Benedicto XVI presenta a Judas
Iscariote
En la audiencia general de este miércoles
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 18 octubre 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI en la audiencia general
de este miércoles dedicada a presentar la figura de Judas Iscariote y Matías.
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Queridos hermanos y hermanas:
Al terminar de recorrer hoy la lista de los doce apóstoles llamados directamente
por Jesús durante su vida terrena, no podemos dejar de mencionar a quien siempre
aparece en último lugar: Judas Iscariote. Queremos asociarle con la persona que
después fue escogida en su sustitución, es decir, Matías.
Ya sólo el nombre de Judas suscita entre los cristianos una instintiva reacción
de reprobación y de condena. El significado del apelativo «Iscariote» es
controvertido: la explicación más utilizada dice que significa «hombre de
Queriyyot», en referencia al pueblo de origen, situado en los alrededores de
Hebrón, mencionado dos veces en la Sagrada Escritura (Cf. Josué 15, 25; Amós 2,
2). Otros lo interpretan como una variación del término «sicario», como si
aludiera a un guerrillero armado de puñal, llamado en latín «sica». Por último,
algunos ven en el apodo la simple trascripción de una raíz hebreo-aramea que
significa: «aquel que iba a entregarle». Esta mención se encuentra dos veces en
el cuarto Evangelio, es decir, después de una confesión de fe de Pedro (Cf. Juan
6, 71) y después durante la unción de Betania (Cf. Juan 12, 4).
Otros pasajes muestran que la traición estaba en curso, diciendo: «aquel que le
traicionaba», como sucede durante la Última Cena, después del anuncio de la
traición (Cf. Mateo 26, 25) y después en el momento en que Jesús fue arrestado
(Cf. Mateo 26, 46.48; Juan 18,2.5). Sin embargo, las listas de los doce
recuerdan la traición como algo ya acontecido: «Judas Iscariote, el mismo que le
entregó», dice Marcos (3, 19); Mateo (10, 4) y Lucas (6, 16) utilizan fórmulas
equivalentes. La traición, en cuanto tal, tuvo lugar en dos momentos: ante todo
en su fase de proyecto, cuando Judas se pone de acuerdo con los enemigos de
Jesús por treinta monedas de plata (Cf. Mateo 26,14-16), y después en su
ejecución con el beso que le dio al Maestro en Getsemaní (Cf. Mateo 26, 46-50).
De todos modos, los evangelistas insisten en que le correspondía plenamente su
condición de apóstol: es llamado repetidamente «uno de los doce» (Mateo
26,14.47; Marcos 14, 10.20; Juan 6, 71) o «del número de los doce» (Lucas 22,
3). Es más, en dos ocasiones, Jesús, dirigiéndose a los apóstoles y hablando
precisamente de él, le indica como «uno de vosotros» (Mateo 26, 21; Marcos
14,18; Juan 6, 70; 13, 21). Y Pedro dirá que Judas «era uno de los nuestros y
obtuvo un puesto en este ministerio» (Hechos 1, 17).
Se trata, por tanto, de una figura perteneciente al grupo de aquellos a los que
Jesús había escogido como compañeros y colaboradores cercanos. Esto plantea dos
preguntas a la hora de explicar lo acaecido. La primera consiste en preguntarnos
cómo es posible que Jesús escogiera a este hombre y confiara en él. De hecho, si
bien Judas es el ecónomo del grupo (Cf. Juan 12,6b; 13,29a), en realidad también
se le llama «ladrón» (Juan 12,6a). El misterio de la elección es todavía más
grande, pues Jesús pronuncia un juicio muy severo sobre él: «¡ay de aquel por
quien el Hijo del hombre es entregado!» (Mateo 26, 24). Este misterio es todavía
más profundo si se piensa en su suerte eterna, sabiendo que Judas «fue acosado
por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos
sacerdotes y a los ancianos, diciendo: “Pequé entregando sangre inocente”»
(Mateo 27, 3-4). Si bien él se alejó después para ahorcarse (Cf. Mateo 27, 5), a
nosotros no nos corresponde juzgar su gesto, poniéndonos en lugar de Dios, quien
es infinitamente misericordioso y justo.
Una segunda pregunta afecta al motivo del comportamiento de Judas: ¿por qué
traicionó a Jesús? La cuestión suscita varias hipótesis. Algunos recurren a la
avidez por el dinero; otros ofrecen una explicación de carácter mesiánico: Judas
habría quedado decepcionado al ver que Jesús no entraba en el programa de
liberación político-militar de su propio país. En realidad, los textos
evangélicos insisten en otro aspecto: Juan dice expresamente que «el diablo
había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de
entregarle» (Juan 13,2); del mismo modo, Lucas escribe: «Satanás entró en Judas,
llamado Iscariote, que era del número de los doce» (Lucas 22, 3). De este modo,
se va más allá de las motivaciones históricas y se explica lo sucedido basándose
en la responsabilidad personal de Judas, quien cedió miserablemente a una
tentación del Maligno. En todo caso, la traición de Judas sigue siendo un
misterio. Jesús le trató como a un amigo (Cf. Mateo 26, 50), pero en sus
invitaciones a seguirle por el camino de las bienaventuranzas no forzaba su
voluntad ni le impedía caer en las tentaciones de Satanás, respetando la
libertad humana.
