Segunda y Tercera Epístolas de San Juan.

 

Introduccion.

Autenticidad y canonicidad de la 2 y 3 Jn. Ocasión y argumento de la 2 y 3 Jn. Fecha y lugar de composición. Forma literaria de la 2 y 3 Jn.

Segunda Epístola de San Juan.

Capitulo Único.

Encabezamiento, 1-3. Exhortación a la caridad fraterna, 4-11. Conclusión, 12-13.

Tercera Epístola de San Juan.

Capitulo Único.

Encabezamiento, 1-2. Elogio de Gayo y condenación de Diotrefes, 3-12.

Epílogo, 13-15.
 

Introducción.

 

Autenticidad y canonicidad de la 2 y 3 Jn.

La genuinidad de estas dos breves epístolas fue controvertida en la antigüedad. Y actualmente hay bastantes críticos acatólicos que niegan la autenticidad joánica de estas dos epístolas. Los críticos suelen atribuirlas a un cierto Juan, presbítero, contemporáneo del apóstol, el cual posteriormente habría sido confundido con él e identificado con el discípulo amado. Esta sentencia pugna, como veremos en seguida, con la tradición y con el testimonio de las mismas epístolas.

a) Critica interna. — En primer lugar podemos observar que la 2 y 3 Jn tienen tales semejanzas entre sí, que todos los autores coinciden en atribuirlas a un mismo autor. Son, como decía Holtzmann, "dos hermanas gemelas" 1. La parte inicial y final de ambas epístolas se corresponden claramente 2. La parte central difiere, porque trata de materia diversa. En las dos epístolas, su autor es designado con el título de el Presbítero, es decir, el Anciano. Se le debía de dar este título o apelativo más por su autoridad extraordinaria que por su ancianidad. El Presbítero gozaba de una gran autoridad en todas las iglesias del Asia Menor. Por eso en sus epístolas ordena, corrige, juzga, alaba con autoridad. Y su autoridad es indiscutible entre todos los fieles. El título de Presbítero, que implica al mismo tiempo ancianidad y sobre todo autoridad jerárquica, corresponde perfectamente al apóstol San Juan, que era el único que quedaba del colegio apostólico a finales del siglo I.

Hay, sin embargo, autores modernos que se sirven del título de Presbítero (6 ττρεσβύτεροβ) para negar la autenticidad apostσlica de las dos epístolas, pues afirman que ese título no convenía a un apóstol. Estas dudas tienen, en parte, su fundamento en un texto de Papías, obispo de Hierápolis, en que se habla de un Juan presbítero distinto de San Juan Apóstol 3. Pero el sentido normal del texto de Papías demuestra que el término πρεσβύτεροι, en plural, se refiere a los apσstoles Andrés, Pedro, Felipe, Tomás y Juan. Y la palabra ó πρεσβύτερος, en singular, se refiere en el mismo contexto a Juan discνpulo del Señor, para distinguirlo de otro discípulo del Señor llamado Aristión. Por donde se ve que presbítero para Papías es sinónimo de apóstol al menos en el contexto indicado. El apóstol San

Pedro, escribiendo a los presbíteros, se llama también a sí mismo copresbítero (συμπρεσβύτεροβ) 4. Υ San Pablo se designa a sν mismo con el calificativo de anciano (πρεσβύτης) 5. De donde se sigue que no tiene nada de anormal que a un apóstol se dé el título de el Presbítero. Y esto se comprenderá aún mejor si tenemos presente que San Juan vivió hasta edad muy avanzada. Tenían que llevarle a las reuniones cristianas por no poder valerse por sí mismo. Y se hizo voz corriente entre los discípulos que no moriría antes de la venida del Señor 6, Además, es muy propio de San Juan acudir a un circunloquio para designarse a sí mismo, como hace en el evangelio con la expresión "el discípulo a quien Jesús amaba," y en estas dos cartas con el título de el Anciano. En este rasgo de modestia vio ya Dionisio de Alejandría un argumento en favor de la unidad de autor de las dos epístolas y del evangelio 7. Por otra parte, si estas dos cartas tan pequeñas no procedieran de Juan, probablemente no se hubieran conservado.

b) Para identificar el autor también ayudan las numerosas semejanzas de estas dos epístolas con la 1 Jn. Casi todos los versículos de la 2 Jn tienen su paralelo en la 1 Jn 8. Las semejanzas entre la 3 Jn y la 1 Jn son menos numerosas, lo cual es explicable si tenemos en cuenta que tratan de materia diversa. Sin embargo, también se encuentran paralelos, y sobre todo expresiones características del lenguaje joánico 9. También son muy numerosas las analogías y paralelismos que presentan ambas epístolas con el cuarto evangelio 10. Las semejanzas que presentan son tantas, que J. Chaine no teme afirmar que en estas dos epístolas "se encuentra la misma teología del cuarto evangelio, expresada en el mismo estilo y en la misma lengua."11

Estos argumentos internos bastante significativos, unidos a la extraordinaria autoridad de que gozaba el Presbítero en las iglesias a las cuales se dirige, inducen muy fuertemente a pensar que el autor es Juan el apóstol, como lo sugiere con bastante evidencia la tradición. Pues, a pesar de la brevedad de estas dos epístolas, los testimonios de la antigüedad son bastante numerosos.

c) Testimonio de la tradición. — Los testimonios en favor de la autenticidad j canica de las dos epístolas aparecen ya a partir de la segunda mitad del siglo n. San Policarpo (f 156), discípulo de Juan, parece utilizar la 2 Jn 7 12. San Ireneo (f 202) cita dos veces la

2 Jn 7 y 11 como obra de San Juan Apóstol13. Clemente Alejandrino (t C-214) citada 1 Jn 51 diciendo: "Juan en su epístola mayor." 14· Luego conocía otra u otras epístolas menores de San Juan. Orígenes (t £-254) conoce las discusiones sobre la autenticidad de la 2 y 3 Jn 61 él las acepta como canónicas 15. San Dionisio Alejandrino (f 265) también las acepta 16. Tertuliano (f c.222) 17 y Prisciliano (f 0.385) 18 Se refieren a la 2 Jn 7. San Atanasio (f 373) 19, San Cirilo de Jerusalén (f 386) 20, San Gregorio Nacianceno (t 389) 21 San Epifanio (f 403) 22, Rufino (f 410) 23, San Agustín (t 43°) 24 consideran explícitamente la 2 y 3 Jn como obra de San Juan Apóstol.

