Discurso de Benedicto XVI en CASTELLANO a los Salesianos
(Traduce Revista Ecclesia)

 

Escrito por Ecclesia Digital   

lunes, 31 de marzo de 2008

 

Reavivar la pasión apostólica


Discurso de Benedicto XVI
al XXVI Capítulo General de la
Sociedad Salesiana de San Juan Bosco
(31-03-2008)

 

Queridos miembros del Capítulo General de la Congregación Salesiana:

 

Me es cosa grata reunirme hoy con vosotros, cuando vuestros trabajos alcanzan ya su fase conclusiva. Agradezco ante todo al Rector Mayor, el padre Pascual Chávez Villanueva, los sentimientos que ha expresado en nombre de todos vosotros, confirmando la voluntad de la congregación de operar siempre con la Iglesia y por la Iglesia, en plena sintonía con el Sucesor de Pedro. También le doy las gracias por el generoso servicio desempeñado durante el sexenio pasado y le expreso mis mejores votos con vistas al cargo que acaba de serle renovado. Saludo también a los miembros del nuevo Consejo General, que ayudarán al Rector Mayor en su tarea de animación y de gobierno de toda vuestra congregación.

En el Mensaje que, al iniciarse vuestros trabajos, dirigí al Rector Mayor, y por mediación suya a los capitulares, expresé algunas expectativas que la Iglesia deposita en los salesianos, y formulé también algunas consideraciones con vistas al camino de vuestra congregación. Hoy quisiera recuperar y profundizar alguna de aquellas indicaciones, a la luz también de la labor que estáis desempeñando. Vuestro XXVI Capítulo General tiene lugar en un período de grandes cambios sociales, económicos, políticos; de complejos problemas éticos, culturales y medioambientales; de conflictos irresolutos entre etnias y naciones. En este tiempo nuestro existen, por otro lado, comunicaciones más intensas entre los pueblos, nuevas posibilidades de conocimiento y de diálogo y un debate más vibrante acerca de los valores espirituales que dan sentido a la existencia. En especial, el llamamiento que nos dirigen los jóvenes, principalmente con sus interrogantes sobre los problemas fundamentales, responde a los deseos intensos de vida plena, de amor auténtico, de libertad constructiva que abrigan. Se trata de situaciones que afectan profundamente a la Iglesia y a su capacidad de anunciar en la actualidad el Evangelio de Cristo con toda su carga de esperanza. Espero vivamente, por lo tanto, que toda la Congregación Salesiana, gracias también a los resultados de vuestro Capítulo General, pueda vivir con impulso y fervor renovados la misión para la que el Espíritu Santo, mediante la intervención maternal de María Auxiliadora, la ha suscitado en la Iglesia. Deseo hoy animaros a vosotros y a todos los salesianos a proseguir por el camino de esta misión permaneciendo plenamente fieles a vuestro carisma original, en el contexto del bicentenario del nacimiento de Don Bosco, ya inminente.

Con el tema «Da mihi animas, cetera tolle», vuestro Capítulo General se ha propuesto reavivar la pasión apostólica en todos los salesianos y en toda la congregación. Ello ayudará a caracterizar mejor el perfil del salesiano, de manera que éste tome cada vez mayor conciencia de su identidad de persona consagrada «para la gloria de Dios» y se vea cada vez más inflamado de afán pastoral «para la salvación de las almas». Quiso Don Bosco que la continuidad de su carisma en la Iglesia quedara asegurada gracias a la opción de la vida consagrada. Hoy también el movimiento salesiano podrá crecer en fidelidad carismática sólo si en su seno subsiste un núcleo fuerte y vital de personas consagradas. Por eso, y con vistas a consolidar la identidad de toda la congregación, vuestro primer compromiso estribará en reforzar la vocación de todo salesiano a vivir en plenitud la fidelidad a su llamada a la vida consagrada. Toda la congregación debe tender a ser continuamente «memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como Verbo encarnado ante el Padre y ante los hermanos» (Vita consecrata, n. 22: ECCLESIA 2.783-84 [1996/I], pág. 510). ¡Que Cristo sea el centro de vuestra vida! Hay que dejarse llevar por él y desde él caminar siempre. Todo lo demás ha de considerarse una «pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús», y todas las cosas deben ser tenidas por «basura para ganar a Cristo» (Flp 3, 8). De ahí nacen el amor ardiente al Señor Jesús, la aspiración a identificarse con él, asumiendo sus sentimientos y forma de vida; el abandono confiado en el Padre y la dedicación a la misión evangelizadora que deben caracterizar a todo salesiano, quien debe saberse elegido para seguir a Cristo obediente, pobre y casto, según las enseñanzas y los ejemplos de Don Bosco.

