Primera Epístola de San Pedro.

 

Introducción.

El Apóstol San Pedro. Los Destinatarios de la 1 Pe. Ocasión y Finalidad de la 1 Pe. Fecha y lugar de composición de la 1 Pe. Autor de la 1 Pe. Lengua y estilo de la 1 Pe. Autenticidad y canonicidad de la 1 Pe. Doctrina de la 1 Pe. División de la 1 Pe.

Capitulo 1.

Encabezamiento, 1:1-2. Acción de Gracias por la Regeneración, Bautismal, 1:3-12. La salad de los cristianos, 1:3-9. La esperanza de los profetas, 1:10-12. Exhortación a la Santidad, 1:13-2:10. Exhortación a la vigilancia, 1:13-21. Exhortación a la caridad, 1:22-25.

Capitulo 2.

Exhortación a la simplicidad, 2:1-3. El nuevo sacerdocio, 2:4-10. Diversas Obligaciones de los Cristianos, 2:11-3:17. El buen ejemplo de los cristianos, 2:11-12. Sumisión a las autoridades, 2:13-17. Deberes de los siervos respecto de sus señores, 2:18-25.

Capitulo 3.

Deberes Mutuos de los Esposos, 3:1-7. Deberes de caridad fraterna, 3:8-12. Comportamiento del cristiano en el sufrimiento, 3:13-17.

La Resurrección de Cristo y su Descenso a los Infiernos, 3:18-4:6.

Descenso de Cristo a los Infiernos.

Capitulo 4.

Proximidad de la Parusía, 4:7-11. Síntesis de la epístola, 4:12-19.

Capitulo 5.

Advertencias a los Diversos Miembros de la Comunidad, 5:1-11. Advertencias dirigidas a los presbíteros, 5:1-4. Advertencias dirigidas a los fieles, 5:5-11. Últimos avisos y saludos, 5:12-14.

 

Introducción.

 

El Apóstol San Pedro.

Su nombre primitivo era Simón, hijo de Juan! Era oriundo de Betsaida de Galilea 2 y, con su hermano Andrés, ejercía el oficio de pescador en el lago de Tiberíades 3. En un principio ambos hermanos fueron discípulos de San Juan Bautista 4. Pero pronto siguieron a Jesucristo 5, del cual recibió Simón el nombre de Pedro 6.

Hacia el año 42-43, San Pedro abandonó Jerusalén con motivo de la persecución de Herodes Agripa 23. ¿Se fue entonces a Roma? Así lo afirman varios autores antiguos: Eusebio 24, San Jerónimo 25, Orosio 26, y muchos autores modernos 27. Sin embargo, los testimonios de la tradición no son muy fuertes, ya que San Jerónimo y Orosio parecen depender de Eusebio; y la frase de Act 12:17: "Y salió, yéndose a otro lugar," es demasiado vaga para apoyarse en ella. Lo más probable es que el apóstol no se haya alejado de Palestina, contentándose con salir de las regiones que pertenecían a Herodes Agripa. Sabemos que vivió durante cierto tiempo en Antioquía 28, de donde una antigua tradición le hace obispo 29. De todos modos, en el año 49-50 estuvo presente en el concilio de Jerusalén 30.

La venida y el martirio de San Pedro en Roma son probables. Se discute el año en que llegó, la duración de su permanencia y la fecha precisa de su muerte. Hoy varios autores piensan que Pedro llegó a Roma bajo el emperador Nerón (54-68). La fecha de su martirio debió de ser probablemente el año 67 32, aunque hay autores que piensan más bien en el año 64. La tradición parece inclinarse más por el año 67, ya que señala el año 14 de Nerón como fecha del martirio de San Pedro y San Pablo 33.

 

Los Destinatarios de la 1 Pe.

No sabemos si San Pedro había visitado las cristiandades del Asia Menor, a las cuales dirige su primera carta. No existen indicios de que el apóstol conociese personalmente a los destinatarios.

La carta va dirigida a los cristianos que habitaban en diversas regiones del Asia Menor: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia proconsular, Bitinia42. Diversos indicios de la carta demuestran que los lectores eran en su mayoría convertidos del paganismo: les dice que vivían en la ignorancia de Dios43, lo cual no se podría decir de los judíos; que fueron llamados de las tinieblas a una luz admirable 44; que en un tiempo no eran pueblo de Dios ni habían conseguido misericordia 45. También supone que antes no eran hijos de Abraham 46; y en 4:355 recomienda a sus lectores el dejar de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles 47.

Varias de las regiones nombradas en el encabezamiento de la carta fueron evangelizadas por San Pablo y sus discípulos48. De Pedro no sabemos que haya predicado en aquellas regiones. Tal vez Pedro haya sabido por Silvano 49 las grandes dificultades por las que pasaba aquella Iglesia. Y, por razón de su autoridad apostólica, les haya escrito para exhortarlos y confirmarlos en la fe. Los destinatarios debían de pertenecer en su mayor parte a la clase social más humilde, como se desprende de las amonestaciones que dirige a los esclavos 50. En cambio, faltan las amonestaciones correlativas dirigidas a los patronos. Los cristianos son muy probados 51; pero, al mismo tiempo, saben que los demás cristianos del mundo entero han de sufrir del mismo modo 52. No parece que esto suponga que las persecuciones del Imperio romano ya hubieran empezado. Por la epístola se ve que se trata de vejaciones, de calumnias, no de persecuciones 53.

 

Ocasión y Finalidad de la 1 Pe.

Las pruebas que los cristianos tenían que sufrir de parte de los paganos y de los judíos, ponían en peligro su fe 54. Injurias, calumnias, vejaciones de todo género, debilitaban la fe de muchos, que podían volver a la vida disoluta anterior a su conversión 55. Por eso, la finalidad de la epístola es exhortar a los cristianos a ser fieles a su fe. Para esto les recuerda su incomparable dignidad 56 y el inmenso favor que el Señor les había hecho al llamarlos a su fe 57. Les exhorta a que cumplan con todo cuidado los deberes para con todos los hombres; que vivan piadosamente, para que, de este modo, puedan desenmascarar las calumnias de los enemigos.

La ocasión que motivó la 1 Pe debió de ser la situación difícil por la que atravesaban las comunidades cristianas del Asia Menor, perseguidas, calumniadas, injuriadas por los paganos y judíos 58. Pero ¿por qué no fue San Pablo el que escribió a dichas Iglesias, evangelizadas por él? Posiblemente porque San Pablo en aquel momento estaba ausente de Roma, empeñado en su viaje a España después Je ser liberado de su primera cautividad.

 

Fecha y lugar de composición de la 1 Pe.

Teniendo en cuenta ciertos indicios de la misma epístola, se puede colocar su composición hacia el año 63-64. No pudo ser escrita antes del año 60, es decir, antes del tercer viaje apostólico de San Pablo (54-58), ya que la epístola 59 supone que la religión cristiana había sido propagada en casi todas las provincias del Asia Menor. Además, hay en la 1 Pe reminiscencias de la epístola a los Romanos (57-58) y de la epístola a los Efesios (61-63). El hecho de que no se manden saludos de San Pablo en esta epístola de San Pedro, escrita desde Roma, hace suponer que San Pablo no se encontraba en Roma cuando fue escrita. Ahora bien, el Apóstol fue liberado en la primavera del año 63. Luego no pudo ser escrita antes del año 63. Tampoco pudo ser escrita después del año 64, ya que no se alude para nada a la persecución de Nerón, que estalló en el otoño de aquel año. Así piensan Felten60, Meinertz61, Holzmeister 62 y Teófilo García de Orbiso63.

En todo caso, la misma epístola se opone a una composición demasiado tardía, como el fin del siglo I o el siglo II. Los destinatarios pertenecen a la primera generación cristiana, ya que San Pedro les dice que no vuelvan a los errores paganos que han abandonado 64. La parusía es contemplada como próxima65. La organización jerárquica es todavía rudimentaria: las comunidades son gobernadas por presbíteros66.

El lugar de composición fue Roma, como se ve por la expresión Os saluda la Iglesia de Babilonia 67. Babilonia es un nombre simbólico que designa la Roma pagana, que era ciudad grande, rica, soberbia, adoradora de falsos dioses, perseguidora de los santos, como había sido la Babilonia de Mesopotamia. Así lo afirman escritores muy antiguos, como Papías, Clemente Alejandrino68, San Jerónimo 69 y otros. Este modo de ver es confirmado por el Apocalipsis 70 y por escritos apócrifos que emplean un simbolismo semejante71. Tiene muy poca probabilidad la opinión de algunos que piensan que la epístola fue escrita en Babilonia de Mesopotamia. En aquel tiempo, Babilonia estaba destruida, y en su lugar sólo existía un pueblecito medio desierto. Menos probabilidad tiene aún la teoría de otros que colocan la composición de la 1 Pe en Babilonia de Egipto, cerca de El Cairo. En el siglo i era tan sólo una estación militar.

 

Autor de la 1 Pe.

San Pedro se sirvió de la ayuda de Silvano para la composición de la epístola72. Silvano, llamado Silas en Act 15:22.32, era colaborador de San Pablo y había intervenido eficazmente en la expansión del cristianismo en Asia Menor. Conocía bien, por consiguiente, el ambiente de las comunidades cristianas del Asia Menor, a las que quería escribir San Pedro. Probablemente Silvano no fue un simple amanuense, sino un redactor fiel de las ideas de Pedro. En cuyo caso hay que suponer en el redactor el carisma de la inspiración, por haber intervenido de un modo considerable en la redacción de la carta.

El estilo de la epístola tiene reminiscencias paulinas. Esto se explica fácilmente si tenemos presente que Silvano — redactor de la epístola — era discípulo de San Pablo. De ahí las semejanzas entre la 1 Pe y las epístolas a los Romanos y a los Efesios principalmente; y algunas diferencias estilísticas entre la i y la 2 Pe, que pudo ser escrita por otro redactor. Las ideas de ambas epístolas son de Pedro, pero la lengua y el estilo pertenecen a dos redactores diversos 73.

 

Lengua y estilo de la 1 Pe.

La epístola fue escrita en griego, como admiten todos los autores. La opinión de San Jerónimo de que originariamente había sido escrita en arameo 74 es hoy día abandonada de todos. Los caracteres fundamentales de la lengua y del estilo de la 1 Pe se encuentran en los demás escritos neotestamentarios pertenecientes a la corriente petrina (2 Pe, discursos de San Pedro en los Hechos de los Apóstoles, evangelio de San Marcos). Su vocabulario, fraseología, etc., tienen bastante de común75.

El estilo de la 1 Pe es claro, sencillo y gramaticalmente correcto. "La característica del estilo — afirma Verdunoy — es la frase invertebrada, sin continuación lógica exterior, pero dotada de una lógica interior real"76. Un caso bien típico lo tenemos en la interminable frase de 1:3-12, en la que se amontonan preposiciones subordinadas, que hacen difícil una traducción literal. La influencia de la versión de los LXX es manifiesta, pues de 62 hapax del Nuevo Testamento que se encuentran en nuestra epístola, 34 se hallan en los LXX. Ciertos semitismos y algunas incorrecciones de estilo, como la omisión demasiado frecuente del artículo 77, el uso de la partícula μη con participio en lugar del oϊ clásico 78, la ausencia de las conjunciones άρα, γε, έπεί, επειδή, τε, δη, που, πώς, αν, denuncian un autor no griego. La circunstancia de que en la 1 Pe no se empleen las partículas Que acabamos de indicar hace decir a Bigg 79: "Este solo hecho hasta para demostrar que el autor no era un griego." San Pedro era, en efecto, un hombre sin instrucción 80. Sin embargo, el vocabulario de la epístola es rico, sus frases son flexibles, y sus expresiones, felices. El autor conoce las antítesis verbales elegantes 81 y atestigua un sentido agudo de la estructura rítmica 82. Por lo cual se ve que San Pedro se ha servido de un redactor.

El estilo de San Pedro es rico en imágenes, en metáforas. Sin embargo, ordinariamente, no son originales, sino ya conocidas de la Biblia. Expresa sus sentimientos con entusiasmo y con afecto, cautivando y encendiendo el alma de cada cristiano en deseos de imitar al divino paciente 83.

El estilo epistolar es más marcado que en la epístola de Santiago. Sin embargo, las exhortaciones morales le dan más bien el aspecto de una homilía, con ciertos rasgos epistolares. Las numerosas alusiones al bautismo 84 indican que el autor se ha servido para redactar su carta de expresiones e ideas provenientes de la catequesis bautismal85.

Hay serios indicios que prueban la dependencia de la 1 Pe respecto de la epístola de Santiago: encabezamiento semejante, empleo de las mismas palabras raras, las mismas citas del libro de los Proverbios 86.

 

Autenticidad y canonicidad de la 1 Pe.

La autenticidad petrina de la epístola ha sido negada o puesta en duda, desde principios del siglo XIX, por muchos acatólicos (H. von Soden, H. Gunkel, R. Knopf, Jülicher-Fascher). Los católicos, en cambio, a los que se unen también muchos acatólicos, defienden enérgicamente la genuinidad de la epístola.

En la tradición patrística no se encuentra la menor traza de duda acerca de la autenticidad y canonicidad de la carta. El primer testimonio canónico se encuentra en la 2 Pe, en donde se dice: "Esta es, carísimos, la segunda epístola que os escribo." 87 Tanto en la Iglesia oriental como en la occidental abundan los testimonios explícitos sobre la autenticidad petrina de la epístola. San Ireneo cita varias veces de modo explícito la epístola 88. Lo mismo hacen Clemente Alejandrino 89, Orígenes 90, Tertuliano 91 y Eusebio, según el cual la 1 Pe pertenece a los libros llamados homologúmena (τα όμολογούμε-να), ο sea los que son recibidos por todos sin ninguna oposiciσn 92. Por eso puede decir Tricot: "No hay libro en todo el Nuevo Testamento que tenga testimonios más antiguos o más explícitos que la 1 Petri."

La omisión de la 1 Pe en el Canon de Muratori — teniendo presente el consentimiento unánime de la tradición de la Iglesia — no ha de sorprender demasiado, pues podría explicarse por una mutilación o una corrupción del texto. Tanto más cuanto que el Pastor de Hermas conoce la 1 Pe 93 y fue muy utilizada en el decurso del siglo II Se encuentra también en todas las versiones antiguas: Siríaca, Vetus Latina, Cóptica, etc., y en los cánones antiguos de los libros sagrados.

El testimonio externo es confirmado por razones internas tomadas de la misma epístola. El autor se llama a sí mismo Pedro apóstol 94, testigo de la pasión de Cristo 95. Habla de Marcos como de su hijo 96, que, según una antiquísima tradición, era compañero y amanuense de Pedro. Alude con frecuencia, como testigo ocular, a los sermones y a los hechos de Jesús 97.

 

Doctrina de la 1 Pe.

Aunque la epístola se propone como finalidad esencial el exhortar y atestiguar 98, contiene, sin embargo, una gran riqueza doctrinal. Es importante observar que la 1 Pe recuerda frecuentemente las expresiones y los puntos doctrinales de los discursos de Pedro, que nos han sido transmitidos por los Hechos de los Apóstoles ." Sin embargo, la enseñanza cristiana de la epístola ya no pertenece al estadio arcaico de la predicación apostólica.

Las principales ideas doctrinales de la epístola son las siguientes:

Dios es considerado como sabio 100, misericordioso 101, santo 102, padre 103, fiel104, juez universal y justo 105, creador 106, poderoso 107 y salvador108. El misterio de la Santísima Trinidad es profesado con bastante claridad 109.

Cristo es llamado Señor en diversos lugares 110. Lo considera como preexistente m, puesto que iluminaba a los profetas antiguos 112. San Pedro aplica a Cristo todo cuanto en el Antiguo Testamento es dicho de Yahvé 113. Jesucristo, siendo totalmente inocente 114, padeció y se sacrificó por nosotros 115. Sus sufrimientos y su muerte, que nos han de servir de modelos 116, han expiado por todos los pecados de los hombres 117. Después que Cristo murió en la cruz, fue a anunciar la salvación a los espíritus de los justos prisioneros en los infiernos 118. Resucitó 119, subió al cielo y está a la diestra de Dios 12°. Al final de los tiempos tendrá lugar la parusía de Cristo para juzgar a los vivos y a los muertos 121.

El hombre era pecador 122, pero había sido predestinado a la santidad 123. Por eso fue regenerado por Cristo mediante la fe 124, la sumisión a Dios 125 y el bautismo 126. El bautismo fue prefigurado por las aguas salvadoras del diluvio 127. El Espíritu nos regeneró y nos santificó 128. Por este motivo, el hombre puede esperar una vida bienaventurada en el cielo 129. Pero para obtenerla ha de despojarse de todos sus vicios y pecados 130, luchar contra el demonio 131 practicar la candad fraterna 132, imitar la santidad de Dios 133 y unirse a Jesucristo para dar a Dios el verdadero culto 134.

La Iglesia, o mejor, la doctrina eclesiológica, tiene mucha importancia en la I Pe. Los cristianos son entre sí hermanos 135 y miembros de Cristo 136. Constituyen un edificio viviente, cuyas piedras son ellos mismos, y la base, Jesucristo 137. Los cristianos han venido a formar el verdadero pueblo de Dios 138. Cristo los gobierna como supremo pastor 139. Los pastores visibles son los apóstoles y los presbíteros, los cuales han de mostrarse en su gobierno vigilantes, desinteresados, celosos, amables, ejemplares 140.

 

División de la 1 Pe.

Siendo nuestra epístola casi en su totalidad par enética o exhortativa, resulta difícil hacer una división perfecta. Si exceptuamos la introducción 141 y la conclusión 142, lo demás es una continuación ininterrumpida de exhortaciones morales, estrechamente asociadas a consideraciones doctrinales que las justifican. La preocupación dominante de la epístola es la vida cristiana como fuente de valor y de esperanza.

1) Encabezamiento (1:1-2).

2) Acción de gracias por la regeneración bautismal (1:3-12).

a) La salud de los cristianos (1:3-9).

b) La esperanza de los profetas (1:10-12).

3) Exhortación a la santidad (1:13-2:10).

a) Exhortación a la vigilancia (1:13-21).

b) A la caridad (1:22-25).

c) A la simplicidad (2:1-3).

d) El nuevo sacerdocio (2:4-10).

4) Diversas obligaciones de los cristianos (2:11-3:17).

a) El buen ejemplo entre los paganos (2:11-12).

b) Sumisión a las autoridades (2:13-17).

c) Deberes de los siervos respecto de sus señores (2:18-25).

d) Deberes mutuos de los esposos (3:1-?)·

e) Deberes de candad fraterna (3:8-12).

f) Comportamiento cristiano en el sufrimiento (s.^-1?)·

5) La resurrección y el descenso a los infiernos (3:18-4:6).

6) Proximidad de la parusía (4:7-1 1).

7) Síntesis de la epístola (4:12-19).

8) Advertencias a los diversos miembros de la comunidad (5:1-11).

a) Advertencias a los presbíteros (5:1-4).

b) Advertencias a los fieles (5:5-11).

9) Últimos avisos y saludos (5:12-14).

 

 

 

Capitulo 1.

 

Encabezamiento, 1:1-2.

1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos extranjeros de la dispersión del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, 2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en la santificación del espíritu para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo: la gracia y la paz os sean multiplicadas.

 

En este prólogo, el autor sagrado indica su nombre, su categoría dentro de la Iglesia y los destinatarios. Entre todas las epístolas católicas es aquí el único lugar donde el autor hace uso de su título apostólico. Pedro = Pétros es la forma griega del arameo Kefas-(= roca), nombre impuesto por Jesucristo a Simón.