El Fragmento Muratoriano (fines del s.II) habla en plural de las epístolas de San Juan: "in epistolis suis" (lín.28). Y en la línea 69 parece hablar de dos epístolas de Juan: "superscriptio loannis duas in catholica habentur." En el concilio de Cartago de 256 se alega la 2 Jn los como una autoridad canónica25. Los concilios de Hipona de 393 Y otros dos de Cartago de 397 y de 419 colocan la 2 y 3 Jn en el canon de las Sagradas Escrituras26. También el códice Claromontanus y el Catálogo de Mommsen contienen las tres epístolas de San Juan 27.

Sin embargo, la aceptación de la autenticidad joánica de la 2 y 3 Jn no ha estado exenta de dudas y discusiones. Orígenes alude a las dudas sobre la autenticidad de la 2 y 3 Jn, que él no comparte 28. Eusebio coloca las dos epístolas entre los antilegómena, es decir, entre los "escritos discutidos." 29 También San Jerónimo se hace eco de las dudas críticas que en su tiempo se aducían contra la 2 y 3 Jn. Sin embargo, él utiliza la 2 y 3 Jn como canónicas y escritas por el apóstol San Juan 30. El Decreto gelasiano (año 495) las atribuye a Juan él Presbítero. San Cipriano (t 258), Teodoro de Mopsuestia (f 428) y San Juan Crisóstomo (f 407) no las utilizan. La Iglesia siríaca las aceptó bastante tardíamente en su canon. En el siglo XVI, los protestantes volvieron a resucitar las dudas sobre su autenticidad y canonicidad. Incluso en el campo católico hubo algunos, como Cayetano y sobre todo Erasmo, que se hicieron eco de esas dudas.

El 8 de abril de 1546, el concilio de Trento 31 definió la canonicidad de las dos epístolas, poniendo fin a todas las dudas de los católicos.

 

Ocasión y argumento de la 2 y 3 Jn.

a) Segunda epístola de San Juan. — La segunda epístola de San Juan va dirigida a la señora Electa (Εκλεκτή κυρία) y a sus hijos (v.1). Algunos autores ven en esta señora el nombre propio de una cristiana de alto rango. Sin embargo, la mayoría de los exegetas creen con razón que la señora Electa designa a una iglesia del Asia Menor. Así lo insinúan ciertos indicios: el autor sagrado unas veces le habla en singular (v.4.5.13), otras en plural (v.9.5.10.12); todos los fieles aman a sus hijos (v.1); su hermana — otra iglesia local — se llama también Electa (v.13).

No se puede determinar cuál es la iglesia a la que se dirige San Juan. Muy probablemente era una iglesia del Asia Menor, pues parece hablar de los mismos herejes 32 que en la 1 Jn. Y el apóstol les dice que pronto irá a verlos 33. Dicha iglesia, en su mayoría fiel, está amenazada por seductores que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne (v.7). El apóstol pone en guardia a los fieles contra este peligro, recomendándoles que mantengan la pureza, la práctica de la caridad fraterna y la ruptura completa de las relaciones con los seductores.

b) Dimisión de la 2 Jn. — La 2 Jn viene a ser como un primer esbozo o un resumen de la 1 Jn. Se podría dividir del modo siguiente:

1. Encabezamiento (v.1-3).

2. Exhortación a la caridad fraterna y a la perseverancia en la fe (v.4-11).

3. Conclusión (v.1a-13).

c) Tercera epístola de San Juan. — Va dirigida a Gayo, hombre de confianza del apóstol y sostén de la parte fiel del rebaño de Cristo. La 3 Jn tuvo por origen un conflicto entre el apóstol y el jefe de una comunidad, llamado Diotrefes. Este se negaba a recibir a los predicadores itinerantes enviados por San Juan y llegaba hasta expulsar de la comunidad a los cristianos que los recibían. Gayo, en cambio, se ha mantenido fiel al apóstol y se ha mostrado generoso con los predicadores de Juan. Al final de la 3 Jn 34 se habla de un tal Demetrio, seguramente uno de los predicadores que probablemente tenía el encargo de reemplazar a Diotrefes en el gobierno de la comunidad o bien el de instituir a Gayo jefe de esta iglesia. Las Constituciones apostolicae 35 hablan de un Gayo obispo de Pér-gamo y de un Demetrio obispo de Filadelfia.

La insistencia de la carta sobre la verdad, por la cual trabajan Gayo, Demetrio y los misioneros 36, hace pensar en las luchas doctrinales de las que nos hablan las otras dos epístolas de San Juan. La 3 Jn tal vez sea la primera de las tres cronológicamente, pues parece reflejar una situación doctrinal menos peligrosa. En efecto, la separación o alejamiento de los anticristos parece que todavía no se ha producido.

La 3 Jn es una de esas cartas de recomendación que utilizaba la propaganda misionera desde los primeros tiempos 37.

d) Difisión de la 3 Jn. — Podemos dividirla en tres partes:

1. Encabezamiento (v.1-a).

2. Felicitaciones a Gayo, y condenación de Diotrefes (v.3-12).

3. Epílogo (v.13-15).

 

Fecha y lugar de composición.

Por lo que se refiere a la fecha en que fueron escritas, nada sabemos de cierto. Sólo disponemos de ciertos indicios que tal vez sirvan para determinar algo más en concreto el tiempo de composición de estas epístolas. La 2 Jn es considerada por la mayoría de los autores como un resumen de la 1 Jn. Por eso mismo se supone que fue escrita un poco después de la 1 Jn. De la 3 Jn ya hemos dicho que cronológicamente es probable que sea la primera, por describir una situación menos peligrosa en la comunidad cristiana a la que se dirige. Los seudodoctores todavía no se han alejado de la comunidad. Por lo tanto, habría que colocarlas al final del siglo I, entre los años 95 y 100.

San Juan debió de escribir estas dos cartas en Efeso, en donde vivió los últimos años de su vida, según nos refiere la tradición. Desde aquella ciudad, San Juan dirigía y gobernaba todas las iglesias de aquella región.

 

Forma literaria de la 2 y 3 Jn.

La 2 y 3 Jn tienen de común el ser simples billetes de circunstancias. Difieren de la 1 Jn por su brevedad y también por su forma literaria. Mientras la 1 Jn se parece un poco a una encíclica y va dirigida a varias comunidades, la 2 y 3 Jn van destinadas a una sola iglesia y tienen una forma epistolar muy marcada. En el encabezamiento se indica el nombre del que envía la carta y el de los destinatarios, con los saludos correspondientes, y se terminan por una despedida. Además, se diferencian de la 1 Jn en que no son anónimas: ambas están firmadas por el Presbítero, que, como dejamos dicho, designa al apóstol San Juan.

