JMJ Sydney 2008
Desde el cenáculo de Sídney (4)
Escrito por Jesús de las Heras
Director de ECCLESIA
lunes, 14 de julio de 2008
UNA GRAN CATEQUESIS SOBRE EL ESPIRITU SANTO
“El hilo
conductor de la preparación espiritual para el Encuentro –escribía Benedicto XVI-
es el Espíritu Santo y la misión. En 2006 nos habíamos detenido a meditar sobre
el Espíritu Santo como Espíritu de verdad, en 2007 quisimos descubrirlo más
profundamente como Espíritu de amor para encaminarnos después hacia la Jornada
Mundial de la Juventud 2008 reflexionando sobre el Espíritu de fortaleza y de
testimonio que nos da el valor de vivir la Evangelio y la audacia de
proclamarlo”.
De este modo explica el Papa el itinerario espiritual, pastoral y catequético previo a la JMJ y para su misma celebración. Asimismo el Santo Padre marcaba como cinco grandes objetivos:
1.-
Reconocer la verdadera identidad, escuchando sobre todo la Palabra de Dios.
2.- Tomar
una lúcida conciencia de su presencia viva y constante en la vida de la Iglesia.
3.-
Redescubrir que el Espíritu Santo es el alma viva, el respiro vital de la propia
vida cristiana, gracias a los sacramentos de la iniciación cristiana.
4.-
Capacitarse para una compresión cada vez más madura, más profunda y gozosa de
Jesucristo.
5.- Hacer
una aplicación eficaz del Evangelio en el alba del tercer milenio.
¿Quién y qué
hace el Espíritu Santo?
“Recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos” es el lema de
la convocatoria, de la fiesta, de la celebración y de la evangelización de la
JMJ Sídney 2008. Benedicto XVI escribió ya el año pasado un espléndido mensaje
para la ocasión. Se trata de una extraordinaria catequesis sobre el Espíritu
Santo, alma de la Iglesia, principio de comunión, maestro interior y artífice y
“protagonista” de la evangelización.
Y es que de esto se trata, de
esto tratan y para esto fueron instituidas por Juan Pablo II las JMJ: para
servir a la evangelización, para remover y renovar a los jóvenes y a todos los
miembros de la Iglesia a tomar conciencia clara, decidida y convincente de que
la identidad y la misión del seguidor de Jesús es ser testigo suyo. Es
invocar un nuevo Pentecostés sobre el mundo. Porque “solo Cristo puede colmar
las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre; solo El es capaz de
humanizar la humanidad y conducirla a su divinización”. Y para ello necesitamos
al Espíritu Santo ya que “quien se deja guiar por El comprende que ponerse al
servicio del Evangelio no es una opción facultativa”, sino una necesidad vital.
Anunciar a Jesucristo y a su
Evangelio es tarea hoy más apremiante que nunca para lo que “se necesitan
discípulos de Cristo que no escatimen tiempo ni energía”. Y privilegiados y bien
aptos discípulos suyos han de ser los jóvenes, máxime cuando se observan tantos
síntomas de agotamiento y hasta de infecundidad – de “indudable dificultad”
escribe literalmente el Papa en su mensaje- entre los adultos para acometer esta
tarea. Por ello, la Iglesia, que confía en los jóvenes, necesita a los jóvenes
y, con palabras de Benedicto XVI, les pide: “estad listos a poner en juego
vuestra vida para iluminar al mudo con la verdad de Cristo; para responder con
amor al odio y al desprecio de la vida; para proclamar la esperanza de Cristo
resucitado en cada rincón de la tierra”. Y esto, ante todo y sobre todo., son
las JMJ. Y esto es el cenáculo de Sídney 2008.
La Palabra de Dios, la
eclesialidad y la iniciación cristiana
La Palabra de Dios, la
eclesialidad y la revitalización de la iniciación cristiana son, a la luz del
misterio y de la gracia del Espíritu Santo, los medios y los caminos que el Papa
propone a los jóvenes y a toda la Iglesia para hacer de Sídney un cenáculo e
invocar desde él el tan necesario nuevo Pentecostés sobre la humanidad.
La XXIII JMJ Sídney 2008 ha
llegado en los albores del Año Jubilar Paulino y en las vísperas del Sínodo de
los Obispos sobre la Palabra de Dios. Sídney 2008, ya desde su preparación, ha
sido y quiere ser un espacio abierto y un altavoz para la escucha atenta de la
Palabra de Dios. Es mediante la Palabra de Dios como conocemos al Espíritu Santo
y lo descubrimos como el principio y motor de la vida y de la misión de la
Iglesia. Sídney habrá sido un cenáculo, habrá sido un nuevo Pentecostés si h
sido escuela y oratorio de la Palabra de Dios. Sídney y todos los “Sídney”
virtuales -Lourdes, Madrid, Silos, Javier, Santiago, El Rocío…- porque la XXIII
JMJ Sídney 2008 es todo lugar y todo corazón de la Iglesia y de la tierra.
Desde la Palabra de Dios, el
Espíritu Santo nos introducirá en la comunión de la Iglesia, en el gozo y en la
responsabilidad de la pertenencia y de la corresponsabilidad eclesial,
sacramento universal de salvación, prolongación de la Buena Nueva de Jesucristo,
permanente cenáculo para la vida del mundo. No es posible la evangelización sin
el Espíritu y desde fuera o desde lejos de la Iglesia. “La fecundidad apostólica
y misionera no es el resultado de programas y métodos pastorales sabiamente
elaborados y eficientes, sino el fruto de la oración comunitaria incesante”,
escribía Pablo VI. La eficacia de la misión pasa por la unidad y la comunión.
La misión
evangelizadora de la Iglesia pasa también por la renovación y la potenciación de
la pastoral de los sacramentos de la iniciación cristiana, renovando nuestro
Bautismo y su profesión de fe y compromisos de vida y muy singularmente
revitalizando el sacramento de la Confirmación. Y también, por
supuesto, viviendo de la Eucaristía, “Pentecostés perpetuo”. “Queridos jóvenes
–dijo el Papa-: si participáis frecuentemente de la Eucaristía, si consagráis un
poco de vuestro tiempo a la adoración del Santísimo Sacramento, a la Fuente del
amor que es la Eucaristía, os llegará esta gozosa determinación de dedicar la
vida a seguir las pautas del Evangelio”.