Consejos del Papa a los jóvenes para que conozcan a Cristo
Mensaje a la jornada nacional de la juventud católica de Holanda
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 13 enero 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos el mensaje que dirigió Benedicto XVI a los jóvenes de Holanda con
ocasión de la primera Jornada Nacional de los Jóvenes Católicos.
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Queridos jóvenes amigos:
Deseo enviaros mi cordial saludo a todos vosotros, reunidos en Nieuwegein para
la primera Jornada nacional de los jóvenes católicos de Holanda. Saludo al
cardenal Adrianus Simonis, arzobispo de Utrecht y presidente de la Conferencia
episcopal, y a todos los obispos holandeses, expresando mi profundo aprecio por
la realización de esta feliz iniciativa. Asimismo, deseo dar las gracias al "Werkgroep
Katholieke Jongeren" por el esfuerzo realizado durante estos años, y a los
sacerdotes y laicos comprometidos en la pastoral juvenil, que os acompañan en
vuestra reflexión. A través de este mensaje, queridos jóvenes, deseo hacerme
presente espiritualmente en medio de vosotros y aseguraros que os acompaño en la
oración. Sé que muchos de vosotros habéis participado en el encuentro mundial de
Colonia, y es para mí motivo de gran alegría el hecho de que ahora queráis
proseguir la experiencia iniciada con la Jornada mundial de la juventud,
facilitando la participación de otros coetáneos vuestros que no tuvieron la
posibilidad de asistir.
Celebrar la jornada de hoy por invitación de vuestros obispos es un signo muy
hermoso para la sociedad holandesa: muestra que no tenéis miedo de proclamar que
sois cristianos y queréis testimoniarlo abiertamente.
En efecto, la razón más profunda de vuestra reunión es encontraros con nuestro
Señor Jesucristo. Así fue para los que participaron en la reciente Jornada
mundial de la juventud, que tuvo por tema: "Hemos venido a adorarlo" (Mt 2, 2).
Tras las huellas de los Magos, animados por el anhelo de averiguar la verdad,
jóvenes de todos los rincones de la tierra se dieron cita en Colonia para buscar
y adorar al Dios hecho hombre, y después, transformados por el encuentro con él
e iluminados por su presencia, volvieron a su país, como los Magos, "por otro
camino" (cf. Mt 2, 12). Así también vosotros volvisteis a Holanda deseosos de
comunicar a todos la riqueza de la experiencia vivida, y hoy queréis compartirla
con vuestros coetáneos.
Queridos amigos, Jesús es vuestro verdadero amigo y Señor; entablad una relación
de verdadera amistad con él.
Él os espera y sólo en él encontraréis la felicidad. ¡Cuán fácil es contentarse
con los placeres superficiales que nos ofrece la existencia diaria! ¡Cuán fácil
es vivir sólo para sí mismos, gozando aparentemente de la vida! Pero antes o
después nos damos cuenta de que no se trata de verdadera felicidad, porque esta
es mucho más profunda: sólo la encontramos en Jesús. Como dije en Colonia, "la
felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho de saborear, tiene un
nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret" (Discurso durante la fiesta de
acogida de los jóvenes, en un barco sobre el Rhin, 18 de agosto de 2005:
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 26 de agosto, p. 4).
Por eso os invito a buscar cada día al Señor, que sólo desea que seáis realmente
felices. Entablad con él una relación intensa y constante en la oración y, en la
medida de vuestras posibilidades, encontrad momentos propicios en vuestra
jornada para permanecer exclusivamente en su compañía. Si no sabéis cómo rezar,
pedid que sea él mismo quien os lo enseñe e implorad a su Madre celestial que
ore con vosotros y por vosotros. El rezo del rosario puede ayudaros a aprender
el arte de la oración con la sencillez y la profundidad de María. Es importante
que en el centro de vuestra vida esté la participación en la Eucaristía, en la
que Jesús se entrega a sí mismo por nosotros. Él, que murió por los pecados de
todos, desea entrar en comunión con cada uno de vosotros, llama a la puerta de
vuestro corazón para daros su gracia. Id a su encuentro en la santa Eucaristía,
id a adorarlo en las iglesias y permaneced arrodillados ante el Sagrario: Jesús
os colmará de su amor y os manifestará los sentimientos de su Corazón. Si os
ponéis a la escucha, experimentaréis de modo cada vez más profundo la alegría de
formar parte de su Cuerpo místico, la Iglesia, que es la familia de sus
discípulos congregados por el vínculo de la unidad y del amor. Además, como dice
el apóstol san Pablo, aprended a dejaros reconciliar con Dios (cf. 2 Co 5, 20).
Jesús os espera especialmente en el sacramento de la Reconciliación para
perdonar vuestros pecados y reconciliaros con su amor a través del ministerio
del sacerdote. Confesando con humildad y verdad vuestros pecados, recibiréis el
perdón de Dios mismo mediante las palabras de su ministro. ¡Qué gran oportunidad
nos ha dado el Señor con este sacramento para renovarnos interiormente y
progresar en nuestra vida cristiana! Os recomiendo que hagáis constantemente
buen uso de él.
Queridos amigos, como os decía antes, si seguís a Jesús jamás os sentiréis
solos, porque formáis parte de la Iglesia, que es una gran familia, en la que
podéis crecer en la amistad verdadera con numerosos hermanos y hermanas en la
fe, esparcidos por todo el mundo. Jesús os necesita para "renovar" la sociedad
actual. Esforzaos por crecer en el conocimiento de la fe, para ser sus testigos
auténticos. Dedicaos a comprender cada vez mejor la doctrina católica: aunque a
veces al mirarla con los ojos del mundo pueda parecer un mensaje difícil de
aceptar, en ella está la respuesta satisfactoria a vuestros interrogantes de
fondo. Tened confianza en los pastores que os guían, obispos y sacerdotes;
insertaos activamente en las parroquias, en los movimientos, en las asociaciones
y comunidades eclesiales, para experimentar juntos la alegría de ser seguidores
de Cristo, que anuncia y da la verdad y el amor. Y precisamente impulsados por
su verdad y su amor, junto con los demás jóvenes que buscan el sentido verdadero
de la vida, podréis construir un futuro mejor para todos.
Queridos amigos, estoy cerca de vosotros con la oración, para que acojáis
generosamente la llamada del Señor, que os presenta grandes ideales, capaces de
hacer hermosa vuestra vida y llenarla de alegría. Estad seguros de que sólo
respondiendo positivamente a su llamada, por exigente que os pueda parecer, es
posible encontrar la felicidad y la paz del corazón. Que en este itinerario de
compromiso cristiano os acompañe la Virgen María y os ayude en todos vuestros
buenos propósitos. Con estos sentimientos, os imparto de corazón una especial
bendición apostólica a todos los que os halláis reunidos en Nieuwegein, así como
a los que con amor y sabiduría os acompañan en vuestro camino de crecimiento
humano y espiritual.
Vaticano, 21 de noviembre de 2005
[Traducción distribuida por la Santa Sede]