 

1 Cf. J. Marty, Conírtbuízon a l'étude des problémes johanniques. Les petites építres 2 et 3 Jean: RevHistRel (1925) P-202. — 2 Jn 1 y 4 = 3 Jn i y 3; 2 Jn 12s = 3 Jn 1353. — 3 Véase Eusebio, Hist. Eccl. 3:39:3: funk, Paires Aposíoíia I 352. — 4 1 Pe 5:1. — 5 Flmg. — 6 Jn 21:23. — 7 Cf. Eusebio, Hist. Eccl 7:25:7-11. Acerca del presbítero Juan y sus relaciones con el apóstol San Juan se puede consultar P. de ambroggi: Scuol Cat 69 (1930) I 301-314-389-399· — 8 Gf. 2 Jn i = 1 Jn3,18; 2 Jn4= 1 Jn2,14;2 Jns = 1 Jn2:7; 2 Jn7 = 1 Jn4,12; 2 Jn 9 ~ 1 Jn 2:23; 2 Jn ii = 1 Jn 3:10. Se puede ver un elenco más completo en J. Chaine, o.c. p. 232-235- — 9 Cf. 3 Jn 3 = 1 Jn i,6s; 2:11; 3 Jn 1:7 11 = 1 Jn 3:6.10.18. — 10 Cf. 2 Jn 2 =<= Jn 5:38; 6:56; 8:31; 15:4-10; 2 Jn 4 = Jn 8:12; 12:35; 10:18; 2 Jn 5 = Jn 13:34; 2 Jn 6 = Jn 15:12; 2 Jn 12 = Jn 16:24; 3 Jn 4 = Jn 15:13; 3 Jn 11 = Jn 14.95 3 Jn 12 = Jn 8:14. — 11 J. Chaine, o.c. p.235. — 12 Cf.Ad Philip. 7:1. — 13 Adv. haer. 1:16.3; 3,16:8:.P,G 7:633.927. — 14 Stromata 2:16:76: PG 8:1003. — 15 In loannem 5:3, apud Eusebio, Hist. Eccl. 6:25:7-10: PG 20:584. — 16 Cf. Eusebio, Hist. Eccl. 7:25:11: PG 20:700. — 17 De carne Christi 24; De pudicitia 19: PL 2:1020. — 18 Líber Apologeticus 1:37. — 19 Epist. 39: De Paschate festo: PG 26:1437. — 20 Catech. 4:36: PG 33:500. — 21 Carm. 1:12:37: PG 37:474 — 22 Haer. 76:5: PG 42:562. — 23 Comm. in symb. apost. 37: PL 21:374. — 24 De doctr. christ. 2:8: PL 34:41. — 25 PL 3:110. — 26 EB 16-20. — 27 Cf. M. J. Lagrange, Histoire ancienne du Canon du N. T. (París 1933) p.87-92. — 28 In loan. 5:3, en Eusebio, Hist. Eccl. 6:25:7-10. — 29 Hist. Eccl. 3:25:3: PG 20:269. — 30 De vir. ülustr. 9:18: PL 23:62388.637; Ad Paul Epist. 53:8: PL 22:548. — 31 Ses.4: Decretum de canonicis Scripturis: EB 593. — 32 2Jn7. — 33 2Jn12. — 34 3 Jn 12. — 35 Const. Aposí. 7:46: PG : — 36 3 Jn 3-4.8.12.

 

 

Segunda Epístola de San Juan.

 

Capitulo Único.

 

Encabezamiento, 1-3.

El encabezamiento de la carta se adapta perfectamente al modelo usual de las epístolas cristianas. Esta 2 Jn sigue el modelo paulino, cambiando únicamente el título de apóstol por el de Presbítero. La epístola va dirigida a la "señora Electa" y a sus hijos, es decir, a una iglesia del Asia Menor.

 

1 El presbítero, a la señora Electa y a sus hijos, a los cuales amo en la verdad; y no sólo yo, sino también cuantos conocen la verdad, 2 por amor de la verdad, que mora en nosotros y con nosotros está para siempre. 3 Con vosotros sea la gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en la verdad y en la caridad.

 

El autor de la 2 Jn se llama a sí mismo el Presbítero. El artículo indica que el que llevaba este nombre era una persona bien conocida y reverenciada por los lectores: era el Presbítero, el Anciano, por excelencia. El servirse de este seudónimo para no revelar su propio nombre es una nota que conviene perfectamente a San Juan Apóstol, que en el cuarto evangelio siempre se designa con el apelativo de "el discípulo a quien Jesús amaba." Quien dice presbítero no significa que quiera designar necesariamente un apóstol, pero tampoco lo excluye, pues San Pedro se llama a sí mismo "copresbítero" l. En los Padres apostólicos, el título πρεσβύτερος es caracterνstico para designar a los jefes espirituales de la comunidad (sacerdotes y a veces obispos). En esta designación interviene mucho menos la edad que la autoridad. De igual modo, el título de el Presbítero por excelencia dado al apóstol San Juan provenía más bien de su extraordinaria autoridad que de su ancianidad.

San Juan escribe a la señora Electa y a sus hijos (v.1). Esta dirección constituye un título de honor y de cortesía, que se encuentra en los papiros en el encabezamiento de cartas dirigidas a mujeres. En la 2 Jn este título probabilísimamente no se refiere a una persona determinada, sino que es un símbolo para designar una iglesia del Asia Menor. El significado colectivo de este apelativo se deduce del hecho de que San Juan se dirige a esta señora tanto en singular como en plural (v.12-13). Los hijos de esta señora son amados por todos aquellos que han conocido la verdad (v.1-2). El precepto que ella recibe de la caridad fraterna es el precepto dado a todos los cristianos de amarse los unos a los otros (v.5). El apóstol exhorta a los hijos de la Electa, es decir, a los fieles, a precaverse contra los peligros de los falsos doctores (v.7.5ss). Una hermana de la Electa es llamada también la Elegida o Electa (v.15). El apóstol San Pedro también llama a la iglesia romana la Coelecta 2.

La personificación de Jerusalén y del pueblo de Israel bajo la figura de una mujer es frecuente en los profetas 3. También en el Apocalipsis están personificadas las siete iglesias o comunidades del Asia Menor 4; y la Iglesia en su totalidad está personificada en, la mujer vestida de sol5.