Y puesto que sus lectores probablemente no le conocían personalmente, hace mención de su categoría de apóstol de Jesucristo 3, a fin de que le obedezcan y acepten sus enseñanzas.

Los destinatarios de la epístola son los elegidos extranjeros de la dispersión (v.1). Todos los cristianos son elegidos a la fe y a la gracia, porque han sido objeto de una elección especial y gratuita por parte de Dios. Pero esta elección no es una predestinación definitiva, sino inicial, pues ha de ser consumada en el cielo 4. Por este motivo, los destinatarios son considerados por el apóstol como peregrinos, como extranjeros en este mundo. El término griego παρεπίδημος se dice propiamente de los que habitan en un paνs extranjero temporalmente, sin convertirlo en su residencia continua, fija. Pero aquí tiene un sentido místico y espiritual. El autor sagrado ve en la vida terrena una morada provisoria, una especie de peregrinación hacia la vida eterna 5. Los cristianos, a los cuales se dirige el apóstol, son considerados como ciudadanos de la Jerusalén celestial 6. La idea de que la vida del hombre en este mundo es como un continuo peregrinar se encuentra ya en el Antiguo Testamento 7.

El término dispersión o diáspora designa ordinariamente todas las regiones en que vivían los judíos fuera de Palestina 8. En este sentido emplea diáspora Santiago en su epístola 9. Sin embargo, San Pedro aplica este término a los cristianos que, como desterrados en medio de un mundo hostil, vivían dispersos entre los paganos. Las cinco provincias romanas enumeradas: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, representan toda el Asia Menor, excepto la Cilicia. Todas ellas estaban situadas en la zona central y septentrional de la Anatolia actual. Algunas de las regiones que nombra San Pedro fueron evangelizadas por San Pablo y por sus discípulos 10. En otras, el cristianismo debió de ser predicado por los judíos y prosélitos convertidos por San Pedro el día de Pentecostés n. Por una carta de Plinio el Joven al emperador Trajano, sabemos que el cristianismo estaba muy floreciente en Bitinia hacia el año 111. El procónsul se muestra preocupado "propter periclitantium numerum. Multi enim omnis aetatis, omnis ordinis. vocantur in periculum. Ñeque civitates tantum, sed vicos etiam atque agros superstitionis istius contagio pervagata est."12

Los cristianos han sido elegidos y llamados a la fe según la presciencia 13 de Dios Padre (v.2). La vocación o elección de los cristianos tiene por principio la previsión de Dios Padre, el cual, en virtud de un decreto eterno, providencial y misericordioso, nos eligió gratuitamente ab aeterno 14. San Pablo insiste sobre esta misma idea en la epístola a los Romanos 15 y a los Efesios 16. Dios Padre es, pues, la causa eficiente de nuestra elección. La ejecución en el tiempo de la elección hecha ab aeterno por el Padre se cumple por medio de la santificación (causa formal) 17, que obra en nosotros el Espíritu Santo 18 infundiendo en nuestra alma la gracia santificante. San Pedro atribuye, por apropiación, la santificación a la tercera persona de la Santísima Trinidad. Esta santificación se opera inicialmente en el bautismo, se va desarrollando en la vida cristiana y terminará en la gloria del cielo.

El efecto o el fin inmediato de la elección del cristiano es doble: los cristianos son elegidos para que obedezcan a la fe en Jesucristo, es decir, para que le estén sometidos y practiquen sus preceptos. El cristiano muestra su obediencia a Dios al abrazar el Evangelio. Al mismo tiempo, los cristianos son elegidos para recibir la aspersión de la sangre de Jesucristo, o sea para obtener la remisión de los pecados, participando de los frutos de la muerte salvadora de Cristo. La aspersión de la sangre de Jesucristo, que constituyó la sanción oficial de la Nueva Alianza 19, recuerda la aspersión de la sangre de las víctimas hecha por Moisés para renovar la alianza en el Sinaí 20. La idea de muerte expiatoria de Cristo y de la alianza son familiares a la 1 Pe 21. Por eso parece natural ver aquí una alusión esa muerte expiatoria, y no una simple alusión — como creen bastantes autores — a las abluciones del templo de Jerusalén y al agua de la aspersión 22.

Es digno de notarse que en este v.2 son mencionadas las tres divinas personas. Al Padre se atribuye la predestinación, al Espíritu Santo, la santificación, y al Hijo, la redención 23. Una fórmula trinitaria análoga la encontramos en la 1 Cor 13:13.

San Pedro termina el saludo deseando a sus lectores que la gracia y Ia Paz les sean multiplicadas. Gracia incluye todo favor y todo don divino que nos puede ayudar a conseguir la salvación. La paz es un efecto del amor de Dios por las criaturas 24. San Pedro desea que estos bienes y dones divinos se acrecienten cada día más en los fieles 25.

 

 

Acción de Gracias por la Regeneración, Bautismal, 1:3-12.

Después de saludar a los cristianos, San Pedro comienza dando gracias a Dios por el beneficio de la salvación concedido a los cristianos. Y lo hace con una especie de doxología rica en conceptos dogmáticos, que recuerda el exordio de la epístola a los Efesios 26.

 

La salad de los cristianos, 1:3-9.

3 "Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos reengendró a una viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, que os está reservada en los cielos 5 a los que por el poder de Dios habéis sido guardados mediante la fe para la salud que está dispuesta a manifestarse en el tiempo último. 6 Por lo cual exultáis, aunque ahora tengáis que entristeceros un poco en las diversas tentaciones, 7 para que vuestra fe probada, más preciosa que el oro, que se corrompe aunque acrisolado por el fuego, aparezca digna de alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo, 8 a quien amáis sin haberlo visto, en quien ahora creéis sin verle, y os regocijáis con un gozo inefable y glorioso, 9 recibiendo el fruto de vuestra fe, la salud de las almas."

 

Gracias a la inmensa misericordia de Dios, los cristianos han sido hechos participantes de los méritos de la pasión y de los frutos £ la resurrección de Cristo. Han sido reengendrados 27 por medio del bautismo, que les ha comunicado una nueva vida 28, constituyéndolos hijos adoptivos suyos. Esta nueva vida ha infundido en el corazón de los cristianos una viva esperanza de la vida eterna. El fundamento de esta esperanza es la resurrección de Jesucristo, la cual es el modelo y causa de nuestra resurrección, porque del mismo modo que Jesús resucitó, así resucitaremos nosotros 29. La nueva vida conseguida en el bautismo obtendrá a los fieles la salvación definitiva, que todavía es considerada como futura. Pero la esperanza de conseguirla es una esperanza viva, que no engaña, sino que sostiene y conduce a la vida eterna 30.

La regeneración divina, que ha producido en los cristianos una nueva vida, confirió a éstos una esperanza viva de conseguir una herencia imperecedera y segura (v./j.). He aquí el objeto principal de nuestra esperanza. Por el hecho de ser hijos de Dios tenemos derecho a la herencia, que consiste en el reino de los cielos; pues, como dice San Pablo, "si somos hijos, también seremos herederos, herederos de Dios, coherederos de Cristo." 31 Pedro describe con tres epítetos la excelencia de esta herencia: es incorruptible, incontaminada e inmarcesible, en cuanto que está libre de toda corrupción, de toda mancha, de toda marchitez. Siempre está llena de suavidad inefable y como reservada en los cielos, esperando el tiempo oportuno para ser revelada. Este tiempo es el día de la manifestación de Jesucristo, es decir, el día del juicio 32.

La herencia que está reservada a los cristianos difiere totalmente de la herencia terrena, que se puede perder y fácilmente se mancha con pecados cometidos en su adquisición o en su uso. Por eso, no es raro que produzca tedio y aborrecimiento por parte de los que la poseen 33. Dios ha preparado para los cristianos esa herencia desde el principio del mundo 34, y, además, la ha preparado en el cielo, es decir, en un lugar seguro, en "donde ni la polilla ni el orín la corroen y donde los ladrones no horadan ni roban." 35

Dios tiene gran cuidado de los cristianos, y los defiende, como en una fortaleza, de todo peligro mediante la fe (ν.5), por la cual el fiel puede superar las insidias del diablo. Gracias a la fe, los cristianos escapan a los peligros que amenazan su salvación y logran llegar a las realidades invisibles de la esperanza cristiana 36. Por el hecho de que Dios defiende poderosamente a los cristianos, éstos deben tener una esperanza ciertísima y viva de que llegarán a poseer la herencia que les tiene reservada en el cielo, pues nadie podrá arrebatar de la mano de Dios lo que él tiene.

La fe y la esperanza de la gloria futura anima y alegra, al presente, a los cristianos (v.6) en medio de las dificultades y tentacioes de la vida terrena. Porque saben que Dios se sirve de las aflic para instruir a sus verdaderos hijos 37 y se dan cuenta que la tribulación será breve; en cambio, el fruto será abundantísimo y terno .38 Jesucristo, en el sermón de la Montaña 39, también habla ¿e la alegría de aquellos que son insultados y perseguidos, porque saben que su recompensa será grande en los cielos. Santiago también tiene expresiones parecidas sobre la alegría en el dolor40. El sentirse alegre en medio del dolor y de las persecuciones ha de ser una de las características del verdadero cristiano41. La 1 Pe habla con frecuencia del tema del dolor42, sin que parezca aludir a una persecución, sino a las pruebas comunes a todos los cristianos.

Las pruebas y tentaciones de la vida presente servirán para perfeccionar nuestra fe; porque, saliendo victoriosa de la lucha, será purificada y aparecerá incomparablemente más preciosa que el oro perecedero que ha pasado por el crisol (v.7) 43. Una tal fe purificada y perfeccionada por el sufrimiento será nuestro título de gloria en el día de la manifestación del Señor 44.

El triunfo de los fieles sobre las pruebas de esta vida supone un gran mérito, porque aman al Señor sin haberle visto45 nunca y creen 46 en El sin haberle contemplado 47. Esta fe les hace sentir un gusto anticipado del gozo inenarrable que experimentan los bienaventurados en el cielo. Y, al mismo tiempo, les hace saber que conquistan, mediante su fidelidad, el fin mismo de la fe, que es su propia salvación (v.8-9). La fe se ordena a la salvación del alma, que ya es iniciada en este mundo por la gracia y será consumada en la gloria. Por eso, los cristianos pueden alegrarse ya al presente, porque poseen en germen lo que esperan alcanzar en el cielo.

 

La esperanza de los profetas, 1:10-12.

10 Acerca de la cual inquirieron e investigaron los profetas que vaticinaron la gracia a vosotros destinada, 11 escudriñando qué y cuál tiempo indicaba el Espíritu de Cristo, que en ellos moraba y de antemano testificaba los padecimientos de Cristo y las glorias que habían de seguirlos. 12 A ellos fue revelado que no a sí mismo, sino a vosotros, servían con esto, que os ha sido anunciado ahora por los que os evangelizaron, movidos del Espíritu Santo, enviado del cielo, y que los mismos ángeles desean contemplar.

 

En estos versículos muestra el apóstol la excelencia del misterio de nuestra redención, que llevó a cabo Cristo, por el hecho de que ya en el Antiguo Testamento fue el objeto principal de todos los oráculos y profecías. Y hasta los mismos ángeles lo deseaban contemplar 48. Los profetas se mostraban particularmente ansiosos por conocer el tiempo y las diversas circunstancias en que tendría lugar la pasión y glorificación del Mesías49. Este celo por penetrar el misterio de Cristo pone de relieve la ventaja de los cristianos, que son los beneficiarios inmediatos. A éstos ha sido revelado de una manera especial el misterio de Jesucristo, que permaneció, en cierto sentido, oculto a los justos del Antiguo Testamento.

Los profetas no veían claro la sucesión de los tiempos — sus visiones suelen ser cuadros sin perspectiva — ni conocían las circunstancias en que habían de suceder aquellas cosas que les revelaba el Espíritu de Cristo (v.10-11)50. Este Espíritu divino, que guiará e iluminará a los apóstoles en el Nuevo Testamento 51, moraba ya en los antiguos profetas y los dirigía hacia el conocimiento de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, que les era revelada de un modo misterioso 52. Los sufrimientos y triunfos del Mesías habían sido predichos en el Antiguo Testamento 53; pero sólo se comprendieron plenamente cuando Jesús cumplió en su persona aquellos oráculos 54. El Espíritu de Cristo testificaba a los profetas los padecimientos de Cristo y la gloria que les seguiría (v.11). Con esto quiere San Pedro consolar a los cristianos que se encontraban en la tribulación: lo mismo que Cristo, serán ahora atribulados, pero después serán, como El, glorificados 55.

El recurso al Antiguo Testamento para probar que Jesús debía sufrir, morir y resucitar es frecuente en los primeros discursos de San Pedro 56 y manifiesta la preocupación por evitar el escándalo de la cruz. Para los apóstoles, ambos Testamentos están en perfecta continuidad y Jesucristo es su más auténtica explicación 57.

A los profetas les fue revelado que ellos no serían los testigos de las maravillas que anunciaban 58. La teología judía enseñaba que la venida del Mesías era el secreto de Dios y que sería cosa vana el querer computar rigurosamente el tiempo59. La misión de los profetas era preparar la obra de Cristo y trabajar en beneficio de los cristianos. Los destinatarios de la epístola son los beneficiarios del don que deseaban los profetas 60.

La revelación que recibieron los profetas había de servir principalmente a los cristianos, que fueron evangelizados por hombres movidos por el Espíritu Santo (v.12). La evangelización del mundo fue obra del Espíritu Santo, que se derramó abundantemente sobre los apóstoles y sobre toda la Iglesia primitiva 61. Los apóstoles, impulsados por el Espíritu Santo 62, predicaron la buena nueva y revelaron al mundo las maravillas del misterio cristiano, cuya 63 contemplación extasía a los mismo ángeles. San Pablo dice que la contemplación de los misterios de la redención manifiesta a los ángeles "la multiforme sabiduría de Dios" 64 y constituye una gracia 65 que acrecienta la bienaventuranza angélica66. Lo mismo que los profetas deseaban saber el tiempo en que debía empezar la obra mesiánica, así los ángeles desean conocer el tiempo de su consumación.

La inspiración profética es atribuida (cf. v.11) a Cristo preexistente, que ya en la antigua economía, antes incluso de la encarnación, desempeñó un papel de suma importancia. Esta idea se encuentra ya en los apologistas cristianos67, que se esfuerzan por dar realce a la perfecta armonía y continuidad de ambos Testamentos con el fin de oponerse a los primeros ataques de la "gnosis."

 

Exhortación a la Santidad, 1:13-2:10.

Después de una introducción de carácter más bien dogmático, el autor sagrado pasa a exhortar y a inculcar la práctica de las virtudes cristianas.

 

Exhortación a la vigilancia, 1:13-21.

13 Por lo cual, ceñidos los lomos de vuestra mente y apercibidos, tened vuestra esperanza completamente puesta en la gracia que os ha traído la revelación de Jesucristo.14 Como hijos de obediencia, no os conforméis a las concupiscencias que primero teníais en vuestra ignorancia, 15 antes, conforme a la santidad del que os llamó, sed santos en todo, 16 porque escrito está: "Sed santos, porque santo soy yo." 17 Y si llamáis Padre al que sin acepción de personas juzga a cada cual según sus obras, vivid con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, 18 considerando que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de vuestros padres, no con plata y oro, corruptibles, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha, 20 ya conocido antes de la creación del mundo y manifestado al fin de los tiempos por amor vuestro; 21 los que por El creéis en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio la gloria de manera que en Dios tengamos nuestra fe y nuestra esperanza.

 

Por el hecho de ser tan grande la excelencia de la herencia, qué está reservada a los cristianos, San Pedro les exhorta a hacerse dignos de ella. Para progresar en la vida cristiana es necesario trabajar en la perfección, disciplinando nuestros pensamientos y sentimientos para que no nos impidan servir a Dios libremente. El autor sagrado se sirve de una metáfora tomada de las costumbres orientales: cuando un oriental se dispone a un viaje o a un trabajo fatigoso, se levanta un tanto la amplia túnica y la ciñe a la cintura con el fin de que los movimientos sean más fáciles 68.

San Pedro aplica la imagen al cristiano: la santificación es una labor ardua que exige que el espíritu esté libre de las preocupaciones terrenas y preparado para emprender el largo camino hacia el cielo. Con este mismo fin no han de preocuparse de los intereses y placeres de este mundo, sino poner toda su esperanza en la gracia que ha traído la revelación de Jesucristo (ν.13). La gracia (χάριβ) de que habla aquν la epístola es la gloria, la entrada definitiva en la herencia celestial. En esta primera epístola de San Pedro, χάριβ significa todo favor divino o el tνtulo que se tiene a los beneficios divinos. San Pablo y San Juan, en cambio, emplean χάρις para designar “la gracia santificante.”

Un motivo que debe impulsar a los cristianos a la santidad es el hecho de ser Dios santo (v. 15-16). Como hijos que en todo se muestran obedientes a la voluntad del Padre, los fieles se han de mostrar ajenos a las concupiscencias y malos deseos que habían tenido antes de convertirse, cuando se encontraban en las tinieblas del paganismo y desconocían a Dios, para tributarle el honor debido (v.14). Esto presupone que los destinatarios de la 1 Pe procedían del paganismo al menos en su mayoría. San Pablo también recuerda la ignorancia y las pasiones desenfrenadas de los paganos 69.

Los cristianos han de imitar la santidad de Dios70 porque tal es su voluntad 71. El ideal supremo de la vida cristiana es la santidad misma de Dios, el cual es, por esencia, todo bondad y justicia. A los cristianos se impone, más todavía que a los israelitas, la máxima del Levítico: "Sed santos, porque santo soy yo, Yahvé, vuestro Dios" 72. San Pedro había insistido ya en varias ocasiones en proclamar a Jesús "el Santo de Dios"73, "el santo y justo Siervo del Señor," del que nos habla Isaías 74. La santidad implica la separación de las pasiones y de todo elemento profano e impuro. Esta separación se inicia por la vocación a la fe 75 y por la incorporación a Cristo mediante el bautismo. Pero la santidad exige un esfuerzo continuado durante toda la vida del cristiano. Por eso, los cristianos han de esforzarse por imitar la santidad de Cristo, ya que es su más perfecto modelo. Si la imitación de Cristo ha de ser la norma suprema de la moral cristiana, es porque la vida de Jesús es la manifestación humana más perfecta de la santidad de Dios 76.

También el santo temor del Dios-Juez (v.17) ha de ser un es eficaz para trabajar por adquirir la santidad 77. Aunque los cristianos invoquen a Dios como a su Padre, según la enseñanza del mismo Cristo 78, han de mantenerse siempre en una actitud de temor reverencial. Al mismo tiempo, no han de olvidar que es un Dios justo, que dará a cada uno según sus obras 79, sin hacer distinción ¿e personas 80. Por eso hay que vivir cristianamente, según el ideal de la santidad divina, manteniéndose ajenos a todo lo que pudiera desagradar al Padre celestial. Hay que tener confianza en la providencia paternal de Dios; pero, al mismo tiempo, hay que temer al Juez que puede precipitar el alma en la gehenna, como decía el mis-mo Jesús 81. Entre los antiguos la idea de paternidad evocaba no sólo el amor, sino también el temor reverencial que se debía tributar a los padres 82.

La verdadera patria del cristiano está en el cielo. Por eso, ha de trabajar por librarse de todo lo que le pudiera apartar de la meta durante su peregrinación por este mundo 83.