Por desgracia, el proceso de secularización, que avanza en la cultura contemporánea, ni siquiera respeta las comunidades de vida consagrada. Por ello hay que vigilar ante formas y estilos de vida que amenazan con debilitar el testimonio evangélico, inutilizar la acción pastoral y precarizar la respuesta vocacional. Por eso os pido que ayudéis a vuestros hermanos a custodiar y reavivar su fidelidad a la llamada. La oración que Jesús elevó al Padre antes de su Pasión para que cuidara en su nombre a todos los discípulos que le había dado y para que ninguno de ellos se perdiera (cf. Jn 17, 11-12), puede aplicarse concretamente a las vocaciones de especial consagración. He aquí por qué «la vida espiritual […] debe ocupar el primer lugar en el programa» de vuestra congregación (Vita consecrata, n. 93: ECCLESIA cit., pág. 538). ¡Que la Palabra de Dios y la liturgia sean las fuentes de la espiritualidad salesiana! Y que, en especial, la lectio divina, practicada a diario por todo salesiano, y la Eucaristía, celebrada cada día en comunidad, sean su alimento y sustento. De ahí nacerá la espiritualidad auténtica de la dedicación apostólica y de la comunión eclesial. La fidelidad al Evangelio vivido sine glossa y a vuestra Regla de vida, y particularmente un estilo de vida austero y una pobreza evangélica practicada de manera coherente; el amor fiel a la Iglesia y vuestra generosa entrega a los jóvenes, en especial a los más necesitados y desfavorecidos, serán garantía de prosperidad para vuestra congregación.

Don Bosco constituye un ejemplo señero de una vida inspirada toda ella por la pasión apostólica, vivida al servicio de la Iglesia en el seno de la congregación y de la familia salesiana. De San José Cafasso aprendió vuestro fundador a abrazar el lema «Da mihi animas, cetera tolle» como síntesis de un modelo de acción pastoral inspirado en la figura y en la espiritualidad de San Francisco de Sales. El horizonte en el que semejante modelo se sitúa es el de la primacía absoluta del amor de Dios, un amor capaz de forjar personalidades ardientes, deseosas de contribuir a la misión de Cristo para incendiar toda la tierra con el fuego de su amor (cf. Lc 12, 49). Junto con el ardor del amor de Dios, la otra característica del modelo salesiano es la conciencia del valor inestimable de las «almas». Esta percepción genera, por contraste, un sentido vivo del pecado y de sus devastadoras consecuencias en el tiempo y en la eternidad. El apóstol está llamado a colaborar en la acción redentora del Salvador para que nadie se pierda. «Salvar las almas» fue, pues, la única razón de ser de Don Bosco. El Beato Michele Rua, su primer sucesor, así sintetizó toda la vida de vuestro amado padre y fundador: «No dio paso, no pronunció palabra, no acometió empresa alguna que no tuviera como objetivo la salvación de la juventud […] En verdad, sólo le importaban las almas».

Hoy también urge alimentar esta pasión en el corazón de todo salesiano. Así no temerá penetrar con audacia en los ámbitos más difíciles de la acción evangelizadora a favor de los jóvenes, especialmente de los más pobres en lo material y en lo espiritual. Tendrá la paciencia y el valor de proponer a los jóvenes que vivan su misma totalidad de entrega en la vida consagrada. Tendrá el corazón abierto para individuar las nuevas necesidades de los jóvenes y para escuchar su invocación de ayuda, dejando en su caso a otros los campos de intervención pastoral que ya estuvieran consolidados. Con este fin, afrontará las exigencias integrales de la misión con una vida sencilla, pobre y austera, compartiendo las mismas condiciones de vida de los más pobres, y tendrá la alegría de dar más a quien en la vida menos haya recibido. Así, su pasión apostólica también se contagiará e implicará a otros. De ahí que el salesiano se convierta en promotor del sentido apostólico, ayudando ante todo a los jóvenes a conocer y a amar al Señor Jesús, a dejarse conquistar por él, a cultivar la tarea evangelizadora, a querer hacer el bien a sus coetáneos, a ser apóstoles entre otros jóvenes como lo fueron Santo Domingo Savio, la Beata Laura Vicuña, el Beato Zefirino Namuncurá y los cinco jóvenes beatos mártires del centro juvenil de Poznan. Queridos salesianos: Dedicaos a formar laicos con corazón apostólico, invitando a todos a caminar en esa santidad de vida que produce discípulos valientes y auténticos apóstoles.