El apóstol de la caridad comienza expresando el amor sincero que tiene a la señora Electa y a sus hijos: la ama en la verdad cristiana, en Cristo6. Este amor en la verdad sería semejante al amor en Cristo Jesús de San Pablo 7. Sería un amor auténtico, un amor santo, que une entre sí a todos los hijos de Dios 8. San Juan les quiere decir que los ama profundamente. Se trata, por consiguiente, de un amor propiamente divino, pero humanamente asimilado por el apóstol. Este ama a los fieles en Dios 9, y, sin embargo, es él mismo el que ama 10. Y este amor se lo tienen todos cuantos conocen la verdadt es decir, todos los cristianos que han llegado a conocer a Dios con un conocimiento vital, de comunión íntima con la Verdad.

La razón profunda de este amor es la verdad que mora en nosotros (v.2). La verdad es considerada como un huésped, o mejor, como un principio activo que permanece en el alma, como la palabra de Dios en 1 Jn 2:14. La verdad casi personificada de que nos habla el apóstol parece identificarse — si nos atenemos a lo que dicen algunos autores — con el Espíritu Santo, que mora en nosotros n y es también Espíritu de verdad 12. Sin embargo, parece más probable que la verdad de este versículo haya que identificarla con la doctrina de Cristo. Mientras que la verdad revelada por Jesucristo permanezca en el cristiano, éste se conservará unido a Dios.

La presencia de la verdad en el fiel, o la inhabitación del Espíritu Santo, verdad divina, en el alma del cristiano, atraerá sobre él toda clase de dones. Esos dones están resumidos en un trinomio: gracia, misericordia y paz (v.3). La gracia no es la alegría que los griegos deseaban en el saludo, sino la gracia en el sentido general de favor divino. La misericordia designa la disposición benévola de Dios hacia nosotros, pobres pecadores; e implica también el perdón divino de nuestras faltas y el auxilio que Dios otorga a los cristianos en sus necesidades espirituales y temporales. La paz no es sólo el saludo semítico, sino que supone mucho más: implica los bienes mesiánicos que Cristo nos vino a traer, especialmente el don de la reconciliación que Jesucristo nos mereció con su muerte, y que el mundo no puede dar 13. Esta reconciliación con Dios confiere al Cristiano una gran seguridad sobrenatural en medio de las pruebas de este mundo. La paz que Cristo nos ha traído del Padre es algo que el mundo no conoce 14.

Todos estos dones nos vienen de Dios Padre y de Jesucristo, su Hijo. Esta fórmula expresa claramente la consubstancialidad de las dos personas divinas. Por eso escribe muy bien San Beda: "Juan. atestigua que también de Cristo, como de Dios Padre, proviene la gracia, la misericordia y la paz, y para demostrar que es igual y co-eterno al Padre, dice que cuanto puede dar el Padre puede darlo también el Hijo"15. Las palabras de San Juan parecen como un eco del sermón de la última cena, en que Jesús anunciaba que El y el Padre enviarían al Espíritu Santo 16. San Juan enseña en varios lugares que el Padre envió a su Hijo al mundo para darnos la verdad y la vida 17 y para 'ser propiciación por nuestros pecados 18. Los dones que el Padre comunica a los fieles por medio del Hijo crecen y se expansionan en la vida de los cristianos por el ejercicio de la fe y de la caridad: en la verdad y en la caridad 19.

 

Exhortación a la caridad fraterna, 4-11.

4 Mucho me he alegrado al saber que tus hijos caminan en la verdad, conforme al mandato que hemos recibido del Padre. 5 Ahora te ruego, señora, no como quien escribe un precepto nuevo, sino el que desde el principio tenemos, que os améis unos a otros; 6 y ésta es la caridad, que caminemos según sus preceptos. Y el precepto es que andemos en caridad, según habéis oído desde el principio.7 Ahora se han levantado en el mundo muchos seductores, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el seductor y el anticristo. 8 Guardaos, no vayáis a perder lo que habéis trabajado, sino haced por recibir un galardón cumplido. 9 Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, n pues el que le saluda comunica en sus malas obras.

 

El apóstol manifiesta su alegría por haber encontrado (ευρηκα) 20, en Efeso o durante sus peregrinaciones apostσlicas, fieles de la Iglesia a la cual escribe que caminan en la verdad (v.4). San Juan se regocija, porque la fidelidad de éstos le permite juzgar de toda la comunidad. No es un reproche, sino más bien una alabanza. Caminar en la verdad es un hebraísmo que significa vivir según los mandamientos 21. Esos cristianos conforman su conducta a la doctrina evangélica y al mandato que hemos recibido del Padre (v.4) 22, que comporta la creencia en Jesucristo y la práctica de la caridad fraterna.

El precepto de la caridad fraterna no es recomendado como una cosa nueva, sino como un recuerdo de la catequesis tradicional (v.5). Es el gran mandamiento que ellos han recibido desde el principio de su iniciación en la religión cristiana. Las expresiones que emplea San Juan y la doctrina son las mismas que encontramos en 1 Jn 2:7. Después de hablar en general de caminar según los preceptos del Señor, el apóstol los resume todos en el gran precepto de la caridad (v.6). El amor se prueba con la observancia de los preceptos. La expresión y ésta es la caridad puede referirse al versículo precedente y a 1 Jn 5:2, en cuyo caso la caridad es el amor del prójimo. En cambio, si tenemos presente su semejanza con 1 Jn 5:3, parece más bien referirse al amor del cristiano hacia Dios. Tal vez se refiera a ambos, y quiera designar de un modo general la esencia del amor, la participación de la caridad misma de Dios 23, propia de todos sus hijos, y que constituye el alma misma de la vida cristiana 24.

"Si el amor auténtico y .religioso sé manifiesta en la fidelidad al conjunto de los preceptos del Señor, existe un mandamiento excepcional, esencial, predominante, al cual todos los demás se refieren, el de amar a su prójimo. San Juan repite la enseñanza de su primera epístola: es sobre todo amando a sus hermanos como se prueba el amor que profesamos a Dios, y en primer lugar que somos sus hijos." 25

Lo que hace más urgente la exhortación a la caridad es la presencia de seductores en la comunidad cristiana. Estos negaban que Jesucristo fuese el verdadero Hijo de Dios, encarnado y muerto por los hombres (v.7) 26. Negando la encarnación, desconocían el amor que Dios había manifestado a los hombres. Amor que es la fuente y el modelo del que nosotros hemos de profesar a nuestros hermanos 27. San Juan considera la caridad como inseparable de la verdadera fe. Los herejes son los mismos ya denunciados en 1 Jn y que allí llamaba seudoprofetas 28. Sin embargo, el apóstol en su primera epístola consideraba la encarnación como un hecho acaecido en el pasado 29; en cambio, en esta segunda epístola la considera como actual y permanente: la unión del Verbo con la naturaleza humana es un hecho que permanece 30. Los falsos doctores constituyen colectivamente el anticristo: Este es el seductor y el anticristo, que ya desde ahora ejercita su influjo satánico sobre el mundo. El artículo delante de seductor y de anticristo indica que se trata de un personaje conocido. En 1 Jn 2:18 llamaba a los seudoprofetas anticristos. Éstos seducían lo mismo que el anticristo de 2 Jn, pues ambos representan un mismo personaje escatológico, que ya está actuando entre los hombres por medio de sus secuaces.