El apóstol recuerda un tercer motivo que ha de incitar a los fieles a la santidad: han sido rescatados con un altísimo precio, con la sangre preciosa de Cristo (v. 18-19). "La sangre de Cristo es llamada justamente preciosa — dice San Ambrosio — porque es sangre de un cuerpo inmaculado, porque es sangre del Hijo de Dios, que nos ha rescatado no sólo de la maldición de la Ley, sino también de la muerte perpetua" 84. Por eso, los cristianos han de recordar que fueron rescatados 85 del vano vivir que les habían transmitido sus padres. El autor sagrado se refiere evidentemente al culto de los ídolos 86, supremas vanidades de los paganos. Durante siglos y siglos sus padres fueron esclavos de la idolatría y de los vicios que llevaba consigo. Pero ahora Dios los ha rescatado no con plata y oro, sino con la sangre del cordero sin mancha. Es un precio infinito, divino87. San Pedro tal vez aluda al cordero pascual, que debía ser sin defecto, y cuya perfección física era figura de la perfección moral de Cristo y de la inmunidad de todo pecado 88. La representación de Cristo como cordero pascual era cosa conocida y corriente entre los primeros cristianos 89. De igual modo, el valor expiatorio de la sangre de Cristo formaba parte de la tradición primitiva cristiana.

El plan de la redención del mundo había sido decretado antes de la creación del mundo, desde la eternidad. Pero el cumplimiento estaba reservado al fin de los tiempos, es decir, a los tiempos mesiánicos (v.20), que eran considerados como la última etapa de la historia, como "la plenitud de los tiempos" 90. Semejante manifestación y redención de Cristo ha de excitar a los cristianos a la confianza y moverlos a la santidad, ya que Dios llevó a cabo la obra de la redención por amor de ellos 91. Los primeros cristianos tenían conciencia de esta predilección y se sentían objeto y centro de toda la historia de la redención 92.

La fe que poseen los fieles es obra también del Cordero inmaculado 93. Dios Padre, después de aceptar el sacrificio de su Hijo, inmolado por los cristianos, le resucitó de entre los muerto y le dio la gloria (v.21) para sostener la fe y la esperanza de esos fieles. Porque creyendo que Dios resucitó y glorificó a Jesús, también esperarán resucitar y ser glorificados, pues por su conversión han venido a ser miembros del Cuerpo de Cristo. Pedro presenta la resurrección de Cristo como fundamento de nuestra fe 94. La resurrección es el objeto principal de la fe cristiana en la primitiva Iglesia, porque mostraba a Cristo en su gloria más plena 95.

 

Exhortación a la caridad, 1:22-25.

22 Pues por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para una sincera caridad, amaos entrañablemente unos a otros, 23 como quienes han sido engendrados no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios, 24 porque toda carne es como heno, y toda su gloria, como flor de heno. Secóse el heno y se cayó la flor, 25 mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta palabra es la que os ha sido anunciada.

 

Después de hablar de los motivos de nuestra santificación, el autor sagrado pasa a tratar de la caridad fraterna. Supone que la fe ha obrado tan eficazmente sobre sus lectores, que ha purificado sus almas de motivos egoístas por la obediencia a la verdad 96 y ha dado origen en ellos a un sincero amor para con sus hermanos. La santidad del cristiano presupone como postulado fundamental el amor fraterno. El amor fraterno debe constituir el distintivo del cristiano 97. Por eso, San Pablo afirma que la caridad fraterna ha de ser preferida a todos los carismas 98. San Juan también habla de la unión en la caridad como señal de la santidad cristiana.

Por la obediencia a la verdad, es decir, al Evangelio 100, han purificado sus almas. Esta purificación tiene aquí sentido moral y ritual: por el bautismo han sido limpiados de sus pecados y han iniciado, de este modo, la vida de la santidad. Esta santificación se ordena no solamente a una perfección meramente personal, sino que también se ordena al amor fraterno. "La idea de santidad — como dice el P Spicq — es, pues, fundamentalmente comunitaria, eclesiástica"101

La razón por la cual han de amarse tan íntimamente es la de haber sido engendrados sobrenaturalmente a una nueva vida (v.23). Son hermanos en Cristo; y como hermanos, engendrados por un mismo Padre, han de quererse sinceramente. La vida sobrenatural la han recibido no de un padre terreno, sino del mismo Dios 102, mediante un semen incorruptible e inmortal, que es su palabra divina, es decir, el Evangelio. Esta palabra de Dios es viva, en cuanto comunica la vida sobrenatural103, y permanente, porque es eternamente eficaz 104. Tiene un poder divino, creador y eterno. Sólo esta virtud divina es capaz de fecundar el alma humana y hacer florecer el germen divino de la vida de la gracia 105. Algunos autores 106 prefieren ver en el semen de que habla la epístola una alusión al Espíritu Santo, considerado como fuente inmediata de nuestra divinización.

San Pedro pone de relieve en los v.24-25 el valor eterno y la eficacia inexhaurible de la palabra de Dios, contraponiéndola a la caducidad e inestabilidad de las cosas de este mundo. La cita con la que ilustra este pensamiento está tomada de Isaías 40:6-8, según los LXX. Santiago en su epístola 107 aduce también este texto de Isaías.

 

1 Cf. Jn 1:42; ver Me 3:16; J. M. Bover, El nombre de Simón Pedro: EstEcl 24 (1950) — 2 Mt 16:16-18. — 3 El término apóstol fue sustituyendo paulatinamente al más primitivo de ios Doce. Cf. Erfaux, Pour l'histoire du títre Apostóles dans le T.N. — 4 RSR 48 (1960) 76-92. — 5 4.15-19; cf. 2 Pe 1:10. — 6 2:11. — 7 Jn3:20; Heb 12:228.cf· 2 Cor 5.6; Ef 2:19; Heb 11:13. Filón (De agricultura kpatr ΗΝ' 2'108) Va decía que toda alma sapiente considera realmente "el cielo como Por esrf' tler.ra" como un destierro, y que posee la morada del cuerpo como una cosa extraña. se considera peregrina (παρεπιδημεΐν) sobre la tierra.” — 8 Mac 1:27; Jn 7:35. — 9 Sant 1:1. — 10 Act 16:7; 18:2; 19:1-10. — 12 Epist. ίο ad Traianum 96:95.6. — 11 Act 2:9- — 13 El término πρόγνοοσις es una expresiσn petrina, que se encuentra sólo aquí y en Act 2:24. Esta presciencia no implica únicamente un mero acto intelectual, sino que también supone el decreto y la intención divinas en orden a la elección y a la salud eterna de los cristianos. — 14 Gf. Act 2:23. — 15 8:28-30. — 16 1:4s. — 17 Según el texto griego, εν άγιασμώ serνa in sanctificatione, noín sanctificationem de la Vulgata, e indicaría el medio o el instrumento por medio del cual se ejecuta una acción. — 18 Ef 1:3-4; 2 Tes 2:135. — 19 Mt 26:28; Heb 12:24. — 20 Ex 24:1-8. — 21 lPe 2:9-10; — 22 Núm 19:9.13.20. — 23 propósito de estas fórmulas trinitarias se puede consultar J. Lebreton, Histoire du ne de la Trinité (París 1927) vol.1 P-353S, y E. G. Selwyn, The First Epistle ofSt. Peter. "monal Notes: The Trinitarian formula in 1:2 p.247-250. — 24 3:18. — 25 Tn 14:27' — 26 U- Holzmeister, Exordium prioris Epistolae Sti Petri: VD 2 (1922) 209-12. — 27 13:15·Sa ( αΥεννήσαβ) tιrmino propio de San Pedro (1:23), pero que expresa la misma idea que Juan cuando habla del nuevo nacimiento del cristiano: Jn 3:3-5; 1 Jn 2:29; 3:9. — 28 Cf. Gal 6:15; Tit 3:5- — 29 Rom 6:3-4; 8:11; 1 Cor 15:16-19; 1 Tes 4:13. Véase S. Lyonnet, La valeur sotériolo-gique de la résurrection: Gregorianum 39 (1958) 295-318; J. M. González Ruiz, Muerto po* nuestros pecados y resucitado por nuestra justificación: Bi 40 (1959) 837-858. — 30 Rom 5:51 Tit 1:2; 3:7- — 31 Rom 8:17; Gal 4:7- — 32 Cf. Jn 6:39. — 33 Teófilo García De Orbiso, Praelectiones exegeticae de Novo Testamento (Roma 1958) p. 696. É — 34 Mt 5:34. l! — 35 Mt 6:20. — 36 Cf. Heb 11:1. — 37 Heb 12:6-8. — 38 2 Cor 4:17. — 39 Mt 5:11-12. — 40 Sant 1:2-3. — 41 Cf. Act 5:41; Rom 5:35; 2 Cor 6:10. — 42 1 Pe 1:6-9; 2:20; 3:13-17; 4:12-19; 5.9. — 43 Cf. Sal 66:10; Prov 17:3; 1 Cor 3:13; Ap 3:18. — 44 Mt 25:21.34; 1 Cor 4:5. — 45 El códice B, las versiones Peshitta, Sahídica, Vetus Latina, Vulgata, Armena y los Padres San Policarpo y San Ireneo tienen el partic. aoristo ιδόντες; en cambio, APL(K) y otros teρen el perfecto εϊδότες. — 47 Cf. Jn 20:29 — 48 M. Sales, o.c. p. 535. — 49 Cf. Mt 13:17- — 50 Lo que aquí llama el autor sagrado el Espíritu de Cristo es llamado en el v.12 Espíritu Sanio. Es llamado Espíritu de Cristo porque procede de El y es enviado por El. Este texto vale, por lo tanto, para demostrar que el Espíritu Santo procede también del Hijo. — 51 Cf. Jn 14:16-18; 16:13. — 52 Cf. Epíst. de Bernabé 5:6; San Ignacio Mártir, Ad Magn. 8:2; Ad Philad. 5:2. — 53 Is 52:13-53:12; Sal 22. — 54 Lc 24:26-27. Cf. A. M. Vitti, La conoscenza del vero messianesimo dei vaticini presso ι Profeti: Gregorianum 18 (1937) 30-51. — 55 Cf. 2 Txim 2:5.ns. — 56 Act 2:23-36; 3:18. — 57 A. Charue, o.c. p. 446. — 58 Cf. Núm 24:17; Dt 18:15. — 59 J. Bonsirven, Le Judaisme. I p.386s. — 60 Mt 13:16-17; Lc 10:24. — 61 Cf. G. Kittel, Theol. Wórterbuch G. Ν.Τ. — 62 p.401-413. — 63 Cf. 2 Pe 1:20. — 64 La Vulgata supone la lecciσn εις δ = in quem, que está poco atestiguada. Es más segunda Acción εις ά = in quae, es decir, en aquellos bienes anunciados por los profetas, que los anseles desean ver. — 65 1 Cor 2:7-11. — 66 cf. Tomás, Suma Teol i q.57 3.5. — 67 Epíst. de Bernabé 5:6; el Pastor de Hermas, Sim. 9:12:1-3; San Ignacio Mártir, Ad n. 8:2; Ad Philad. 5:2; San Justino, Apoí. I 31-36. — 68 Ex 12:11; Tob 5:5; Ef 6:145. — 69 Act 17:30; Rom 1:18.243; Ef 4:18. — 70 Mt 5:48. — 71 1 Tes 4:3. — 72 Lev 19:2s; cf. 11:443; 20:7-8. — 73 Jn6:x69. — 74 Act 3:14; 4:27-30; cf. Is 52:13-53:12. — 75 Ef 4:1. — 76 A. Gharue, o.c. p-447. — 77 Cf. 1 Cor 9:27; 2 Cor 5:10; Flp 2:12; Heb 12:28. — 78 Mt 6:x9;cf. Dídaje'8:3. — 79 1 Cor 4:45; 2 Cor 5,ios. — 80 San Pedro emplea aquí el término raro οπτροσωττολήμτωβ = “sine acceptatione perso-narum,” que ya habνa sido usado por él mismo en el discurso al centurión Cornelio (Act 10:34; cf. Sant 2:1). — 81 Mt 10:28; Lc 12:4-5. — 82 Cf. Lev 19:3; Eclo 3:1-16. — 83 Cf. 1 Pe 1:1. — 84 Lib. VII in Lucam c.12. — 85 El término έλυτρώ·9ητε, de λυτροώ, significa redimir dando un precio, dejar en libertad a un esclavo, o a un prisionero, después de pagar el precio del rescate. — 86 El vano vivir = μοτταίαβ es una expresiσn que se aplica en los LXX y en el Nuevo Testamento al culto de los ídolos: Lev 17:7; Jer 8:19; 10:14; Sab 13:1ss; Act 14:15; 1 Tes — 87 Cf. 1 Cor 6:20. "Si ením homo — dice Pelagio (In 1 Cor 6:20: PL 30:734) — a servo para la Pecunia comparato continuam exigit servitutem, quanto magis ille, qui nos sua morte re- — 88 Ex 12:5; cf. Lev 14:10; 22:18; Is 53; Jn 1:29.36. Cf. de Ambroggi, La salvezza nelle Were di S. Pietro: Scuol. Catt. 61 (1933) I 431-446. — 89 1 Cor 5:7; Jn 19:36. — 90 Gal 4:4. — 91 Cf. Le 22:20; Gal 2:20. — 92 Cf. 1 Cor io,n. — 93 En v.21, BA y Vg leen πιστούς = “fideles”; SCTR y sir. = πιστεύοντας: “creyentes”; el cod.33 = πιστεύσαντας. * — 94 Act 2:32-36; 3,15-17; 4:10. — 95 Fil 2:9-11. — 96 La Vulgata, la Siríaca y la Bohaírica leen: "oboedientia caritatis." Sin embargo, todos los códices griegos tienen "oboedientia veritatis," que ha de ser preferido. En la segunda parte del v.22 leen con BA, Vg y algunos minúsculos: εκ καρδίας = “entraρablemente." — 97 Jn 13:345; 1 Jn 3:14. — 98 1 Cor 13. — 99 1 Jn 4:16s; 5:1. — 100 2 Tes 2:13.14. — 101 G. Spicq., Ágape vol.2 (París 1959) p.315 nota 3. — 102 Jn 1:13. — 103 Cf. 1 Pe 1:3. — 104 Cf. Santi.15. — 105 Bonnetain, Gráce: DBS III 1097; J- Starcky, Logos: DBS V 49?ss. — 106 Así G. Thils, L'ensegnement de S. Fierre (París 1944) P-77- — 107 Sant 1:1ο-ιι.

 

 

Capitulo 2.

 

Exhortación a la simplicidad, 2:1-3.

1 Despojaos, pues, de toda maldad y de todo engaño, de hipocresías, envidias y maledicencias, 2 y, como niños recién nacidos, apeteced la leche espiritual, para con ella crecer en orden a la salvación, 3 si es que habéis gustado cuan bueno es el Señor.

 

Nacidos los cristianos a una nueva vida, son ahora invitados a vivir en conformidad con ese nuevo estado, despojándose de toda malicia, engaño, hipocresía, envidia y detracción (v.1). Los vicios enumerados son los que se oponen directamente a la caridad fraterna. El alma que no se despoje de ellos no podrá recibir el verdadero alimento espiritual. La Palabra de Dios, es decir, el Evangelio, que ha sido la causa de la regeneración del cristiano 1, ha de asegurar de igual modo su crecimiento espiritual 2.

Los fieles a los que se dirige San Pedro, tardíamente renacidos a la fe 3, han de apetecer la leche espiritual4, que no proviene de la materia, sino del espíritu; una leche pura, no adulterada con mezcla de falsedad, libre de todo veneno de falsas doctrinas. Y han de alimentarse continuamente con ella para poder llegar a la madurez en la fe 5. Como el niño, una vez que ha gustado la leche materna, siente avidez de ella, así también el cristiano, una vez que ha gustado cuan suave es el Señor (ν.3), mediante las consolaciones que el Señor otorga cuando toma posesión de un alma, ha de apetecer los dones de Dios 6. El autor sagrado alude a todas las gracias concedidas por nuestro Señor a los fieles después del bautismo. Entre éstas ocupa el primer lugar la eucaristía 7.

Parece que este texto de San Pedro dio origen al rito, bastante difundido en la Iglesia antigua, de ofrecer a los neobautizados leche con miel 8.

 

El nuevo sacerdocio, 2:4-10.

4 A El habéis de allegaros, como a piedra viva rechazada por los hombres, pero por Dios escogida, preciosa, 5 Vosotros, como piedras vivas, sois edificados en casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo. 6 Por lo cual en la Escritura se lee: "He aquí que yo pongo en Sión una piedra angular, escogida, preciosa, y el que creyere en ella no será confundido." 7 Para vosotros, pues, los creyentes, es honor, mas para los incrédulos esa piedra desechada por los constructores y convertida en cabeza de esquina, 8 es piedra de tropiezo y roca de escándalo. Rehusando creer, vienen a tropezar en la palabra, pues también a eso fueron destinados. 9 Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para pregonar el poder del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. 10 Vosotros, que un tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis conseguido misericordia.

 

En esta nueva sección el apóstol exhorta a sus lectores a acercarse a Cristo 9 para unirse más íntimamente a El, como a piedra viva y angular del edificio místico de la Iglesia. La Iglesia, o comunidad cristiana, se edifica, en sentido realmente arquitectónico, por la unión de los convertidos a la piedra angular, que es el mismo Cristo. La alegoría de la piedra angular había sido aplicada por Cristo a sí mismo, inspirándose en Sal 118:22. También fue empleada por San Pedro en su discurso ante el sanedrín 10. Aquí aparece unida a otras dos citas de Isaías, en las que se habla de piedra angular 11. La piedra viva es Cristo resucitado y glorioso, rechazado por los jefes del pueblo judío, pero escogido por Dios. La metáfora de la piedra rechazada por los constructores se encuentra ya en la catequesis sinóptica 12, en los Hechos de los Apóstoles y en San Pablo 13.

Cristo es una piedra viviente, capaz de crecimiento y expansión, y que puede dar vida a los demás. Los cristianos han de ser también piedras vivas (ν.5) edificadas sobre Cristo como piedra angular. Han de formar con El un edificio espiritual, es decir, un organismo vivo, animado por el Espíritu Santo, y en íntima unión con Cristo 14, porque el desarrollo espiritual de los cristianos no puede tener lugar si no es en la comunidad, en la Iglesia. Pero los cristianos no sólo componen el edificio espiritual, que es la Iglesia, sino que son también ministros de él, puesto que constituyen un nuevo sacerdocio santo, es decir, están consagrados al servicio de Dios, para ofrecerle sacrificios espirituales 15, como la oración 16, la alabanza de los labios 17, la santidad de vida 18, la labor apostólica 19, la mortificación y hasta el martirio 20. Estos sacrificios espirituales son agradables a Dios si son ofrecidos a Dios por medio de Jesucristo, nuestro Sumo Pontífice y único Mediador al lado de Dios 21.

Los cristianos son al mismo tiempo templo y sacerdocio. Del mismo modo que los sacerdotes son los intermediarios entre Dios y el pueblo, así los cristianos, formando colectivamente la Iglesia, tienen que ser los intermediarios entre Dios y los hombres, continuando la misión del pueblo judío, cuyo sucesor y heredero es el pueblo cristiano 22.

