Mensaje del Papa Benedicto XVI para laXLIII Jornada Mundial de las
Comunicaciones sociales
"Nuevas tecnologías, nuevas relaciones.
Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad."
24 de mayo de 2009
Queridos hermanos y hermanas:
Ante la proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, me es
grato dirigirme a vosotros para exponeros algunas de mis reflexiones sobre el
tema elegido este año: Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una
cultura de respeto, de diálogo y amistad. En efecto, las nuevas tecnologías
digitales están provocando hondas transformaciones en los modelos de
comunicación y en las relaciones humanas. Estos cambios resaltan más aún entre
los jóvenes que han crecido en estrecho contacto con estas nuevas técnicas de
comunicación y que, por tanto, se sienten a gusto en el mundo digital, que
resulta sin embargo menos familiar a muchos de nosotros, adultos, que hemos
debido empezar a entenderlo y apreciar las oportunidades que ofrece para la
comunicación. En el mensaje de este año, pienso particularmente en quienes
forman parte de la llamada generación digital. Quisiera compartir con ellos
algunas ideas sobre el extraordinario potencial de las nuevas tecnologías,
cuando se usan para favorecer la comprensión y la solidaridad humana. Estas
tecnologías son un verdadero don para la humanidad y por ello debemos hacer que
sus ventajas se pongan al servicio de todos los seres humanos y de todas las
comunidades, sobre todo de los más necesitados y vulnerables.
El fácil acceso a teléfonos móviles y computadoras, unido a la dimensión global
y a la presencia capilar de Internet, han multiplicado los medios para enviar
instantáneamente palabras e imágenes a grandes distanc ias y hasta los lugares
más remotos del mundo. Esta posibilidad era impensable para las precedentes
generaciones. Los jóvenes especialmente se han dado cuenta del enorme potencial
de los nuevos medios para facilitar la conexión, la comunicación y la
comprensión entre las personas y las comunidades, y los utilizan para estar en
contacto con sus amigos, para encontrar nuevas amistades, para crear comunidades
y redes, para buscar información y noticias, para compartir sus ideas y
opiniones. De esta nueva cultura de comunicación se derivan muchos beneficios:
las familias pueden permanecer en contacto aunque sus miembros estén muy lejos
unos de otros; los estudiantes e investigadores tienen acceso más fácil e
inmediato a documentos, fuentes y descubrimientos científicos, y pueden así
trabajar en equipo desde diversos lugares; además, la naturaleza interactiva de
los nuevos medios facilita formas más dinámicas de aprendizaje y de comunicación
que contribuyen al progreso social.
Aunque nos asombra la velocidad con que han evolucionado las nuevas tecnologías
en cuanto a su fiabilidad y eficiencia, no debería de sorprendernos su
popularidad entre los usuarios, pues ésta responde al deseo fundamental de las
personas de entrar en relación unas con otras. Este anhelo de comunicación y
amistad tiene su raíz en nuestra propia naturaleza humana y no puede
comprenderse adecuadamente sólo como una respuesta a las innovaciones
tecnológicas. A la luz del mensaje bíblico, ha de entenderse como reflejo de
nuestra participación en el amor comunicativo y unificador de Dios, que quiere
hacer de toda la humanidad una sola familia. Cuando sentimos la necesidad de
acercarnos a otras personas, cuando deseamos conocerlas mejor y darnos a
conocer, estamos respondiendo a la llamada divina, una llamada que está grabada
en nuestra naturaleza de seres creados a imagen y semejanza de Dios, el Dios de
la comunicación y de la comunión.
El deseo de estar en contacto y el inst into de comunicación, que parecen darse
por descontados en la cultura contemporánea, son en el fondo manifestaciones
modernas de la tendencia fundamental y constante del ser humano a ir más allá de
sí mismo para entrar en relación con los demás. En realidad, cuando nos abrimos
a los demás, realizamos una de nuestras más profundas aspiraciones y nos hacemos
más plenamente humanos. En efecto, amar es aquello para lo que hemos sido
concebidos por el Creador. Naturalmente, no hablo de relaciones pasajeras y
superficiales; hablo del verdadero amor, que es el centro de la enseñanza moral
de Jesús: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas", y "amarás a tu prójimo como a ti mismo"
(cf. Mc 12, 30-31). Con esta luz, al reflexionar sobre el significado de las
nuevas tecnologías, es importante considerar no sólo su indudable capacidad de
favorecer el contacto entre las personas, sino también la calidad de los
contenidos que se debe n poner en circulación. Deseo animar a todas las personas
de buena voluntad, y que trabajan en el mundo emergente de la comunicación
digital, para que se comprometan a promover una cultura de respeto, diálogo y
amistad.
Por lo tanto, quienes se ocupan del sector de la producción y difusión de
contenidos de los nuevos medios, han de comprometerse a respetar la dignidad y
el valor de la persona humana. Si las nuevas tecnologías deben servir para el
bien de los individuos y de la sociedad, quienes las usan deben evitar compartir
palabras e imágenes degradantes para el ser humano, y excluir por tanto lo que
alimenta el odio y la intolerancia, envilece la belleza y la intimidad de la
sexualidad humana, o lo que explota a los débiles e indefensos.