El error es tan engañoso, que el apóstol exhorta a los fieles 31 a mantenerse en guardia para no dejarse arrastrar por él. Porque en caso contrario perderían lo que han ganado con tanto trabajo (v.8). La vida del cristiano supone trabajo y renuncia, que delante de Dios le merecerán un gran galardón 32. Los cristianos que permanezcan fieles hasta el final en la fe recibida de los apóstoles y no sacrifiquen absolutamente nada de ella, obtendrán una recompensa plena. Por el contrario, el que se deja llevar por el error habrá trabajado en vano 33. El galardón cumplido es la vida eterna, que Dios ha prometido a los que le sean fieles 34. Si la vida eterna es llamada galardón, recompensa, salario, esto quiere significar, que los justos, por medio de las obras buenas hechas en gracia, la pueden realmente merecer.

Ante todo, es necesario permanecer en la doctrina tradicional, es decir, en la enseñanza dada por los apóstoles. Cuando se pretende poseer — como hacían los seudoprofetas- — una revelación más perfecta, una gnosis más sublime, con el propósito de apartarse de la enseñanza de la Iglesia, se demuestra que no se tiene a Dios, que no se permanece en la comunión vital con Dios. La doctrina de Cristo (v.9) es la que Jesús predicó y confió a sus apóstoles 35, o también la doctrina referente a Cristo, es decir, la que reconoce en Cristo al Hijo de Dios 36. En el cuarto evangelio, San Juan presenta a Cristo hablando de su doctrina 37, y a Caigas preguntando a Jesús por su doctrina 38. El que, por el contrario, permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo; o sea, está en comunión vital con el Padre y el Hijo 39. Con esta afirmación, San Juan quiere enseñar e inculcar que la comunión vital con Dios sólo se alcanza por el Hijo 40.

En aplicación de la advertencia dada en el v.8, el apóstol establece una regla de conducta: cuando algún predicador viene a casa de algún fiel y no confiesa que Jesús es el Hijo de Dios encarnado y muerto por los hombres, San Juan manda al cristiano no recibirlo en casa ni saludarlo (v.10-11). Estas severas palabras del apóstol hay que entenderlas a la luz del ambiente oriental. Entre los orientales, el saludo no era un simple signo de urbanidad, al estilo moderno, sino que era una señal de simpatía, : de solidaridad y de familiaridad. La hospitalidad tampoco era un simple acto de cortesía o un medio de lucro, como sucede hoy día, sino un deber sagrado, un acto de caridad41, una verdadera demostración de solidaridad para con el huésped. Sin embargo, en nuestro caso, una tal demostración de simpatía y de solidaridad para con los falsos doctores constituía un grave peligro para la fe. El contacto con ellos podía ser motivo de seducción para los fieles. La prohibición de tener contacto con los herejes y con los falsos hermanos es bastante común en la Iglesia primitiva 42. El mismo San Juan rehuía todo contacto con los herejes. San Ire-neo43 narra cómo el apóstol puso en práctica dicha advertencia al encontrarse una vez con Cerinto: "Juan, el discípulo del Señor, habiendo entrado en el baño en Efeso y habiendo visto allí a Cerinto, diose prisa a salir de allí sin bañarse, diciendo: Huyamos, no sea que el baño se hunda por encontrarse en él Cerinto, el enemigo de la verdad. Y el mismo Policarpo, encontrándose un día con Marción, éste le preguntó: ¿No me reconoces? Y el Santo le respondió: Reconozco en ti al primogénito de Satanás." San Ignacio de Antioquía también aconseja a los cristianos huir el contacto con los falsos maestros 44.

El que recibe y saluda a los herejes — en el sentido indicado más arriba — se hace cómplice de sus malas obras. Se solidariza (κοινωνεί) con los males de otro, comunica en sus perversas obras (v.11). De ahí que el apóstol se esfuerce por librar a los cristianos del peligro de contaminación que les amenazaba.

Lo que San Juan dice de los herejes podemos extenderlo a los malos amigos, a los libros y periódicos que constituyen un peligro para la fe y para las buenas costumbres45.

 

Conclusión, 12-13.

12 Mucho más tendría que escribiros, pero no he querido hacerlo con papel y tinta, porque espero ir a vosotros y hablaros cara a cara, para que sea cumplido nuestro gozo* 13 Te saludan los hijos de tu hermana Electa.

 

El apóstol explica por qué no les escribe más, aunque tendría muchas más cosas que decirles. Pero las deja para su próxima visita, en que les podrá ver y decírselas de viva voz (v.12). Su visita les proporcionará mayor alegría que una larga carta. El encuentro del apóstol con sus fieles será motivo de gozo recíproco. San Pablo también deseaba ver a los romanos "para consolarse con ellos por la mutua comunicación de nuestra común fe." 46

San Juan concluye la carta enviando saludos a la señora Electa de parte de los hijos de su hermana, llamada también Electa (ν.13). Los hijos representan los miembros de la iglesia — la Electa, madre de esos fieles — desde donde escribía el apóstol, probablemente Efeso. Si San Juan no manda su saludo personal, es porque él mismo se incluye entre los miembros de la iglesia.

