Benedicto XVI presenta en el Domingo de Ramos la Cruz como el secreto del amor
CIUDAD DEL VATICANO,
domingo, 9 abril 2006 (ZENIT.org).- El
secreto de la vida y del amor está en la entrega de uno mismo, en última
instancia, en la Cruz de Cristo, afirmó Benedicto XVI en la misa del Domingo de
Ramos con la que comenzó la Semana Santa.
Ante decenas de miles de peregrinos que llenaban la plaza de San Pedro, en un
día soleado, el pontífice presentó en la homilía la felicidad traída por Jesús
al morir en la Cruz en contraposición con las promesas efímeras de poder de una
sociedad obsesionada por la riqueza.
«Hubo un período --y no quedado totalmente superado-- en el que se rechazaba el
cristianismo precisamente a causa de la Cruz», reconoció el pontífice en su
homilía.
«La Cruz habla de sacrificio, se decía, la Cruz es signo de negación de la vida
--añadió--. Nosotros, sin embargo, queremos la vida entera, sin restricciones y
sin renuncias. Queremos vivir, nada más que vivir».
Y haciéndose portavoz de un sentimiento dominante, subrayaba: «No nos dejamos
limitar por los preceptos y las prohibiciones --se decía y se sigue diciendo--;
queremos riqueza y plenitud».
«Todo esto parece convincente y seductor; es el lenguaje de la serpiente que nos
dice: "No os dejéis atemorizar! ¡Comed tranquilamente de todos los árboles del
jardín!"», reconoció el Papa.
Ahora bien, al entrar en Jerusalén a lomos de un asno, Jesús deja en el Domingo
de los Ramos un mensaje que va contra la corriente: «No alcanzamos la vida
apoderándonos de ella, sino dándola».
La celebración eucarística había comenzado con la bendición de las palmas y los
ramos de olivo que llevaban los peregrinos.
«El amor es la entrega de nosotros mismos y, por este motivo, es el camino de la
vida auténtica simbolizada por la Cruz», recalcó.
Por este motivo, al final de la entrega, una delegación de jóvenes alemanes
provenientes de Colonia, donde en agosto pasado se celebraron las Jornadas
Mundiales de la Juventud, entregó a un grupo de jóvenes australianos --las
Jornadas de julio de 2008 tendrán lugar en Sydney-- la Cruz que Juan Pablo II
confío a los jóvenes para que la llevaran en peregrinación por el mundo.
De este modo, explicó el Papa, comienza «de Colonia a Sydney, un camino a través
de los continentes y las culturas, un camino a través de un mundo lacerado y
atormentado por la violencia».
«Es el camino de quien, con el signo de la Cruz, nos entrega la paz y hace de
nosotros portadores de su paz», añadió.
Tras dar las gracias a los jóvenes que llevarán por los caminos del mundo esta
Cruz, «en la que casi podemos tocar el misterio de Jesús» el Papa pidió abrir
los corazones para que, «siguiendo su cruz, nos convirtamos en mensajeros de su
amor y de su paz».