Las nuevas tecnologías han abierto también caminos para el diálogo entre
personas de diversos países, culturas y religiones. El nuevo espacio digital,
llamado ciberespacio, permite encontrarse y conocer los valores y tradi ciones
de otros. Sin embargo, para que esos encuentros den fruto, se requieren formas
honestas y correctas de expresión, además de una escucha atenta y respetuosa. El
diálogo debe estar basado en una búsqueda sincera y recíproca de la verdad, para
potenciar el desarrollo en la comprensión y la tolerancia. La vida no es una
simple sucesión de hechos y experiencias; es más bien la búsqueda de la verdad,
del bien, de la belleza. A dichos fines se encaminan nuestras decisiones y el
ejercicio de nuestra libertad, y en ellos —la verdad, el bien y la belleza—
encontramos felicidad y alegría. No hay que dejarse engañar por quienes tan sólo
van en busca de consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas,
donde la elección misma se presenta como el bien, la novedad se confunde con la
belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.
El concepto de amistad ha tenido un nuevo auge en el vocabulario de las redes
sociales digitales que han surgido en los últimos años . Este concepto es una de
las más nobles conquistas de la cultura humana. En nuestras amistades, y a
través de ellas, crecemos y nos desarrollamos como seres humanos. Precisamente
por eso, siempre se ha considerado la verdadera amistad como una de las riquezas
más grandes que puede tener el ser humano. Por tanto, se ha de tener cuidado de
no banalizar el concepto y la experiencia de la amistad. Sería una pena que
nuestro deseo de establecer y desarrollar las amistades on line fuera en
deterioro de nuestra disponibilidad para la familia, los vecinos y quienes
encontramos en nuestra realidad cotidiana, en el lugar de trabajo, en la escuela
o en el tiempo libre. En efecto, cuando el deseo de conexión virtual se
convierte en obsesivo, la consecuencia es que la persona se aísla,
interrumpiendo su interacción social real. Esto termina por alterar también los
ritmos de reposo, de silencio y de reflexión necesarios para un sano desarrollo
humano.
La amistad es un gran bien para l as personas, pero se vaciaría de sentido si
fuese considerado como un fin en sí mismo. Los amigos deben sostenerse y
animarse mutuamente para desarrollar sus capacidades y talentos, y para poner
éstos al servicio de la comunidad humana. En este contexto es alentador ver
surgir nuevas redes digitales que tratan de promover la solidaridad humana, la
paz y la justicia, los derechos humanos, el respeto por la vida y el bien de la
creación. Estas redes pueden facilitar formas de cooperación entre pueblos de
diversos contextos geográficos y culturales, permitiéndoles profundizar en la
humanidad común y en el sentido de corresponsabilidad para el bien de todos.
Pero se ha de procurar que el mundo digital en el que se crean esas redes sea
realmente accesible a todos. Sería un grave daño para el futuro de la humanidad
si los nuevos instrumentos de comunicación, que permiten compartir saber e
información de modo más veloz y eficaz, no fueran accesibles a quienes ya están
social y económicament e marginados, o si contribuyeran tan sólo a acrecentar la
distancia que separa a los pobres de las nuevas redes que se desarrollan al
servicio de la información y la socialización humana.
Quisiera concluir este mensaje dirigiéndome de manera especial a los jóvenes
católicos, para exhortarlos a llevar al mundo digital el testimonio de su fe.
Amigos, sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente
comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida. En
los primeros tiempos de la Iglesia, los Apóstoles y sus discípulos llevaron la
Buena Noticia de Jesús al mundo grecorromano. Así como entonces la
evangelización, para dar fruto, tuvo necesidad de una atenta comprensión de la
cultura y de las costumbres de aquellos pueblos paganos, con el fin de tocar su
mente y su corazón, así también ahora el anuncio de Cristo en el mundo de las
nuevas tecnologías requiere conocer éstas en profundidad para usarlas después de
manera adecuada. A voso tros, jóvenes, que casi espontáneamente os sentís en
sintonía con estos nuevos medios de comunicación, os corresponde de manera
particular la tarea de evangelizar este "continente digital". Haceos cargo con
entusiasmo del anuncio del Evangelio a vuestros coetáneos. Vosotros conocéis sus
temores y sus esperanzas, sus entusiasmos y sus desilusiones. El don más valioso
que les podéis ofrecer es compartir con ellos la "buena noticia" de un Dios que
se hizo hombre, padeció, murió y resucitó para salvar a la humanidad. El corazón
humano anhela un mundo en el que reine el amor, donde los bienes sean
compartidos, donde se edifique la unidad, donde la libertad encuentre su propio
sentido en la verdad y donde la identidad de cada uno se logre en una comunión
respetuosa. La fe puede dar respuesta a estas aspiraciones: ¡sed sus mensajeros!
El Papa está junto a vosotros con su oración y con su bendición.
Vaticano, 24 de enero 2009, Fiesta de San Francisco de Sales.