 

1 1 Pe 5:1. — 2 1 Pe 5:13. — 3 Os 2; Is 49:22; 54; Jer 4:30; 6:2; Ez 16:23, etc. — 4 Ap 2-3. — 5 Ap 12. — 6 Cf. J. Bonsirven, O.C. p.283. — 7 Gf. Rom 16:3.7.10. — 8 Cf. 1 Jn 5:1-2. — 9 1 Jn 4:21-5:1. — 10 C. Spicq, Ágape III p.30Q- — 11 Jn 14:17; 15:26. — 12x Jn 14:17; 1 Jn 5:6. — 13 Jn 14:27. — 14 Jn 14:17; 16:33. — 15 San Beda: PL 93:121. — 16 Jn 14:26; 15:26. — 17 Jn 1:17; 1 Jns,12. — 18 1 Jn 2:2. — 19 Cf. I. De La Potterie, L'arriére-fond du théme johannique de la venté: Studia Evangélica P-285. — 20 Nácar-Colunga traduce: a? saber que (liter. es: encontré). — 21 Cf. 1 Jn i;6-7; 2:6-11. — 22 Cf. Jn 10:18; 12:49; 14:31; 15:10. No se trata de un precepto dado individualmente en forma cíe inspiraciones interiores, sino de un mandamiento inculcado externamente a todos ios cristianos. ' — 23 1 Jn4:7; Jn 17:26- — 24 Jn 17:26. Cf. C. Spicq, o.c. p.510. Los críticos discuten sobre la frase εν αύτη del final del v.6. Para unos se refiere al precepto. Y la traducciσn sería: "Este es el precepto, que caminéis en él" (Vulgata, Brooke, Büchsel, De Ambroggi). Charue adopta la lección más fácil de BLP: καθώς. ίνα εν αυτή.: "Tal es el mandamiento, que, así como habéis aprendido desde el comienzo, marchéis por él." El sentido es excelente, pero el texto no es seguro. Parece mejor referirse εν αΟτή = “en ιl," al amor, pues estos versículos tratan del amor: "Este es el precepto., que caminéis en el amor." — 25- C. Spicq, o.c. p.511. — 26 Cf. 1 Jn4:2. — 27 Cf. 1 Jn 4:7.955.28 1 Jn 4:1 — 29 1 jn 4:2. — 30 El participio presente ερχόμενον — “que viene,” indica que San Juan considera la encarnaciσn de Cristo como presente y actuando en la Iglesia y en los cristianos. — 31 El plural indica que el apóstol se dirige a la comunidad. — 32 Mt 12:49; Jn 4:36. — 33 Gal 3:4; 1 Cor 15:2; cf. Mt 10:42; Me 9:41. — 34 Cf.Jn6:27; 1 Jn 2:25. — 35 Jn 7:16; 18:19; 1 Jn 2:22. — 36 A. Charue, o.c. p.558. — 37 Jn7:16. — 38 Jn 18:19. — 39 cf. 1 Jn 2:22s;'4:2s. — 40 Cf. 1 Jn 2:23; 5:12. — 41 Cf. Rom 12:13; 1 Tim 5:10; Heb 13:1-2: 1 Pe 4,0. — 42 Cf. Jds 23. — 43 Adv. haer. 3:3:4: PG 7:853. — 44 San Ignacio Ant., Ad Eph. 7:1; 8:1; 9:1; Ad Smirn. 4:1; 5:1; 7:2. — 45 De Ambroggi, o.c. p.283. — 46 Rom 1:12.·

 

 

Tercera Epístola de San Juan.

 

Capitulo Único.

 

Encabezamiento, 1-2.

1 El presbítero, al amado Gayo, a quien amo en la verdad. 2 Carísimo, deseo que en todo prosperes y goces de buena salud, así como prospera tu alma.

 

A diferencia de la 1 y 2 Jn, la tercera carta de San Juan muestra un carácter totalmente personal. La dirección es la más breve de todas las epístolas del Nuevo Testamento y la que más se asemeja a la de las cartas privadas de época greco-romana llegadas hasta nosotros. Contiene únicamente el nombre del que escribe y el del destinatario. Como en la 2 Jn, la epístola comienza con el título de el presbítero, autodesignación del apóstol Juan, y va dirigida al amado Gayo. No sabemos quién era ese Gayo, porque el nombre era muy común en el ambiente greco-romano de aquella época 1. En el Nuevo Testamento aparecen tres o cuatro personajes con ese nombre 2. Sin embargo, el Gayo de la 3 Jn parece que no se puede identificar con ninguno de ellos. Probablemente era un laico rico perteneciente a una iglesia del Asia Menor a la que San Juan ya había dirigido otra carta (v.9). Esta carta tal vez haya que identificarla con la 2 Jn. Gayo había permanecido fiel al apóstol (ν.8), sin dejarse impresionar por la actitud del ambicioso obispo local, Diotrefes (v.9-10). Había dado generosa hospitalidad a los misioneros itinerantes enviados por San Juan (v.s-y) Su fidelidad y generosa conducta le merecieron que el apóstol le escogiese para transmitir a sus amigos fieles sus órdenes, aunque no debía ocupar ningún cargo eclesiástico. San Juan lo llama cuatro veces — en una carta tan corta — amado (άγαττητός). El amor del apσstol se funda en motivos de orden sobrenatural. Amaba a Gayo en la verdad (v.1), es decir, en Cristo. Este amor le lleva a interesarse vivamente por su salud y prosperidad (v.2). Le desea que su situación material y física sea tan próspera como su situación espiritual. Esto no quiere decir que Gayo estuviese enfermo. Se trata únicamente de una fórmula epistolar frecuente en los papiros de aquella época, que expresa el deseo de que le vaya bien a uno en sentido general.

 

Elogio de Gayo y condenación de Diotrefes, 3-12.

3 Mucho me alegraré con la venida de los hermanos y con el testimonio de tu verdad, es decir, de cómo andas en la verdad. 4 No hay para mí mayor alegría que oír de mis hijos que andan en la verdad. 5 Carísimo, bien haces en todo lo que practicas con los hermanos y aun con los peregrinos; 6 ellos hicieron el elogio de tu caridad en presencia de la iglesia. Muy bien harás en proveerlos para su viaje de manera digna de Dios, 7 pues por el nombre partieron sin recibir nada de los gentiles. 8 Por tanto, debemos nosotros acogerlos para ser cooperadores de la verdad, 9 He escrito a la iglesia; pero Diotrefes, que ambiciona la primacía entre ellos, no nos recibe. 10 Por esto, si voy allá, le recordaré las malas obras que hace, diciendo desvergonzadamente contra nosotros cosas falsas. No contento con esto, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohibe y los echa de la iglesia. 11 Carísimo, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien, es de Dios; el que obra el mal, no ha visto a Dios. 12 De Demetrio todos dan testimonio, y lo da la misma verdad, y nosotros mismos damos testimonio, y tú sabes que nuestro testimonio es verdadero*

 

La fe de Gayo era viva, operosa, acompañada de la práctica de la virtud de la caridad. Su generosidad había sido proclamada ante el apóstol por los misioneros itinerantes, que habían pasado predicando por la comunidad a la que pertenecía Gayo (v.3). Habían narrado al apóstol que Gayo andaba en la verdad. Expresión que significa que Gayo posee la verdadera doctrina y la realiza en su vida. El cristiano camina en la verdad cuando profesa la doctrina ortodoxa y practica la caridad. El apóstol ha experimentado una gran alegría al oír tales noticias, pues no hay para un padre mayor alegría que oír de sus hijos que caminan en la verdad (v-4). San Juan emplea la expresión hijos para designar a todos los cristianos de las iglesias a las cuales se dirige 3. También San Pablo llamaba a Onésimo su hijo, porque lo había engendrado en la fe y tal vez lo había bautizado 4.