Se debe tener presente que el lenguaje de este pasaje es metafórico. La expresión sacerdocio santo está tomada en sentido amplio, como se ve por la frase que sigue: para ofrecer sacrificios espirituales. Por aquí se ve claramente que no se trata de víctimas materiales ofrecidas públicamente por ministros consagrados de modo especial para esto, sino de víctimas inmateriales, consistentes en actos virtuosos, que pueden ser ofrecidas por cualquier cristiano. Los cristianos, por el hecho de haber sido incorporados por el bautismo a Cristo, Pontífice de la Nueva Alianza, participan en cierto modo de su sacerdocio 23. Pero en la Iglesia existe, al mismo tiempo, otro sacerdocio propiamente dicho, distinto del común de los fieles, consagrado especialmente para la misión sacerdotal y que es el único que tiene potestad para ofrecer el sacrificio externo de la Nueva Ley. San Pedro no quiere decir que todos los fieles sean sacerdotes en sentido propio, como piensan los protestantes. Por el contexto y el término pasivo empleado (ϊεράτευμα) se deduce que el apσstol considera los fieles como un sacerdocio pasivo, o sea una sociedad gobernada por el sacerdocio propiamente dicho. En efecto, el capítulo 5:1-4 supone la existencia de un clero bien distinto de la masa de los fieles 24. Los fieles, de frente al sacerdocio activo, al sacerdocio propiamente dicho, son, pues, simplemente un sacerdocio pasivo, subditos de la autoridad sacerdotal y gobernados por ella; pero íntimamente unidos al sacerdocio activo de Cristo y al de los sacerdotes propiamente dichos 25.

Jesucristo es la piedra angular, principio de salud para los que creen en El; pero, al mismo tiempo, es tropiezo para los incrédulos, que se escandalizan de la cruz (v.6-8). San Pedro cita un texto de

Tsaías 26 para probar esto. Del mismo modo que el profeta expresaba, bajo la metáfora de la piedra angular, la protección divina sobre Terusalén, así también el apóstol ve en dicha piedra una imagen del pesias, el garante supremo de la salud de Israel. Ya la teología judía veía en esta piedra, puesta por Yahvé en Sión, una imagen del Mesías.

Isaías, en el Libro del Emmanuel, anuncia que Yahvé "será piedra de escándalo y piedra de tropiezo para las dos casas de Israel" 27, es decir, que será ocasión de la ruina de las dinastías de Israel y de Judá. San Pedro aplica a Cristo este texto que miraba directamente a Yahvé. También Jesucristo, a pesar de haber venido a salvar a todos los hombres, será ocasión de ruina espiritual para los que vengan a tropezar en la palabra, o sea en el Evangelio.

Los fieles se apoyan, mediante la fe, en esa piedra angular, que es Cristo. Y por esta misma fe se preparan para tomar parte el día de mañana en el honor y en la gloria de Jesucristo al lado del Padre. Los incrédulos, por el contrario, serán confundidos, porque rehusaron creer 28. Dios, en castigo por su incredulidad, permite que vayan a tropezar y a destrozarse contra la piedra, que había sido puesta para su salvación29.

Al final del v.8 la Vulgata dice: "Nec credunt in quo et positi sunt," afirmación difícil de entender, porque la edificación sobre Cristo es obra de la misma fe. El texto griego dice simplemente: "a eso fueron destinados," es decir, los incrédulos fueron destinados a ese funesto tropiezo. Este pensamiento está muy en conformidad con la manera de hablar de la Biblia, que atribuye todo lo que sucede directamente a Dios. San Pedro cita dos textos, tomados del Antiguo Testamento. El primero pertenece a Sal 118:22, que también es citado por Me 12:10 como profecía de la ruina del pueblo judío, y por San Pedro en Act 4:11. El segundo es de Is 8:14: Cristo ya no es presentado como la piedra angular, sino como la piedra de tropiezo y roca de escándalo. El pueblo judío tropieza en Jesucristo y se destroza, dejando así paso libre al cristianismo, que hereda los privilegios de Israel y los eleva a su grado supremo. Los judíos, al rechazar el Evangelio, han perdido sus prerrogativas, que son traspasadas a los cristianos 30. Por eso, San Pedro aplica ahora a sus lectores todos los títulos gloriosos de los israelitas (v.9). La Iglesia es el verdadero Israel. Y, en consecuencia, se puede aplicar a los cristianos, en un sentido más pleno y verdadero, lo que el Antiguo Testamento había dicho de los hebreos. Los cristianos son un linaje escogido., un pueblo adquirido para pregonar el poder del que os llamó. Estas expresiones están tomadas de Is 43:20-21, en donde designan al pueblo judío salvado de la cautividad babilónica. Israel era un "pueblo adquirido" por Dios, porque Yahvé había hecho de él su Porción especialmente escogida, su parte reservada entre todas las naciones de la tierra 31. También los cristianos fueron comprados, adquiridos por Dios con la sangre de Jesucristo 32. Son, por consiguiente, propiedad de Dios.

San Pedro sigue aplicando a los cristianos otros títulos: son un sacerdocio real, una nación santa (v.8). Dos expresiones equivalentes o complementarias, tomadas del Éxodo 19:6, según los LXX. El texto hebreo dice: "Un reino de sacerdotes." 33 El sentido de este texto en el Éxodo es el siguiente: los israelitas son reino de Dios, son su reino teocrático, porque Yahvé es un rey. Israel es un "reino de sacerdotes" en cuanto que en él todos sus subditos están dedicados a Dios, separados de los paganos. Los israelitas están destinados a ofrecer a Dios un culto que no pueden ofrecer los demás pueblos. Se trata, por lo tanto, de una metáfora para significar que los israelitas son personas consagradas al servicio de Dios en modo análogo, pero diverso, de los sacerdotes propiamente dichos. De la misma manera que el individuo es segregado de la masa humana y consagrado al servicio de Dios por el sacerdocio, así también el pueblo de Israel fue escogido entre los demás pueblos para tributar a Dios un culto religioso. Los israelitas no eran todos sacerdotes, como tampoco eran todos reyes, sino que eran subditos de la autoridad sacerdotal. Eran miembros pasivos del sacerdocio y gobernados por éste. Esto se ve claramente por el hecho de que el sacerdocio activo propiamente tal estaba reservado a los descendientes de Aarón. Y las usurpaciones de la función sacerdotal eran castigadas severamente 34. Los israelitas en general son llamados sacerdotes en sentido amplio, metafórico, en cuanto que eran miembros de la nación santa, de la nación consagrada al culto del verdadero Dios.

Dios había escogido entre todos los pueblos a Israel, y lo había amado como a su hijo primogénito, confiriéndole la dignidad sacerdotal, propia del primogénito. Como el sacerdote es el intermediario entre Dios y el pueblo, así Israel, como primogénito entre todos los pueblos, es el sacerdote intermediario entre Dios y la misma humanidad 35.

San Pedro aplica de un modo análogo a los cristianos el título de sacerdocio real. Pero no quiere decir que todos los cristianos posean el verdadero sacerdocio, sino solamente que son miembros de la nueva nación, de la Iglesia cristiana, consagrada al culto del verdadero Dios en dependencia de los verdaderos sacerdotes. O sea, que, como dice el P. Mersch, "los cristianos poseen una eminente dignidad cultual" 36. El mismo San Pedro 37 supone la existencia en la comunidad cristiana de una jerarquía, bien distinta de la que puede poseer cada fiel en particular. En el v.5 hablaba ya del sacerdocio santo de los cristianos, en cuanto que habían de ofrecer sacrificios espirituales. Esta función no ha de ser confundida con el sacerdocio propiamente dicho, cuya esencia es el sacrificio, el acto exterior y público de la religión. Por eso, el texto del v.9 ha de ser explicado con la ayuda del v.5. El cristiano, por el bautismo, quedó incorporado a Cristo y participa en cierto sentido del sacerdocio de Cristo. De ahí que todo cristiano, cuando obra como tal, actualiza su participación en el sacerdocio de Jesucristo y realiza un acto de verdadero culto cristiano 38.

En la epístola de San Pedro, el sacerdocio de los cristianos se presenta como un sacerdocio de orden exclusivamente espiritual o moral. No hay, por lo tanto, motivo para atribuir a San Pedro la idea luterana según la cual todos los fieles serían sacerdotes del mismo modo. En el Apocalipsis 39 se habla únicamente del sacerdocio de la Iglesia triunfante con términos bastante imprecisos.

El pensamiento central de los v.9-10 es la vocación del pueblo cristiano, como heredero del Israel espiritual, del Israel de las promesas40. Dios ha sacado a los cristianos de las tinieblas del paganismo para introducirlos en su nuevo reino. San Pedro, deseando darles a entender lo que su conversión significaba, les manda que comparen su estado anterior con el actual (v.10). Hace esto parafraseando un texto de Oseas41, en el cual Dios mandaba al profeta imponer el nombre de Lo-ammi = "No-pueblo-mío," a uno de sus hijos, y de Lo'ruhamah = "No-misericordia," a una de sus hijas, para significar que la nación elegida era repudiada por su esposo Yahvé. También San Pablo42 aplica esta profecía de Oseas a la conversión de los gentiles. Dios, sin embargo, había prometido al profeta Oseas volver a reconciliarse con su pueblo rebelde. San Pedro ve esto cumplido en la Iglesia cristiana.

 

 

Diversas Obligaciones de los Cristianos, 2:11-3:17.

En esta parte, San Pedro habla de la conducta práctica que los cristianos han de observar en las diversas circunstancias de la vida presente.

 

El buen ejemplo de los cristianos, 2:11-12.

11 Os ruego, carísimos, que, como peregrinos advenedizos, os abstengáis de los apetitos carnales que combaten contra el alma, 12 y observéis entre los gentiles una conducta ejemplar, a fin de que, en lo mismo por que os afrentan como malhechores, considerando vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.

 

El buen ejemplo y la vida santa constituyen la mejor apología del cristianismo. Por eso, el apóstol la recomienda con insistencia a los fieles. Se dirige a ellos llamándoles carísimos. Expresión afectuosa que subraya la importancia de la advertencia que va a hacer. Los cristianos habitan como extranjeros y peregrinos en este mundo43; por eso, no han de desear los bienes terrenos para satisfacer los bajos apetitos carnales (v.11), que surgen de la parte inferior de nuestra naturaleza y combaten nuestra alma44. La brevedad de la vida presente y la esperanza de poseer la vida eterna han de llevar al cristiano a abstenerse de las tendencias pecaminosas del ser humano, cuyos frutos nos describe San Pablo 45.

Los cristianos no han de dejarse llevar por esas malas tendencias, sino, por el contrario, han de observar una conducta ejemplar e irreprensible en medio de los paganos, para no escandalizarlos. El hecho de ser cristianos exponía ya en aquel tiempo a graves calumnias por parte de los paganos. Se les acusaba de impiedad, de rebelión contra las autoridades del Estado, de fomentar la insubordinación en la familia y en la sociedad, de obstruccionismo comercial, y hasta de canibalismo46. Contra todas estas calumnias paganas, la mejor defensa ha de ser la buena conducta y la vida inocente de los cristianos, que terminará por imponerse. Y los que hoy les calumnian terminarán por reconocer su vida santa y glorificarán a Dios cuando les visite con la gracia de la conversión (v.1a). El pensamiento de San Pedro es, sin duda, un eco de lo que enseña Jesús en San Mateo 5:16.

 

Sumisión a las autoridades, 2:13-17.

13 Por amor del Señor, estad sujetos a toda autoridad humana: 14 ya al emperador, como soberano; ya a los gobernadores, como delegados suyos para castigo de los malhechores y elogio de los buenos. 15 Tal es la voluntad de Dios, que, obrando el bien, amordacemos la ignorancia de los hombres insensatos; 16 como libres y no como quien tiene la libertad cual cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios. 17 Honrad a todos, amad la fraternidad, temed a Dios y honrad al emperador.

 

En estos versículos, el apóstol trata de los deberes de los cristianos respecto del poder civil. Este pasaje tiene diversos puntos de contacto con lo que dice San Pablo sobre el mismo tema 47.

El apostolado del buen ejemplo debe llevar a los cristianos a aceptar las formas de gobierno establecidas y a someterse a los que ejercen la autoridad por amor del Señor (ν.13). Porque toda autoridad procede de Dios 4S y porque el Señor así lo quiere, como dirá después (v.15); o también porque Jesús ha dado ejemplo, sometiéndose a la autoridad del gobernador Poncio Pilatos49, y lo ha ordenado así a sus discípulos50. Han de obedecer, en primer lugar, al emperador romano, llamado por los griegos βασιλεύς = “rey”; y despuιs a los gobernadores (ήγεμόσιν) 5lt que eran los delegados de la autoridad suprema para administrar la justicia y aplicar las justas sanciones (v.14). La sumisión a las autoridades es querida por Dios como el medio más eficaz para cerrar la boca a los calumniadores del cristianismo (ν.15). La sumisión al poder civil establecido tendrá un gran valor apologético en favor del cristianismo. Mediante ella demostrarán que las acusaciones de insubordinación contra las autoridades son falsas. Al obedecer las leyes, los cristianos demostrarán que no se sirven de la libertad que Cristo les dio para encubrir el libertinaje, sino que toman la voluntad de Dios por modelo de su conducta (v.16). También San Judas habla de ciertos hipócritas que abusaban de la libertad cristiana 52; y San Pablo enseña que la libertad de los cristianos no ha de transformarse en licenciosa hipocresía para seguir los instintos de la carne y para convertirla en pretexto para la rebeldía 53. La doctrina de San Pedro es la misma que la de San Pablo 54: el equilibrio entre la libertad cristiana y la sumisión a la autoridad civil legítimamente constituida.

Los apologistas cristianos no olvidarán esta recomendación de San Pedro en favor de la obediencia de los fieles a las autoridades civiles 55.

El apóstol termina la exhortación a obedecer a las autoridades civiles] resumiendo en pocas palabras las diversas obligaciones de un cristiano (v.17): tratar a todos con el respeto debido a su dignidad; amar de una manera especial a nuestros hermanos en la fe 56; temer a Dios, porque esto es el principio de la verdadera sabiduría, y honrar a la autoridad suprema 57.

 

Deberes de los siervos respecto de sus señores, 2:18-25.

18 Los siervos estén con todo temor sujetos a sus amos, no sólo a los bondadosos y humanos, sino también a los rigurosos. 19 Agrada a Dios que por amor suyo soporte uno las ofensas injustamente inferidas. 20 Pues ¿qué mérito tendríais si, delinquiendo y castigados por ello, lo soportáis? Pero, si por haber hecho el bien padecéis y lo lleváis con paciencia, esto es lo grato a Dios. 21 Pues para esto fuisteis llamados, ya que también Cristo padeció por vosotros y os dejó ejemplo para que sigáis sus pasos. 22 El, en quien no hubo pecado y en cuya boca no se halló engaño, 23 ultrajado, no replicaba con injurias, y, atormentado, no amenazaba, sino que lo remitía al que juzga con justicia. 24 Llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que, muertos al pecado, viviéramos para la justicia, y por sus heridas hemos sido curados. 25 Porque erais como ovejas descarriadas; mas ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.

 

En esta sección, San Pedro trata de los deberes de los esclavos respecto de sus amos. Después, en el capítulo 3, tratará de los deberes de los cónyuges. Estos esquemas presuponen una organización familiar propia de la antigüedad y tal vez provengan de tradiciones catequísticas de la Iglesia primitiva. Semejantes recomendaciones se encuentran en otros pasajes del Nuevo Testamento58, San Pedro, lo mismo que San Pablo, insiste en la obediencia de los siervos a sus señores, porque es cosa agradable a Dios y porque Cristo también fue obediente y sufrió por nosotros sin lamentarse 59. Estas exhortaciones eran muy necesarias en una sociedad en la que los esclavos eran más numerosos que los hombres libres, y el trato que recibían era muchas veces inhumano 60. Los sufrimientos que tenían que soportar los pobres esclavos llevan al autor sagrado a extenderse en la explicación del sentido de la pasión y muerte de Jesucristo.

San Pedro exhorta a los esclavos 61 a que presten respetuosa obediencia a sus amos, cualquiera que sea su disposición: tanto si son buenos y comprensivos con ellos como si son rigurosos y tratan injustamente a los esclavos de buena voluntad (v.18). La obediencia es para el cristiano una consigna proveniente del mismo Dios, que no admite distinción entre las personas que ejercen la autoridad62. Si son tratados injustamente, es cosa agradable63 a Dios que por amor suyo soporten pacientemente él trato duro que se les da. Los cristianos deben someterse por la conciencia que tienen de estar obligados delante de Dios, cuyos representantes son los patronos 64.

Nadie puede gloriarse de soportar un castigo merecido por una falta cometida. Pero sí es digno de alabanza delante de Dios el que, habiendo hecho el bien, es, sin embargo, maltratado por su señor y lo sufre con paciencia (v.20). El apóstol amonesta de este modo a los esclavos, porque quiere impedir que éstos, exasperados por los malos tratos y sintiéndose interiormente libres con la libertad evangélica, abusaran de ella para rebelarse y emanciparse de sus patronos 65; o bien se gloriaran de padecer con estoicismo, despreciando filosóficamente el sufrimiento. El sufrimiento inmerecido es el elemento de la imitación de Cristo. Por eso, San Pedro apoya sus exhortaciones en el ejemplo de Cristo paciente, que sufrió por nosotros66, sin haber cometido culpa alguna (v.22), para darnos ejempolo (v.21). Jesucristo nos ha precedido en el camino del dolor, y nosotros debemos seguir sus pisadas67. El verdadero discípulo de Cristo ha de imitarle llevando también su cruz 68. Por esto mismo, los esclavos, los despreciados del mundo, han de someterse a su triste suerte, porque de este modo imitarán más de cerca a Jesucristo.

San Pedro, al igual que San Pablo, no quiere alterar las estructuras sociales del Imperio romano, si bien la doctrina de la libertad en Cristo 69, del amor fraterno 70 y de la hermandad de todos los hombres en Cristo71 llevarían con el tiempo a la supresión de la

esclavitud.

La perfecta inocencia de Jesucristo ha de inducir con mayor fuerza a los cristianos a imitarle fielmente incluso en medio de los sufrimientos inmerecidos. El cordero de Dios, no teniendo ningún defecto ni pecado 72, se entregó mansamente en manos de sus enemigos, como ya había predicho Isaías 73, para sufrir por los hombres. Por eso, los cristianos perseguidos y maltratados injustamente han de imitar la paciencia de esta víctima inocente y su total abandono en el Padre celestial (v.23). Jesús durante su Pasión no replicó a los que le maltrataban, y, cuando estaba clavado en la cruz, imploró el perdón para sus verdugos y se remitió al que juzga con justicia 74, es decir, a Dios. San Pedro alude a las palabras con las que Jesucristo, antes de morir, recomendó su alma a Dios: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."75

Todo lo que Cristo sufrió lo hizo mirándonos a nosotros. Cargó con nuestros pecados y se sometió al sacrificio de la cruz para que por sus heridas fuéramos curados (v.24). El apóstol pasa de la ejemplaridad de los sufrimientos de Jesucristo a un sentido más profundo de su muerte, a la idea de satisfacción vicaria de Cristo. Es éste un tema que se encuentra con frecuencia en los escritos neotestamentarios76. San Pedro parece inspirarse en la profecía del Siervo de Yahvé 77. Para él la muerte de Cristo sobre la cruz es un verdadero sacrificio78. El altar es el leño (ξύλον) de la cruz en donde Cristo se ofreció a sí mismo, como víctima expiatoria, por nuestros pecados. Una idea semejante se encuentra muy probablemente en la epístola a los Hebreos 13:1079. También en dicha epístola se expresa la relación entre pecado y sacrificio: "ofrecer cada día víctimas. por sus propios pecados."80 Jesús se sacrificó por nosotros sobre el altar de la cruz para que, muertos al pecado, viviéramos para la justicia 81. Los hombres tenían gran necesidad de que Cristo los curase con sus llagas, porque antes eran como ovejas descarriadas (v.25) 82, sin guía, sin defensa, sin pastor. Mas al presente, por la gracia de la fe, han venido a formar parte del rebaño de Cristo, buen pastor y guardián 83 de las almas 84. La designación de Jesucristo como pastor es implícita ya en los sinópticos 85 y explícita en San Juan 86, 1 Pe 87 y en la epístola a los Hebreos 88.

