:18; 5:24; 12:47-48). Sin embargo, eso no es obstáculo para seguir también haciendo referencia al iuicio último ν solemne, en el que se manifestará plenamente lo que — 320 Cf. B. Rigaux, L'Antéchrist et l'opposition au royanme messianique dans I'Anden et le Nouveau Testament (París 1932); D. Buzy, L'adversaire et l'obstacle: Rech. de Se. Relig. 24 (1934) 402-431; J. M. Bover, El principio de autoridad, obstáculo a la aparición del Anticristo: Razón y Fe, 118 (1939) 94-103; J. M. González Ruiz, La incredulidad de Israel y los impedimentos del Anticristo: Est. Bibl. 10 (1951) 189-203; M. Brunec, De "Homine peccati": Verb. Dom. 35 (1957) 3-33; G. H. Giblin, The Threat to Faith. An Exegetical and Theolo-gical Re-Examination of 2 Thess. 2 (Roma 1967). — 321 Cf. August., De civit. Dei, 20:19:2: PL 41:686. — 322 De Calígula (t 4i) sabemos que intentó colocar su estatura en el Templo mismo de Jerusalén, y fueron los legados de Siria los que refrenaron esas veleidades autodivinizantes del emperador (cf. Jos. flav., Antiquit. XVIII, 8:5; Philo, Legat. ad Caium, 33-34)· En cuanto a Nerón, sabemos por Tácito y Suetonio, que estaba muy extendida entre el pueblo la leyenda del Nerón redivivo. Según esta leyenda, Nerón no habría muerto, sino que habría huido a los Partos, y los que ahora le "impedían" volver a reinar eran sus sucesores: Galba, Vespasiano, Tito.; pero, removido el obstáculo, Nerón volvería a su trono y continuaría las persecuciones. Es ésta precisamente una de las razones por las que algunos críticos niegan la autenticidad paulina de esta carta; pues dicha leyenda no puede surgir hasta después de la muerte de Nerón (año 68) y, consiguientemente, es posterior a Pablo. Sobre esta leyenda del "Ñero redivivus," cf. B. Rigaux, L'Antécrist (París 1932) P-35O-353; E. B. Allo, L'Apocalypse (París 1933) p.286-289. — 323 Cf. Jub. 23:14-23; 4 Esdr. 5:1-3. — 324 Cf. F. Suárez, De myst. vitae Christi, disp.54, sect.i, n.y: "Antichristum. significare quemdam certum ac singularem hominem. est res certissima et de fide." — 325 Cf. P. H. Furley, The Mystery of Lavvlesness: Cath. Bibl. Quart. 8 (1946) 189. — 326 Es la opinión a la que se asocia también M. Meinertz, cuando escribe: "Aun cuando en la esfera de la escatología profética algunas figuras que se presentan como personas no son en realidad más que personificaciones, no cabe duda de que San Pablo considera al Anticristo como persona individual, en la cual se hallan como sintetizados y alcanzan su punto culminante los diversos anticristos de que habla San Juan (cf. i Jn 2:18-22; 4:3; 2 Jn 7) y sus maquinaciones anticristianas" (M. Meinertz, Teología del Nuevo Testamento [Madrid 1963] 473-474). — 327 A título de curiosidad y para que se vea hasta dónde llega a veces la fantasía, plácenos transcribir aquí este párrafo de Ricciotti: "Una identificación que tuvo gran éxito entre las diversas confesiones protestantes, y no sólo en los comienzos de la Reforma, sino aun en tiempos bastante recientes, es la de descubrir en el anticristo al Papa de Roma: naturalmente que quien contiene a este anticristo es la doctrina protestante. No puede dudarse de que, si las cuestiones religiosas tuvieran hoy en día en la masa la resonancia que tuvieron antaño, se reconocería al anticristo en Hitler o Stalin, Ghurchill o Mussolini, Roosevelt o el Mikado, según las propias opinones, pero siempre siguiendo el método de los antiguos protestantes: naturalmente, el que retiene sería quien en las parejas de estos nombres no fue elegido como anticristo. — 328 Dentro de los defensores de esta opinión podemos incluir en cierto modo a O. Cull-mann, quien dice que el TO Katejon (neutro) es la predicación a los gentiles que debe llegar a todo el mundo, y el O Katejon (masculino) es Pablo, que tiene conciencia de ser el instrumento elegido por Dios para ese apostolado (cf. O. Cullmann, Des sources de l'Evan-gile a la formation de la théologie chrétienne [Neuchátel 1969] p.56-75). Esta limitación que hace Cullmann, restringiendo el "obstáculo" al apostolado de Pablo mismo en persona, nos parece difícil de sostener. Nunca en sus cartas alude Pablo a su muerte como algo de tanta trascendencia que dejara paso libre a la revelación del anticristo. — 329 Hay algunos autores que niegan la conclusión, dando a la preposición από, no sentido local (lejos de), sino causal, y