San Juan elogia la conducta de Gayo para con los hermanos itinerantes y forasteros (v.5). Porque, a pesar de ser desconocidos para él y de no pertenecer a su iglesia, sin embargo, los ha tratado con suma caridad y generosidad. Su proceder contrasta con el egoísmo y la poca generosidad de Diotrefes. Su comportamiento es un bello testimonio de la hospitalidad cristiana primitiva 4b.

Los misioneros han dado públicamente testimonio de la caridad de Gayo en presencia de la iglesia (v.6), o sea, durante una reunión de la comunidad, en la cual habían dado cuenta de su peregrinación apostólica, como hacían Bernabé y Pablo 5. Los misioneros itinerantes han visto que la generosidad de Gayo para con ellos procedía del amor divino que ardía en su alma. Gayo caminaba por la vía de la verdad porque su conducta manifestaba una verdadera caridad6. El amor se manifiesta con las obras. Y Gayo había atendido con premura y desvelo a los misioneros, dándoles alimentos, albergue y todo lo necesario para el viaje.

Después de elogiarlo, San Juan pide a Gayo que continúe ejerciendo su generosa caridad. De nuevo los hermanos van a pasar por el lugar donde habita Gayo, y el apóstol le pide que atienda a las necesidades de los viajeros y les provea de víveres para el viaje7. Los obreros evangélicos tienen derecho a su salario, como lo proclama el mismo Cristo 8, lo recuerda San Pablo 9 y la Iglesia primitiva lo exigía de sus fieles 10.

En el v.7 San Juan explica por qué ha de proveer generosamente a los misioneros. Los hermanos partieron por el nombre sin recibir nada de los gentiles. La expresión, un tanto misteriosa: partieron, salieron por el nombre, hay que entenderla a la luz de la costumbre judaica de no pronunciar el nombre sagrado de Dios. Llevados de la suma reverencia que profesaban al nombre de Yahvé, lo sustituían con otra expresión como el nombre, el cielo, la gloria, etc. Para los cristianos, el nombre no designa únicamente a Dios, sino también, y de una manera especial, a Dios hecho hombre, a Jesucristo, Hijo de Dios n. En el Nuevo Testamento, el nombre de Jesús está por encima de todo nombre 12, y los apóstoles llegan hasta sufrir azotes por amor de este nombre 13. En la segunda generación cristiana, los misioneros salían también, a imitación de los apóstoles, a predicar la palabra de Dios. Y debían ser recibidos como el Señor, pues eran enviados de los apóstoles y de las iglesias. Esos misioneros viajaban sin aceptar nada de los paganos, cumpliendo a la letra la recomendación del Señor: "Gratis lo recibisteis, dadlo gratis"14. También San Pablo y los demás apóstoles cumplían el mandato del Señor, no exigiendo nada por su predicación 15. Así podían anunciar más libremente y sin sospecha de lucro la palabra de Dios.

Por eso, San Juan, hablando en nombre de toda la Iglesia, se coloca él mismo entre los que tienen la obligación de acoger a los predicadores de la verdad: Debemos nosotros acogerlos para ser cooperadores de la verdad (v.8). El deber de predicar el Evangelio obliga a todos los cristianos. Por consiguiente, los que no puedan cumplir ese deber personalmente han de ayudar al misionero en sus necesidades especialmente materiales. En todas las épocas, los verdaderos cristianos han sentido la necesidad de la cooperación misionera, como se puede ver en nuestros días por las publicaciones anuales de Propaganda Fide y de los institutos misioneros 16. Jesucristo había prometido recompensas especiales a los que acojan y ayuden a sus enviados 17.

En la iglesia a la que pertenecía Gayo hay una gran sombra, que parece oscurecer un tanto los actos virtuosos de Gayo y de los demás fieles. Diotrefes, el obispo de aquella iglesia, no cumple con los deberes de caridad y hospitalidad para con los misioneros itinerantes. Debía de ser un hombre ambicioso, muy pagado de su autoridad y que no hacía caso de las advertencias del apóstol, pues éste le había escrito ya una carta, que no había hecho efecto alguno sobre el jefe de la comunidad. Hay bastantes autores que piensan que la carta aludida era la 2 Jn 18. Otros, por el contrario, creen que la carta a la cual se refiere el apóstol contendría reproches contra el jefe de la comunidad cristiana. Sería parecida a las que se leen en el Apocalipsis (2-3), si es que no era una de ellas 19. De Diotrefes sólo sabemos lo que nos dice San Juan. Era un hombre que ambicionaba el primer puesto entre los miembros de la iglesia. El apóstol le debió de escribir para recomendarle los misioneros, pero no había hecho caso alguno de la carta. Diotrefes se debía de oponer a mantener los misioneros ambulantes enviados por San Juan (v.9). Además, llegaba hasta prohibir que se les diese hospitalidad; siendo la hospitalidad una cualidad requerida para llegar a ser obispo 20. Y llevó su oposición hasta arrojar de la iglesia a los que, como Gayo, los recibían en su casa. Se trata, por consiguiente, de un pastor ambicioso y egoísta, que se oponía al anciano apóstol, el cual le amenaza con una pública amonestación si le obliga a trasladarse allá. El apóstol no cede ante la rebelión de un subordinado. Si es necesario, irá en persona para denunciar ante la comunidad las malas obras y palabras de Diotrefes e imponer las sanciones convenientes (v.10). Parece que dicho personaje intrigaba, escarnecía (φλυαρεΐν) al apσstol San Juan, hablando en contra de él a causa de su manera de proceder en los problemas misionales. No contento con esto, se negó a recibir y ayudar a los misioneros, a lo que estaba obligado por su puesto de obispo. Se oponía de este modo al mandato del Señor de "amarse los unos a los otros"21. E incluso impidió la práctica de la hospitalidad a otros cristianos que deseaban recibir a los misioneros en sus casas. Y a los que, a pesar de todo, los recibieron, los expulsó de la iglesia. Este acto de echarlos de la iglesia no parece implicar una excomunión en sentido moderno, sino que posiblemente les impedía la asistencia a las reuniones y asambleas de la comunidad.