 

 

Capitulo 3.

 

Deberes Mutuos de los Esposos, 3:1-7.

1 Asimismo, vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que, si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado sin palabras por la conducta de su mujer, 2 considerando vuestro respetuoso y honesto comportamiento. 3 Y vuestro ornato no ha de ser el exterior del rizado de los cabellos, del ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos, 4 sino el oculto en el corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; ésa es la hermosura en la presencia de Dios. 5 Así es como en otro tiempo se adornaban las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos. 6 Como Sara, cuyas hijas habéis venido a ser vosotras, obedecía a Abraham y le llamaba señor, obrando el bien sin intimidación alguna. 7 Igualmente vosotros, maridos, tratadlas con discreción, como a vaso más frágil, honrándolas como a coherederas de la gracia de vida, para que nada impida vuestras oraciones.

 

El apóstol se preocupa también de la moral familiar. Quiere que la conducta de los esposos sea irreprensible. De este modo la buena conducta de la esposa podrá ganar al esposo que se muestra rebelde a la predicación evangélica. San Pedro supone que un cierto número de mujeres convertidas tenían maridos que eran todavía paganos y conservaban los prejuicios de los ambientes gentílicos contra el cristianismo. El apóstol quiere que traten de ganarlos a la fe mediante una vida santa y ejemplar! El ejemplo arrastra más que las palabras y las exhortaciones. Recuérdese si no el ejemplo de Santa Mónica, de la cual dice su hijo San Agustín: "Sategit eum (maritum) lucrar i tibí loquens te illi moribus suis" 2; y de tantas otras esposas cristianas que mediante una vida intachable lograron ganar sus esposos para Dios. La mujer ocupa ya en el cristianismo primitivo un puesto realmente preeminente, como no se conocía hasta entonces 3.

San Pedro recomienda a las esposas cristianas la sujeción amorosa, el espíritu de apostolado, la conducta casta y timorata, trazando de este modo las líneas fundamentales de la moral familiar 4.

También San Pablo inculca, en varias de sus epístolas 5, los deberes de los esposos cristianos. Sin embargo, San Pedro no se plantea el problema de la separación de los esposos en el caso de que constituyan un peligro para la fe del otro cónyuge 6, sino que se fija únicamente en los métodos suaves. Tal vez su propia experiencia7 le había enseñado el peligro de los medios violentos.

Pedro subraya la necesidad de la modestia en los adornos de la mujer cristiana. Con este motivo, el autor sagrado recuerda que las mujeres cristianas no han de complacerse en los refinamientos de la moda de entonces: no han de preocuparse por el rizado de los cabellos, ni por los adornos de oro puestos en la cabeza, en el cuello, en los brazos, en los dedos y hasta en las piernas; ni tampoco por los vestidos elegantes y bien ajustados (v.3). Ya Isaías flagelaba la poca modestia de las mujeres israelitas en la exhibición de sus adornos 8. El adorno que conviene sobre todo a la esposa cristiana es la belleza interior del carácter, que se manifiesta en una disposición no presuntuosa, sino serena (v.4), que agrada a Dios y a los hombres 9. Al adorno exterior y aparente opone San Pedro la hermosura interior, la realidad misma. La dulzura y la modestia son el más bello adorno de la mujer cristiana y contribuyen a la paz y al buen orden de la familia 10. Dios, que ve los corazones H y no juzga según las apariencias 12, considera de gran valor la vida abnegada y callada de la mujer cristiana 13.

El adorno interior es algo incorruptible y de inestimable precio delante de Dios. Con él fueron adornadas muchas mujeres del Antiguo Testamento, que son propuestas por Pedro como ejemplo a las esposas cristianas. Antiguamente, las mujeres santas practicaron la sumisión y la obediencia a sus maridos ayudadas y sostenidas por el pensamiento de agradar a Dios. Así lo hizo Sara, la cual llamaba a Abraham señor 14. Este título con el que la esposa hebrea se dirigía ordinariamente a su marido, en un matrimonio modelo, como el de Abraham y Sara, no era una pura fórmula, sino la expresión de la sumisión al marido, que ha de ser la virtud fundamental de la esposa cristiana.

La verdadera descendencia de Abraham y de Sara son los cristianos 15. Pero éstos no merecerán ser considerados hijos de Sara si no imitan sus virtudes 16, obrando el bien sin intimidación alguna (v.6). El autor sagrado debe de pensar, sin duda, en las amenazas con las que un marido pagano podía intimidar a su mujer 17. En la prueba, la mujer cristiana no ha de inquietarse por nada 18, antes bien ha de conservar la serenidad, preocupándose únicamente por hacer el bien y agradar a Dios.

Por lo que se refiere a los mandos, San Pedro les aconseja que cohabiten con sus esposas sabiamente (κατά γνώσιν), ο sea segϊn las reglas de la sabiduría, de la prudencia y de la honestidad cristianas. Han de condescender con la natural debilidad física de las mujeres, tratándolas con respeto, con el honor debido a la compañera de la vida, y no como a simple objeto de placer (v.7). Porque también las mujeres son coherederas de la gracia de vida, es decir, del don gratuito de la fe y de la vida de la gracia. Cristo, al llamar a todos los hombres a la vida de la gracia y de la gloria, no ha hecho distinción alguna entre ambos sexos. Por eso, en el orden de la gracia, la mujer es igual, e incluso puede ser superior, al hombre, porque participa de la misma fe, de los mismos sacramentos y tiene derecho a la misma herencia. De este modo, la mujer es ennoblecida, preparando así su justa emancipación en el cuadro respetado de la autoridad marital. Es necesario respetar la paz y la moral familiar para que Dios escuche las oraciones de los esposos. Si falta la cohabitación comprensiva de los casados, faltará la moral familiar; y sin ésta, las oraciones perderán su eficacia 19.

La situación que el autor sagrado tiene ante la vista no es ya la de los maridos paganos (v.1-3), sino la de los esposos cristianos. La exhortación dirigida a éstos parece indicar que normalmente tenían esposas cristianas.

De los deberes de los cónyuges también trata San Pablo en varias de sus cartas 20.

 

Deberes de caridad fraterna, 3:8-12.

8 Finalmente, todos tengan un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes, 9 no devolviendo mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contrario, bendiciendo, que para esto hemos sido llamados, para ser herederos de la bendición: 10 Pues quien quisiere amar la vida y ver días dichosos, cohiba su lengua del mal y sus labios de haber engañado. 11 Apártese del mal y obre el bien, busque la paz y sígala, 12 que los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos a sus oraciones, pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal.

 

Estas instrucciones van dirigidas a todos los cristianos. Todos deben inspirar su conducta en el Evangelio. Han de tener todos un mismo sentir (Vulgata: "unánimes"), es decir, un solo corazón y una sola alma, como hacían los primeros cristianos 21. Han de ser compasivos, estando dispuestos a participar de las penas y de las alegrías ajenas 22; fraternales con los miembros de la Iglesia 23, misericordiosos 24 y humildes en sus relaciones con los demás 25.

San Pablo también habla de las características de la caridad en la 1 Cor 13:4-7. Los cristianos han de practicar la caridad con todos los hombres, incluso con los enemigos y calumniadores. Por eso, en lugar de volver mal por mal, hay que desear el bien a nuestros enemigos. Tal fue la consigna que Jesús dio a sus seguidores: "Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen." 26 Para ejercitar esta caridad heroica fueron llamados los cristianos, a fin que, perdonando y bendiciendo, obtengan como herencia la bendición del Padre celestial. El que ha sido llamado misericordiosamente a recibir una bendición, no debe maldecir, sino hacer bien a los que le maldigan.

En los v.10-12 el autor sagrado aduce el motivo por el cual los cristianos han de llevar a la práctica las recomendaciones de los versículos precedentes. Una cita del salmo 34:13-17 (según los LXX) recuerda a los fieles que una vida santa es el mejor título para que el Señor les escuche y los bendiga. Dios no se olvida del hombre que gobierna su lengua y obra el bien, sino que le concederá una vida pacífica y dichosa, y escuchará sus plegarias. En el salmo 34 se habla de la vida terrena; pero San Pedro aplica las palabras del salmista a la vida eterna, sublimándolas a la esfera de lo celeste.

 

Comportamiento del cristiano en el sufrimiento, 3:13-17.

13 ¿Y quién os hará mal si fuereis celosos promovedores del bien? l4 Y si, con todo, padeciereis por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temáis ni os turbéis, 15 antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; 16 pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; 17 que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

 

Los que obran el bien pueden contar con la protección divina y todo lo que sufran por la fe les será recompensado con creces 27. De ahí que los promotores del bien no deben temer a nadie: ni a Dios ni a los hombres. Porque "para quien ama a Dios todo coopera al bien." 28 Υ si los cristianos tienen que sufrir persecuciσn por la virtud o por la religión que han abrazado, han de considerarse dichosos, porque entonces entran a formar parte de aquellos a los cuales "pertenece el reino de los cielos." 29 Así lo ha prometido Jesús en el sermón de la Montaña y lo han repetido los apóstoles 30.

Aunque los destinatarios de la 1 Pe viven en medio de un mundo pagano y están expuestos a las calumnias 31, nada hay en la epístola que indique que ya nos encontramos en la época de las persecuciones.

San Pedro exhorta a los fieles a no temer a los perseguidores con los mismos términos que Yahvé dirigiera al profeta Isaías para animarlo a no temer las amenazas del rey Ajaz y del pueblo israelita 32. También Jesucristo recomendaba a sus discípulos: "No se turbe vuestro corazón ni se intimide" 33. El cristiano no ha de temer, sino más bien santificar y glorificar en su corazón a Cristo Señor (v.15), tributándole un culto interno y sincero. Esto nos recuerda la primera petición del Padrenuestro: "santificado sea tu nombre." 34 En la cita que hace San Pedro de Is 8:7-13 se atribuye a Cristo el título de Señor (κύριος en los LXX), que es dado en el texto del profeta a Yahvι. De este modo, el apóstol sitúa en el mismo plano de la divinidad a Yahvé y a Jesucristo, reconociendo claramente la divinidad de este último.

A continuación, Pedro exhorta a los fieles al estudio de la doctrina cristiana para que puedan defenderla tanto ante oyentes benévolos como ante adversarios. La mejor manera de estar prontos para justificar su fe es viviendo esa fe. Porque los fieles que viven su fe están siempre dispuestos a defenderla en todas partes, incluso ante los tribunales 35, y, si es necesario, con su propia sangre. San Pedro gusta hablar de la esperanza cristiana, caracterizando la fe o la religión como esperanza 36. Jesucristo había prometido a sus discípulos una asistencia especial del Espíritu Santo para que pudieran responder como convenía ante los tribunales 37. Sostenidos por la gracia del Espíritu Santo, los cristianos han de estar siempre prontos a comparecer ante los jueces e incluso a dar razón de su fe ante cualquiera que les pida razón de ella. Pero a condición de que se comporten en su defensa con mansedumbre y respeto, sin altanería y autosuficiencia 38. Sin embargo, han de hacerlo con plena conciencia de que dicen la verdad. De este modo, su conducta recta y su perfecta inocencia constituirán la respuesta victoriosa a las calumnias formuladas contra los cristianos (v.16). Llegarán a convencerse de que eran mentiras las calumnias lanzadas contra los fieles.

Las Actas de los mártires están llenas de respuestas sencillas y conmovedoras, pero francas y categóricas, hechas por personas sin ninguna instrucción pero firmemente persuadidas de su fe 39.

El sufrimiento tiene en el cristiano un valor y un sentido que no tiene en el impío. La justicia divina y humana exigen que el delito sea expiado. Pero los cristianos deben estar dispuestos a sufrir incluso sin culpa (v.17), imitando a Jesús, nuestro modelo (v. 18-22). Porque la resignación a la voluntad divina hacen fácil y meritorio el sufrimiento soportado, incluso injustamente, por amor de Dios.

 

 

La Resurrección de Cristo y su Descenso a los Infiernos, 3:18-4:6.

San Pedro continúa exponiendo la idea del sufrimiento y de su sentido salvador en Jesucristo. La mención que hace de la muerte y resurrección de Cristo le lleva a una digresión dogmática sobre el descenso de Jesús a los infiernos (v.18), sobre el sentido típico del diluvio (v.20), sobre la ascensión de Cristo y la subordinación a El de todos los espíritus, tanto buenos como malos (v.22). Esta digresión dogmática dará motivo al apóstol para una nueva exhortación a la imitación de Jesucristo (4:1).

 

18 Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu 19 y en él fue a pregonar a los espíritus que estaban en la prisión, 20 incrédulos en otro tiempo, cuando en los días de Noé los esperaba la paciencia de Dios, mientras se fabricaba el arca, en la cual pocos, esto es, ocho personas, se salvaron por el agua. 21 Esta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo, no quitando la suciedad de la carne, sino demandando a Dios una buena conciencia por la resurrección de Jesucristo, 22 que, una vez sometidos a El los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios. 21 Puesto que Cristo padeció en la carne, armaos también del mismo pensamiento de que quien padeció en la carne ha roto con el pecado, 2 para vivir el resto del tiempo no en codicias humanas, sino en la voluntad de Dios. 3 Basta ya de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles, viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías. 4 Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan; 5 pero tendrán que dar cuenta al que está pronto para juzgar a vivos y a muertos. 6 Que por esto fue anunciado el Evangelio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.

 

En los ν.18-22 aduce el autor sagrado el ejemplo de Cristo, el cual, siendo inocente, ha padecido y ha muerto para expiar por nuestros pecados40. La pasión y muerte de Cristo han de servir de estímulo a los cristianos cuando sean perseguidos injustamente. Jesucristo murió una vez por los pecados (v.18) de los hombres, para dar a Dios, ofendido, la satisfacción conveniente. El sacrificio de Jesucristo es único, porque es perfecto y de valor infinito, a diferencia de los sacrificios antiguos, que por su imperfección debían ser repetidos. El Nuevo Testamento insiste en esta unicidad de la muerte y de la resurrección de Cristo41. La razón de esta insistencia se ha de buscar en la idea de que el sacrificio de Cristo era absolutamente suficiente, en oposición a la insuficiencia de los sacrificios del Antiguo Testamento, que necesitaban repetirse continuamente.

San Pedro llama a Jesús el justo. Es una apelación que los cristianos adoptaron — probablemente bajo la influencia de Isaías 53:11 — ya desde los primeros años de la Iglesia42.

El efecto de la muerte redentora del Señor fue el llevarnos a Dios (Vulgata: "ut nos offerret Deo"), es decir, acercarnos a Dios, del cual nos habíamos alejado por el pecado43. Cristo murió en su carne mortal sobre el madero de la cruz, pero resucitó glorioso cuando su alma glorificada se unió a su cuerpo, al cual comunicó la gloria de que ella estaba inundada44. En esa misma alma45 humana, ya gloriosa, unida a la divinidad, pero separada del cuerpo muerto, que todavía seguía en el sepulcro, Cristo descendió a los infiernos a predicar la buena nueva de su resurrección.

El texto griego, en lugar de infierno, tiene φυλακή = “cαrcel." Esta cárcel era llamada seol por los hebreos, es decir, un lugar tenebroso adonde iban las almas de todos, buenos y malos, después de la muerte. Posteriormente, la teología rabínica distinguió en el seol dos partes: una estaba reservada a los condenados, para los cuales no había esperanza de redención; la otra estaba destinada a los justos que esperaban la venida del Redentor, y era llamada limbo o seno de Abraham. Sería a esta segunda parte a la que descendió Cristo inmediatamente después de su muerte y antes de su resurrección para anunciar a los justos la liberación (v.19)·

El sentido del verbo griego κηρύσσει ν = predicar, es indicado por el contexto general, que trata de la misericordia de Dios y de los efectos de la redención. La predicación tuvo que ser, por lo tanto, el anuncio de una buena nueva. La hipótesis de una predicación condenatoria estaría en contra del espíritu del pasaje. Además, κηρύσσειv, en el Nuevo Testamento, se emplea siempre para designar la predicaciσn de una buena nueva. Es aquí, por consiguiente, el equivalente de εύαγγελίζεσ3αι46.

Los espíritus que estaban en la prisión son las almas de los justos, muertos antes de la venida de Cristo al mundo. Hay bastantes autores, sobre todo de tendencia racionalista47, que ven en esos espíritus a los ángeles caídos, que el Libro de Henoc identifica con los hijos de Dios de que nos habla el libro del Génesis48. Sin embargo, parece mucho más probable que aquí se trata de las almas separadas de los difuntos y no de los ángeles caídos, pues en el v.20 se dice que esos espíritus son los incrédulos cuando se fabricaba el arca en tiempo de Noé. Ahora bien, a los ángeles caídos no se predicó 49, pues su caída es anterior a la fabricación del arca.

Entre los habitantes del seno de Abraham, a los cuales también Cristo predicó la buena nueva, el apóstol distingue especialmente a los contemporáneos de Noé (v.20), no para excluir a los demás, sino para mejor hacer resaltar la eficacia de la muerte redentora de Jesús, que alcanzó incluso a aquellos que en otro tiempo fueron considerados como grandes pecadores y provocaron la mayor catástrofe, o sea el mayor castigo de Dios sobre el mundo. Se trata de los contemporáneos de Noé, que primeramente, es decir, cuando Noé fabricaba el arca, habían sido incrédulos a sus exhortaciones al arrepentimiento y a la penitencia — cuando la paciencia de Dios esperaba su conversión (v.20) — Pero después, cuando se desencadenó el diluvio que confirmaba las palabras de Noé, al ver que no tenían ninguna posibilidad de librarse, se arrepintieron, y antes de morir pidieron a Dios perdón, y lo obtuvieron, aceptando la muerte como expiación por sus pecados 50.

La imagen del arca transportada por las aguas, en la cual se salvó Noé y su familia, sugiere a San Pedro un paralelismo con el bautismo cristiano, que salva al neófito pasando por el agua. El agua que fue motivo de ruina para muchos, fue al mismo tiempo el medio que Dios empleó para salvar a Noé y a los suyos. En el agua del diluvio ve el apóstol un tipo del agua del bautismo, que salva a los que la reciben. El pensamiento del autor sagrado se precisará más en el v.21.

 

 

Descenso de Cristo a los Infiernos.

El hecho del descenso de Cristo a los infiernos es un dogma de fe que se encuentra en los símbolos 51 y es enseñado por la Iglesia Ortodoxa.