En el Mensaje que he dirigido al Rector Mayor al iniciarse vuestro Capítulo General, he querido entregar idealmente a todos los salesianos la Carta que envié recientemente a los fieles de Roma, en la que se refleja la preocupación por la que he definido como una gran urgencia educativa. «Educar nunca ha sido fácil, y hoy parece volverse cada vez más difícil: de ahí que no pocos padres y docentes se vean tentados de renunciar a su tarea y ni siquiera logren entender ya cuál es realmente la misión que tienen encomendada. Y es que son demasiadas las incertidumbres y las dudas que circulan en nuestra sociedad y en nuestra cultura; demasiadas las imágenes distorsionadas que los medios de comunicación social vehiculan. De esta manera se vuelve difícil proponer a las nuevas generaciones algo válido y cierto, unas reglas de comportamiento y unos objetivos merecedores de que se les consagre la vida» (Discurso en la entrega a la diócesis de Roma de la «Carta sobre la tarea urgente de la educación», 23-2-08: ECCLESIA 3.405 [2008/I], pág. 397). En realidad, el aspecto más grave de la urgencia educativa es la sensación de desaliento que embarga a muchos educadores, particularmente padres y docentes, ante las dificultades a las que su misión se enfrenta hoy en día. Y esto es lo que escribía en la Carta citada: «Alma de la educación, como de la vida entera, sólo puede serlo una esperanza fiable. Hoy nuestra esperanza se ve asechada por muchos lados, y nosotros también corremos el peligro de convertirnos de nuevo, al igual que los antiguos paganos, en hombres “sin esperanza y sin Dios en el mundo”, como escribía el apóstol Pablo a los cristianos de Éfeso (Ef 2, 12). Precisamente de ahí nace lo que tal vez constituya la dificultad más profunda para una labor educativa auténtica: y es que en el origen de la crisis de la educación existe una crisis de confianza en la vida» que, en el fondo, no es sino desconfianza en el Dios que nos ha llamado a la vida (Carta a la diócesis y a la ciudad de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21-1-08: ECCLESIA 3.404 [2008/I], pág. 361). En la educación de los jóvenes resulta extremadamente importante que la familia sea un sujeto activo. Pero ésta encuentra a menudo dificultades a la hora de afrontar los desafíos de la educación; muchas veces es incapaz de ofrecer su aportación específica, cuando no brilla por su ausencia. La predilección y el compromiso por los jóvenes, que caracterizan el carisma de Don Bosco, deben traducirse en un compromiso análogo por la implicación y la formación de las familias. Por eso vuestra pastoral juvenil debe abrirse con decisión a la pastoral familiar. Cuidar de las familias no significa restar fuerzas al trabajo a favor de los jóvenes, antes al contrario, dar a éste mayor duración y eficacia. Por eso os animo a estudiar en profundidad las formas que puede adoptar este compromiso que ya habéis emprendido, lo que redundará en beneficio de la educación y evangelización de los jóvenes.

Ante tan numerosas tareas es menester que vuestra congregación asegure, particularmente a sus miembros, una formación sólida. La Iglesia necesita con urgencia personas de fe sólida y profunda, dotadas de una preparación cultural actualizada, una sensibilidad humana auténtica y un acusado sentido pastoral. Necesita personas consagradas que dediquen su vida a permanecer en esas fronteras. Sólo así será posible evangelizar eficazmente. Vuestra congregación deberá, pues, dedicarse a esta tarea formativa como a una prioridad. Deberá seguir formando con gran esmero a sus miembros sin conformarse con la mediocridad, superando las dificultades propias de la fragilidad vocaciones, favoreciendo un acompañamiento espiritual seguro y garantizando mediante una formación permanente la cualificación educativa y pastoral.

Concluyo dando gracias a Dios por la presencia de vuestro carisma al servicio de la Iglesia. Os animo a alcanzar las metas que vuestro Capítulo General propondrá a toda la congregación. Os aseguro mi oración por la realización de lo que el Espíritu querrá sugeriros por el bien de los jóvenes, de las familias y de todos los laicos que participan del espíritu y de la misión de Don Bosco. Con estos sentimientos imparto ahora a todos vosotros, como prenda de abundantes mercedes celestiales, la bendición apostólica.

 

(Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA.)