traducen: "serán castigados a eterna ruina por la faz del Señor y la gloría de su poder." Querría el Apóstol significar que la presencia misma del Señor aterrará a los reprobos, que no podrán aguantar su majestad y serán como rechazados portella. Sin embargo, parece mucho más probable el sentido local, que es el ordinario de coró, y el que tiene en Js 2:10-21, a cuyo pasaje parece aludir implícitamente el Apóstol. Además, la analogía con el texto del Señor "apartaos de mí" (Mt 25:41) y con la recompensa, por contraste, concedida a los justos, que será la de "estar siempre con Cristo" (cf. v.y; 1 Tes 4:17), pide también claramente el sentido local. En cuanto a que el castigo será eterno (αίώνιον), hemos de notar que de suyo el tιrmino cucóviov no designa necesariamente una duración sin fin, sino una duración completa, más o menos larga, según el contexto (cf. i Mac 2:54; Sal 76:5). En este caso, sin embargo, el contexto pide duración sin fin; pues el castigo "eterno" se contrapone al premio de "estar siempre con el Señor," y ello tendrá lugar al fin del mundo, fuera ya del tiempo. Ni juzgamos fundada la opinión de algunos críticos que interpretan ese "a eterna ruina" como destrucción definitiva o aniquilamiento; pues resucitar simplemente para oír la sentencia de aniquilamiento, es hipótesis que apenas tiene sentido. — 330 Donde nosotros traducimos "todo buen deseo de santidad" (πασαν ευδοκίαν ayaSco-°"ΪVT1β), otros traducen: “todo su bondadoso beneplαcito," con referencia no a los fieles, sino a Dios respecto de los fieles. Sin embargo, siguiendo a otros muchos autores, preferimos referir la frase a los fieles, sentido que cuadra mejor con el adjetivo "todo" y con el inciso siguiente "obra de la fe." Además, el término άγα3ωσύνης se emplea con frecuencia aplicado a las criaturas, pero no lo encontramos aplicado a Dios. — 330* Esta anterioridad de "la apostasía" y de "la manifestación del hombre del pecado" respecto de la parusía está claramente afirmada por Pablo. Su argumentación tranquilizando a los tesalonicenses se basa precisamente en ella: puesto que no han tenido lugar esos signos precursores, sigúese que la parusía no es todavía inminente. — Sin embargo, debemos notar que en el texto griego la construcción gramatical presenta cierta oscuridad, debido a que la proposición comenzada en el v.3: ." porque si antes no viniere la apostasía y se manifestare.," queda incompleta. Es decir, falta la apódosis, lo mismo que en Rom 5:12. Habría, pues, que completar así: ." os engañe, porque, si antes no viniere la apostasía y se manifestare el hombre del pecado. proclamarse Dios a sí mismo, el día de Señor no vendrá. Nuestra traducción en el texto se ha hecho atendiendo al sentido, sin ligarnos a la construcción gramatical. — 331 £n vez de "primicias" (όπταρχήν), hay bastantes cσdices que leen “desde el principio” (απ' αρχής), lecciσn que algunos autores (Vogels, Rigaux) consideran como la genuina. Se afirmaría la elección de los tesalonicenses ab aeterno, idea que es muy paulina (cf. 1 Cor 2:7; Ef 1:4; 3:9; Gol 1:26; 2 Tim 1:9). — 332 Cf. H. Küng, La estructura carismática de la Iglesia: Conc. 4 (1965) 50-52. — 333 Gf. L. Cerfaux, Introducción a la Biblia de Robert-Feuillet, II (Barcelona 1965) p.483. — 334 Cf. C. Spicq, Les Építres Pastorales, 2.a ed. (París 1969) p.ióo. — 335 Cf. F. Montagnini, Introduzione alia Biblia di Ballarini-Cipriani (Torino 1966); H. Ridderpos, De Pastoraje Brieven (Kampen 1967). También/. Jeremías sigue defendiendo la autenticidad paulina de las Pastorales (cf. J. Jeremías, Epístolas a Timoteo y a Tito [Madrid 1970] pág. 17-27). — 336 Cf. A. Vogtle, Das Neue Testament und die nene katholische Exegese, I (Freiburg i. B. 1966). — 337 Cf. N. Brox, Die Pastoralbriefe, 4." ed. (Regensburg 1969). Un comentario también reciente es el de P. dornier (Les Építres pastorales, París 1969), quien propone la hipótesis de considerar las cartas como de Pablo, pero "después de la muerte del Apóstol, un discípulo, perteneciente sin duda a la iglesia de Roma, habría tomado (hacia los años 70-80) esa edición paulina, hoy perdida, y habría presentado una edición más desarrollada y que respondía mejor a las necesidades de la Iglesia de su tiempo" (p.25). Sería el texto que hoy tenemos. — 338 Cf. Q. A. Denzer, Comentario bíblico "San Jerónimo," IV (Madrid 1972) p.249.