La tradición eclesiástica ha visto siempre en el texto de la 1 Pe 3:19-20 la enseñanza de este dogma. Cristo habría descendido al infierno en el triduo posterior a su muerte y antes de resucitar. Los intérpretes cristianos más antiguos entienden por infierno (φυλακή = cαrcel) aquella parte del seol en donde se encontraban las almas de los justos del Antiguo Testamento, llamada en el Nuevo Testamento seno de Abraham53 y, posteriormente, limbo de los santos padres 54. San Agustín, sin embargo, dio una explicación más bien espiritual del descenso de Cristo a los infiernos. Según este Padre, Cristo preexistente in spiritu habría intervenido por intermedio de Noé para predicar a los contemporáneos del diluvio la verdad que los había de librar de la prisión, o sea de las tinieblas de la ignorancia y del pecado 55. Esta opinión de San Agustín influyó de manera decisiva sobre los escritores de la Iglesia latina. La Iglesia oriental, por el contrario, continuó viendo en el texto de la 1 Pe la enseñanza del descenso de Cristo al infierno 57. El cardenal Cayetano fue el primero en oponerse a la opinión de San Agustín, enseñando que Cristo, con su alma separada del cuerpo, descendió a los infiernos, en el triduo anterior a su resurrección, para anunciar a las almas de los contemporáneos de Noé, arrepentidos antes de morir, el mensaje de su liberación. Esta explicación fue adoptada y divulgada por San Roberto Belarmino, convirtiéndose en la sentencia común entre los teólogos católicos modernos 58. Por eso, dice G. Philips: "De todas las disertaciones de la teología católica, se deduce claramente que el alma de Cristo, separada de su cuerpo, pero siempre unida a su persona divina, descendió a los infiernos como verdadero triunfador, no para predicar una salud tardía y suprema, sino para abrir a los justos reunidos en el seno de Abraham el acceso a la felicidad del cielo. De este modo, el descenso al reino de los muertos constituye un complemento real de la redención. Es la aplicación de los méritos del sacrificio expiatorio a todos aquellos que ya se encontraban preparados para gozar de ellos inmediatamente, es decir, todos los elegidos del Antiguo Testamento."59

Toda la tradición cristiana pone de relieve, de un modo muy especial, el carácter salvífico y misericordioso del descenso de Cristo a los infiernos. No descendió para intimar a los malvados la condenación eterna, sino más bien para anunciar a los justos del Antiguo Testamento la buena nueva de la liberación. No fue a llevarles, como piensan algunos (Petavio, Tobac), los dones del Espíritu Santo, que dan acceso al cielo y que no poseían los justos del Antiguo Testamento. Porque, según la opinión más común entre los teólogos, los justos del Antiguo Testamento eran ya hijos adoptivos de Dios y poseían la gracia santificante, aunque en modo menos abundante que en el Nuevo Testamento60. Tampoco es admisible la opinión de algunos autores, que ven en la expresión εν φ και el nombre de Ένώχ (J. Cramer, Rendel-Harris); y atribuyen a Henoc el descenso a los infiernos. Por todo el contexto se ve claramente que el sujeto es Cristo y no Henoc61. Para otros autores, Cristo habría ido al infierno a predicar la conversión a los condenados. Con este motivo, Jesucristo habría cumplido la apocatastasis, o sea la restauración de todo, llevando consigo al cielo a todos, buenos y malos. En el infierno sólo habrían quedado los demonios 62. Esta teoría antigua está condenada.

En el v.21 de la 1 Pe el autor sagrado precisa más su pensamiento. Las ocho personas que fueron salvadas por medio del agua del diluvio son una figura de los que son salvados por medio del agua del bautismo. Como en tiempo de Noé no hubo salvación fuera del arca, así fuera de la Iglesia tampoco hay salvación. Pero en el caso del diluvio se trata de la salvación de la vida física; en el bautismo se trata de la vida sobrenatural de la gracia. El agua del diluvio, que permitió a algunas personas salvarse, simboliza la economía de la Antigua Ley, cuyas prescripciones rituales sólo conferían una purificación puramente exterior y carnal. El bautismo cristiano, en cambio, obtiene la regeneración del alma. El rito mismo del bautismo es una petición — el mismo neófito la formulaba en el momento de bautizarse — hecha a Dios para obtener una buena conciencia, libre de todo pecado 63. Su eficacia proviene de la resurrección de Jesucristo, con quien los cristianos fueron sepultados en el bautismo y han resucitado a una nueva vida 64. "Cristo resucitó — dice San Pablo — para nuestra justificación."65 Además, la vida que recibe el cristiano en el bautismo es una participación de aquella vida que tuvo Cristo después de su resurrección.

El bautismo cristiano es el antitipo del agua del diluvio, que era el túttos imperfecto en el Antiguo Testamento de la nueva realidad del bautismo de Cristo. El agua del diluvio prefiguraba de una manera imperfecta el bautismo en la economía actual de la salvación 66.

El apóstol, después de haber hablado de los diversos aspectos de la redención de Cristo (v. 18.19.21), termina describiendo su glorificación definitiva, que comprende la ascensión, la sesión a la diestra de Dios y la sujeción de los espíritus celestes. San Pablo, en su epístola a los Efesios 67, tiene un texto paralelo, que algunos autores consideran como la fuente del pasaje de San Pedro. Sin embargo, la dependencia es muy dudosa. Es mejor pensar que ambos apóstoles se inspiran en la catequesis primitiva y en el símbolo de la fe cristiana, en donde se encuentran frecuentemente las mismas alusiones68. San Pedro enseña que Cristo glorificado es superior a todas las jerarquías angélicas, comprendidas incluso las de los ángeles caídos. El es Señor universal de todas las criaturas 69.

 

1 Cf. 1 Cor 7:135. — 2 Cf. San Agustín, Confesiones 9:9:19: PL 32:772. — 3 Cf. F. Blanke-f. J. Leenhardt, Die Stellung der Frau im Ν. T. und in der alten Kir-che (Zürich 1949); P. Ketter, Cristo y la Mujer (Madrid 1945). — 4 De Ambroggi, o.c. p.126. — 5 Cf. Ef 5:22-24; 1 Tim 2:9-15; Tit 2:4-5. — 6 1 Cor 7:12-17. — 7 Mt 26:3335.518. — 8 Is 3:18-24; cf. 1 Tim 2:9-10. Véase también Testamento de los XII Patriarcas: Rubén 5:5; Juvenal, Sátiras 6:487-507. — 9 El griego del comienzo del v.4, dice (lit): "el hombre oculto del corazón," es decir, la vida interior que adorna la virtud. La expresión "hombre oculto del corazón" corresponde a la frase paulina "hombre interior" (Rom 7:22s). — 10 M. Sales, o.c. p-543. — 11 Rom 8:27; 1 Cor 4:5. — 12 1 Sam 16:7. — 13 Me 14:3. — 14 Gen 18:12: 'adonai = "señor mío." — 15 Gáls,7ss. — 16 Jn8:39- — 17 Cf. San Justino, Apología II 2; Tertuliano, Ad uxorem 2:5. — 18 Cf. Prov3:25. — 19 1 Cor 7:5. — 20 Rom 7:2-3; 1 Cor 7:1-15; Ef 5:22-33; Col 3:18-19; 1 Tim 2:9-12; Tit 2:3-5. — 21 Act 4:32; cf. Jn 17:21-23; Rom 12:16. — 22 Rom 12:15; 1 Cor 12:26. — 23 1 Pe 1:22; cf. Jn 13:34; Rom 13:8. — 24 La expresión griega significa "tener buen corazón"; cf. Ef 4:32. La Vulgata añade: "modesti," que no se encuentra en el griego. — 25 "Humilde," en el griego literario, tiene ordinariamente el sentido peyorativo de "abyecto," "despreciable," etc. En cambio, San Pedro da a estos términos un sentido mucho más elevado, les da un sentido cristiano. — 26 Mt 5:44; Le 6:28; cf. Rom 12:14; 1 Cor 4:125. — 27 Mt 5:10-12. 28 Rom g,28. — 29 Mt 5:10. A propósito de ésta y otras bienaventuranzas que se encuentran en el Ν. Τ., cf. S. Bartina, Los macarismos del Nuevo Testamento: EstEcl 34 (1960) 57-88. — 30 Mt 5:10-12; Rom 8:18; Sant 1:12. — 31 1 Pe 2:12.15. 32 is 8,12s. — 33 Jn 14:27; cf. Mt 10:28; Rom 8:18. En la Patrología orientalis (19:5755) se cita cierto Agraphon, en el cual dice Jesús a Juan: "Si de crimine aliquo quispiam homo te arguat falso, magis etiam magisque Deo gratias age; in libro enim vitae tuae calumnia eius adiungetur meritis tuis teipso ne cogitante quidem." — 34 Mt 6:9; Le 11:2. — 35 Las expresiones απολογία = respuesta, justificación, y αίτεΐν λόγον = pedir razσn, se emplean principalmente tratándose de procesos ante tribunales. — 36 1 Pe 1:3.13.21; 3:5.15. — 37 Mt 10:19; Le 12,lis. — 38 San Pedro sabía, por la experiencia amarga de su negación de Cristo (Mc 14:29-31. 66-72), a dónde puede llevar la presunción. Por eso exhorta a dar razón de su fe con dulzura y temor. — 39 De Ambroggi, o.c. p.131; F. Ogara: — 40 17 (1937) 161-165. — 41 Pe 2:21; cf. Ley 5:7; 6:23; 14:19. — 42 Cf. Act 3:14; 7:52; — 43 22:14. — 44 Rom 1:4; 1 Tim 3:16; Heb 9:14. Pero parece más probable entenderlo en el sentido de "alma." En este caso se explicará más fácilmente el pasaje en el que se habla del descenso de Cristo a los infiernos (v.19-20). — 45 La expresión εν φ es entendida por algunos autores en sentido adverbial, y traducida: porque (Boatti), o bien en efecto, por consiguiente (cf. 1 Pe 4:4). Sin embargo, el contexto y el sentido obvio exige que sea unida con el πνεψματι que precede. Cf. De Ambroggi, o.c. p.133. — 46 A propósito del descenso de Cristo a los infiernos, véanse Tomás, Suma Teológica 3 q.52; K. Gachwind, Ole Niederfahrt Christi in die Unterwelt: Ntl. Abh. (Münster in W. 1911); A. Vitti, Descensus Christi ad inferos: VD 7 (1927) 111-118.138-144.171-181; J. chaine, Deséente du Christ dans l'enfer (1 Pe 3:19)'· DBS 2 (1934) 418-428; Tricot." DTC 12 (1935) 1767-71- — 47 F. Spitta, Christi Predigt an die Geister (Gottingen 1890) y otros, como R. Knopf, F. Hauck, B. Reicke, K. Gachwind, J. Jeremías, E. G. Selwyn. — 48 Gen 6:2s. — 49 El Libro de Henoc 13,iss, dice que a los ángeles caídos se les conminó únicamente la sentencia condenatoria. En cambio, por la 2 Pe 2:5 vemos que existía la tradición de una predicación de Noé a sus contemporáneos. — 50 El adverbio πότε, que la Vulgata traduce por aliquando, podría también traducirse por prius ( == primeramente), contrapuesto a un postea (= más tarde) sobrentendido. Els entido ería: primeramente fueron incrédulos; más tarde, poco antes de morir, creyeron y se arrepintieron. Cf. De Ambroggi, o.c. p.134. — 51 D6. 52 0429. — 53 Le 16:22-23. — 54 Así lo entienden.el Pastor de Hermas, Sim. 9:16; Clem. Alej. Strom. 5:1:5: PL 9:268; San Atanasio, Ad Epictetum; PG 26:1050; San Hilario, In Psalmum 118: PL 9:5725; San Epifanio, Haer. 20: PG 41:275; Rufino, Comment. in Symbol 28: PL 21:364; San Jerónimo, In Isaiam 54:9:10: PL 24:540. — 55 Epist. 164 ad Evodiwn: PL 33:709-713. — 56 Cf. San Beda Ven.: PL 93:58; Glossa: PL 114:686; Tomás, Suma Teol 3 q.52 a.2 ad 3. — 57 Cf. San J. Damasceno, Deflde orthodoxa 3:29: PG 94:1101; Ecumenio: PG 119:557; Teofilacto: PG 125:1232. — 58 Baste con ver J. Chaine, Descente du Christ dans l'enfer: DBS 2:415-423; A. M. vit-ti, Descensus Christi ad inferas: VD 7 (1927) p.n6; De Ambroggi, o.c. ρ.ι — 59 La deséente du Christ aux enfers: Rev. Eccl. de Liége (1932-1933) 286. — 60 Cf. P. Bonnetain, Grdce: DBS 2:701-1319; G. Philips sigue la opinión de Petavio V Tobac: ver G. philips, La gráce des justes dans l'A. T.: EThL 24 (1948) 23-58. — 61 Cf. A. M. Vitti, Descensus Christi ad inferas iuxta apocryphos: VD 7 (1927) 138-144. — 62 Así San Cirilo Alej., Hom. Pasch. 7: PG 72:552. — 63 Cf. E. M. Boismard, Une liturgie baptismale dans la i Pe: RB 63 (1956) 182-208. — 64 Rom 6:3-11. — 65 Rom 4:25. — 66 Rom 5:14; 1 Cor 10:6. El descenso de Cristo a los infiernos tiene una gran importancia en la tipología bautismal, pues la tradición cristiana posterior ve en el bautismo una prefiguración de la bajada de Cristo a los infiernos. Cf. P. Lundberg, La typologie baptismale dans l'ancienne Église (Upsala 1942) p.64-74; O. rouseau, La deséente aux enfers fondement soté-riologique du baptéme chrétien: RSR 40 (1951-52) 273-297. — 67 Ef 1:20-22. — 68 Cf. Col 1:18; 2:10. — 69 Fil 2:10. Respecto de la ascensión, véase V. Larrañaga, La ascensión de N. Señor en el Ν, Τ. (Roma 1938). La frase de la Vulgata: “Deglutiens mortem ut vitae aeternae heredes efficeremur,” falta en los cσd. griegos y en algunos latinos. Se lee en San Agustín y en Dídimo. Es una glosa de origen latino.

 

 

Capitulo 4.

En los v.1-6 del capítulo 4 San Pedro vuelve a exhortar a los fieles a la consecución de la santidad. Apoyándose en lo ya dicho, les hace ver que, si los sufrimientos de Cristo fueron benéficos, también los nuestros lo pueden ser, a condición de que nosotros los soportemos con el mismo espíritu que lo hizo Cristo. Por eso, del mismo modo que Cristo, sufriendo en la carne, rompió las relaciones con el pecado para vivir según la voluntad divina, de igual modo los cristianos han de romper todo ligamen con los vicios de los paganos 1. El sufrimiento tiene la propiedad de hacer mejores a los que sufren. El cristiano renovado por el bautismo ha muerto con Cristo al pecado. Posee, en consecuencia, una gracia que puede dominar eficazmente las tendencias pecaminosas, viviendo de este modo no en codicias humanas, sino según la voluntad de Dios (v.2). Por consiguiente, los cristianos no deben dejarse arrastrar de nuevo a los vicios de los paganos. La expresión quien padeció en la carne ha roto con el pecado (v.2) parece referirse a la muerte mística del cristiano con Cristo por el bautismo, a la cual debe seguir una vida de renuncia al pecado.

El autor sagrado recalca con ironía, en el v.3, que ya es suficiente el tiempo que han consagrado a practicar la voluntad de los gentiles. Esta vida de los paganos estaba caracterizada por grandes vicios: desenfrenos contra las buenas costumbres, liviandades, crápulas, comilonas, que iban unidas, con frecuencia, al culto de Baco, embriagueces y abominables idolatrías 2. Todos los términos griegos para expresar los vicios de los paganos están en plural, como para mejor insinuar la variedad y multiplicidad de dichos desórdenes. De todo el contexto resulta evidente que los destinatarios provenían de la gentilidad, pues los judíos, de ordinario, no se entregaban a tales vicios. El catálogo de vicios aducido por San Pedro difiere bastante de otros que se encuentran en las cartas de San Pablo 3. Nuestro autor habla principalmente de los pecados propios de la sociedad en la que habían vivido los destinatarios de la epístola antes de su conversión.

Los destinatarios de la carta, lejos ya de los abusos que en otro tiempo habían cometido, llevaban una vida cristiana digna. Por eso, los paganos se extrañaban, o mejor, encontraban sospechosa una tal conducta. De ahí que los calumniasen, tratándolos de hipócritas (v.4). Pero el apóstol dice a los cristianos que no deben preocuparse por tales injurias, pues saben que quienes les critican ahora tendrán que dar cuenta de sus calumnias delante de Cristo cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos (ν.4). En otros lugares, San Pedro atribuía el juicio al Padre4; sin embargo, dicho juicio había de coincidir con la manifestación de Cristo 5, y el Padre lo ejercerá por medio de Cristo, pues es el mismo Padre el que ha designado a Jesucristo como Juez de vivos y muertos 6. San Pedro ya había anunciado, en el discurso pronunciado delante del centurión Cor-nelio7, que "Cristo ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos." También San Pablo emplea esta expresión8, que será recogida en el Símbolo de los Apóstoles.

Para que Cristo pudiera juzgar, como Señor, no sólo a los vivos, sino también a los muertos, descendió al seno de Abraham para anunciar la liberación a los muertos que allí se encontraban. Estos, después de haber sufrido la condena común a la muerte temporal — considerada por los hombres como un castigo divino por haber muerto en el diluvio —, recibieron la salud y pudieron vivir en el espíritu según Dios (v.6). San Agustín 9, en cambio, ve en los muertos los pecadores, que en nuestro texto serían los paganos. Y, según esto, explica: el Evangelio es predicado a los infieles para que se conviertan. Pero, como no lo han de aceptar, no se librarán del severo juicio de Jesucristo.

Otros autores ven en los muertos de nuestro versículo a los cristianos ya fallecidos antes de la segunda venida de Jesucristo. Estos, que no han llegado a ver a Cristo venir triunfante como juez, para restablecer la justicia ahora conculcada, vivirán ante Dios una vida inmortal. A éstos mismos se les ha predicado el Evangelio, no inútilmente, sino con el fin de que, condenados según el modo de ver de los hombres durante su vida mortal, puedan vivir delante de Dios en espíritu 10.

 

Proximidad de la Parusía, 4:7-11.

En estos versículos (7-11), el apóstol enseña que el pensamiento del fin próximo del mundo ha de excitar a los cristianos a la práctica de la virtud. Este pensamiento debería estar siempre presente en la mente de un cristiano, ya que un tal pensamiento ayudaría a los fieles a ser discretos y los dispondría para la oración (v.7).

 

7 El fin de todo está cercano. Sed, pues, discretos y velad en la oración. 8 Ante todo tened los unos para los otros ferviente caridad, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados. 9 Sed hospitalarios unos con otros sin murmuración. 10 El don que cada uno haya recibido póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si alguno habla, sean sentencias de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea como con poder que Dios otorga, a fin de que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

 

Parece que San Pedro hace referencia a la proximidad de la parusía del Señor. Este tema ha ejercido una influencia extraordinaria sobre toda la predicación moral de la Iglesia primitiva 11. Nuestro Señor había ya anunciado el juicio y el fin del mundo como sucesos correlativos, exhortando a sus discípulos a la vigilancia 12. La vigilancia protegerá a los cristianos contra las tentaciones 13 y los hará más aptos para la oración 14. También San Pedro deduce de la esperanza de la parusía consecuencias de orden moral para la vida ordinaria de los cristianos 15. Ante todo recomienda la discreción y 1a sobriedad, con las cuales alcanzarán la paz necesaria para entregarse a la oración.