De hecho, las posibilidades de perversión del corazón humano son realmente
muchas. El único modo de prevenirlas consiste en no cultivar una visión de la
vida que sólo sea individualista, autónoma, sino en ponerse siempre de parte de
Jesús, asumiendo su punto de vista. Tenemos que tratar, día tras día, de estar
en plena comunión con Él. Recordemos que incluso Pedro quería oponerse a Él y a
lo que le esperaba en Jerusalén, pero recibió una fortísima reprensión:
«¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino
los de los hombres» (Marcos 8,32-33) Tras su caída, Pedro se arrepintió y
encontró perdón y gracia. También Judas se arrepintió, pero su arrepentimiento
degeneró en desesperación y de este modo se convirtió en autodestrucción. Es
para nosotros una invitación a recordar siempre lo que dice san Benito al final
del capítulo V, fundamental, de su «Regla»: «no desesperar nunca de la
misericordia de Dios». En realidad, «Dios es mayor que nuestra conciencia», como
dice san Juan (1 Juan 3, 20).
Recordemos dos cosas. La primera: Jesús respeta nuestra libertad. La segunda:
Jesús espera que tengamos la disponibilidad para arrepentirnos y para
convertirnos; es rico en misericordia y perdón. De hecho, cuando pensamos en el
papel negativo que desempeñó Judas, tenemos que enmarcarlo en la manera superior
con que Dios dispuso de los acontecimientos. Su traición llevó a la muerte de
Jesús, quien transformó este tremendo suplicio en un espacio de amor salfíco y
en la entrega de sí mismo al Padre (Cf. Gáltas 2, 20; Efesios 5,2.25). El verbo
«traicionar» es la versión griega que significa «entregar». A veces su sujeto es
incluso el mismo Dios en persona: él mismo por amor «entregó» a Jesús por todos
nosotros (Cf. Romanos 8, 32). En su misterioso proyecto de salvación, Dios asume
el gesto injustificable de Judas como motivo de entrega total del Hijo por la
redención del mundo.
Al concluir, queremos recordar también a quien, después de Pascua, fue elegido
en lugar del traidor. En la Iglesia de Jerusalén se presentaron dos a la
comunidad, y después sus hombres fueron echados a suerte: « José, llamado
Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías» (Hechos l, 23). Precisamente este
último fue el escogido, y de este modo «fue agregado al número de los doce
apóstoles» (Hechos 1, 26). No sabemos nada más de él, a excepción de que fue
testigo de la vida pública de Jesús (Cf. Hechos 1, 21-22), siéndole fiel hasta
el final. A la grandeza de su fidelidad se le añadió después la llamada divina a
tomar el lugar de Judas, como compensando su traición.
Sacamos de aquí una última lección: si bien en la Iglesia no faltan cristianos
indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrabalancear el
mal que ellos realizan con nuestro testimonio limpio de Jesucristo, nuestro
Señor y Salvador.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la
audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas:
El nombre de Judas Iscariote aparece siempre el último en la lista de los Doce
junto con el hecho de su traición a Jesús. En cambio, los evangelistas lo
presentan como apóstol a todos los efectos. La elección de Judas por parte de
Jesús, así como su suerte eterna, permanecen para nosotros como un misterio
insondable. Con todo, no nos corresponde a nosotros el juicio poniéndonos en el
lugar de Dios, infinitamente misericordioso y justo. En cuanto a su traición,
los evangelistas la explican como una cesión a una tentación del Maligno. Merece
la pena observar cómo Cristo respeta siempre la libertad humana, sin forzar
nunca la voluntad, quedando por tanto intacta la posibilidad de perversión por
parte del corazón humano. El único modo de evitarlo consiste en entrar en plena
comunión con Jesús, asumiendo su punto de vista sobre las cosas, es decir,
aceptar lo que él mismo ha encarnado en su vida y en su muerte. El papel
perverso que Judas ha desempeñado en la historia del Salvador, se inserta
también en el misterioso proyecto salvífico de Dios como ocasión de la entrega
total del Hijo por la redención del mundo. Después de la Pascua, Matías fue
elegido para ocupar el lugar de Judas. De él sólo sabemos que fue testigo de la
historia terrena de Jesús permaneciendo fiel hasta el fin.
Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española, en especial a los
diversos grupos parroquiales de España, así como a los peregrinos de México y de
otros Países Latinoamericanos. Os animo a que, siguiendo el ejemplo de los
apóstoles, deis un testimonio de Cristo cada vez más fiel y coherente,
transmitiendo a otros la alegría de la fe y el amor. ¡Que Dios os bendiga!