Un tal ejemplo podía producir mucho daño viniendo del jefe de una comunidad. Por eso, San Juan exhorta a Gayo y a todos los buenos cristianos a seguir lo bueno y a no imitar lo malo, aunque sea practicado por alguien que tenga autoridad. Porque el que obra el bien es de Dios, es decir, posee en sí un germen divino, la gracia, y después la vida eterna. En cambio, el que obra el mal no ha visto a Dios (v.11), no lo ha conocido22, no vive en comunión vital con El 23. Los árboles se conocen por sus frutos; y del mismo modo los hijos de Dios y los del demonio se reconocen por sus obras buenas o malas 24. Estas mismas ideas teológico-morales se encuentran en la 1 Jn 25.

En contraste con la imagen sombría de Diotrefes aparece la simpática figura de Demetrio, que debía de ser uno de los misioneros itinerantes, tal vez el jefe de todo un grupo, o bien el portador de la carta. De todas formas era un hombre de confianza del apóstol, como se ve por las alabanzas que le dedica. San Juan dice a Gayo que de Demetrio todos dan buen testimonio, y lo da la misma verdad (v.12), es decir, Dios, que se ha manifestado en Jesucristo, y el Espíritu Santo, mediante sus carismas. Otros autores, como J. Chaine 26, creen que verdad aquí es la conformidad de la vida con los mandamientos y la doctrina de Cristo. La verdad atestigua en favor de Demetrio en el sentido de que basta contemplar su conducta intachable para ver que marcha por el buen camino. Como confirmación de los testimonios anteriores, San Juan añade el suyo propio. El apóstol predilecto gusta de apelar a la veracidad de su testimonio en los momentos más importantes de sus escritos 27. El testimonio del viejo apóstol debía de ser de gran peso en toda la Iglesia.

 

Epílogo, 13-15.

13 Muchas cosas tendría que escribirte, pero no quiero hacerlo con tinta y cálamo; 14 espero verte pronto, y hablaremos cara a cara.15 La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los amigos en particular.

 

La conclusión de esta epístola es muy parecida a la de la 2 Jn, lo que indica que ambas salieron de la misma mano. El apóstol afirma que muchas cosas tendrá todavía que decirle, pero como espera ver a Gayo muy pronto, entonces podrán tratar los asuntos ampliamente (v.13-14). El viaje al que alude el apóstol no sabemos si fue un viaje especial para reducir al rebelde Diotrefes o bien un viaje misionero por diversas iglesias del Asia Menor.

A la manera oriental, San Juan le desea la paz, pero una paz que implica un don que el mundo no puede dar y que proviene de la amistad y comunión con Dios 28. La expresión la paz sea contigo era el saludo propio de los judíos. Aquí, sin embargo, está ya lleno de un profundo significado cristiano. Jesucristo resucitado también saludaba a sus discípulos con la paz 29. Y en la última cena, al despedirse de sus discípulos en el cenáculo, les decía: "La paz os dejo, mi paz os doy." 30

Como la carta no va dirigida a una comunidad, los saludos son personales. Gayo es encargado de transmitir los saludos del apóstol a los que reconocen su autoridad. Diotrefes no le hubiera permitido dirigirse a toda la comunidad en nombre de Juan, ni siquiera leer su carta en presencia de la iglesia reunida. Por eso, le ruega que salude a todos los amigos nominalmente, en particular.

 

1 Cf. Rom 16:23. Cf. Act 19:29; 20:4; — 2 1 Cor 1:14; Rom 16:23. — 3 Cf. 1 Jn 2:1.12.28; 3:7-18; 4:4; 1:21;2 Jn 1:4. — 4 Flm 10; cf. 1 Cor 4:15. — 4b Para los cristianos era necesario hospedarse entre sus hermanos, como ha demostrado T. kleberg, Hotels, restaurants et cabarets dans VAntiquité romaine (Upsala 1957)· Cf. C. W. firebaugh, The Inns ofGreece and Rome (Chicago 1928). — 5 Act 14:27; 15:4; 21,18s. El término εκκλησία empleado aquν por San Juan conserva su sentido etimológico de asamblea, reunión (1 Cor 14:19; Heb 2:12). San Juan la emplea solamente en su tercera epístola (v.6.9.10) y en el Apocalipsis. También San Pablo emplea con frecuencia el término εκκλησία para designar a una comunidad local. Cf. A. wikenhauser, Die Kirche ais der Mystische Leib Christi nach dem Apostel Paulus (Mόnster 1937)· — 6 Cf. 2 Jni; 3 Jn 1-3. — 7 Cf. Act 15:3; 1 Cor 16:6.11; 2 Cor 1:16; Tit3,13. — 8 Lc 10:7-8. — 9 1 Cor 9:5-18; 1 Tim 5:18. — 10 Didajé 11:6; 13:1-14 — 11 Cf. 1 Jn2:12; Sant2:7. — 12 Fil2:9. — 13 Act 5:41. — 14 Mt 10:8. — 15 1 Tes 2:9; 2 Tes 3:8; 1 Cor 9:15-18; 2 Cor 11:9; 12:14. Cf. Didajé 11:6. — 16 Cf. J. Schmidlin, Storia deile missioni cattoliche, trad. italiana (Milán 1943). — 17 Mt 10:40.42; Act 20:35. — 18 Cf. B. Bresky, Das Verhaltnis des zweiten Johannesbriefes zum dritten (Münster 1906); H. Wendt, Zum zweiten und dritten Johannesbriefes: ZNTW 23 (1924) 18-27; de Ambroggi, o.c. p.aSy. También hay otros autores, como Meinertz, Cornely-Merk, Hopfl-Gut, que piensan lo mismo. — 19 Cf. A. Charue, o.c. p.s63s; J. Chaine, o.c. ρ.255§. — 20 Cf. 1 Tim 3:2; Tit 1:8. — 21 Jn 13:34-35; cf. 1 Jn 2:9; 3:11: 4:11; 2 Jn 5. — 22 Cf. 1 Jn 3:6. — 23 l Jn 3:10; 4:4; 5:19 — 24 Mt 7:17-18; Lc 3:9; 6:44. — 25 1 Jn 2:3.29; 3:1-10; 4:6-10; 5:19. — 26 O.c. q.259. — 27 Cf. Jn 19:35; 21:24. — 28 Jn 14:27; 20:19.21.26; 2 Jn 3. — 29 Jn 20:19-26. — 30 Jn 14:27.