Al mismo tiempo, el cristiano ha de procurar observar de un modo especial el mandamiento de la caridad fraterna (v.8), que tanto recomendó Cristo en el Evangelio 16. Porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados. Esta máxima está tomada de los Proverbios 17 y es citada también por Santiago 18. ¿Se refiere a los propios pecados o a los de los demás? Si examinamos el contexto del libro de los Proverbios, de donde está tomada la expresión, se verá que se refiere a los pecados del prójimo, que son cubiertos en el sentido de que son disimulados por el que realmente ama al prójimo. También en nuestro pasaje es probable que se refiera San Pedro a los pecados del prójimo: el cristiano que tiene amor verdadero al prójimo está siempre pronto a disimular sus pecados en silencio, no hablando de ellos y procurando olvidarlos. Otros autores (Camerlynck, Felten, Sales, Holzmeister, etc.) creen, por el contrario, que el apóstol enseña que la caridad para con los demás moverá a Dios a perdonar los pecados personales. Y la razón sería que San Pedro habla aquí de la caridad como de causa que cubre los pecados 19. En cambio, el que la caridad disimule los pecados de los demás sería no causa, sino efecto de la ferviente caridad. En cuyo caso, la idea de San Pedro significaría que el perdonar a los demás traería consigo el perdón de los propios pecados 20.

Un ejemplo tradicional de amor al prójimo es la práctica de la hospitalidad. Por eso, San Pedro recomienda a sus lectores la hospitalidad sin murmuración, es decir, sin lamentarse de las incomodidades y gastos que presuponía para el que hacía esta obra de caridad. Es muy probable que el apóstol se refiera a la hospitalidad que se debía dar a los misioneros itinerantes del Evangelio 21. La hospitalidad era muy apreciada entre los judíos y entre los primeros cristianos 22. Jesucristo coloca la hospitalidad entre las obras de misericordia corporales por las cuales seremos juzgados23. San Pablo la recomendaba de una manera especial a los obispos 24.

La misma caridad ha de manifestarse en el uso de los varios dones recibidos de Dios. Es necesario que el cristiano ponga al servicio de los demás las gracias recibidas (v.10). El apóstol no emplea el término χάρισμα en el sentido tιcnico de "gratia gratis data," como San Pablo 25, sino en un sentido más genérico. Indica no sólo los dones extraordinarios y miraculosos, muy frecuentes en la Iglesia primitiva, sino todos los favores, incluso naturales, que cada uno haya recibido, con los cuales pudiera hacerse útil a su prójimo 26.

En nuestro caso, el carisma es la mayor o menor posibilidad de dar hospitalidad a los demás. Todos los dones, incluso los de fortuna, han de tener una función social, querida por Dios, y que el hombre ha de respetar. Los cristianos han de administrarlos como buenos ecónomos o servidores, a los cuales Dios ha confiado la administración de sus bienes. Pero no han de disponer de ellos como dueños absolutos de la multiforme gracia de Dios, sino como administradores, a los cuales se pedirá cuenta de su administración. También aquí la expresión χάριβ tiene sentido general, e indica todos los favores naturales y sobrenaturales recibidos de Dios. San Pedro debía de tener en la mente las parábolas del siervo fiel27 y de los talentos 28. San Pablo también habla de la obligación de distribuir "los misterios de Dios"29, y la recomienda a Tito 30. San Pedro menciona dos clases de carismas (v.11), con el fin de indicar el buen uso que se ha de hacer de los dones de Dios. El primero es el carisma de la palabra, ordenado a la enseñanza en las asambleas. Este carisma podía manifestarse de modo extraordinario con la profecía, la glosolalia o la interpretación, y también podía ejercerse de modo ordinario en la predicación evangélica 31. Él segundo es el carisma de servicio 32, que tiene por finalidad las obras de misericordia, como la hospitalidad, el cuidado de los enfermos, de los huérfanos, viudas. El apóstol exhorta a ejercitarlo de modo que se vea que es Dios quien le comunica la fuerza necesaria, y a no mostrarse arrogante como si no hubiera recibido de Dios un tal don.

Es cosa digna de tenerse en cuenta que haya sido el mismo San Pedro el que tomó la iniciativa de separar el "ministerio de la palabra," reservado a los apóstoles, del "servicio de las mesas," encomendado a los diáconos 33, que posteriormente serán ayudados por las diaconisas 34.

La finalidad de todos estos actos de caridad, así como la de todas las acciones del cristiano, ha de ser la gloria de Dios. Una tal gloria es tributada a Dios por medio de Jesucristo 35. Semejantes doxologías comenzaron a dirigirse muy pronto en la Iglesia a Dios y a Jesucristo 36; pero también a Dios por Jesucristo 37 y a Jesucristo solo 38. Aquí parece que va dirigida a Cristo. La fórmula del Padre glorificado por la gloria del Hijo en sus discípulos es propia del cuarto evangelio 39.

 

Síntesis de la epístola, 4:12-19.

Concluida la doxología, que, según algunos autores, reproduciría una fórmula litúrgica, San Pedro vuelve a hablar por cuarta vez de su argumento preferido: la paciencia en las pruebas40. El apóstol exhorta a los cristianos a sufrir con gozo por amor de Jesucristo, porque de este modo se asemejarán a El (v. 12-16) y se asegurarán mejor la vida eterna (v.17-19).

 

12 Carísimos, no os sorprendáis como de un suceso extraordinario del incendio que se ha producido entre vosotros, que es para vuestra prueba; 13 antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo.14 Bienaventurados vosotros si, por el nombre de Cristo, sois ultrajados, porque el espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. 15 Que ninguno padezca por homicida, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido; 16 mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre.17 Porque ha llegado el tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Pues si empieza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que rehusan obedecer al Evangelio de Dios? 18 Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y el pecador? 19 Así, pues, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden al Creador fiel sus almas por la práctica del bien.

 

Los cristianos no han de extrañarse 41 de los sufrimientos que los cercan por todas partes. Porque el sufrimiento para el seguidor de Cristo no es algo extraño, sino una cosa normal, natural y necesaria42, que Dios permite para probarlos en sentido bueno. El incendio, ττύρωσις (ν.12), estα tomado en sentido figurado de una tribulación que purifica, y se refiere a las aflicciones y persecuciones de todo género a que estaban expuestos los cristianos por parte de los paganos. Al mismo tiempo, la imagen del horno sugiere la idea de purificación 43. En el Apocalipsis 44, ιτυρωσις se dice del fuego de la gehenna. Nada hay que autorice la opiniσn de los que ven aquí una alusión a la persecución de Nerón.

Las alegrías del cristiano han de estar en proporción con la participación en los dolores de Cristo (ν.13). Cuanto mαs sufran, más han de alegrarse 45. Por eso, los apóstoles se sentían felices por haber sido "dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús"46. San Pablo expresa también un pensamiento semejante en 2 Cor 1:5. El hecho mismo de que los cristianos sufran es una prueba de que Dios los considera dignos de padecer por Cristo 47. De ahí que la medida de la alegría ha de ser la medida de la participación en los sufrimientos de Jesucristo48. Y esta participación de los cristianos en los padecimientos de Cristo, será motivo para que, en el día del juicio final, cuando tenga lugar la revelación de la gloria de Cristo, el Señor premie a los buenos por las pruebas soportadas y castigue a los malos.

Los ultrajes sufridos con paciencia por el nombre de Jesús manifiestan la presencia activa en ellos del Espíritu Santo (v.14). San Pedro aplica a los cristianos lo que Isaías anunciaba del Emmanuel49. El Espíritu Santo que habita en los cristianos es el Espíritu de la gloría, que nos ha de procurar la gloria eterna después de un breve período de sufrimiento en este mundo 50. Este pensamiento ha de alegrar a los cristianos en medio de las pruebas51.

La doctrina de San Pedro sobre el Espíritu Santo se parece más a la de los sinópticos 52 que a la de San Pablo o San Juan.

Es evidente que sufrir castigos por los crímenes cometidos es algo muy vergonzoso — el Evangelio no beatifica a los criminales por el solo hecho de haber expiado sus faltas — . Pero sufrir como cristiano no implica ninguna infamia; antes, al contrario, el que padece por el nombre de Cristo glorifica a Dios (v. 15-16) 53. En el v.15 se encuentra el término griego άλλοτριεπίσκοπος, que no se encuentra en ningϊn otro lugar antes del Pseudo-Dionisio. Por eso su significación es un tanto incierta. La traducción de la Vulgata: "alienorum appetitor," que es apoyada por las antiguas versiones, por Tertuliano y por San Cipriano, tal vez se refiera a aquellos cristianos indiscretos e imprudentes que se entrometían en los asuntos de otros, con peligro de comprometer a la Iglesia. Boatti traduce por intrigante, que parece corresponder mejor al sentido etimológico de la palabra54.

Otro motivo que debe mover al cristiano a soportar con paciencia los sufrimientos es el juicio de Dios, que ya ha comenzado a ejecutarse a partir de la muerte del Salvador. Si el juicio ha comenzado primeramente por la casa de Dios (v.17), es decir, por la Iglesia, o por los miembros de la Iglesia, que sufren únicamente por el hecho de ser cristianos, y son, por lo tanto, justos, ¿cual será el fin de los que rehusan obedecer al Evangelio? Del mismo modo argumentaba Jesús dirigiéndose a las piadosas mujeres de Jerusalén 55. San Pedro vuelve a ratificar la dureza del juicio sobre los justos y lo implacable que será sobre los impíos con una cita tomada del libro de los Proverbios 56: si el justo se salva con dificultad y a fuerza de dolorosos sacrificios, ¿qué será del impío y del pecador? (v.18). Lo que el libro de los Proverbios dice de la salud terrena lo aplica San Pedro a la salvación escatológica.

El apóstol termina esta sección sacando una conclusión general (v.19) ¿e todo lo dicho acerca de las pruebas (v.12ss): los cristianos, aun cuando padezcan, deben aceptar la prueba con paciencia, abandonándose confiadamente en manos del Creador, que es fiel a sus criaturas y está dispuesto a socorrerlas en sus necesidades 57. Este abandono en Dios no ha de ser, sin embargo, un abandono quietista y ocioso, sino que ha de ir acompañado de la práctica constante de las obras buenas 58. Lo dicho se refiere a los que padecen según la voluntad de Dios y no a los que con sus crímenes se merecen el castigo

 

1 De Ambroggi, o.c. p.140; A. Charue, o.c. p.446. — 2 El término αθέμιτος significa lo que es contrario a Themνs, es decir, a la justicia y a ey moral. Para San Pedro es lo prohibido por la Ley mosaica, sobre todo la idolatría y la prostitución sagrada, que, de ordinario, la acompañaba. — 3 Rom 1:24-32; 13:13; Gal 5:19-21; Col 3:5-8. — 4 1 Pe 1,17; 2,23. — 5 1 Pe 1:13; 5:4 — 6 Me 8,38; Mt 25,siss; Act 17:31; Jn 5:22; Rom 3:6 — 7 Act 10:42.8 2Tim4:1. — 9 Epist. 164:7,21: PL 33:717. — 10 Esta opinión es defendida por E. G. Selwyn, A. M. Stibbs y otros. Los que sostienen que la predicación del Evangelio fue dirigida por Cristo a los muertos que estaban en el seno de Abraham, como en 1 Pe 3:19, son muchos: J. Ghaine (DBS 2:4255), H. Quilliet (DTC 4, 592), (A. Vitti: VD [1927] nos), F. Hauck, F. W. Beare, Ch. Bigg, H. Windisch, R. Knopf, etcétera. — 11 1 Pe 1:5; 4:7.17; 5:10; 1 Cor 16:22; Fil 4:5; Sant 5:8; 1 Jn 2:18; Ap 22:12. Apro-pósito de la escatología de San Pedro se puede ver A. Tricot, Fierre: L'éschatologie: DTG 12, 1770; A. M. Vitti, Eschatologia in Petri epistula prima: VD n (1931) 298-306; J. Schil-Denberger, Weissagung und Erfnllung: Bi 24 (1943) 122; E. B. Allo, L'Apocalypse* (París 1933) p.CXII-CXLIII. — 12 Mt 24:4288. — 13 Mc 14:38. — 14 Mc 4:38. San Hipólito (In Dan. 4:18:7: PG 10), San J. Crisóstomo (In Mat. hom. 77, 2: PG 58:705), San Jerónimo y San Agustín extienden la exhortación de San Pedro a la vigilancia de la muerte de cada uno. "Diem Domini — dice San Jerónimo (In loel 2:23: PL 25" 965) — diem intellige iudicii sive diem exitus uniuscuiusque de corpore. Quod enim in die iudicii futurum est ómnibus, hoc in singulis die mortis impletur." Y San Agustín dice lo mismo (Epist. 164 ad Hesychium 1:3: PL 33:906). — 15 Le 12:35-40; 1 Tes 5:155; Ap 3:11. Cf. R. Schnackenburg, Die sittliche Botschaft 11* T* Ρ·Ι27-ΐ34· — 16 Mt 5:44; 22:39; Jn 13:34s; cf. 1 Jn 4:11-21, — l7 Prov IO.12 según el texto hebreo. — 18 Sant 5:20. Cf. 1 Pe 1:16; 2:15.21; 3:9.12.18. Véase C. Spicq, Ágape 2 (París 1959) 3345. — 19 Mt 6:145; Mc 11:255. — 21 Cf. Mt 10:1 iss; Rom 16,is; 3 Jn 55. — 22 Rom 12:13; Heb 13:15. — 23 Mt 25:3555. — 24 1 Tim 3:2; Tit 7:8. ; — 25 1 Cor 12:455. Cf. E. B. Allo, Premiére Epítre aux Corinthiens p.ióo. — 26 Cf. 1 Cor 7:7. — 27 Mt 24:45; Lc 12:42-46. — 28 Mt 25:14-30; cf. Lc 19:11-27. — 29 1 Cor 4:1. — 30 Tit 1:7. — 31 A propósito del uso de estos carismas en la Iglesia primitiva, véase San Pablo: 1 Cor 12-14; 2 Cor 2:17; 2 Tim 4:2; Tit 2:1. La división de los carismas que nos da San Pedro parece reflejar una organización más primitiva de la Iglesia. En cambio, los elencos de Rom 12:6; 1 Cor 12 muestran una organización mucho más desarrollada. — 32 Cf. Act6:2. — 33 Acto. 1-4. — 34 Rom 16:1; 1 Tim 5:9. — 35 El relativo φ = "cuya" se refiere a Jesucristo más bien que a Dios. — 36 Ap 1:6; 5:13. — 37 Rom 16:27; Ef 3:21; Jds 25; cf. i Clem. 58:2. — 38 Rom 9:5; 2 Tim 4:18; Heb 13:21; 2 Pe 3:18. — 39 A. Charue, Vie, lumiére et glorie chez S.Jean: Goliat. Namurcenses (1935) p.23353. — 40 Gf. 1 Pe 1:6; 2:18-21; 3:14-1? — 41 La Vulgata traduce: "nolite peregrinan in fervore,” dando a ξενίζειν el sentido primitivo de peregrinar; aquν sería mejor dar a "nolite peregrinari"^el sentido de ono os extraviéis." — 42 1 Pe 2:21; Jn 16:33; Act 14:22; 2 Tim 3:12. — 43 Sab3:6; Prov 27:21. — 44 Ap 18:8.18. — 45 Cf. Mts.ns; Lc6:22s. — 46 Act 5:41. — 47 Act 16:25. — 48 Rom 8:17; Fil 3:10; 2 Tim 2:11. — 49 Is 11:2; cf. Mt 10:19. — 50 1 Pe 5:4-10; cf. Rom 8:11; Ef 4:30. — 51 Una glosa antigua, y que se encuentra en muchos Mss griegos y latinos y en las versiones copta y heraclense, añade al v.14: "(quod) ab illis blasphematur, a vobis autem honorifi-catur." Sin embargo, falta en los mejores códices: BSAG, 33, y en excelentes Mss de la Vulgata. En este mismo versículo, los códices SAC, 33, versión heraclense, y varios Mss de la Vulgata añaden: και δυνάμεως = “et virtutis”; y los mismos testigos traducen dos veces δόξης = “honoris, gloriae et virtutis.” Cf. A. Garcνa Del Moral, El Espíritu que habita en vosotros. Crítica textual de 1 Pe 4:14: EstBib 20 (1961) 45-77 y en Teología Espiritual 5 (1961) 443-458. — 52 Mt 10:19-20. — 53 Cf. Mt 5:10; Act 5:41. — 54 K. Erbes, Was bedeutet άλλοτριεπίσκοπος im 1 Pe 4:15?: ZNTW 19 (1919-20) 39-44,' 20 (1921) 249. Para este autor significaría el que dilapida los bienes confiados a él por la comunidad. — 55 Lc 23:31; cf. Rom 11:21; Jer 25:29. — 56 Prov 11:31. — 57 Mt 6:25-34. — 58 Cf.Mt5:7. — 59 1 Pe 2:193; 4:15-17.

 

 

Capitulo 5.

 

Advertencias a los Diversos Miembros de la Comunidad, 5:1-11.

San Pedro, después de haber exhortado a todos los fieles que sufren por el hecho de ser cristianos, se dirige especialmente a los pastores de la comunidad cristiana. Inculca a los pastores el deber de apacentar el rebaño con celo y buen ejemplo (v.1-4), y a continuación habla de los deberes comunes a los jóvenes y a todos los cristianos, recomendando la humildad, la sobriedad, la vigilancia y la confianza en Dios (v.5-11).

 

Advertencias dirigidas a los presbíteros, 5:1-4.

1 A los presbíteros que hay entre vosotros los exhorto yo, copresbítero, testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que ha de revelarse: 2 Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, no por fuerza, sino con blandura, según Dios; ni por sórdido lucro, sino con prontitud de ánimo; 3 no como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño. 4 Así, al aparecer el Pastor soberano, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria.

 

El apóstol, tomando pie de lo que acaba de enseñar en la sección anterior 1, recuerda a los presbíteros cómo el pensamiento del juicio ha de incitarlos a cumplir con la mayor exactitud sus deberes pastorales. En cuanto al término πρεσβύτεροι podemos observar que no designa la edad en oposiciσn a los jóvenes, sino el oficio. Aquí, además, parece tener el mismo sentido que επίσκοποι. Ambos tιrminos pueden considerarse en muchos lugares del Nuevo Testamento como sinónimos. La razón de esto debe de ser que ambos términos están tomados en el sentido etimológico de inspectores, vigilantes, y no según el significado jerárquico de obispos. La terminología de la jerarquía eclesiástica es todavía imprecisa. Pero la organización eclesiástica que presupone aquí San Pedro es semejante a la de los Hechos de los Apóstoles 2 y de las epístolas pastorales 3. En estas epístolas los presbíteros son identificados con los obispos 4. Por los Hechos de los Apóstoles sabemos que San Pablo y San Bernabé habían constituido en las Iglesias del Asia Menor jefes jerárquicos llamados πρεσβύτεροι 5. Durante el tercer viaje apostólico de San Pablo, éste reunió en Mileto a los presbíteros de Efeso, y en su exhortación les decía: "Mirad por vosotros y por todo el rebaño, sobre el cual el Espíritu Santo os ha constituido obispos (επίσκοπους), para apacentar la Iglesia de Dios.”6 Tanto en este discurso de San Pablo como en nuestra epístola, los presbíteros y obispos son identificados. En los tiempos apostólicos parece que todavía no existía distinción entre obispo y presbítero, aunque había jerarcas de orden superior, que correspondían a nuestros obispos — como Tito, Timoteo —, y jerarcas de orden inferior, que debían de asemejarse a nuestros simples sacerdotes7.

San Pedro quiere exhortar a esos presbíteros, y con afectuosa delicadeza les recuerda los títulos que le dan derecho a intervenir para amonestarles (v.1). En primer lugar, les dice con gran humildad que es su copresbítero; es decir, su compañero y hermano en el sacerdocio. En segundo lugar, que ha sido testigo de los sufrimientos de Cristo desde Getsemaní hasta que murió en la cruz. Y, finalmente, que ha sido llamado a participar de la gloria de Jesucristo, que se manifestará en el día de la parusía; pero que ya se refleja, desde este mundo, sobre los que sufren por el nombre de Cristo. Tal vez San Pedro aluda al hecho de haber participado como testigo en la transfiguración de Jesucristo en el Tabor 8.

