CIUDAD DEL VATICANO, 13 MAY 2011 (VIS).-El Papa
recibió este mediodía a los participantes en el Encuentro promovido por el
Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre matrimonio y familia.
Al inicio del discurso, el Santo Padre recordó que
hace treinta años, el nuevo Beato Juan Pablo II fundó este Instituto y el
Pontificio Consejo para la Familia, y precisamente el 13 de mayo de hace también
treinta años "sufrió el terrible atentado en la Plaza de San Pedro".
Benedicto XVI indicó algunos puntos de reflexión a
los miembros del Instituto para "conjugar la teología del cuerpo con la teología
del amor y encontrar la unidad del camino del hombre".
Tras poner de relieve que "el cuerpo es el lugar
donde el espíritu puede habitar", el pontífice señaló que "a la luz de esto se
puede entender que nuestros cuerpos no son materia inerte, pesada, pero hablan
si sabemos escuchar, el lenguaje del amor verdadero".
"El cuerpo -explicó- nos habla de un origen que no
nos hemos conferido a nosotros mismos. (...) Sólo cuando reconoce el amor
originario que le ha dado la vida, el ser humano puede aceptarse a sí mismo,
puede reconciliarse con la naturaleza y con el mundo".
Refiriéndose a la creación de nuestros primeros
padres, el Papa afirmó que "los cuerpos de Adán y Eva, antes de la caída,
aparecen en perfecta armonía. En ellos hay un lenguaje que no han creado, un
eros enraizado en su naturaleza, que les invita a recibirse mutuamente por el
Creador, para poderse donar. (...) La unión en una sola carne se convierte
entonces en unión de toda la vida, hasta que el hombre y la mujer llegan a ser
un solo espíritu. (...) En este sentido -continuó-, la virtud de la castidad
recibe un nuevo sentido. No es un "no" a los placeres y a la alegría de la vida,
sino el gran "sí" al amor como comunicación profunda entre las personas, que
requiere tiempo y respeto, como camino juntos hacia la plenitud y como amor que
llega a ser capaz de generar vida y de acoger generosamente la vida nueva que
nace".
El Santo Padre indicó que "el cuerpo contiene
también un lenguaje negativo: nos habla de opresión del otro, del deseo de
poseer y de explotar. Sin embargo, sabemos que este lenguaje no pertenece al
plan original de Dios, sino que es fruto del pecado. Cuando se separa de su
sentido filial, de su conexión con el Creador, el cuerpo se rebela contra el
hombre, pierde su capacidad de mostrar la comunión y se convierte en terreno de
apropiación del otro. ¿No es este -preguntó- el drama de la sexualidad, que hoy
permanece encerrada en el círculo estrecho del propio cuerpo y en la emotividad,
pero que en realidad sólo se puede realizar en la llamada a algo más grande?".
"Dios ofrece al hombre un camino de redención del
cuerpo, cuyo lenguaje es preservado en la familia" y es en ella "donde se
entrelazan la teología del cuerpo y la teología del amor. Aquí se vive el don de
sí en una sola carne, en la caridad conyugal que une a los esposos. Aquí se
experimenta la fecundidad del amor y la vida se une a la de otras generaciones.
En la familia el hombre descubre su relacionalidad, no como un individuo
autónomo que se auto-realiza, sino como hijo, esposo, padre, cuya identidad se
basa en el ser llamado al amor, a recibirse de otros y a darse a los demás".
Benedicto XVI concluyó recordando que "Dios asumió el cuerpo y se reveló en él. (...) Como Hijo, recibió el cuerpo filial en la gratitud y en la escucha del Padre, y donó este cuerpo por nosotros, para generar así el cuerpo nuevo de la Iglesia".