Pedro recuerda a los presbíteros que su misión es, ante todo, pastoral y está ordenada al bien del rebaño que les ha sido confiado (v.2). La imagen de pastor es aplicada frecuentemente a Yahvé en el Antiguo Testamento: Yahvé va delante del rebaño 9, lo conduce a los buenos pastos 10, lo defiende con el cayado 11, reúne a las ovejas extraviadas 12 y lleva en su seno a las débiles 13. También es aplicada dicha imagen a los jefes del pueblo israelita, y especialmente al Mesías 14. En el Evangelio es el mismo Cristo el que se da a sí mismo el título de Buen Pastor 15. Y San Pedro les exhorta a ser buenos pastores y no mercenarios. Han de apacentar el rebaño de Dios que les ha sido confiado, vigilándolo 17 no por fuerza, como mercenarios que esperan recibir un salario, sino de buen grado por amor de Dios. Ni tampoco con fines lucrativos, sino con amorosa abnegación y con intención sobrenatural. No con el fin de ejercer dominio sobre los demás, sino para darles ejemplo de caridad y abnegación (ν.3). Por eso, Jesús enseñó a sus discípulos a no imitar a los príncipes de la tierra que tiranizan a los subditos 18. La exhortación que hace San Pedro a no tiranizar parece suponer que los presbíteros ejercían autoridad sobre la comunidad y que podían abusar de ella.

San Pablo también recomienda con frecuencia el buen ejemplo 19 como el mejor medio de exhortar a los fieles a la virtud y al bien. El término κλήρος — “heredad” (Vulgata: "dominantes in cleris") no designa al clero propiamente dicho, como afirman algunos autores antiguos, sino que significa suerte, porción que le cae en suerte a uno, heredad. En nuestro texto designa la porción de fieles que había sido confiada al cuidado de cada pastor, es decir, lo equivalente hoy a parroquias.

El premio que aguarda a los pastores fieles en el día de la parusía, cuando aparezca el Pastor soberano para juzgar a los vivos y a los muertos, será la corona inmarcesible de la gloria (v.4), es decir, la vida eterna en la gloria del cielo 20. La corona simboliza aquí el premio eterno por los méritos adquiridos en este mundo. Como el griego lleva el artículo, indica que la promesa de una tal corona era conocida de los destinatarios de la epístola 21. El título de Pastor soberano tal vez haya sido sugerido por Jn 10:14 22.

 

Advertencias dirigidas a los fieles, 5:5-11.

5 Igualmente vosotros, los jóvenes, vivid sumisos a los presbíteros, y todos ceñidos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da su gracia. 6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os ensalce. 7 Echad sobre El todos vuestros cuidados, puesto que tiene providencia de vosotros. 8 Estad alerta y velad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar, 9 al cual resistiréis firmes en la fe, considerando que los mismos padecimientos soportan vuestros hermanos dispersos por el mundo. 10 Y el Dios de toda gracia que os llamó en Cristo a su gloria eterna, después de un breve padecer, os perfeccionará y afirmará, os fortalecerá y consolidará. 11 A El la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

 

La perspectiva del juicio divino motiva (ομοίως = “igualmente”) las advertencias que siguen. Los jóvenes, a los que el apóstol recomienda estar sometidos a los presbíteros, serían, según varios autores (De Ambroggi, Felten, etc.), los ministros de grado inferior en la jerarquía de la Iglesia. Sin embargo, a nuestro parecer, indicarían más bien los simples oficios, por oposición a los pastores, llamados ancianos (presbíteros) 23; o también la gente joven, por oposición a los cristianos adultos. Sabido es que los jóvenes siempre han sido más inclinados a la independencia, y por eso necesitan que se les exhorte a la sumisión. Sin embargo, es preciso reconocer que aquí no se trata de adolescentes contrapuestos a adultos, como en Tit 2:6.

Todos los cristianos, tanto los pastores como el rebaño, han de practicar la humildad en el ejercicio de la mutua caridad, porque, como dice el libro de los Proverbios, "Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da su gracia" 24. Este texto es citado también por Santiago25 en un contexto que tiene interesantes paralelos con el nuestro. La idea de la exaltación del humilde y de la humillación del soberbio es muy frecuente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento 26. Han de revestirse, de ceñirse con la humildad. El verbo έγκομβοΰσ3οα significa “envolverse” en el έγκόμβωμα, que era un vestido corto propio de los esclavos, el cual se ceñía a los costados mediante un nudo (κόμβος). Es posible que San Pedro aluda aquν al gesto de Jesús en la última cena, que, ciñéndose una toalla, se puso a lavar los pies de los discípulos 27.

El apóstol, apoyándose en el texto citado de los Proverbios, concluye de esta manera: Humillaos bajo la poderosa mano de Dios, aceptando con resignación y paciencia las tribulaciones que os quiera mandar, para que a su tiempo os ensalce (v.6). Humillarse, en nuestro texto, es aceptar humildemente los padecimientos inmerecidos, viendo en ellos la voluntad de Dios que así lo dispone. Todo está controlado por la poderosa mano de Dios, el cual hará cesar a su tiempo los sufrimientos que afligen a los cristianos. La verdadera exaltación de los humildes tendrá lugar en el día del juicio final, cuando el Señor dará a cada uno según los méritos adquiridos. Mientras tanto, San Pedro recomienda a los fieles que pongan toda su esperanza en Dios, abandonándose en sus manos (v.7). Este versículo está formado por una cita tomada del salmo 55:23, el cual dice: "Echa sobre Yahvé el cuidado de ti," porque El se preocupa de los hombres 28. Los salmos invitan con frecuencia a confiar en Dios en medio de las tribulaciones. La doctrina del abandono en la Providencia divina es inculcada con fuerza por Jesús en el sermón de la Montaña 29.

Pero esta confianza constituiría una falsa seguridad si el cristiano no se mantiene vigilante. La vida austera y sobria 30 contribuirá a que el fiel no pierda el control sobre sí mismo. Para el cristiano no hay un solo momento que no sea de peligro, pues el adversario no duerme. Y si el centinela no está alerta, podrá ser sorprendido fácilmente por el enemigo, que se lanzará sobre él como león rugiente. También Jesucristo recomienda con insistencia la vigilancia 31, y otro tanto hace San Pablo 32. El enemigo del cristiano es el diablo 33, que, como león, anda rondando, buscando a quién devorar (v.8) 34. En el Apocalipsis, el demonio es presentado como "el grande dragón, la antigua serpiente, llamada diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra., el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche." 35 En la parábola de la cizaña 36, el demonio se identifica con el enemigo, que de noche siembra la mala hierba entre el trigo bueno 37. Ante estos peligros, el cristiano ha de resistir al demonio armado con la fortaleza de la fe, que, como escudo invencible, le defenderá contra los más violentos asaltos 38. La virtud de la fe activada por la caridad 39, o sea la plena adhesión a Cristo por la fe viva, echará por tierra todos los planes del demonio.

La comparación del enemigo con un león es una imagen que ya se encuentra en el Antiguo Testamento40.

La mejor defensa contra este león rugiente, o diablo, es el resistirle permaneciendo firmes en la fe (v.9). San Pedro sabía por propia experiencia la debilidad del hombre ante los asaltos del enemigo. Por eso, recordando la exhortación que Cristo le dirigió de confirmar en la fe a sus hermanos41, y, al mismo tiempo, para infundir ánimo y confortar a los cristianos, les recuerda que los mismos padecimientos que ellos soportan los tienen que soportar sus hermanos (lit.: su fraternidad = la Iglesia) esparcidos por el mundo. El saber que todos los miembros de la Iglesia deben sufrir, lejos de ser un motivo de desaliento, constituía un motivo más para afianzarse en la fe 42. Las tribulaciones constituyen la suerte inseparable y común de todos los cristianos. Así lo han enseñado Jesús y los apóstoles en diversas ocasiones 43.

San Pedro añade todavía un motivo más para confortar a los fieles que sufren: Dios, que los llamó en Cristo a la gloria eterna, después de un breve padecer, los perfeccionara y afirmará, los fortalecerá y consolidará (v.10)44. Aunque en esta vida tengamos que sufrir siempre algo, hemos de tener confianza en que la fuerza de la gracia suplirá nuestra debilidad. Y a través de los breves padecimientos de la vida presente, llegaremos a la vida eterna 45. Además, los padecimientos de este mundo, por graves y prolongados que sean, serán bien poca cosa ante la gloria que nos espera.

El apóstol termina la epístola con una breve doxología (v.11), como en el capítulo 4:11, de entonación litúrgica, colocada antes de los saludos finales. Esta doxología va dirigida a Dios Padre, al cual pertenece la gloria y el imperio por los siglos 46.

 

Últimos avisos y saludos, 5:12-14.

12 Por Silvano, a quien tengo por hermano fiel para con vosotros, os escribo brevemente, amonestándoos y testificándoos ser la verdadera gracia de Dios esa en que vosotros os mantenéis firmes. 13 Os saluda la Iglesia de Babilonia, partícipe de vuestra elección, y Marcos, mi hijo. 14 Saludaos mutuamente en el ósculo de la caridad. La paz a todos vosotros los que estáis en Cristo.

 

Terminada la carta, San Pedro dirige los saludos finales a sus lectores, deseándoles la paz en la caridad. Silvano 47, probablemente, es el mismo que Silas, compañero de San Pablo en su segundo viaje apostólico, cuando fueron fundadas varias Iglesias del Asia Menor 48. Colaboró de una manera especial con San Pablo en la evangelización de Corinto 49. Es recordado también en las epístolas a los Tesalonicenses 50, escritas desde Corinto en el segundo viaje misionero. Después ya no vuelve a ser mencionado en la historia de San Pablo. Pudo entonces unirse a San Pedro. Probablemente Silvano no sólo fue el portador de la epístola, sino el amanuense de ella. Así lo han entendido los mejores comentaristas.

Silvano es presentado como el hermano fiel, al cual conocen perfectamente los lectores. Es el hermano de confianza, por ser bien conocido y estimado en las comunidades cristianas del Asia Menor, a cuya fundación había contribuido. El autor sagrado afirma que su carta es breve. Y lo es, en efecto, si se considera la importancia de los temas tratados. Sin embargo, esta frase tal vez sea pura fórmula, sin referencia alguna a la extensión verdadera de la carta 51.

Les ha escrito para exhortarlos y recordarles la gracia de Dios, es decir, la fe cristiana, que nos obtendrá la gloria del cielo y la esperanza, que ya nos da en este mundo un gozo anticipado del cielo por medio de la fe. El contenido de la epístola de San Pedro se puede resumir en dos ideas: exhortación a permanecer en la fe y consolación en medio de las tribulaciones de la vida presente.

La misión principal del apóstol es la de ser testigo de Jesucristo 52. Y aquí San Pedro les asegura y garantiza que la fe cristiana, en la cual permanecen firmes y que han recibido en el bautismo, es la que les asegurará el cielo.

El saludo final es dado en nombre de la Iglesia de Babilonia 53, elegida con vosotros (ν.13). La elegida es la Iglesia particular desde la cual escribe Pedro, y que, según la costumbre, saluda a las otras Iglesias 54. Algunos autores, sobre todo protestantes, ven en esta elegida a la mujer de San Pedro. Si bien San Pedro estaba casado 55, no es probable que aquí aluda a su esposa. La verdadera interpretación de la epístola se opone a este modo de ver. Al comienzo de la epístola, San Pedro llamaba a los cristianos elegidos. Aquí, siguiendo la misma idea, llama elegida a la "fraternidad," es decir, al conjunto de los cristianos, a la Iglesia. San Juan también llama elegida a la Iglesia a la cual se dirige 56. Además, casi todos los autores antiguos y la mayor parte de los modernos ven designada en esta expresión a la Iglesia de Roma, elegida como las Iglesias de los destinatarios. El nombre de Babilonia era de uso corriente entre los judíos cristianos para designar la Roma pagana. Así es llamada en el Apocalipsis 57, en los libros apócrifos 58 y en la literatura rabínica 59. La Babilonia del Eufrates, que en tiempo de San Pedro era un montón de ruinas. La Babilonia de Egipto es otra posibilidad.

También San Pedro envía los saludos a su hijo Marcos. Nadie hoy sostiene que se trate de un hijo físico de San Pedro, sino de un hijo espiritual62, por haber sido regenerado por el apóstol a la vida sobrenatural mediante el bautismo. Parece que se trata de Marcos el evangelista. La casa de su madre en Jerusalén fue donde se refugió San Pedro al ser liberado por un ángel de la cárcel63.

Acompañó a San Pablo y a San Bernabé, del cual era primo64; pero los abandonó pronto 65. Alrededor del año 6o se encontraba en Roma con San Pablo66. Papías nos dice que acompañó a San Pedro y que fue su intérprete 67.

El beso de caridad (v.14) era el símbolo del amor sobrenatural que debía unir a los cristianos. Es mencionado por San Pablo en cuatro de sus epístolas 68. Este beso de caridad es puesto en conexión con las oraciones de la liturgia cristiana por los autores antiguos 69. Por eso, este final de las epístolas de San Pablo y de San Pedro insinúa que las cartas de los apóstoles eran leídas durante una función litúrgica70.

Y, finalmente, el apóstol les desea la paz, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de Cristo71. La paz que desea San Pedro es el complejo de todos los bienes mesiánicos. Los judíos también solían saludar deseando la paz = salom.

 

1 La partícula griega ούν == “por lo tanto,” une la advertencia que sigue con lo que precede. — 2 Act 14:23; 20:17. — 3 Tit 1:5. — 4 1 Tim 3:1-7; 5J7-19; Tit 1:5-7. — 5 Act 14:22-23. — 6 Act. 20:28. — 7 De Ambroggi, o.c. p.149s; L. Marchal, Evéques: DBS 2:1297-1333; E. Ruffini, La gerarchia della Chiesa negli Atti degli Apostoli e nelle lettere di S. Paolo (Roma 1921). — 8 Mt 17:1-9; 2 Pe 1:16ss. — 9 Sal 68:8. — 10 Sal 23:15. — 11 Sal 23:4. — 12 Is 56:8; Zac 10:8. — 13 Is 40:11. — 14 Ez 34:12-31. — 15 Jn 10:155. — 16 Jn 21:1555; Mt 16,16ss. — 17 Έτπσκοττοϋντες, que falta en los cσdices BS, 33, 323; pero se lee en los demás. Generalmente es considerado por los críticos como una adición posterior. Sin embargo, Beare y otros la consideran como auténtica. — 18 Me 10:42-45; Mt 20:25; Le 22:25. — 19 1 Cor 4:16; Fil 3:17; 1 Tim 4:12; Tit 2:7. — 20 Cf. 1 Cor 9:25; 2 Tim 4:8; Sant 1:12. — 21 Sant 1:12; 2 Tim 4:8. — 22 Gf. 1 Pe2:25;Heb 13:20. — 23 Cf. 1 Jn 2:12-14. — 24 Prov 3:34 según los LXX, cambiando "Señor" por "Dios," como en Sant 4:6. — 25 Sant 4:6-7. — 26 2 Sam 22:28; Job 5:11; Eclo 10:17; Lc 1:51s; 1 Cor 3:19. — 27 Jn 13:43. — 28 Cf. Sab 12:13; Mt 6:32. 29 Mt 6:25-34; cf. Fil 4:6. — 30 Nácar-Colunga, en lugar de sed sobrios, traduce: estad alerta. Las versiones siríacas y latinas, con algunos Mss griegos, añaden ότι = “quia,” despuιs de γρηγορήσατε. — 31 Mt 24:42; 25:13- — 32 1 Tes 5:6; 1 Cor 16:13; 2 Tim 4:5. — 33 Adversario (αντίδικος) ο diablo, en hebreo Satαn, que primeramente significó "acusador" en un juicio (Job 1:6; Sal 109:6; Zac 3,is), pero que después pasó a designar al "acusador" por excelencia, al diablo (i Crón 21:1). Cf. R. scharf, Die Gestalt des Satán im AT (Zü-nch 1948). — 34 San Cipriano (De zelo et livore 2: PL 4:639b) dice: "Circuit ille nos singulos et tam-iam hostis clausos obsidens muros explorat et tentat, an sit pars aliqua membrorum (mu- — rorum) minus stabilis., cuius aditu ad interiora penetratur." — 35 Ap 12:9-10; cf. Job 1:7; 2:2. — 36 Mt 13:24-30. — 37 Cf. Mt 13:1-9.13-23. — 38 Cf. Ef 6:16; 2 Cor 1:24. — 39 Gal 5:6. — 40 Sal 22:14; 17:12; Job 10:16. — 41 Lc22:31ss. — 42 Jn 16:33; Fil 1:295; 2 Tim 3:12. — 43 Mt 10:22; Jn 15:19; Act 14:22; 2 Tim 3:12. — 44 Estos cuatro verbos implican la idea de solidez contra los peligros de todas clases. El último θεμελιώσει = consolidará, falta en los cód. ΒΑ ψ, en algunos minϊsculos, en algunos Mss de la Vetus latina, en la Vulgata y en la versión etiópica. — 45 Cf. 1 Pe1:6s; 4:13; 5:1-4. — 46 La Vulgata, con varios códices griegos SL, 33, añade: «gloria et» ante «imperium». Sin embargo, falta en los códices BA, 2298, y es omitido por Nestle ν otros críticos. — 47 Silvanas es la forma latinizada de la helenística Silas, que correspondería al hebreo Sa'uí ν al arampo Se'iía. — 48 Act 15:22.32.40. — 49 Act 18:5; 2 Cor 1:18. — 50 1 Tes 1:1; 2 Tes 1:1. — 51 Gf. San Ignacio Mártir, Ad Polyc. 7:3; San Epifanio, Haer. 33:7.10 — 52 Act 1:8. — 53 La Vulgata añade ecclesia, lo mismo que algunos códices antiguos, como S, y las versiones Vetus latina, Pesitta y Armena. Sin embargo, parece ser una glosa que interpreta rectamente y precisa más el sentido. — 54 Gf. 2 Jn 1.13; 1 Cor 16:19. Cf. San Ignacio Mártir, Ad Magn. 15; Ad Trall. 13:1; AdPhil. ii,2. — 55 Mt8,14. — 56 2 Jn 1:13. — 57 Ap 14:8; 16:19; 17:5; 18:2.10. — 58 Oráculos sibilinos 5:143.159-160; 4 Esd 3:1; Ap. de Baruc (siríaco) n,i. — 59 Cf. Strack-Billerbeck, o.c. 3 p.516. — 60 Is 47:1.5.8; Jer 51:13; cf. Ap 17:1.15.18. — 61 Jer 50:29. — 62 Cf. Act 12:12. — 63 Act 12:12-13. — 64 Act 13:5; Gol 4:10. — 65 Act 13:13. — 66 Gol 4:10; Flm 24; cf. 2 Tim 4:11. — 67 En Eusebio, Hist. Eccl 3:39:15. — 68 Rom, 1 Cor, 2 Cor, 1 Tes. — 69 Cf. San Justino, Apol. I 65:2. Lo asocia con la liturgia eucarística. Cf. J. A. Jungmann, El sacrificio de la misa (BAC, Madrid 1959) 101955. — 70 A. Charue, o.c. p.474. — 71 Mt 5:9; Lc 10:5; 24:36; Jn 20:19-21.